miércoles, 23 de noviembre de 2011

Mi madre, mi hermana y yo (Eloisa)

Marina es una mujer físicamente atractiva. Sin embargo ella parece ignorar esa cualidad y habla de cualquier otro tema como si quisiera voluntariamente ignorar ese tipo de atributos. Es como si se avergonzara de ser hermosa. A mi me habría gustado tener su figura, sus movimientos graciosos y su rostro bonito, pues no soy agraciada en exceso aunque dentro de mi cuerpo un torrente de pasión se mantiene inalterable. Ha de ser por esos caracteres opuestos que somos dos hermanas muy unidas como si cada una tratara de encontrar en la otra su perfecto complemento y aunque yo soy quien contará lo que está sucediendo, la verdad es que hablo en nombre de las dos.



Era evidente que nuestro tío Samuel pretendía a nuestra madre cuya viudez exuberante pedía a gritos la satisfacción de podría darle un hombre como mi tío y aunque mi hermana y yo veíamos con buenos ojos aquella posible relación la verdad era que nada nos podía demostrar que aquello se hubiese consumado. Habíamos examinado el cuarto de mamá con todo detalle sin dejar rincón por explorar sin que nada nos dijera que en ese cuarto podría haberse desarrollado intensas sesiones de sexo y en el cuarto de mi tío por su lado ni siquiera una fotografía ni una carta ni nada que delatara una relación entre ellos más allá de lo puramente formal. En tono de broma habíamos tratado de obtener de parte de Eloisa, la empleada de la casa, alguna información confidencial, pero ella nos afirmó con vehemencia que a su juicio, nuestras ideas eran una pura locura pues ella nunca había observado nada al respecto. Lo que más nos intrigaba era que en realidad mi madre, una mujer de gloriosos 40 años, lucía en todo momento como una mujer satisfecha y feliz como si ni su mente ni su cuerpo tuviesen carencia alguna en el plano sentimental ni erótico.

En eso estábamos cuando mi hermana me contó con mucha parsimonia como correspondía a su carácter, que habiendo despertado a media noche había escuchado ruidos sospechosos en la planta alta de la casa y que juraba que había visto a mi madre subir las escaleras que conducían hasta la espaciosa mansarda en que se guardaban esos muebles antiguos y todo lo que estaba ya desechado. Mi imaginación comenzó a girar en forma acelerada y mil imágenes imposibles y candentes poblaron mi mente, porque de inmediato todo pareció calzar a la perfección y estaba segura y convencí a mi hermana que habíamos descubierto el lugar secreto en que mi madre y su amante se entregaban a las delicias de un sexo que ellos seguramente querían ocultar de nosotras. Si bien mi hermana fue reticente al comienzo, logré convencerla que la noche siguiente nos ocultáramos en la pieza abandonada para poder observar de primera mano lo que allí estábamos seguras se desarrollaría.

Esa noche nos acomodamos entre las frazadas extendidas en el suelo y estábamos allí ya hacía más de una hora sin que nada sucediera, pero a los pocos minutos la puerta se abrió lentamente y la figura esbelta de mi madre se perfiló claramente a pesar de la penumbra.

Ella caminó con seguridad hacia el extremo del amplio recinto y comenzó a acomodar en el suelo un sin fin de frazadas y plumones sobre los cuales imaginamos se entregaría al sublime ataque de su amante que no tardó en aparecer en escena. El recién llegado fue más cauteloso de modo que nos escondimos un momento y solo cuando llegó junto a nuestra madre nos atrevimos a retomar nuestros puestos de observación. Mi madre se desnudó completamente extendiéndose sobre el improvisado lecho dejándonos por primera vez contemplar su cuerpo voluptuoso cuyos pechos redondos y tersos apuntaban al cielo y sus muslos se separaban para dejar a la intemperie su tajo rosado y delicioso en medio de su sexo poblado de vellos rubios reluciente de humedad.

Fue tan impactante la visión de esa mujer desnuda que busqué la mano de mi hermana en la oscuridad tan solo para comprobar que estaba nerviosa y caliente como la mía. Fue en ese momento que la figura que estaba de rodillas ante mi madre se inclinó deslizando su rostro entre sus muslos llegando hasta su sexo y pudimos darnos cuenta que ese cuerpo moreno de larga cabellera pertenecía a Eloisa. Lo que sucedió en seguida desencadenó en nosotras un torrente de sensaciones calientes desconocidas porque la escena era de un contenido erótico mortífero.

Mi madre se entregaba a los placeres que le proporcionaba su empleada con la cómplice ayuda de la soledad que ella creía disfrutar mientras su morena amante hacía prodigios con su lengua en el interior de su vagina seguramente incandescente. Los infernales besos de Eloisa ocasionaban contorsiones de placer en mi madre, que levantaba los muslos mientras le hablaba como si necesitara descargar en las palabras parte de la pasión endiablada que la consumía… sigue negra querida, vuélveme loca… por favor sigue… entra…ahí, sigue más, por favor…no te detengas… busca en mi lo que deseas… vamos entra… más entra más…

Mi hermana estiró una de sus piernas desnudas entre mis muslos y llegó a tocar mi sexo con su pie por encima de mis bragas y yo me acomodé de forma de hacer presión para que el contacto fuese aún más intenso. No podíamos hacer muchos movimientos porque podríamos ser descubiertas pero este contacto aceptado por las dos nos encendió hasta límites insospechados mientras observábamos como la lengua de Eloisa hacía descargar a mi madre uno tras otros sus orgasmos desesperados.

Ahora mi madre tenía la cabeza de Eloisa entre sus manos y la presionaba sobre su sexo con movimientos de vaivén con tal calentura que la morena se deslizó hasta montar totalmente a la mujer y ahora se corrían abrazadas mientras sus besos ahogaban los gritos de placer que seguramente habrían emitido como un par de yeguas desesperadas. Luego de un momento de reposo Eloisa se puso de pie y cubriéndose con su abrigo abandonó rápidamente el cuarto. La rubia se puso su camisón de noche y siguió el mismo camino.

Nosotras mientras tanto como obedeciendo a un acuerdo tácito, apenas se cerró la puerta tras ellas nos fundimos ya sin ningún cuidado en un abrazo frenético besándonos como locas y dejando que la calentura acumulada hiciera presa de nuestros cuerpos, nos acostamos ahora sin recato alguno sobre las frazadas buscándonos bajo la ropa tratando de destrozar nuestras bragas mojadas, hurgando entre los labios de nuestros sexos como tratando de encontrar algo que no sabíamos que era pero sabíamos que estaba allí hasta que nos invadió el más violento de los orgasmos que aceptamos con deleite inusitado.

Al día siguiente un panorama completamente nuevo se había abierto para nosotras. Ahora entendíamos el origen de la placidez y la satisfacción de nuestra madre al mismo tiempo que su natural indiferencia por el tío. Por otro lado las características de su relación con Eloisa habían abierto en nosotras una inquietud y una curiosidad cuya primera manifestación había sido nuestro mutuo encuentro nocturno. Desde ese momento mi relación con mi hermana se tornó fluida y ardiente. Comentamos en detalle lo que había pasado y todas las posibilidades que ahora se nos abría en el plano erótico. El cuerpo moreno y ardiente de Eloisa era nuestro centro de estímulos y nos calentábamos a mil al recordar las formas de sus nalgas, sus pechos morenos que suponíamos de una dureza ardiente y sobre todo la pericia de su lengua. Fue así como nos decidimos a hacer lo que haríamos esa noche.

Esperamos pacientemente que nuestra madre desapareciera en la escalera y cuando vimos subir a Eloisa nosotras nos encaminamos calmadamente al cuarto vacío de la criada. Sabíamos que teníamos al menos unos treinta minutos para estar allí. Lo primero que nos llamó la atención fue percibir que el cuarto estaba impregnado del perfume de mamá. Seguramente ella se lo había regalado o quizás si se habían acostado en algún momento allí. Había ropa íntima de mamá junto a la de Eloísa y esa intimidad de mujer nos excitó. Nos denudamos y comenzamos a vestir bragas y sujetadores tanto de mamá como de Eloisa. Eso nos excitaba mucho y así vestidas nos acariciamos con pasión y nos besamos metiendo largamente nuestras en lenguas en la boca. Era delicioso. No nos habíamos dado cuenta como había transcurrido el tiempo y cuando escuchamos pasos nos metimos desnudas en la cama de Eloisa y apagamos la luz esperando en silencio.

La mujer agotada seguramente con la sesión de sexo no encendió la luz y despojándose del abrigo se metió desnuda en la cama, En ese momento yo le tapé la boca y la pusimos entre las dos. Al percibir nuestros cuerpos desnudos la mujer aflojó la tensión y se entregó de inmediato. Yo la acariciaba mientras mi hermana le hablaba cosas calientes… Así Eloisa caliente yegüita… únete a nosotras… danos tu calentura grande… pórtate como la putita que eres, mira que te haremos feliz… así ahora… Eloisa ya se había incorporado a nuestro juego. Su cuerpo ardiente nos brindaba el perfume de hembra excitada que nos enloquecía.
La besamos entera, la lamíamos sin dejar ningún rincón sin visitar mientras su lengua respondía buscando en nuestros besos los placeres diferentes que le brindábamos dos hembras jóvenes y así aparecían los orgasmos de cada una en forma cada vez más gloriosa mordiéndonos suavemente los pezones y buscando entre nuestras nalgas zonas prohibidas plenas de placer. La morena mujer era un juguete maravilloso en nuestro poder logrando con ella todo tipo de combinaciones mientras ella nos enseñaba todos los trucos que desarrollaba con nuestra madre. Poco antes del amanecer nos marchamos a nuestro cuarto.

Yo no se si Eloisa había contado a mi madre lo que había pasado la noche anterior en su cama con nosotras pero la verdad era que al día siguiente todo era sonrisa entre ellas que casi sin cuidado ahora se miraban y a veces se tocaban como por casualidad y volvían a reírse. Por mi parte yo estaba francamente caliente con la Eloisa, ahora la miraba sin recato algunos y la visión del perfil de sus nalgas y de sus pechos me tenía latiendo de la mañana a la noche de modo que en un momento determinado sin poder aguantarme le dije que me siguiera y nos metimos juntas al baño.

Allí me saqué las bragas y ella que también estaba ardiendo conmigo, pegó su boca a mi sexo y me sometió a tal tratamiento con su lengua que me corrí en su boca de forma maravillosa haciendo luego yo lo mismo con ella hasta lograr que soltara un líquido denso que me pareció un manjar, luego nos besamos largamente haciéndonos promesas terribles que nos dejaron casi más calientes que antes.
Cerca del atardecer Eloisa nos dijo que quería decirnos algo y por lo serio de su rostro yo pensé que mi madre se había dado cuenta de todo y que pondría atajo a lo que sucedía en su casa. Pero lo que Eloisa nos dijo tan seriamente fue que ella se había dado cuenta que nosotras dos éramos tan calientes y lesbianas como nuestra madre y que por lo tanto lo mejor era sincerar la situación y así poder tirar todas tranquilas. Nos dijo que esa noche ella y mamá iban a tirar en el cuarto de mi madre y que lo mejor era que nosotras fuéramos hasta allá y nos incorporáramos a eso y que ella estaba segura que nada malo pasaría sino todo lo contrario.

Así fue como cerca de la medianoche fuimos con mi hermana desnudas hasta el cuarto de mamá y nos dimos cuenta que ellas ya estaban tirando desde hacía rato pues mamá tenía montada a la Eloisa y levantándole los muslos morenos hasta los hombros agitaba su sexo sobre el de ella mientras Eloisa reía de placer llenando la pieza de alegría mientras que, mi hermana comenzó a pajearse como loca con la escena, tendida en el sofá sin dejar de mirar a mi madre.

El ver como mamá se tiraba a la Eloisa despertó en mi la más frenética de las calenturas porque era justamente eso lo que yo había estado deseando todo el día de modo que me acerqué a la cama de mamá que estaba casi enloquecida de calentura y le dije que quería tirarme a la Eloisa a lo que ella riendo me dijo que sí, que todo estaba permitido…

Eloisa se puso de pie y nos fuimos hasta el sofá donde estaba mi hermana para que nos dejara el sofá, la Eloisa le dijo…

- Vamos anda donde tu mamá que te tiene un regalo delicioso.

Entonces mientras nos tendíamos en el sofá yo vi como mi madre separaba los muslos para mi hermana y vi en su rostro la calentura más grande que había visto y vi que ella se tocaba el sexo y le decía a mi hermana…

Ven amor que esto es solo para ti…

La verdad es que me quedé paralizada al ver que mi madre tenía en el vértice superior de su sexo el clítoris más grande y hermoso que se podía imaginar. Tenía la forma exacta de un pene de unos cinco a seis centímetros, rosado terso y duro que se agitaba como vibrando.

Mi hermana se inclinó para besarlo con el rostro casi desfigurado por la calentura y cuando desapareció en su boca mi madre se agitaba como enloquecida de placer y yo no pude ver más porque la Eloisa me estaba montando como loca haciéndome gritar de gusto y es lo último que recuerdo conscientemente porque después la locura del deseo me hizo entrar como en trance.

Ahora solo se que vivimos un mundo perfecto en que cada una tiene lo que desea y puede darle a la otra cualquiera de nosotros que sea todo el sexo en su justa medida.

Autora: Adriana

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