miércoles, 23 de noviembre de 2011

Vi a mi novia follando con sus jefes

Hola, mi nombre es Jaime, tengo 28 años y vivo con mi novia Sonia, que tiene 27 años. Nos conocimos hace cinco años y empezamos a salir juntos. Hemos compartido muchos buenos momentos y nos queremos mucho. En el sexo ella es muy cariñosa y comparto con ella una gran complicidad, ya que perdió la virginidad conmigo, aunque aún no me ha dejado desvirgarle su culito porque le da miedo.



Yo lo he respetado, así que nunca la he presionado en ese sentido. Ella es una chica bastante guapa, de pelo castaño, ojos marrones, 1’70 de altura, delgada, usa 85 de pecho, tiene un culito bastante bonito y un chochito delicioso que siempre se depila. Vivimos en Toledo, en un chalecito que compramos hace un año y que nos ha obligado a hacer malabares con el sueldo de ambos. Es aquí donde reside el origen de mis cuernos.Sonia lleva tres años trabajando en una oficina de logística, llevando las cuentas y es un trabajo que le gusta y le reporta un sueldo digno. Está muy contenta con su empleo y supongo que eso fue lo que la impulsó a serme infiel. Todo ocurrió un fin de semana de finales de febrero de este año. Noté a Sonia bastante nerviosa e intranquila aquel día, pero a pesar de que me preocupé por ella me dijo que no pasaba nada, sólo que estaba un poquito estresada con el trabajo. Aquel sábado yo había quedado en ir a Madrid, a pasar la tarde con un amigo al que, por las circunstancias de la vida, hacía tiempo que no veía y me quedaría a pasar la noche en su casa. Quedé en irme por la tarde después de comer.

Justo después de la comida, me puse a fregar los platos y le dije a Sonia que en cuanto acabara me iría. Ella estaba bastante más nerviosa que por la mañana y me dijo que iba a casa de su amiga Lorena, que había quedado para tomar café con ella. Dicho esto, cogió sus llaves y se marchó. Supongo que pensaría que yo no tardaría mucho en irme y así habría sido de no haber decidido yo echarme a descansar un poco porque me sentí un poco mareado tras terminar de fregar y secar los platos.

Me quedé dormido como media hora y cuando me desperté me di cuenta de que tenía el tiempo justo para ir a la estación de autobuses antes de que saliera el que tenía que coger. Ya había cogido el pequeño bolso de viaje que me llevaba para ese día y me iba a marchar cuando escuché que abrían la puerta. Pensé en salir a ver a Sonia, pero la escuché que hablaba con alguien, una voz masculina. Algo no me encajaba en todo aquello, por lo que decidí esconderme en la cocina y ver qué ocurría.

-Bueno, ¿nos invitas a entrar? -Sí, pasad. –respondió Sonia con la voz temblorosa.

Sentí cómo pasaban ante la puerta de la cocina, cruzaban el recibidor y se quedaban en el salón. Esperé unos instantes y salí al recibidor, poniéndome de manera que no me vieran y me fijé en que Sonia estaba acompañada por dos hombres que yo conocía de su trabajo: eran su jefe, don Andrés, y el director de personal, Esteban. Su jefe era un hombre de 49 años, casado, de una estatura cercana al 1’80, ni gordo ni delgado, con unas buenas entradas aunque todavía bastante pelo, que ya tenía con muchas canas.

Esteban era algo más joven, 39 años creo que me había dicho Sonia alguna vez, también casado, de estatura similar a la de mi chica, delgado y moreno de pelo. Yo no entendía muy bien lo que pasaba, pero preferí seguir escondido para ver cómo seguía la cosa. Se pusieron a hablar:

-Mi querida Sonia. –Dijo el jefe–. Espero que no te eches atrás ahora. Cometiste un error en la contabilidad de la empresa bastante grande que nos ha trastocado mucho este mes. Lo normal es que ya te hubiese despedido, pero llevas varios años con nosotros y he preferido darte esta posibilidad de ganarte tu perdón. -Tampoco es nada tan grave, dijo Esteban-. Sólo te vamos a follar, únicamente será sexo y tu novio no tiene por qué enterarse. ¿No dijiste que necesitas el dinero de tu sueldo? Pues lucha por el.

Me quedé perplejo ante aquella frase “Sólo te vamos a follar”. No supe cómo encajar aquello, pero estaba claro que si habían venido era para algo importante. ¿Pero serían capaces de cepillarse a mi novia en mi supuesta ausencia? Algo en mi interior me incitaba a salir y poner fin a aquello, pero otra me decía que aguantase y viese lo que ocurría. Por ello me quedé escondido como si nada.

-Yo no me echaré atrás. –dijo Sonia cabizbaja y sin mucha convicción. Se notaba que no estaba haciendo algo de su agrado. -Pues entonces ya sabes… -contestó el jefe.- Ve y ponte una ropa un poco más sexy.

Sonia se fue del salón hacia su habitación y quedaron los dos hombres esperando. No lo podía creer. Habían chantajeado a mi chica con no despedirla a cambio de sexo. Me sentía bastante enfadado, pero he de reconocer que el morbo que sentía me impidió salir a evitar lo que se avecinaba. Sonia tardó varios minutos en volver y mientras los tíos hablaban de sus cosas, como si hubiesen venido sólo a tomar un café.

Cuando Sonia volvió al salón los dos hombres se entusiasmaron y la llamaron “putita”. Sonia llevaba un jersey rojo de cuello alto, una faldita blanca y unas medias de liga que la hacían parecer toda una prostituta. Los dos tíos la hicieron sentarse en el sofá y empezaron a tocarla, acariciarla y besarla. Sonia se resistía al principio, pero poco a poco se fue soltando y excitando con la situación. Al final la tumbaron en el sofá y Esteban metió la cabeza bajo su faldita e imagino que le empezó a comer el coño, ya que mi chica reaccionó con un leve gemido y empezó a estremecerse.

El jefe le quitó el jersey y el sujetador y se puso a chuparle las tetas, lamiendo sus pezones con mimo, excitándola aún más. Desde mi posición podía verlo todo, aunque no era el mejor ángulo. Aquello me dio un morbo tremendo y empecé a sufrir una erección. Al cabo de los minutos los dos tíos se pusieron de pie, la hicieron ponerse de rodillas (ya sólo llevaba la falda y las medias, aparte del tanga que asomaba por encima de la falda) y se desnudaron. Sus pollas estaban bien tiesas. La del director de personal era bastante normal, similar a la mía de 15 cm., pero la del jefe era un señor rabo.

Sonia se quedó perpleja al verla, ya que jamás había tenido ante sí una polla de ese tamaño.

-¿Te gusta, zorra? –Dijo el jefe.- ¿Nunca habías visto una polla como la mía? Admírala, son 19 centímetros de largo por 4 de ancho. Un pollón que se va a follar tu coño, pero que ahora quiero que chupes. Abre la boca, cariño.

Y acto seguido, el tío arrancó un flemazo de su garganta, lo mezcló con saliva y lo escupió en la boca de mi novia, que tuvo que tragárselo poniendo una cara de asco que a poco más y vomita. Volvió a centrarse en la polla que tenía ante su cara y, tras unos instantes pensándose el meterse aquel trozo de carne en la boca, abrió los labios y se la introdujo lentamente. El jefe soltó un gemido de gusto y puso las manos en la cabeza de Sonia, acariciándola y mirándola mientras chupaba.

-Joder… ¡Qué bien la chupas, zorra! Así, así, mueve tu lengua y acaríciame el capullo. Uffff, aaaaah. Jodida guarra, eres una maestra comiendo rabo.

La mamada que le estaba haciendo mi chica era de campeonato: chupaba todo lo que podía de aquel rabo, a pesar de que no le cabía todo en la boca; lamía con su lengua la punta del capullo y luego recorría toda la polla desde la base hasta el final. No sé cómo el tío aguantaba sin correrse, porque debía estar visitando el paraíso.

Al cabo de los minutos, se la sacó de la boca y dio paso a Esteban, que recibió otra excelente mamada de varios minutos. Yo ya no pude resistirme y me saqué la polla para hacerme una paja. Mi novia, siempre tan recatada y que sólo había follado conmigo estaba chupándoles la polla a su jefe y al director de personal. Y estaba claro que aquello no iba a quedarse en unas simples mamadas.

Cuando les pareció conveniente, la tumbaron de nuevo sobre el sofá y echaron a suerte quién se la follaba primero. La fortuna sonrió a su jefe que separó las piernas a mi novia sin quitarle la falda, echó a un lado su tanga y colocó la punta de su polla en la entrada del coño de mi novia. Yo no lo podía ver muy bien, lo veía casi de perfil, pero era una imagen morbosísima. Antes de que se la clavara, Sonia se sobresaltó un poco.

-¿No irás a metérmela sin condón? Por favor, ponte uno. -Tranquila, cariño. Antes de que me corra la sacaré, pero ya que vamos a follarte queremos sentir tu coño al máximo. Tú no te preocupes.

Y dicho eso comenzó a introducir cada centímetro de su polla en mi novia, que estaba poniendo una cara de gozo total, abriendo la boca y con los ojos casi en blanco. El jefe dio un golpe de cadera final y mi novia soltó un pequeño grito, pero ya estaba hecho: todo aquel vergajo estaba dentro de ella. Don Andrés inició un frenético mete-saca mientras bufaba; debía estar disfrutando como un cabrón. Esteban miraba la escena acariciándose la polla y con una sonrisa dibujada en la cara. Mi novia no pudo evitarlo y se puso a gemir con cada embestida de su jefe. Sin embargo, a los pocos minutos el jefe sacó la polla y se puso de pie.

-Joder, qué incómodo estoy aquí. Vamos a vuestra habitación, cariño. Quiero follarte en la cama en la que gozas con tu novio. Eso me da mucho morbo.

La idea no le hizo mucha gracia a Sonia, pero acabó aceptando y se fueron los tres hacia su habitación. Me quedé unos instantes en blanco y bastante contrariado porque me perdía el polvo, así que decidí acercarme a la habitación lo más posible. Y así lo hice: habían dejado la puerta abierta, así que me puse en la habitación de al lado, cuya puerta queda al lado de nuestra habitación y podía ver sin muchas dificultades.

Entre que me había pegado bien al marco de la puerta y que la sala en la que yo me encontraba estaba a oscuras era muy difícil verme, aunque ellos estaban más pendientes de nuestra cama de matrimonio. Cuando me fijé en la cama vi que el jefe ya había vuelto a penetrar a mi novia y se la follaba a un buen ritmo. Al momento mi novia soltó un gemido bestial, lo que significaba que se estaba corriendo. El jefe también se dio cuenta.

-¡Vaya con la puta! Se acaba de correr como una verdadera zorra con una polla que no es la de su novio.

A pesar de hablar, el ritmo de folleteo de don Andrés no bajaba. Eso sí, ahora se podía escuchar perfectamente el chapoteo del coño de Sonia con cada metida de polla: choft, choft, choft. Yo estaba cachondísimo y me la cascaba como un loco. No sé el rato que llevaban, pero poco a poco se vio que el jefe empezaba a dar espasmos y soltaba un grito de verdadero gusto. No había duda: se estaba corriendo, pero sin sacarla del coño de mi chica.

-¡Tomaaaaaa! ¡Hasta la última gota dentro de tu vientre, zorra de mierda! Joder, qué gozada de polvo. -¡Cabrón! –Dijo Sonia entre sollozos-. ¡Dijiste que la sacarías! ¿No entiendes que me puedes dejar embarazada? -Preñarte forma parte del juego, cariño. Aumenta el morbo de una manera increíble. Además, tranquila. Si te preñamos te doy mi palabra de que no te despediré e incluso te daré un pequeño aumento para que hagas frente a los gastos. Así que relájate, que Esteban aún tiene que dejar dentro de ti su buena ración de esperma.

Jamás podré olvidar aquellas palabras. El muy cabrón disfrutaba soltando su leche en lo más profundo de las entrañas de mi novia y deseaba dejarla embarazada. Tras esperar unos segundos recobrándose de la corrida, el jefe sacó su polla del coño de mi novia y se levantó. Ahora era el turno de Esteban, el director de personal. Se tumbó en la cama boca arriba y le pidió a mi chica que se sentara encima.

Mi novia así lo hizo y pude ver perfectamente cómo se colocaba la polla de Esteban en la entrada a su chocho y se dejaba penetrar sentándose suavemente sobre la polla. Después de eso ella empezó a moverse y a recibir las metidas que Esteban le hacía. Sonia gemía y yo me estaba poniendo a tope con aquella escena.

Podía ver cómo por la polla del tío, a medida que la follaba, chorreaban pequeños hilos de semen que eran indudablemente de la corrida que minutos antes había soltado don Andrés en las entrañas de mi chica. Al final, tras unos cuantos minutos de folleteo, Esteban empezó a soltar su esperma dentro del coño de Sonia, que se resignó a recibir otra ración de grumo blanco en su interior.

Yo creía que con aquello ya iban a acabar, pero mientras Esteban se cepillaba a Sonia, don Andrés se había recuperado. La hicieron desnudarse por completo y ponerse a cuatro patas sobre la cama. Yo ya me imaginaba lo que iba a ocurrir y en cierto modo me daba rabia que le fuesen a desvirgar el culo ellos, aunque por otro lado la idea me excitaba muchísimo. Cuando el jefe colocó su estaca en el ojete de Sonia, ella protestó.

-Don Andrés, por favor. Por el culo no, que me va a doler mucho. Soy virgen de ahí. -Mucho mejor, así me dará más morbo el saber que voy a ser el primero en regar tus intestinos. –Dijo él.- Tú tranquila, cariño. Relaja el ojete y verás qué bien te entra y lo mucho que disfrutas.

El tío fue haciendo presión en el ojete de mi novia, que se quejaba levemente, hasta que su esfínter empezó a ceder y a dejar paso a aquel trozo de carne erecto. Conforme entraba en su interior, Sonia gritaba de puro dolor, pero el jefe no se detuvo hasta que toda su polla no estuvo dentro del culo de mi novia.

-¿Lo ves, zorra? ¿Ves como sí que te entraba? Y ahora disfruta, perra de mierda.

Y fue así cómo su jefe inició una brutal penetración, barrenándole el culo. Los chillidos de mi chica le ponían aún más cachondo y aumentaba el ritmo de penetración. La imagen de Sonia a cuatro patas, recibiendo polla por el culo y con su coño goteando esperma no la podré olvidar nunca. Mi polla estaba a punto de estallar, así que me fui al baño sin hacer ruido para correrme sin dejar rastro.

Desde allí escuché cómo el tío se corría, inundando los intestinos de Sonia. Después de correrme estuve unos minutos pensativo, no sabía cómo encajar lo que había visto. Sin embargo, volví a escuchar los gemidos de mi novia y me decidí a volver a verles. Cuando me posicioné nuevamente en el lugar desde donde les miraba vi que le estaban haciendo una doble penetración: Sonia a cuatro patas encima de su jefe que le follaba el coño y sobre ella Esteban penetrándola el culo.

Aquello ya era lo máximo y me volví a poner a tope. Los dos se habían acoplado perfectamente y la follaban a buen ritmo. Sonia gemía de gusto y vi que se corrió nuevamente. Eso les debió calentar aún más a ellos que aceleraron el ritmo. El primero en correrse fue Esteban, soltando un grito de gusto a medida que llenaba aún más el culo de mi novia con su semen. Cuando la sacó, el ojete de mi chica soltó un pequeño reguero de grumo hasta que se cerró.

Aquello debió encender aún más a su jefe, que no tardó en volver a correrse dentro del coño de mi chica. Ya era la tercera corrida que le echaban en su vientre y era algo queme excitaba mucho. Tras unos minutos de relajación, tomando aire, los tres se levantaron de la cama y se pusieron de pie, pero al momento obligaron a Sonia a ponerse de rodillas.

-Para terminar queremos que nos limpies la polla con la boca. –Dijo su jefe.-Están llenas de esperma y quiero verlas relucientes, ¿entendido?

Sonia se resignó nuevamente y empezó a chupársela a Esteban, que estaba visiblemente caliente y no tardó en sacarle la polla de la boca a mi chica, cascársela y correrse sobre sus tetas. Después, fue don Andrés el que metió la polla en la boca de mi novia y, agarrándola de la cabeza, empezó a follarle la boca. Era increíble ver cómo aquel tío aguantaba tantos polvos, aunque imagino que influía mucho el morbo de follarse a una empleada mucho más joven que él.

Al final acabó corriéndose en la boca de mi novia, algo que tampoco había probado jamás y se vio obligada a tragárselo para no ahogarse, ya que su jefe no sacó la polla hasta que no le salió la última gota de esperma. Cuando se la sacó, Sonia tenía una cara de asco y repugnancia tremenda y empezó a dar arcadas hasta que finalmente vomitó sobre las sábanas de la cama. Ellos se rieron y se vistieron.

-Bueno, cariño. –Dijo su jefe.- Te has portado muy bien, así que no te preocupes. Tu puesto en la empresa está asegurado. ¡Ah! Y espero que me digas pronto si te hemos preñado o no, ya sabes que te daré un pequeño aumento si estás embarazada.

Y tras eso, los dos tíos se despidieron y se marcharon. Yo no quise salir de mi escondite y esperé un rato a ver qué pasaba. Al final, escuché que mi novia entraba en el baño y abría los grifos de la bañera. Comprendí que iba a lavarse porque estaba llena de semen. La follada había durado casi tres horas, así que decidí marcharme y llamar a mi amigo para decirle que me había surgido un leve imprevisto, pero que ya lo había solucionado y me disponía a coger el siguiente autobús para Madrid. Al pasar al lado de la puerta del baño escuché perfectamente a Sonia llorar amargamente. Estaba claro que a pesar de haber disfrutado, aquello había sido una locura y se sentía mal.

Ahora ya han pasado varios meses, yo nunca le he dicho que la vi y ella jamás me ha confesado lo que hizo. Nuestra relación sigue muy bien, como si nada hubiera ocurrido. Ella sigue en su trabajo y todo parece irle de maravilla allí.

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