viernes, 25 de agosto de 2023

Peleas de hermanos, amor de hermanos

 Paloma era una mujer de 20 años, morena de pelo largo y ondulado, con un pecho enorme y gordo 120D, algo gordita, con culo gordo y piernas gorditas y largas. Era una gordibuena. Su físico estaba acompañado por una preciosa cara de labios gruesos, ojos verdes oscuros. No tenía novio.


Su hermano, Diego, un hombre de 21 años, moreno de pelo corto, algo gordo, pero musculado, con cara de buena gente, pero muy serio, ojos marrones oscuros y se caracterizaba por tener una personalidad muy traviesa y pícara.

Desde pequeños, se llevaban como el perro y el gato, debido a que, por el carácter del muchacho, tenía más amigos y era más sociable que su hermana. Que se le acercaran tanto a su hermano le ponía enferma de celos. Discutían mucho y siempre estaban enfadados, sobre todo Paloma con su hermano, sin motivo alguno aparentemente. Diego no sabía qué le ocurría a su hermana con él. Veía a las hermanas de sus amigos y ninguna se comportaba así, como si le odiase o lo aguantase solamente porque era su hermano, las hermanas de sus amigos eran más dulces con ellos, sus relaciones eran más sanas, más hermanos. No le dio mucha importancia, era como si se hubiera acostumbrado a su comportamiento y supiera que no iba a cambiar. ¡Qué equivocado estaba! Paloma empezó a empeorar en su comportamiento cuando su hermano empezó a tener novias. No le gustaba ninguna chica.
Paloma: No sé que le ves a esa guarra, solo tiene tetas no sabe ni lo que es el cerebro – dijo a modo despectivo – Claro que, viniendo de ti, me espero cualquier cosa.
Ese tipo de comentarios eran típicos en Paloma cada vez que conocía a alguna de sus novias. Diego, por su parte no se metía con los novios de su hermana, es más, intentaba llevarse bien con ellos y en todos los casos lo conseguía. Sin embargo, para sus padres, Diego era el caso perdido y Paloma la santurrona. A Diego le iban mal los estudios, estaba centrado en la adolescencia en salir con sus amigos y sus novias, que en estudiar. Paloma, por el contrario, se centró en sus estudios para evitar los celos que le daba ver a su hermano ligar con otras chicas a diario.

Lourdes: ¿Qué vamos a hacer contigo? Eres un vago. Todos los años igual – decía a modo de regaño.

Diego: Lo siento, mamá – susurró mientras agachaba la cabeza.

Lourdes: Ni “lo siento” ni leches, Diego. Estamos hartos. ¿Cómo puedes haber suspendido cinco asignaturas? ¡En cuarto de la ESO! Es que no me lo creo. ¿De verdad no vas a llegar ni al Bachillerato? – espetó en un tono casi agresivo.
Paloma escuchaba la reprimenda y en parte estaba de acuerdo, no quería que su hermano saliera tanto, que socializara tanto con las chicas. Pero, por otro lado, le dolía que le regañaran porque sabía que a su hermano le costaba estudiar. Diego solo aguantaba el regaño de su madre, sereno, aunque dolido, estaba harto de decir que le costaba aprender tantas cosas en tan poco tiempo y que no servirían mucho el día de mañana en su vida cotidiana. El deporte si le motivaba. Hacía algunos años que jugaba al fútbol en el equipo del barrio, aunque estaba algo rellenito estaba muy en forma. Le gustaba demasiado salir de fiesta. Vivían en una ciudad pequeña, o un pueblo grande, según se mire. Las chicas se le acercaban con mucha facilidad por su labia. Paloma salía con sus pocas amigas que tenía, pero solo se acercaba a los chicos cuando encontraba a alguno parecido a su hermano. A su madre le preocupaba que su hijo mayor, deje escapar su futuro por salir de fiesta. A su padre le preocupaban ambos hijos por igual, pero levantaba más la mano a la hora de los castigos de su mujer. Paloma era una rata de biblioteca, como le llamaban sus amigas. Llevaba semanas sin salir, su último novio se cansó de que no le hiciera caso y se lio con su mejor amiga. Desde ese momento, ella se encerró en sí misma y en su habitación, no hacía más que estudiar y masturbarse, siempre pensando en su hermano.

Lourdes: ¿Qué pasa? ¿Te ha comido la lengua el gato? – gruñó sacándoles a ambos hermanos de sus ensoñaciones.
Diego: No, perdona. Estaba en mi m…
Lourdes: Eso ya lo veo. Que siempre vas a tu bola. – interrumpió – Pues este verano olvídate de salir y del ordenador.
Diego: ¡Pero, mamá! – protestó.
Lourdes: Nada de peros – dijo como última palabra – harás lo que te digo. Mira tu hermana, a ver si se te pega algo de ella.
Esa frase pesó en Diego. La relación con su hermana era llevadera, apenas se hablaban. Paloma le miró con compasión. Diego evadió su mirada. Se fue a su habitación. Tenían 17 y 16 años en ese momento. Paloma supo lo que le pasaba con su hermano. Empezó a investigar como poder estar con su hermano, aunque siempre tenía el dilema moral y se conformaba con sus fantasías, pero ya no podía más con ello. Paloma encontró un foro en el que daban consejos y ayudas para conseguir al ser amado, desde brujería hasta tácticas de seducción. Ella no iba a lanzarse de golpe y a meterse con él en la ducha o en su cama, aunque le encantaría. Aprovechó el castigo para poner en marcha su plan y tirarse al barro a por su hermano. No se le iba a escapar. Se presentó a su habitación.
Paloma: ¿Puedo pasar? – dijo cordial llamando a la puerta.
Diego: Sí, claro, pasa – dijo sorprendido por su presencia.
Paloma: Sé que te cuesta estudiar, que no es tu fuerte, y al contrario que a ti, a mí se me da bien – empezó – Si tú quieres, yo me ofrezco a ayudarte a estudiar.
Diego: ¿Tú? – se extrañó – No te ofendas hermanita, sé que eres un celebrín, pero voy un año por encima de ti, no creo que me seas de mucha ayuda.
Paloma: No te daré clases, zoquete – le dijo cariñosa por primera vez en su vida – Solo te enseñaré algunos trucos para que aprendas las cosas más sencillamente.
Diego: Vale, como quieras – dijo tras unos minutos de silencio incómodo.
Paloma empezó a jugar con el cordón de su top, que mostraba prácticamente sus pechos ante la sorprendida mirada de su hermano, que al ver esa parte de su hermana por primera vez no pudo evitar mirar morboso. Venía con un top blanco de tirantes que hacía que sus enormes pechos destacaran, si es que podían hacerlo más. Su vientre con algo de grasa era visible y llevaba unos shorts vaqueros que dejaban ver sus voluminosos muslos y gemelos, junto con unas deportivas blancas. No iba a salir, pero cuando se levantó ese día pensó en ir a la biblioteca un rato. Paloma le dedicó una sonrisa sincera y le abrazó contenta por su reacción.
Paloma ¡Hermano! – susurró en su oído mientras sus brazos le envolvían con fuerza, haciéndole sentir sus pechos – Te prometo que te ayudaré en todo – exclamó tras inclinarse para darle un beso en la mejilla.
Paloma se fue mientras le lanzaba una mirada dulce. Diego se sorprendió aún más, pensó que, si eso era un cambio en su relación, no se quejaría. Los primeros días del verano los pasó con cierta desidia, jugando al ordenador y poca cosa más. Sus padres parecían haberle dado una tregua y durante aquellos días le dejaron tranquilo. Paloma, con el beneplácito de su madre, le quitó el ordenador y le obligó a empezar a estudiar. Diego en ese momento odiaba a su hermana. Paloma decidió que la mejor forma de ayudarle a estudiar para los exámenes de septiembre era haciendo clases cuatro horas al día. Dos por la mañana y dos por la tarde. A él le parecía muchísimo tiempo empleado en dar clases. Llevaban unos pocos días de junio. La primera semana las clases con Paloma transcurrieron con normalidad. Normalmente se sentaba con él en el escritorio de su habitación y le daba consejos sobre sus formas para aprender lo que lee. En cada clase era muy exigente con su hermano. Repetían los ejercicios una y mil veces hasta que salieran bien. Ella era muy metódica y estricta, por lo que era comprensible que siempre consiguiera lo que se proponía. Al final de las clases Paloma siempre dejaba diez minutos para hablar con su hermano de lo que fuera. Eso le sorprendía a Diego y le animaba bastante. Se conocieron un poco más.

Un viernes por la mañana en el que sus padres estaban trabajando, ella iba vestida de estar por casa con una camiseta amarilla de tirantes ajustada encima de un bikini minúsculo. Llevaba el pelo suelto e iba sin maquillar. El escote que llevaba era criminal. Aquel día no podía parar de mirarle los pechos a su hermana. Parecía que iban a salirse de la camiseta.
Paloma: ¿Te pasa algo? – preguntó con tono pícaro.
Diego: No, nada – respondió de manera esquiva.
Paloma: ¿Seguro? No paras de mirarme raro – dijo mientras le clavaba pechos en su brazo, a posta.
Diego: Perdona, hermanita, es que no estoy bien – dijo desviando la atención – Odio estar aquí encerrado, estudiando. ¡Necesito salir!
Entonces la mirada de su hermana adquirió un tinte de ternura. Con sus suaves y alargadas manos empezó a acariciarle la cara y el cuello.
Paloma: Te mentiría si te dijese que no lo había notado. Nunca has sido un buen estudiante. Pero suspender cinco es mucho hasta para ti, hermanito. Además, está claro que eres extrovertido y no un ratón de biblioteca como yo. Es verdad – dijo tierna – Pero estamos preocupados por ti, estoy muy preocupada por ti.
Diego: Gracias, pero no es para tanto, solo una crisis adolescente – se burló de sí mismo – Se me pasará.
Paloma: Ya, pero es cierto que estás acostumbrado a salir y a tener sexo con esas zorras – dijo celosa, pero él no lo notó.
Diego: Ya, ese es otro tema, pero no voy a hablar contigo de mi vida privada – dijo sonriendo pícaro.
Paloma: No hace falta, te conozco, eres mi hermano, sé que frecuentas tener mucho sexo con esas zorras y tendrás tus necesidades, necesidades que con pajas no podrás llenar – dijo abiertamente.
Diego: Si lo lleno o no es cosa mía, enana – se rio – Ahora a estudiar.
Sin decir ni una palabra, Paloma le cogió de la cabeza y la llevó entre sus pechos. Quedó inclinado con la cara completamente aplastada sobre sus pechos y abrazándola mientras ella le acariciaba la cabeza. Diego estaba muy sorprendido, que el recordara nunca le había abrazado su hermana. Sin embargo, Paloma estaba en el cielo, sintiendo a su hermano tan cerca. Su piel era lo más suave que había tocado nunca. Tenía un olor dulce, como si se hubiera perfumado esa zona explícitamente. En cuestión de segundos su verga estaba dura como una piedra.
Paloma: Se que no te lo digo nunca, pero te quiero muchísimo, Diego. Te ayudaré como haga falta, ¿entendido? – enfatizó mientras él asentía, sorprendido – Para eso está tu hermana.
Y entonces le agarró por la barbilla, levantó su cabeza, y tras mirarle a los ojos durante unos segundos le dio un beso en los labios. No era común en su familia darse este tipo de afecto, le sorprendió mucho. Paloma se detuvo más, mostrándole todo el afecto, el cariño, el amor que sentía por él. Fue un beso pausado. Cuando se separó de él se quedó observándole mientras se apartaba el pelo de la cara.
Paloma: Ojalá tener un novio como tú – sentenció.
Diego: ¿Qué? – estaba flipando.
Paloma: Pues mira, muy fácil. Eres comprensivo, dulce, sensible y me diviertes – enumeró - Eso nos encanta a las chicas. Y además eres muy guapo.
Diego: Ya, claro. Lo dices porque eres mi hermana – replicó con gracia, enmascarando su nerviosismo.
De repente borró su sonrisa de la cara y se puso seria. Le penetró con la mirada.
Paloma: Sinceramente, hermano, eres lo que todas las chicas deseamos, yo incluida – dijo resuelta.
A los pocos segundos, sobresaltado, notó como la mano de su hermana apretaba su verga sobre su pantalón.
Diego: ¿Qué estás haciendo, hermanita? – dijo nervioso y perplejo.
Como si no estuviera suficientemente claro. Con la mirada fija en la de su hermano y sus manos sobre su verga era evidente.
Paloma: Nada que no necesites y no te vaya a gustar – respondió.
Diego se quedó en silencio mientras se formaba el momento más incómodo que había vivido en toda su vida. Prefería una bronca con su madre a lo que estaba haciendo su hermana. Y eso que aún no había empezado. Por más que le daba vueltas era evidente que aquello no iba a ninguna parte. Hubo algunos segundos de silencio.


Evidentemente, para ese momento su pene parecía no tener vida.
Diego: No sé a qué te refieres, pero puedes parar de…
Paloma: No voy por ahí, hermano. Obviamente, es normal masturbarse. Todos lo hacemos – confesó.
Diego: ¿Tú también te masturbas? ¿No tenías novio? – dijo sorprendido.
Paloma: Tenía, el cabrón se lio con Mónica, pero no me importa, no le quería a él, prefiero otro tipo de hombre – confesó.
La verdad era que no entendía muy bien a qué venía eso. Subió sus manos a su cara, mirándole. Lo besó de nuevo. En ese preciso instante, mientras con la mano izquierda le acariciaba el pelo, deslizó su mano derecha desde su cara hasta su vientre, introduciéndola debajo de su camiseta y le empezó a sobar el abdomen. Se quedó pensando.
Paloma: No te enteras, ¿verdad? – ensartó su mirada en su entrepierna mientras su mano descendía lentamente hasta el cordón del pantalón de chándal corto para deshacer el nudo – No entiendo por qué te tocas si ya tienes a tu hermana para hacerlo por ti.
Diego: ¿Qué dices? ¿Qué haces? – estaba acojonado.
En pocos segundos ya había introducido su mano bajo el calzoncillo y había agarrado su verga flácida con cierta fuerza. Respondió encogiéndose y llevándose la mano a su muñeca para apartarla del lugar prohibido de su hermano. Ella respondió agarrándole el pene todavía con más fuerza.
Paloma: Vamos, hermano. No quiero que te sientas solo – comenzó a manosearlo mientras le tenía completamente agarrado, intentando claramente que se pusiese duro.
La miró a la cara y no podía creer lo que estaba viendo. No parecía su hermana de siempre. Paloma le estaba devorando con los ojos, mirando fijamente su cara de espanto mientras tocaba a su hermano. Estaba casi salivando.
Diego: No puedes hacer esto. Eres mi hermana – intentó oponer resistencia.
Paloma: Pues precisamente por eso. Soy tu hermana, soy yo quien debería hacerlo por ti. Siempre – dijo besándole – Parece que a tu polla sí que le gusta el amor que le estoy dando – dijo con una risa triunfante.
Después terminó de sacar su pene del calzoncillo y le bajó el pantalón lo justo. Se sacó los pechos. Diego no decía nada, solo se dejaba hacer esperando a ver dónde acababa aquello. Paloma comenzó a pajearle. En pocos segundos estaba duro como una piedra.
Paloma: Madre mía, hermano, es bastante grande y gruesa. De las más grandes que he visto y tocado – dijo pícara.
La verdad era que nunca se había cuestionado si su verga era grande o no. Las suaves y delicadas manos de su hermana estrujaban su verga con fuerza. Parecía que llevase haciéndole pajas toda la vida. No entendía cómo era posible que ella conociese mejor su propia verga que él. Diego se dejaba hacer, no paraba de gemir. Se había abandonado al placer que sentía. Su mano deslizaba de arriba a abajo lentamente con cuidado de no abusar de su glande, que estaba rojo. Paloma le ofrecía sus pechos, llevándole sus manos a ellos, para que los tocara a gusto. Todo eso le estaba excitando sobre manera a Diego.
Paloma: Se acabó el tocarte sin mi permiso – ordenó cachonda – A partir de ahora, cada vez que te sientas así, debes acudir a tu hermana, ¿entendido? – se quedó en silencio mientras gemía y respiraba con dificultad mientras comenzó a pajearle con más fuerza – ¿Entendido? – insistió.
Diego: ¡Sí! – gimió - ¡Joder!
Paloma: Te vas a correr, ¿a que sí? – dijo sin poder ocultar un ápice su satisfacción – ¡Venga, córrete! ¡Córrete con la mano de tu hermana!
Diego: ¡Dios, Paloma, Dios! – balbuceaba mientras no podía parar de gemir.
Entonces lo sintió. Su cuerpo se encogió y casi convulsionó. Su verga fue una tremenda explosión de varios espasmos. A medida que los sentía, su hermana le agarraba con más fuerza y enfatizaba cada uno de los espasmos con una sacudida fuerte. Era como si supiera exactamente cuándo y cómo se iba a correr. Dirigía toda su corrida a sus pechos.


Paloma: ¡Eso es! ¡Eso es! – gritaba mientras los abundantes chorros de semen saltaban desde la verga de su hermano sobre sus pechos.
Entonces, con una mano le agarró los testículos y comenzó a estrujarlos, mientras que con la otra seguía ordeñándole, esta vez más lentamente.
Paloma: Suéltalo todo, hermano…
Paloma estaba super cachonda ordeñando por primera vez a su hermano. Diego se quedó exhausto tumbado sobre la pierna de su hermana, respirando profundamente sin todavía ser demasiado consciente de lo que acababa de pasar.
Paloma: ¡Madre mía! Cuánta leche tenía mi hermano en estos de aquí – dijo masajeando sus testículos - ¡Creo que no había visto una corrida así en mi vida! Yo diría que te ha gustado, ¿eh? ¿A que ya no te quejas tanto?
No se quejaba, pero es que casi no podía ni hablar.
Entonces Paloma comenzó a rebañar con su mano todo el semen que yacía sobre sus pechos. Cuando lo hubo reunido todo en su mano, se lo llevó a la boca y empezó a saborearlo. Diego estaba flipando. Mientras lo hacía, cerraba los ojos y no paraba de emitir los sonidos que indicaban lo mucho que le gustaba su sabor.
Se lo tragó todo. Luego se levantó y reposó su cabeza sobre la cama. Entonces comenzó a lamer los restos de semen que todavía quedaban en su tripa. Después, se inclinó para darle un beso amoroso en la boca. Él estaba mudo. Cogió su móvil y se marchó como si nada, caminando con ese aura femenina y elegante que prácticamente la hacía flotar. Diego se quedó pensando, su hermana Paloma le había hecho una paja. Había sucedido. Y parecía que estaba dispuesta a que volviese a suceder. Ese día no pasó nada más, los hermanos actuaron como si nada hubiera pasado, aunque Diego intentaba no tocar a su hermana. Paloma lo dejó correr. Sin embargo, un día los dos solos en casa, Diego no pudo evitar preguntar.
Diego: Paloma, necesito hablar contigo – dijo nervioso.
Paloma: Dime – dijo mirándole, expectativa.
Diego: Eh, lo que pasó el otro día…
Paloma: ¿Qué pasó? – dijo como si no se acordara.
Diego: ¿Cómo que qué pasó? – dijo exasperado - ¡Me hiciste una paja! – dijo en voz baja.
Paloma: Sí, y qué – dijo como si eso no fuera grave.
Diego: ¿Y qué? – dijo atónito – Se te olvida que soy tu hermano, los hermanos no hacen esas cosas.
Paloma: En primer lugar, sí, eres mi hermano y te hice un señor pajote – dijo clara y cachonda al recordarlo – Soy tu hermana, me preocupo por ti, siempre lo he hecho, solo que es ahora cuando te lo demuestro, es lo único que pretendo, darte momentos de felicidad, te quiero Diego, me importas demasiado y quiero que estés bien, cubierto en todos los sentidos – sus ojos estaban clavados en los de su hermano, haciendo gala de una mirada cautivadora e implacable.
Diego: ¿Te estás escuchando? Para ser una buena hermana no hace falta que me hagas pajas – dijo serio – No es normal y no está bien.
Paloma:  Bueno, no te vuelvas loco, solo que el otro día te hice un favor, ahora quiero pedirte otro – dijo seria.
Diego: ¿El qué? – dijo pensando mal.
Paloma: Nada de lo que estás pensando – dijo riendo – Como sabes lo he dejado con mi novio y unas amigas que no conoces hacen una fiesta el sábado, necesito que te hagas pasar por mi novio para que no me den la lata por no ser una “chica decente” – enmarcó con burla.
Diego: ¿No tienes a otro? – dijo curioso – Debes tener una buena y larga cola de pretendientes.
Paloma: Los tengo, pero solo quiero a uno – dijo mirándole muy fijamente con deseo – No te conocen y no conocen a mi ex, así que es lo mejor – planteó - ¿Aceptas?
Diego: Vale – dijo pensando que su hermana utilizaría lo que pasó contra él con sus padres.
Paloma: Tendríamos que parecer novios, besarnos, tocarnos y demás – dijo como si nada, esperando el momento para hacerlo.
Diego sintió un escalofrío. Se fue huyendo a su habitación mientras Paloma reía, esperando el momento. El resto del día transcurrió con normalidad. Aquella noche como cualquier otra estaban los cuatro sentados en la mesa de la cocina mientras cenaban.

Paloma: El sábado vamos a salir juntos, Diego y yo – dijo mirando a sus padres.
Lourdes: No irá a ningún lado – sentenció tajantemente, como solía hacer.
Paloma: ¿Por qué? – preguntó.
Lourdes: Está castigado – sentenció.
Paloma: Está castigado, lo sé y necesita una buena lección. Me parece bien que esté castigado, no os equivoquéis. Pero yo necesito un acompañante para una fiesta y me apetece ir con mi hermano – le tiró un beso - Necesita un incentivo, o algo.
Lourdes: Pero si ni siquiera está claro que se vaya a graduar. Le han caído cinco. Cinco asignaturas. Tú nunca has suspendido un examen, y míralo a él – sentenció.
Paloma: Yo estoy segura de que lo va a conseguir. Se está esforzando muchísimo y juntos lo vamos a hacer, ya veréis. Confiad en mí. ¿Cuándo me he equivocado yo? – dijo seria.
Juanjo: Tu hija tiene razón, Lourdes – intervino – Yo lo he visto muy centrado estas semanas. Estudiando muy seriamente. Se está esforzando, se levanta temprano y no pierde el tiempo en tonterías. La ayuda de su hermana le está viniendo muy bien, no hagas que se pierda esa fiesta. Tu hija tiene razón. Le va a venir bien.
Lourdes: ¿Dónde es la fiesta? – interrogó.
Paloma: En una discoteca del centro, La pop. Creo que la han reservado para nosotros – respondió – Vamos, mamá, es la típica discoteca donde entran todos los niñatos en pubertad, no va a pasar nada.
Lourdes se quedó reflexionando unos instantes. Su expresión parecía haberse relajado ante los argumentos de su hija. Paloma era una auténtica maestra de la persuasión.
Lourdes Está bien. Puedes ir a la fiesta con tu hermana – sentenció.
Paloma agarró la mano de su hermano y se la llevó a la boca para darle un suave y pausado beso. No hizo nada más, Diego estaba incómodo, sentía cosas contradictorias, por un lado, le gustaba estar cerca de su hermana, pero por otro no sabía si era mejor ahora o antes con su hermana. Llegó el día, y se vistieron para la ocasión. Ella se puso un vestido negro, escotado y ajustado que realzaba cada una de sus curvas, junto con unas botas altas negras con mucho tacón, se pintó un poco los labios de color rojo pasión y los ojos. Quería impresionar a su hermano, iba a por todas. Él iba más casual, pantalón vaquero ceñido con unas bambas blancas, camisa lisa color azul claro. Se vieron en el salón.
Diego: ¡Guau! Estás preciosa – dijo sincero.
Paloma: Gracias, tú también vas muy guapo – dijo con una sincera sonrisa.
Lourdes: Tener cuidado y pronto a casa – dijo seria – Os queremos.
Diego y Paloma salieron de la casa sin tocarse, sin mirarse. No fue hasta que cogieron el autobús hasta que Paloma le cogió la mano cuando estaban llegando a la zona de la fiesta.
Diego: ¿Qué haces? – dijo sorprendido.
Paloma: Tenemos que parecer novios, ¿recuerdas? – sonrió encantadora.
Diego no dijo nada, mantuvo su mano firme en la de su hermana, pero estaba incómodo y caliente. Rápidamente llegaron a la discoteca y entraron, cogidos de la mano. Paloma saludó con la mano a sus amigas, las había conocido en la biblioteca.
Paloma: Mira, mi amor, estás son mis amigas, Carol y Alicia – dijo con una sonrisa – Os presento a mi amado novio, Diego – dijo besándole en la boca, sonrojándole.
Alicia: ¡Que mono! Le da vergüenza – se rio – Encantada, tienes encandilada a Paloma, siempre habla maravillas de ti – dijo dándole dos besos.
Diego: Sí, bueno ya sabes – dijo nervioso.
Carol: Si tu novia sólo habla de ti. Y lo entiendo, si yo tuviera un novio tan guapo como tú me pasaría todo el día presumiendo – dijo con una sonrisa.
Paloma: ¡Eh! Relaja la raja, zorra. Que es mi novio – le advirtió entre risas.
Fueron a la barra, pidieron su consumición, sin alcohol y se dirigieron a la pista de baile. Luego Paloma le agarró de la cintura y le dio un beso en la boca, muy sensual. El Dj puso música marchosa y comenzaron a bailar, riendo y contando anécdotas. Durante todo el tiempo que estuvieron bailando, aunque Diego lo hacía más tímidamente, su hermana no paraba de mirarle fijamente y de hacerle movimientos sensuales. Estaba claramente intentando seducirle.




Paloma comenzó a bailar cada vez más cerca de él. Al principio le tocaba ligeramente el brazo con sus movimientos, pero poco a poco se fue acercando hasta mover de un lado a otro sus caderas a escasos centímetros de su cuerpo. Su mirada penetrante llegaba hasta el fondo de su hermano y ella parecía absolutamente concentrada en él, ignorando completamente a sus amigas. Entonces le agarró de la cintura y comenzó a perrearle. Mientras restregaba su zona púbica por su cadera y muslo, notó cómo se iba poniendo cada vez más y más duro, hasta que era imposible ocultarlo, puesto que llevaba unos pantalones relativamente ceñidos. Después comenzó a manosearle de manera casi violenta, por dentro de su camisa, en la zona del abdomen y costillas. Por su forma de moverse y de tocarle, parecía que estaba casi poseída, fruto de la excitación. Justo en ese instante, acercó su boca a su oído.
Paloma: Si te digo lo que se me está pasando por la cabeza, perderías el sentido, hermano – dijo en un tono lo suficientemente bajo como para que pareciese un susurro en una discoteca.
Aquellas palabras dichas en su oreja provocaron que su verga se endureciese todavía más. Las amigas de Paloma no parecían estar demasiado atentas. Paloma se dio la vuelta y empotró su trasero contra la dura entrepierna de su hermano mientras bailaba, restregándoselo con fuerza. Su culo, que casi doblaba en anchura a su cintura, chocaba con su duro miembro, que comenzaba a humedecerse y a veces se enganchaba con el bajo del vestido de su hermana mientras lo frotaba entre sus voluptuosas nalgas. Justo en ese instante, le sujetó de las manos y las puso sobre sus caderas para que la agarrara con fuerza. Diego estaba cachondo, absolutamente perdido ante los movimientos de su hermana. Paloma parecía acalorada y sudando, y el momento de excitación máxima llegó cuando ella se giró y le besó con ardor. Sacó todo lo que sentía en ese beso. Jugó con la lengua de su hermano, que cachondo, morboso y sorprendido le devolvió el beso. Paloma lo besaba con amor, deseo, lujuria, cariño, admiración, adoración. Diego manoseaba la cadera de su hermana, intentando no perder la cabeza. Paloma posó sus manos sobre sus hombros y luego sobre el cuello, mientras su cintura se ceñía a Diego sin dejar espacio entre ambos, moviendo continuamente sus caderas sin dejar de besarlo. Ella utilizaba sus manos para cogerle del cuello o del brazo, o incluso de la mano, jugueteando con sus dedos. Paloma intentaba que su hermano dirigiera sus manos a su culo, pero Diego se resistía. Paloma cortó el beso sin separarse ni un milímetro de su hermano.
Paloma: No tienes ni idea de cuanto quería hacer esto ni cuanto tiempo llevo deseando probar tus labios, hermano – le susurró en el oído.
Diego: No sé de que hablas, pero esto debe parar, ha ido demasiado lejos – decía nervioso e intentando separarse de su hermana sin ser demasiado cantoso.
Paloma: ¿Nunca te has preguntado por qué soy tan arisca con las chicas con las que sales? – la pregunta le sorprendió.
Diego: Bueno, sí, alguna vez – dijo curioso.
Paloma: Es porque no soporto ver a otra chica en tus brazos, la sola idea de que no seas mío me da náuseas, estoy completa y locamente enamorada de ti – confesó – Te amo, hermano, te amo Diego.
Diego: ¿Qué? – dijo atónito.
Paloma: Esa es toda la verdad, ya me cansé de ocultarla y he decidido hacer algo al respecto – confesó – Imagino que no sientes lo mismo por mí, pero puedo demostrarte cuantas veces quieras que lo que digo es totalmente cierto, amor.
Diego: No es correcto, hermanita – dijo nervioso – Así que para con la broma.
Paloma no dio su brazo a torcer. Sabía lo que debía hacer. Le tiró la copa a su hermano encima.
Paloma: ¡Perdón, amor! ¡Qué torpe! – se disculpó – Hay que limpiarte.
Diego no sabía que había pasado, solo se notaba mojado del pecho. Paloma lo cogió de la mano y lo llevó a al baño, entraron y cerró la puerta. Lo metió en uno de los aseos. Cerro con cerrojo. Lo besó de nuevo con ardor, despertándole de su ensoñación. Paloma le quitaba poco a poco la camisa, botón a botón, sin dejar de besarlo.

Diego le devolvía el beso. Cuando la camisa del muchacho acabó en el suelo, Paloma se separó y llevó las manos a su vestido. Sin más miramientos, Paloma se bajó los tirantes del vestido y se lo quitó completamente antes de que pudiese pestañear, dejando sus pechos completamente al descubierto. Allí estaban ante él los gloriosos pechos de su hermana. Eran más voluminosas y preciosas que las del resto de chicas con las que había estado. Sus pechos eran totalmente naturales. No tenían ni una maldita imperfección. Se mantenían firmes y turgentes. Sus areolas eran grandes, de un color rosado, mientras que en sus pezones ese mismo color se oscurecía levemente. Entonces empezó a manoseárselas. Primero haciendo círculos, y luego hacia arriba y hacia abajo, como en contrapeso.
Paloma: ¿A qué ninguna chica de las que te has follado las tiene así de grandes? – le preguntó con una media sonrisa pícara – Son tuyas, amor, todas tuyas, hermano.
Diego: No, ni tan bonitas – era la primera vez que se sorprendía confesando su admiración por mi hermana.
Paloma: Anda, ven. Tócalas, son tuyas, amor - pedía.
Le cogió de la mano y la llevó hacia su pecho derecho. Al ver que no la movía, ella le agarró de la mano y le hizo estrujar.
Paloma: Manosea a tu antojo a tu mujer, amor, a tu hembra – pedía, ansiosa, necesitaba que la tocara.
Diego al escuchar a su hermana, salió del trance y la miró, llevó sus manos sobre sus dos pechos, estrujándolos y balanceándolos con los ojos inyectados en lujuria. Le impactó lo mucho que pesaban y también la suavidad de su piel en esa zona. Paloma estaba cachonda perdida, mostrando sus duros pezones y gimiendo. Diego, oyendo a su hermana, llevó su boca a sus pezones, haciéndola gritar de placer. No pudo evitar, aunque fuera su hermana, empezar a comerle los pechos, esos enormes cántaros que pedían una buena manoseada. Paloma estaba super cachonda, agarraba la cabeza de su hermano atrayéndole más hacia ella. Su minúsculo tanga estaba anegado de jugos de su vagina. Si su hermano la tocaba, solo un roce, allí abajo, se correría sin poder evitarlo. De hecho, pasó, Diego pellizcó uno de sus pezones a la vez que le mordía el otro pezón con ansia.
Paloma: ¡Joder! ¡Me corro! – gimió - Me encanta cómo me toca y come las tetas mi amado hermano, pero es hora de ordeñarte, mi amor – anunció aun cachonda.
Después, Paloma se agachó hasta ponerse de cuclillas sobre sus talones y se vio obligado a soltar sus enormes y maravillosos pechos. Paloma le desabrochó los pantalones con premura y le bajó los calzoncillos hasta los tobillos sacando su verga del encierro. Su pene se alzaba duro y grande. Su glande asomaba en tono rojizo bajo su media capucha.
Paloma: Mira a mi pobre hermano – dijo cachonda – Ni un pelo sobre su suave pecho y sin embargo una polla enorme y dura entre sus piernas, totalmente entregada a su hermana – se relamió - Hora de recibir amor, hermano.
Y con sus preciosas manos comenzó a masajear su pene. Lo hacía de manera lenta, suave, jugando y cambiando sus manos de posición. A veces le prestaba más atención a su glande, jugando con diferentes fuerzas y presiones, a medio camino entre el placer más absoluto y la tiricia. Luego, puso su cara frente a su pene y cargó su boca para escupir sobre él una buena cantidad de saliva.
Diego: ¡Dios, Paloma! – gimió.
Paloma solo le guiñó un ojo. Su dedicación a su verga era absoluta. Parecía que quisiera más a su verga que a él, pues le estaba haciendo una paja con mucho amor. Diego no paraba de gemir y más aun cuando vio la boca de su hermana empezar a engullir su glande sin quitarle la mirada de encima, una mirada de deseo. Diego volvió a agarrar los pechos de su hermana.
Diego: ¡Me encantan tus tetas! – gimió - ¡Grandes, jugosas!
Paloma: Soy consciente de las tetas que tengo, hermano – dijo sacándose su verga de la boca un momento – Quiero que te las aprendas, cada centímetro de ellas, las estrujes, las manosees, las beses, las lamas, las chupes, las llenes de leche. Son solamente tuyas – pedía - ¡Me tienes mojadísima y cachonda!



Acto seguido, se pasó los dedos por su chorreante entrepierna y le puso los dedos sobre la boca a su hermano.
Paloma: No sabes lo mucho que me pone tu cuerpo, hermanito – anunció en tono lujurioso – Este cuerpo es mío, ¿a que sí? – preguntó.
Antes de poder reaccionar, Diego observó cómo su verga desaparecía en el interior de su boca, rodeada por aquellos labios carnosos y acompañada de esos ojos claros que no me quitaban la vista de encima. Se le nubló el sentido y su mente quedó en blanco, aunque sus ojos la observaran aquella escena celestial. Nunca lo había imaginado, que bien le mamaba la verga su hermana. Ella seguía mirándole fijamente y, centímetro a centímetro, su hermana iba introduciendo su pene en su boca, gustándose en cada segundo que aquella deseada y ansiada verga reposaba más adentro en su interior.
Diego: ¡Dios, Paloma! – gemía.
Su sensible pene comenzaba a sentirse cómodo en el interior de la boca de su hermana cuando justo comenzó a moverse con mayor energía. Notó cómo su prepucio se desnudaba completamente a medida que ella incrementaba el ritmo en las acometidas de su boca, acompañándolas del jugueteo de su lengua alrededor de su verga. Le temblaban las piernas ante el placer que le estaba proporcionando el calor de la cavidad bucal de su hermana. Diego estaba completamente entregado a lo que ella quisiera hacerle. Enseguida su verga se encontraba recubierta de una capa de baba mezclada con sus propios fluidos, haciendo que esta mezcla de pecado incestuoso rodeara su boca y sus manos, y que parte de ella cayera al suelo, formando hilos de fluido que lo envolvían todo. Paloma lo estaba disfrutando.
Paloma: Te gusta lo que te hace tu hermana, ¿verdad? – dijo tras sacar su húmedo pene de su boca durante un momento sin dejar de pajearle –. Claro que te gusta. Mira cuánto líquido estás soltando – añadió – La polla de mi hermano es la polla más bonita que he visto. ¡Vaya polla tienes, amor mío! ¡Me pasaría todo el día chupándotela!
Luego empezó a lamerla utilizando toda la superficie de su lengua, de abajo hacia arriba y haciendo eses, estimulando cada rincón de su pene.
Paloma: ¡Mmmmm! – gimió - Y además está tan rica y sabrosa, siempre tiene este olor fuerte. ¿Cómo no me voy a poner cachonda si tienes esta polla grande emitiendo olores y feromonas entre las piernas? ¡Ahora vas a flipar, hermano!
Se introdujo su verga en la boca y le agarró del trasero con ambas manos empleando cierta fuerza, como si se fuera a escapar y no quisiera dejarle ir. Sus manos le sujetaban las nalgas y las cubrían casi por completo, haciendo saber que aquel culo era todo suyo. Después de jugar con la presión de sus labios sobre su glande, comenzó a empujar intentando introducirse su pene por completo en su boca, hasta llegar a la base. Paloma le hacía una perfecta garganta profunda. En el calor de su garganta, la punta tocaba con el final de su orificio bucal y ella estaba encantada, como siempre había soñado. Entonces incrementó el ritmo, experimentando con la profundidad de su garganta y las velocidades a las que usaba su boca y todos los músculos que había en ella. Usaba su lengua, succionaba, se la metía hasta el fondo. Poco tiempo después, el placer que sentía el muchacho era tal que sabía que estaba cerca de correrse.
Diego: ¡Paloma! ¡Voy a correrme! – le advirtió.
Al escuchar sus palabras no frenó ni un poco el ritmo. Con una de sus manos le empezó a masturbar mientras se la chupaba, con una intensidad aún mayor que la anterior, sin darle ningún tipo de tregua.
Paloma: ¡Córrete, hermano! ¡Córrete en mi boca! ¡Dame toda tu leche! – gemía - ¡Dame tu leche directamente en mi boca! ¡Todo lo que hay aquí es mío! ¡Dámelo!
En ese instante le encerró dentro de su boca. No necesitó nada más. El gozo que sintió al correrse tuvo una intensidad incluso mayor que cuando se corría con otra chica. Su pene comenzó a sufrir espasmos y latidos dentro de su boca hasta que fueron incontables. Mientras eyaculaba, ella le observaba con los ojos entrecerrados y emitía gemidos, lo estaba disfrutando tanto como él.


Durante algunos segundos su hermana dejó reposar su verga con su semen dentro de su boca, mientras ella la chupaba con calma y mucho mimo. Su pene comenzó a relajarse y Paloma relamió todo lo que quedaba alrededor de su glande. Unos segundos más tarde, Paloma terminó de limpiar hasta la última gota, succionando su pene hasta vaciarlo del todo. Entonces se lo tragó todo de una vez. Le miró y sonrió de oreja a oreja, mostrando sus dientes blancos y perfectos.
Diego: Me vas a matar – dijo recuperándose del orgasmo.
Paloma: De placer te voy a matar – dijo entre risas – ¡Vaya pedazo de corrida, hermano! Tu leche sabe exquisita – le guiñó un ojo, incorporándose cuando él le soltó los pechos – No sabes las ganas que tenía de esto, hermano, las veces que he fantaseado con entrar en el baño y mamártela mientras te duchas este cuerpo perfecto – dijo tocándole y besándolo, dándole a probar su semen.
Diego: Esto es nuevo para mí – dijo atónito.
Paloma: Lo sé, amor, lo sé, pero te lo explicaré todo, con pelos y señales, muy despacio, para que entiendas mis sentimientos y cómo me comportaba contigo – le dijo cariñosa.
Diego no dijo nada, solo ayudó a su hermana a vestirse y se colocó la camisa. Paloma le volvió a besar, usando su lengua. Justo después del beso, se escucharon unos fuertes golpes que retumbaron en la puerta del baño de la discoteca. Fue como si los obligaran a volver a la realidad.
Clienta 1: ¡Venga, coño! ¡Que llevo media hora esperando! – se escuchó a una chica gritar en la puerta.
Cuando se habían vestido, le cogió de la mano y le dio un breve beso en los labios, justo antes de abrir la puerta. En la puerta del baño había cola y la chica que los había gritado estaba claramente histérica.
Clienta 1 ¿Qué coño hacíais ahí? ¡Me cago en vuestra puta estampa! ¡Que ya llevamos un rato aquí! – chilló la chica.
Paloma: ¡Cállate, gilipollas! – le respondió imponiéndose con su tono y su altura – Estaba cuidando de mi novio, ¿es que no ves lo ciego que va?
Para salir del paso, fingió ir borracho mientras se marchaban y la chica no supo cómo reaccionar.
Clienta 1: Sí, claro. Pobrecito – dijo la chica vacilando a Paloma.
Paloma: Como digas algo más sobre mi chico, te suelto una hostia. Y te saco veinte centímetros así que ten cuidado, puta – amenazó.
Diego estaba muy sorprendido de ver a su hermana defendiéndole, pero lo cierto era que le gustaba que le protegiera. Le agarró del brazo y los sacó de la discoteca, puesto que le faltaba poco tiempo para cerrar. Miró el móvil y ya habían pasado las cuatro de la madrugada.
Paloma: Vámonos a casa. Es tarde – dijo abrazada a él.
Salieron de la discoteca para dirigirse a la parada del autobús. En el camino su hermana no le dejaba en paz. Le paraba y le ponía contra la pared una y otra vez para besarle y manosearle, como lo que era, una adolescente en celo. Parecía ansiosa, como si no hubiera tenido suficiente de su hermano. En el autobús la historia parecía continuar y en ningún momento dejaba de besarle o de tocarle.
Diego: Paloma, para. Estamos en el autobús. Nos ve todo el mundo – le dijo apurado.
Estaban sentados en la parte de atrás, en uno de esos asientos que van por parejas unos detrás de otros, él en el asiento derecho junto a la ventana y ella en el izquierdo junto al pasillo.
Paloma: Te preocupas demasiado, ¿y qué? Si no nos conoce nadie – le respondió.
Diego: Eso no lo sabemos – le dijo – A lo mejor hay gente de mi clase.
Paloma: Que no te preocupes, tonto, no nos va a ver nadie, aunque si nos ve alguna de tus zorritas no me voy a controlar – sentenció.
Durante unos instantes se quedó callada. Respiró profundo y, al contrario de lo que parecía que iba a pasar, su sed de sangre se calmó de repente, y su mirada cambió a la de hermana preocupada por el bienestar de su hermano. Lo que no sabía era que la mente de Diego era un auténtico torbellino. Aunque su hermana le había hecho la mejor mamada de su corta existencia, deseaba poder seguir, pero le daba pudor que alguien conocido les descubriera.


Por eso, cuando el autobús pasó por un parque, agarró a su hermana y se bajaron en esa parada. Paloma solo le miró, curiosa, pero él le dio un beso en los labios. Posó sus labios sobre los de su hermana con la pausa de quien lleva la situación por las riendas, le dio una serie de besos por toda la boca y las comisuras, despacio y recorriendo poco a poco cada rincón de sus labios, jugando lentamente con sus lenguas. Paloma se dejaba hacer, encantada de su iniciativa. No fue nada lascivo ni violento, sino algo lleno de ternura. Diego llevó entre besos a su hermana a una zona del parque llena de setos. Diego paró de besarla.
Diego: No sé a dónde va esto, pero me tienes muy caliente, hermanita – confesó.
Paloma: Llevo desde primaria perdidamente enamorada de ti, y sufriendo como una loca porque tú no te fijas en mí. Soy tu hermana – dijo melancólica -Necesito estar junto a ti. Si de verdad me quieres, déjame estar a tu lado.
Diego: ¿Cómo amigos? – dijo curioso.
Paloma: Cómo tu folla amiga, tu puta, tu novia, lo que tú quieras, pero no me apartes de tu lado – pidió – No soportaría ser solo tu hermana pequeña.
Diego: Paloma, yo ahora mismo quiero una puta que me satisfaga, una perra en celo que siempre esté dispuesta a complacerme, una mujer – se sinceró – Quiero follarte y romperte todos tus agujeros.
Paloma: Soy toda tuya – dijo escuchando su confesión - Mi felicidad está a tu lado – dijo seria – Y ahora mismo te voy a demostrar que puedo hacerte feliz.
Sin darle tiempo a reaccionar, Paloma comenzó a besarle con pasión, con amor, con deseo mientras le agarraba fuertemente del cuello. Diego, aprovechó para tocarle el culo suavemente, haciéndola gemir. Paloma comenzó a besarlo con todo su amor y pasión. Diego comenzó a meterle mano por su vestido, llevándola a una calentura que ni en sus mejores sueños habría soñado. Paloma notó un bulto en su vientre revelando la excitación de su hermano.
Diego: A partir de ahora, mientras estés a solas conmigo no llevarás nada de ropa interior, quiero tener libre acceso a ti – dijo mientras la besaba el cuello y le amasaba sus grandes pechos.
Paloma: Sí, mi amor, cómo tú quieras – dijo gimiendo - ¡No pares, oh sí! ¡Quiero tu polla! – dijo agarrándola fuerte por encima del pantalón.
Paloma, luego de besar apasionadamente a su hermano, bajó las manos por su cuerpo y al mismo tiempo que se ponía de cuclillas le sacaba la verga del pantalón para engullirla hasta los testículos. Diego gimió. Paloma comenzó a comer verga cómo una posesa, haciendo una garganta profunda, mientras con la otra mano le acariciaba los testículos. Diego se tuvo que apoyar contra el árbol que había detrás suyo para evitar caerse por la pasión y el deseo con el que su hermana se la comía. Paloma comenzó a aumentar el ritmo, si es que eso era posible, volviéndose loca con la verga de su amado hermano en su garganta. Diego tras unos minutos de intensa mamada de su hermana, la agarró de la cabeza y comenzó a follarle la boca.
Diego: ¡Toma polla, puta! ¡Mi polla querías, mi polla tienes, perra! ¡Traga polla, así, así, entera! ¡Me voy a correr, oh sí, toda mi leche en tu boca, puta! ¡Me corro! ¡Bébetela toda! – gemía, cachondo.
Paloma recibió de nuevo encantada la corrida de su hermano en su boca, sin dejar de mirarle a los ojos con amor y adoración. Diego descargó todo su semen y se quedó de pie viendo como su hermana cumplía su orden, pues estaba con la boca abierta, enseñándole su semen cómo si fuera su trofeo y se lo tragó relamiéndose cómo si probase el mejor manjar del universo.
Paloma: ¡Me encanta tu polla, amor, y me encanta tu leche! – dijo relamiéndose su boca y lamiendo la polla de su hermano con una sonrisa.
Diego: Se te da muy bien comer polla – dijo abrazándola – Pero ahora te toca a ti – dijo empezando a besarla.
Diego comenzó a besarla con amor, con cariño, la boca y el cuello, pasándole la lengua sensualmente por los labios y el cuello mientras su hermana se la mordía suavemente gimiendo.


Diego le metía mano por debajo del vestido, por el escote, notando cómo sus pezones se ponían duros entre sus hábiles dedos. Diego, hábilmente le sacó el vestido por los tobillos sin dejar de besarla y comenzó a comerle los pechos. Paloma se dejaba encantada colocando sus manos en la cabeza de su hermano y cogiéndole del pelo. Diego siguió comiéndole las tetas mientras ahora, con la mano libre le quitaba el tanga con la ayuda de su hermana. Luego de unos minutos de comerle los pechos, la tumbó en el césped y comenzó a pasar sus manos por sus piernas, culo, coño y pechos sin dejar de mirarla a los ojos.
Diego: ¡Estás buenísima! ¡Eres una diosa! – le decía - ¿Te gusta?
Paloma: ¡Me encanta, así, no pares, oh sí! – gemía - ¡No dejes nunca de tocarme, amor!
Diego comenzó a bajar la cabeza hacía su coño mientras su hermana abría aún más sus piernas. El muchacho comenzó a pasar la lengua por su coño, de arriba abajo y en círculos, haciéndola gemir de placer mientras con una mano le levantaba el culo y con otra la pellizcaba los pezones. Paloma le agarraba del pelo a su hermano mientras él no dejaba de comerle el coño, cada vez con más intensidad, llevándola al cielo. Diego, pronto dejó los pechos de su hermana para agarrarle el culo y comerle el coño con ganas, con ímpetu, haciéndola gritar.
Paloma: ¡Joder, sí, amor, no pares! – gemía - ¡Soy tuya!
Luego de unos minutos, Diego decidió darle algo de tregua a su hermana se tumbó encima de ella para besarla, rozando sus sexos. Paloma al sentir a su hermano intentando entrar, rozando su verga contra su chorreante coño, le agarró del culo atrayéndola a ella.
Paloma: ¡Hazme tuya, aquí y ahora! ¡No aguanto más! – gemía.
Diego solo restregaba su verga en su coño empapado. Paloma se impacientó y viendo que él iba a tardar un rato en jugar con su coño, se dio media vuelta y se colocó a cuatro patas.  
Paloma: ¡Vamos, métemela ya! – dijo deseosa.
Diego le colocó la verga en su coño y volvió a restregarla. Paloma, cuando notó la punta de la verga de su hermano en la entrada de su coño, no lo soportó más y echó su culo para atrás, metiéndose centímetro a centímetro la verga de su amado hermano entera en su coño. No paró hasta que la tuvo toda entera dentro. Diego le dio un pequeño azote y se agarró fuertemente a su culo.
Paloma: ¡Oh sí, por fin! ¡Soy tuya! ¡Por fin te tengo dentro de mí, mi amor! ¡Fóllame, folla a tu puta! – gemía.
Diego, luego de unos segundos para que se adaptara a su intrusión, empezó una lenta follada mientras la agarraba con una mano de la cadera y con la otra le cogía un pecho y se lo pellizcaba y estrujaba. Paloma estaba en el cielo. Diego comenzó a follarla cada vez más rápido mientras la azotaba el culo. Paloma cada vez gemía más y más. Diego, tras unos minutos, le sacó la verga y la colocó de espaldas al suelo para abrirle las piernas, colocárselas en sus hombros y mirándola a los ojos volverle a clavar la verga en su coño de una estocada.
Diego: ¡Ahora vas a saber lo que es bueno, puta! – dijo empezando a follarla de manera bestial - ¡te voy a follar el coño y el culo! – decía cachondo.
Paloma: ¡Oh sí, dame más, sí, así, fuerte, dame duro, dame con todo, oh sí, no pares nunca de follarme así, dame más, oh sí! – gemía - ¡Toda, fóllame toda!
Diego estuvo unos minutos follándola así, sin dejar de comerle, pellizcarle, lamerle ni amasarle los pechos en ningún momento. También le comía la boca y el cuello cada vez que Paloma se corría para evitar que los pocos transeúntes que paseaban ya a esas horas los oyeran. Luego de unos minutos de intensa follada, Diego cambió de agujero. Le sacó la verga del coño y la enfiló en su ano. Paloma lo sintió, solo le miró con determinación.
Paloma: ¡Hazlo! ¡Soy tuya! ¡Fóllame bien follada, amor! – gemía.
Diego: ¡Estate quieta! – le ordenó con un fuerte azote – No te muevas hasta que no te lo diga – le exigió.


Diego, cogió su verga y la colocó en la entrada de su ano, y de un empujón, comenzó a meterle esa dura y gloriosa verga, centímetro a centímetro, despacio, abriéndole el culo. Ambos notaban como la verga del muchacho abría su camino en el esfínter de la muchacha, abría cada rugosidad de su recto para llegar a lo más profundo. Paloma sentía una mezcla de dolor y placer. Cuando ya la metió entera, se la dejó incrustada, y Paloma pudo lanzar el grito que estaba conteniendo.
Paloma: ¡Duele! ¡Duele! ¡Oh! – gritó, mitad de placer mitad de dolor - ¡Quiero que me folles el culo! ¡Me gusta este dolor!
Diego: Tus deseos son órdenes – susurró en su oído mientras comenzaba lentamente a moverse.
Paloma: ¡Oh sí, despacio, amor, sí, así! – gemí.
Diego comenzó a follarle el culo despacio, metiendo y sacando su verga lentamente de su culo, abriéndole el ojete poco a poco y dejándole que se acostumbre a su verga. Pronto, gracias a su manera de follarla y a que empezó a pellizcarle de nuevo los pezones suavemente, pero fuerte, le provocaron un estado de excitación enorme, y solo sentía placer, nada de dolor. Diego lo notó y comenzó a follarla cada vez más rápido e intenso, mientras ahora le soltaba azotes duramente en su culo.
Paloma: ¡Oh sí, mi amor, reviéntame en culo a pollazos, sí, azótame, sí, sí, sí, no pares, sí! – gritaba de placer - ¡Oh sí, sí, sí, es todo tuyo, siempre, oh sí, no pares, sí, más, más, dame más, sí, sí, sí!
Diego seguía follándola cada vez más fuerte, hasta hacer el ritmo vertiginoso, violento, sin dejar de azotarla, de pellizcarle los pezones. Ella estaba en el cielo de nuevo, encadenando orgasmos sin parar. No podía moverse, estaba aprisionada entre el suelo y el cuerpo sudoroso de Diego, que no dejaba de penetrarla con vigorosidad, con fuerza, con violencia, con estocadas profundas y fuertes. Ella se sentía usada, pero a la vez amada y deseada.
Diego: No tardaré en correrme, ¡puta! – gimió clavándole la verga en lo más hondo de su recto.
Paloma: ¡Oh sí, lo sé, oh sí, no pares, sí, más, más, dame más, sí! – gemía - ¡Quiero que te corras en mí!
Sin embargo, Diego la sorprendió cuando, sacándole su verga del culo tras un par de estocadas profundas, se la metió de nuevo en el coño húmedo y palpitante, haciéndole enloquecer. La muchacha comenzó a correrse bestialmente, notando las penetraciones salvajes en su coño y cómo se la sacaba del coño para volver a meterla en el culo tras varias estocadas, dejándola en un frenesí continuo y alternando ambos agujeros sin descanso.
Paloma: ¡Oh sí, sí, fóllame entera, oh sí, no pares, sí, sí, sí, me corro, no pares, sí, me encanta, sí, soy tuya, sí! – gritó de placer.
Diego: Vas a hacer que me corra, ¡puta! – gimió dándole un durísimo y placentero azote.
Paloma: ¡Oh sí, sí, sí, córrete, lléname de tu leche, sí, córrete conmigo! – le imploró, presa del deseo y la lujuria - ¡Córrete dentro de mi coño, mi amor, dame toda tu leche en mi coño! ¡Vamos dame tu leche en mi coño, mi amor! – pidió haciéndole la pinza - ¡No pares de follar a tu puta hasta que te vacíes los huevos en su coño! ¡Oh sí, me corro, dámela toda!
Diego: ¡Me corro, putita mía, me corro dentro de tu coño! ¡Toma mi leche, oh sí, toda entera en tu coño! – gimió.
Diego se corría como una bestia en celo en el coño de su hermana, que recibía loca de contenta la descarga de semen de su amado hermano mientras se unía a él en un intenso orgasmo. Cuando se calmaron se tumbaron en el césped, abrazados.
Paloma: Te amo cómo nunca voy a amar a nadie, Diego – dijo mirándolo a los ojos con todo el amor que sentía por él – Y nunca me voy a ir de tu lado y menos ahora que eres mío – dijo abrazándolo posesiva.
Por primera vez en mucho tiempo, Diego se sentía pleno. Y todo ello era gracias al amor de su hermana. Sumergido en esos pensamientos, quedó dormido al ritmo de sus caricias, consciente de la suavidad y el confort de los pechos de su hermana. Se despertaron cuando casi amanecía, entre arrumacos se vistieron y se fueron a casa. Aguantaron el regaño de sus padres por llegar a esas horas.

La vida era diferente ahora, se veía diferente, Paloma y Diego se comportaban como hermanos, pero estando a solas eran dos amantes, dos almas gemelas, demostrándose su deseo, su amor, su adoración. Así fue hasta la actualidad, con 20 y 21 años respectivamente que pudieron ser pareja de puertas para afuera, debido al trágico accidente de automovilismo que sufrieron sus padres. Se mudaron de ciudad y empezaron su nueva y excitante, pero feliz vida.








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