viernes, 19 de enero de 2024

Promociones navideñas

 —¡Bienvenidos a grandes superficies Romero! —decía de manera muy entusiasta una voz masculina por los altavoces—. ¡Venga por nuestras ofertas, quédese por nuestros productos!


Un aluvión de gente entraba tanto por la entrada norte como por la sur e inundaba el inmenso local, dando vueltas por cada una de sus amplias galerías, repletas de tiendas de toda clase. Desde ropa a muebles, pasando por perfumes, electrónica, juguetes, accesorios de deporte, todo ello sin olvidar la comida del hipermercado que rondaba por la zona este. Allí se vendían gran número de cosas y un buen puñado de personas andaba ansiosas por comprarlos. No era para menos, la campaña de Navidad acababa de comenzar y había que apurarse para tenerlo todo listo de cara a las cenas y los regalos. Y entre medias de aquella marabunta de gente, destacaba la presencia de una. Alguien para quien estas Fiestas suponían algo muy distinto, un auténtico horror.


Noelia miraba con fastidio a cada persona con la que se cruzaba. Cada una de ellas le lanzaba una mirada entre alucinada y divertida. No eran poco quienes se detenían y, aunque eso debía ser bueno, lo cierto era que resultaba lo peor. Casi todos resultaban ser hombres, quienes la observaban con ojos llenos de deseo. A más de uno se le notaba una expresión de excitación tan evidente que apenas podían disimularla. Por supuesto, no había quien dudaba en decirle cosas, cosas no muy agradables, claro. Y ella, lo único que podía hacer, era sonreír de manera forzada y desearle unas felices fiestas, aunque en lo más profundo de su corazón, quisiera estrellarles la cara contra el duro suelo.


—Ey, Mamá Noel, espero que esta Nochebuena vengas a darme un regalito —le gritó, en esos momentos, un niñato adolescente—. Eso sí, ¡ven en pelota picada!


Justo tras decir esto, sus colegas se empezaron a reír a carcajada limpia. A Noelia le enfureció hasta límites insospechados.


Estaba harta de que la llamasen así, pero claro, que otra cosa esperaba que le dijesen si era de eso de lo que iba vestida. Noelia llevaba un vestido de color rojo con franjas blancas en el principio de las mangas, la falda y el cuello. En su cabeza, tenía un gorrito rojo de cuya punta colgaba una bolita de color blanco. A eso, se sumaban una botas de caña alta negras con unas medias del mismo color y transparentes. Ni  que decir que el conjunto realzaba muy bien los atributos de su cuerpo. Sus largas y finas piernas se veían más que bien y un suculento escote insinuaba el par de bien puestas tetas que la chica poseía. Por todo ello, no podría sentirse más avergonzada.


Sonrió de forma coqueta cuando vio como una señora mayor, de unos setenta años, se acercaba dando pasos renqueantes hacia ella. Viendo cómo se desplazaba, dando zancadas que le hacía recordar a un pato y apoyando su bastón sobre el pavimento, pareciera que la mujer estuviese a punto de caer de bruces contra el suelo. Para cuando estuvo a su altura, la chica desplegó todo su fingido encanto y le entregó uno de los folletos donde venía la última promoción navideña del centro comercial.


—¿Desea participar en nuestra última promoción, señora? —preguntó algo recelosa.


La anciana arqueó sus cejas de manera hirsuta. Bajó sus ojos hacia el papel que le ofrecía Noelia y luego, volvió su vista hacia ella. La chica mantenía lo mejor que podía su sonrisa, algo que le estaba costando muchísimo. Soportar aquel arrugado rostro con ese feo gesto de escepticismo podía con la pobre.


—¡Ganará un viaje a Noruega de una semana con todos los gastos pagados! —repitió con un artificial tono de voz que denotaba lo memorizado que lo tenía—. Y si no lo consigue, puede llevarse un rico jamón a casa o una televisión o…. —Se volvió para observar el panel de la promoción que tenía detrás— ¡todo lo que ve aquí!


La mujer siguió observándola sin decir algo. A Noelia ya la estaba poniendo de los nervios verla con tanta pasividad. Por momento, le recordaba a un mochuelo de ojos guiñados y rostro malhumorado. Y entonces, sin saber cómo, la anciana le arrebató el folleto de su mano. Fue tan rápida que la muchacha quedó descolocada. Vio como lo leía, acercándolo a su cara, denotándose que la vista ya la tenía más que desgastada.


—Si quiere le puedo explicar en qué consiste el concurso —comentó ofrecida.


—No hace falta —dijo la señora con agrietada voz—. Ya he participado muchas otras veces y, hasta ahora, no me ha tocado.


Tras esto, miró a la chica de arriba a abajo.


—Por cierto, vistes como una puta.


Cuando la escuchó, Noelia se quedó sin habla.


—Todas las jóvenes de hoy en día sois iguales —expresó la anciana de forma sombría—. Unas grandísimas zorras que solo piensan en ir de fiesta y no dar ni un palo al agua.


Escandalizada, vio como la venerable mujer se marchaba con la cabeza bien alta tras todo lo que había soltado.


—Felices fiestas —dijo apresurada mientras sonreía como una bobalicona.


“No es mi culpa si me obligan a vestir así, vieja de mierda”, pensó para sus adentros.


Se sentía humillada. Lo que menos deseaba era pasar el último mes del año en un trabajo tan ruinoso como ese. Claro que no tenía otra alternativa.


El dinero de la beca todavía no se lo habían ingresado y sus padres no estaban por la labor de pagarle las asignaturas repetidas de las que tenía que matricularse, pues resultaban muy caras, así que se vio en la obligación de buscarse un trabajo para lograr el dinero necesario. Tras una exhaustiva búsqueda, encontró uno que le llamó mucho la atención. Abarcaba el periodo navideño, desde el cuatro de diciembre hasta el veintisiete. Trabajaría como promotora de imagen, por la tarde, y cobraría bastante bien. Le pareció fantástico, así que envió su curriculum y, en unos días, la llamaron para hacer la entrevista. Poco tiempo después, se incorporaría a la plantilla….como azafata que da información sobre promociones y, pese a pagar bien, no podía ser más humillante.


Un hombre de unos treinta años llegó en esos momentos. Noelia enseguida recobró un poco de ánimos. Era guapo, eso no se podía negar. Vestía bien, tenía el pelo engominado y su fragancia a colonia de marca inundó su nariz. Por lo menos, se deleitaría un poco la vista para variar. Vio como el apuesto señor llegaba a su altura con una sonrisa profident en la cara. Tan solo le faltaba que uno de sus dientes brillase con intensidad. Ella tembló un poco al verlo colocarse delante, pero no vaciló al ofrecerle el folleto.


—¿Desea participar en nuestra última promoción? —No supo si sería adecuado llamarlo señor. No le parecía tan mayor.


El tipo se limitó a ojear el papel. Noelia estaba muy ansiosa, no tanto por la presencia de tan atrayente hombre como por el hecho de que sería otra persona a la que atraer a la dichosa promoción que anunciaba. Siguió a la espera. Él seguía en silencio, tan solo centrado en leer. Cuando terminó, la miró con una amplia sonrisa muy encantadora.


—Todo lo que veo aquí es bueno, pero, ¿sabes que es lo que me interesa de verdad?


—¿El qué? —preguntó Noelia algo ansiosa.


—Saber si tú también vas incluida entre los premios.


Ahí fue cuando se acabó toda la gracia. Podría tontear con él un poquito, pero de ahí a pasar al ligoteo, había un trecho bien largo. Lo miró con cara de muy pocos amigos, aunque el galante “caballero” seguía con su perfecta mueca curva dibujada en su careto. No sabía este la que le esperaba.


—Mira tío, no estoy para gracietas ahora, ¿vale?


Pese a su indiferencia, eso no pareció hacerle desistir al tipo, quien parecía dispuesto a insistir.


—Venga, ¿por qué no quedamos tras terminar tu jornada de trabajo y te llevo a cenar a un sitio elegante? —le propuso sin ningún miramiento—. Si quieres, puedes llevar puesto tu disfraz navideño.


Por supuesto, como si esto fuera uno de esos perfectos relatos eróticos que lee uno por Internet. En realidad, seguro que irían a un burguer a comer. Aparte de ser lo más cutre del mundo, ella estaría haciendo el mayor ridículo del siglo llevando su “disfraz navideño”. Después de eso, echarían un polvo en el baño, preferentemente en posición de perrito, una postura que ella odiaba. Y aún le quedaría tiempo y cara al tipo para pedirle algo de anal. Ya se había visto en esta clase de situaciones antes y no estaba dispuesta a repetirlo. Podía notar al desgraciado mirándola con ganas, esperando paciente a que ella cediese. Se iba a enterar.


—Escúchame, capullo. Llevo todo el puñetero día aquí de pie, soportando los insultos del resto de gentuza y aguantando a babosos como tú—dijo de forma demoledora—. Me duele la cabeza, las piernas y los ovarios, así que si piensas por un momento, que me voy a largar contigo para echar un polvo, la llevas clara. Así que dime, ¿te apuntas al jodido concurso o te largas de mi vista de una puñetera vez?


Al tío se le quedó cara de pasmado cuando escuchó todo lo que Noelia acababa de soltarle. Viendo que poco iba a conseguir de ella, no dudó en mostrarse enojado.


—Joder contigo, solo trataba de ser amable —expresó muy disgustado—. Con lo buena que estás, esperaba algo más de agradecimiento.


No entendía que tenía que ver su físico con estar agradecida, pero lo que estaba claro era que ese indeseable la estaba haciendo perder el tiempo, así que lo único que ansiaba era quitárselo de encima cuanto antes mejor.


—Oye, si no tienes más que hacer, lárgate —Empezaba a quedarse sin paciencia.


—Que te den, cabrona —se despidió el tipo.


Mientras se marchaba, Noelia no dudó también en decirle adiós a su manera:


—A ti más, gilipollas —habló con tono rabioso—. ¡Y Felices Putas Fiestas!


Algunas personas, que pasaban por su lado en esos momentos, se la quedaron mirando impactadas. Hasta una madre le llegó a tapar los oídos a su pequeña hija para que no la escuchase. Cuando se percató, no pudo evitar sentirse más avergonzada.


—Genial, no solo estoy cansada, sino más cabreada que antes —se lamentó.


Continuó allí, repartiendo publicidad, buscando convencer a más gente de que se apuntasen  la dichosa promoción y aguantando las cabronadas del personal. Para cuando llegaron las nueve, se sintió por fin libre. Recogió el stand y puso rumbo a las taquillas, para cambiarse de ropa y marcharse de allí de una vez.


Tras recoger las cosas, se disponía a ir al baño de mujeres para cambiarse de ropa. Ya estaba de camino cuando en el pasillo, se cruzó con quien menos deseaba ver. El jefe de personal al que todos conocían como señor Ruiz, aunque él prefiriese Gerardo. Nada más verla, una sibilina sonrisa se dibujó en el rostro del hombre.


—Hola, querida Mamá Noelia —dijo con su fastidiosa voz—. ¿Ha ido bien la tarde?


Como odiaba que la llamase de esa manera. Claro que como si ese fuera el problema más grave que tuviera con el tipo. Si había algo por lo que el señor Gerardo Ruiz la había contratado, no era por su curriculum o cualidades laborales, sino más bien, por su físico. De hecho, el humillante traje de Navidad que llevaba era idea suya.


—Sí, he conseguido que bastante gente se apuntase a la promoción —respondió veloz, tratando de quitárselo de encima.


Se disponía a cruzar por su lado izquierdo, pero el hombre se lo impidió. Seguía con esa insidiosa sonrisa en su rostro, lo cual evidenciaba que estaba lejos de acabar tan incómoda situación.


—Fantástico, estoy muy orgulloso de ti —decía el señor Ruiz con tono paternalista que no podría sonar más falso.


—Bueno, es mi trabajo —comentó un poco azorada la chica—. Para eso me contrató.


—Oh, sí. Has sido toda una gran adquisición —dijo el hombre muy satisfecho—. Gracias a ti las cosas están mejorando bastante de cara a nuestro concurso.


Detestaba esa manera tan perversa de referirse a ella. No solo ya como un objeto, sino como si fuera de su propiedad. No era la primera vez, por lo visto, que acosaba a empleadas y lo peor, era que el buen señor estaba casado.


—Ya lo creo —fue lo único que se atrevió a decirle.


Trató de colarse por un lado, pero el hombre era tan corpulento que se lo impedía. Notó su pervertida mirada sobre ella y eso le hizo preguntarse qué andaría maquinando.


—Sabes, los resultados están siendo tan satisfactorios que he decidido hacer algo —comentó Gerardo con total tranquilidad.


—¿Y de qué se trata? —preguntó Noelia al borde del colapso.


—Verás, he contratado hoy mismo a dos compañeras —le soltó con un dejo de entusiasmo asqueroso—. Serán tus acompañantes en el stand para promocionar nuestro concurso e irán vestidas de elfas.


Aquella revelación le sentó como un jarro de agua fría a la chica. Si ya no era suficiente con soportar a la gentuza, al imbécil de su jefe y estar de pie una tarde entera, ahora encima, tendría que aguantar a otras dos tipas por cuya culpa lo más seguro que le bajasen el sueldo. Las cosas no podrían estar yendo mejor.


—Oh, genial, tendré nuevas compañeras —expresó con fingida alegría.


—Claro que si —aseveró el señor Ruiz—. Es Navidad y ese es el espíritu que deseo ver en todos mis empleados.


Siguieron allí, sin saber que decir o hacer. Noelia buscaba algún hueco por el que escapar y Gerardo no le quitaba el ojo de encima a la muchacha. Al final, el hombre se apartó y ella pudo por fin cruzar. Fue darle la espalda y el tío le dio una sonora palmada en el culo que la hizo estremecer de forma brusca.


—Que tengas buenas noches, Mamá Noelia —le dijo con profunda voz mientras se marchaba.


Cabizbaja, la joven entró en los baños para cambiarse y salir de aquel maldito lugar de una vez por todas.


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Ya era mitad de mes y se notaba como la cercanía de la Navidad impulsaba el afán consumista de la gente. El centro comercial estaba repleto de personas. Se trataba de una enorme masa de mujeres, hombres y niños que habían venido con la única intención de hacer las compras necesarias para las fechas señaladas, ya fueran comida y enseres necesarios para las cenas de Nochebuena o Nochevieja y los regalos. Las tiendas estaban a reventar y ni un alma más cabía en ellas. Desde luego, sus dueños se frotaban las manos satisfechos ante tan disparatada situación.


Como siempre, Noelia ya había llegado al sitio para trabajar. Iba vestida con su atuendo navideño y caminaba por el pasillo en dirección al pequeño almacén para coger el panel que formaba parte del stand. Iba tranquila, pues no se había encontrado con el insoportable jefe de personal, pero en un momento dado, se cruzó con dos personas que la dejaron extrañada.


Justo al lado de la puerta que daba al despacho del señor Ruiz, se encontraba dos chicas hablando entre ellas. Eran jóvenes, probablemente no pasarían de los veinte años y llevaban unos vestidos de color verde oscuro con tirantes y falda corta. Por supuesto, semejante indumentaria dejaba al descubierto parte de su anatomía con unos pronunciados escotes y enseñando más pierna incluso que ella. En la cabeza, llevaban un gorrito verde con una bolita de lana roja en la punta. Mismo color que la franja que recorría el filo de sus faldas. Para rematar la faena, calzaban tacones negros. A Noelia no le hizo falta demasiado tiempo para adivinar de quienes se trataban. Eran las elfas que su “querido” Gerardo había contratado y de las que habló con tanto orgullo el día anterior.


Las otras chicas repararon en su presencia enseguida y no dudaron en devolverle la mirada al instante. Eso inquietó a la muchacha un poco como también lo hacían las pintas que llevaban. Una tenía el pelo de color rosa, recogido en una coleta y con los lados rapados, dándole una pinta punki agresiva. Tenía un piercing en forma de aro en la nariz, justo en la fosa derecha. La otra parecía más normal, con el pelo rubio muy claro en forma de melena corta. Por como pintaba, seguro que era de algún tinte, pues notaba las raíces muy oscuras, al igual que su compañera. Ella detestaba eso. Por suerte, su largo pelo era de color castaño rojizo, que contrastaba mucho con su clara piel y le encantaba, así que no necesitaba potingues raros para lucir mejor imagen.


Las dos misteriosas recién llegadas siguieron mirándola sin ningún pudor. De hecho, parecían estar analizándola con detenimiento. Noelia se notaba agitada por esas indiscretas miradas. Se fijó en sus ojos y vio que la de pelo rosa los tenía azules violetas y los de la rubia eran ámbar con un brillo muy vivo. Lo cierto era que tenían unos ojos muy bonitos y no podía negar que eso las hacía interesantes, aunque esas miradas indiscretas y las sonrisas dibujadas en sus rostros les daban un aura siniestra que hacía el encuentro muy incómodo. Y para colmo, su jefe salió en ese mismo instante del despacho.


—Vaya, ¡pero si aquí está mi Mamá Noelia! —exclamó con su habitual tono fastidioso.


Irritada, la joven no tuvo más remedio que guardar silencio. Si perdía sus papeles frente al señor Ruiz, la puerta de la calle sería lo próximo que vería, así que debía aguantarse. Sin embargo, aquel fantoche gordo y calvo no se lo ponía nada fácil.


—Mu…muy bueno días –se limitó a saludar, aguantando sus nervios lo mejor que podía.


El hombre se giró a su izquierda y vio al par de elfas allí. Enseguida, otra de sus pervertidas sonrisas se dibujó en el rostro, lo cual enervó a Noelia.


—Querida, aquí te presento a tus dos nuevas compañeras —dijo el jefe de personal mientras las señalaba—. Deja que te las presente.


Las dos chicas se acercaron un poco más a Noelia, lo cual la puso en guardia. ¿Qué pretendían ese par?


—La de pelo rosa se llama Mónica —La susodicha se inclinó en una clara reverencia que le pareció elegante a la par que extraña—. La rubita es Ariadna. —Esta imitó a su compañera y se inclinó también.


Se la quedaron mirando de una manera un poco rara, como si pareciesen a punto de reírse de ella, pero sin llegar a hacerlo. Noelia sentía que esto no iba a acabar muy bien.


—Ellas se encargaran de ayudarte en el stand —le informó Gerardo—. Repartirán folletos contigo, captarán clientes por ti y se ocuparán de llevar las cosas, incluida la tele.


—¿Qué tele?


—Una pequeña que llevareis para que así podáis transmitir mejor el mensaje.


Si ya arrastrar con el pedazo de cartón resultaba un coñazo, hacerlo con una televisión sería aún peor. Imaginaba que sería pequeña, pero con todo, resultaría insoportable arrastrar con ella. Por lo menos, esperaba poder encasquetársela a alguna de sus nuevas compañeras.


—Bien, pues vamos a ello —comentó desanimada Noelia.


—¡Claro que sí, Mami Noel! —dijo con voz histriónica Mónica.


—¡Tengo muchísimas ganas de trabajar contigo! —habló con un entusiasmo tan insoportable Ariadna.


La pobre chica se quedó sin habla al ver la actitud de ese par. Desde luego, le iba a caer una buena con estas dos. Notando sus ansiosas miradas, decidió que lo mejor era ponerse a trabajar e intentar ignorarlas lo mejor posible.


Empezó a caminar en dirección al almacén para coger el panel y no tardó en sentirse seguida por el dúo dinámico. Parecían dos perros callejeros que la acompañasen en su solitario paseo. No hacían ruido, tan solo el que producían sus tacones al pisar el suelo. En dos ocasiones, se volvió. Ellas se detenían y la miraban expectantes, a la espera de lo que hiciese, lo cual no la podía enervar más. Continuó su camino, buscando no perder la poca cordura que le quedaba.


Ya en una de las galerías, montaron el stand, incluyendo el pequeño televisor donde aparecía un video que explicaba en qué consistía la promoción y como participar. También colocaron algunos adornos navideños por alrededor y, en una de las mesas, un jamón de plástico. Una vez terminado de colocar todo, Noelia les entregó un puñado de folletos a cada una y les explicó que tenían que hacer.


—Vosotras os colocáis a cada lado y a todo el que se acerque le preguntáis si quieren participar, ¿entendido? —Las miró con detenimiento, pero en sus rostros tan solo veía más que perpetuas sonrisas que resultaban insoportables para ella—. Si desean saber más les explicáis un poco en que consiste el concurso y los premios que hay. Además, les dais un folleto para que tengan más información —dijo esto señalando el papelucho que tenían en sus manos. Las dos chicas los observaron con detenimiento—. Espero que os lo sepáis bien y si no, leedlo de ahí, da igual. Eso es todo.


—Claro que si Mamá Noel —habló en ese instante Mónica—. ¡Te haremos sentir muy orgullosa!


—¡Si, no te fallaremos! —exclamó Ariadna repleta de motivación.


A Noelia comenzó a irritarle la cabeza de escuchar tanta verborrea animada. Lo único que quería era ponerse a trabajar y que la tarde pasase lo más deprisa posible.


—Muy bien, pues empezad y no la lieis —Se disponía a darse la vuelta, pero entonces, recordó algo—. Por cierto, deseadles siempre Felices Fiestas.


—Por supuesto, Mamá Noel —dijo la del pelo rosa.


—¡Estamos a su entero servicio!


Si, desde luego, le había caído una buena con esas dos pánfilas.


La jornada no fue tan mala al inicio como esperó. Las dos elfas no tardaron en hacer uso de sus encantos para atraer la atención de la gente, sobre todo, hombres. Ella tampoco quedaba al margen, pero se notaba que ese par estaban captando el interés. No tardaron en recibir piropos y palabras bonitas por parte del personal.


—¡Vaya par de bolas navideñas que os gastáis cada una! —les gritó uno.


—Madre mía, con vosotras las fiestas sí que serían felices —espetó otro.


—Entre las dos y la otra, Papa Noel sí que debe tener el bastón de caramelo bien duro —gimoteó alguien entre la multitud.


Noelia aguantaba estoica. Tan solo se limitaba a repartir folletos y sonreír, como si se tratase de un robot programado para ello. De vez en cuando, miraba de refilón a Ariadna y a Mónica. Estaba pendiente de lo que hiciesen, pues su jefe quería saber si rendirían bien o no, aunque viendo los ojos que les ponían a ambas, costaba creer que fuera a despedirlas. Decidió continuar con su labor. Todavía quedaba rato y debía aprovecharlo.


En ese entonces, un hombre, acompañado por dos niños que seguramente eran sus hijos,  apareció. Noelia se fijó al instante en él. Debía tener unos cuarenta años y, para su edad, estaba muy bien. El tipo se acercó arrastrando a cada niño de la mano, colocándose justo frente a Mónica, quien era más baja. Una sonrisa se dibujó enseguida en el rostro del interfecto.


—Vaya, pero que tenemos aquí —dijo el cuarentón con enorme interés mientras forcejeaba con cada crio.


—Muy buenas, señor —saludó la del pelo rosa—. ¿Desea participar en nuestra promoción?


—¿Tú qué eres? —preguntó el hombre, ignorando lo que la chica acababa de decirle—. ¿Un duende de esos?


—No, yo soy una elfa —respondió ella.


—¿Y cuál es la diferencia?


Mónica se quedó callada de repente ante esa cuestión. Noelia, quien observaba todo por el rabillo del ojo, se temía lo peor.


—Pues… —Se notaba que la pobre se iba a quedar en blanco. El hombre la observaba con detenimiento mientras seguía forcejeando con sus hijos—….yo, creo….


Sabiendo que la cosa podía liarse, decidió intervenir.


—Señor, ¿en qué puedo ayudarle?


El tipo no tardó en girar su cabeza para hablarle, pero primero tuvo que aplacar a los dos niños, que pataleaban cabreadísimos.


—Pues le he preguntado a esta si sabía la diferencia entre un duende y un elfo y no me ha respondido.


Que se refiriera de una manera tan soez a su compañera le cabreó. Sin embargo, decidió mantener la compostura.


—¿Tú lo sabes, Mamá Noel? —cuestionó el tipo tras observarla de arriba a abajo.


—¡Claro que sí! —exclamó muy nerviosa—. Los elfos son más altos y esbeltos que los duendes, los cuales tienen menos estatura. —Usando una mano, hizo un gesto de mayor y menor altura para ilustrárselo—. Además, ¿acaso no ha visto El señor de los anillos? Los elfos son tan altos como un hombre.


—¿Salen en El Señor de los anillos? —dijo con sorpresa el hombre—. Vaya, creí que esos bichos eran de Juego de tronos o alguna frikada así.


“Para frikada la que estás montando tú, hijo mío”, pensó ella.


Parecía que la situación no tenía visos de solucionarse. Por suerte, uno de los niños les iba a salvar el pellejo.


—Papá, ¿¡quieres llevarnos ya a la tienda de videojuegos?! —gritó mientras no paraba de tirar del brazo de su progenitor.


—Sí, dijiste que nos comprarías la Nintendo Switch con el Mario y el Zelda si sacábamos buenas notas —dijo su hermano al tiempo que también lo agarraba con fuerza.


—Sí, joder —respondió el hombre furioso—. Ya vamos, ya vamos.


El tipo lanzó una mirada tanto a una como a otra y, acto seguido, siguió su camino con sus hijos en dirección a comprar el capricho que les prometió.


Noelia respiró aliviada. Lo último que deseaba era pasar el rato tratando de explicarle a un fulano las diferencias entre seres mágicos. Y eso que a ella le gustaba la fantasía, pero este no era el lugar más apropiado. Miró a Mónica, quien parecía seguir en blanco. Cuando la miró, notó un leve atisbo de impacto en sus azulados ojos.


—Gra…gracias —llegó a decir antes de interrumpirlas.


—Mira, no es momento de agradecimientos —le dejó bien claro Noelia—. Vamos a trabajar, que es lo importante.


La muchacha de pelo rosa asintió con claridad.


—Perfecto, pues vamos a ello. Aún queda trabajo por hacer.


El resto de la tarde fue más tranquila. No hubo más problemas, aunque algún posible cliente no dudó en adularlas con su versado vocabulario, si se le podía describir de esa manera. Pese a eso, las tres siguieron en su sitio, atendiendo a quienes se les acercaba y apuntándoles para el dichoso concurso.


Una vez llegó la hora del cierre, recogieron todo y pusieron rumbo a la zona de personal. Noelia cargó con el panel informativo, Ariadna con la televisión y Mónica con la decoración. Lo hicieron en completo silencio, sin decir nada. Eran una comitiva bastante apagada y eso, que llevaban una indumentaria muy alegre. Pero no había que desesperar. El señor Ruiz no tardó en aparecer para animar las cosas, aunque la chica de Mamá Noel no lo deseaba para nada.


—¿Cómo han estado mis tres chicas favoritas hoy?


La sonrisa dibujada en su rostro en ese momento le resultaba repulsiva a Noelia. Como deseaba meterle un bue puñetazo y reventarle todos los dientes.


—Muy bien, hemos conseguido captar a mas gente. —Se sintió un poco rara al decir esto. Parecía como si trabajase para una secta.


—Perfecto y supongo, que todo esto ha sido gracias a nuestras recién llegadas elfitas, ¿me equivoco?


Ariadna y Mónica sonrieron de forma coqueta al sentirse aludidas. A Noelia, le entraron arcadas al ver lo falsas que resultaban.


—Lo han hecho muy bien —comentó algo reacia, aunque no le quedaba más remedio.


—¡Claro que sí! —aseveró el jefe de personal—. Ellas dos son nuestros grandes fichajes de temporada. Y lo están haciendo de putísima madre.


Le iba a dar algo de seguir allí. Pensó en ponerse en marcha y dejarlo todo, pero se detuvo al escuchar hablar a Mónica.


—Bueno, Mami Noel nos ha ayudado mucho —habló la del pelo rosa.


—Sí, ella nos ha enseñado todo —intervino la rubia—. Ha estado muy pendiente de lo que hacíamos.


Gerardo se volvió a Noelia. El hombre la miraba con cierta sorpresa, aunque la sorprendida aquí era ella. Le impresionó la manera tan positiva con la que hablaron esas dos. De hecho, era la primera vez que otras personas decían algo bueno de ella.


—Bueno, por algo ella es Mamá Noelia.


Pese a sonreír, por dentro, sentía un asco tremendo. Tanto por el tipo como por esas dos.


—Creo que deberíamos de dejar esto por aquí y marcharnos ya, ¿no cree? —dijo, buscando largarse de allí lo más rápidamente posible.


—Por supuesto —comentó su jefe—. Podéis seguir.


Prosiguieron. Noelia no miró ni un solo momento atrás. Cada vez aquello le resultaba más surrealista. Escuchaba los pasos de las otras dos, pero prefería ignorarlas. La manera tan idiota de referirse a ella, ese falso entusiasmo. No podía ser más estúpido.


Llegaron a la puerta del almacén y lo abrió. Metieron todo dentro y cuando salieron, notó que la estaban mirando. La muchacha quedó un poco inquieta al sentirse observada por las otras dos. De nuevo, sus ojos se clavaron en Mónica, quien no apartaba su vista de ella. Se puso nerviosa, notando esa mirada azulada tan penetrante. Era como si le estuviera echando una maldición. Entonces, la chica la abrazó con fuerza, pillándola desprevenida.


—Gracias, Mami Noel —dijo la del pelo rosa con voz muy tierna—. No quería decepcionarte.


Noelia no sabía qué hacer. Estaba abrumada ante tan inesperada situación. Aquella chica se comportaba como un cachorrito de perro desvalido que buscase protección. Sin saber muy bien que hacer, se limitó a abrazarla.


—No importa —le comentó para consolarla—. Todos podemos meter la pata en nuestro primer día.


Ariadna las observaba con una amplia sonrisa en su rostro. Desde luego, la actitud de estas dos le resultaba de lo más raro que había visto nunca. Mónica seguía abrazada a ella, con ninguna intención de querer separarse, y había enterrado el rostro en su pecho. Noelia se notaba tensa. De repente, la muchacha alzó su cabeza. Sus ojazos azules se clavaron en ella. No entendía nada. Y menos lo haría, pues la besó.


Noelia se asustó al notar los labios de Mónica pegados a los suyos. Fue algo fugaz, pues enseguida se retiró, pero para ella, el momento quedó congelado en el tiempo. Se veía incapaz de creer que algo así hubiera podido suceder. Mientras, la muchacha del pelo rosa retrocedió un poco sin dejar de sonreírle.


—Bueno, es hora de marcharnos —comentó despreocupada.


Después de decir esto, Ariadna y ella pusieron rumbo a las taquillas para recoger sus cosas y cambiarse. Noelia, en cambio, permaneció allí por un rato, incapaz de creer lo que acababa de suceder. Para cuando reparó en el tiempo que llevaba allí de pie, decidió que lo mejor era irse. Se hizo con sus cosas, se cambió en los baños y se fue.


En casa, la chica se pudo relajar. Se tomó una buena ducha, luego preparó algo de sopa para cenar y, mientras la comía, se sentó a ver la tele. Se buscó relajar lo mejor que pudo, pero en su cabeza, no dejaba de pensar en ese beso que Mónica le dio no demasiado tiempo atrás. Eso la perturbó de un modo que no podría imaginar e incluso cuando se fue a dormir, su cabeza no paraba de darle vueltas al asunto. Seguía sin entender a que vino y, lo peor, era que no se trataba más que del principio. Su vida estaba a punto de cambiar de un modo que no se podría haber imaginado jamás.


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A la tarde siguiente, Noelia volvió al centro comercial para otra extenuante jornada. Si ya a ese sitio le causaba pereza, ahora, tener que ir sabiendo quienes eran sus compañeras, la llenaba de temor. La chica no dejaba de pensar en lo ocurrido la noche anterior, en ese beso que Mónica le había dado. ¿A que vino eso? ¿Era la única forma que tenía la muchacha de pelo rosa de darle las gracias?


Ya iba andando por el pasillo, en dirección a los baños para cambiarse de ropa, y su cabeza no cesaba de pensar en todo lo ocurrido. Se decía que todo no había sido más que un accidente, que no pretendía darle el beso en la boca, sino en una mejilla. Imaginaba que de haber sido premeditado, solo era un mero piquito tonto y juguetón, de esos que se daban entre las mujeres de manera amistosa. Necesitaba creer en algo de eso, porque la otra opción disparaba sus alarmas de forma preocupante.


Fue llegar al baño y su cuerpo se aflojó. Ya estaban saliendo del baño las dos, vestidas de elfas y listas para trabajar. Por supuesto, se la quedaron mirando de esa manera tan perversa que a ella la ponía enferma. No soportaba sentirse observada por esos ojos febriles y llenos de alevosía. Trató de ignorarlas, pero el dúo no tardó en saludarla en su entusiasta manera.


—Hola, ¡Mami Noel! —dijo enérgica Ariadna.


—¿Qué tal estás hoy? —le preguntó como si nada Mónica.


—Muy bien —se limitó a responder desganada Noelia—. Voy a cambiarme de ropa. Vosotras id llevándolo todo a la galería. Ahora os alcanzo.


—¡A sus órdenes! —exclamaron las dos.


Respiró aliviada. Pese a todo, había logrado evitar una situación embarazosa. Entró en el baño, metiéndose en uno de los urinarios cubiertos y se puso el traje navideño. Una vez lista, salió fuera, metió la mochila con su ropa en una de las taquillas y puso rumbo al stand. Por el camino, se cruzó de nuevo con el señor Ruiz y, pese a tener que aguantar su actitud babosa, fue algo breve, así que no se hizo tan terrible después de todo.


Ya en el stand, las tres chicas volvieron a su labor, repartir folletos y atender a todo aquel que quisiera apuntarse. Como siempre, hubo que aguantar a algún pesado con mayor interés en ellas que en la promoción, pero no fue peor de lo esperado. De vez en cuando, Noelia miraba a cada una de sus compañeras, notando lo radiantes que se encontraban. Eran dos muchachas muy guapas. De hecho, no podía negar la hermosura de la que eran dueñas y lo lucían con orgullo. Las notaba tan tranquilas y naturales, nada que ver con ella, quien no podía ser más insegura. Lo único que le molestaba de esas dos era su actitud demasiado inmadura. A su edad, la joven ya se comportaba de manera más adulta, pero esa parejita parecía aún no haber madurado lo suficiente. Y lidiar con gente así era lo que más aborrecía. Todo siguió como estuvo, hasta que un hombre volvió a ponerlas contra las cuerdas.


Nolia le estaba entregando un par de folletos a una señora cincuentona que quería uno para su nuera cuando Ariadna la llamó. La chica se volvió a su compañera y pudo ver que frente a ella, tenía a un señor con gafas hablándole aireadamente. Resoplando, no tuvo más remedio que ir a echar una mano.


—Vamos a ver, ¿qué sucede? —preguntó con hastío.


—Este hombre dice que la promoción es un engaño —contestó Ariadna, señalando al aludido.


Se volvió al tipo. Debía rondar los cuarenta años y las gafas le daban un aire elocuente. Parecía la típica persona enterada de todo, lo que se suele conocer como un listillo, vamos.


—Dígame, señor, ¿qué problema tiene?


La miró de una manera que evidenciaba lo cabreado que estaba.


—Mire, le quiero comentar que el mensaje de lo que promocionan está mal —hablaba con un acento muy raro, como si pareciera intelectual y algo asilvestrado, de pueblo—. Están engañando a toda la gente.


Lo que faltaba, que ahora las acusasen de engañar a los clientes. Noelia tuvo que tomar algo de aire para serenarse, pues lo necesitaría. Trató de relajarse lo mejor que pudo y habló de nuevo con el “gafotas” este.


—Con mis debidos respetos, nosotras estamos haciendo la promoción que nos han ordenado que hagamos —dejó bien claro—. El concurso es tal cual se va a hacer y los premios son los que hay. No entiendo a qué se refiere con que los engañamos, pero créame, no hay nada falso.


—¿Ah no? —El hombre se la quedó mirando de una forma inquietante. Esos ojos se veían demasiado grandes a través de las lentes—. Entonces, ¿por qué dicen que es una promoción cuando se trata de un concurso?


Noelia se quedó en ese mismo instante en blanco. La chica vestida de Mamá Noel se encontraba contra las cuerdas por culpa de un enterado que se quejaba por la cosa más estúpida del planeta. Lo peor era que no sabía qué hacer.


—No entiendo a qué se refiere —fue lo único que pudo decir—. ¿Me lo puede explicar?


—Con mucho gusto —dijo presto el hombre—. Verá, una promoción es cuando alguien decide promocionar un artículo o producto de su negocio. ¡El nombre mismo ya lo dice! Por ejemplo, cuando alguien decide resaltar, que se yo, el chorizo o algún otro tipo de producto. —Se notaba muy apasionado en su discurso—. Lo que ustedes hacen, en cambio, es un concurso.


—Bueno, pues nosotras estamos promocionando un concurso —comentó clara.


—No, no es lo mismo —resaltó el personaje con impertinencia—. Ustedes están haciendo un concurso. Deberían de cambiarlo.


Ya no aguantaba más. Como siguiera así, terminaría estallando como una bomba termonuclear. Haciendo acopio de toda su paciencia para darle fuerzas, la chica respondió al aireado cliente.


—Si quiere resolver esto, ponga una reclamación en Atención al cliente —dijo con una recta sonrisa que parecía la de un muerto—. Lo encontrará justo al lado del hipermercado, a su izquierda.


—Ya lo creo que la voy a poner —aseguró el tipo—. Me van a oír. Esto no ha hecho más que comenzar.


—Lo que usted diga.


El señor de las gafas se marchó de allí farfullando cosas. Eso le hizo preguntarse a la joven si en el psiquiátrico estaban dejando salir a la gente ante de tiempo por ser Navidad.


—¡Y Felices Fiestas! —le gritó con energía como si pretendiese rematar la faena.


Una vez concluido, se relajó un poco. Cerró sus ojos, notando como la cabeza le dolía un poco más que antes. Suspiró buscando alivio, pero el bullicio que le rodeaba no la dejaba clamarse. Cuando abrió sus ojos, vio como Ariadna y Mónica la observaban. Se sintió tensa por esto, así que no dudó en llamarles la atención.


—Venga, ¡a trabajar! —dijo de forma directa—. Todavía queda tarde por delante.


Las dos se pusieron a ello sin rechistar. Por un momento, Noelia se sintió satisfecha. Tener a esa parejita haciendo lo que ella quisiera le resultaba genial. Por lo menos, no podía negar que eran obedientes.


El resto de la jornada fue normal, dentro de lo esperado. Cuando todo terminó, el trio recogió todo y regresó al área de personal para guardarlo. Por el camino, el jefe le pidió a Noelia que antes de irse, contara el material que había en el almacén, cosa que a la chica no le hizo ni pizca de gracia, pues en lo único que pensaba era en volver a casa de una vez por todas. Las otras dos se ofrecieron a ayudarla, pero viendo que sola estaría mejor, les dijo que se marchasen. Ellas no dudaron en acatar sus órdenes, como no.


Noelia se tiró el siguiente cuarto de hora contando cada cosa que había en el almacén. Estaba lleno de cajas polvorientas y casi todo no eran más que trastos inútiles. Tenía que apuntar cada cosa en una libreta que el bueno de Gerardo le había dejado y dijo que debía estar todo el material. Si no, tendría problemas. Cansada de dar vuelta por el oscuro lugar, la chica anotó lo último que había encontrado. Se fijó por si faltaba algo, pero viendo que no era así, decidió largarse.


El lugar estaba desierto. Cuando llegó al despacho del señor Ruiz, vio que ya se había largado. Como no. Enrabietada, dejó la libreta encima de su escritorio. Se dirigió a las taquillas para recoger su mochila y cambiarse de ropa en los baños. Estaba harta de todo y muy cansada. El trabajo era duro y, pese a ganar buen dinero, siempre acababa agotada. Encima, tenía que soportar al pesado de su jefe y a esas dos tontas repipis que la llamaban “Mami Noel”. Si por ella fuera, las reventaría a puñetazos.


Entró en los baños y se metió en uno de los urinarios cubiertos. Misma rutina, como no. Ya una vez allí, se comenzó a desvestir, quedando en ropa interior. Abrió su mochila, sacando su ropa y metió el traje navideño. Se preparaba para ponerse la camiseta cuando escuchó un murmullo.


La chica quedó paralizada. Había sonado muy cerca. Se mantuvo en silencio y pudo escuchar una serie de leves gemidos. Tembló un poco y giró su cabeza en una dirección y otra, tratando de averiguar de dónde podría venir. Siguió así hasta que escuchó un golpe en una de las paredes de madera del urinario. Noelia pegó un pequeño bote y se fijó que era el derecho. Alguien había allí, tan cerca, haciendo ruidos extraños.


En un inicio, no sabía qué hacer. Estaba paralizada, temiéndose lo peor. Lo imaginación volaba y creía que podría ser hasta su jefe, allí encerrado. Eso la hizo temblar como un animalillo acobardado. Escuchó más gemidos y otro golpe, esta vez más fuerte, llegando a temblar la pared al sentirlo. No sabía qué hacer en ese punto, si intervenir o dejarlo pasar. Como pudo, fue vistiéndose y mientras, continuó oyendo el extraño murmullo, poniéndola más tensa de lo que ya estaba. En esas circunstancias, decidió arriesgarse.


Salió del urinario y fue al otro, que se encontraba a su lado. La puerta permanecía cerrada. Indecisa, la chica no quería en un inicio abrirla, pero otro golpe, la hizo reaccionar. Sin dudarlo, cogió el pomo y tiró de él. Lo que encontró, la dejó sin habla.


Delante de ella, tenía a Ariadna y Mónica enrollándose. La rubia estaba sentada sobre el inodoro y la del pelo rosa se encontraba encima, con sus piernas rodeando las caderas de la otra. Ambas iban vestidas con sus trajes de elfa y se morreaban con una pasión desenfrenada. Las bocas estaban unidas en un húmedo enlace y las manos acariciaban cada centímetro de aquellos benditos cuerpos. Seguían en ello hasta que se volvieron para mirar a Noelia.


La chica estaba petrificada ante lo que veía. Era incapaz de creer lo que contemplaban sus ojos.


—Hola Mami —le saludó Mónica—. Parece que nos has pillado en un momento de pequeña diversión.


—Sí, esperamos no haberte molestado —le dijo Ariadna.


No tenía ni idea de que decir. Tal como se hallaba, lo único que hizo fue volver al otro urinario, coger su mochila y marcharse de allí. Antes de largarse, se despidió de ese par.


—¡Buenas noches! —dijeron a la vez.


Y esas voces resonaron en su cabeza mientras se largaba. Al igual que la imagen de ambas besándose una encima de la otra. Seguía sin creer lo que había presenciado y, lo peor, se repetiría en su mente por bastante tiempo. Por más que intentase olvidarlo.


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Noelia se hallaba en el limbo. No podía creer lo que sus ojos contemplaron unos días atrás. Durante el fin de semana, la chica buscó encontrar alguna maldita explicación a lo que había visto, pero lo cierto era que no había que ser un gran detective para darse cuenta. Ariadna y Mónica eran lesbianas o, por lo menos, les encantaba morrearse con chicas. Bueno, el besito que le dio la de pelo rosa a ella no se podía decir que fuera un morreo, pero cada vez que recordaba a esas dos comiéndose la boca, un súbito escalofrío le recorría el espinazo.


Pasó esos dos días de descanso buscando relajarse, aunque las continuas llamadas de su madre para saber si pasaría la Nochebuena en casa de la familia la volvieron loca. Vivía sola desde hacía unos años y, pese a echar de menos la comida de su madre y los ingeniosos comentarios de su padre, se sentía a gusto. Al principio, convivió con su novio, pero la relación no duró mucho más cuando lo pilló liándose con la vecina de enfrente, una choni de diecinueve años cuyas pintas de niñata engreída le hacían preguntarse porque el imbécil de su novio la prefirió a ella, una mujer de veintiseis tacos hecha y derecha. Por eso, les tenía tanta manía a sus dos compañeras, aunque la actitud de dibujo animado japonés que tenían les habían llevado a ganar más puntos de carnet de odio. Sin embargo, esa imagen que presenció no se le iba de la cabeza.


Seguía pensando en ello cuando llegó al centro comercial. Al entrar, se sintió de manera repentina abrumada por el bullicio y el ruido. Era la vuelta al trabajo, a la rutina de esos días. Trató de vaciarse lo mejor posible de todo pensamiento confuso y puso rumbo al área de personal. Allí, como no, la estaban esperando su par de elfitas, listas para trabajar en todo lo que les ordenase. Cuando miró a ambas, no pudo evitar que la imagen de las dos besándose de manera tan apasionada volviera a su mente. Tuvo que luchar lo más fuerte del mundo por aparcarla y se retiró para cambiarse de ropa e ir a trabajar.


La tarde fue normal como cualquier otra. Atendiendo a bastante gente y apuntándola al concurso, que no promoción. Las dos chicas parecían actuar con normalidad. Hubo un par de pequeños malentendidos, pero nada fuera de lo usual. Aún con todo, no podía faltar el típico pesado de marras con alguna frasecita ingeniosa, pero ya era lo esperable. Noelia siguió con su labor, buscando centrarse en ello y olvidando lo que tanto la perturbaba.


Una vez terminaron, llevaron todo al almacén para guardarlo. Como no, ella decidió quedarse para hacer un poco de inventario. Le vendría bien estar sola, pues como tuviera que soportar más miradas y sonrisas suspicaces, terminaría estallando. Además, así buscaría evadirse de todo lo que le estaba pasando últimamente. Quizás, con un poco de suerte, lograría olvidarlo.


Salió al pasillo una vez acabó y puso rumbo a las taquillas. Por el camino, se fijó en que todo estaba vacío. Ya no debía quedar nadie, algo que le resultó un alivio. Lo último que deseaba era tener que despedirse del señor Ruiz o de esas dos. Se dirigió a su taquilla y la abrió para recoger la mochila. Tras eso, iría al baño, se cambiaría de ropa y se marcharía de allí para descansar. Sin embargo, no llegaría a hacerlo.


Mientras revisaba la mochila antes de sacarla de la taquilla, escuchó unos pasos a su izquierda. Al mover la cabeza a ese lado, se quedó paralizada. Allí estaba Mónica, vestida de elfa y con una permanente sonrisa en su rostro que no la podía inquietar más. La observaba en silencio, de una manera preocupante. Al menos, para ella.


—Hola, Mami Noel —saludó con alegría—. ¿Todavía andas por aquí?


Respiró algo intranquila, pero se calmó. Tenía que ser paciente y no descontrolarse.


—Ya he terminado el recuento de inventario en el almacén y ahora, me largo para casa —comentó mientras cogía su mochila y cerraba la taquilla—. Y tú, ¿qué demonios pintas por aquí?


La forma en la que se refirió a la chica de pelo rosa había sido algo áspera. Eso pareció notarlo ella, pues notó un pequeño gesto de desagrado en su cara. Por lo visto, no eran tan vivarachas como esperaba.


—He estado hablando un poco con el señor Ruiz antes de que se marchase. Quería preguntarle si libraríamos en los fines de semana de Nochebuena y Nochevieja —decía Mónica algo apesadumbrada.


—¿Y qué te ha dicho?


—Parece ser que no.


No pudo evitar sonreír al escuchar eso. Por una vez, esa risueña recibía una bofetada de realidad. La vida era jodida y ellas estaban en la escala más baja de la empresa. Se trataban de meras currantes. Si esperaba algún tipo de privilegio, la llevaba clara.


—Me temo que es lo que hay —se limitó a decirle—. Que tengas buenas noches.


Se dispuso a marcharse a los baños, pero entonces, Mónica se le plantó justo enfrente. Sus ojos azules la miraron con atención, lo cual la puso nerviosa. La chica de pelo rosa se acercó hasta quedar muy cerca de ella. Respiró asustada. No tenía ni idea de que sucedía.


—La otra noche nos pillaste —comentó divertida la elfa.


Noelia, enseguida, se puso muy tensa. La hora había llegado. Era el momento de confrontar el terrible hecho. Temblorosa, decidió sacar acopio de sus fuerzas para salir adelante.


—Mira, lo que ocurrió fue un accidente —se explicó con claridad—. No sabía que pasaba. Pensé que podía ser alguien en peligro y por eso miré. Pero créeme, no era mi intención molestaros y, por cierto, no me importa que estéis liadas. A mí me da lo mismo lo que seáis. Yo lo respeto y acepto, ¿vale?


Estaba eufórica. Le había salido tan deprisa que ni había reparado en si era la forma acertada, aunque viendo la deslumbrante expresión en el rostro de Mónica, no parecía haber fallado.


—No pasa nada, Mami Noel —dijo la chica con tranquilidad—. Son cosas que pasan.


Escucharla decir eso, la calmó un poco. Sin embargo, no podía decirse que la situación estuviera lejos de acabar. Podía percibir que la muchacha ocultaba algo. No entendía que era, pero resultaba evidente que algo tramaba.


—A Ariadna y a mí no nos molestó que nos pillases. En cierto, modo nos gustó. —Se la notaba muy complacida con lo ocurrido—. Lo que me pregunto es si a ti te gustó lo que vistes.


Si ya de por si estaba petrificada, esto ultimo la dejó sin habla. No sabía que decir, ya que se veía incapaz de creer lo que acababa de oír. La miraba incrédula, tratando de entender lo que sucedía. Mónica, por su parte, seguía allí, bien tranquila.


—No, no sé de qué me hablas —dijo tratando de evadir todo aquello—. Yo os vi allí enrollándoos, eso es todo. Ni me gustó ni nada por el estilo.


—No creo que sea así, Mami —habló mirándola a los ojos de forma directa—. Yo creo que te gustó lo que viste y es a eso a lo que le tienes miedo.


Fue escucharla y sus ojos se abrieron de par en par. ¡Eso no era así! A ella no le atraían las chicas. Ver a esas dos besándose en aquel baño no tuvo nada de erótico. Se hallaba atrapada entre la espada y la pared, y más lo estuvo, cuando Mónica volvió a besarla.


La chica de pelo rosa la volvió a pillar desprevenida. No había nada que pudiera hacer, excepto ver como sus labios se pegaban a los suyos y le daban un beso intenso como pocos le habían dado. Se agitó, pero no llegó a hacer algo. Tan solo se limitaba a mirar. La elfa, viendo completa pasividad por parte de Mama Noel, la empujó contra las taquillas de forma inesperada y comenzó a besarla aún con mayor fuerza.


Noelia intentaba despegarse, pero Mónica la tenía atrapada. Sentía su boca pegándose con la suya, abriendo sus labios con la lengua e introduciéndola en su interior, paladeando cada centímetro. No se podía negar que besaba muy bien. Sus manos tampoco se estuvieron quietas. La chica de pelo rosa acarició su melena con suavidad, lo cual la hizo temblar un poco, pero la cosa fue a más cuando descendió por su cuerpo. No tardó en sentir como apretaba sus medianos pechos con ansia. La elfa se apartó, dejando que su aliento impregnara su rostro.


—Eres tan guapa, Mami —le dijo.


Las manos apretaron sus tetas. Noelia aún deseaba separarse, pero cada movimiento suyo, era interrumpido por otro de su captora. La tenía atrapada, y cuando la miró a sus preciosos ojos azules, no podía creer que estuviera en una situación igual.


—Cuantas ganas te tenía —expresó Mónica con mucho deseo—. No he dejado de soñar contigo.


Notó como una de las manos dejaba sus pechos y bajaba por la cintura. Noelia sabía perfectamente hacia donde se dirigía, pero no pudo hacer nada. Mónica la volvió a atrapar en un profundo beso, enrollando su lengua con la suya. Mientras, esa mano llegaba hasta la falda del vestido y se colaba por debajo.


Se tensó. Seguía sintiendo ese par de orbes celestes clavados en ella, percibiendo su belleza y el brillo que desprendían. Se dejó llevar por ellos, vaciando su mente de todo pensamiento que la alterase. No entendía porque lo hacía, pero fue algo que hizo sin más. De esa manera, ni se enteró de como la mano se colaba por su tanga. Pudo percibir el cosquilleo de los dedos al juguetear con su triangulo de vello púbico y como llegaron hasta su sexo. Ahí ya, se estremeció de manera intensa.


—Estás húmeda —comentó la elfa de pelo rosa.


Esos dedos abrieron los labios de su vagina y se zambulleron en su interior. Noelia no pudo evitar gemir y más lo hizo cuando Mónica masajeó todo el contorno de su vulva. Pese a estar un poco atemorizada por lo que estaba sucediendo, no podía negar que el placer que comenzaba a degustar le encantaba. Llevaba varios meses sin sexo y sentir el goce en manos de otra persona le resultaba algo maravilloso, aunque esa persona era otra mujer. Cuando su compañera halló el clítoris y comenzó a tocárselo, una fuerte descarga recorrió su cuerpo.


—Agh… —llegó a decir antes de que la boca de Mónica volviera a acallarla con un apasionado beso.


Mónica frotaba su clítoris con muchas ganas. Se notaba que ya tenía experiencia en esto, pues el placer que le proporcionaba era indescriptible. Jamás en ninguna de sus sesiones masturbatorias ni follando con un hombre logró llegar a sentir lo mismo que experimentaba ahora. Cada roce era otra punzada de deleite que la volvía más loca. Y al mismo tiempo, la chica de pelo rosa la besaba en la boca, en la cara, en su cuello. Su lengua recorría su piel dejando rastros de húmeda y caliente saliva. Llegó, incluso, a morderle en el lóbulo de su oreja derecha. Y de esa manera, se corrió.


—Mo…Mo… —intentó decir entre gemidos, pero la chica de pelo rosa volvió a taponar su boca para que no gritase.


Fuertes contracciones en su coño acompañaron la espléndida explosión de humedad que tuvo lugar en su entrepierna. Su cuerpo enteró se agitó con fiereza como no hizo en mucho tiempo. Se sentía en la gloria. Permaneció con los ojos cerrados, al tiempo que aún notaba a la chica besándola y tocándola in pudor, aunque ya no le importaba demasiado. Y tras toda la enorme subida, vino la precipitada bajada. Un poco aturdida, sintió como su cuerpo se relajaba tanto que por un momento, creyó que se iba a caer. Por suerte, su elfa estaba allí para salvarla.


Cuando abrió los ojos, se encontró con Mónica observándola fijamente. Una preciosa sonrisa se había dibujado en su rostro, mostrando lo complacida que estaba con todo lo que le había hecho.


—Bueno, ya estás mejor —habló alegre y le dio un suave beso en los labios.


Tras esto, la joven se apartó, un gesto que Noelia interpretó como que la estaba dejando marcharse. Viendo que así parecía ser, decidió irse. No se atrevió a mirar a la elfa de pelo rosa, aunque seguro que ella seguía con su espléndida sonrisa.


Llegó al baño, se encerró en uno de los urinarios y se quedó allí estática. Todavía no podía creer lo que había ocurrido. No era ya lo que habían hecho, sino que ella hubiera cedido. Nunca en su vida había sentido atracción por una mujer, pero ahora, había sucumbido ante una. Lo peor era que había disfrutado y el modo en que la miró la volvía loca. Trató de serenarse lo mejor que pudo. Respirando intranquila, la chica decidió cambiarse de ropa e irse a casa lo más deprisa posible. Eso hizo.


Una vez terminó, salió de los baños y por el pasillo, se cruzó de nuevo con Mónica. Otra vez, esa mirada sobre ella. Inquieta, se despidió y se fue de allí disparada como si la hubieran atado a un cohete supersónico. De vuelta en casa, la cosa no fue mejor. Mientras intentaba dormir, su mente no dudó en atormentarla con todos aquellos recuerdos recién vividos. Sus labios, sus dedos, ese placer increíble que le dio, esas palabras…


“Cuantas ganas te tenía”, le había dicho sin ningún pudor. “No he dejado de soñar contigo”.


Ni siquiera en sueños lograría librarse de ese martirio. Como si estuviera lejos de acabar, claro.


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Cada día se estaba poniendo peor que el anterior. Las cosas que le estaban sucediendo eran imposibles de creer. Hasta ayer, tan solo se tenía que preocupar de su trabajo y de un jefe tocapelotas, pero ahora, tenía algo peor esperándole. Todavía se veía incapaz de concebir que una chica la hubiera tocado y besado de esa manera, aunque lo más grave, era que ella se hubiera dejado.


Llegó al área de personal y, como siempre, allí la estaban esperando esas dos elfas sonrientes. Ninguna le dijo algo, pero en sus alegres sonrisas se denotaba lo evidente. Noelia pasó de largo en dirección a los baños. Tenía una tarde ajetreada por delante.


Con la Nochebuena cada vez más cerca, mucha gente llegaba al centro comercial con intención de hacer las compras de última hora. Que si comida para la cena, que si regalos para los críos por celebrar antes lo de Papa Noel que Reyes Magos. Ellas estaban en su sitio, imperturbables ante tan grandilocuente espectáculo. Su labor era la misma, vender la dichosa promoción o concurso que el hipermercado ofertaba, captar clientes para que participasen en semejante estafa. A Noelia, en más de una ocasión, le entraban ganas de decirle a quien pasaba que no iba a ganar, pero prefería callárselo. Si no, no cobraría nada a fin de mes. Sin embargo, no podía negar que estaba ya muy harta.


De vez cuando, notaba de refilón la mirada de Mónica. La chica de pelo rosa la observaba con detenimiento, lo cual, la estremecía demasiado y no era la única. Ariadna también estaba pendiente de ella. Eso la hizo temer más. ¿Acaso le habría contado su amiga/ ¿novia? lo que hicieron ayer? El pánico se apoderó de su cuerpo al pensarlo. Prefirió ignorar todo eso y centrarse en su trabajo, aunque ver como un viejo le miraba el escote no era lo más agradable del mundo.


Cuando terminaron y volvieron al área de personal, Noelia se encerró en el almacén con la excusa de hacer inventario otra vez. Al señor Ruiz le dio igual. De hecho, el hombre llevaba desde hacía algunos días pasando de ella, más embobado con las dos elfitas que había contratado que de Mami Noel. Algo que la chica agradeció. De ese modo, pasó un largo rato recontando lo que hubiera allí, sin presiones ni molestias.


Pasada ya media hora, decidió salir. Todo estaba vacío, tal como esperaba. Comenzó a caminar en dirección a las taquillas y, una vez allí, sacó su mochila con la ropa. Acto seguido, se fue al baño para cambiarse.


Se encontraba ya en el urinario cubierto, justo antes de quitarse el vestido, cuando escuchó la puerta del baño abrirse. Se quedó paralizada, pues no creía que hubiera alguien más y cuando oyó el inconfundible sonido de los tacones al chocar el suelo, sabía que una de ellas estaba ahí. Cuando el ruido cesó, supo que estaba frente a la puerta. Noelia no pudo más que contener la respiración, expectante de que se abriese. Entonces, se fijó que el pestillo no estaba echado. Con rapidez, se movió para llegar a tiempo y echarlo, pero fue demasiado tarde. La puerta se abrió y Ariadna, la elfa rubia, apareció ante sus narices.


—¿Qué haces aquí? —preguntó muy nerviosa.


La rubia no llegó a contestar. Tan solo se limitó a cerrar la puerta y colocarse frente a ella.


Si los ojos azules de Mónica ya la llenaban de inquietud y miedo, los ámbares de Ariadna no se quedaban atrás. La miraban de esa manera tan entusiasta como misteriosa que solo esas dos chicas podían mostrar. Se preguntaba mil y una veces qué demonios se les podría estar pasando por sus cabezas cuando se encontraban. Siguió observándola, atenta a cualquier movimiento. No tenía ni idea de que pretendía hacer, aunque no tardó en averiguarlo. De repente, le dio un beso en la boca.


Pese a que ya se lo veía venir, conservaba la vana esperanza de que no fuera a hacerlo. Sin embargo, no fue así y, de nuevo, estaba morreándose con una tía. Pues esta vez, no pensaba dejarse llevar. Sin pensarlo, apartó a Ariadna de un empujón. La chica se quedó impactada ante semejante reacción.


—¿Se puede saber qué coño os pasa a vosotras dos? —preguntó muy molesta


Pese a estar algo cohibida por su reacción, la elfa rubia no parecía intimidada por su carácter enojado. De hecho, la miraba desafiante.


—Mónica me contó lo que hicisteis ayer —le contestó muy seria.


Se estremeció al ver su semblante tan sereno. Supo que por más que tratara de imponerse, no lo iba a conseguir. Para colmo, le mencionó lo ocurrido el día anterior.


—Eso…eso fue….un error —trató de explicarse lo mejor posible, aunque le costaba—. No sé qué te habrá dicho, pero no es lo que parece.


—Pues yo sí creo saber lo que es, Mami —le dijo la muchacha mientras sonreía malevolente.


Antes de llegar a decir algo más, se abalanzó sobre ella y la volvió a besar con pasión.


Noelia buscó quitársela de encima, pero no podía. La rodeó con sus brazos y engulló su boca, metiendo la lengua hasta el gaznate. Si Mónica, pese a su agresivo aspecto, era más tranquila y dulce, Ariadna, aunque tuviera una apariencia nocente, resultaba ser mucho más intensa y desatada. La siguió besando por un pequeño rato más hasta que se apartó, permitiéndola coger aire. Se miraron. La chica vestida de Mama Noel estaba atemorizada. Aquello no tenía que estar pasando, no de nuevo. Además, no debía permitirlo, pero algo en ella parecía estar haciendo que siguiese sin problema. Lo peor era que respondía a ese beso con algo de timidez, mostrando claro interés.


Ariadna se separó y la hizo sentar sobre el inodoro, que tenía la tapa bajada. Noelia seguía incapaz de reaccionar ante lo que ocurría y ya tan solo, se dejaba llevar. La rubia le dio un suave beso y a continuación, comenzó a bajar por su cuerpo. Lamió su cuello, llegó a su pecho, el cual acarició con ganas y prosiguió hasta llegar a su regazo. La chica respiraba nerviosa, sin poder creer lo que presenciaba. Cuando vio como las manos de su elfa se introducían por debajo de la falda, trató de detenerla.


—Tranquila, Mami —la calmó—. No va a pasarte nada malo.


No tuvo más remedio que rendirse. Podría evitar todo esto, marcharse, pararla, pero algo en ella no se lo permitía y no entendía porque. Sintió como la rubia le retiraba las bragas y las deslizaba por sus piernas. Luego, levantó la falda del vestido y le pidió que se abriese para contemplar su sexo.


—Eres muy hermosa —dijo la joven.


Apenas podía articular palabra. De hecho, cualquier intento se vio reprimido cuando sintió la viscosa lengua de Ariadna comenzando a lamer su coño. Estaba húmeda y caliente, no comprendía aún como le estaba sucediendo esto, pero en esos instantes, lo único que deseaba era gozar. La muchacha rubia se empleaba a fondo para hacerla gozar y no tardó en comenzar a gemir en consecuencia.


—Por favor, no grites —le pidió la muchacha.


—Lo siento —respondió ella con agrietada voz.


Ariadna volvió a su trabajo y Noelia tapó su boca con la mano para evitar que se la escuchase. Ahora, lo único que se percibía eran las succiones, besos y lametazos que la rubia ejercía sobre su vagina. Su lengua bailoteaba de un lado a otro, no quedándose quieta ni por un segundo. En un momento, estaba en la vulva para al siguiente, viajar por los labios mayores y, de ahí, dirigirse al clítoris. Cuando golpeteó con la punta el carnoso bulto, la chica se sintió morir. Tanto fue así, que acabó teniendo un orgasmo.


Todo su cuerpo tembló entre estertores mientras Ariadna engullía su coño, bebiendo todos los fluidos que expulsaba, pero esto no acabó aquí. La elfa parecía más que dispuesta a complacer a su compañera con ganas, pues volvió a su trabajo sin dudarlo, lamiendo el clítoris de arriba a abajo, haciendo que Noelia gritase como si la vida le fuera en ello. Desde luego, estaba siendo el mejor cunnilingus que le habían hecho nunca.


—Oh, Dios. Es lo mejor que…. —Apenas llegó a finalizar la frase, pues tuvo que taparse la boca de nuevo


Todo fueron más sollozos y quejidos causados por el deleite que sentía. Su elfa, allí abajo, siguió chupando y lamiendo su sexo sin piedad. Parecía obcecada en su tarea, como si fuera su deber llevarla de nuevo al orgasmo. Se mordió un dedo, buscando controlar sus ansias, pero de poco le sirvió. Notando como los finos labios de la chica succionaban su clítoris, Noelia volvió a correrse.


Esta vez las contracciones de su vagina fueron más fuertes, como si lo de antes no hubiera sido más que un pequeño preámbulo frente al gran espectáculo de ahora. Puso sus ojos en blanco y todo su cuerpo se tensó. Tuvo que taparse la boca muy bien, pues el grito que emitía era muy sonoro. Al final, todo terminó tan rápido como había comenzado.


Exhausta, Noelia sentía su ser agotado. De hecho, parecía a punto de caerse del váter si no cuidaba de no perder el equilibrio. Mientras, allí abajo, Ariadna relamía los últimos restos de su placer esparcidos por su entrepierna. Cuando la miró, una hermosa sonrisa se dibujó en el rostro de la joven rubita.


—¿Te ha gustado mucho, Mami? —preguntó de forma cándida.


La hizo levantar del suelo, poniéndola muy cerca de ella. Miró su boca y mejillas, brillantes por todo el jugo vaginal que se había esparcido al correrse. Sin pensarlo, le dio un fuerte beso que dejó a la muchacha petrificada. Sus labios quedaron sellados en un principio, pero no tardaron en abrirse para dejar paso a sus lenguas, que se enlazaron en un cálido abrazo. Desde ahí, pudo saborear la esencia de su propio coño. Así, permanecieron por un pequeño rato, intercambiando fluidos y acariciándose con ternura. Cuando terminaron, no pudieron evitar reprimir una mirada tímida cada una. Para Noelia, era el beso más caliente que se había dado jamás.


—Que sepas que a Mónica le gustas mucho —le informó de forma repentina Ariadna.


Tras decir esto, la chica rubia se atusó un poco y se retiró de allí. Ella, por su parte, terminó de desvestirse y se puso su otra ropa. Luego, salió del baño y puso rumbo a casa. Se cruzó de nuevo con Ariadna, quien le dedicó otra tierna sonrisa. Noelia también le devolvió el gesto y se marchó de allí, un poco más relajada, aunque no por ello, menos inquieta.


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Las cosas no eran lo mismo. Noelia así lo percibía. Aunque todo el mundo siguiera con las fiestas y la alegría, ella se sentía romperse por dentro. Nunca creyó que su vida fuera a dar un vuelco tan brutal en muy poco tiempo.


Nunca le habían gustado las mujeres, eso era algo que siempre tuvo bien claro, pero lo de ayer la hizo dudar de que fuese así. Ariadna le había comido el coño como nadie antes jamás había hecho y Mónica la masturbó sin ningún pudor. Lo peor fue que, en ambos casos, disfrutó como nunca. No podría sentirse más alterada, hasta el punto de que tenía miedo de volver al centro comercial. Sin embargo, no dejó que sus miedos la controlasen. La chica concluyó que las cosas estaban tomando un camino extraño, eso no se podía negar, aunque no significaba que fuese algo malo. Quizás, debiera ver hasta qué punto podría llegar. Para que negarlo, estaba interesada en saber hasta dónde llegarían esas dos.


Todo fue normal en el trabajo ese día. El par de elfas siguieron tan adorables como de costumbre, regalándole hermosas sonrisas y comentarios algo cursis. Esta vez, sin embargo, Noelia decidió ser un poco más amable y las saludó de forma cálida e, incluso, tierna. Hasta se atrevió a darle un beso en la mejilla a cada una. Esta acción las dejó muy sorprendidas, algo que divirtió a la chica. Tras esto, se dirigieron a su sitio para empezar a trabajar.


Las horas pasaron tranquilas con los habituales contratiempos, pero sin ser algo grave. La Mamá Noel se sentía más relajada, algo que se notaba en su manera de actuar frente a la gente, mostrándose mucho más encantadora que en otras ocasiones, aunque siempre que escuchaba a alguien diciendo una frase malsonante, no dudaba en mostrar su desagrado. De vez en cuando, volvía su vista hacia sus compañeras, quienes también se percataban de su presencia. Ambas también la miraban de reojo y le sonreían. Un leve escalofrío recorría su espalda al sentirse observada de ese modo. No era una emoción de malestar, si no de deseo.


Una vez terminó la jornada laboral, recogieron todo y volvieron al área de personal. La emoción embargaba su cuerpo. Lo que en otro momento podría ser molestia u odio, ahora era una euforia muy intensa que se agravaba con cada momento pasado. Miraba a las dos elfas, cada una a un lado, caminando tranquilas. En su mente, creía que las dos se lanzarían por ella y comenzarían a besarla sin cesar. Lo mejor, que ella se dejaría hacer sin dudarlo.


Cuando estaban a la altura del despacho del jefe de personal, el señor Ruiz salió de allí. Nada más verlas, una desagradable sonrisa se dibujó en sus labios. Aquello no pintaba bien.


—Hola, mis queridas —habló con su habitual tono de insidiosa voz—. ¿Cómo ha ido todo hoy?


La respuesta por parte de las elfas fue un entusiasta “bien”, pero Noelia prefirió limitarse a un simple “perfecto”. El jefe no podría estar más complacido.


—Me alegro. Estáis haciendo un trabajo excelente.


Eso fue lo único que dijo. Parecía importarle bien poco saber cuántos participantes habían conseguido o si habían tenido algún problema. Claro que si uno se fijaba hacia donde se iba su mirada, la explicación estaba hecha: los escotes de las chicas. Hipnotizado como se hallaba, no tardó en volverse a Mamá Noel.


—Noelia, necesito que revises el almacén.


—¿Para qué?


—Inventario, nada más que eso.


La chica no pudo evitar sentir que tan solo la estaba fastidiando. Como fuere, prefirió largarse al almacén. Por lo menos, allí no tendría que soportar al pesado este, así que se fue para allá. Sus dos compañeras la miraron por un momento, pero las ignoró. No le apetecía en esos momentos estar pendiente del resto.


Una vez en el almacén, se puso a revisar todo lo que había allí. Cajas y cajas repletas de todo tipo de cachivaches pasaban por sus manos. Aunque aburrida, Noelia sintió que por lo menos, tenía tiempo ahora para pensar un poco en lo que sucedía. Ese par de encuentros que había tenido con Mónica y Ariadna habían trastocado su entendimiento sobre ella misma. Nunca había sentido nada por una mujer, tal vez, admiración por la belleza de alguna amiga, pero solo eso. No obstante, ahora las cosas eran muy diferentes. Se sentía fuertemente atraída a esas dos, no podía negarlo. Y aquel par de escaramuzas se lo estaban dejando bien claro. Siguió trabajando en lo suyo, lamentándose por estar en algo tan turbio, cuando escuchó la puerta abriéndose a sus espaldas. Al darse la vuelta, se quedó de piedra.


Allí se encontraba Mónica. La chica de pelo rosa comenzó a avanzar sin ningún recelo hacia Noelia. Ella permanecía estática, sin saber que decir o hacer. Vio cómo su compañera se colocaba frente a ella en un momento. Notó en sus azulados ojos parecían irradiar un brillo hermoso e intenso. Quedó embelesada con ellos. Así estuvo hasta que la otra se acercó más a ella y le dio un beso.


Ya daba igual resistirse. Como hiciera antes, abrió su boca para que la lengua de su elfita invadiese el interior. Paladeó cada centímetro, transmitiéndole más humedad de la que ya había. Y luego, la suya propia se enrolló con la de ella, compartiendo saliva y un ardiente abrazo que la volvía más loca aún. Mientras, las manos de su amante la envolvieron y descendieron por su espalda hasta acabar en su culo, el cual apretó con ganas. Eso no hizo más que encender mucho más a Noelia.


Ella tampoco se quedó atrás y decidió darse el gusto de explorar la anatomía de Mónica. Acarició sus hombros desnudos, notando la suavidad de su piel y llegó a sus redondos pechos, más grandes incluso que los de ella. Los apretó con ganas, sintiendo su dureza y maleabilidad. Los pezones, bien duros, parecían a punto de atravesar la tela. Luego, bajó por su espalda y acabó en el mismo sitio, el culo. Primero lo tocó por encima de la falda, adivinando su forma redondeada y luego, se introdujo por dentro. Enseguida, notó que llevaba un tanga, pues sus nalgas aparecían desnudas. Sin pensárselo, las magreó con ganas.


Siguieron así por un rato más hasta que Mónica se apartó.


—Mami, quiero probarte —le dijo desesperada.


Noelia se dio cuenta de a qué se refería.


—¿Así que Ariadna te lo ha contado?


La elfa asintió. Seguramente hablaron de ello y eso picó los celos de la pobre.


—No es justo. Fui yo quien te vio primero —contestó apenada.


Se enterneció al verla tan ofuscada. Le acarició suavemente la mejilla izquierda, haciendo que entornase sus ojos, mostrándola más tierna.


—Vamos a ponerle remedio.


Nada más oírla, el rostro de la muchacha se iluminó.


—¿Puedes sentarte encima de mí?


—¿Como?


La propuesta le resultaba extraña. ¿Sentarse? No entendía nada. La elfa de pelo rosa se mostraba algo avergonzada ante lo que acababa de decir. Esa actitud le sorprendió, después de ser tan lanzada, ahora parecía estar acobardada por lo que acababa de decirle.


—No te entiendo, ¿a qué te refieres? —preguntó Noelia de nuevo.


Cabizbaja, Mónica comenzó a hablar:


—Lo que quiero…es que te pongas encima de mi cabeza…para así comerte el coño. —Se notaba que le costaba explicar todo.


—¿De qué manera?


—Yo me acostaría en el suelo y tú te pondrías sobre mi cara, con las piernas abiertas —comentaba sonrojada—. Así podría lamerte mejor.


Se imaginó la escena y le dio mucho morbo.


—Pues vamos a hacerlo —dijo si más y le dio un suave beso a la muchacha.


Se separaron y vio como la joven disfrazada de elfa se tumbaba. Le excitó verla así, pero la detuvo.


—Espera —habló, dejando extrañada a Mónica.


Fue al otro lado del almacén y cogió una manta. Volvió hasta donde estaba la joven y la hizo levantarse, poniendo en su lugar la manta. Ella lo contempló todo llena de curiosidad.


—Así estarás más cómoda —le comentó.


Mónica se tumbó y, antes de apoyar la cabeza, Noelia puso otra manta doblada debajo, para que no se hiciese daño.


—Gracias —le dijo la del pelo rosa con afecto.


Se sintió emocionada al verla de esa forma. No pudo evitar besarla. Aquello no era tan solo excitación, estaba empezando a verla a ella y a su amiga de un modo diferente. Con cariño y ¿amor? Notando que esos pensamientos la iban a perturbar más, decidió pasar a la acción.


Hizo lo que Mónica le había explicado. Se quitó primero el tanga y luego, se abrió de piernas sobre ella, obsequiándole con una hermosa visión de su sexo. La chica abrió sus ojos celestes de par en par al contemplar tan excitante belleza. Noelia, por su parte, se sentía poderosa en esa posición. Era una situación tan rara como atrayente.


—¿Te gusta lo que ves? —preguntó.


—Sí, Mami —respondió la chica.


—Pues, prepárate. Ahora lo vas a probar.


Fue agachándose hasta que flexionó las rodillas y las clavó en el suelo. En nada, su coño rozó la cara de Mónica y ella emitió un leve gemido, señal de que había abierto su boca para empezar a lamer y enseguida, notó aquella caliente lengua recorriendo su húmeda hendidura.


—¡Oh, joder! —profirió sin ningún miramiento.


La elfa comenzó a chupar sin descanso, como si la vida le fuera en ello. A Noelia se le voló la cabeza ante aquello, sintiendo como relamía de arriba a abajo para luego, ir describiendo círculos por todos los pliegues. Lo hacía muy bien y ella estaba gozando como nunca.


—Eso es, así, ¡así! —decía cada vez más excitada.


De manera inconsciente, empezó a menear sus caderas. Sabía que se acercaba a un inevitable orgasmo y por eso, se movía tan inquieta. Lo buscaba con desesperación y no tardó en encontrarlo.


Se retorció agónica. Tuvo que taparse la boca con una mano para evitar que se escuchasen sus gritos. Tembló con desesperación y notó el fuerte estallido de humedad allí abajo. Respirando entrecortada, percibía las fuertes contracciones de su coño y las lamidas de Mónica, que lejos de cesar, continuaban. Poco a poco, fue recuperando el aliento hasta que se relajó, pero su amante estaba lejos de haber terminado.


Mónica no tardó en volver a lamer. Noelia bajó la vista y se encontró con ese par de azulados orbes, los cuales brillaban con intensidad. Se notaba que la chica estaba disfrutando de todo esto. Continuó dando lengüetazos a su sexo hasta que decidió centrarse en el clítoris. Eso iba a ser mortal.


—Mierda, ahí no —masculló Mamá Noel.


Cuando notó como sorbía y chupaba esa carnosa pepita, supo que lo mejor acababa de comenzar. En los siguientes minutos, la elfa la torturó sin piedad, dándole un placer indescriptible. Ya la mano se la había dejado pegada en su boca, pues estaba descontrolada y, de hecho, la mordía para acallar sus gemidos, que no podrían ser más sonoros. Con la otra, acarició sus pechos, ocultos bajo el vestido. Se los apretó con fruición e, incluso, pudo notar los pezones bien duros.


—¡Uhm, madre mía! —exclamó como pudo.


Volvió a mecer sus caderas y esta vez, la lengua de Mónica se internó en su agujero. Aquella penetración inesperada la puso al límite. Podía notar como la penetraba sin piedad, no llegando a llenarla como la polla de un hombre, pero aun así, resultaba deliciosa. Movía sus caderas al son de aquella candente intrusión y notó como un dedo de la chica frotaba su clítoris. Fue suficiente para que volviera a correrse de manera violenta.


Esta vez, no pudo aguantarlo más y perdió el equilibrio. Cayó a un lado, dándose un pequeño golpe, aunque no fue nada grave. Más duro le estaba resultando el orgasmo. Jadeando, tuvo que cerrar sus ojos para poder despejar la mente y relajarse. Notaba su cuerpo tembloroso y el corazón parecía a punto de estallar. Reposó un poco, aunque no tardó en arrastrarse hasta el lado de Mónica.


La chica de pelo rosa permanecía bocarriba e inmóvil. Noelia se aproximó un poco más y su amante giró la cabeza. Tenía el rostro brillante por los fluidos que había esparcido. Poseía un brillo reluciente que la hacía ver más angelical.


—Te he dejado bien perdida —comentó divertida.


—¡Pues sí!


Ambas comenzaron a reír, aunque Noelia no tardó en dejar de hacerlo al reparar en algo.


—Oye, ¿la puerta está cerrada? —preguntó preocupada.


—Tranquila, eché el seguro —le informó para su alivio Mónica—. Además, Ariadna está vigilando por si alguien viniese.


Más aliviada tras escucharla, miró a la elfa fijamente. Ella, al notarse observada, rehuyó un poco su mirada.


—¿Qué coño estamos haciendo? —preguntó a la de pelo rosa.


Al escucharla, Mónica no supo que responderle. Parecía un poco distante, o, al menos, eso percibía Noelia.


—Que importa —comentó—. ¿Acaso no estamos disfrutando?


Y entonces, la volvió a besar. Tenía claro que todo estaba resultando una auténtica locura, aunque llevaba razón, ¿qué más daba? Si para ella carecía de total relevancia, a Noelia debía importarle mucho menos. Tan solo disfrutaban, sin darle cuentas a nadie.


Las dos chicas siguieron besándose con mucho deseo. La Mamá Noel pudo degustar el sabor de su propio coño de la boca de su amada elfa y le encantó poder sentirlo de nuevo. De hecho, comenzó a lamerla por toda la cara, buscando dejarla limpia. La fragancia que emitía envolvió el ambiente. En ese momento, colocó una mano en su pierna. La muchacha de pelo rosa la miró expectante. Ambas quedaron un poco bloqueada ante tal acción, pero cuando Noelia leyó sus ojos, supo lo que tenía que hacer. La mano comenzó a subir y no tardó en internarse bajo la falda.


—Mami —gimió Mónica.


—Quiero devolvértelo.


Tras tanto placer proporcionado, creyó que era hora de ser ella quien diese un poco. Su mano acarició la suave piel del muslo hasta llegar a la ingle. Una vez allí, no tardó en contactar con la tela del tanga y cuando acarició por encima, sintió el calor que emanaba. Noelia sonrió y decidió apartar la prenda interior. La elfa gimió y más lo hizo cuando sus dedos comenzaron a recorrer la húmeda rajita.


—¡Agh, Mami! —exhaló la joven mientras sentía aquellas caricias.


—Es hora de que te dé yo placer —susurró su querida jefa al oído.


Sus bocas no tardaron en fundirse en un poderoso beso. A la vez, Noelia masturbó a la chica, abriendo los labios mayores de su sexo y recorriéndolo con las yemas de los dedos. Mónica emitió un fuerte gemido, pero la muchacha logró hacerla callar besándola con mayor fuerza. Se agitaba y pudo notar lo mojada que estaba. Debía llevar mucho tiempo deseando esto la pobre. Se despegó de su boca para besar su cuello y dejar que exhalase algo de aliento, pero no tardaron en unirse nuevo.


La elfa respiraba desacompasada y decidió no hacerla esperar más. Llevó dos de sus dígitos hasta el clítoris y lo frotó con ganas, tal como ella le había hecho antes. Eso hizo que todo su cuerpo se tensase, al punto de que le mordió en el labio. A pesar de eso, siguió frotando con ganas y por fin pasó, la chica se corrió.


Notó una grandiosa explosión de humedad allí abajo. Su mano se llenó de flujo vaginal abundante, lo cual indicaba que Mónica se corría con ganas. Sintió su cuerpo agitarse varias veces y se despegó de nuevo para dejar que respirase. Estaba destrozada.


—Ha sido increíble —logró decir con floja voz—. Y llevaba deseando que ocurriera desde hacía tanto.


Escuchar eso, hizo que en su mente se agolpasen muchas cuestiones. ¿En eso consistía tanto juego? ¿Le gustaba Mónica? Parecía claro que así era, pero prefería escucharlo de su voz. Sin embargo, justo antes de que abriera su boca, alguien las interrumpió.


—¡Joder! —dijo con sorpresa Ariadna—. Si lo llego a saber, me quedo aquí dentro con vosotras.


—¡Ariadna! —gritó furiosa la del pelo rosa—. Te dije que te quedases fuera hasta que yo te llamase.


—Lo siento, tía, pero me apetecía saber qué coño estabais haciendo —se explicó la otra de una manera bastante burda.


—Bueno, da igual ya —interrumpió Noelia—. Nosotras hemos terminado, así que vamos a recoger todo y larguémonos de aquí.


—Muy bien —respondieron las dos elfas a la vez.


Tras acomodarse bien la ropa y dejar todo como estaba, el trio de muchachas salió del almacén. Fuera, se dirigieron a las taquillas para recoger sus ropas y cambiarse en los baños. Allí, fue todo normal, sin más problemas ni nada por el estilo. Una vez terminó, Noelia se encontró con ellas de nuevo.


—Hasta mañana, Mami —dijo Mónica.


—Hasta mañana —expresó ella.


Se fue de allí. Podría haberse quedado con las dos jóvenes, pero tras lo vivido, necesitaba marcharse. Una vez en casa, seguía sin poder creer en lo que había vivido apenas una hora antes. Lo mejor era que esta vez ya no se sentía arrepentida. Para nada. Ahora, estaba encantada y deseaba con todas sus fuerzas que volviera a suceder.


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El día siguiente llegó y la emoción la embargaba. Noelia no dejaba de pensar en lo que ocurriría hoy, dejando volar su imaginación hacia cotas que no creía posibles. El deseo de ver a las dos elfas era muy intenso y tenía ganas de ver a donde llegarían esta vez. De esa guisa, salió por la tarde con muchas ganas al trabajo, algo que nunca creyó posible.


Nada más llegar al centro comercial, sintió un leve repelús recorriendo su cuerpo. La emoción que sentía que se reencontrase con ellas era muy grande y no pudo negarlo, pero también notó como su sexo se humedecía. Ya no solo quería verlas, sino que ansiaba con todas sus fuerzas follárselas. Siguió caminando por las amplias galerías, esquivando a toda persona con la que se cruzaba. Iba pendiente a todo lo que le rodeaba, aunque a la vez, no dejaba de pensar en lo que le esperaría cuando llegase al área de personal.


Al llegar, las dos chicas la esperaban con sus perennes sonrisas enmarcadas en sus rostros. Eso la reconfortó bastante. Fue a cambiarse y cuando regresó, ellas estaban allí, listas para lo que les pidiese. Si por Noelia fuera, se pasarían toda la tarde encerradas en el almacén, pero concluyó que eso no era más que una absurda fantasía. Tenían que trabajar. Se llevaron todo y montaron el stand en el sitio de siempre. Tras esto, comenzaron con su labor, como habían hecho desde hacía ya una semana.


Mientras se dedicaba a atender a cada persona que venía a preguntar de la promoción (o concurso, ya daba lo mismo de que se trataba), siguió atenta a sus compañeras, quienes la miraban de vez en cuando, llenas de curiosidad e intenciones muy dudosas. No pudo evitar sonreír en más de una ocasión al verse observada por ese par. Se sentía muy divertida con toda aquella situación y eso, le encantaba.


Para cuando terminaron, recogieron todo y se volvieron al área de personal. Una vez allí, el señor Ruiz no les dijo nada de revisar el inventario o limpiar, así que tras dejar todo en el almacén, fueron a las taquillas para recoger sus cosas y marcharse. En el transcurso desde que se dirigieron de un sitio a otro, Noelia no notó que ni Ariadna o Mónica le dijesen algo. Se sintió un poco frustrada en ese sentido, aunque, por otra parte, tampoco quería presionar demasiado. Quizás hoy no tendrían ganas. Pero justo cuando se disponía a irse a los baños para cambiarse de ropa, Mónica la llamó.


—¿Qué pasa? —preguntó mientras se volvía.


En el momento en el que la miró, quedó petrificada. Sus ojos azules estaban clavados en ella de una manera casi opresora. El agobio le vino de forma repentina. Resultaba tan arrebatadora como temible.


—¿Te…te gustaría venirte con nosotras a nuestra casa?


Escuchar aquella proposición la dejó más perpleja que antes si cabía.


Miró a Ariadna, quien permanecía a su lado callada. No podía creer lo que había escuchado, aunque tampoco debía sorprenderse demasiado. Sabía que tarde o temprano esto ocurriría. Respirando de manera pausada, evaluando sus opciones. Al final, lo tenía bien claro.


—Vale —contestó.


Los rostros de las dos chicas se iluminaron al mismo tiempo. Eso la conmovió.


—Muy bien, en ese caso, vamos a cambiarnos de ropa… —comenzó a decir mientras se disponía a marchar para allá.


—¡Espera! —la llamó Mónica de repente.


Se detuvo al instante. Entonces, la chica de pelo rosa se le acercó. Su mirada parecía atravesarla.


—Da igual —le dijo con suave voz—. Vayámonos así de aquí.


La propuesta le resultaba tan tentadora como arriesgada, pero apenas tuvo tiempo de decidir, pues las dos chicas se largaban sin ningún miramiento. Tuvo que correr tras ellas para alcanzarlas. Juntas, se fueron de allí muy contentas.


Salieron del centro comercial y se dirigieron a unos aparcamientos que había cerca. Allí, entraron dentro de un coche. A Noelia le llamó la atención que ambas se vinieran así al trabajo. Ella, al vivir cerca, no tenía más que irse andando hasta allí, pero suponía que las dos muchachas debían tener su casa más lejos. Lo que si le vino a la cabeza, mientras no dejaba de darle vueltas a todo esto, era que se largaba con ese par sin ningún problema. Apenas había tenido una conversación prolongada y no las conocía demasiado, pero eso no parecía significar demasiado para la chica. No entendía por qué, pero parecía poder confiar en ellas. Resultaba absurdo, aunque así era.


El coche se puso en marcha y no tardó en poner rumbo hacia su destino. El lugar donde vivían Mónica y Ariadna estaba algo lejos, por una de las zonas periféricas de la ciudad. Se veía como un sitio tranquilo, aunque se notaba algo descuidado, lo cual inquietó un poco a Noelia. Sin embargo, la cálida sonrisa de la chica de pelo rosado la calmó un poco. Cuando aparcaron, supo que llegaba el momento determinante y se bajó, lista para enfrentar a lo que sucediese.


La noche caía sobre aquel lugar y, pese a la luz de las farolas, tenía cierto toque sombrío. Se dirigieron hacia el edificio que tenían justo enfrente y entraron al portal. Subieron en un ascensor en completo silencio. Noelia miró a cada una de sus acompañantes. Las tenía a cada lado, como si fueran una escolta personal que quisiera protegerla. Teniendo en cuenta que iban disfrazadas de Mama Noel y de elfas, no resultaba tan extraño. Cuando llegaron a la cuarta planta que les correspondía, salieron de ahí y fueron hasta la puerta del piso donde vivían las dos jóvenes. En ese punto, ella se sentía muy nerviosa. Vio como Ariadna sacaba las llaves de su bolso y abría. Tras eso, pasaron adentro.


El piso no era muy amplio. Estaba el salón, que daba a una cocina justo al frete. En su lado izquierdo, había una puerta que llevaba a un pequeño pasillo que conectaba con tres habitaciones, dos dormitorios y un baño. Le impresionó lo recogido que estaba todo. Noelia todavía residía con sus padres y el lugar era mayor que este. Aunque, teniendo en cuenta que solo había dos chicas allí, parecía perfecto.


—Vamos a hacer algo de cena —dijo Mónica.


No sabía que decir. ¿Les ayudaba o no? Se notaba algo cohibida por la situación.


—Vale, meteré una pizza en el horno —respondió Ariadna.


Viendo que se movían para prepararlo todo, Noelia trató de actuar y ayudarlas en lo que necesitasen.


—No, tu quédate aquí —le habló con tono amable Mónica—. Nosotras nos ocupamos.


—Yo… no quiero resultar una molestia —comentó un poco tímida—. Si hay algo en lo que pueda ayudaros…


—Eres nuestra invitada —dijo ella jovial—. Ponte cómoda y ve la tele mientras lo preparamos todo.


Así hizo. Se sentó en el sofá y comenzó a ver lo que ponían en la televisión. Pasó el rato hasta que Mónica la llamó y fue a la cocina.


—Espero que te guste. ¡Es de cuatro quesos! —habló muy divertida Ariadna.


Se puso en la mesa y comenzó a comer con las dos chicas. Todo fue en silencio. Apenas cruzaban mirada y, más allá de pedirle a Mónica un poco de cola para beber, Noelia no habló demasiado con ellas. La cena estaba resultando tan extraña que no sabía cómo iba a acabar la cosa. Al final, se terminaron la pizza y, aunque le insistieron en que no lo hiciera, les ayudó a quitar la mesa. Una vez lo hicieron, Ariadna sugirió ir al salón a ver la tele. Todas estuvieron de acuerdo.


En el salón, se sentaron en el sofá más grande. Noelia en el centro, Mónica en el lado izquierdo y Ariadna en el derecho. Miraba la tele, pero no podía evitar que su vista se fuera a alguna de las chicas. Lo hacía de manera involuntaria, como si no pudiera controlar sus ojos. En una de las ocasiones, se cruzó con la azulada mirada de Mónica.


—¿Ocurre algo? —preguntó.


Enseguida, apartó su mirada avergonzada. Notó como la chica de pelo rosa se reía un poco burlona, lo cual no le sentó muy bien. Inclinó la cabeza, tratando de rehuir esa atención que veía como algo molesta. Escuchó como la muchacha se acercaba y, sin previo aviso, la rodeó con sus brazos. Se volvió a ella, encontrándose con ese par de celestes orbes capaces de hechizarla.


—Tranquila, no va a pasar nada malo —habló con total serenidad.


La besó. Sus labios le supieron a gloria. Nunca creyó que tuviera la desesperada necesidad de sentir a una mujer, pero en esos momentos lo esperaba con ganas. La abrazó con fuerzas, sintiendo como su cuerpo chocaba contra el suyo y como sus tetas y entrepierna se frotaban con fruición. Se estaba excitando poco a poco, notando como un intenso calor surgía de su interior como llamas incandescentes. Y la cosa se iba a caldear mucho más cuando Ariadna, por detrás, comenzó a lamer su cuello.


Estaba atrapada entre dos frentes y no sabía qué hacer. Continuó besando a Mónica mientras que la rubia la acariciaba con mesura y posaba sus labios en la suave piel de su cuello y hombro. Las manos de ambas chicas tocaban sin ningún pudor su cuerpo. La de pelo rosa aferraba uno de sus senos y Ariadna no cesaba de pasar las suyas sobre las piernas. Eso provocó en Noelia una electrizante sensación, un intenso cosquilleo que no dejaba de aumentar. Ella tampoco se quedaba atrás y exploraba las anatomías de sus dos compañeras.


En un momento dado, se dio la vuelta y besó a la rubia, quien reclamaba su boca desde hacía rato. Las tres chicas transpiraban una pasión desenfrenada y lo cierto era que Noelia se estaba dejando llevar de buena manera. En un momento dado, agarró los pequeños pechos de la elfa rubia y los apretó con fuerza, haciendo que gimiese en su boca. Mientras, Mónica le amasaba sus prietas nalgas, sintiendo como incluso le daba unos palmetazos. Le encantaba.


—Vamos a mi cuarto —dijo en ese momento la chica de pelo rosa—. Tengo la cama más grande.


No perdieron el tiempo. Las tres pusieron rumbo al dormitorio y nada más llegar, Mónica se abalanzó sobre Noelia, besándola con ganas. Ambas cayeron sobre la cama, sin deja de morrearse y tocarse. Ariadna se colocó en el lado derecho y buscó el poco espacio que dejaban para aportar de su parte. Mama Noel fue centrándose en una elfa y luego en la otra, degustando el sabor de sus bocas y acariciando sus apetecibles traseros. Entonces, una de ellas la hizo levantarse.


—Es hora de quitarte la ropa —le anunciaron.


Respirando entelerida, escuchó el sonido de la cremallera bajar. Entonces, Ariadna, quien estaba detrás de ella, tiró del vestido, haciendo que cayese al suelo. Ahora estaba en ropa interior. Las dos chicas no perdieron tiempo y también comenzaron a desnudarse. Noelia no quiso quedarse atrás y fue a ayudarlas. Ambos vestidos eran iguales y tan solo había que desanudar los cordones del corsé para abrir el traje y luego tirar de este para abajo. En un abrir y cerrar de ojos, ambas elfas quedaron desnudas. La muchacha abrió sus ojos de par en par al verlas.


Eran preciosas, aunque cada una tenía sus matices. Ariadna tenía una constitución delgada y unos senos pequeños, pero esa finura le daba un aire delicado y elegante que la hacía muy atrayente. Mónica, en cambio, resultaba más voluptuosa, con unos pechos grandes y unas caderas más pronunciadas. Como fueren, las dos estaban esplendidas y el tanga rojo de la primera y el negro de la segunda las hacían irresistibles.


—¿Te gusta lo que ves, mami? —preguntó incitante la del pelo rosa.


Noelia no podía contener su respiración por más que quisiera. Las miraba y no podía caber más en su gozo. De nuevo, en su vida nunca se habría sentido atraída por las mujeres, pero viendo ese par de bellezas que tenía delante, le resultaba imposible negar lo evidente. Así que sin pensarlo por más tiempo, fue por ellas y comenzó a comérselas.


Regresaron a la cama y Noelia no tardó en comenzar a besar y lamer los pechos de las dos chicas. Primero los de Ariadna, pequeños pero firmes, coronados por unos pezones rosas oscuros. Los succionó con ganas, haciendo que la joven suspirase agitada. A la vez, acarició las grandes tetas de Mónica con una mano, estrujando una y luego otra. Le gustaba ver como se meneaban y sentir su suavidad. Tras haber dejado bien duros los pitones de la rubia, fue a por esas maravillas de la de pelo rosa. Engulló cada uno de esos rosados botones con avidez. Mientras, las chicas le quitaron su sujetador, dejando al descubierto sus medianos pechos. Ariadna los acarició desde atrás. Aquello fue suficiente para terminar emitiendo un buen gemido.


La situación se volvía candente por momentos. Noelia fue colocada justo en el centro, con su cabeza apoyada de forma cómoda sobre la almohada. A cada lado, se situó cada una de las calientes elfas. Estaba muy nerviosa, incapaz de creer lo que estaba experimentando. Y la cosa fue a más. Todo se volvió un mar de besos y caricias. Ariadna y Mónica se adueñaron de cada uno de sus pechos y comenzaron a lamerlo y succionarlo. Ella tan solo podía suspirar al sentir esas húmedas lenguas poniendo bien duros sus pezones. Mientras, sus manos acariciaban las piernas, dejando suaves estelas de placer por ellas. La chica no cesaba de disfrutar y cerró sus ojos, buscando dejarse llevar. Pero no pudo.


En un momento dado, sintió como tiraban de sus bragas, deslizándolas con sumo cuidado por las piernas. Notó como alguien se acercaba a su oído y le susurraba con ardor.


—Prepárate para disfrutar, Mami.


Era Mónica quien le hablaba.


De repente, sintió una húmeda lengua recorriendo su sexo de arriba a abajo. Lo hacía de forma pausada, sin prisa alguna. Esa lentitud la mataba, pues tan solo hacía que su deseo aumentase aún más. Trató de relajarse, pero le costaba. Notar como iba de un lado a otro de su vagina, desde su vulva hasta el clítoris, resultaba mortal. Además, sentir los labios de la pelo rosada en besándola por todo su busto y ascendiendo hasta llegar a sus labios era algo exquisito. Por todo ello, permaneció con los ojos cerrados, dejando que fuera su cuerpo quien le transmitiese las sensaciones placenteras que recibía.


La cosa continuó por un pequeño rato hasta que ya no pudo resistirlo más y se corrió. Empezó a gritar con energía en cuanto sintió el orgasmo llegar.


—Eso es, Mami, no te contengas —le murmuraba Mónica.


Sintió como el placer atrapaba su consciencia con apremiante desesperación. Dejando escapar todo el aire por su boca, notó como si se vaciase de vida. Su cuerpo se tensó, llegó arquear la espalda y se abandonó a ese gozo tan esplendido. Para cuando todo acabó, terminó débil sobre la cama. Y solo era el primer orgasmo de muchos que se acontecían.


Se quedó así por un poco, tratando de recuperar fuerzas y no tardó en sentir otra lengua lamiendo su hendidura. Enseguida comenzó a sentirse de nuevo cachonda. Cuando abrió los ojos, vio que quien le estaba comiendo el coñito era Mónica. Sonrió ante ello. A su lado, Ariadna la buscaba y ella le entregó un apasionado beso que le permitió degustar el amargo sabor de su interior. Sus manos se dedicaron a explorar el prieto cuerpo de la rubia, palpando su suave piel, rodeando sus pechitos y descendiendo hasta ese suculento culo que tenía. Maravillada ante todo, notó los ojos ámbares de la rubia sobre ella.


—¿Qué pasa? —preguntó con agrietada voz debido al placer obtenido por Mónica.


—Mami, ¿puedes lamerme? —le pidió Ariadna algo recelosa.


—Claro que si —respondió ella muy amorosa.


La chica se sentó sobre su cabeza. De esa manera, al tiempo que Mónica devoraba su coño, ella lamía la rajita de la rubia. Era su primera vez y, aunque se sentía un poco intimidada por si no lo hacía bien, se dispuso a ello con ganas.


—¡Oh, Mami! —gritaba fuerte Ariadna—. ¡Cuántas ganas tenía de qué me lamieses!


El sabor de aquel coño la embriagó. Amargo, pero fresco. Se trataba de algo exquisito. Le gustaba tanto o más incluso que el del semen. Y con cada lamida que daba se volvía más adicta. Mientras, Ariadna gemía con fuerza, y lo mismo hacía ella, pues Mónica le estaba comiendo el coño también con intensa pasión. Ahogando sus lamentos, repasaba el contorno del aquel viscoso lugar con su lengua, dejando que los fluidos vaginales entraran en su boca para poder degustarlos. Además, la rubia movía sus caderas para restregar su sexo por toda su cara. Cuando, tras darle un buen repaso al interior, llegó al clítoris y lo chupó, fue más que suficiente para que la elfa se corriese. Y ella tampoco se quedó atrás, pues la lengua de la pelo rosada hizo que también se corriera con bastante alboroto.


Las dos féminas quedaron destrozadas. Noelia tenía su rostro empapado de los jugos de Ariadna y respiraba entrecortada, buscando recuperarse de tan intenso éxtasis en el que acababa de verse envuelta. Mientras, la rubia se bajó de su casa y acabó a su lado, no tardando en besarla para degustar el néctar caliente de su sexo. A ellas, no tardó en unirse la tercera en discordia, quien llevó el sabor del coño de Mama Noel a ambas. Las tres chicas compartieron un húmedo triple beso. Sus lenguas se enlazaban una con otra, dejando que su saliva fluyera entre ellas.


Después de esto, Mónica se recostó sobre la cama, abriéndose de piernas para obsequiar con una espléndida visión de su sexo bien depilado.  Noelia quedó boquiabierta al ver tan rosada y húmeda vagina.


—Ahora es mi turno —dijo la chica de pelo rosa mientras abría los labios mayores para mostrar su interior.


Sin dudarlo fue hacia ella y comenzó a lamer tan maravillosa raja.


—¡Agh, si! —gimió la joven muy excitada.


El aroma a sexo fresco inundó su nariz y el sabor dulce y fresco llenaba su paladar. Noelia lamía como una desesperada que tuviera sed. En cierto modo, lo tenía. Mónica, por su parte, no dejaba de gritar, gozando de aquella comida tan exquisita. Ariadna se puso a su lado y empezó a besarla, tardando poco en devorar sus rosados pezones mientras estrujaba sus tetas con las manos.


—¡No paréis, por favor! —suplicaba la muchacha de pelo rosa desesperada.


La pobre se sentía en el paraíso. Su compañera elfa besaba todo su cuerpo y su querida Mami Noel le comía el coño de forma maravillosa.


Noelia lamía encantada. Explorar aquel coño, abrir sus labios y perderse entre sus pliegues. Meter su lengua en el interior para luego, sacarla y succionar el clítoris. Todo le parecía algo increíble. Nunca pensó que acabaría así, pero ya le daba igual. Continuó succionando la prominente carnosidad hasta que su elfita se vino sin piedad, llenando su boca y rostro de abundante flujo vaginal. Sin embargo, no estaba saciada.


Besó cada lado de los muslos de su amada, quien miraba extasiada ante lo que le hacía. Dejó que se recuperase, pero no tardó en volver a la acción. Siguió lamiendo con entusiasmo, haciendo que la chica entre cuyas piernas estaba, gritase con fuerza de nuevo.


—¡Oh, Mami! —suspiró intranquila—. Para ser tu primera vez, ¡lo haces de miedo!


Le gustó que le dijese eso, aunque no era su primera vez. Antes ya había tenido el coño de Ariadna en su boca, pero daba igual. Siguió lamiendo con ganas aquel cálido lugar, encendiendo a la chica de nuevo, quien ya gritaba deseosa por otro orgasmo. Lo que se preguntó, era donde andaba metida la rubia, pues tras la primera venida de Mónica, se había retirado del a cama. Cuando sintió algo húmedo sobre su trasero, supo dónde estaba.


Ariadna lamía las redondas nalgas de Noelia. La chica excitó al sentir toda esa correosa humedad descendiendo por la curva de su culo. Luego, atrapó cada cachete con sus manos y se lo apretó antes de morder uno de  ellos. Eso la sorprendió un poco, aunque el mordisco no fue demasiado fuerte, pero desde luego, le gustó bastante. Tras eso, la rubia separó ambos y metió su lengua entre medias.


—¡Joder! —exclamó cuando sintió como repasaba su coño.


La elfa fue ascendiendo con su lengua, llegando peligrosamente a un lugar por el que jamás Noelia había incursionado: su ojete. Al notarlo ahí, la chica se estremeció bastante. Era un sitio nuevo para ella donde degustar placer y se preguntaba cómo se las apañaría Ariadna para dárselo. Tan descentrada estaba, que casi se olvidó de comerle la vagina a la pobre Mónica. Desatendida, la de pelo rosa la miraba con sus ojitos azules muy tristes.


—Tranquila, ya vuelvo a por ti —le dijo con una amplia sonrisa.


Buscando contenerse, volvió a su faena, aunque le resultaba muy difícil. Ariadna llenaba su ano con mucha saliva y le fue introduciendo la punta de su lengua poco a poco. Sintió su esfínter expandirse ante esta inesperada intrusión y se tensó un poco. Sintiendo eso, la rubia busco relajarla masajeando su vagina. Primero recorrió la raja con dos dedos, abriendo los labios y luego, comenzó a frotar su clítoris.


Las tres chicas estaban enardecidas. Mónica no cesaba de gritar, Noelia devoraba su sexo con avidez y Ariadna seguía lamiendo el culo de la segunda. Su lengua ya había penetrado el ojete y la Mama Noel ya lo notaba bien clavado en su interior. Por otro lado, sus dedos se adentraron en el interior de la vagina, abriéndose camino. Hacía tiempo que la muchacha no sentía algo penetrándola y notar esas falanges perforándola la volvió loca. La chica de pelo rosa y ella estaban al borde del colapso.


Gritando cada vez más fuerte, Mónica la agarró de la cabeza para atraerla más, haciendo que su rostro se restregase contra el húmedo sexo, dejándolo más mojado de lo que ya estaba. Noelia, por su parte, no podía aguantarlo más. La lengua bombeando en su culo, los dedos metidos en su coño. Meneó su cuerpo un poco, marcando el ritmo de la penetración tanto en su sexo como en su puerta trasera y estalló en un glorioso orgasmo como pocos había tenido. Al mismo tiempo, Mónica también se corría.


Sintió fuertes contracciones por ambos conductos. Eran fuertes y pudo notar como regueros de flujo vaginal caían por entre sus piernas, señal de que había eyaculado con ganas. Por su parte, su boca se vio inundada por los flujos de Mónica. Con sus labios, taponó toda la cavidad para así tragarse todo lo que expulsaba. A la vez, contempló como ella también gozaba como una loca, cerrando sus ojos, abriendo su boca para dejar escapar un estruendoso gemido y tensando todo su cuerpo. Fue una imagen gloriosa que se interpuso con la de su propio goce.


Ambas quedaron destrozadas y débiles. Noelia apenas podía respirar de todo lo que estaba disfrutando y tuvo que descansar sobre el muslo de Noelia para recuperarse. La de pelo rosa, tenía su cara oculta bajo los revueltos pelos y su piel aparecía colorada y surcada de gotas de sudor. Ella también estaba igual. Para colmo, el ambiente se notaba muy cargado y tórrido. El olor a sexo o más bien, a coño, dejaba bien claro a que se debía. En un momento dado, sintió como unos labios se posaban en su nalga derecha. Al volverse, vio a Ariadna la cabeza apoyada en su culo.


—¿Has disfrutado con lo que te he hecho? —preguntó.


—Ya lo creo —respondió ella—. Ha sido alucinante.


Las dos se sonrieron. Le parecía irresistible y sin pensárselo, se incorporó, colocándose frente a la rubia. La miró un poco extrañada al principio, pero enseguida, su mirada evidenció que sabía lo que pretendía. Ambas mujeres comenzaron a besarse sin freno alguno, dejándose arrastrar por la pasión que las poseía de nuevo.


Acabaron acostadas sobre la cama, ella encima de la rubia. Se besaban con avidez y acariciaban sus cuerpos llenas de deseo. Estar con una mujer le estaba resultando una experiencia tan diferente. Más suave a veces, pero más turbulento en otras. Los hombres con los que había estado le resultaban bastante rudos y siempre con el compromiso de dar el tipo, nunca en dar placer y recibir. Eso no ocurría aquí. A las dos, no tardó en sumarse Mónica, quien besó con pasión a su amiga para luego hacer lo mismo con Noelia. Cuando notó su lengua correosa, no pudo evitar sentirse alegre de estar envuelta en esta situación.


Ya juntas, el trio decidió que era el turno de Ariadna. Colocada en el centro, la chica dejó que sus dos compañeras empezaran a besarla por todo su cuerpo, empezando por su cara. Tras besar cada centímetro de su rostro y regalarles un buen par de morreos, bajaron por su cuello en dirección a sus pequeñas tetas. Se repartieron cada pecho y lo lamieron con profusión, dejándolos repletos de brillante saliva. También mordieron sus pezones, dejándolos bien duros y puntiagudos. Descendieron por su barriga, causándole leves cosquilleos. Allí Mónica se detuvo un momento para jugar con la bolita de acero de su piercing, que coronaba su ombligo. Mientras, Noelia siguió bajando hasta llegar a su entrepierna. Para esas alturas, la rubia estaba bien húmeda.


Los gritos de Ariadna fueron intensos cuando Noelia comenzó a lamerla, pero fueron aún mayores cuando Mónica se unió al festón. Entre las dos, se repartieron el sexo de la chica. Mientras una se centraba en su clítoris, la otra lamía los labios internos. Luego se iban relevando, centrándose en otra parte. En un momento dado, la del pelo rosa decidió lamer el ano de su amiga mientras que Noelia se internaba en el sexo de esta. Aquello no tardó en provocar un rotundo orgasmo que la dejó destrozada. Pero aquello estaba lejos de terminar.


Sin dar más tregua, las tres se acostaron bocarriba sobre la cama. Noelia se situó en el centro, quedando cada una de sus elfitas a cada lado. Entonces, cada una la cogió de una mano y la llevó a su respectivo sexo. La joven quedó en un principio algo confusa, pero cuando ellas colocaron sus manos sobre su propio sexo, supo enseguida de que iba todo esto. Iban a llegar juntas al orgasmo masturbándose sin piedad. Y así hicieron.


Mientras Ariadna y Mónica  abrían su coñito y lo manipulaban con sus dedos, Noelia buscó ferviente los clítoris de ambas chicas y, cuando los halló, no tardó en frotarles con afán. Enseguida, la habitación volvió a resonar con los chillidos de las tres féminas, encendidas con las ardientes caricias que recibían en sus respectivos sexos.


Noelia sentía como unos dedos penetraban en su interior y como otros jugueteaban con su dura pepita. Miró a un lado y a otro, fijándose en los desencajados rostros de sus elfitas, producto del placer causado. Siguió moviendo sus manos, estrujando esos coños de los que no dejaban de manar humedad copiosa. Sintió los gritos, las respiraciones agitadas, el deseo que buscaba escapar de sus cuerpos. Notó fuertes estirones en su entrepierna y se dejó llevar.


Lo gritos que pegaron debieron hacer retumbar los cimientos del edificio. No era probable que llegaran a tanto, pero desde luego, todos los vecinos debieron de enterarse. Por su parte, la Mamá Noel y sus dos elfas acabaron hechas pedazos. Destrozadas y exhaustas, terminaron derrumbadas sobre la cama, incapaces de mover ni un solo centímetro de sus cuerpos. Respiraban muy agitadas, como si se vieran incapaces de poder hacerlo, como si pensaran que fueran a morir en cualquier momento. Tras todo lo vivido, tampoco se quejarían.


Estaba acabada. Noelia no tenía fuerzas para nada. Apenas se podía mover y en un momento dado, vio como Mónica, algo tambaleante, se levantaba para apagar las luces. Se puso algo nerviosa al verse sumida en la oscuridad. Tan solo escuchaba las fuertes respiraciones de las otras y los ruidos que hacían sobre la cama. De repente, notó como alguien la atrapaba con sus brazos por el lado derecho. Unos labios besaron su mejilla y sintió su cálido aliento rozando su piel.


—Buenas noches, mami —le dijo Mónica.


Sintiéndose más tranquila tras todo lo experimentado, respondió lo mismo y cerró sus ojos. Quería descansar. Eso era lo único que le importaba ahora.


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Despertó a la mañana siguiente. Al principio, estaba algo confusa, sin saber dónde estaba, pero enseguida, a su memoria volvieron los recuerdos. Gratos, para más alivio.


Había hecho un trio con dos mujeres. Jamás creyó que fuera capaz de algo así. En su vida, nunca se propuso hacer nada parecido, ni siquiera cuando bromeaba con amigos llegó a insinuar nunca algo así. Pero allí estaba ahora.


Se encontraba sola. Tocó la cama. Todavía se notaba caliente, lo cual significaba que las otras dos acababan de levantarse no hacía mucho. Se preguntó dónde andarían metidas ahora y se disponía a averiguarlo cuando la chica de pelo rosado apareció por la puerta. Iba desnuda por completo.


—Vaya, parece que ya has despertado —afirmó desde el marco de la puerta.


Desde donde se encontraba, pudo ver lo hermosa que estaba. Se fijó que en su cadera izquierda tenía un tatuaje de una rosa espinada de color rojo y negro. También tenía otro de unas letras chinas en el tobillo derecho. Pero no opacaban su espléndido físico, tan impresionante como abrumador.


—¿Cuánto llevo dormida? —preguntó desorientada.


—Querrás decir “llevamos” —comentó la muchacha—. Son las once.


Cuando escuchó eso, quedó perpleja.


—Mierda, debería llamar a mi familia —Se empezó a preocupar más de la cuenta—. Seguro que andarán preocupados.


—Tranquila, con decirles que te has quedado con unas amigas en su casa, listo, no te molestarán —Se rio al decir esto.


Si, con la explicación que acababa de soltarle Mónica podría salir del paso, aunque más le valía no dar detalles de lo que había pasado ayer por la noche. O de lo sucedido en el trabajo días anteriores. De enterarse, a sus padres le darían un shock y su hermano, lo más probable, se descojonaría sin parar. Iba ya a levantarse cuando la chica de pelo rosa se acostó en la cama.


—No tengas tanta prisa —le sugirió despreocupada.


La miró por un instante y, en ese tiempo, una duda comenzó a surgirle. Enseguida, notó la necesidad inmensa de resolver aquel misterio que tanto la atormentaba, así que antes de llamar a su familia, decidió preguntarle.


—¿Por qué os habéis liado conmigo?


Al principio, no vio reacción alguna en Mónica, pero esta no tardó en mirarla sorprendida.


—No sé, nos gustabas —contestó sin más.


Aquella respuesta no le satisfacía. No, no podía ser solo eso. Tenía que haber algo más.


—¿En serio? —comentó molesta—. ¿Solo me visteis como un mero juguete para las dos?


Una burlona sonrisa se dibujó en el rostro de la chica, lo cual inquietó a Noelia bastante.


—¿Te ha divertido todo lo que te hemos hecho? —Sonaba rara y eso la inquietaba bastante—. ¿No pensaste que fueras a acabar de esta manera?


Tembló un poco. La forma de hablar de la muchacha no se correspondía para nada con lo visto días anteriores. ¿Dónde estaba esa repipi e insoportable elfa de aspecto infantil?


—Tú nunca pensaste que te acabarías liando con una mujer, ¿verdad? —La miró fijamente a los ojos al decir esto—. Sin embargo, mírate ahora, desnuda sobre la cama donde ha tenido lugar un desenfrenado encuentro entre tres mujeres. Y tú eres una de ellas.


Se sintió nerviosa, incluso asustada. ¿A que venía todo eso ahora? Bueno, tal vez si tuviera que ver. Hasta no hacía demasiado, se reía con solo pensar en besarse con una chica, pero ayer, bien que disfrutó con estas dos de sexo salvaje y apasionado. Estaba en un callejón sin salida.


—Déjame que te lo explique —habló Mónica con claridad—. Ahora mismo estás hecha un lio. Has tenido la mejor experiencia sexual de tu vida y no tienes ni idea de que es lo que va a pasar. Pero te diré que va a suceder: nada malo, salvo una cosa. Que yo te voy a comer a esos.


Eso fue lo que hizo. La besó con suavidad, con ganas, pero de forma lenta. Cuando llegó a su boca, Noelia la recibió como debía, pegando sus labios con fuerza y enlazando su lengua con la de ella. Así estuvieron por un pequeño rato y tras separarse, se recostaron de lado.


—¿Qué coño vamos a hacer ahora? —preguntó temerosa.


—Depende de ti —le dijo la chica de pelo rosa—. ¿Quieres que nos veamos más veces?


Las dudas le asaltaban. Por un lado, quería ver hasta donde llegaba en todo este asunto. Pese a las reticencias iniciales, estaba muy interesada por continuar y Mónica parecía dispuesta a ello. Por otro, sin embargo, estaba llena de miedo, no tanto por ella misma sino por lo que pensasen su familia y amigos, incluso por lo que dijese su expareja. Sentía pánico de creer que la rechazarían por ser ahora diferente. Miró los azulados ojos de la chica que tenía delante. Le gustaba, de eso no tenía ninguna duda.


—Tú tranquila, Noelia. Todo saldrá bien —la calmó mientras acariciaba su rostro.


Se pegó a ella y lloró un poco, pero la otra no tardó en secar sus lágrimas. Supo que aquella era una nueva etapa en su vida y, aunque sentía miedo por lo que pensasen los demás, el verse respaldada por esa hermosa chica, a la que contemplaba en ese momento, le hizo saber que no tenía nada que temer.


—Me gustas —le confesó sin previo aviso. No pretendía decírselo en ese momento, pero creyó que ya no importaba demasiado ocultarlo.


—Tú también —replicó ella—. Desde el primer momento que te vi, supe que había algo fuerte entre nosotras y los siguientes días me lo confirmaron. Por eso, le pedí a Ariadna que me ayudara a conquistarte.


Recordó todo lo vivido hasta hoy y se dijo que solo tenía sentido como un maquiavélico plan para conquistarla. Le pareció retorcido, aunque visto ahora, le gustaba. Pero en un momento dado, se acordó de algo.


—Oye, y lo de mami Noel, ¿a qué coño venía?


Mónica no pudo evitar partirse de risa. Estuvo así por un momento hasta que logró calmarse. Noelia la miraba no muy contenta y la otra, al darse cuenta, decidió hablar.


—No sé, nos pareció divertido llamarnos de esa manera por cómo íbamos vestidas. —Lo decía de forma alegre y desenfadada—. Sé que a ti te molestaba y por eso, nos divertía tanto.


No estaba muy contenta con esa explicación, pero por otra parte, tampoco le molestaba. Se acercó de nuevo a ella y la besó. Mónica la observó con sorpresa y sin más, sonrió. Le parecía muy bonita y de repente, volvieron a besarse. Estuvieron entre carantoñas por un poquito más hasta que le hizo otra pregunta.


—¿Dónde está Ariadna?


—Ha ido por churros —le informó—. Le apetecía algo que pudiera mojar en chocolate, me dijo. No he podido pararla.


—Sí, se lo que es eso —repuso Noelia.


Se miraron de nuevo y la mujer sintió la necesidad de volver a preguntar.


—Oye, ¿vosotras dos sois novias?


La cuestión pareció pillar de improviso a Mónica, pero no tardó en responderle.


—No, ella tiene novio.


—¿Y cómo es que estáis liadas?


—Bueno, somos compañeras de piso y, cuando se enteró de que soy lesbiana, se mostró interesada en lo que hacía y quiso probar —lo contaba todo con mucha gracia y naturalidad—. Digamos que una cosa llevó a la otra y ahora nos dedicamos a follar cuando queremos. Sin embargo, siempre ha tenido claro que no vamos a tener nada serio.


—Vale.


—¿Por qué lo preguntas? —le dijo con malevolencia—. ¿Acaso es que tú quieres ser mi novia?


Eso último la dejó bastante impactada. Verse en una relación con una chica era algo que no llegó a imaginar jamás, pero ahora, le resultaba excitante….y bonito. Miró a Mónica, pero prefirió no contestarle. Era todavía muy pronto para decidir. Iría tanteando el camino con cuidado para ver con que se encontraba.


—¿Quieres quedarte hoy con nosotras? —le propuso—. No vamos a trabajar.


—Sí, ¡porque no!


Entre sonrisas, quedaron abrazadas sobre la cama, esperando a que Ariadna volviera con los churros. Tenían bastante hambre, así que esperaban que no tardase demasiado.


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Los días fueron pasando y con ellos, la Nochebuena. Noelia lo celebró con su familia, como no. Luego salió de fiesta con sus amigas. Por supuesto, no les había contado el lio que había tenido con sus compañeras. De momento, prefería guardárselo para ella sola. Ya habría tiempo para confesar que le gustaban las mujeres y que, incluso, a lo mejor tenía novia. Se imaginaba la cara de sus padres y se moría de la diversión, pero de momento, más le valía no precipitarse.


Volvió al centro comercial esa tarde con algo de temor. Estaba cerca de concluir su contrato y concluyó que lo más probable era que fuera a acabar en la calle. No le disgustaba. Le pagarían bien y encima, había conocido a dos maravillosas chicas que habían hecho vivir uno de los momentos más intensos y gratificantes en su vida, así que se podía dar más que por satisfecha. Se podía decir que tanto sufrimiento había cosechado sus frutos.


Ya se encontraba en el área de personal cuando se encontró con Ariadna y Mónica. Se saludaron cariño, pero la chica del pelo rosa no se cortó y le dio un piquito en la boca que hizo estallar en risas a la rubia. Noelia no miró muy contenta a la que ya imaginaba como su novia, pero prefirió no enfadarse con ella. No se lo merecía. Fue entonces, cuando el señor Ruiz apareció.


—Vaya, aquí están mis chicas favoritas —dijo con su habitual tono jovial.


Las tres le saludaron.


Noelia ya sospechaba que les iba a dar el finiquito, aunque no descartaba que fuera a proponerles algún tipo de favor sexual a cambio de seguir trabajando. Conociendo al tipo, no le extrañaría. Sin embargo, las cosas no iban a ser como ella pensaba.


—Estoy muy contento con cómo ha salido el concurso —comentó henchido de orgullo—. Y todo esto os lo debo a vosotras, mis tres perlitas. Habéis hecho un trabajo excelente.


—Gracias jefe —contestaron de forma un poco ñoña Ariadna y Mónica. Noelia sospechaba que actuaban así para caerles en mejor gracia a Gerardo.


—Por eso, he decidido que vais a llevar la siguiente promoción navideña, que comienza esta misma semana.


Eso dejó impactada a Noelia.


—Espere, ¿eso significa que no nos va a despedir? —preguntó dudosa.


—Pero como iba a deshacerme de vosotras —respondió con un tono de voz que le pareció más que insidioso—. ¡Si sois las salvadoras de la empresa!


El entusiasmo del tipo estaba llegando a resultar molesto incluso para Mónica y Ariadna, quienes parecían desear que acabase de una maldita vez.


—Entonces, ¿seguimos trabajando?


—Por supuesto y antes de que vayáis a por vuestros trajes, os aviso de que ya no iréis de Mamá Noel y de sus elfas sirvientes.


—Ah, ¿no? —expresó con sorpresa Ariadna.


—¿Y de que iremos? —preguntó Mónica.


El hombre, sonriente como pocos, se dirigió hasta una mesa que tenía al lado y cogió tres trajes de allí, llevándoselos a las chicas. Cuando estas comenzaron a inspeccionarlos, no tardaron en percatarse de que se trataban.


—¡Vais a ser mis Reinas Magas! —exclamó con cierto aire bonachón el señor Ruiz.


Noelia no pudo más que suspirar aburrida ante todo esto, pero cuando miró a sus compañeras, se dio cuenta de que ellas no parecían tan desilusionadas. De hecho, fijándose en sus picaras sonrisas, adivinó que tenían planes especiales para estos disfraces. Y esta vez, ella estaba encantada de que así fuesen.


Tal vez no sería el mejor trabajo del mundo en la época más indicada del año, pero Noelia, desde luego, no lo cambiaría por nada del mundo. Más cuando comenzó a imaginar lo que pasaría en muy poco tiempo. Solo con eso, ya temblaba de la emoción.

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