miércoles, 23 de octubre de 2013

El placer de lo desconocido

Era una noche primaveral. Mi mujer y yo habíamos planeado ir a tomar algo y luego al cine. Hacía muchos meses que no ibamos al cine, ya que con los niños se hace complicado salir, y cuando teníamos ocasión era por algún acto, una cena, o algo especial, pero casi nunca una noche para nosotros solos. Ya digo que era una noche con temperatura casi primaveral, no hacía apenas frío. Yo iba con unos vaqueros, una camisa y un chaleco, algo informal. Ella llevaba una falda, suelta, por encima de la rodilla, una camisa blanca que le aprieta los pechos, pareciendo que piden a gritos salir de su prisión y una chaqueta también informal, pero con unos tacones inusuales en ella, muy altos. Al principio no sabía que ropa interior llevaba, luego me enteré bien. Ya llegará esa parte del relato. Pero no me hacía falta, la forma de sus pechos, el canal que formaban y que aparecía imponente, invitando a pasar mi boca por él, los tacones y, sobre todo un olor riquísimo a perfume (no hay nada más excitante que una mujer arreglada y que huela bien) hacían emanar un sentimiento de pasión y lujuría irresistible.

El caso es que nos fuimos al centro comercial que tenemos cerca de casa, donde hay cines y un par de sitios para poder cenar algo, sin tener que sentarte en plan restaurante. Por el camino, abracé a mi mujer mientras paseabamos, pasando una de mis manos por su hombro y dejándola caer a sus pechos, introducía mi dedo índice por su canalillo sintiéndo la inmesidad que forman sus tetas. Ella reía y trataba disimuladamente de sacar mi mano de allí, para que no diesemos la “nota” por la calle. Tomamos algo en una cervecería del mismo centro comercial. Nos pusimos en una barrita para compartir, uno enfrente del otro. Mi visión de sus tetas, de lo que se veía y de lo que se podía imaginar, era perfecta. Después de dos o tres cervezas el efecto de la visión y el aroma de mujer empezaron a turbar mis pensamientos y alterar mi líbido, así que tuve que realizar un disimulado gesto y acomodarme la polla y como mi mujer se dio cuenta, me sonrió, bebió un sorbo de la copa de vino que estaba tomando y se relamió los labios, al tiempo que apretaba sus brazos, lo que hizo que su pecho aún resaltara más. El efecto fue inmediato y como pude, menos mal que llevaba un vaquero, disimule la tremenda erección que provocó. Terminamos y nos fuimos a la taquilla, no queríamos ver nada especial, simplemente nos apetecía un rato de cine, con chucherías y palomitas, tranquilidad y relax. Ni en un remoto sueño nos imaginábamos lo que ocurriría en un rato. Ella quiso ver una peli de esas que yo llamo “caramelito”, romántica, amorcitos un poco de risitas. En fin, como sabía que perdería la discusión, ni lo intente así que saqué las dos entradas y nos aprovisionamos de chucherías, palomitas y agua en abundancia. Mientras comprábamaos nos percatamos que no había nadie en el cine, por otro lado podría ser normal para un día laborable entre semana, pero no tan solitario. Así que nos entramos en la sala y lógicamente teníamos donde elegir y elegimos la zona más o menos superior, en el centro de una fila.

Al sentarnos, nos quitamos el chaleco y chaqueta respectivamente y los dejamos en la butaca libre de al lado. Tomé del brazo a mi mujer, la giré levemente y comencé a besarla en la boca, para despues pasar al cuello, a la oreja, mientras con mi mano exploraba la situación de sus tetas. Primero sobre la camisa, luego abriendo los botones y en ese momento es cuando descubrí la ropa interior que llevaba puesta. Bueno, descubrí solo una parte el resto me lo imaginé. En la parte de arriba llevaba un corsé negro con finas rayas blancas de estilo diplomático, con un ribete blanco en la corona de sus pechos. Es un corsé que le está como tiene que estarle, justo, lo cual hace que sus tremendas tetas se realcen voluptuosamente, intentando salir. Le hace un escote realmente de impresión. El resto ya pude imaginármelo. A juego un diminuto tanga del mismo estilo que el corsé, pero no que puede abarcar su tremendo coño, por lo que una pequeña parte del hilo se introduce en su raja, desapareciendo entre sus labios. El corsé incorpora un liguero que terminaban en unión con unas medias de rejilla negras. Y de remate los tacones de aguja. Cuando tiene este conjunto puesto no puedo evitar pensar que es una auténtica puta de lujo, con un estilo impecable.

Ella paso sus manos por mi nuca mientras me devolvía apasionadamente los besos, metiéndonos la lengua y jugando con nuestros jugos. Vimos que alguien entraba en la sala, así que disimuladamente volvimos a colocarnos apropiadamente en nuestros sillones. Sin embargo, vi que mi mujer no se cerró la camisa. Al fin y al cabo, el corsé negro en una sala de cine oscuro tampoco se notaba mucho. Además, se acomodó en la silla de manera que pudo subir su falda hasta justo antes de ofrecerme la visión de su tanga, pero con la panorámica perfecta de las medias de rejilla negra prendidas del liguero negro del corsé. Yo seguía con una erección tremenda, mi polla reventaba dentro del pantalón.

-” Que mala eres”- le susurre al oido mientras metía su lóbulo en mi boca y lo chupaba.

-”No hago nada que no te guste o al menos eso parece”- me contestó ella mientras sobaba mi paquete por encima del pantalón.

Puse mis manos en sus muslos y comenzcé a acariciarlos con firmeza, primero en todo el largo de su pierna, luego por la cara interna, rozando intencionadamente con los nudillos el tanga, que ya desprendía un calor demasiado agradable. Ella abrió las piernas todo lo que el ancho de la butaca le permitiá y se giró lo que pudo disimuladamente, para recostarse en mí. Estaba claro que quería ponerse cómoda y disfrutar y los deseos de mi mujer son órdenes para mí, así que comencé a pasar mi mano por su coño, por encima de la tela del tanga que apenas podía ocultar toda la dimensión que estaba alcanzando su coño debido a la excitación. Despues de unas cuantas pasadas, cuando ya la tela estaba empapada, metí mi mano por dentro, encontrándome el suave tacto de un coño recién rasurado (lo había hecho yo mismo un rato antes) y con un dedo separe suavemente sus labios, que se abrieron dócilmente, invitándome a continuar hacia el interior de ese reducido paraiso que tiene mi mujer entre sus piernas. Ella gimió levemente y dió un pequeño respingo. Cuando se repuso puse más dedos en acción, ya eran dos y tres los que conseguían penetrar en su coño, los sacaba empapados en el manjar que emana de tan maravillosa fuente y me los llevaba a mi boca, para saborear la esencia de una mujer, una mujer entregada al deseo, muy entregada, cada vez más deseosa de sexo y placer. Para ofrecer mejor su coño, levantó levemente su culo y puso su pierna derecha sobre mi pierna y su pierna izquierda encima de la butaca delantera, de forma que estaba prácticamente abierta en su totalidad. Desabrochó mi correa y mi pantalón para meter su mano dentro de mis boxer, buscando la que quería que fuese la herramienta de su placer. Agarró con firmeza pero suavemente mi polla, comenzando un juego de muñeca magistral. Luego bajo el boxer y cómodamente comenzó a subir y bajar su mano a lo largo de mi tronco, jugando al final del trayecto con mis huevos, también rasurados, iniciando una lasciva paja.

Con la excitación nos habíamos olvidado de la película, pero también de que había alguien más en la sala. Casi sin querer me fije en que un chaval nos observaba lo más disimuladamente que podía, disfrutando del maravilloso show que le proporcionábamos, pero tratando de pasar desapercibido para que no lo viéramos como una amenza para cesar en nuestro encuentro. Podía intuir que se acariciaba su miembro. En un principio no le dije nada a mi mujer, que se había olvidado de su presencia, para que no se alterara y dejara todo así, sino que fui calentándola más, metíendole los dedos en su vagina, acelerando el roce en su clítoris, bajando luego la intensidad. Prácticamente le saqué los pechos del corsé y con la otra mano le estaba dando un masaje en sus pezones magnífico, pellizcandolos, luego amasando sus tetas, jugando con su aureola. Cuando ya entendía que estaba no excitada, sino cachonda como una ninfómana le dije:

-” Te imaginas que nos viera alguien ahora”.-

-”Ufffff, ahhhhh, ammmhhhh, pues si nos ve que aprenda como se le hace una paja a una mujer y se le pone cachonda, ahhhhh, ahhhh” – fue su respuesta, creyendo que era un simple comentario para ponerla más a tono.

-”No, si digo yo que apuntes estará tomando, porque parece estar escribiendo o algo así”- le susurré.

Buscó con la mirada en la sala y encontró a nuestro espectador. Instintivamente trató de tomar una postura decente, trató de cerrar las piernas, pero yo mantuve firme mi mano en su coño, mientras que le susurraba en el oido:

-”Vas a dejarnos así a los tres por una simple mirada. Va a pensar que te da verguenza porque no sabes hacer una paja en condiciones”- tratándo de que su excitación no bajara.

Se quedó un momento quieta, sin reaccionar, mientras yo seguía con el trabajo en su entrepierna, suave pero firme. Besándola, mordiendo su cuello … y no tardó en reaccionar. Volvió a abrir sus piernas con la misma postura que tenía antes, pero ahora miraba en la dirección del chaval. Éste se acercó hasta tres o cuatro filas delante de nosotros. Ya podíamos verlo casi con claridad. Era un chaval de unos 25 años, bien formado, no de gimnasio, pero si se notaba que hacía bastante deporte, tenía una polla considerable y se estaba haciendo una paja a costa de los encantos de mi mujer. Yo di un paso más, dentro de los límites claro está, y le saqué el tanga, con lo que ahora nuestro amigo tenía una visión fantástica de su coño rasurado y brillante por la cantidad de flujos que manaban de tan esplendorosa fuente. Y seguía masturbando a mi mujer, pero ahora con una mano por detrás de su espalda, de modo que podía meterle dos dedos en la vagina, uno dedicarlo a su clítoris y otro estimulando la entrada a su culo. Ella mientras tanto, se había acomodado de tal forma que alcanzó a meterse mi polla en su boca, sacándola brillante y lubricada con su saliva. Empezó a regalarme una fantástica mamada, sin perder de vista al espectador. Nuestro amigo hizo un gesto con la mano pidiendo permiso de colocarse justo en la fila delantera. Los dos nos miramos, nos quedamos pensativos unos segundos. Era la primera vez que alguien nos observaba mientras teníamos sexo, nos daba cierto reparo … o miedo, pero la verdad es que ya habíamos dejado que se acercara apenas a cuatro o cinco metros, …, la excitación del momento y el morbo y el placer de lo desconocido hizo que casi al mismo tiempo asintiéramos con la cabeza y el chaval saltó por encima de las butacas hasta colocarse en la fila justo delante de nosotros.

Entonces me quedé de piedra cuando mi mujer, sin dejar de mamarmela alargó su brazo con la intención de coger la polla del desconocido, quien para facilitarle la labor, se acercó un poco más, alzándose un poco para ofrecerle mejor posición y más comodidad. Mi mujer comenzó a masturbar aquella buena polla, suavemente, disfrutando cada centímetro de carne que palpaba, y se notaba que disfrutaba, tenía una cara de puro vicío. Pero mi estado de shock no hizo sino aumentar cuando se incorporó, se sentó en el borde de la butaca y se la metió en la boca, y comenzó a darle una gloriosa mamada a nuestro amigo, mientras que seguía haciéndome una paja a mí. Reaccioné gracias a la visión que tenía: mi mujer, en un cine público, vestida como una puta de lujo, con las tetas al aire, sin bragas, sus piernas abiertas, su coño chorreando y la polla de un desconocido en la boca, mientras que me hacía una paja tremenda a mí.

La tomé por la cintura e hice que se sentara en mis muslos, clavándose mi polla de un solo golpe, cosa que no fue nada difícil por la cantidad de flujo que salía de su coño. Y comenzó a moverse arriba y abajo, ayudada por mis brazos. Nuestro amigo, que lógicamente ya había tomado confianza, sobaba con ansías sus enormes tetas. Mi mujer alternaba su boca y su mano en la masturbación de él y con la otra mano seguía haciéndose la paja que yo le estaba haciendo. Los gemidos entrecortados y la tensión de las piernas del chaval advirtieron a mi mujer de la inminente corrida, así que dejo de chuparsela y aceleró el ritmo de su mano. Mientras yo le daba cada vez más duro acompasando las embestidas con mis brazos y mi cadera, para darle más impulso. El chaval gimió más intensamente y justo cuando comenzaba a lanzar su leche, mi mujer se recogío con el brazo sus tetas y las acercó a su polla, para que se corriera en ellas. Y vaya si lo hizo, una buena cantidad de semen quedo esparcido por sus tetas y su cuello. Siguió con su propia masturbación y no tardó en correrse de una forma bestial, lanzando un grito ahogado y cerrando fuerte sus piernas, pero sin dejar que mi polla saliera de su coño. Ahora quedaba yo, pero sabía que no iba a aguantar mucho más. Con el orgasmo de mi mujer, la cantidad de flujo que manaba de su chocho y resbalaba por sus muslos y el tronco de mi polla era ahora masiva. Me levanté la puse de pie, coloqué una pierna encima de la butaca, delante de nuestro espectador y se la metí por detrás. Unas cuantas embestidas fueron suficientes para que me pusiera al borde del estallido, así que se lo dije a mi mujer, que se volvió, se agachó delante de mi y cogió mi polla para masturbarla hasta el final. El primer chorro de semen fue a sus labios, el resto a sus tetas, que estaban brillantes de la corrida anterior.

Se incorporó, se limpió los dedos con su boca y me dio un beso en los labios. Nos recompusimos todos y el chaval se despidió con “gracias. Hasta luego”. Dejámos la película y nos fuimos para casa. No hablamos de lo ocurrido, simplemente nos abrazábamos, nos besábamos y sonreíamos. Así durante todo el camino de vuelta a casa.

Si ella me regaló un sueño que es mi fantasía, yo le regalo este a ella. No se si algún día se harán realidad nuestras fantasías, lo que tengo claro es que quiero que sea con ella. Con ella serán soñadas fantasías, sino es así, serán vulgares realidades.

No hay comentarios:

Publicar un comentario