martes, 16 de diciembre de 2014

el cura

Hacía tiempo que sospechaba que mi marido tenía una amante. Seguramente la nueva secretaría, una chica joven con ganas de trepar. Terminé dándome cuenta el día que ví el extracto de su visa y había un cargo por parte de una joyería, pensé que sería mi regalo de cumpleaños pues estaba cercana la fecha. Pero llegó mi cumpleaños y mi regalo fue un cd y un libro. Nada de joyas ni nada por el estilo. Desde ese día, sus camisas olían a otro perfume, y llegaba tarde alegando trabajo. ¿Trabajo?, ¿con esta crisis?. Infeliz de mí, ¿Qué más necesitaba para darme cuenta?.

No dejes a tu novio solo en casa

Eran las 3 de la madrugada, y tras haber visto una película solo en casa, estaba aburrido y sin sueño. Mi novia estaba de cena y marcha con las amigas, así que aprovechando que llegaría tarde a casa, me fui al ordenador y me empecé a ver vídeos porno.

Me conecté a un chat erótico de ciber-sexo bajo el pseudónimo “chicomorbo”. Nadie me escribía, así que cambié de sala y me conecté a una de mi comunidad autónoma. Los mensajes del chat general eran casi todos de hombres que buscan chicas para tener relaciones sexuales.

Me follé al mejor amigo de mi novio

Al principio de salir con mi novio Luis empecé a oírle hablar de su amigo Nacho. En los primeros meses de relación no le di mucha importancia y me imaginé que el respeto y admiración con el que le trataba debía ser por un lado al aprecio que le tenía, y por otro a la añoranza de estar ahora más conmigo que con él.
 
Casualidades de la vida, no le conocí en persona hasta pasado un tiempo, en el cumpleaños de otro amigo de mi novio. Nos dimos dos besos, y me dijo que ya tenía ganas de conocerme tras todo lo que le había contado Luis de mí. “¿Qué te ha contado?”, le dije enarcando una ceja, a lo que respondió con bromas.

María es adicta a mi semen (1 a 3)

“Luego comenzó a sacarla lentamente de su boca, mirándome a los ojos con pura lascivia, se dejó dentro tan solo el capullo y empezó a succionar y lamerlo con su lengua.”
Me encontré con María en el autobús de vuelta a casa. Yo venía de mirar unos libros en la librería y cuando subí al autobús me senté en uno de los asientos del medio. Al cabo de un rato subió ella y cuando pasó a mi lado nos miramos y enseguida nos reconocimos.

Una noche de fiesta

Es viernes por la tarde y estoy tirado en el sofá medio adormilado. Ha sido una semana difícil y no tengo ganas de hacer nada. En cambio, mi novia parece acumular toda la vitalidad que a mí me falta. Esta noche cena con los compañeros de trabajo y lleva más de una hora en el baño preparándose. Cuando por fin termina el resultado es espectacular. Está radiante como siempre, con unos vaqueritos ajustados y un top rojo que marca todas sus curvas, tanto su cinturita como sus dos firmes pechos sobre los que se lee LOVE en letras plateadas.

Infidelidad con nenita

La relación con mi novia Sara estaba en un momento seco tras descubrir su infidelidad con mi mejor amigo. Ninguno de los dos había hablado sobre el tema, pero el tanga empapado que me encontré en el suelo en una visita de mi amigo era una prueba irrefutable. Ella sabía que yo tenía conocimiento sobre lo que había pasado, pero ninguno de los dos comentaba el tema.

Marta y el fontanero

La crisis económica no me ha sentado nada bien, antes trabajaba en la construcción y ganaba un buen sueldo con el que podía mantener a mi familia e incluso permitirnos algunos caprichos y regalos. Ahora ya no encuentro trabajo y me dedico a hacer chapuzas a domicilio para poder ir tirando, albañil, pintor, fontanero, lo que salga con tal de ganar algo de dinero.

sexo duro con su exfollamigo

Sara, cansada, salió del trabajo pensando en sus cosas desconcentrada, repentinamente, por el sonido de un claxon. Instintivamente se giró y vio como le hacían señas desde el vehículo. Recelosa, se acercó, y para sorpresa suya comprobó que se trataba de Eze, un “amigo especial” que había tenido hacía unos años.

Marta haciendo deporte

Me levanté temprano como cada sábado para salir a correr un rato. Trabajo como programador y me paso sentado 8 horas detrás de un ordenador, pero no voy a permitir que un trabajo tan sedentario me vuelva fofo y débil. Tampoco soy ningún musculitos, pero intento mantenerme en forma.

Ese día amaneció despejado y con una suave brisa, así que decidí cambiar un poco mi ruta de entrenamiento que habitualmente solía hacerla por ciudad. Me puse un pantalón de deporte, una camiseta, mis zapatillas de running y me fui a correr por un sendero que rodeaba y a tramos se internaba en un bosquecillo que había a las afueras de la ciudad.

Marta en los grandes almacenes

Hace un par de semanas por cuestiones de trabajo volví a mudarme de nuevo a Córdoba, donde había vivido hace unos cuatro años y donde conocí a Marta que había sido mi compañera por aquel entonces. Aunque habíamos roto, seguíamos manteniendo cierto contacto, las típicas felicitaciones de cumpleaños y en año nuevo, pero poco más.

Marta en la reunión de negocios (I y II)

Esa tarde teníamos una reunión de negocios donde estaba en juego la posibilidad de obtener un contrato muy importante con un cliente potencial de Alicante. Estaba de paso un par de días por Córdoba atendiendo otros asuntos y había accedido a recibirnos en su hotel. Mi secretaria Marta y yo llevábamos toda la semana preparando los informes y habíamos quedado en encontrarnos con él en su hotel para exponerle nuestra oferta económica y los estudios preliminares que habíamos realizado.

Había llamado por teléfono a Marta para recogerla en su casa e ir juntos al hotel. Al parar el coche la vi salir de su edificio y comprobé que se había vestido muy elegante, pero también iba muy sexy, casi diría que provocativa. Minifalda negra que dejaban ver sus muslos prietos y esas piernazas tan largas, zapatos de tacón alto, una blusa blanca muy escotada por el que asomaba el canalillo entre sus pechos y un traje-chaqueta a juego con la falda.

Llegamos al hotel justo a la hora convenida y le encontramos esperándonos en el hall. Tras las presentaciones de rigor, Sebastián nos pidió que nos tuteáramos y nos invitó a subir a la suite donde se alojaba, porque estaríamos más cómodos para discutir sobre negocios. Tomó a Marta del brazo y nos dirigimos a la séptima planta en el ascensor. Me fijé que durante todo el camino no le quitaba ojo de encima, se servía de cualquier espejo para fijarse en sus curvas y cuando ella no miraba aprovechaba para catar sus prominentes pechos o reseguir sus piernas con ojos lujuriosos.

La suite tenía un despacho separado del dormitorio por una gran puerta corredera, había una mesa con cuatro sillas y un sofá de tres plazas delante de la tele. Nos sentamos a la mesa y empezamos a charlar sobre el tema que nos ocupaba. Parecía bastante interesado y como la reunión se alargaba más de lo previsto se levantó y llamó al servicio de habitaciones para pedir un pequeño piscolabis. Subieron un par de botellas de vino, algunos aperitivos y entremeses. Continuamos en tono más distendido, y más alegre a medida que fuimos acabando con las botellas. Al rato Marta se quitó la chaqueta y la dejó colgada en el respaldo de su sillón. Nosotros seguimos su ejemplo y dejamos también las chaquetas y las corbatas.

Pronto la reunión quedó en segundo plano, abrimos el minibar para tomar unas bebidas largas y pasamos al sofá, Marta se sentó en medio y nosotros dos a los extremos. Sebastián empezó a susurrarle cosas al oído y ella empezó a reír. Le cogió una mano, la besó y la colocó en su entrepierna. Marta empezó a frotar suavemente mientras se inclinaba sobre él para besarle en la boca. Después puso la otra mano sobre mi pantalón y también empezó a tocarme, se volvió y me besó a mi también.

Siempre había tenido fantasías sexuales con Marta, porque francamente es una chica guapísima y está muy buena, pero siendo mi secretaria siempre me había cohibido. Pero ahora estábamos achispados por el alcohol y me dejaba llevar. Puse mi mano sobre su rodilla y empecé a acariciar su muslo subiendo poco a poco. Sebastián ya me había tomado la delantera, había colado su mano por debajo de la falda y seguro que estaba sobando su braguita con los dedos. Yo ya estaba empalmado y Marta seguía frotándonos a ambos a la vez mientras iba besándonos alternativamente, en un momento nos bajó la cremallera a los dos al mismo tiempo y sacó nuestras pollas erectas para seguir masajeándolas cada una con una mano.

Sebastián se levantó del sofá y tiró de Marta para ponerla de pie frente a él. Le fue desabrochando la blusa botón a botón y se la quitó por la espalda. Llevaba un sujetador blanco con encajes en las copas que al principio creí que era un pushup, pero cuando él se lo quitó vi que sus tetas permanecían levantadas tal cual estaban antes. Le quitó el broche y la cremallera de la falda que cayó a sus pies y quedó allí de pie únicamente vestida con unas bragas blancas a juego con el sujetador que ya no llevaba puesto.

Yo seguía sentado en el sofá con la verga tiesa como un mástil mirando el espectáculo. Sebastián la giró y la puso mirando hacia mi, mientras el quedaba detrás. La agarró por el pelo y la inclinó hacia adelante hasta poner su boca sobre mi polla y siguió empujándola hacia abajo hasta que la tragó entera, acompañó el movimiento unas cuantas veces pero luego Marta siguió mamándomela por si misma.

Él le soltó la cabeza, le agarró las bragas, se las bajó hasta las rodillas, la sujetó por las caderas y la ensartó desde atrás de una sola embestida, que sería la primera de muchas. Al empujarla tan fuertemente mi polla le llegaba hasta lo más profundo de su garganta, pero Marta no parecía preocupada, más bien disfrutando de la degustación, yo estaba tan excitado que puse mis manso sobre su cabeza para acompañar el movimiento de vaivén y sujetarla para mantener mi pene dentro de su boca todo el rato.

Mientras él desde atrás la estaba follando muy duro, se la metía bien fuerte hasta el fondo, de vez en cuando la sacaba y le azotaba las nalgas con la palma de sus manos, para a continuación volver a follarla de nuevo. Después de hacer esto varias veces se desnudó completamente, sujetó los brazos de Marta tras la espalda y los ató con su propio cinturón. La levantó y la llevó hacia el dormitorio, se le veía el culo rojo por los azotes pero ella le iba besando por el camino, parecía encantada de colaborar.

Me desnudé yo también y fui al dormitorio. La encontré tumbada bocarriba en la cama con los brazos aun atados debajo de su espalda y a Sebastián arrodillado sujetándole las piernas abiertas y lamiéndole el coño. Me acerqué a ellos y empecé a masturbarme mirando como ella se contorsionaba de placer, gemía y arqueaba la espalda mientras le practicaban sexo oral.

Sebastián se levantó y fue subiendo por la cama hasta que su polla estuvo a la altura de la boca de Marta que enseguida la engulló y empezó a chuparla con fruición. Aproveché ese momento para avanzar, colocar mi polla en su abertura vaginal, sujetando sus piernas abiertas y empezar a penetrarla, con cierta precaución al principio, despacio, pero viendo lo bien que la recibía y lo húmeda que estaba en su interior fui aumentando tanto la profundidad como el ritmo.

Además él la estaba agarrando por la cabeza y follaba su boca vigorosamente, se me empezó a contagiar el ritmo y la cadencia. Al final yo también estaba clavándola con fuerza, con mucha más potencia de lo que suele ser habitual en mis relaciones, pero estaba muy caliente y húmeda y prácticamente la ensartaba hasta el fondo sin esfuerzo.

Con toda la excitación acumulándose estábamos a punto de estallar. Sebastián fue el primero, la sacó de su boca y se corrió en su cara, impactándole varios chorros de semen espeso que rodaron por su piel, alguno de ellos fue a su boca y Marta los saboreó muy a gusto, deleitándose en ellos. Yo seguía perforando fuertemente y cuando Sebastián le pellizcó los pezones y los retorció con fuerza Marta se corrió. Lo noté perfectamente, su humedad aumentó y los espasmos vaginales me avisaron que ella ya había llegado al clímax.

Yo también estaba a punto y ya no podía aguantar más rato, saqué mi polla de su interior, momento en el que se derramó todo ese flujo vaginal sobre las sábanas. Me agarré la verga y la sacudí unas cuantas veces hasta correrme encima de ella. El primer chorro de semen fue increíble, abundante, caliente y espeso, aterrizó justo entre sus pechos y con el resto fui dejándola regada por todo el vientre con gotas de mi leche.

Nunca tuve fantasías de hacer un trío, no lo había hecho antes y posiblemente no lo haga más, pero reconozco que fue muy excitante. Era ya muy tarde en la madrugada, pero Marta me dijo que se quedaba un rato más y que luego pediría un taxi para ir a casa. Yo fui al sofá donde aún estaba mi ropa, me vestí y antes de salir miré al dormitorio y lo último que vi fue a Sebastián desatando los brazos de la espalda de Marta y atándola a los barrotes del cabecero de la cama. Al día siguiente recibí un mail de Sebastián que estaba ya camino de Alicante comentando su interés en nuestro proyecto, pero diciendo que le gustaría discutir algunos detalles sobre el mismo y que sería suficiente con que enviara a mi secretaria para que fuera a visitarle al cabo de un par de semanas y que él correría con todos los gastos. Enseñe el mail a Marta y me dijo con una sonrisa en los labios que estaría encantada de asistir.



Esa tarde teníamos una reunión de negocios donde estaba en juego la posibilidad de obtener un contrato muy importante con un cliente potencial de Alicante. Estaba de paso un par de días por Córdoba atendiendo otros asuntos y había accedido a recibirnos en su hotel. Mi secretaria Marta y yo llevábamos toda la semana preparando los informes y habíamos quedado en encontrarnos con él en su hotel para exponerle nuestra oferta económica y los estudios preliminares que habíamos realizado.

Había llamado por teléfono a Marta para recogerla en su casa e ir juntos al hotel. Al parar el coche la vi salir de su edificio y comprobé que se había vestido muy elegante, pero también iba muy sexy, casi diría que provocativa. Minifalda negra que dejaban ver sus muslos prietos y esas piernazas tan largas, zapatos de tacón alto, una blusa blanca muy escotada por el que asomaba el canalillo entre sus pechos y un traje-chaqueta a juego con la falda.

Llegamos al hotel justo a la hora convenida y le encontramos esperándonos en el hall. Tras las presentaciones de rigor, Sebastián nos pidió que nos tuteáramos y nos invitó a subir a la suite donde se alojaba, porque estaríamos más cómodos para discutir sobre negocios. Tomó a Marta del brazo y nos dirigimos a la séptima planta en el ascensor. Me fijé que durante todo el camino no le quitaba ojo de encima, se servía de cualquier espejo para fijarse en sus curvas y cuando ella no miraba aprovechaba para catar sus prominentes pechos o reseguir sus piernas con ojos lujuriosos.

La suite tenía un despacho separado del dormitorio por una gran puerta corredera, había una mesa con cuatro sillas y un sofá de tres plazas delante de la tele. Nos sentamos a la mesa y empezamos a charlar sobre el tema que nos ocupaba. Parecía bastante interesado y como la reunión se alargaba más de lo previsto se levantó y llamó al servicio de habitaciones para pedir un pequeño piscolabis. Subieron un par de botellas de vino, algunos aperitivos y entremeses. Continuamos en tono más distendido, y más alegre a medida que fuimos acabando con las botellas. Al rato Marta se quitó la chaqueta y la dejó colgada en el respaldo de su sillón. Nosotros seguimos su ejemplo y dejamos también las chaquetas y las corbatas.

Pronto la reunión quedó en segundo plano, abrimos el minibar para tomar unas bebidas largas y pasamos al sofá, Marta se sentó en medio y nosotros dos a los extremos. Sebastián empezó a susurrarle cosas al oído y ella empezó a reír. Le cogió una mano, la besó y la colocó en su entrepierna. Marta empezó a frotar suavemente mientras se inclinaba sobre él para besarle en la boca. Después puso la otra mano sobre mi pantalón y también empezó a tocarme, se volvió y me besó a mi también.

Siempre había tenido fantasías sexuales con Marta, porque francamente es una chica guapísima y está muy buena, pero siendo mi secretaria siempre me había cohibido. Pero ahora estábamos achispados por el alcohol y me dejaba llevar. Puse mi mano sobre su rodilla y empecé a acariciar su muslo subiendo poco a poco. Sebastián ya me había tomado la delantera, había colado su mano por debajo de la falda y seguro que estaba sobando su braguita con los dedos. Yo ya estaba empalmado y Marta seguía frotándonos a ambos a la vez mientras iba besándonos alternativamente, en un momento nos bajó la cremallera a los dos al mismo tiempo y sacó nuestras pollas erectas para seguir masajeándolas cada una con una mano.

Sebastián se levantó del sofá y tiró de Marta para ponerla de pie frente a él. Le fue desabrochando la blusa botón a botón y se la quitó por la espalda. Llevaba un sujetador blanco con encajes en las copas que al principio creí que era un pushup, pero cuando él se lo quitó vi que sus tetas permanecían levantadas tal cual estaban antes. Le quitó el broche y la cremallera de la falda que cayó a sus pies y quedó allí de pie únicamente vestida con unas bragas blancas a juego con el sujetador que ya no llevaba puesto.

Yo seguía sentado en el sofá con la verga tiesa como un mástil mirando el espectáculo. Sebastián la giró y la puso mirando hacia mi, mientras el quedaba detrás. La agarró por el pelo y la inclinó hacia adelante hasta poner su boca sobre mi polla y siguió empujándola hacia abajo hasta que la tragó entera, acompañó el movimiento unas cuantas veces pero luego Marta siguió mamándomela por si misma.

Él le soltó la cabeza, le agarró las bragas, se las bajó hasta las rodillas, la sujetó por las caderas y la ensartó desde atrás de una sola embestida, que sería la primera de muchas. Al empujarla tan fuertemente mi polla le llegaba hasta lo más profundo de su garganta, pero Marta no parecía preocupada, más bien disfrutando de la degustación, yo estaba tan excitado que puse mis manso sobre su cabeza para acompañar el movimiento de vaivén y sujetarla para mantener mi pene dentro de su boca todo el rato.

Mientras él desde atrás la estaba follando muy duro, se la metía bien fuerte hasta el fondo, de vez en cuando la sacaba y le azotaba las nalgas con la palma de sus manos, para a continuación volver a follarla de nuevo. Después de hacer esto varias veces se desnudó completamente, sujetó los brazos de Marta tras la espalda y los ató con su propio cinturón. La levantó y la llevó hacia el dormitorio, se le veía el culo rojo por los azotes pero ella le iba besando por el camino, parecía encantada de colaborar.

Me desnudé yo también y fui al dormitorio. La encontré tumbada bocarriba en la cama con los brazos aun atados debajo de su espalda y a Sebastián arrodillado sujetándole las piernas abiertas y lamiéndole el coño. Me acerqué a ellos y empecé a masturbarme mirando como ella se contorsionaba de placer, gemía y arqueaba la espalda mientras le practicaban sexo oral.

Sebastián se levantó y fue subiendo por la cama hasta que su polla estuvo a la altura de la boca de Marta que enseguida la engulló y empezó a chuparla con fruición. Aproveché ese momento para avanzar, colocar mi polla en su abertura vaginal, sujetando sus piernas abiertas y empezar a penetrarla, con cierta precaución al principio, despacio, pero viendo lo bien que la recibía y lo húmeda que estaba en su interior fui aumentando tanto la profundidad como el ritmo.

Además él la estaba agarrando por la cabeza y follaba su boca vigorosamente, se me empezó a contagiar el ritmo y la cadencia. Al final yo también estaba clavándola con fuerza, con mucha más potencia de lo que suele ser habitual en mis relaciones, pero estaba muy caliente y húmeda y prácticamente la ensartaba hasta el fondo sin esfuerzo.

Con toda la excitación acumulándose estábamos a punto de estallar. Sebastián fue el primero, la sacó de su boca y se corrió en su cara, impactándole varios chorros de semen espeso que rodaron por su piel, alguno de ellos fue a su boca y Marta los saboreó muy a gusto, deleitándose en ellos. Yo seguía perforando fuertemente y cuando Sebastián le pellizcó los pezones y los retorció con fuerza Marta se corrió. Lo noté perfectamente, su humedad aumentó y los espasmos vaginales me avisaron que ella ya había llegado al clímax.

Yo también estaba a punto y ya no podía aguantar más rato, saqué mi polla de su interior, momento en el que se derramó todo ese flujo vaginal sobre las sábanas. Me agarré la verga y la sacudí unas cuantas veces hasta correrme encima de ella. El primer chorro de semen fue increíble, abundante, caliente y espeso, aterrizó justo entre sus pechos y con el resto fui dejándola regada por todo el vientre con gotas de mi leche.

Nunca tuve fantasías de hacer un trío, no lo había hecho antes y posiblemente no lo haga más, pero reconozco que fue muy excitante. Era ya muy tarde en la madrugada, pero Marta me dijo que se quedaba un rato más y que luego pediría un taxi para ir a casa. Yo fui al sofá donde aún estaba mi ropa, me vestí y antes de salir miré al dormitorio y lo último que vi fue a Sebastián desatando los brazos de la espalda de Marta y atándola a los barrotes del cabecero de la cama. Al día siguiente recibí un mail de Sebastián que estaba ya camino de Alicante comentando su interés en nuestro proyecto, pero diciendo que le gustaría discutir algunos detalles sobre el mismo y que sería suficiente con que enviara a mi secretaria para que fuera a visitarle al cabo de un par de semanas y que él correría con todos los gastos. Enseñe el mail a Marta y me dijo con una sonrisa en los labios que estaría encantada de asistir.

el ascensor

Todos los matrimonios tienen un secreto, un episodio en la relación que subyace para siempre entre ambos y que, en la medida de lo posible, es bueno mantener soterrado. El nuestro tuvo lugar una noche de sábado de primavera, hace ahora diez años. Por aquel entonces Marcos, mi marido, y yo llevábamos apenas unos meses casados. Vivíamos en un piso alquilado a la espera de que mejorara nuestro panorama económico y nos pudiéramos comprar algo propio. Volvíamos de pasar una noche de fiesta con unos amigos. Habíamos bailado y  bebido mucho. 

el sobrino y su tía buena

Ángel había encontrado trabajo aquel verano en la misma ciudad en la que residía su tía segunda Sara. Puesto que su timidez le impidió pedirlo por sí mismo, fue su propia madre quién comentó el caso con  Sara, la cual no puso ninguna objeción: “Para eso está la familia”, arguyó.

Sara y su novio Luis vivían juntos en un apartamento de dos habitaciones. Ángel cogió con ganas su nuevo trabajo, y se habituó a vivir con la pareja. Pese a que su cuarto no era lo mejor del mundo, era gratis, y no le importaba convivir con trastos de su tía.

Pasaba gran parte del tiempo que no estaba trabajando en aquel oscuro cuarto. Su timidez le dificultó hacer amigos, y pasaba mucho tiempo con su portátil; jugando a juegos online o navegando por Internet.

Tanto Sara como Luis le animaban a que conociera gente, y le invitaban a que saliera con ellos a cenar, o con más amigos. Nada de esto hizo que Ángel extendiera las alas y se forjara su propio grupo de amigos.

Aquella marginación derivó en que Sara se sintiera observada por Ángel. Eran más sus miradas furtivas y evitar hablar con ella mirándole a los ojos lo que le hizo darse cuenta. Si bien el jovencito estaba en edad de trabajar, aquella vergüenza  era síntoma inequívoco que se sentía atraído por ella.

Siendo su principal contacto con el sexo femenino, en parte era normal. Sara tenía 30 años, y tenía un rostro angelical muy agraciado así como un cuerpo delgado y esbelto, más cercano visualmente al de su sobrino. Escapaba del concepto de “tía” achacada por los años, y se acercaba más bien al de “prima buenorra”.

En una de tantas invitaciones que le hacían para salir, Ángel les sorprendió aceptando ir a la playa con la pareja. Para sorpresa de estos, el chico quería probar su nueva cámara de fotos sumergible.

La pareja se fue al agua, y tras varios ruegos, Ángel se les unió.

-          A ver, vamos a probar tu cámara. – Dijo Sara. – A la de tres nos sumergimos a la vez y nos hacemos una foto. Una, dos, y ¡tres!

Sara y Ángel se sumergieron, pero al emerger, sólo salía él en la foto.

-          Tenemos que sincronizarnos – pasó su brazo por encima del hombro de su sobrino. – Venga, tú también cógeme.

Esta vez, en la foto salían los dos. Ángel estaba anonadado contemplando a Sara en la foto, con su bikini azul marino en contraste con su piel blanquecina.

-          Ahora una viniendo.

En la siguiente foto se veía a Sara buceando hacia el objetivo. Sus pechos colgaban hacia los lados de una forma muy sexy.

Estuvieron un rato jugando en el agua, y salieron a secarse.

-          Oye Ángel, ¿por qué no haces unas fotos royo modelo a Sara? Seguro que le gusta.

-          Yo… no sé…

-          Tú sólo dale al botón, ella se encarga del resto.

Sara se puso de pies, y se agarró el pelo de forma sexy. Ángel se humedeció los labios y no paró de hacer fotos.

Ella se puso de espaldas y se giró sonriente para otra foto. Luego se puso de frente, colocando una mano en la cadera.

Tras hacer aquella foto, Ángel pudo apreciar que en el bikini de Sara se marcaban dos bolitas. La chica, por el cambio de temperatura debía de tener los pezones de punta.

-          ¿Por qué no vamos a esas rocas?

Ángel asintió sonriente y tragó saliva. Tenía la boca seca como la arena más tórrida de aquella playa.

Primero le hizo una foto sentada normal sobre unas piedras. Después Sara, para sorpresa de él estiró un poco de una tira de su bikini juntando sus pechos. Ella le sonreía picarona disfrutando de aquel juego.

Ella se colocó con el culo en pompa sobre la piedra, y aquello fue demasiado para Ángel.

-          Cre… Creo que me iré al agua, que tengo mucho calor.

Dejando plantada a su tía, se fue a toda velocidad al agua para ocultar su incipiente erección.

Sara, ni corta ni perezosa le siguió.

-          Buena idea, aquí también puedo posar.

Se colocó de rodillas sobre aquella orilla poco profunda, y su sobrino le hizo más fotos.

Al acercarse para ver las fotos, Sara notó algo sobre la pierna. A través de sus gafas de sol pudo mirar sin tapujos hacia su sobrino y notar que estaba totalmente empalmado. ¡Le había rozado con el pene! Pensando que aquello había ido demasiado lejos, se fue a la toalla con la excusa de que quería tomar un poco el sol.

Como ella predijo, Ángel tardó un poco en salir del agua.

Ninguno de los tres comentó nada de las fotos aquel día.

Una tarde que Sara llegó a su casa de trabajar, tras decir un “hola” y no obtener respuesta, se fue al cuarto de Ángel. Le resultaba muy extraño que él no estuviera presente. Tampoco estaba en el cuarto, pero algo le sorprendió. En la pantalla de su portátil podía apreciarse algo oscuro. Se acercó, y se trataba de una foto. Intrigada, cambió el zoom y se sobresaltó al descubrir que se trataba de una foto suya. El zoom estaba centrado en sus pechos, y era una foto de las que tomó Ángel el otro día que fueron a la playa.

Sonó la cisterna del baño, y Sara salió del cuarto deprisa. Ángel se sobresaltó al verla, y le dijo que no la esperaba tan pronto. El chico estaba sonrojado. ¿Qué habría estado haciendo?

Era el segundo mes de convivencia, y aquel viernes de verano Sara quedó con unas amigas a la salida del trabajo para tomarse unos Gin Tonics.

Recibió un mensaje de su novio Luis, diciéndole que él también había quedado con unos amigos y que igual no iba a cenar a casa. Para desgracia suya, sus amigas tenían planes, y no se animaron a hacer nada más tras aquella tarde de copas. ¡Y eso que iba vestida pensando en salir aquella noche! Llevaba puesto un vestidito rojo veraniego, con tirantes, que le quedaba fenomenal en su delgada figura. “Qué pena, con lo guapa que iba”, pensó.

Una amiga la llevó hasta casa, y achispada por los efectos de la bebida bajo aquel sol abrasador, a Sara le costó un poco introducir la llave en la cerradura para entrar.

Una vez dentro,  Ángel le respondió con su habitual “hola”, sin salir si quiera de su cuarto para saludarla. Dejó el bolso, y entró en aquella pequeña habitación. Su sobrino estaba pegado a la pantalla del ordenador, ventana cerrada y cuarto a oscuras, jugando al famoso juego League of Legends sin camiseta.

-          ¿No tienes calor?

-          Por eso me he quitado la camiseta.

-          Ya… ¿y no te agobias con todo tan cerrado?

-          ¡Mierda! Eh… perdona, no era por ti, era por el juego. ¿Agobiarme? No, así no tengo reflejos en la pantalla.

-          ¿Qué planes tienes para hoy?

-          Pues los estás viendo.

-          ¿No vas a salir con nadie ni nada? – El chico no contestó. – ¡Ángel!

-          Ah sí, perdona. ¿Qué decías?

-          ¿Por qué no jugamos a algo? Luis no vendrá hasta tarde y yo no tengo ningún plan. – Sara, inconscientemente, pasó su brazo por los hombros del chico. Este se sobresaltó y la miró directamente a la cara – Avísame cuando termines la partida.

Treinta minutos de espera impacientaron a Sara. Acordándose de aquel día de playa y la reacción de su sobrino, decidió jugar un poco con él y ver qué era capaz de hacer. Se quitó el sujetador, sin desembarazarse del vestido, se dirigió hacia el cuarto contiguo.

Abrazó a Ángel por detrás, y este se sobresaltó.

-          Uy, perdona, se me ha ido el tiempo al cielo – se excusó él.

-          ¿Tú quién eres, éste? – dijo inclinándose y señalando un monigote que aparecía por pantalla.

-          Sí, este es mi campeón.

Al decirlo, miró a su tía y cayó en la trampa. En la postura inclinada en la que estaba, la parte superior de su vestido se holgaba y permitía ver su canalillo. Canalillo que en este caso no estaba sujeto por un sujetador, sino en el que dos preciosos pechos propios de una adolescente se mantenían firmes.

Rápidamente él volvió a mirarle a la cara, y ella le sonrió.

-          Bueno, tú sigue jugando. Chao.

El chico se quedó con la palabra en la boca.

Al acabar aquella partida, Ángel se levantó para ir a por algo de beber del frigorífico. En el pasillo, se tropezó con algo. Lo recogió, y se percató que era el vestidito rojo de Sara. Extrañado, oyó un ruido continuo, y se dirigió hacia el baño.

El chico se acercó tímidamente. A medida que sus pasos le acercaban al baño, el sonido del agua corriendo en la ducha era inequívoco.

Con el corazón a mil revoluciones por minuto, se asomó por la rendija de la puerta entreabierta. Al principio no vio nada, pero luego, al mirar desde el ángulo apropiado, se percató de que la cortina de la ducha estaba echada hacia un lado.

Inconscientemente empujó un poco la puerta para agrandar la abertura y poder ver mejor. Primero vio el agua caer, y después un cuerpo mojado. Sara estaba de espaldas, cara a la pared de la ducha, y no podía verle. Su pálido cuerpo estaba empapado y en esos momentos se estaba aplicando gel de baño.

Ángel estaba tan absorto que se olvidó de sus perjuicios, del miedo y de los propios perjuicios que le acechaban.

Las nalgas de su tía, lucían perfectas y alzadas a sus treinta años. Unas piernas largas y lisas se estiraban y brillaban por el jabón que se derramaba.

De repente, y sin moverse del sitio, Sara empezó a dar saltitos haciendo que sus nalgas botaran. La chica se giró y le miró sonriente.

Aún con la boca abierta, trago saliva como pudo y Ángel se quedó bloqueado sin poder reaccionar.

Volvió a menear su culo, esta vez de lado a lado sin dejar de mirar a su sobrino a los ojos.

Entre sus piernas Ángel podía ver cómo de aquellos pequeños labios vaginales se derramaba una catarata de agua.

Ella se apoyó contra la pared de un lateral y pasó su mano de su turgente pecho hasta la entrepierna. Se acarició la pierna de arriba abajo.

Sara se giró apoyándose de espaldas en la pared de la ducha. Una de sus manos se posó en su teta derecha y la otra entre las piernas. Ángel pensó que aquello era digno de las mejores pelis porno. Se restregó la mano por sus pechitos húmedos en los que brillaban unos pequeños pezones rosados. Los juntó, y entreabrió su boca en un rictus de excitación.

Sara le levantó las cejas, y él lo entendió como un gesto para que se desnudara. Lo hizo a toda prisa, y cuando volvió a mirar, su tía estaba totalmente enjabonada.

-          ¿Por qué no me ayudas a quitarme el jabón? – dijo con voz sexy sonriéndole y haciendo morritos.

Él sonrió como un cabestro, y se acercó a la ducha. En aquel momento Ángel se olvidó que aquella era su tía, y que él estaba totalmente empalmado. Se metió en la ducha y cogió la alcachofa de la mano de Sara.

Ella sacó pecho mientras que él deslizaba lentamente aquel aplique sobre sus tetitas, retirando todo el jabón y la espuma.

-          ¿Te gustan? – dijo la treintañera mirando sus tetas.

-          Sí… Me encantan.

Sara sonrió, y con total dominio de la situación le dio la espalda y apoyó su culito sobre el pene erecto de Ángel.

-          Puedes tocarlas si quieres…

La mano del chico se lanzó como un misil y atrapó uno de aquellos senos sin dejar de echarle agua en el otro. Lo apretó, y presa de la excitación empezó a besarle el cuello.

-          ¿Te gusta esto? – dijo mientras le agarraba el pene y lo masturbaba lentamente.

-          Mmmmm, me encanta.

Sara le quitó la alcachofa de las manos y la colocó en su sitio, parando el flujo de agua. Ángel siguió besándole el cuello y le apretó las tetas con las dos manos. La chica gemía y finalmente lanzó sus labios ferozmente hacia los de su sobrino. Éste reaccionó con igual pasión y la besó con mucha lujuria mientras ella apretaba su precioso culito contra su polla.

La mano de Ángel acarició el cuerpo de su tía lentamente hasta llegar a sus piernas. Subió un poco y colocó la mano entre ambas. El joven podía notar aquella zona al rojo vivo. Empezó a acariciarle suavemente el coño con los dedos mientras le chupaba un pecho. Lamía su pezón y lo engullía con la boca.

-          Mmmmm, Ángel, cómo me gusta…

-          Y a mí también.

-          ¿Quieres que te la coma?

-          No sé…

-          ¿Qué no sabes? ¡Claro que no! ¡Haré lo que quiera chavalín!

Sara se giró hacia él y tras besarle, descendió lentamente rozando con sus pechos el pene erecto del chico al bajar. En cuclillas en el suelo, agarró la polla y le miró a la cara.

-          Tienes una buena polla. ¿Se la han comido muchas chicas?

-          No… sólo mi ex.

-          ¿Sí? Pues quiero que me digas quién lo hace mejor – le dijo sonriéndole con malicia.

Agarrando el aparato por la base, lo lamió de abajo arriba entreteniéndose en la punta.

Sara se metió la polla de su sobrino en la boca y comenzó su felación con lentos, pero profundos, movimientos de cabeza.

Ángel ni pestañeaba. El cuerpo mojado de su tía brillaba mientras ella le chupaba la polla cada vez más rápido. Sus gemidos aumentaban. Ella paraba de vez en cuando para dar lametones.

La chica se arrodilló, y sujetando aquel falo, le chupó los testículos. Siguió chupándosela más abajo acariciándole el espacio entre los testículos y el culo.

En un momento dado Ángel se apartó de golpe.

-          Ufff, casi me corro.

-          ¿Y por qué no lo has hecho?

-          Por si acaso no te gustaba…

-          ¿A tu ex no le gustaba?

-          No…

-          Jajajaja. Pues a mí sí. Cuando acabe contigo, si aguantas, te dejaré correrte en mi cara. – El chico tragó saliva- Bueno ¿quién lo hace mejor?

-          Tú Sara, ufff, ha sido increíble.

-          Pues espérate… Siéntate ahí.

Ángel obedeció y se sentó como pudo en el reducido espacio de la ducha. Su tía se acercó, y le puso sus hermosos pechos en la cara. Él los agarró con las manos y los succionó como si estuviera hambriento.

Ella se levantó, pasó un pie a cada lado de él y descendió lentamente. Ángel agarró su pene por la base, y lo hizo rozar contra el coñito de ella. Notó su humedad y sobre todo lo caliente que estaba.

Sara se dejó caer, metiéndose poco a poco aquel falo entero en su coño.

-          Ohhhhhh – gimió él.

-          Sobrinito, te voy a follar como seguro que nunca te lo ha hecho tu ex. Aguanta, y te dejaré que te corras en mi cara.

La chica cortó cualquier tipo de respuesta tapándole la cara con sus tetas. Agarrándose a un asa de la ducha empezó a saltar encima de él. Sara gemía mientras le cabalgaba, y él ahogaba sus resuellos al tener la boca ocupada con sus tetas.

Apartando un poco la cara, Ángel pudo ver en un espejo del baño la escena que se estaba desarrollando. El culo perfecto de su tía, pequeño y redondito, botaba y se ondulaba con cada salto de ella.

-          Ummmm, síiiiii, qué gusto – gritó ella.

Cabalgaba cada vez más rápido y sus tetitas se movían desafiando la gravedad.

Sara se paró, y Ángel la agarró por la cintura evitando que se moviera.

-          ¿No puedes más?

-          No es eso…

-          ¿Entonces?

-          ¡Ahora quiero follarte yo!

-          Ja, ja, ja, así me gusta ¡decidido! ¡Pues vamos a qué esperas!

La pareja se levantó, y Ángel, tomando la iniciativa, volteó a su tía. Cara a la pared, le indicó que se agarrara a la mampara mientras él le sostenía una pierna levantada. La postura era parecida a la de los perros al orinar.

Ángel acercó su pene hasta aquel coño que le esperaba como un aeropuerto a un vuelo con retraso. El chico empezó un lento, pero profundo, mete-saca.

-          Más, más fuerte… – suplicó ella.

-          ¿Estás segura?

-          Síiiiiii.

-          ¡Pues prepárate!

El chico aumentó el ritmo hasta de repente, entrar en éxtasis con su movimiento. Parecía como si estuviera sacudiendo un saco al viento. Ella gemía como si la estuvieran partiendo por la mitad.

Paró de repente y ella aún se quedó unos segundos más gimiendo.

-          ¡Joder! ¡Qué pasada!

Sara bajó su pierna, y en aquella especie de postura a lo perrito, pero de pies, su sobrino volvió a la carga. El ritmo no era tan rápido como antes, pero no por ello dejaba de ser brutal.  La chica se sentía como si en cualquier momento la fueran a partir en dos. Notaba vibrar aquel pene en su interior. Concentrada en su propio placer, no se dio cuenta que su sobrino le estaba agarrando las tetas como si estuviera en una montaña rusa. Cuando se soltó, sus pechos quedaron marcados de rojo. El chico le agarró de las nalgas, y siguió follando como si fuera un actor porno.

Ella se corrió entre gritos de loca, y él aguantó hasta que le pidió que parara.

-          Muy bien, has aguantado como un campeón. ¡Te has ganado tu premio!

Sara se arrodilló, y cogiendo el pene de su sobrino, se lo llevó a la boca y se lo comió a mucha velocidad.

-          Vamos córrete en mi boca – le dijo entre chupada y chupada. – ¿Tienes ganas?

-          Sí….

-          ¡Dímelo!

-          Sara, ¡quiero correrme en tu boca!

-          Eso es, muy bien… Qué polla tan rica tienes, mmmm

Sara se la estaba chupando a toda velocidad y de repente Ángel sintió un escalofrío en la piel. Una descarga eléctrica le recorrió la espalda, y tan solo gimiendo como un oso, un chorro de semen salió de su polla hacia el interior de la boca de su tía. Sintió como su semen chocaba contra algo en el interior de la boca y se iba acumulando con el resto de chorros. Sara se la sacó, y el semen se desbordó por la comisura de sus labios. La chica le dio algunos lametazos más para terminar de limpiársela.

Exhaustos, abrieron el grifo del agua caliente y ella se limpió la cara. Ángel se pegó a su espalda rozándola con su polla morcillona. Ella le acercó hacia sí, y le besó con pasión. Ángel notó un sabor raro en la boca, pero se dejó hacer, apretando bien su cuerpo contra el de ella.

-          Dios, lo haría otra vez – dijo él.

-          Tranquilo, que el verano es muy largo – le dijo guiñándole un ojo.

Ella le puso champú en la cabeza y se la lavó como si fuera un niño. Se la aclaró, e invirtieron el proceso. Limpiaron sus cuerpos y salieron de la ducha hablando con total tranquilidad.

Al salir del baño, cada uno se fue a su cuarto.

Aquel evento cambiaría para siempre el rumbo de aquel verano de auto-reclusión de Ángel.

Con una compañera en la playa

Lo que voy a contar me pasó este verano, y desde entonces se ha convertido en un recuerdo recurrente que no deja de producirme excitación cada vez que me acuerdo.
Con un trabajo de horario bastante amplio, me gusta cogerme un rato a mediodía para salir de la oficina, comer algo y desconectar antes de volver a la vorágine. Una de las opciones para ese rato es acercarme a la playa nudista del Saler, que está escasamente a 10 minutos en coche de donde trabajo, y tumbarme a tomar el sol escuchando música. Dicho sea de paso que esta playa me ha proporcionado muchos momentos “alegres” en lo que a dogging se refiere… Normalmente me pongo alejado de la orilla, tras las dunas, porque se está más tranquilo además de protegido del viento que normalmente a esa hora suele girar y se vuelve un poco más incómodo.
Pues bien, aquel llegué como de costumbre y me puse en el sitio de costumbre. Me desnudé, me tumbé sobre la toalla y me puse los cascos para escuchar música, sin ninguna otra intención que pasar el rato tranquilo hasta que se hiciera la hora de volver a trabajar.
A los diez minutos de estar allí, calculo, porque creo que me quedé algo traspuesto, una sombra sobre mi cara que me tapó el sol me hizo abrir los ojos .

- Hola! – me dijo alguien

No pude reconocer a primera vista quien era porque el sol quedaba detrás de esa persona y mis ojos no se habían acomodado a la luz, pero rápidamente me di cuenta. Se trataba de Clara, una compañera de trabajo. Clara es pelirroja, con el pelo rizado, no muy alta ni muy agraciada pero simpática como un cascabel, lo que hace a cualquier mujer muy atractiva para cualquier hombre. Con poco pecho, siempre me había fijado en ella porque tiene un culo respingón y precioso, que normalmente acompaña con unos vaqueros ajustados y unos tacones altísimos. En fin, era la compañera de trabajo a la que miras de reojo que despierta ciertos deseos pero que no te tiene la mente absorbida permanentemente.

- Hola – contesté.

Mi primera reacción fue taparme. Reacción absurda porque se trata de una playa nudista y porque ella ya me había visto todo lo que tenía que verme.

- No te tapes, hombre! Que ya te he visto de sobra!!!! Jajajaja
- Pues tienes razón – contesté. – ¿Qué haces por aquí?
- Esta tarde no trabajo y he venido a pasar la tarde a la playa. He visto tu coche aparcado allá – dijo, señalando hacia la zona de parking
- Conoces mi coche? – pregunté un tanto incrédulo
- Pues claro!! Y también sé que vienes muchos mediodías a esta playa. Te importa si me pongo aquí?

Naturalmente que no me importaba, pero he de reconocer que la situación me resultaba un poco incómoda. La desnudez es un estado que me encanta, que no me incomoda en absoluto, pero estar de esa manera delante de una persona con la que siempre había tratado en entorno trabajo no era lo más confortable.

Extendió la toalla, dejó la bolsa que llevaba en el suelo y comenzó a quitarse la ropa. Intentando que no se me notara procuré no quitarle ojo de encima (las gafas de sol son únicas para conseguir ese propósito…) y lo que empezaba a ver respondía exactamente a lo que se intuía con la ropa puesta: un pecho escaso pero firme y un culo precioso.

Se quedó enfundada en un bikini de color ocre, con la parte de abajo muy pequeña, y se sentó en su toalla.

- No te quiero interrumpir, estabas escuchando música. Sigue, por favor – me dijo.
- No te preocupes, siempre es mejor tener compañía – respondí

Ahí iniciamos una conversación de lo más banal que incluyó trabajo, hábitos a la hora de comer, estado meteorológico, sequía y lluvias previsibles, etc. La cuestión es que estábamos hablando con plena naturalidad y yo estaba completamente desnudo. Me di cuenta que ella no miraba más allá de mis ojos en ningún momento, tal vez por prudencia o seguramente porque no le interesaba, pero a mi me hizo sentir cómodo ya que le dio una apariencia de normalidad a la conversación.

Al rato se levantó.

- Me voy a bañar. Estoy muerta de calor. Vienes? – dijo
- Creo que no, gracias. No me apetece – contesté
- Está bien, como quieras. Me voy al agua.

Se quitó el bikini y lo dejó en la toalla. Pude ver sus tetas pequeñas, con pezones pequeños y el coño depilado con una fina hilera de vello en vertical. Y efectivamente, el culo era perfecto. Respingón, grande, como a mi me gustan, y con un poco de celulitis. Vamos, perfecto.

Se fue a la orilla y mientras se alejaba me levanté y la miré. La melena rizada pelirroja le caía por la espalda. Mi polla empezó a animarse y comenzó a adquirir tamaño, pero decidí volver a la toalla porque no quería que me viera en ese estado cuando volviera del agua.

Al poco rato, chapuzón corto, volvió. Con todo el pelo chorreando y el cuerpo empapado daba una imagen más que agradable. Se sentó en la toalla y, con descaro, me dijo:

- Parece que se te ha animado! Jajajaja

Efectivamente, mi polla aún estaba grande, no con una gran erección pero sí grande.

- Eso no será porque me he quitado el bikini, verdad?
- No creas – contesté. “No poco”, pensé yo.
- Oh vaya!!! – dijo riendo.

Se tumbó en la toalla boca abajo, pero mientras lo hacía se puso a cuatro patas durante tres o cuatro segundos buscando las gafas de sol en su bolsa de la playa. La vista de su coño y su culo por detrás fue lo que necesitaba para que mi polla volviera a crecer y llegara a una buena erección. No sabía si esa maniobra había sido intencionada o no, pero por si acaso volví a tumbarme y a ponerme la música y cerrar los ojos.

Al poco rato noté como ella se movía en la toalla y abrí los ojos. Se había puesto de rodillas a mi lado y miraba mi polla con la vista clavada. Alargó la mano y la puso encima de ella.

- Me gusta, la tienes muy grande – me dijo
- Pues que sepas que ahora sí que es por tu culpa – contesté
- Me alegro y me gusta. Sabes una cosa? Desde que entraste en la empresa me fijé en ti – confesó
- No te creo, no bromees – respondí, algo azorado.

Entonces empezó masajear mi polla, primero con una mano, un largo rato, luego con las dos, subiendo y bajando mientras aquello ya se me había puesto como una piedra. Su cara reflejaba deseo de más y a mi me estaba volviendo loco, así que la moví hasta colocarla con su coño encima de mi cara para empezar un sesentaynueve. Su coño sabía rico, salado por el agua del mar, y estaba rezumando flujo. Me encantan los coños depilados, y aquel es una verdadera delicia. Mi polla se hundía en su boca mientras yo le lamía el coño y subía hasta mojarle con la lengua el culo. Me di cuenta que cada vez que se lo chupaba gemía con más fuerza, lo que indicaba que le gustaba especialmente, así que decidí concentrarme en el culo y chupárselo sin parar.

Como aquella posición no es la mejor para hacer una buena comida de culo, me levanté y le pedí que se pusiera a cuatro patas con las piernas separadas. La visión de su culo y su coñito desde detrás era excitante. Ella, con la espalda arqueada, pidiendo que se lo comiera. Me puse detrás y empecé a chupar su ano, que cada vez más mojado por mi saliva, recibía mi lengua entrando y saliendo. Sus gemidos aumentaban y con ellos mi excitación, así que me levanté y se la metí muy despacio por el coño, empapado y caliente. Poco a poco fui aumentando la intensidad de las embestidas. Tenía el coño pequeño y mi polla no le cabía hasta el final pero ella se movía y empujaba buscando metérsela toda.

Yo estaba detrás de ella, con los pies sobre el suelo, inclinado sobre su culo y su espalda y follándomela por el coño. Varios minutos estuvimos así hasta que empezó a gritar:

- Me corro, me corro, me corro!!!!!

Su orgasmo fue delicioso. Tuvo espasmos en el coño y en todo el cuerpo a la vez que soltaba chorros de flujo que pusieron la toalla perdida. Se quedó sin fuerzas durante aproximadamente medio minuto, hasta que se dio la vuelta y puso su boca a la altura de mi polla. Empezó a chupármela tragándose todo lo que podía y mirándome a los ojos diciendo:

- Seguimos? Me has puesto muy cachonda.

En ese momento se dirigió a su bolsa y sacó un bote de lubricante (el Durex del envase color naranja con efecto calor – una maravilla, por cierto – ). Lo abrió, puso una buena cantidad en su mano y me la extendió por toda la polla. Luego cogió más y esta vez se puso de nuevo a cuatro patas y se lo extendió por el ano a la vez que se metía un poco con dos dedos por dentro.

Me arrodillé detrás de ella y acerqué mi polla a su culo. Empecé a empujar despacio, no quería hacerle daño, pero el lubricante y sobre todo el trabajo previo con mi lengua hicieron efecto y fácilmente entró mi polla. Con el capullo dentro, busqué el lubricante y me puse más en la parte de rabo que me quedaba fuera y poco a poco fui metiendo el resto de la polla. Le entraba con facilidad pese al tamaño, se movía bien para encajársela y sus grititos de placer eran cada vez mas fuertes.

Una vez dentro, empecé a empujar, meter y sacar, cada vez más intensamente. Al principio solo una parte de la polla pero en seguida las embestidas fueron más fuertes. Ella gemía, se notaba que le gustaba, y mi polla entraba y salía con facilidad. Durante un rato estuve metiéndola y sacándola del todo de su culo, y cada vez que volvía a entrar ella daba un grito de placer hasta que volvió a anunciar que se corría.

- Sííííííííííí´!!!!!! Me corro otra vez!!!!!!

Esta vez no hubo el chorro de flujo tan enorme de la anterior pero sus espasmos fueron igualmente intensos. La excitación que siempre se me produce cuando una mujer llega al orgasmo en este caso se multiplicó por cien y no pude contenerme y saqué mi polla para correrme encima de su ano y por su espalda con una cantidad de semen que pocas veces había visto antes.

Caímos los dos sobre la toalla, exhaustos y satisfechos. Su espalda estaba llena de mi leche y su culo se veía abierto. Estuvimos sin hablar un buen rato hasta que miré el reloj y vi que era la hora de volver a trabajar.

- Me voy a la ofi. Te quedas?
- Sí. Voy a tomar un rato el sol, que al fin y al cabo es a lo que he venido, jajajaja! Mañana nos vemos.

Me vestí y me despedí de ella. Cuando me alejaba me dijo:

- Repetiremos?
- Claro que sí – le dije

Y hemos repetido, ya lo creo que sí!!!

Cena con compañero de trabajo

Como cada verano y de carácter informal, los compañeros de la empresa en la que trabajaba Luis organizaban una cena. A diferencia de la de Navidad, ésta la organizaban los trabajadores y era mucho más distendida.

A una hora determinada, se fueron haciendo grupitos que iban juntos en coche hacia el restaurante elegido. Como es lógico, la gente se sentó en grupos según afinidad, amistad o sencillamente donde encontraron sitio por haber llegado tarde.

En el caso de Andrea, compañera de Luis, sus propios subordinados se alejaron de ella a posta. Por un día que no tenían que responder ante ella, decidieron dejar unas cuantas sillas de separación. La chica era una joven promesa que había alcanzado el cargo de jefa sin ni si quiera tener aún treinta años. Su apariencia bajita, larga melena rubia ajustada en una coleta, ojos azules y delgada; con un carácter firme y autoritario que traía de cabeza a sus subordinados.

-          ¡Andrea! ¿Por qué no te sientas con nosotros?

Luis no había trabajado con ella, pero conocía su fama. Nunca había tenido ningún problema con la chica, y consciente de que la habían marginado sus propios compañeros, decidió invitarla a su mesa.

Agradecida, Andrea se acercó sonriente. Su blanca dentadura era un pálido reflejo de los grandes ojos azules que tenía. Claros hasta el extremo de ser casi grises poseían un carácter hipnótico cuando se posaban en alguien. Vestía de forma sencilla, con una faldita corta negra y una camiseta blanca con un hombro al descubierto.

-          ¿Luis?

-          ¿Sí? ¿Perdona? – dijo el aludido saliendo del trance de aquella mirada.

-          Te preguntaba que si luego vas a salir de marcha. Proponen de ir a un sitio con billares.

-          Ah… Pues creo que no. No soy mucho de billar y, entre tú y yo, me empacha un poco estar tanto con gente del trabajo.

-          Si quieres me vuelvo a donde estaba…

-          ¡No, no! – Demasiado tarde se dio cuenta de la media sonrisa maliciosa que esgrimía su compañera. – Me refería a que, bueno – trastabilló sus palabras – … que lo de la cena está bien, pero que ya pasamos todos muchas horas juntos en la oficina y así tampoco es que desconectemos mucho.

-          Ya… yo creo que tampoco saldré.

El resto de la cena transcurrió, para sorpresa de muchos compañeros, entre grandes risas compartidas por Andrea y Luis.

Al chico, la risa fresca de ella se le contagiaba y terminaban los dos riendo como si estuvieran viendo un monólogo del Club de la Comedia.

Al finalizar la cena, se formaron los típicos corrillos en la puerta del restaurante. Algunos compañeros se habían ido directamente.

-          Bueno Andrea, yo me voy. ¿Sabes dónde puedo pillar un taxi?

-          ¡Qué dices! Yo te acerco, no te preocupes.

Se despidieron de algunos compañeros y se encaminaron al coche de Andrea. Dentro del coche, hablaron durante el trayecto a casa de Luis.

-          Oye, ¿quieres venirte a mi casa y hacemos una última copa? Luego te acompaño a tu casa.

-          Ja, ja, ja.

-          ¿De qué te ríes?

-          No te ofendas, pero ha sonado a argumento de peli porno.

-          Vaya, sí que dan juego las copas.

-          Sí, je, je, je. – Andrea le dedicó su mirada cautivadora, hipnotizándole con sus grandes ojos azules.

-          ¿Y bien?

-          Eh… ¿qué?

-          ¿Qué hacemos? Me refiero a lo de las copas, no a lo de la peli porno.

-          Ja, ja, ja. Perdona. Mmm… ¡venga, por qué no!

Una vez en el garaje de la finca en la que vivía Andrea, Luis la siguió hasta los ascensores. Aprovechando que ella no podía verle, escaneó con su mirada el cuerpo de ella: desde su pequeño y redondo culo, hasta la brisa de sus contoneos al andar.

Una vez dentro del apartamento, Andrea le pidió que esperara en el sofá mientras preparaba los cubatas.

Al traerlo, notó algo raro en la chica. Al principio no se percató, pero cuando ella fue al baño recapacitó. ¿Era impresión suya, o se le marcaban los pezones en la camiseta? ¿Se habría quitado el sujetador?

Cuando su compañera regresó, no sólo comprobó su hipótesis era cierta, sino que ella había dividido su coleta en dos, separando así su melena rubicunda.

-          Creo que voy a buscar más hielo, que hace calor.

La chica se fue sin dar opción a ninguna respuesta.

Al regresar, no trajo solamente el hielo en un cuenco, sino que la chica regreso sin su faldita negra, dejando a la vista una prenda íntima de encaje.

-          ¿No tienes calor?

-          Pues sí… – dijo mirándola de arriba abajo.

-          ¿Me ayudas a poner el aire? El mando está roto y hay que darle a un botón. No llego.  – Dijo haciendo pucheritos.

Andrea se dio la vuelta, y Luis la siguió. Aturdido por los acontecimientos pudo comprobar que su compañera lucía no unas braguitas, sino un pequeño tanga que enmarcaba, como si de una obra de arte se tratase, sus nalgas redondeadas.

Mientras Luis intentaba pulsar el botón indicado del aparato, la chica desapareció tras una puerta.

-          ¡Ya está Andrea! – nadie respondió. – ¡¿Andrea?!

El chico siguió el camino por el que había visto desaparecer a su acompañante.

-          ¿Andrea? – dijo empujando la puerta de un cuarto iluminado.

Al entrar, vio a su amiga sentada sobre la cama.

-          Hola.

-          Hola, ¿qué haces?

-          Estaba esperando.  – tenía una pierna extendida y se tocaba una de las coletas sin darse cuenta.

-          Ah… pues ya está puesto el aire.

-          Oh, muchas gracias – la chica se subió un poco una manga que se le había bajado más de la cuenta.

Luis se sentó en la cama.

-          ¿Estás bien?

-          Sí y tú – le dijo posando un dedo en su rodilla.

Andrea se arrodilló y Luis pudo ver a través del hueco que formaba su camiseta, las tetitas de la chica. No eran muy grandes, pero tenían la forma y tamaño perfectos. Ella, a sabiendas de lo que estaba viendo su amigo, sonrió y le agarró un dedo. Juguetona, lo mordió sin dejar de mirarle a través del abismo de sus ojos.

-          Sé que te gusto. He visto cómo me mirabas en el trabajo cuando pensabas que no te veía o cómo apartabas la mirada cuando estábamos cerca para intentar disimular.

-          Yo… yo…

La chica dejó caer su cuerpo sobre la cama, tumbada boca abajo y apoyada en los codos. Se acercó un poco más hacia él. La visión de aquel culito de azucena le hizo respirar con dificultad.

Agarró su barbilla perfectamente  afeitada y la acercó a sus labios. Se besaron tímidamente, como adolescentes.

-          ¿Tengo razón o no? – dijo la chica.

-          En todo… – respondió él con una amplia sonrisa.

Los besos aumentaron de intensidad convirtiéndose cada vez en lengüetazos más lujuriosos.

Luis gimió de repente cuando notó la mano de ella sobre su paquete.

-          ¿Qué tenemos aquí?

Abrió y cerró su mano sobre el pantalón. El chico, ni corto ni perezoso lanzó su mano hacia el pecho izquierdo de ella.

-          Algo que llevo siglos soñando con enseñarte.

Los pechos de ella eran suaves, acompañados de grandes pezones.

Andrea se recostó boca arriba y Luis le besó el terso abdomen. Se besaron con las lenguas por fuera y ella destapó su camiseta dejando al aire sus pequeños y blancos pechos.

Luis succionó los peones lentamente y tocó ambas teta con las manos.

-          ¿Te gustan?

-          Son perfectas.

La intensidad del momento va en aumento. Ella se incorpora y se deshace de su camiseta. Se besan con pasión tocándose el cuerpo el uno del otro.

-          Mmmm, ¡qué culo tienes! – dice mientras le estruja una nalga con una mano.

La extremidad se desliza desde el trasero hasta la pierna, recorriendo varias veces su longitud y disfrutando de su suavidad.

Ella le acariciaba la cara y le besaba los labios como si estuviera comiéndose un chicle muy grande.

Luis le mordió una nalga y ella se rio.

-          ¿Por qué no me muerdes otra cosa?

El chico se estalló en una risa nerviosa. Andrea se tumbó boca arriba y él le quitó la única prenda íntima que le quedaba. A la vista quedaba un sexo totalmente depilado, pequeño con rastros de humedad. Luis no se lo pensó dos veces y colocó su cabeza entre aquellas dos preciosas piernas. Lamió sus labios inferiores y ella reaccionó contorsionándose un poco hacia arriba. Él podía ver como sus pechos subían y bajaban de la excitación.

Lengua y clítoris empezaron un juego perverso.

-          Mmmmm, sí Luis. ¿Tienes ganas de follarme?

-          ¡Muchas!

-          Dímelo, que quiero oírte…

-          ¡Quiero follarte Andrea!

Levantaba su pelvis moviéndose sobre la boca de su compañero de trabajo.

-          Ufff. ¡Ya! ¡Para!

Con agilidad gimnástica la chica se incorporó e hizo que su amigo se tumbara boca arriba apoyando la cabeza en la almohada. Se encaramó encima en un visto y no visto y se besaron.

Se contoneó encima del duro paquete de Luis mientras que él no sólo se excitaba con el roce, sino con la visión de aquel cuerpo perfecto moviéndose encima de él. Notar entre sus manos aquellas nalgas bien redondeadas y endurecidas por el gimnasio excitaba en sobremanera a Luis.

Andrea le chupó los pezones y fue bajando al tiempo que le rozaba el cuerpo con los pechos. Al llegar a su paquete, se entretuvo moviendo de izquierda a derecha sus tetas sobre el promontorio que nacía en la entrepierna del chico.

Una mirada, una sonrisa y Andrea le estaba bajando el pantalón y el calzoncillo liberando su pene. Una vez al descubierto, lo besó, y pasó su lengua tan larga era por encima de su superficie. Todo esto lo hizo mirándole directamente a la cara. Sus grandes ojos azules y sus coletitas de inocente excitaron mucho a Luis, provocando que su pene se moviera golpeando contra la lengua de ella.

La chica siguió con sus lamidas, deteniéndose brevemente en los testículos. Agarró el pene por la base, y lo apuntó hacia su boca. Miró al chico, y sin mediar palabra, se metió la punta en la boca.

Él gimió en una mezcla de placer y emociones contenidas. Había soñado muchas veces con aquel momento que ahora se estaba haciendo realidad. Andrea se la chupaba lentamente, como si estuviera saboreando aquella polla.

-          Andrea, vas a tener que parar o me correré.

-          ¿Si? Ji, ji, ji.

-          Ven aquí…

Ella obedeció y se acercó al chico. Pasó una pierna por cada lado de su tronco hasta encaramarse encima de nuevo.

Mientras se besaban con pasión, la joven cogió el pene con delicadeza y lo guio hasta su vagina. El primer contacto fue extremadamente cálido. Parecía mentira que emanara tanto calor de aquel agujero. Dio unos pocos rebotes, y el pene poco a poco se fue introduciendo.

Ella se contoneaba como una gogó de discoteca mientras él se recreaba acariciándola y apretando sus nalgas.

Andrea se reclinó más hacia atrás. Verla cabalgándola y sus tetitas saltando volvieron loco a su compañero, que se lanzó a tocárselas.

Los gemidos dulces y prolongados evidenciaban que ella estaba disfrutando tanto como él.

-          Ohhh sí, fóllameeeee.

Él la cogió de la cintura y la ayudó a moverse arriba y abajo marcando su propio ritmo.

Se besaron, y ella dejó caer su peso hacia atrás, apoyando sus brazos en la cama. En aquella postura duraron poco, y pronto él la conquistó en la postura del misionero.

Andrea apretaba sus uñas en la sábana de la cama mientras él se la metía cada vez más rápido.

Ambos gemían al unísono. De pronto Luis le levantó las piernas, y apoyando sus manos en sus muslos empezó a follarla con ferocidad.

-          ¡Oh sí, qué bien follas!

-          ¡Las ganas que te tenía preciosa!

Luis se la sacó y restregó su punta contra la entrada del coño de ella. Se pararon unos segundos para besarse, y él reanudó su mete-saca.

-          Para, para…

-          ¿Qué pasa?

-          ¡Quiero que me folles a cuatro patas!

Dicho y hecho. Cambiaron de postura y en un momento Luis tuvo ante sí el espectacular culo de su amiga. Buscó a base de roces la entrada de la vagina, y le metió la polla entera lentamente.

Tanto ella moviendo el cuerpo como él atrayéndolo con las manos sobre sus caderas, empezaron a follar. Las tetitas botaban al ritmo de los gemidos cada vez más fuertes de la rubia.

Pronto él perdió el control y ella tomó las riendas moviendo su culo  a toda velocidad mientras se metía aquella polla. Él le estrujó las tetas y le dijo al oído que “le encantaba”.

Siguieron follando un rato y cuando Luis tonó que estaba a punto de correrse le dijo:

-          Me queda muy poco para correrme…

-          Puedes hacerlo donde quieras. ¿Dónde te apetece?

-          En tu cara. Siempre que me lo he imaginado, me he puesto muy cachondo…

Ella se tumbó boca arriba y le dijo:

-          Hazme lo que quieras.

Luis se masturbó ante la cara de su amiga. Ella le miraba con aquellos ojos precios sonriente, sacando de vez en cuando la lengua para provocarle. No tardó nada en derramar chorros de espeso semen sobre su cara y su boca. La parte inferior de sus labios quedaron blancos, pero la chica se ayudó de la mano para  tragárselo todo.

-          Uff, ha sido increíble.

-          Espera…

Se incorporó, y agarrando el pene, empezó a lamerlo para dejarlo totalmente limpio. Luego se acercó a él y le besó, transmitiéndole un sabor raro en el beso que en aquel momento no le importó.

Se limpiaron y vistieron, y Andrea le acompañó en coche hasta su casa. Ambos se prometieron al despedirse que no sería la última vez que harían aquello.