miércoles, 23 de octubre de 2013

Una cena para la eternidad 2

Ambas mujeres se fueron juntas al baño. Lola en medias y tacones de vértigo y mi mujer con liguero y medias. Las tetas de ambas se movían en un perfecto vaiven, brillantes aún por el sudor y las hormonas del fantástico polvo que habían hechado. Lalo y yo nos quedamos, también desnudos, cada uno en un sofá, con nuestra respectiva copa en la mano, intentando recuperar, no solo el aliento, sino también el sentido, de lo que había pasado. Estaba claro que para ambas parejas era la primera vez que follabamos con público, pero no menos cierto que lo habíamos disfrutado los cuatro y que aún quedaba cierta tensión sexual en el ambiente, ya que el agradable clima de la chimenea, el canal porno y sobre todo las copas habían hecho que nos entregásemos al placer y se nos había hecho corto.

Mientras hablábamos de cualquier cosa menos de la situación vivida oímos como se abría la puerta del cuarto de baño y aparecieron de nuevo nuestras mujeres. Yo advertí que en sus expresiones había algo .. no se … de haber preparado algo para el siguiente rato. Entonces me di cuenta que se habían maquillado otra vez. Los labios con un rojo intenso que los hacía más carnosos, el contorno de los ojos bien marcado, las pestañas largas y negras. Se habían perfumado en un grado lo suficientemente justo para olerlas a distancia. Lola además, se había puesto una gargantilla negra corta, justo con su cuello y una piedra brillante colgaba. Se habían ajustado bien las medias a sus muslos y sus entrepiernas seguían brillando, señal de que su excitación no había bajado, sino más bien lo contrario, estaba empezando otra vez a alcanzar cotas de lujuría casi incontrolable. Los ojos de mi mujer brillaban llenos de deseo. Mientras las mirábamos con la boca abierta y los ojos más aún, se mordían los labios y se les escapaba alguna sonrilla pícara. No se si habían hablando de algo en concreto en el baño, pero estaba claro que se habían puesto de acuerdo en que querían seguir follando y nosotros nos moríamos de ganas de saber cómo. Como es lógico, nosotros también comenzamos a reaccionar, …, bueno más bien nuestros miembros, que comenzaban a despertar de su breve letargo y se iban afianzando en su erección, aunque aún estaban solo morcillonas, por lo menos la mía. Ciertamente, no me preocupaba mirar a Lalo.

Lola cogió un bote que había dejado en la mesa y que no advertimos hasta ese momento, cogió de la mano a mi mujer, la acercó a ella y comenzó a derramarle su contenido en cantidad. Era aceite corporal, que chorreaba por la piel de mi mujer, formando una catarata en sus pechos, cayendo por su abdomen, su cintura … Lola dejo el bote y comenzó a extender el aceite por todos los rincones del cuerpo, para que no se perdiera más. Comenzó a masajearle las preciosas y grandes tetas de mi mujer, a sobarlas, a pasar sus pezones por entre sus dedos, … extendía el aceite a su cuello, sus hombros, incluso lamía el cuello de mi mujer. Cuando tuvo controlado los chorreones de aceite puso el bote de aceite en manos de mi mujer y la ayudó a chorrearla a si misma de aceite. No hizo falta mucha ayuda, ya que mi mujer ya estaba cachonda y comenzó a tocarle las tetas para que brillaran a la luz del fuego y la pequeñita lámpara que alumbraban el salón. Dos mujeres deseosas de tocarse entre sí se sobaban y palpaban cada rincón de su pecho y su torso. Lola giró a mi mujer, que se puso de cara a nosotros, se puso tras ella y comenzó a masajearle las tetas, mientras nos miraba. Le pellizcaba suavemente los pezones, le unía las tetas hacíendole un canal de una inmensidad tremenda. Mi mujer acomodó sus piernas separándolas levemente, lo que hizo que pudieramos ver perfectamente su rasurado y rosado coño, que comenzaba a manar flujo con una intensidad que advertía que ya no estaba cachonda, sino caliente, muy caliente. Con el movimiento de ambas, mi mujer masajeaba con su espalda los preciosos pechos de Lola. Entonces, Lola bajó una mano a su monte de venus, haciendo círculos, extendiendo el aceite, acariciaba sus muslos; metió la mano por detrás, por su culo, masajeando su raja y haciendo aparecer los dedos por la entrepierna de mi mujer, separando con dos dedos los labios de su coñito para enseñarlo bien. Mi mujer reaccionó echando su cabeza hacia atras, buscando los labios de Lola, quien fue complaciente y la besó con ternura momentánea, porque de inmediato la lujuria apareció en la mente de las dos y se besaron con sus lenguas mientras trataban de mirarnos.

Lalo y yo habíamos dejado nuestras copas en la mesa que compartíamos ambos en las esquinas del sofá y nos masajeabamos nuestras pollas, que ya habian alcanzado el grado máximo gracias al precioso espectáculo que nos brindaban nuestras mujeres.

Lola era la que llevaba la voz cantante. Se notaba que llevaba tiempo deseando jugar con las tetas de mi mujer. Supongo que mas de una paja se había hecho mientras soñaba con este momento. Paró de tocar y condujo a mi mujer al sofá que ocupaba Lalo, que era el más grande. La sentó en el otro extremo, le abrió las piernas mientras que ella se reclinaba sobre el brazo del sofá. Al abrirle las piernas y acariciar sus muslos por el interior pudimos ver casi completamente abierto el coño de mi mujer. Lola lo acarició, abrió sus labios e incluso metió un dedo. Como se había agachado algo ahora mi mujer era quien succionaba sus pezones y jugaba con ellos con su lengua. Yo estaba alucinado. No me podría imaginar nunca que mi mujer disfrutara tanto con las caricias de otra mujer. Pero estaba claro que la delicadeza, pero al mismo tiempo la pasión, con que lo hacía Lola había hecho desaparecer los posibles prejuicios y la había entregado al placer. Y supongo que Lalo estaba igual.

De repente, Lola dijo:

- Mira que coñito más precioso, Lalo- Mientras abría más aún los labios a mi mujer y presionaba su clítoris. – ¿No te gustaría comértelo?.

Esa frase me dejo frío. No lo esperaba. Pero es que Lalo tampoco. Ambos dejamos de tocarnos. Lalo me miró con expresión de sorpresa y miedo y casi disculpándose por lo que estaba haciendo su mujer. Pero Lola insitió.

- Cariño, no lo mires a él, mírame a mí y al coño que te estoy ofreciendo. En todo caso míra a Lidia (nombre ficticio que le daré a mi mujer para el relato) ¿serías capaz de decirle que no le darás ese placer? ¿ y a mi tampoco?.

Yo tenía los ojos clavados en la expresión de mi mujer, que me pedía permiso, casi me rogaba, que no dijera nada. Quería que le comieran el coño y si era Lalo, pues Lalo y si hubiera sido Lola, pues Lola, pero necesitaba en ese momento una lengua recorriendo su rajita. Lalo volvió a mirarme y como vió que yo no decía nada, aunque más bien era que no reaccionaba, bajo lentamente su cabeza hasta apoyarla entre los muslos de mi mujer y comenzó a jugar con su lengua entre los labios vaginales de mi mujer. Su boca se lleno de flujo de inmediato. Poco a poco, perdió el miedo y la verguenza que le dió al principio y empezó a darle ritmo. Mientras Lola no dejaba de sobar sus tetas. Mi mujer comenzó a gemir.

- Ummmmm, … ahhhhhhh, ahhhhhhhh, ummmmmmmm, si, si, ahhhhhh, sigue, sigue.

A mí, la erección se me bajó casi de inmediato al orila. Supongo que no estaba preparado para la escena. Muchas veces había fantaseado con el momento y ahora que era real, me venía abajo, Por el contrario, mi mujer totalmente recelosa de estas cosas, ahora disfrutaba de una tremenda comida de coño y masaje en las tetas de dos amigos. Mis ojos eran dos platos, alucinaba. Me había soltado la polla y parecía desplomado en el sofá. Mi mujer se dió cuenta y me dijo:

- Cariño ven, necesito comerme tu polla.

Reaccioné y me acerque. Mi mujer le hizo un gesto a Lola para que le echara aceite en la mano. Y con ese aceite comenzó a acariciarme la polla y los huevos. Acariciaba mis muslos, metía la mano entre mis piernas buscando mi culo para agarrarlo con firmeza y volvía a cogerme la polla. Cogío la mano de Lola e hizo que la acompañara en el masaje. Y comenzé a reaccionar. En un momento mi polla se había puesto dura. La visión de la mano de Lola agarrando mi tronco y a mi mujer llevándola hacía delante y detrás era sublime. Mi mujer tiró de mi hacia ella, abrió la boca y engulló mi polla todo lo que pudo. Comenzó a hacerme una paja con la boca, sus manos estaban colocadas en mis caderas para poder llevar el ritmo y controlar la penetración. Cuando le venía un gemido producido por la lengua de Lalo, se la sacaba, me masturbaba con una mano y con la otra acompañaba el masaje de Lola de sus tetas.

Lola no podía pasar ni un segundo más sin tocar una polla así que se sentó en el sofá me liberó de las manos de mi mujer y se comenzó a lamer el tronco de mi polla con ganas. Lo lamía de arriba a abajo, la engullía, acompasaba la mamada con su boca y sus manos. Era fantástica. Yo cogí sus tetas, cosa que estaba deseando desde que comenzamos a cenar y las masajeaba muy suavemente, deteniéndome de vez en cuando en sus pezones, pellízcandolos hasta que se pusieron duros como piedras. Mientras, Lalo ya estaba entusiasmado con el tremendo coño de Lidia, lamía, chupaba, succionaba su clítoris y le metía dos dedos hasta dentro, rebuscando en cada rincón de su vagina más placer. Mi mujer ya se retorcía sin pudor en el sofá.

- Siiiii, sigue, sigue, ummmmmmmm, que lengua, joder, ahhhhhgggggg …. me voy a correrrrrrr, me corrooooooo, sisisisisi … ahhggggggggg, me corrí, me corrí, me corriiiiiiiiii.

Cerró las piernas fuertemente arropando la cabeza de Lalo con sus muslos. Necesitaba unos segundos para reponerse. Y Lalo necesitaba algo para aliviar su erección, así que se acercó Lidia y le ofreció su polla. Lidia la tomó con su mano y comenzó a pajearla con firmenza, mirando la polla con la misma expresión que lo había hecho cuando había salido de la ducha y notó el bulto en el pantalón del pijama o terminamos de follar en el asalto anterior y nos ofreció la copa. Estaba claro que mi mujer no se iba esa noche sin, por lo menos, chuparla una vez. Así que la escena era que nuestras mujeres le chupaban la polla al marido de su amiga. Y lo hacían con ganas y sin tapujos ni pudor. Supongo que eso habrían hablado en el baño. Que si llegaba a suceder tuvieran claro que si estaban excitadas ninguna de las dos pondría pegas a la otra. Y nosotros ya estabamos igualmente conformes. A mi no me importaba, más bien al contrario, comenzaba a excitarme, ver como mi mujer jugaba con otra polla. Pero es que miraba hacia abajo y me encontraba con los ojos de Lola, que me miraba muy cachonda mientras me lamía el tronco y jugaba con su lengua envolviendo mi glande, succionándolo y deseando que siguiera tocándole las tetas. Así que era imposible que mi líbido no fuera cada vez a más.

Pero ellas habían puesto las reglas y llevaban la voz cantante. Y las reglas tenían un límite. De momento, cada una se follaba a su marido. Así que Lola soltó mi polla, cosa que casi agradecí porque si hubiera seguido con esa mamada le hubiera llenado de leche, y se sentó encima de Lalo, clavándose de un golpe la polla. Le llegó hasta el alma, porque gimió intensamente. Y comenzó a cabalgar como una loca, intentando que su marido la penetrara más en cada embestida. Mi mujer se levantó, se apoyó con los codos en la mesa, separó las piernas y me ofreció su coño.

- Cariño, fóllame.

No me hice de rogar y la penetré despacio por detrás, haciendo que sintiera cada milimetro de mi polla abriéndola. Y comenzé a bombearla con ritmo lento, pero firme. No quería acelerar, el olor a sexo de mi mujer cuando me la follo por detras es irresistible y hace que se me crucen los cables y quería tardar una eternidad en correrme. El salón entero olia a sexo, a hormonas, a lujuria, a entrega al placer … era un espectáculo increible para los cuatro. Las tetas de mi mujer botaban con total libertad, las de Lola estaban prisioneras en la boca de Lalo. Mis manos palpaban el culo de mi mujer en toda su extensión, al igual que lo hacían las de Lalo en el de Lola.

Yo me atreví incluso a meter un dedo por el culo a mi mujer. En algunas ocasiones, cuando está muy caliente, le apetece y lo pide, pero solo eso, un dedo. No protestó, al contrario, se volvió hacia mí y con cara de zorra me sonrió. Supongo que también ayudó a ello el que Lola se penetraba ella misma con su dedo. Yo seguía bombeándola con fuerza y ella comenzó a tocarse. Cuando iba cogiendo ritmo yo la detenía, no quería que se corriese. Y ella no quería que yo me corriese así que me controlaba a mi. Pero para los dos la visión de Lola tocándose el culo mientras nos miraba era demasiado lujuriosa, así que paramos. Me senté en el sofá y Lidia se arrodilló y comenzó a darme una mamada de las que solo ella es capaz. Apretaba sus labios contra mi tronco mientras me hacía una paja en el glande. La sensación era máxima hasta el momento. Lalo paró, echó a Lola a un lado en el sofa y se arrodilló entre sus piernas.

- Voy a probar dos coños esta noche. Por cierto, el de tu mujer es exquisito, un manjar de dioses.- Me dijo mientras miraba con lujuria a mi mujer.

Lola y yo nos mirabamos, mientras nos mordiamos los labios por la ración de sexo oral que recibiamos de nuestras parejas. Yo no pude resistirme y llevé mi mano a sus pechos. Brillaban intensamente por el sudor, el aceite y la luz del fuego de la chimenea. Mi mujer paró, se subió en cuclillas al sofá, agarró mi polla con su mano y se llevó a su coño, guiándola despacito. Es la posición que la vuelve loca de verdad, la que quiere cuando quiere correrse a lo grande. Agarró mis hombros y comenzó a subir y bajar lentamente. Tornaba sus ojos que casi se ponían blancos. Estaba extasiada de placer, embriagada, quería correrse pero llegando al máximo. Los gemidos ya eran casi gritos, las dos mujeres querían terminar de soltarse.

- Ohhhhhhhhhh, sisssssssssiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, me corrrooooooooooooooo – dijo Lola mientras agarraba la cabeza de su marido para que le metiera más la lengua y los dedos en su coño.

- Ahhh, ahhh, ahhhh, dioooosssss. como entra, joder, me partes el coño, cariño – me decía Lidia.

Yo la masturbaba poco a poco, jugando con todos los dedos de mi mano con su clítoris y con la otra jugando con su agujerito trasero, metiéndole uno e incluso dos. La excitación era tal que había dilatado algo más. De pronto, mi mujer se suspendió algo en el aire, se sacó la polla y volvió a bajar apuntándo ahora a su culo.

- Por favor, mucho cuidado, cariño. Ten cuidado, pero por favor, quiero me la metas en el culo.-

Así que poco a poco fui ayudándola a bajar. Cada milimetro entraba muy, muy despacio. Nos mirábamos con tensión. Casi sin darnos cuenta su culo chocó con mi pelvis. Estaba dentro por completo. Mi mujer sentía algo de dolor, pero poco a poco se fue tornando sensación de placer. Se quedó un rato en esta postura. Comenzó a subir muy lentamente, apenas un par de centímetros y luego bajo de nuevo, se la clavó entera.

- Aaaahhhyyyyyyyyy. Joder, cariño no se si llorar de dolor o de placer. Vaya sensación.

- Eso es al principio, Lidia, luego vas a flipar .- dijo de repente Lola. Estaba tumbada totalmente abierta y Lalo se la metía poco a poco por el culo. Estaba claro que no era la primera vez. Cuando la tuvo entera dentro comenzó a follársela lenta pero firme. Sacaba casi toda la polla, se la dejaba a la entrada y luego volvia a penetrarla despacio.

Yo empecé a realizar el mismo movimiento, pero ayudaba a mi mujer a levantarse y aguantaba su bajada. Hasta que había dilatado lo suficiente y el aceite comenzaba a ayudar mucho más. El ritmo era mayor. Mi mujer ya había cambiado la sensación de dolor por un placer impensable. Y a mi me sucedía lo mismo. La tensión del principio por no lastimarla se habia transformado en un calor y un placer indescriptible. El ritmo aumentaba, los ojos de mi mujer se salían de las órbitas, estaba claro que había dado el último paso que le quedaba para entregarse a los placeres del sexo. Lalo miraba como sus tetas botaban. Comenzó a tocárselas. No quería ser el único de la noche en no disfrutar de esas dos preciosidades, de su inmensidad, de su terso tacto, de sus grandes pezones, de su dureza. Y eso lo excitó tremendamente, miraba las tetas de mi mujer como si fueran únicas en el mundo (que para mi lo son), y comenzó a follarse a Lola a un velocidad tremenda. Lola comenzó a gritar, se tocaba las tetas, se mordía el labio.

- Ufffff, ummmmm, te gustan las tetas de mi amiga, … y también su coño … Si, si, si, fóllame, fóllame y no pares hasta que no me corra … ahhhhh, ahaaaahhhhhhh, y luego dame tu leche, cariño, ummmmmmm, si, si, si …

Mi mujer al sentir el tacto de las manos firmes de Lalo comenzó a subir y bajar casi descontroladamente, ahora se había acomodado y quería sentir la polla en toda su extensión, quería que le llegara a sus entrañas. Y comenzó a tocarse el coño. Yo tenía las manos en su culo acompasando la penetración. Y casi a la vez comenzó a correrse.

- aahhhhhhggggggggggggggggg, meeeeee coooooooorrrooooooooooooooooooo, sssssiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

Se terminó la paja encima mía, se corrió como nunca, el charco de flujo que yo tenía en mi pelvis y mi abdomen era increible. Y esa visión fue tremenda para mi. Se lo dije. Se sentó como pudo en el filo del sofá, juntó sus tetas y envolvió mi polla. Comenzé a follarme sus tetas. Mi polla se resbalaba por el aceite y el flujo. Ella apretaba más sus tetas, para que no se saliera, pero ya daba igual, comenzé a soltar leche, mucha leche que chorreaba por su pechos, por su canal, por sus pezones. Me cogí la polla y seguí masturbándome hasta que no quedara un sola gota.

- Aggggggghhhhh, toma leche, cariño, toma leche, … ¿no la queríasssssss? – gritaba Lalo mientras soltaba chorros de semen dirijidos al coño y al monte de venus de su mujer, que tenía las piernas totalmente abiertas, para que vieramos bien.

Nos relajamos los cuatro. Bebimos agua que trajo Lola de la cocina. Venía tal y como se había levantado del sofá, con las medias, los tacones, la gargantilla y todo su pubis brillante de semen. Mi mujer tenía una visión similar. El sudor nos recorría a los cuatro mientras el placer iba despareciendo de nuestros cuerpos y se asentaba en nuestras mentes. ¡Vaya dos polvos habíamos echado! Habíamos roto muchos tabúes, pero sin romper nuestras propias reglas.

Los primeros en ducharnos fuimos nosotros dos. Luego, cuando terminaron Lalo y Lola, nos servimos una copa, pusimos algo de música y bailamos los cuatro, mientras hablábamos de lo vivido, de las sensaciones. Cuando iba a amanecer nos despedimos. Las mujeres se dieron un leve beso en los labios y Lola cuando fui a darle dos besos buscó mi boca y me besó. Pude sentir la punta de su lengua. Nos dijo sin decirlo a los tres que quería poner otra regla. Pero para eso teníamos todos que estar seguros. Ella lo propuso con el beso. El resto era cosa de nosotros. Quedamos en cenar otro día en nuestra casa y entonces decidiríamos.

Una cena para la eternidad 1

Que cierto es que cuanto menos preparas una noche de fiesta mejor te sale. El caso es que ese sábado por la tarde, mientras volvía de jugar un entretenido partido de fútbol para aficionados, llamé a casa para saber que plan teníamos para la noche. Era un sábado de noviembre, estaba llegando el frío e incluso no era descartable un chaparrón, así que supuse que el plan era casa y tele. Sin embargo, mi mujer me dijo que nos habían invitado a cenar en su casa unos amigos argumentando, precisamente, eso de que la noche se presentaba “fea”. Cosa que no fue así como pudimos comprobar. Aunque él y yo nos conocemos desde hace tiempo son ellas las que tienen más nexo de amistad. En fin, no es que a mi me volviera loco la idea de esta velada, pero como tampoco había mucho más donde elegir y a mi mujer le apetecía reirse un rato con su amiga, acepté sin pegas. Al llegar a casa, aunque me había duchado en el campo, me metí en la ducha un rato más. Y ya puestos pues me acicalé bien la zona genital, me rasuré lo justo para darle un aspecto … digamos atractivo … por si a la vuelta de la cena teníamos festival en casita. El caso es que manejando mi polla en la ducha para afeitarme, que si pa´rriba que si pa´bajo se me puso en estado de alerta y al salir de la ducha mi mujer, que se estaba preparando frente al espejo, al verla no dudo en cogerla, sobarla un poquito con delicadeza y darme unos cuantos tironcitos hacia atrás, a modo de masturbación. Sonrió picaramente y la tapo con el albornoz. Me puse unos boxer sexys y me vestí. Quería estar cómodo y como ibamos a estar en una casa y no en la calle, supuse que no hacía falta mucho abrigo, así que con un vaquero y una camisa gordita y arreglada tuve suficiente. Eso sí para salir a la calle me puse una chaqueta abrigadita. Mi mujer se había puesto un traje blanco de cuello vuelto que le llega a medio muslo con un cinturón negro ancho y unas medias negras con unas botas altas del mismo color. Y para salir un abrigo. Todo regado con un perfume que calaba mis sentidos y encencía mi libido con cada inspiración.

No tardamos en salir en dirección a casa de estos amigos. Queríamos llegar pronto con la intención de ayudar a preparar las cosas y por si había que hacer alguna compra de última hora. Llegamos en coche a casa de “Lalo” y “Lola” (que es como llamaré a estos amigos para preservar la intimidad). Ciertamente tengo que reconocer que Lola no es una mujer que disguste ni mucho menos. No es excesivamente guapa pero tiene una cara muy morbosa, un buen cuerpo, con buenas tetas, al menos sobre la ropa así parecía siempre y unas piernas bien torneadas. Lalo era un tío no muy alto, quizá incluso algo más bajo que yo (mido 1.81) pero siempre había echo deporte así que tenía buena constitución atlética y robusta, aunque como yo, la curva de la felicidad y la inactividad comenzaba a notarse más de lo que debiera. Cuando llegamos estaban aún sin arreglar, los dos en chandall, preparando aún la cena que consistiría en un poco de chacina y frituras para picar, pescado en salsa cremosa y una carne a la parrilla para compartir entre los cuatro. Todo ello con mucho vino tinto y cerveza. Tras los preceptivos saludos y risas iniciales, nos pusimos a colaborar, poniendo la mesa a la vez que charlabamos con ellos. La cocina casi se une con el salón por lo que podíamos hablar perfectamente mientras ibamos de un lado hacía otro. No me había fijado al llegar pero nuestros amigos habían hecho algunas reformas en su casa y ahora disponían de una pequeña chimenea en un rincón del salón. Lalo la había encendido poco antes de llegar, pero ya se notaba el agradable calor de leña. La conversación estaba partida en dos, nosotros de fútbol y ellas de sus cosas, pero todos teníamos una copa en la mano. Bueno yo una jarra de cerveza bien fría. Mientras se daba el último toque a la cena, Lalo se fue a la ducha y a vestirse algo más arreglado. Así que estaba yo apoyado en la puerta de la cocina, mi mujer en la encimera de cara a mi y Lola al lado de mi mujer de cara a los fogones porque estaba terminando el pescado. El caso es que me daba la espalda totalmente y no pude evitar el fijarme en su culo. No era un chandall sino unas mallas lo que tenía puesto y le marcaba un culo increible, con la tela incluso introduciéndose entre sus gluteos, lo cual me dió que pensar que o bien no llevaba braguitas o llevaba un finísimo tanga que no se le notaba nada. Mientras se movía al cocinar sus gluteos bien formados se movían de forma sensual. Yo estaba atento por si se volvía para ver su entrepierna y averiguar si era tanga o bien no llevaba nada. Llevaba tanga porque al volverse pude que las mallas no le marcaban bien su coño, se notaba que había algo más. Entre la cerveza, el calorcito y el culo de Lola empezaba a notarme más animado de lo esperado.

Cuando estuvo todo casi preparado, solo faltaban 15 minutos de horno, Lola se fue también a la ducha. Aproveché nuestra soledad momentánea para acercarme a mi mujer y darle un buen morreo al mismo tiempo que me pegaba a ella y le pasaba la mano por sus tetas. Ella también esta un poco turbada por las dos copas de tinto que llevaba y el calorcito que la habitacion iba alcanzando asi que me devolvio el beso introduciendo su lengua hasta casi mi garganta mientras con su mano libre agarraba mi culo. En ese momento entro Lalo en la cocina y dandome una palmada en las espalda me dijo:

- Quillo, aguantarse hombre, que puede entrar cualquiera …dejar algo para el postre.
- Joe, Lalo que susto me has dado. Ya no puede uno ni darse un refregón.
- Hijo, solo es un poco de vitamina para el cuerpo, jaja- rio mi mujer.

Lalo había salido con una camiseta interior blanca muy ajustada y el pantalón del pijama, pero algo raro notaría mi mujer al mirarlo porque las pupilas se le abrieron más de lo normal. A los pocos minutos salieron los dos de la habitación. Lalo llevaba una camisa blanca ajustadita, lo que marcaba bien su anchura de espalda, y un pantalón chino beig, bien peinadito y con colonia masculina en abundancia. Pero yo me fije mejor en Lola que apareció rompedora, con unos pantalones de cuero negro ceñidísimos, que le hacía un espectacular culo y torneaba a la perfección sus piernas, una camisa también negra entallada, pero suelta por delante, unos zapatos de tacón de aguja y un perfume que turbaba. Después de los lógicos cumplidos nos sentamos a cenar. De conversaciones triviales pasamos, ya casi al final, a conversaciones subidas de tono hablando de gustos a la hora de vestir sexy, preferencias de ropa interior, juegos sensuales … etc. Terminamos de cenar y recogimos la mesa. En uno de los viajes a la cocina coincidí detrás de Lola y ésta al entrar en la cocina y agacharse a colocar unas copas me regaló una preciosa visión de su tanga de encajes rosa pálido, introduciéndose sensualmente entre sus nalgas. Visión que me produjo un empujón en los sentidos.
Nos sentamos en dos sofás, uno para cada pareja con un buen cubata cada uno y seguimos charlando, obviamente de temas picantes. Depués de servir otro cubata más, Lalo puso la televisión de fondo pero en un cambio de canal encontró una película porno. Despues de los típicos comentarios se disponía cambiar de canal y Lola le quitó el mando y dijo:

- Déjala, total no hay nada mejor y le viene bien a la conversación, jaja-

En la película una pareja muy arreglada aparecía en un palco de un teatro. El de pie y ella sentada en un sillón dorado y de tercipelo rojo le había sacado la polla por la cremallera y le brindaba una mamada increible a la vez que había abierto su vestido largo por una raja lateral, apartado el tanga de raso morado con encajes negros y con las piernas abiertas se tocaba el coño, separando sus labios con los dedos y presionando el clítoris.

Como es lógico mi erección fue lenta pero firme, así que acomode mejor en el sofa al tiempo que le puse una mano a mi mujer en el muslo y apretando suavemente subí levemente el vestido. Ella reaccionó como quien quiere ponerse el vestido bien, pero yo sabía que ese movimiento signficaba que comenzaba a estar húmeda. Con disimulo apartó mi mano y me señaló con la vista a nuestros amigos, a modo de advertencia que nos podían ver. Al mirarlos vi que Lalo se había acomodado más que yo en el sofá, con las piernas semiabiertas y pasado su brazo izquierdo por detrás de Lola le acariciaba su brazo de arriba abajo. Lola había descruzado sus piernas y se pegaba a Lalo. Se estaba poniendo cachonda porque tenía los pezones marcando su camisa de seda entallada. Miré a mi mujer y vi que estaba observando la postura de Lalo, que ya mostraba una erección considerable debido a la estrechez de su pantalón. Volví a poner la mano en el muslo de mi mujer que ya esta vez no la rechazó y le pase mi brazo derecho por encima para buscar sus tetas con disimulo. Estaba excitándose porque me clavé los pezones en la mano.

No hablaba nadie. Seguiamos viendo la película y observándonos en silencio. La tercera pareja de la noche, la televisiva, estaba follando. El se había sentado en el sillon, ahora ya desnudo. Ella solo vestida con unas medias oscuras, el ligero a juego con el tanga que ya no llevaba y un collar de perlas enorme, de dos vueltas, adornando su cuello y cayéndole entres sus perfectas tetas que estaban semitapadas por una melena negra ondulada preciosa, botaba con firmeza sobre su polla, clavándosela entera, desde la punta hasta los huevos. Tenía unos pezones no muy grandes, pero marcadísimos y un coño totalmente rasurado a excepción de una fina línea que dividía en dos su monte de venus. No tardo en sacarse la polla de su coño, totalmente bañada en los flujos de su orgasmo, y sentada encima de él lo masturbó unas cuantas veces hasta que los primeros chorros de leche fluyeron hasta su abdomen, cayéndo hasta su monte de venus, mientras que las sobras iban rebosando en su mano, que aún agarraba con ganas ese enorme trozo de carne.

El ambiente pasó el límite permitido. Entre el calorcito agradable de la chimenea, las copas que acumulábamos y la visión de la película se hizo la mezcla imposible de evitar. Yo había subido mi mano poco a poco por el muslo de mi mujer y me había percatado que las medias eran de liga, llegué a su entrepierna y note su tanga de encaje que supuse el negro, lo aparte e introduje mi dedo corazón en su coño y entró a la perfección, entre un mar de flujo. Lo saqué y disimuladamente me lo lleve a la boca para saborear la miel con que me deleita en cada sesión de sexo. Lalo pasaba su mano por las tetas de su mujer, deteniéndose en sus pezones que se salían de la camisa. Lola dejo el cubata en la mesa y dijo:

- Vamos a ver. Ya somos todos mayorcitos. Yo estoy cachondísima y estoy deseando meterme la polla de mi marido en la boca y se que vosotros tres estais igual de calientes que yo, así que cada uno haga lo que crea.-

Y dicho esto desabrochó el pantalón de Lalo, apartó el boxer y le saco la polla. La verdad tenía una buena polla, no la del nota de la peli, pero considerable. Lola comenzó a masturbarla suavemente, acariciando sus huevos y despues de humedecerse los labios comenzó a besar a su marido. Tras un buen beso de pasión se agachó y se la metió hasta la garganta, comenzando un sube y baja acompasando su cabeza y su mano. Lalo se estiró hacia atrás en el sofa, estremeciéndose por la chupada. El espectáculo era tremendo. Yo había metido ya la mano entre los muslos de mi mujer sin disimulo y la estaba masturbando, tocando su clítoris y metiendo un par de dedos en su empapadísimo coño. Lola se puso más cómoda y apoyo una pierna en el suelo y otra en el sofá, con lo que nos puso el culo en pompa para nosotros y con el tanga asomando por su filo. Mi polla estaba ya a reventar lo cual notaba a la perfección mi mujer porque la sobaba con ganas por encima del pantalón. Yo le subí el vestido hasta la cintura y le abrí las piernas para hacerle la paja mejor lo cual hizo que Lalo tuviera una visión del coño de mi mujer perfecta. Lola se levantó, se desabrochó el pantalón y comenzó a deslizarlo poco a poco por sus preciosas piernas y se lo sacó muy sensualmente, ofreciéndonos una magnífica visión de su coño encerrado en tan preciosa y precisa prenda a través de sus muslos cerrados. Se desabrochó su camisa dandole a su marido un espectáculo de semi-striptease y la dejo caer al suelo. El sujetador era igualmente rosa pálido. También cayo al suelo. Se colocó entre las piernas de Lalo y le sacó su pantalón y su boxer, quedándose solo con la camisa que él mismo ya había abierto. Pude entonces ver los pechos de Lola, que lo estaba deseando. No eran tan grandes como los de mi mujer, pero eran redonditos y firmes, con sus pezones apuntando “hacia arriba”. Mi mujer ya me había desabrochado el pantalón y me estaba haciendo una suave paja que yo lubricaba de vez en cuando con sus propios jugos que extraía con mis dedos de su coño. La cogí y la senté a horcajadas encima mía, besándola con lujuria y subiéndole el vestido hasta la cintura y agarrándole el culo, separándole las nalgas, así que ahora eran Lalo y Lola los que podrían apreciar sus abultados labios que apenas se podían mantener dentro del tanga. Como no podía comerle los pechos, le saqué el vestido y la deje en botas, medias, liguero, tanga y sujetador. Le saqué esas enormes y preciosas tetas que tiene mi mujer del sujetador para meter mi boca y mi lengua en la inmensidad. Ella se quitó el sujetador para estar más cómoda. Todos eramos conscientes de la situación que estábamos viviendo, que nos excitaba que nos vieran … y ver … y lo mejor era que estabamos disfrutando como posesos. El grado de excitación y éxtasis que tenían nuestras mujeres era impresionante. Nosotros también, pero supongo que ellas fantasean menos que nosotros en estas situaciones o las ven como algo más pudoroso y el hecho de vivirla de pleno estaba siendo el detonante del mejor sexo posible.

- “Si cariño, si, chúpame las tetas, muérdeme los pezones … ummmmm, que gustazo, joder” – gemía mi mujer mientras me acariciaba la polla entre sus calientes muslos.

- “Umm, que polla tienes Lalo, me encanta tragármela hasta la garganta” – decía Lola mientras lo miraba a los ojos y se tocaba su coño chorreante sin quitarse el tanga.

Yo liberado ya de toda la ropa, senté a mi mujer encima de mi polla. Comenzó una suave cabalgada primero, sintiéndo bien la penetración, recreándose en cada centimetro de carne que la penetraba. Yo notaba el torrente de manjar exquisito que bañaba mi polla. Pasó a un ritmo más alto, las tetas ya botaban libremente desafiando a la gravedad. De vez en cuando paraba y frotaba su clítoris contra mi pelvis. Luego, en lugar de a horcajadas se puso de cuclillas en el sofa, por lo que la penetración le llegó al fondo de la vagina. Además, así tenía todo su coño abierto para mi, para ir pasándole los dedos por su clítoris a la vez que chupaba sus tetas. El torrente de flujo era increible por lo que sabía que su primera corrida de la noche estaba a las puertas y así fue. Lanzó un gemido tremendo.

- “Meeee corroooooooo, uaggggg, …, joder me corro, me corrooo” .

- “Y yoooooo, y yooooooo ” – le escuché a Lola, que ahora estaba tumbada en el sofá con las piernas en alto (y con los tacones de aguja puestos) y con la cabeza de Lalo entre ellas, comiéndole el tremendo coño que vi por primera vez y que brillaba igualmente que el de mi mujer por la cantidad de flujo que manaba.

Mientras se reponía del orgasmo sentada en el sofa, mi mujer a la vista del espectáculo del sofa de enfrente se agachó y se metió mi polla en la boca, dándome una mamada genial. Se nota cuando está muy caliente porque la chupa con unas ganas fuera de lo normal. A la vez abrió las piernas y su coño con dos dedos, invitándome a terminar la paja que había empezado. Cosa que hice gustosamente. Nosotros en un sofa, mi mujer semitumbada chupándome la polla y con las piernas abiertas, con liguero y medias pero sin tanga, yo tocándole el coño y ambos mirándo a Lalo y Lola. Ellos, él de pie de perfil a nosotros y Lola comiéndole la polla mientras se giraba levemente para enseñarnos su coñito depilado mientras seguía manando flujo despues de la comida de su marido. Al poco tiempo cambiamos de postura. Ahora yo había tumbado a mi mujer en la mesa que tenía una buena altura y con sus piernas en mis hombros la embestía con firmeza y con ritmo. Sus tetas se movían libremente hacia arriba, hacia abajo, en círculos, … era un espetáculo precioso. En algunos momentos paraba, sacaba mi polla casi entera, solo dejando el glande a las puertas de su preciosa rajita y se la clavaba con un fuerte movimiento de pelvis. Esto hizo que se corriera de nuevo mientras que ella misma pellizcaba sus pezones. Por el contrario, Lola y Lalo habían adoptado la postura de la película porno de antes, él sentado en el sofa y ella de cara a nosotros cabalgándo sobre su maridito. La cara de morbo que nos ponía Lola hacía que la excitación de nosotros dos fuera otra vez máxima. Cuando nos miraba ralentizaba su penetración, casi se suspendía en el aire para dejar casi libre la polla de Lalo que reflejaba la viscosidad de las corridas de ella y poco a poco bajaba, mostrándonos como lentamente se la clavaba mientras se apretaba las tetas y se mordía el labio. Pero lo mejor estaba por llegar. Nuevo cambio de posición. Pero ahora coincidimos en la postura, ambas mujeres estaban de pie, apoyadas en la mesa y nostros las follábamos desde atrás. Y he aquí que Lola comienza a acariciar, primero con dulzura y luego con lujuria, las tetas de mi mujer, que colgaban y se movían a ritmo de las embestidas, pellízcando sus pezones.

- “Ummmm, siempre he deseado tocartelas, cariño. Que tetas tienes, da gusto amasarlas con las manos. Y que pezones, duros y grandes. Déjame que me las coma” – dijo Lola

Y se agachó un poco más, metiéndo su cara bajo las tetas de mi mujer y jugando con su lengua pasando de un pezón a otro e incluso mordiéndolos. Mi mujer se quedó entre la perplejidad y el placer, totalmente en estado de shock. Que su amiga le estuviera comiendo las tetas tan divinamente, con tanta pasión mientras veía a su amigo follársela y sintiendo mi polla embestirla no era el cuadro imaginado al principio de la noche. No sabía si empujarme a mi con su culo para que se la clavara más fuerte, si parar y entregarse a la boca de Lola … Lola levantó su cabeza y mi mujer instintivamente le puso la mano en la nuca, la atrajo para sí y la besó en los labios. Esto fue demasiado para nosotros dos. Empezamos a acerlerar el ritmo. Sabíamos que esa escena era el detonante de la corrida … una buena corrida. Cuando Lola se dio cuenta que ibamos a terminar dijo:

- “Espera, cariño, todavía no correros, por favor. Tenemos que disfrutar un poquito más esas preciosidades”- dijo señalando nuestros miembros.

Se dió la vuelta y se sentó en la mesa e hizo que mi mujer hiciera lo mismo. Ambas estaban frente a nosotros con sus cuerpos brillantes por el sudor sus piernas abiertas ofreciéndonos el esplendor de su sexo, tanto en visión como en olor, ya que olían a mujer, a hormonas, … a gloria. Comenzaron a meterse un dedo cada una, mientras nosotros simplemente las mirábamos. Nos colocamos cada uno entre las piernas de nuestra pareja y ellas se agacharon y comenzaron a darnos una mamada al unísono, mirándose una a la otra. Cuando ya estábamos a punto volvieron a sentarse en la mesa y comenzaron a hacernos la paja de finitiva. No tardamos apenas nada en corrernos sobre su abdomen, sus ingles, sus muslos y sus manos. Me abracé con mi mujer y la bese con una pasión tremenda. Lola fue a por toallas para limpiarnos todos. Nos sentamos en el sofá y desnudos todavía Lalo nos sirvió una nueva copa. Yo tenía a mi mujer abrazada a mi lado y cuando Lalo se acercó a ofrecerle el cubata ella no pudo evitar observar su polla todavía semierecta y brillante.

- “Voy al servicio” – dijo mientras se levantaba del sofa desnuda de cintura para arriba.

- “Te acompaño” – dijo Lola que igualmente solo tenía medias y tacones.

Yo intuí que la noche no había acabado, …, pero por este relato ya está bien, … creo que eso lo contaré en el siguiente.

El placer de lo desconocido

Era una noche primaveral. Mi mujer y yo habíamos planeado ir a tomar algo y luego al cine. Hacía muchos meses que no ibamos al cine, ya que con los niños se hace complicado salir, y cuando teníamos ocasión era por algún acto, una cena, o algo especial, pero casi nunca una noche para nosotros solos. Ya digo que era una noche con temperatura casi primaveral, no hacía apenas frío. Yo iba con unos vaqueros, una camisa y un chaleco, algo informal. Ella llevaba una falda, suelta, por encima de la rodilla, una camisa blanca que le aprieta los pechos, pareciendo que piden a gritos salir de su prisión y una chaqueta también informal, pero con unos tacones inusuales en ella, muy altos. Al principio no sabía que ropa interior llevaba, luego me enteré bien. Ya llegará esa parte del relato. Pero no me hacía falta, la forma de sus pechos, el canal que formaban y que aparecía imponente, invitando a pasar mi boca por él, los tacones y, sobre todo un olor riquísimo a perfume (no hay nada más excitante que una mujer arreglada y que huela bien) hacían emanar un sentimiento de pasión y lujuría irresistible.

Una habitación con vistas

Obviaré las presentaciones, ya que no es el primer encuentro que relato. El caso es que necesitábamos las vacaciones. Como hemos hecho otras veces, nos fuimos cinco días a la costa del sol, a un apartahotel muy apañado y a 30 metros de la playa. Nos dieron un apartamento similar al de otras ocasiones, muy amplio con una terraza estupenda que da una plaza de un parking en construcción. En nuestras primeras vacaciones fue el sitio donde practicamos por primera vez … digamos … sexo público. Fue una de las noches, mientras follábamos en la cama, mi mujer se puso de cara a la terraza, de rodillas en la cama y apoyando los codos subió su culo y me ofreció su coño abriéndoselo con dos dedos. De inmediato me puse a penetrarla con fuerza, metiendo mi polla hasta el fondo en cada embestida y le dije:

- Menos mal que los de la terraza de enfrente no nos pueden ver bien, porque si no … -

- Pues ven, me pone cachonda pensar que nos ven y se hacen una paja con nuestra escena … -

Últimamente, desde que descubrió los relatos eróticos, le excita pensar que la están viendo mientras practica sexo conmigo y que nuestro espectador o espectadora se masturba mientras lo hacemos. Le da igual hombre o mujer, pero que se excite mientras le mira las tetas y como se toca el coño. Así que se puso de pie y salió a la terraza, tenía puesto un camisón negro de seda muy cortito y con gran escote, lo que unido a sus grandes tetas, hacía una visión tremendamente erótica. Se apoyó en la barandilla de la terraza, arqueó la espalda y abrió las piernas mientras se subía el camisón hasta que su culo quedó totalmente al aire. Me acomodé bien detrás, le abrí las nalgas y la penetré firme pero lentamente. Me quedé dentro de ella mientras le sobaba las tetas por encima de la tela, pasado de puntillas con mis dedos por sus pezones. De momento, el efecto pretendido se pudieron grandes y duros. Entonces empecé a follarla con fuertes embestidas. A la segunda, sus tetas ya bailaban libremente y ella misma las atendía, agarrándolas y tocándolas para que no bajara un ápice el grado de excitación. El polvo estaba siendo realmente bueno. Entonces para ponerla ya a tope máximo le susurré al oído:

- Ummmm, que bien follas, zorrita. Y creo que cualquiera que pueda vernos ahora estará de acuerdo.-

- Siii, siii, ahhhh, ummmmm, lo sé. Sigue follándome.

El orgasmo de los dos no tardó en llegar. Ella se corrió primero, llenándome mi zona pélvica de flujo, lo cual hizo que en la segunda embestida siguiente ya no pudiera más. Le avisé. Ella se volvió y se sentó en el pretil, juntándose las tetas con un brazo y cogiendo mi polla con la otra mano para terminar la corrida en sus fantásticas tetas. La llene de leche caliente que ella misma se extendió por todo su pecho utilizando mi polla. Cuando terminó la limpió con sus labios y me besó.

Bien, hecho un resumen de la primer show, cuento lo sucedido estas vacaciones. Nuestros días era de playa y playa, es decir, relax total. Además, quedábamos reventados de jugar con los niños en la arena y en el agua. Luego un paseo por la noche para cenar algo, un postre y la habitación. El segundo día, cuando llegamos, los niños se quedaron dormidos rápidamente por lo cansados que estaban. Yo estaba pegajoso del calor que hacía, así que le dije que me daba un ducha mientras ella los acostaba y se cambiaba. Me relaje con el agua fresca y tardé un poco más de lo normal. Cuando salí de la ducha lo hice con mucho sigilo para no despertar a los niños ya que tenía muchas ganas de echar un buen polvo con mi mujer. Así que salí del baño descalzo, solo con los slips puestos. Y vi que mi mujer estaba sentada en una de las sillas en la terraza, de espaldas, al dormitorio, pero ligeramente orientada hacia la dirección del mar. La leve brisa fresca de la noche era tremendamente agradable. Llevaba puesto un camisón blanco de encajes y debajo … no podía saberlo. No se porqué, pero me quede observando, sin que me viera, notaba algo … no se … Se le veían las tirantas del camisón a medio brazo, las piernas las había apoyado en el pretil y las tenía semiabiertas. Parecía tremendamente relajada. Vi que algo estaba haciendo porque sus brazos se movían y se movían las tirantas del camisón. Me acerqué un poco más, en silencio y mejorando el angulo de visión. Entonces pude ver claramente como con la mano izquierda se acariciaba los pechos y con la derecha se estaba masturbando. Ahora, de cerca, podía escuchar sus leves gemidos ya que no quería que la escucharan los vecinos, echaba de vez en cuando levemente su cabeza hacía atrás en señal de que iba aumentando gradualmente el placer. Se tocaba muy despacito, no podía ver si se pasaba la mano por su espléndida raja o si presionaba su clítoris o si tenía algún dedo dentro de su coño, al igual que tampoco podía saber si se estaba pellizcando sus grandes y oscuros pezones o simplemente los acariciaba o si cogía sus grandes tetas y las amasaba. Me quedé observando el erótico espectáculo mientras mi polla comenzaba a alcanzar su esplendor dentro de los slips. Metí mi mano dentro y comencé a masajearla y dejarla un poco más libre.

Creo que ella ya se había dado cuenta que yo tardaba demasiado y se imaginaba o quería imaginar que yo la vigilaba. Creo que esa idea de ser observada en la clandestinidad la excitaba aún más. Y no me equivocaba. Giró levemente la cabeza para que quedara perfectamente de perfil a mi visión y se chupó dos dedos de los que acariciaban su coño haciéndoles una mamada. Eso me puso ya casi a tope, así que directamente saqué mi polla y comencé a masturbarme muy poco a poco, subiendo y bajando mi mano en toda la extensión que podía. Ella se giró un poco más y me vio, pero me hizo un “desprecio” y volvió a mirar hacia adelante pero abriendo un poco más las piernas y haciendo más ostensibles los tocamientos de pechos y coño. Ahora si podía asegurar que se metía uno o dos dedos hasta el fondo porque resbaló su culito más al borde de la silla. Yo seguía con mi lenta paja, haciendo que la sangre inundara todos los vasos de mi polla, poniéndola lo más dura posible. Pero, de repente, …, me pareció ver algo. Fue un pequeño flash o un reflejo. Venía de la terraza contigua pero como estaban separadas por dos cristaleras opacas unidas en la mitad supuse que sería un reflejo de luces de farolas o de la propia terraza. Sin embargo, me quedé observando cinco o diez segundos con la mirada fija en la división de las cristaleras y pude ver una sombra. Y volví a ver el destello. Me vino la imagen rápidamente: había alguien en la terraza contigua con un móvil o una cámara en la mano. Hice el ademán de guardar mi polla y avisar a mi mujer, pero en lugar de eso me quedé quieto. Pensé un momento y decidí jugar el juego de excitación de mi mujer, pero sin decirle nada de momento. Solo iba a excitarla con su propia imaginación sin que supiera realmente lo que pasaba.

Me acerqué por detrás y agachándome comencé a comerle la boca de forma apasionada. La calentura de nuestras bocas se notaba en el aire, el roce de las lenguas bañaba nuestros labios. Deslicé lentamente mis manos a sus pechos, sacándolos de su encierro en el camisón. Los amasé con lujuria en toda su extensión. Se veían preciosas sus grandes tetas perdiéndose entre mis manos. Mientras seguía besándola empecé a centrarme en sus pezones. Estaban duros pero yo quería que explotaran, así que comencé a rodear sus aureolas, pasando de vez en cuando un dedo por cada pezón. Cuando se endurecieron a más no poder, me los acerqué a la boca y los succioné, besé e incluso mordí con delicadeza. Mientras ella no paraba de jugar con sus dedos en su coño. Los pasaba por su raja, abría los labios, se metía un dedo y me lo daba a probar. Yo chupaba su dedo como si de una polla se tratara. Se estaba derritiendo en la silla. Estaba muy excitada. Y no sabía que había alguien mirando por una rendija a escaso metro y medio.

- Cariño, estas muy cachonda, ehh?? – le dije al oído.

- Ummm, si, si, mucho. Me encanta excitarme mientras te excito a ti. – Me dijo entre jadeos.

- Pero vámonos al cuarto, quiero follar. Y aquí nos van a ver.- me dijo mientras intentaba levantarse.

Volví a besarla, presionando levemente sus hombros en señal que no se levantara.

Entre jadeos, volvió a insistir:

- Vámonos dentro, que aquí hay mucha luz y nos van a ver.

- Que no, no te preocupes. Todos los vecinos duermen. Además, son casi las 2 de la mañana y mañana es día de trabajo.- insistí yo mientras aumentaba el ritmo de mis tocamientos en sus pechos. Quería que se excitara todavía más para que accediera a quedarse.

Saqué mi polla y se la puse junto a su boca, siempre tratando que nuestro o nuestra misterioso/a espectador/a no perdiese detalle y tuviera primeros planos. Ella giró su cabeza y se la metió en la boca, aprisionándola con fuerza en sus labios y comenzó a mover su cabeza hacia delante y detrás. Mientras, yo seguía jugando con mis manos en sus tetas y ella con la suyas en su coño. Yo ya empezaba a controlarla para que sin bajar la excitación no fuera a correrse. Quería que el espectáculo se prolongara.

- Ummm, que ricura de polla. Que dura la tienes. Veo que estas también a tope de calor.-

- El espectáculo que me estas dando lo merece, cariño – le dije y pensando para mi … Y el que estas dando a otros …

Volvió a sus quehaceres orales, pero esta vez ayudándose de las manos. La mamada ya era de categoría especial, tenía la polla chorreando de saliva y jugos de su chochito. El calor que manaba de su boca era indescriptible y no se saciaba. Cada vez sus labios iban más rápido y llegaban más lejos. Estaba sintiendo que la corrida estaba cada vez más cerca, así que aceleré los tocamientos en sus pezones, los hice más seguidos y más fuertes.

- No sigas apretándome las tetas que me corro y lo sabes.-

- Por que no? No quieres correrte quizás? – le contesté.

- Si. Quiero correrme. Pero con tu boca. Quiero que me comas el coño hasta que se me derrita.- me dijo con los ojos rebozando lujuria.

Miraba hacia el balcón y eso me hacia dudar sobre si sabría que alguien la estaba viendo en su máxima expresión de mujer morbosa. Creía que no, porque aunque fantaseábamos con eso, no se si hubiera seguido hasta este punto. Es cierto que habíamos follado con Lalo y Lola, practicado sexo con Lola a solas … pero no un desconocido total.

- Lo que tu quieras, putita. Pero antes tienes que terminar la mamada. Sigue, sigue, … ahhhh … que gustazo … joder, como la chupas, cariño.- dije yo con la líbido por las nubes y con ganas de correrme.

- Si, si. Hasta el final … hoy voy a sacarte la leche como tu sueñas … dentro de mi boca … la quiero toda.-

Ya estaba a punto de correrme pero no quería correrme en su boca quería darle a nuestro/a mirón/a algo mejor. Así que en el momento de correrme se la saque, no sin tener que esforzarme, de la boca y yo mismo me terminé la paja sobre su cara.

- Cierra los labios, cariño.- Le dije con la intención de que el semen chorreara por sus labios a sus pechos.

Con tanta excitación eyaculé en condiciones. La corrida le quedó por su cachete, sus labios y sus tetas. Le cogí una mano para que ella misma se extendiera la corrida por sus tetas. Le acerqué la polla a la boca para que limpiara el resto de la leche que aún manaba como última señal. Me limpié mi mano en sus tetas. Pensé en lo bien que se lo tendría que estar pasando al otro lado del cristal, así que no esperé ni un momento más para darle un final acorde. Me arrodillé entre sus piernas. Las abrí un poco más. Acomodé mi cabeza en uno de sus muslos y con la mano le abría el coño para que mi compinche pudiera ver el efecto de su calentura. El flujo brillaba con las pocas luces de la terraza y la iluminación de la noche. Introduje un dedo lentamente. Luego otro. Llegaba hasta el fondo de la vagina y los movia dentro, rozando la zona que rodea al punto g (o se supone) y buscaba la pared de su culo. Saqué los dedos completamente chorreando y volví a buscar su zona genital … pero ahora dos dedos buscaban su vagina y el dedo corazón, totalmente lubricado por ella misma, empezó a apretar la entrada de su culito. Ella se dejo hacer. Levantó un poco su cuerpo y puso el culo justo en el borde de la silla, de forma que pudiera meter el dedo sin problemas. Comencé a follármela con tres dedos, dos en su coño y uno en su culo. Lento, para no lastimarla y no quisiera seguir.

Echaba su cabeza hacia atrás. Se sobaba las tetas bañadas en mi leche. Levanté mi mirada y la miré a ella, relamiéndome los labios.

- Voy a comerme tu coño y hacer que te corras como nunca. ¿Te gusta la idea, mi zorrita? – le susurré

Ella unió sus pechos los subió un poco y pasó su lengua por ellos, recogiendo un poco de leche. Me miró y me dijo:

- ¿Tu qué crees? Deja de hablar y mete tu lengua en mi raja.

Era hora de terminar. Así que hizo lo que me pidió. Acerqué mi boca a su coño y comencé a abrir su labios con mi lengua, pasando de arriba a abajo y al contrario. Casi se abrieron ellos solitos, dejando libre el camino a su clítoris. Mi lengua llegó fácil. Empecé primero a presionarlo poco a poco, mientras no dejaba de meter y sacar lento pero con ritmo firme los dedos en su coño y en su culo. Ella empezó a moverse, señal de que el orgasmo venía en camino y era de importancia. Así que ahora me dediqué a lamerle el coño entero pero llegaba al clítoris y lo rodeaba, lo succionaba con delicadeza. Me agarró la cabeza con fuerza para que la hundiera en su entrepierna. Aceleré y me dediqué solo al clítoris, le di velocidad a la lengua. No tardó mucho en comenzar a salir flujo en cantidad. Se estaba corriendo. Arqueó el cuerpo y apretó los muslos. Eso hizo que mis dedos quedaran aprisionados. Cuando soltó tensión retiré mis dedos con cuidado. Me levanté y le comí la boca. Mezcle sus jugos con los míos, con nuestra saliva … El orgasmo de cada uno había sido intenso a más no poder. No le dije nada acerca del show que habíamos ofrecido. Mañana sería otro día.

A la mañana siguiente mi intención desde que me levanté era por supuesto descubrir quien se había puesto las botas mirando la noche anterior. En el desayuno trataba de observar si alguien nos miraba de forma distinta o daba alguna señal. Nada. Nos disponíamos a salir para la playa cuando mi mujer me dijo que subiera a la habitación a por no se qué que se le había olvidado. Subí. Cuando iba a salir oí ruido en la habitación contigua, así que me quedé unos segundos junto a la puerta escuchando. Cuando oí la puerta de al lado abrirse, yo hice lo propio con aire distraído. Una mujer de nuestra edad, quizá algún año más pero no más de cuarenta y dos o por ahí, cerraba la puerta. Era de estatura normal. Pelo castaño corto. Llevaba gafas de sol grandes así que la cara no pude fijarme bien. Su cuerpo se veía estilizado, pero no delgada (no me gustan demasiado las mujeres delgadas). Su piernas parecía bien torneadas. Tenía unos pechos notables, no como los de mi mujer, pero una buena talla, seguro. Llevaba un vestido de playa, corto pero no ceñido, así que solo eran parecidos. Ella se percató de mi presencia y mi vistazo. Me miró y de inmediato agachó la mirada, dio media vuelta y se quedó inmóvil. Me di cuenta enseguida: ¡¡Ella era nuestra mirona!!. Se quedó quieta con el disimulo de buscar algo en su bolso. Yo empecé a caminar despacio, como despreocupado.

- Buenos días.- le dije al llegar a su altura.

- Hola.- me contestó ella muy bajito y sin levantar la mirada.

- Espero que haya dormido muy a gusto, como lo hicimos nosotros.- comenté yo sin dejar de andar.

Pero escuché su respiración. Me paré y me volví. Estaba petrificada mirándome. Aún sin quitarse las gafas de sol, podía adivinar sus ojos abiertos haciendo juego con su boca a medio abrir. Incrédula. ¡¡Había sido descubierta!!

- Yo … yo … no … no … – es todo lo que supo decir.

Yo sonreí pícaramente y me perdí escaleras abajo. Al llegar abajo mi mujer me dijo:

- ¿Por qué sonries? -

- Nada, nada, que vengo pensando … – contesté sin darle importancia.

Después de comer en la playa decidimos ir un rato al hotel. Al llegar, los niños quisieron ir a la piscina, así que fuimos a darnos un baño. Mi mujer subió a dejar algunas cosas en la habitación. Cuando salimos a la piscina vi que no había demasiada gente. Dos niños más jugando y tres tumbonas ocupadas. En una de ellas estaba nuestra mirona y deduje que los niños eran suyos porque no les perdía la vista. Con toda la intención ocupe la tumbona de al lado y deje las cosas con disimulo, sin prestarle o parecer prestarle mucha atención y me senté a jugar con el móvil de cara al agua para vigilar a los míos. Al poco jugaban los cuatro juntos.

Ella se incorporó de la tumbona, se sentó en el borde y me dijo:

- Buenas tardes.

- Hola que tal?? – contesté yo.

- Estaban deseando jugar con otros niños, aunque se llevan bien se aburren. Son extrovertidos. – me comentó refiriéndose a sus hijos.

- Si, los niños tienen esa facilidad. Rápidamente se hacen amigos. Me alegro que disfruten. Al fin y al cabo, las vacaciones también son de ellos – comenté.

- Me llamo Berta (nombre por supuesto ficticio).

- Yo XXXXX (no daré mi verdadero nombre, como es lógico).

- Verás – siguió ella – Quería … quería disculparme por lo de anoche. Ya se que sabes que fui yo. Creo que yo misma me he delatado esta mañana en el pasillo. Pues eso … quería disculparme y decirte que … bueno … verás … yo … yo no soy una pervertida … ufff que vergüenza, por dios, fue algo … no se … un impulso. Yo estaba allí sola en la terraza, todos dormidos. Estaba intentando relajarme … escuché a tu mujer gemir … y me asomé con curiosidad … Se que tenía que haber hechor ruido para que os dierais cuenta o irme … pero no pude. Era tan morboso y excitante … lo siento. Espero que tu mujer no os hayáis enfadado mucho. Además, supongo que como yo tengo una vida sexual digamos … normalita … pues fue algo nuevo para mí.

- Bueno. A ver. No te preocupes por eso. Verás yo no me enfado y mi mujer no lo sabe … aún.-

Sus ojos se abrieron en señal de sorpresa y fue a decir algo, pero solo abrió la boca un instante. Seguí hablando.

- Yo tampoco quiero que pienses que somos unos degenerados y que vamos haciendo shows de este tipo por todos sitios. Nuestra vida sexual es divertida y morbosa, pero no una peli porno continua, la verdad. Pero últimamente fantaseamos los dos con que alguien nos ve mientras practicamos sexo (le conté brevemente el tema de los relatos y tal). Y mira por donde, se ha cumplido la fantasía. No se lo he dicho todavía a mi mujer … porque no se lo quiero decir así, en seco, cuando vaya surgiendo la conversación íntima se lo diré, para que se lo tome bien. Yo se que no se va a enfadar, pero tampoco quiero cortarle el rollo tan bueno de vacaciones.

- Eso sí. – me puse bastante serio – Me dio la impresión, no si me equivoco, que tenías un móvil, una cámara o algo similar. Si es así, por favor, te ruego que borres de inmediato todo. No me importa que nos hayas visto, pero ya el tema de grabar … Para nosotros, imagínate, sería terrible que esas imágenes saliesen por ahí en cualquier sitio …

Ella se quedó quieta, se ruborizó, supongo que porque pensaría que sí, que era una pervertida y que además de espiar a una pareja practicando sexo, lo había grabado. Pero reaccionó:

- Bueno … si … es verdad, os grabé. Primero a ella sola y luego a los dos … Y por supuesto, ahora mismo lo borro, lo tengo aquí en el móvil.- Se volvió y sacó el móvil del bolso de la playa y se puso a buscar la carpeta de vídeos. Se sentó a mi lado y me dijo:

- Toma para que veas que de verdad se borra, hazlo tu mismo- y me acercó el móvil para que le diera a borrar. Entonces le dije yo:

- Antes de borrarlo … ¿te importa si lo veo? Me da morbo vernos a nosotros mismos … la verdad.

- Bueno, a mi me da igual, al fin y al cabo los protagonistas sois vosotros – me contestó sonriendo. Ya estaba más relajada.

- ¿Es bueno? – le pregunté con toda la intención del mundo.

- A mi me ha puesto a cien – dijo ella

- ¿Cómo que te ha puesto? ¿No lo viste en directo o lo has vuelto a ver? – le pregunté con cara de circunstancias.

Esta vez no se ruborizó. Ahora dominaba la situación. Se relamió los labios y me dijo muy sensualmente:

- Está mañana comprobé si la grabación era igual de buena que la escena en directo. Y vaya si lo es …

Puse el video con volumen bajo y comencé a verlo. La verdad … era tremendamente excitante y erótico … Tanto que note que mi polla comenzaba a despertarse poco a poco. Y a Berta también le excitaba. Vi de reojo como sus pezones se marcaban en el bikini amarillo. Vi entonces que mi mujer estaba llegando a la tumbona y que mi bulto podría a ser visible en cualquier momento, así que lo detuve. Berta estaba totalmente encendida por el rubor y el morbo. Al llegar mi mujer a la tumbona saludó:

- Hola. He tardado un poco más, lo siento. -

- Nada cariño, no te preocupes. Esos dos están pasándolo pipa con sus nuevos amigos. Por cierto, son hijos de ella. Berta, mi mujer Lydia (nombre falso), Lydia ella es Berta. Es nuestra vecina de habitación – añadí mientras la miraba y sonreía pícaramente.

Hechas las presentaciones, se pusieron a charlar. Estaban de pie y yo sentado. Disimuladamente me fije en el bikini de Berta y vi que la excitación del video había surtido efecto porque tenía la braguita manchada. Yo mientras como aún tenía en la mano el móvil de Berta en lugar de borrar el vídeo me lo pase al mío por bluetooth. Una vez pasado, lo eliminé. Como las dos mujeres empezaron a coger confianza. Yo decidí meterme en la piscina a jugar.

Por la noche, mientras cenábamos surgió la conversación de nuestros vecinos. Ambas mujeres habían cogido algo de confianza y se llevaron un buen rato hablando por la tarde. Mi mujer me comentó que le daba la impresión de que Berta estaba un poco “sola” con respecto a su marido (lo llamaré Berto).

- ¿Sola? En que sentido – pregunté yo.

- Hijo, en el sentido de que no la acompaña mucho en las tareas de los niños, por ejemplo. Ella en la piscina y él durmiendo. En la playa, por lo visto él se va al chiringuito y solo está con ellos el tiempo de un baño … No sé … Lo mismo tampoco se presta mucho a … – se rió pícaramente.

- Jajaja, desde luego, vaya vacaciones que llevas, todo el día pensando en lo mismo – reí yo. – Aunque bueno, ahora que lo pienso, puede que tengas razón, lo mismo hay que ayudarla en algo …

- ¿Tú que vas a ayudar? Anda, anda, con lo tuyo tienes de sobra. – bromeó ella.

- Noooo, yo lo decía por si entre los dos, le montamos un numerito, jejejeje … te imaginas?? .

El caso es que quedó en risas y bromas picantes. Llegamos a la habitación algo más tarde. Los niños cayeron de sueño en seguida. Esta vez fui yo quien se fue a la terraza. Estaba de pie, apoyado en la barandilla, esperando que mi mujer terminara de acostar a los niños y se cambiara. Hacía una noche magnífica, algo calurosa, pero corría una brisa de vez en cuando … La terraza de nuestros vecinos estaba apagada. Sin embargo, oí leves movimientos. Al otro lado de los cristales apareció Berta. Estaba muy guapa, se había pintado con la excusa de salir a cenar con su marido, y tenía un rojo intenso en los labios y una sombra remarcada de ojos que le daba un toque misterioso y morboso al mismo tiempo. Solo pude ver que llevaba un ligero batín de seda color negro sobre los hombros. Me hizo una señal para que estuviera en silencio. Me acerqué al cristal y estiré el cuello para ver el resto … Y me quedé mudo. Tenía un cuerpazo que era moldeado a medias por el batín. Digo a medias por que lo tenía semiabierto, mostrando solo lo justo y necesario para ser más que sugerente. Sus pechos no eran tan grandes como los de mi mujer, pero eran turgentes y se veían bien firmes. Tenía una tanga, o eso parecía, bien comidito por las ingles y semitransparente, que permitía apreciar el vello púbico que únicamente llevaba bien arregladito en su monte de venus. El resto estaba totalmente depilado. Mis ojos estaban fijos en ella. Cerró un poco la cortina de su terraza, para que fuera difícil verla desde el interior. Se acomodó en una silla y comenzó a tocarse muy sensualmente. Primero los muslos. Conforme subía sus manos desde las rodillas se iba abriendo la parte inferior del batín dejando por completo a la vista el tanga. Se tocaba su coño por encima de la tela. De inmediato, mis sentidos reaccionaron, disparando mi libido por las nubes con el efecto de una erección total. Oí ruido y vi que mi mujer se acercaba y se paraba en la puerta de la terraza apoyándose en el marco de forma muy sexy, pero no más que su apariencia. Llevaba un sujetador negro que, sin que le haga mucha falta, le sube las tetas uniéndolas en un descomunal canal de lujuria y erotismo. A juego una braga “brasileña” negra y unas medias de rejilla … En fin, estaba para follársela allí mismo, cosa que por cierto, intenté desde ese momento. El caso es que me lleve las manos a la cara como señal de admiración y que estaba “para romperse” y antes de que pudiera decir nada le hice una señal de silencio y que se acercara despacio. Cuando estuvo a mi altura la rodee con mis brazos, bajando mis manos a su espléndido culo y metiendo mi lengua en su boca ávida de placer. Una vez estuvimos besándonos casi con desesperación unos largos segundos, le indique que mirara con cuidado a la terraza de al lado. Mi mujer se asomó por el extremo del cristal que separa las terrazas y pude ver como se quedó boquiabierta unos segundos apartando la cabeza rápidamente y parapetándose otra vez detrás del cristal junto a mi. Me miró con cara de incredulidad y sorpresa. Lógico, por cierto. Desconcertada me preguntó con los ojos “qué hacemos”. La empuje a que siguiera mirando y yo me coloqué por la ranura donde Berta miró la noche anterior. Yo no tenía móvil. Solo mis ojos. Así que nos convertimos los dos en voyeurs. Mi erección era ya muy fuerte pero no era solo yo quien estaba excitado, Berta tenía ya la bata totalmente abierta y se acariciaba sus pechos con delicadeza. Sus pezones estaban duros como rocas. Eran rosados por contra de los oscuros de mi mujer. La mancha del tanga en su entrepierna delataba su extrema excitación. Simulaba que nadie la miraba, pero sabía perfectamente que mi mujer y yo estábamos muy pendientes de cada rincón de su cuerpo. Mi mujer comenzó a excitarse con el cuerpo y la sensualidad de Berta. Sus mejillas cogieron color, sus pezones se marcaron en el encaje del sujetador y sus muslos acomodaron sus bragas ante los primeros efluvios de su placentera entrepierna.

Deje de mirar. Mi mujer intentó hacer lo mismo, pero yo la detuve. Le pedi que siguiera.

- Que haces??? Nos va a ver. Que vergüenza. – me susurró.

- Que no. No pasa nada. No ves que está encantada con ella misma.

Yo la puse totalmente contra la barandilla y comencé a tocar sus pechos y sus pezones por encima de la tela. Los apretaba con firmeza, los levantaba, rodeaba sus aureolas y jugaba con un dedo en sus pezones. Al mismo tiempo iba mordiendo su cuello y jadeando en su oído. Cogí sus bragas y tiré de ellas hacia arriba provocando que se metieran por su culo a modo de tanga. La tela rozó su coño intentando colarse entre sus labios. Amasé su culo con la mano izquierda mientras con la derecha no desatendía sus tetas. Mis jadeos eran mayores y los suyos cada vez más sonoros y desvergonzados. Ya le daba igual si Berta la veía. Y así estaba siendo, Berta la miraba con disimulo, pero ambas sabían que se estaban viendo. A ninguna le importó. Y a mi mujer menos cuando sintió mis dedos jugando con su coño, abriendo sus labios, bañándose en sus jugos, jugando con su clítoris. Abrió un poco más las piernas y se apoyo en la barandilla. Ahora Berta podía ver todo el perfil de los pechos de mi mujer. Me quité los slips y le quité sus bragas. Subí un poco su pierna hasta que se apoyó en el pretil … mi polla comenzó a rastrear … pasaba de su culo a su clítoris … buscaba la entrada a la puerta del placer total … Fue poco a poco presionando hasta introducirse por completo.

- Ummmmmmmmm, aaaggggghhhhhhhh – susurró mi mujer.

Comencé a follarmela poco a poco, con penetraciones no muy rápidas pero si profundas. Sacaba mi polla hasta que la dejaba justo entre sus labios mayores y esperaba uno o dos segundos … entonces la introducía hasta el fondo. En la tercera penetración los efectos de su excitación corrían como un río salvaje por el tronco de mi polla. Por los jadeos del otro lado del cristal supuse que Berta estaba a punto de correrse … No era así … estaba cachondísima … Mi mujer se sacó mi polla y me hizo ocupar su lugar … Cuando miré vi a Berta … abierta casi por completa en la silla y se estaba metiendo un plátano a modo de consolador. Su coño se veía mojado, muy mojado, y muy rosado por la excitación. Su total depilación hacía que los flujos brillaran por toda la zona, incluso algunas gotas se abrían paso por sus ingles hasta morir en sus preciosos muslos. Entonces mi mujer se colocó detrás de mi y comenzó a hacerme una paja muy lentamente, mientras yo contemplaba la masturbación de Berta. Cuando ella se dio cuenta que ahora era yo quien miraba aceleró el ritmo de su particular consolador, con su otra mano se pellizcaba los pezones … Mi suspiraba de placer … mi mujer seguía con las magníficas caricias en mi polla … Berta ya estaba a punto de explotar, se sacó el plátano del coño y comenzó a chuparlo mientras se terminaba la paja con las piernas totalmente abiertas. Se corrió … se estremeció en la silla, cerró sus piernas y desplomó la cabeza hacia atrás. Resopló mientras me miraba. Me lanzó un beso. Se tapó y se fue a la habitación.

Yo me di la vuelta. Hice lo propio con mi mujer. Me coloqué detrás y mientras le agarraba y masajeaba con pasión y lujuria las tetas la conduje hacia el dormitorio. Antes de llegar a la cama le quité el sujetador, de forma que me dediqué con devoción a sus extraordinarias tetas. Le di la vuelta, chupé sus pezones, los mordía, pasaba mi lengua por la unión de sus pechos, buscaba su boca. Mi lengua buscaba la suya. Las dos se revolvían con desesperación en nuestras bocas …

- Vaya tela con la vecina. Nos ha puesto cachondos como pocas veces, eh – me dijo mi mujer.

- Es que le caemos bien y quería portarse igual de bien con nosotros que nosotros con ella – contesté yo.

Miré a mi mujer de una forma morbosa, mordiéndome el labio cuando le dije eso. La puse a cuatro en la cama, le hice apoyar los codos en la cama y levantar el culo. La abrí bien el coño con los dedos y empecé a masturbarla mientras con la otra mano, sin que se diera cuenta, cogí el móvil de la mesilla de noche. Busqué el video de la noche anterior y se lo dí para que lo viera. Mi mujer se volvió de inmediato y me miró más seria de lo que yo esperaba:

- ¿Qué es esto? ¿Me lo puedes explicar? – me espetó.

- Ssshhhhhhh. Vuélvete, ponte como estabas. Dale al play y espera 30 segundos. Si no te gusta me lo dices y lo borro enseguida – le dije yo con firmeza.

No sin algo de resistencia volvía a ponerla a cuatro en la cama, pero esta vez le metí la polla de un solo golpe. Hasta el fondo. El gemido fue rotundo. Empecé a darle fuerte. A bombearle el coño como a ella le gusta cuando ya enfilamos la recta final. Como no perdía ojo del vídeo supuse, con acierto, que le gustaba lo que veía. Ella comenzó a empujar su culo contra mi pelvis, en señal de que quería más. La agarré bien de la cintura y apreté el ritmo todo lo que pude.

- Aaaaaaaahhhhhhhhh, sigue, sigue, sigue, … me corro, joder, me corroooooo … no pares, no pares – me dijo mientras ella misma se masturbaba con una mano, mientras con la otra seguía con el video en el móvil.

- Si, si, siiiiiii, yo sigo, putita yo sigo. ¿Te ha gustado el vídeo, ehhhhh? Yo sabía que te gustaba que te vieran. UMmmmmm, que paja se ha hecho Berta a nuestra salud – dije yo en medio de un placer de locura.

- Si, si, se ha corrido bien y anoche seguro que se hizo otra mientras nos miraba, aaaaaaggggg, aggggggggg.

- Y esta mañana otra, mientras volvía a verlo, seguro – respondí yo.

Ya no podíamos aguantar más. Yo hacía esfuerzos tremendos por no correrme, tenía que aguantar unos segundos más, hasta que ella se corriera con su dedo. Y así fue, comenzó a gemir con más fuerza mientras cerraba las piernas. En ese momento, en que sentí sus labios apretarme la polla con las contracciones, yo aceleré en ritmo y en fuerza.

- Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii me corriiiiiiiiiiiiii – dijo mientras trataba de desplomarse en la cama.

Yo cogí con fuerza su culo y apreté la polla todo lo que pude.

- Me corro, cariño, me corro …. Tus tetas, quiero tus tetas ….

Se tumbó en la cama se dio la vuelta y se unió sus pechos con los brazos. Yo me puse a horcajadas sobre su abdomen y solté la excitación de toda la noche en forma de chorros de semen. El primero acabó entre sus labios y el resto, unos cuantos, recubrieron sus tetas. Yo dirigía mi polla hacia uno y otro para repartirlos por los dos. Limpié mi polla en sus pezones y caí a su lado. Ella no había soltado el móvil. Le dije:

- ¿Lo borro o lo guardo?

- No lo sé. Mañana te lo digo – me contestó sonriendo.

A la mañana siguiente nos encontramos con Berta y su familia en el desayuno. Una mirada cómplice entre los tres fue lo único que sacamos. El resto se quedó en las terrazas. El resto de los días los pasamos como si nada.

Autor: Clicksexy

Mi compañera de piso

Hace un par de años, tuve una experiencia con mi compañera de piso. Fue algo tan excitante como sorprendente, y ha sido la única vez que he estado con otra mujer, pero todavía me caliento si pienso en ello.

Me llamo Eva, soy morena, delgadita, y tengo un cuerpo bonito. Hace un par de años, me encontraba estudiando para una oposición. Esto sucedió un viernes por la noche. Yo llevaba meses sin salir, era la una de la mañana y estaba viendo un poco de tv.

Entonces llegó Sonia, mi compañera de piso. Había venido pronto a casa tras una riña con su novio. Yo pensé que ese chico era idiota, pues ella era una preciosa rubia de pelo rizado, labios sugerentes y con un cuerpo muy rotundo. Mientras que él era bastante feo y su cerebro no se hallaba entre el de los más listos, a decir verdad.

Tras ponerse ropa más cómoda estuvimos viendo un poco la tele. Pero a esas horas no echaban nada interesante. Recorriendo los canales, paré un segundo en uno de ellos que emitía un film porno. Un hombre se masturbaba mientras dos chicas se metían mano para ponerle cachondo. Cambié porque esa escena me calentó un poco. Y yo llevaba meses encerrada, estudiando, y necesitaba un buen revolcón con un hombre.

-¿Por qué cambias?- me preguntó Sonia – Al fin y al cabo es lo mejor que echan, ¿no?
Así que me quitó el mando y volvió a poner la peli. Ambas chicas estaban tocándose los pechos, o metiéndose algún dedito. El chico seguía masturbándose ante el espectáculo. Una de ellas se inclinó para empezar a dar suaves lametones en la almeja de su amiga. Y en unos segundos los lametones pasaron a convertirse en una “señora” comida de coño. Con su cara incrustándose en la vagina rosácea.

Siempre he creído que casi todas las mujeres tienen un puntito lésbico. Pues el hecho de ver dos chicas guapas dándose el lote produce cierto morbo entre la mayoría de nosotras. Y Sonia se dio cuenta de aquello. Porque me pellizcó un pezón.
-Tía, se te están poniendo duros- me dijo. Yo aparté su mano, pero con la otra me volvió a pellizcar. Aunque de una manera más suave y contenida, lo que me excitó bastante. Inconscientemente le toqué sus magníficos pechos. Ambas llevábamos unas camisetas de lycra y unos shorts, así que era fácil notar que sus pechos tenían un buen tamaño, pero una forma muy bonita.
Yo en cambio, los tengo algo más pequeñitos, pero con unas curvas, me atrevo a decir que perfectas.
Parecía un juego adolescente todo este lío de pellizcarnos y tocarnos las tetas. Pero se cruzó una delgada línea cuando Sonia me metió un beso fugaz con lengua. Que yo, de forma instintiva no rechacé. Al contrario lo acompañé un poco.

Me miró fijamente a los ojos y me preguntó: -¿Te lo has montado alguna vez con otra tía?-
-No-
-Y… ¿No sientes curiosidad por saber como te podría comer una persona que sabe exactamente lo que necesita una lengua para hacerla feliz?
-No, ¿y tú?-
-Tampoco- respondió.
Acto seguido me estaba desnudando, mordisqueando mis pezones, arrancándome el short, y empujando mi espalda contra el sofá.
Yo, sencillamente me dejé llevar por la curiosidad, más que por el calentón.
Al principio me daba suaves lametones que apenas rozaban mis labios. Pero me recorrieron pequeños escalofríos y acabé por encenderme mientras los flujos y el calor inundaban mi entrepierna. Cada vez hundía más su lengua, hasta que su cara quedó incrustada sobre mi coño, que ya ardía por aquel entonces. Y mientras me introducía cada vez más y más su lengua, sentí una oleada de calor que estalló en un clímax realmente desproporcionado.
La intensidad de mi orgasmo fue algo brutal. Y lleno de sorpresas, pues aunque yo no suelo ser multiorgásmica, aquella vez empecé a notar las sacudidas de sucesivas oleadas de placer. Cuando parecían desaparecer, volvían una y otra vez. Sonia aguando los dos minutos largos que duró con su boca pegada a mi sexo. Moviendo la lengua al ritmo de mis espasmos y calmando con su magistral arte todo mi fuego interior.

En cuanto me recuperé, me propuse hacerle a ella la mejor comida de coño de la historia, pero primero la bese profundamente. Fue extraño notar el fuerte sabor a mi sexo que había dentro de su boca, pero me gusto.

Yo pasé de lindezas cuando ataqué su sexo. Pues Sonia ya estaba suficientemente mojada para aquel entonces. Decidí violar con mi lengua aquel coño. Intentando meter la máxima longitud de lengua posible. Ella elevó su pelvis, y yo agarré sus caderas para intentar darle el mejor sexo oral de su vida. Se agarró los tobillos para abrir más su coño, y yo me deshice por un segundo de mi obsesión, porque se me había ocurrido algo mejor. Tan cerca como tenía su culito, le procuré un feroz y profundo beso negro. Y mi lengua se hundía cada vez un milímetro más en su esfínter. Cuando estuvo bien lleno de saliva, volví a su coño, mientras introducía un dedo el culito de mi amiga.

-Me vas a matar- decía ella entre jadeos.
Yo seguí comiéndome aquellos labios y aquel clítoris, taladrando su culito, mientras empecé a notar que cada vez había más calor y más flujos en aquella vagina. En verdad estaba lubricando un montón. Yo trataba de tragar todo aquel exceso. Tan sólo separé mis labios un segundo, para decirle: -Vamos, córrete en mi boca-.

Acto seguido noté sus contracciones en mi lengua y en el dedo que alojaba en su esfínter. Me sentí deliciosamente corrompida con la sensación de que ella se estaba corriendo directamente en mi boca. Me quedé pegada a ella hasta que su corazón volvió a relajarse y dormimos abrazadas en el sofá tras caer rendidas.

Fue nuestra primera experiencia y me encantó. No he vuelto a tener más encuentros con mujeres, pero todavía sigo masturbándome con el recuerdo de aquella noche.

Estrella errante