viernes, 19 de enero de 2024

al aire libre

Hay recuerdos que siempre guardaré con mucho cariño en mi memoria hasta el fin de los días y los vividos con mi hermana Belén, mas que ningunos. Este, es uno de ellos.


Llegamos a eso de las cinco y media. Aparqué en un lado de la carretera y nos bajamos. Enseguida, nos adentramos en un amplio descampado. Mirara hacia donde mirase, el suelo estaba entero tapizado de corta hierba. Todo estaba sereno y tranquilo. Conformes con el sitio, mi hermana, mi prima y yo decidimos que este era un buen sitio para quedarnos.


Extendí una manta en el suelo y nos sentamos sobre ella, yo en el centro y ellas a cada lado. Una vez así, nos dedicamos a contemplar el cielo, tan bonito como despejado. La verdad es que todo resultaba muy relajante hasta tal punto que terminé por recostarme bocarriba. Mi hermana y mi prima decidieron imitarme y también se acostaron. Ya así, nos dejamos llevar por la serenidad que se respiraba.


—Que bien hemos hecho en venir —dijo mi prima Irma mientras cerraba sus ojos.


—Pues si —repuso mi hermana Belén—. No soportaba estar un rato mas en casa de tus padres. De seguir escuchando a los Chunguitos y oliendo a fritanga, me hubiera vuelto loca.


Me eché a reír al escucharla, aunque llevaba razón. Aquel domingo fuimos a pasarlo a casa de Irma y sus padres, sabedores de lo que eso traería consigo. Gritos, jolgorio y mucho pachangueo que, para que negarlo, no era plato de nuestro gusto. Viendo como estaba el panorama, le pedí las llaves del coche a mi padre y como tenía el carnet, le comenté a mi hermana si quería ir a algún lado. Nuestra prima nos dijo que había un sitio muy tranquilo que ella conocía, así que los tres decidimos ir para allá.


Miré el cielo despreocupado, esperando encontrar alguna nube y ver como iba cambiando poco a poco de forma. Permanecí de esa manera hasta que alguien comenzó a acariciar mi mano derecha. Al volverme, me encontré con mi hermana mirándome un poco melosa. No sabía que quería, pero el caso era que me quedé prendado al verla.


No lo podía negar, mi hermana era una chica preciosa. De piel clara, tenía los ojos verdes y unos labios rosados y carnosos que hacían que tuviera el rostro mas seductor y atrayente que jamas había visto en una mujer. A eso, se sumaba su largo y rizado pelo rojo, que bajo la luz del Sol, parecía fuego ardiente. Su cuerpo era delgado, pero esbelto y voluptuoso, con unos pechos medianos, bien redondos y erguidos. El vestido rosa que llevaba resaltaba muy bien su figura. Tragué un poco de saliva al revisarla de arriba a abajo.


—¿Que pasa? —pregunté un poco nervioso.


—Nada —dijo simplemente—. Es que estoy muy a gusto aquí, contigo.


Sacó su lengua y se humedeció los labios. La pasó por ellos un par de veces y vi como quedaron brillantes. En ese momento, mi corazón se aceleró. No sabía que diantres me pasaba o mas bien, como podía dejar que ocurriese de nuevo. Seguimos mirándonos como si aquello durase una eternidad hasta que Belén decidió besarme.


Mi hermana es mas joven que yo por dos años y nuestra relación siempre fue muy estrecha. Al ser mas mayor que ella, siempre la cuidé y protegí de todo lo malo que le pudiera pasar, creándose un claro vinculo entre nosotros. Desde luego, lo que nunca podría imaginar era que se terminaría por enamorar de mi. Yo me enteré la semana anterior, cuando ella decidió confesármelo. Dios, iba con un camisón tan fino que podía notarse su cuerpecito… y ahora, me estaba besando.


Como pude, la aparté y ella me miró extrañada.


—¿Que ocurre? —habló con sorpresa.


—¿¡Tu estás loca?! —le dije nervioso— ¿Como se te ocurre besarme delante de la prima?


—No creo que se escandalice —comentó con una sonrisa desenfadada.


Yo alucinaba con esta chica. En los días previos, estuve evitándola como un loco ya que sabía que intentaría hacer esto y, cuando parecía que las cosas se habían calmado, volvía al ataque, encima, delante de un miembro de nuestra familia.


—Pero, ¿¡que coño dices?! —hablé muy alterado.


—Ey, ¿que os pasa? —preguntó nuestra prima.


Me volví para mirarla. A diferencia de mi hermana, Irma era todavía una chiquilla. Tenía dieciocho años recién cumplidos, aunque no se podía negar que también era muy guapa. De pelo negro en una melena mas que corta que la de Belén, ojazos azules y piel rosada, resultaba también despampanante. Sobre todo, en esos momentos, con una camiseta de tirantes que realzaba unos medianos pechos y un pantalón corto que dejaba bien atrapado su culito. Joder, pero, ¿que coño hacía fijándome en su físico?


—Nada, nada —respondí incomodo—. Tonterías de esta.


El problema fue que esta no se quedó callada.


—Es que le he dado un besito y el tonto se ha asustado —comentó sin mas.


En esos momentos, lo único que deseaba era que me tragara la tierra, pero la situación se iba a poner peor.


—Así que al final lo has hecho —dijo sonriente Irma—. Ves, te dije que este era el mejor momento para lanzarte.


Yo estaba alucinando. No solo mi prima estaba al tanto, sino que encima, era quien había animado a mi hermana a lanzarse. Ambas chicas se empezaron a reir divertidas, aunque a mi no me hacía ni pizca de gracia.


—Muy bien, ya es suficiente —hablé mientras me ponía de pie—. Esto es ridículo.


Mi intención era largarme, pero las dos me lo impidieron. Me agarraron con fuerza justo cuando me incorporé y me obligaron a sentarme de nievo.


—¿Que hacéis? —pregunté enfadado.


Me miraron con una intensidad que asustada. En sus ojos, podía notar un fulgor como pocos había notado.


—Tu de aquí no te vas —habló con una aterradora claridad mi hermana.


Irma también se mostraba recta en sus intenciones, tal como atestiguaba la expresión seria en su cara. Petrificado, no tuve mas remedio que recular y ver que pretendían.


—Escúchame bien, primo —empezó muy resoluta—, Belén está enamorada de ti. Lleva así desde hace mucho tiempo y creo que es hora de que resolváis el tema de una vez por todas.


—Ya lo se, pero se te olvida de que es mi hermana —contesté contrariado.


—¿Y que?, yo también estoy loca por ti.


Cuando dijo esto, me quedé sin habla. Ahora resultaba que mi prima Irma también sentía lo mismo. No, aquello no podía ser verdad.


—Esto es una broma. —Yo estaba cada vez mas nervioso— Las dos os habéis planteado volverme loco. Es eso.


Sonrieron divertidas, pero en ellas, adiviné la realidad. No iban en coña, era en serio lo que decían.


—Si supieras la de veces que hemos hablado de ti y lo mucho que te hemos deseado —me dijo al oído Belén—. No te imaginas que se nos pasaba por la cabeza que nos hicieses.


Mi hermana y yo nos recostamos de nuevo. Yo temblaba como un niño pequeño, sin poder creer lo que sucedía. Irma se puso a mi lado y me miró muy melosa.


—Primo, ¿sabes lo que va a pasar ahora?


Su pregunta no podía ser mas incitante. Notaba como mi polla se estaba poniendo bien dura. No podía segur callándomelo, esas dos chicas serían de mi familia, pero me ponían como ningunas otras. Noté como sus manos comenzaron a acariciar mi torso, cubierto por una camiseta de manga corta. Respiré muy tenso, sin poder creer lo que ocurría y cuando miré a mi hermana, lo tuve claro. La besé.


Escuché como Irma reía al vernos besándonos y entonces, la agarré por la cintura y la atraje a mi lado. Mientras, Belén y yo intercambiábamos saliva como desesperados. Chupaba esos labios como si la vida me fuera en ello y me encantaba. Eran tan suaves y húmedos. Me encantaban. Luego, me volví hacia mi prima y le comí la boca. La debí pillar desprevenida porque abrió los ojos de par en par, aunque no tardó en irsele la sorpresa, pues se apretó contra mi con ganas.


Así empezamos, intercambiando, dejando que nuestras lenguas se paladeasen las unas con las otras hasta que llegó la sorpresa. Cuando Belén se apartó de mi, miró hacia nuestra prima y, sin pensárselo, se morreó con ella. Ver a las dos chicas besándose me puso todavía mas cachondo. Mi hermana devoraba los finitos labios de Irma con avidez, mordisqueándolos de vez en cuando y no dudaban en introducir su lengua nen la boca de ella, viendo como gemían excitadas. Cuando terminaron, me encontraron con una cara de alucinado increíble.


—¿Acaso te pensabas que lo único que hacíamos era hablar de ti? —dijo Belen.


Me lancé hacia ellas y nos dimos un triple beso de esos que hacen historias. Nuestras se enrollaron como locas e intercambiamos saliva. Luego me besé con una y con otra. Al mismo tiempo, noté como las manos de mi hermana entraba por debajo de mi camiseta y comenzaban a acariciar mi piel. Un escalofrío recorrió mi cuerpo entero. Sin dudarlo, yo tampoco me quedé quieto y coloqué una de las mías en su espalda. Descendí hasta meterme por debajo de la falda del vestido y así, pude aferrar ese suculento culo que tanto me atraía.


—Ummm —murmuró ella mientras la besaba.


La cosa se estaba calentando hasta limites insospechados. Ademas de palpar las extraordinarias nalgas de mi hermana, también hice lo propio con el culo de mi prima, el cual agarraba con buenas ganas. Mientras, ellas no cesaban de acariciarme el pecho, hasta el punto de que me llegaron a levantar la camiseta. Al final, terminé por quitármela y eso les dio vía libre para comenzar a besar mi torso. Sentir esos labios sobre mi piel me puso a mil.


—Si, no paréis —dije entre gemidos.


Me empezaron a chupar los pezones. Sentía como los atrapaban entre sus labios y le daban pequeños mordisquitos que me hacían dar botes. De repente, henchido por el calentón, agarré a mi hermana y le di un buen beso al tiempo que le bajé los tirantes del vestido. De esa manera, dejé al descubierto sus pechitos redondos. Sin dudarlo, los agarré con mis manos y comencé a acariciarlos. Belén me miraba entelerida y cuando atrapé sus rosados pezoncitos, pellizcandoselos, puso una cara de excitación increíble. Bajé mi cara hacia ellos y empecé a devorarlos.


—Agh, ¡hermano! —chilló mi hermana, presa del placer.


Lamía y chupaban sus tetas con ganas. Eran maravillosas. Sus pezones se pusieron bien duros. Al mismo tiempo, ella comenzó a acariciar mi entrepierna, lo cual me alteró bastante. Sentía como sus dedos recorrían toda mi dureza y eso, lejos de hacerme parar, me impulsó a seguir devorándola. Mientras hacía esto, ella se encargó de desabrochar el botón y sacarme la polla.


—Belén, espera —le dije.


—Callate y disfruta —habló ella.


Justo entonces, agarró mi pene por el tronco y, tras apretarlo, comenzó a hacerme una paja. El gemido de gusto que emití fue bien grande. Irma miró alucinada, aunque no tardé en captar su atención.


—Ven aquí —le pedí.


Nos besamos ansiosos, como si lleváramos tiempo sin vernos y acaricié sus tetas. Aún llevaba camiseta, así que no dudé y se la quité sin mas premura. Mientras, Belén seguía masturbándome con ganas. Metí mi cara entre las dos tetas, mas grandes que las de mi hermana. Encontrarme atrapado entre ellas me encantó, aunque no tardé en comenzar a comérmelas. Irma también gimió al sentir como se las chupaba y succionaba sus pezones. Era genial poder ver como le daba placer. De repente, noté algo humedo sobre mi polla.


Por el rabillo del ojo, pude ver como Belén pasaba su lengua por encima de mi cipote. Luego, atrapó la punta entre sus rosados labios y me lanzó una mirada muy caliente. Sin pensárselo, se introdujo mi herramienta hasta la mitad. Temblaba calamitoso, sin poder creer lo que sucedía.


La mamada continuaba para mi gusto y me fijé en que debía darle un poquito a mi maltrecha prima. Su rostro estaba colorado, clara señal de lo caliente que debía estar. Desabroché el botoncito de su pantalón y colé mi mano por dentro. Enseguida, llegué hasta sus braguitas, las cuales noté mojada. Pasé mis dedos por la tela, impregnándome de sus jugos y adivinando la forma de su vagina.


—Oh, ¡primo! —dijo muy candente antes de que la volviera a besar.


Belén pasaba toda su lengua por el tronco de mi polla y masajeaba mis huevos a la vez que yo masturbaba a nuestra prima. Aparté sus braguitas y hallé el clítoris, el cual comencé a frotar con ganas. La chica no tardó en preferir varios gritos que indicaban el disfrute que el estaba dando. Sin embargo, creí que aquello no era suficiente.


Hice que Irma se pusiera de lado y la ayudé a quitarse el pantalón junto con sus braguitas. Así, ahora quedaba desnuda por completo. Luego, la hice abrir de piernas y de esa manera, pude ver su precioso coño. Coronado por una corta mata de pelo negro, estaba rosado y semiabierto como los pétalos de una flor. Ademas, varias gotitas de fluido vaginal la recorrían. Llevé mis dedos y la acaricié. Estaba caliente y mojada. Irma emitió otro alarido. Belen me pajeaba muy lentamente a la vez que observaba encantada. Por lo que notaba, lo mas seguro era que también se estaba tocando.


Humedecí un dedo y lo pasé por encima de la vagina. Mi prima contrajo su rostro y cerraba los ojos al sentir todo el placer que le daba. Recorrí en círculos su clítoris con mi dedo corazón varias veces hasta que al final lo introduje por su agujerito. Ella se puso algo tensa, así que besé su cuello.


—Calmate, tan solo disfruta —le susurré al oído.


Nos besamos dándonos cortos piquitos a la vez que mi dedo entraba por su húmedo conducto. Enseguida, sentí mi falange atrapada por ese lugar. Lo notaba muy caliente y apretado, bastante apretado, lo cual me hizo sospechar algo.


—Primita, ¿es que eres virgen? —pregunté en un susurro.


Ella no llegó a responder, pues ya solo podía emitir gemidos, pero asintió, confirmando mis sospechas. Como picaruela recompensa, comencé a mover mi recién introducido dedo en círculos y con el pulgar, froté de nuevo su clítoris. Eso hizo que el orgasmo le llegase enseguida.


—¡¡¡Si!!! —gritó de manera pasmosa.


Todo su cuerpo entero convulsionó y sentí como su coño se contraía varias veces a la vez que expulsaba bastante humedad. Me quedé alucinado y así quedó también mi hermana. Cuando todo acabó, mi prima quedó totalmente derribada, respirando con fuerza y sudando. Una leve brisa se levantó en ese instante y sentí como el frio viento acariciaba mi cuerpo. Miré a Belén y luego a Irma y supe que ya no había marcha atrás.


Sin pensarlo, hice que mi prima se acostase sobre la manta y yo me puse encima. Mi hermana nos miraba extrañada.


—Oye, ¿que haces? —preguntó mi hermana mientras se terminaba de quitar el vestido.


—¿Tú qué crees? —le dije de forma irónica—. Voy a follarme a nuestra prima.


Al escuchar esta frase, Irma enmudeció.


—No se si eso es una buena idea —comentó insegura.


La miré con ternura y le di un suave beso.


—Tu tranquila, yo me ocuparé de todo.


Eso pareció calmarla.


Acerqué mi polla hasta la entrada de su coño. Irma me miraba expectante de que la metiese, pero, en vez de eso, lo que hice fue restregarla contra su sexo.


—Agh, ¡no me hagas eso! —se quejó de una forma muy tierna.


Restregué mi miembro contra ese chochito calentito. Mi hermana se colocó a nuestro lado. Me fijé en como se acariciaba su sexo, masturbándose con la escena que tenía ante si. Eso me excitó mucho mas. Tras pasarla un par de veces mas. Decidí introducirle a Irma mi polla.


—Con cuidado —me pidió nerviosa.


La fui metiendo poco a poco y, aunque notaba el conducto estrecho, la verdad es que pude entrar con facilidad. Por un lado, mi polla estaba bien impregnada por la saliva de mi hermana y por otro, mi prima estaba tan húmeda que el acoplamiento estaba siendo mas fluido de lo esperado. Con todo, no podía negar que me sentía bien apretado dentro.


—Bien, ya está dentro —anuncié.


Noté el rostro de Irma algo mustio. Era innegable que le había dolido un poco, así que me quedé quieto para dejar que se acostumbrara a tener mi pene dentro. Pasado algo de tiempo, comencé a moverme.


—No lo hagas rápido —dijo con lastimera voz—. Me harás daño.


La besé. No quería que se preocupara.


—Tú tranquila. Lo haré lo mas suave posible.


Comencé a menear mis caderas. Notaba como mi miembro se deslizaba por el interior de forma bastante sencilla, aunque la fricción al estar en un conducto tan estrecho me daba mayor placer. Miraba el rostro desencajado de mi prima, fijándome en como comenzaba a disfrutar. Eso me hizo sentir mas seguro.


— Eso es, fóllatela.


Al volverme, me encontré con los ojos verdes de mi hermana clavados en mi. Estaba de lado, contemplando como me follaba a nuestra prima. Una mano la tenía entre sus piernas, frotando con ansiedad su clítoris. Con la otra, se pellizcaba los pezones. Esa imagen hizo que me acelerase mas.


Me moví con mayor intensidad, clavando mi polla en lo mas profundo de Irma. Ella ya se agitaba, presa del placer proporcionado por mi miembro. Volví la vista a ella. Su rostro desencajado, sus pechos bamboleándose a cada lado, su cuerpo tembloroso. Era una imagen sexi y arrebatadora.


—Vamos, no te detengas —me incitaba Belén.


Arrecié con mas ganas, midiendo mis embestidas para asegurarme de no hacer daño a nuestra prima, aunque sin ralentizarme. Cada estocada nos hacía estremecernos. Cada vez respiraba con mayor dificultad y gemía agónico. Tanto ella como yo estábamos al borde del orgasmo.


—¡No puedo mas! —gritó desesperada Irma—. ¡Me voy a correr!


Yo tampoco aguantaba. Me abalancé sobre ella y silencié sus gritos con mi boca. Mientras nos besábamos desesperados, escuchaba como Belén también gemía desbocada. Al final pasó.


Irma estalló en un poderoso orgasmo y sentí la explosión de humedad en mi miembro, al igual que las contracciones de su vagina. Eso fue suficiente para que yo también me corriera. Temblé de pies a cabeza al mismo tiempo que mi polla descargaba todo su semen dentro de mi prima. Para cuando todo terminó, acabamos destrozados.


Permanecí así por un rato hasta que me volví al escuchar unos gritos. Cuando miré, pude ver como mi hermana se corría entre estertores. Se retorcía con desesperación, cerrando sus ojos y abriendo su boquita para dejar escapar gemido tras gemido. Sus caderas se contoneaban ante cada espasmo sufrido y sus tetitas botaban como si tuviera vida propia. Acabó desmadejada, suspirando mientras sacaba dos dedos del interior de su coño. Al mirarlo, estaban brillantes y húmedos. Se los llevó a la boca y los chupó con gula.


—¿Te ha gustado follarte a la prima Irma? —preguntó sin mas.


Al inicio, no supe ni que responder. Parecía que esa cuestión estaba hecha con cierta molestia, como si mi hermana estuviera enfadada porque había preferido tener sexo antes con nuestra prima que con ella. Me sorprendía que estuviera celosa, aunque eso significaría que realmente estaba enamorada de mi. Menudo lio.


—Ha estado bien —fue lo único que me limité a decir.


Sonrió. No parecía tan disgustada como suponía.


—Venga, sacala —me dijo—. Quiero probar tu semen.


Irma se recuperó mientras yo sacaba mi miembro de su interior. Al hacerlo, pudimos ver como del coño salía vario grumos de esperma mezclados con flujo vaginal. Para mi sorpresa, no había ni rastro de sangre, algo raro en una virgen, aunque podía ser. Quizás el himen no se le había roto o no estaba lastimada por dentro. Belén agarró mi polla, sucia de restos de semen y fluido vaginal, y comenzó a lamerla. En un santiamén se la tragó y la fue dejando limpia poco a poco. Me sorprendió lo bien que chupaba pollas.


—Tu ya tienes experiencia en esto —afirmó con sorpresa.


—Alguna —Me miró con picardía mientras decía eso.


Su mirada felina de ojos verdes me tenía hipnotizado. Ni siquiera reparé en como Irma se erguía un poco ,reclamando algo de atención. Solo podía seguir a mi hermana, quien parecía haberse hecho dueña de mi ser. Se levantó, permitiendo que las luces del atardecer iluminasen su esplendido cuerpo. Su blanca piel brillaba como si fuera de oro. Era una visión impresionante, casi celestial.


—Recuéstate bocarriba —ordenó sin mas.


Obligué a Irma a hacerse a un lado y me acosté tal como me había dicho Belén. Luego, ella se arrodilló justo delante mio y agarró de nuevo mi polla, la cual ya estaba dura. Se acercó hasta la punta y sopló un poquito, haciendo que temblase. Y entonces, mirando con esos cautivadores ojos verdes, plantó un beso sobre la amoratada punta, haciendo que me agarrotara al instante. Cerré mis ojos mientras mi hermana chupaba y lamía con fruición. No tardé en sentir la boca de mi prima besando mi mejilla y con desesperación, la busqué.


La lengua de Belén descendió por todo el tronco de la polla y acabó en mis huevos, los cuales lamió, chupó y mordisqueó. Yo solo podía suspirar a la vez que besaba a Irma. Mis manos acariciaban sus tetas y nuestras lenguas se retorcían la una contra la otra. Mi hermana volvió hacia mi polla y se la tragó de una sentada. Sentirme atrapado en un lugar tan húmedo y caliente, notando su viscosa lengua enrollada, hizo que perdiera el norte. De seguir así, no tardaría en correrme. Por eso, cuando notó mi inevitable llegada, se detuvo en seco.


Me quedé extrañado y dejé de besar a mi prima para ver que demonios pasaba. Belén se sacó la polla de su boca. Al hacerlo, dejó caer un hilillo de saliva que la hacía ver mas cochina y provocadora de lo que ya era.


—Bien, vamos a follar —habló antes de que yo llegase a abrir la boca.


Sin mas ceremonia, se colocó encima de mi y se colocó la punta de mi pene en la entrada de su vagina.


—Preparate, ahora viene lo bueno.


Yo no sabía si iba o no en serio, pero, por si acaso, cogí a Irma de la mano.


Entonces, mi hermana se introdujo mi polla en su interior. Se dejó caer de forma suave y, aunque se detuvo en una ocasión, siguió descendiendo. Emitió un par de gemido, pero no parecían de dolor, a juzgar por el rostro lleno de jubilo que había visto. Terminó la bajada hasta que, al fin, tenía todo mi miembro encajado.


—Agh, empecemos.


Puso sus manos sobre mi torso y comenzó a moverse. En un inicio de arriba a abajo, aunque no tardó en también hacerlo hacia los lados. Mi hermana se contoneaba con una gracia increíble en una suerte de placentera danza que la hacía ver elegante y sensual. Su coño era estrecho y refregaba muy bien mi polla. Con cada movimiento que hacía, apretaba con fuerza mi miembro. En algunas ocasiones, se inclinaba un poco y oprimía el duro mástil con ganas. Yo apretaba los dientes como única respuesta.


Irma me acariciaba y me daba suaves besitos. Una de mis manos apretaba sus tetas con ganas. No podría ser mejor compañía. Belén no dejaba de gritar. Con sus ojos cerrados, ponía gestos que indicaban lo mucho que gozaba de mi polla y podía escuchar su respiración entrecortada. De vez en cuando, se humedecía los labios en un arrebatador mohín. Unidos a sus pechitos, que no cesaban de votar, y a su crispado rostro, oculto entre los rizados mechones de su rojo cabello, se tornaba en una visión arrebatadora.


—Primo, tócame —me pedía Irma.


La mano ocupada en sus tetas, bajó por su vientre plano y se adentró de nuevo en su sexo. Todavía le escurría semen del interior, pero poco me importaba. Mientras mi hermana no paraba de cabalgarme con locura, yo masturbaba a nuestra prima.


—Si, ¡me corro! ¡¡¡Me corro!!! —gritó Belén con fuerza.


Vi como todo su cuerpo entero convulsionaba a la vez que su vagina fluctuaba como si quisiera devorar mi pene. Fue un espectáculo único al cual no tardaron en unirse los incipientes gritos de Irma, cuyo clítoris volvía a torturar. A la vez que masturbaba a mi prima, mi hermana se dejó caer sobre mi. La noté temblorosa, así que la abracé con mi otro brazo y acaricié su pelo para calmarla. Podía sentir su fuerte respiración contra mi pecho. Pasado un poquito de tiempo, se incorporó para mirarme.


—Venga, esto no ha terminado.


No tardó en volver a menear sus caderas. Esta vez lo hacía de delante a atrás, contoneando ese sabroso culito que no tardé en palpar con la mano que me quedaba libre, pues con la otra le estaba haciendo un dedo a Irma.


—Joder, joder… —murmuraba.


Mientras aferraba cada redonda nalga, mi boca se abalanzó sobre los bamboleantes pechos de mi hermana y engulló sus pezones. Al morder uno, añadí mas goce a su deleite y gritó con ansiedad. Irma tampoco cesaba. Mientras que una mano torturaba su propio clítoris, la otra pellizcaba sus tetas. Los tres estábamos a punto de venirnos. Esa era una realidad tan obvia que cualquiera se vería incapaz de rechazarla.


—No aguanto mas, me voy a venir —grité ya mas para mi que para ellas.


—Aguanta un poco —me suplicó Irma—. No me queda mucho.


—¡Yo igual! —dijo mi hermana sin dejar de botar sobre mi.


Seguimos de esa manera hasta que ya no pudimos resistirnos.


La primera en correrse fue Irma. De nuevo, volví a sentir en mis dedos las fuertes contracciones de su vagina y la humedad que expulsaba, ademas del fuerte chillido que emitió en mi oído. La siguiente fue Belén, quien alzó su cabeza al cuelo para proferir el grito mas poderoso que jamas escuché. Como no, yo fui el ultimo, corriéndome dentro de mi hermana de una forma que jamas creía posible. Casi me dolió de lo fuerte que fue. Al final, los tres acabamos exhaustos y destrozados.


Belén terminó sobre mi y yo la miré con cierta disonancia. No podía creer que mi propia hermana, no solo me hubiera dado el mejor sexo de mi vida, sino que ademas, me quisiera de esa manera. Era algo imposible, pero allí estábamos, en medio del campo, tras haber follado como nunca. También miré a nuestra prima, la cual estaba muy tranquila tras su orgasmo. Aún no me podía creer que la acabara de desvirgar.


—Y dime, ¿te gustado al final o sigues horrorizado?


Al volverme, noté a mi hermana mirándome con alevosía. Sonreí. Al final, se había salido con la suya. La besé con dulzura y entonces, hablé:


—Estoy encantado —Mi entusiasmo era rebosante—. Ha sido lo mejor que me ha pasado nunca.


—Para mi igual —repuso ella.


Nos quedamos allí, dejando que la serenidad del lugar y el suave viento nos acompañasen. Esa tarde, vivimos una experiencia única e hicimos descubrimientos increíbles.


Ha pasado tiempo de aquello y si os lo preguntáis, si, mi hermana y yo seguimos con nuestra relación. No ha sido, teniendo que ocultarnos al resto de nuestra familia y conocidos, pero somos muy felices. Hemos descubierto mucho mas de nosotros y de nuestros deseos. Irma siguió participando en algunos encuentros hasta que al final se echó novio, cosa que nos entristeció un poco. En fin, me quedo con el recuerdo de haberla desvirgado.


La vida sigue y junto a mi hermana, espero recorrerla, atesorando momentos tan hermosos como este. 

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