-Qué bonito es despertarse con alguien a quien deseas y que sabes que te desea.
Fue lo primero que oí a la mañana siguiente cuando me desperté, susurrado en mi oído. Era la voz de terciopelo de Lara que me daba los buenos días. El sol entraba por las ventanas y la terrible tormenta del día anterior había desaparecido como si hubiese sido un sueño Lo que era muy real era que allí estábamos las dos, la madre de mi mejor amiga y yo, entrelazadas nuestras piernas todavía. Nos estuvimos besando un buen rato y hablando de lo del día anterior. Las dos nos prometimos seguir disfrutando de nuestros cuerpos y vivir nuestro amor de la manera más natural posible, sin dramas ni, como se dice ahora, malos rollos. Yo quería hablar del papel que Leo podría jugar en nuestra relación, la noche anterior, mientras follábamos, Lara me había preguntado si nos habíamos acostado y yo, con el calentón que tenía, le había dicho que si y que pensaba seguir haciéndolo. Ahora, no es que me arrepintiese, pero si me resultaba un poco embarazoso. En cualquier caso, ese tema quedó pendiente, porque en cuanto pronuncié su nombre las dos nos preguntamos si habría vuelto a casa. Lara me acariciaba el pubis mientras hablábamos y a las dos nos apetecía empezar el día con un buen orgasmo, pero nos levantamos rápidamente para ver si Leo había vuelto. Lara se puso una de sus batas y yo una camiseta que cogí de mi habitación, Leo no estaba en su cama, pero me tranquilicé al ver su coche en el jardín desde mi ventana. Lara y yo nos la encontramos en la cocina desayunando, con una sonrisa angelical de oreja a oreja, yo corrí a abrazarla y Lara hizo lo mismo, ninguna de las tres sabíamos que decir, nos quedamos calladas unos minutos que parecieron eternos, sonriendo como tontas. Al final Lara rompió el hielo y nos arrancó una sonora carcajada a Leo y a mí.