domingo, 14 de abril de 2024

Cuidando a la sobrina

 Alex estaba terminando de tomarse el café mientras recogía el abrigo para salir a la calle. Eran las ocho y cuarto de la mañana y tenía que llegar lo más rápido posible al estudio para abrirlo a tiempo. Si no, Almudena, su jefa, volvería a cabrearse. La mujer de pelo largo rubio con puntas rojas dejó la taza encima de la mesa del pequeño salón y se puso la prenda. Tras esto, salió del piso y cerró la puerta, colocándose bien la pequeña cartera que colgaba de su hombro. Acto seguido, puso rumbo al ascensor para tomarlo y bajar.

Conviviendo con la tía Merche

 Adriana estaba nerviosa. Sentada en la parada del autobús, no se podía sentir más incómoda ante la presencia de los desconocidos que había allí. Notaba como la miraban, a pesar de que ella ni les prestaba atención. Así había sido su vida desde siempre y nunca entendió por qué tenía que pasar por algo así, aunque, ¿por qué debería?

Ser una chica transexual nunca le fue fácil. A sus diecinueve años, Adriana se sentía perfecta como la mujer que siempre debía ser, pero el trato por el resto del mundo nunca fue el mejor. Su familia siempre la apoyó en la transición y, en general, se sintió arropada por todos ellos, pero las demás personas a su alrededor se vieron incapaces de aceptar su cambio. Algunos llegaron incluso a sacar al intolerante que llevaban dentro. Las pocas amigas que tenía la dejaron de lado, sus compañeros de instituto no cesaron de meterse con ella e, incluso, los profesores le decían cosas bastantes hirientes. Al final, sus padres tuvieron que cambiarla de centro y, aun así, tuvo que soportar más burlas y ataques. Con todo, supo sobrellevarlo lo mejor que pudo, por lo que se habituó a esta clase de situaciones, como la que vivía ahora.

viernes, 5 de abril de 2024

En la playa y después en el bosque


I. En la playa.

Fue aquel verano, antes de casarnos, antes de quedarme calvo como una bola de billar. Mi novia y yo fuimos por primera vez de camping. Al norte. Teníamos, ella 18, recién cumplidos, y yo 20 años.

Aquel día hacia frio. Prácticamente estábamos solos en la playa.

Yo como siempre tan impaciente. Fue llegar y al agua. Ella tenía frio. Además, yo no llevaba ni bañador. Me da igual, la dije, Es una playa nudista ¿no? Pues fuera ropa y al agua.

Por eso la dejé (1 a 6)

 


Hace unos años, tenía yo una novia. Muy tímida, muy modosita... Por supuesto muy decente. Educada en colegio de monjas... Vamos de las tradicionales. Naturalmente virgen. Buenas tetas, algo grandecitas para mi gusto. Luego, según creció se la pusieron como melones pero bueno... la carita preciosa... unos ojazos... unos morritos....

En esto del sexo al principio no pasábamos de alguna pajilla y cuatro sobeteos, vamos que me iba a casa con cada calentón que no te imaginas.

Vacaciones con mi novio en palma

 Hola a todos! Bueno soy Claudia, y me enteré hace poco de la existencia de esta página, y quería compartir mi experiencia con todos vosotros. Espero que os guste, y no seáis muy crueles conmigo xD.

Bueno, como ya he dicho, me llamo Claudia, y tengo 23 años. Soy de Barcelona y tengo novio. Yo soy una chica pues guapa, rubia de pote, pero que no se nota, porque procuro teñirme en un término medio para parecer realmente rubia. Tengo los ojos negros, mido algo menos de 175, y tengo unas medidas que me gustan mucho: de pecho 93, cintura 60 y caderas 91. Es decir, que para los chicos estoy muy buena xD, modestia aparte. Lo que más me gusta de mi cuerpo es mi culo, lo trabajo mucho en el gimnasio para que quede perfecto a la vista de los chicos, con pantalones, shorts, minifalda o bikini, da igual. Y creo que lo he conseguido. Mis pechos también son un punto fuerte de mi anatomía femenina, ya que, aparte de la talla, están bien puestos, no caídos ni blandengues, ya me entendéis.

Mientras mi novio discutía de fútbol...

 Buenas de nuevo. Soy Claudia, los que hayais leído mis anteriores relatos ya sabréis mas o menos como soy, para los demás os describo un poco mi físico: tengo 23 años, soy rubia, de ojos negros, de cuerpo bastante bien, 93 de pechos y buen culo. Mi novio, Santi, con el que llevo mas o menos dos años, es muy buen chico, muy guapo, la verdad, cada vez que lo miro me parece mas guapo. Tiene 23 años también. Es moreno con los ojos negros, y esta bien de cuerpo.

Era fin de año, y mi novio y yo nos disponíamos a ir a la fiesta montada por una amiga en su chalet. Yo me arreglé bastante, ya que era una ocasión muy especial. Me puse un vestido negro, a juego con mis ojos, no muy chillón, pero bastante corto por abajo, pues la faldita se ajustaba marcando mis nalgas de manera increíble. Me tapaba el culo, pero poco más, la verdad, y por arriba llevaba un escote palabra de honor precioso, que dejaba relucir mis maravillosos pechos. No era muy descarado, pero sí bastante sexy, dejando lugar a la imaginación. Debajo me puse tanga rojo de rigor y un suje a juego sin tirantes. Para rematarlo todo, unos zapatitos a juego, negros, de tacón.

En el camping la vida da muchas vueltas

 Buenas! Me llamo Claudia, he escrito un relato hace muy poco, y me ha entrado el gusto por relatar mis experiencias en esta web, que seguro que no va a descubrir Santi, mi novio, ya que no suele conectarse a este tipo de webs.

Bueno, tengo 23 años, como Santi, y soy rubia , de ojos negros, delgadita y mido unos 170, algo más que él. Tengo muy buen cuerpo, gano miradas allá donde voy, pues vuelvo locos a los chicos. Hasta las vacaciones de Palma (mi anterior relato) nunca le había sido infiel, pero después de aquello, recapacité y me entregué a Santi, quizás porque me sentía arrepentida de lo que había hecho.

Esto ocurrió en un camping, en Salou, Tarragona, donde fuimos a pasar un fin de semana de septiembre, justo antes de empezar los cursos. Éramos Santi, yo, Pablo, Sergi y Sandra, su novia. Llegamos sobre las 10 de la mañana, y ocupamos el bungalow que solíamos coger siempre que íbamos ahí. Dejamos las cosas y nos pusimos la ropa de baño: bikinis y bañadores.

La pajillera (1 a 5)

 Por circunstancias de la vida, después de un tiempo vuelvo a vivir con mi hijastra, esta vez solos ella y yo. La conozco desde que era muy pequeña pero nunca hemos tenido una buena relación, es mas, siempre ha sido muy mala hasta el punto de no poder vivir bajo el mismo techo.

Sin embargo las cosas han cambiado y sigue siendo mi responsabilidad. Afronte esta nueva etapa con algo de recelo, la verdad se esta muy bien viviendo solo y solo tengo malos recuerdos de la convivencia con ella. Para mas inri, esta en plena adolescencia con los 18 anos recién cumplidos y con las hormonas a mil. Mi manera de afrontar esta nueva etapa con ella fue la de intentar minimizar el conflicto al mínimo y confiando que pronto consiga un trabajo y se independice. Minimizar el conflicto pasa muchas veces por ignorar o pasar de todo aunque no me parezca bien. Por supuesto esto era genial para ella y se fue encontrando mas cómoda en casa. Tanto, que sus sesiones intimas diarias comenzaban a ser mas frecuentes. Por la mañana, en la ducha, por la noche. No era escandalosa, pero no era difícil de imaginárselo, ya que muchas veces escuchaba gemidos de algún video porno o simplemente las sabanas rozándose.

Morbo en camping nudista

 Llevaba bastante tiempo queriendo experimentar el ir a un camping nudista. Siempre me ha llamado la atención este tipo de lugares pero nunca me había decidido a probar pero a mi mujer nunca le hizo mucha gracia. Ahora que estoy separado, es un buen momento para probar nuevas experiencias. Normalmente practico nudismo en playas, sobretodo por la sensación de libertad que ofrece. Por otro lado, mentiría si dijese que nunca he echado ninguna mirada indiscreta a alguna mujer. De hecho, alguna vez he tenido algún “percance” por mirar de más, solucionado normalmente con una simple sonrisa ya que son cosas que suelen pasar…

Por culpa del coronavirus (1 a 3)

 Miré desde el balcón hacia la vacía calle. No había ni una sola alma. Ni coches pasando por la carretera ni gente paseando por las aceras. El único atisbo de vida fue una patrulla de la policía llevando a cabo su ronda. De eso, hacía ya un cuarto de hora. La ciudad en la que vivía era ahora un lugar fantasma. Terminé de apurar el cigarro, lo apagué y decidí meterme de nuevo en el piso. No había mucho más que hacer por allí.

Salí de mi dormitorio y fui por el pasillo hasta el baño. Una vez allí, levanté la tapa del váter y tiré la colilla dentro. Eché la cisterna y luego, puse rumbo al salón. Una vez llegué, encontré a Maite, mi compañera de piso, tirada sobre el sofá mientras veía la tele.

—¿Qué tal, Irene? ¿Has visto a algo interesante desde el balcón? —me preguntó.