miércoles, 23 de noviembre de 2011

somos pareja con mi hermana

Calítulo I – Problema localizado

Me llamo Xavi tengo 36 años y hoy hace dos que mi mujer fue a vivir con un informático gordito con aspecto inofensivo. El muy mosquita muerta vino a casa a explicarle un programa de banca electrónica y se la tiró ahí mismo, en mi casa, en la mesa de mi ordenador y con mi perro mirando. Cuando mi mujer me dejó no pude afrontar solo el pago del alquiler, así que le propuse a mi hermana Lourdes que se viniera a vivir conmigo.


Ella vivía sola y le costaba mucho llegar a fin de mes, así que aceptó y en unos días la tenía instalada en casa. La verdad es que era maravilloso volver a vivir con alguien, además ella siempre había sido un terremoto no paraba de hablar, de poner música, de hacer ruido. Era fantástico sentir vida en casa otra vez, definitivamente era la distracción que necesitaba. Ella a sus 32 años de entonces no había tenido una vida fácil. Había estado liada con un hombre casado desde muy jovencita. El individuo era conserje de unos edificios de oficinas y hacía un año que había dejado tirada a su mujer y a mi hermana por una administrativa rubita muy mona.

Nuestra vida empezó a encauzarse y se hacía muy amena. Yo la recogía en mi moto a la salida de su trabajo, hacíamos la cena, veíamos crónicas, un poco de Internet y a dormir. Los fines de semana siempre venían amigos a casa o íbamos nosotros a la suya. Nos comportábamos como una pareja normal pero sin discusiones ni enfados. Era perfecto.

Fueron pasando los meses y un buen día viendo una película, una escena de sexo dio pie a que surgiera una conversación que iba a cambiar nuestras vidas.

- Xavi, ¿puedo hacerte una pregunta personal? – Claro, dime. Le contesté extrañado y apenado por perderme la mamada que estaban poniendo en la tele.

- ¿Cuánto hace que no tienes relaciones? Yo al escuchar aquello me quedé pálido. Realmente era un tema que me preocupaba pues desde que mi mujer me había dejado plantado me había tenido que conformar con mis pajas (que no eran pocas).

- Pues mira, contesté yo, cuando la luchi me dejó ya llevábamos un par de meses sin nada, así que si los sumas a los cuatro que llevo separado hacen medio añito. Nada menos. – Yo estoy casi igual, mañana hace cinco meses de mi último casquete y por encima no fue gran cosa.

Me resultaba extraño hablar con mi hermana de estos temas pero la verdad es que necesitaba desahogarme, y saber que ella estaba en mi misma situación hacía que estuviera seguro de que me comprendía y de que se hacía cargo de la gravedad del problema.

Estuvimos dándole vueltas al tema y llegamos a la conclusión de que teníamos que ayudarnos. Ninguno de los dos quería empezar una relación, simplemente queríamos sexo. Tal como nos habíamos organizado la vida no podría surgir nada. Solo salíamos al cine, a casa de algunos amigos o a cenar alguna noche. Si a eso le sumas la de ir siempre juntos, estábamos destinados a fracasar.

Por otro lado los dos nos cuidábamos mucho, teníamos buen tipo y a mi hermana le encantaba vestir sexy resaltando sus formas que aún siendo mi hermana les diré que pueden quitarle el hipo a cualquiera, con lo que no tendría por que ser difícil que triunfáramos alguna noche.

Capítulo II – Nos vamos de copas

Tomamos la decisión de salir ese sábado a quemar Barcelona, como cuando teníamos veinte años.

A eso de las 10 de la noche yo ya estaba vestido para la faena, me había puesto la ropa más juvenil que encontré, me enfundé una camiseta blanca ajustada que resaltaba mi bronceado y unos pantalones de bolsillos ajustados metidos por dentro de unas botas altas tipo militar. Bajé a esperar a Lourdes a la calle mientras me fumaba un cigarrillo, me sentía atractivo, joven y también muy nervioso. Hacía años que no notaba algo como eso, como cuando esperas a tu chica a la todavía no te has tirado y no sabes si hoy será el gran día.

Cuando ella salió por el portal me quedé de piedra, llevaba una camiseta de tirantes muy ajustada que hacía que sus pezones se notaran con absoluta precisión y un pantalón blanco de lycra que dibujaba su pequeño tanga de hilo delante y lo hacía desaparecer en medio de sus culos, y digo culos porque tratarlo en singular sería un desprecio.

Se río un poco de mi aspecto y me preguntó que si pretendía ligar con chicos o con chicas. Su comentario no me hizo gracia y ella lo notó y rectificó diciéndome que si no fuera su hermano me comería allí mismo.

Nos fuimos a cenar a una terraza al Besós y después al Maremagnun donde decidimos separarnos pero no perdernos de vista. Me acerqué a pedir una copa a la barra y me quedé allí posando esperando que un rebaño de chicas hambrientas viniera a suplicarme piedad y un poco de sexo. Cuando llevaba 5 copas sin moverme de mi barra y lo único que había conseguido era que un rebaño de japonesitas me pidiera que les hiciera una foto, empecé a pensar que ese tipo de cosas solo pasaban en las películas X del canal satélite pirateado que tanto me ayudaban en mis tareas onanísticas.

Eché un vistazo a mi hermana y allí estaba preciosa y súper entretenida con una manada de mormones que no paraban de hablar mezclando el inglés de Olot con el catalán de Ohio.

La noche se resumió en un dineral en copas, un curso de fotografía y encuentro en la tercera fase de mi hermana. La guinda la puso la guardia urbana de vuelta a casa cuando me pusieron el alcoholímetro en los morros y me dijeron que iba a circular en metro una temporada.

En fin, cuando íbamos juntos parecíamos una pareja y separados estábamos demasiado solos para atraer a alguien.

Capítulo III – El hallazgo de Lourdes

Pasamos un par de semanas sin sacar el tema hasta que una noche sucedió algo. Mi hermana estaba en Internet y yo estaba viendo como se insultaban unos tarados en la tele. Ella se acercó con una hoja en la mano, apagó la tele y se sentó a mi lado. Yo estaba alucinado, sus ojos estaban brillantes y muy abiertos y su sonrisa picarona me terminó de desconcertar.

- He estado navegando y he encontrado una web de parejas liberales, – ¿Y?… – Que he visto como funcionan los locales de intercambio, hizo otra pausa como queriendo que yo comprendiera sus intenciones pero mi cara de atontado le hizo continuar, y he pensado que si todo el mundo cree que somos pareja cuando salimos, quizás lo que necesitemos sea un intercambio de parejas.

Realmente mi hermanita había dado en el clavo. Me pareció algo descabellado a primera vista, pero por más vueltas que le di no encontré nada perjudicial ni dañino ni inmoral, nada que me hiciera creer que lo que ella proponía iba a perjudicar a alguien aunque tuviéramos que valernos de un engaño para llevarlo a cabo.

Después de pensarlo en silencio, tomé la hoja donde ella había seleccionado unos cuantos locales de la ciudad y le dije:

-¿A cual vamos?

Ella me abrazó y me dio un besazo en los labios que me dejó helado, pero riéndose me dijo:

-Tendremos que parecer una pareja de verdad, así que vete acostumbrando.-

Por fin llegó el viernes, la recogí en su trabajo y nos fuimos en metro a casa (los urbanos aún tenían mi carné), a prepararnos. En la ducha me rasuré el vello púbico como los actores de mis películas favoritas y después me vestí normalmente, no me interesaba dar un aspecto joven ni informal, así que me decidí por una camisa blanca y un pantalón de pinzas negro.

Ella tardó bastante en arreglarse y salió de su habitación con una blusa transparente negra con una chaqueta roja por encima y una falda de tablillas a juego que le llegaba a medio muslo.

Pedimos un taxi y de camino al centro me comentó que no se había puesto ropa interior y yo le confesé que me había rasurado. Aquella situación estaba empezando a afectarme, mi pene ya había reaccionado y cuando se inclinó a coger el bolso para pagar el taxi no pude evitar fijarme en sus pechos totalmente a la vista bajo su blusa de rejilla.

Salí del taxi y me quedé sujetando la puerta mientras ella se deslizaba por el asiento para salir, no sé si fue un descuido o estaba jugando conmigo pero cuando iba salir del coche abrió las piernas ofreciéndome un gran primer plano de su vulva completamente afeitada. Me cogió el brazo y empezamos a caminar hacia la puerta del local, yo iba con el mástil erguido debido al espectáculo del coñito de mi hermana y no se me ocurrió otra cosa que mencionarle que había hecho un gran trabajo con la maquinilla. Ella se rió y girándose hacia mí me besó en los labios, dejando esta vez que nuestras lenguas se tocaran. Si mi mástil ya iba erguido ahora estaba a punto de reventar.

Capítulo IV – Local de parejas

Por fin llegamos a la puerta, el portero nos hizo pasar y un camarero nos recibió haciendo de anfitrión y explicándonos las normas de la casa. Había varios ambientes, saunas, discoteca, reservados y por fin una cafetería-bar con mesas redondas de cuatro plazas. Nos pareció bien a los dos sentarnos en una que estaba vacía para tomar una copa y observar tranquilamente. Era como estar en otro planeta, en la mesa de enfrente estaban jugando un strip-póquer, al lado dos tías se comían las tetas mientras sus parejas se la meneaban mutuamente.

A pesar de esa primera impresión nos sentíamos cómodos en ese ambiente, no sabía como colocar la polla para que no me doliera y al bajar la segunda copa me la saqué allí mismo. Mi hermana que por sus continuos cambios de postura y movimientos de piernas, debía de estar muy caliente, no me sacaba los ojos de la polla. Eso me encantó y me valía como venganza por lo del taxi.

Mientras conversábamos me la empecé a menear y ella cortó la conversación y me dijo que le encantaría ver como me corría. Eso hizo que mi excitación subiera y en unos segundos estaba chorreando el mantel ante la atenta mirada de Lourdes que era incapaz de ocultar su estado y abriendo las piernas se subió la falda y comenzó a acariciarse el clítoris.

En esas estábamos cuando se nos acerca una pareja y nos piden permiso para sentarse con nosotros. Yo por pudor innato me la guardo y trato de ocultar la evidente mancha de semen en el mantel, mi hermana se cubre con la falda, pero deja su mano debajo. Ellos permanecieron de pie sonrientes esperando a que les invitáramos a ocupar las dos sillas libres. Por fin levanté la cabeza y vi a una pareja de unos cuarenta años, muy bien vestidos y con aspecto saludable, a los que automáticamente invité a que se unieran a nosotros. Pidieron unas copas y empezamos a charlar. él se llamaba Carlos y ella Marta tenían 43 y 40 años, eran de Coruña y estaban de paso, solo se quedarían esta noche.

Carlos era alto y fuerte, piel morena, pelo oscuro con alguna cana y ojos negros, vestía un traje sin corbata y Marta era alta también, pero muy delgada, piel blanca, pelo castaño y unos inolvidables ojos verdes. Marta llevaba un vestido de lycra corto azul celeste que no dejaba dudas de la ausencia de sujetador y revelaba una cuidada figura y sobre todo unos apetecibles aunque pequeños pechos. Sus piernas que gracias a que se sentó un poco apartada de la mesa, podía contemplar desde su nacimiento eran largas y delgadas y la ausencia de medias le permitía lucir un bonito bronceado y dar un aspecto apetecible de suavidad y calor.

Capítulo V – Orgía final

Mi pene que tiene vida propia, no respeta treguas y volvió a reaccionar esta vez motivado por la visión de que bajo la falda de Lourdes no hay una mano sino dos. Marta había tenido un arrebato de curiosidad por los movimientos de mi hermanita bajo su falda y había decidido comprobar lo que pasaba. Lourdes reaccionó subiéndose nuevamente la falda y ofreciéndonos la visión de la mano de Marta acariciando sin tapujos su coñito.

Marta halagó el afeitado de Lourdes e invitó a su marido a comprobar lo suave que le había quedado. Carlos estiró su mano derecha hacia la vulva de mi hermana y poniendo cara de satisfacción empezó a masturbarla.

Yo noté una mano abriéndose camino por el hueco de mi bragueta y con dificultad, pero demostrando mucha práctica Marta extrajo mi verga que aún tenía fluidos de mi anterior corrida y ya estaba de nuevo con el glande húmedo. Empezó un lento masaje arriba y abajo, parándose de vez en cuando para acariciar los huevos que también habían salido de su escondite para refrigerar y no perderse detalle. Marta de nuevo sacó el tema del afeitado y mientras su marido ocupaba sus manos con mi hermana que ya se había quitado su chaqueta para permitir un fácil acceso a sus tetas, ella le comentó que se lo iba a afeitar totalmente, que le gustaba el tacto sin ningún pelo. Su marido asentía mientras le comía las tetas a Lourdes a través de la blusa de rejilla.

Yo me ofrecí a Marta para aconsejarle el tipo de rasurado que le favorecería más y ella me soltó la polla, se incorporó un poco para subirse el vestido hasta la cintura y volviéndose a sentar con las piernas abiertas me ofreció el espectáculo de su apetecible coño afeitado y decorado con una pequeña y estrecha tira de pelo castaño en su monte de venus. Ella retomó sus masajes y yo la acompañé frotando e introduciendo un dedo de vez en cuando en su vagina. Mi mano chocó con la mano de mi hermana que también estaba explorando el coñito de Marta mientras su marido estaba en el suelo comiéndole el clítoris.

Mi hermana jadeaba y temblaba de placer, yo estaba feliz de verla así. Me levanté y acerqué mi polla a la cara de Marta que de inmediato se la introdujo en la boca y empezó a jugar con la lengua en mi glande obligándome a gritar de placer, ella a su vez estaba siendo follada por los dedos de mi hermana y gemía nasalmente con mi falo en su garganta. No pude aguantar mucho más y sin pensarlo procedí a descargar mi hombría en aquella boca, debajo de aquellos ojazos verdes que me volvían loco. Cuando Marta rebosaba mi semen por sus labios se acercó a mi hermana y fundieron sus bocas con una pasión tal que mi hermana se corrió instantáneamente en la boca de Carlos.

Mientras ellas seguían jugando con sus lenguas me senté en el suelo y hundí mi cara en el sexo de Marta introduciendo mi lengua por todos los orificios que me encontré, ella se retorcía y cerraba las piernas rodeando mi cabeza y apretándola.

Por el rabillo del ojo pude ver a Carlos corriéndose en la cara de mi hermana, esforzándose ella por recoger la mayor cantidad posible de fluido con su lengua.

Yo seguía concentrado en Marta que ya se había corrido en mi boca y estaba a punto de hacerlo por segunda vez con mi lengua entrando y saliendo de su ano cuando ocurrió algo que me desconcertó, me estaban mamando la polla. Solo había dos posibilidades y cualquiera de las dos me turbaba. Si era Carlos el que me la estaba comiendo todos mis principios heterosexuales se iban al carajo pues me estaba dando un placer terrible, pero si no era él solo podía ser mi hermana.

No me atreví a mirar, el morbo de la situación me estaba colocando al borde de un desmayo y a su vez se lo estaba transmitiendo a Marta que enlazaba un orgasmo tras otro en mi boca hasta el punto que se estaba orinando en mi cara, en mi boca, en mi pelo y yo seguía lamiendo absorto en una realidad y un estado mental desconocido para mí hasta la fecha.

No me hizo falta mirar para saber quien me la estaba mamando, noté como mi hermana frotaba sus pechos sin ropa contra mi pene y comenzaba a pajearme con sus tetas. Me incorporé y lo vi, se había despojado de su blusa y tenía la falda enrollada en la cintura, estaba a cuatro patas y Carlos se la estaba follando con fuerza mientras ella volvía a introducirse mi polla en la boca.

Mientras Marta se levantaba para quitarse el vestido, agarraba la mesa para tenerse en pie pues sus piernas temblaban, me dediqué a acariciar las tetas de mi hermana que seguía mamándomela con furia.

Marta se recostó en la mesa boca arriba dejando su culo al borde. Lo entendí enseguida, me incorporé, tuve que hacer fuerza para que mi hermana me soltara el cipote, y apoyando las piernas de Marta en mis hombros se la metí hasta el fondo y la saqué y otra embestida y así hasta que empezó a gritar de placer, momento en el cual se la introduje en su ano que aún goteaba saliva, empezó a estremecerse, no se si de placer de dolor o de ambas cosas. De vez en cuando soltaba pequeños chorros de orina que golpeaban mi vientre y provocaban que se acercara el momento de correrme.

Mi hermana se subió a la mesa, boca arriba también pero justo en sentido contrario a Marta, de forma que su cabeza quedó a al altura de mi polla y Carlos enfrente introducía su cipote, más grande y ancho que el mío, hasta el fondo del culo de mi hermana.

Esta visión me superó y sacando la polla del ano de Marta se la introduje a mi hermana en la boca y descargué nuestro común material genético en su garganta. Carlos casi al mismo tiempo se corría entre convulsiones dentro de su culo y la cara de mi hermana mostraba una gran felicidad que provocó en mi un sentimiento de ternura hacia ella.

En el local nos proporcionaron toallas y nos dirigimos a las duchas, curiosamente no eran mixtas. Nos arreglamos la ropa pagamos las consumiciones y nos dirigimos a casa en silencio pero sonrientes.

Me desnudé y me metí en cama, estaba rendido, cuando iba a apagar la luz aparece Lourdes desnuda y se mete en mi cama. Otra vez me quedo helado, nunca dejará de sorprenderme.

- A partir de hoy esta será mi cama también. He disfrutado muchísimo esta noche y quiero que se repita pero sin mentiras, quiero que vayamos a locales de parejas pero como pareja. Hoy has perdido a tu hermana, mañana cuando te levantes habrás dormido con tu pareja.

Después de escuchar eso no pude hacer más que darle un tierno beso en los labios y dormirme feliz.

Autor: Carluchi

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