sábado, 30 de diciembre de 2023

Mi hermana, su novio y una noche de verano

 Me encontraba apoyada sobre la barandilla del balcón. La calle estaba prácticamente desierta, tan solo algún transeúnte ocasional que avanzaba con prisa. A esas horas la mayoría de la gente se encontraba reunida cenando con sus familias. Lo habitual en nochebuena. Yo había salido un rato a tomar el aire. Llevábamos ya varias horas de reunión familiar y entre los gritos y conversaciones interminables, el ambiente cargado y el exceso de comida y bebida notaba que me estaba comenzando una punzada de dolor en la cabeza que probablemente acabaría en una buena migraña.

- ¿Qué tal va la cabeza? – preguntó una voz a mi espalda.

- Parecido – contesté reconociendo el tono dulce de mi hermana. – Para estar acabando el año no es que haga demasiado fresco aquí fuera.

- Toma, a ver si esto te ayuda – me dijo entregándome un vaso de agua con algo disuelto.

- ¿Y esto? – pregunté mientras cogía el vaso.

- Lo que he encontrado en el botiquín de mamá.

- Gracias, Mónica – dije mientras me bebía el contenido en un par de tragos largos.


Mi hermana se apoyó en la barandilla junto a mí y se encendió un cigarrillo mientras observábamos juntas la calle iluminada por las farolas.

- Gracias por encontrar el regalo para los críos, les va a hacer mucha ilusión – me dijo mientras expulsaba el humo del tabaco.

- Lo que sea por mis sobrinos – contesté quitándole importancia.

- No te haces idea de la de jugueterías que he recorrido buscándolo y nada. Agotado en todos sitios. Es increíble.

- Ya sabes que todos los años algo se pone de moda, se lo piden todos y luego es imposible encontrarlo. Tuve suerte de encontrar uno de casualidad.

- Te debo una por ese golpe de suerte.

- Si este brebaje da resultado considera la deuda pagada – le dije medio en broma señalando el vaso vacío que había dejado sobre una mesa del balcón.

-  Con poco te conformas – contestó riéndose.

Permanecimos un rato en silencio, disfrutando de la tranquilidad momentánea y la apacible noche.

- Por cierto, no te haces una idea de con quién me encontré durante mi odisea de jugueterías buscando el dichoso regalo – dijo de pronto mi hermana mientras aplastaba la colilla del cigarro en un cenicero.

- Por el tono me da que no voy a adivinarlo aunque lo intente – le dije divertida.

- ¡Con Héctor!

- ¿Qué dices? Pero si hace muchísimos años que no se le ha visto el pelo.

- Pues ya ves, ahí estaba también buscando regalos. Tiene una hija pequeña – me informó.

- ¿Os pusisteis al día? – pregunté curiosa.

- Nah, las preguntas de cortesía habituales. Trabajo, hijos y poco más. Apenas estuvimos cinco minutos. Y la promesa típica de a ver si nos vemos pero que todos sabemos que se dice por cumplir.

- ¿Cuánto ha pasado ya? ¿Veinte años?

- Casi. Dieciocho. Aunque a veces parece que fue ayer.

- Y tanto – confirmé.

- Supongo que es normal. Fue breve pero intenso – rememoró mi hermana.

- Las locuras de juventud – confirmé entre risas.

- Ya te digo. ¿Piensas en ello alguna vez? – me preguntó curiosa.

- Bueno, alguna vez me viene a la mente, claro – admití.

- A mí también. No es algo que se olvide fácilmente.

Héctor había sido novio de mi hermana. Apenas duraron unos meses hasta que cortó con él. Por aquella época ella no buscaba relaciones serias y enseguida se cansaba y buscaba otra pareja. Pasados tantos años no me acuerdo de prácticamente ninguno de los chicos con los que salió, a veces pienso que ella igual tampoco, sin embargo, de Héctor es imposible que nos olvidemos.

Ocurrió un día de verano. Las vacaciones habían comenzado hacía un par de semanas y estábamos disfrutando de esa libertad extensa entre el final de un curso y el comienzo del siguiente. Tras unos días nublados y con algo de viento típico del norte, esa mañana había amanecido completamente despejada y con un cielo azul inmaculado. La temperatura estaba subiendo rápidamente y se prometía una jornada calurosa.

Yo me levanté relativamente pronto y cogiendo la mochila con todo lo necesario para pasar un día de playa fui a disfrutar del sol. Cuando llegué ya había varios bañistas y la arena estaba salpicada de toallas cada pocos metros. Si hubiera tardado una hora más en ir probablemente me hubiera costado bastante encontrar sitio. 

La zona en la que me gustaba tomar el sol seguía libre. Era en uno de los laterales de la playa, cercano a unas rocas. Había que caminar más para llegar hasta ahí, pero las rocas resguardaban algo del viento y el sonido de las olas rompiendo me resultaba muy relajante. Así que sin pensármelo dos veces mantuve la rutina de ir hasta mi rincón habitual y coloqué la toalla tomando posesión de ese espacio.

Dejé la mochila y me quité la camiseta y los pantalones. Debajo llevaba unas braguitas de bikini azules claras y un sujetador normal de vestir. En aquella época ya hacía siempre topless en la playa por lo que ni me molestaba en ponerme la parte superior del bikini. Solo lo usé al principio cuando me empezaron a crecer los pechos y tenía más inseguridades, pero pronto perdí la vergüenza y probé a estar con ellos al aire. Me gustó y desde entonces dejé de taparme las tetas.

Doblé la ropa y la metí dentro de la mochila. Después me desabroché el sujetador y me lo quité dejando a las gemelas en libertad. Lo guardé también en la mochila y saqué el protector solar. Me di bien de crema por todo el cuerpo. Era de los primeros días que iba a tomar el sol con tan buen tiempo así que me protegí bien para no quemarme nada. Empecé por la cara, las piernas y los brazos, seguí por el vientre y luego por el pecho. Le dediqué un buen rato a extender el protector por mis voluminosas tetas. No solo porque el masaje que daba para que la piel absorbiera la crema me resultaba extremadamente placentero sino también porque era una piel delicada que normalmente permanecía tapada. Cuando terminé tenía ya los pezones completamente endurecidos entre sentir la brisa y el sol sobre ellos y el contacto de la palma de mi mano. Finalmente me di como pude algo de crema en la espalda y dejando el bote sobre la toalla me tumbé boca arriba a disfrutar del sol.

Llevaba un buen rato sintiendo el calor sobre mi cuerpo desnudo y me encontraba relajada escuchando únicamente el sonido de las olas al romper contra las rocas hasta que de repente un politono estridente acabó con la paz de la zona. El sonido pertenecía a mi móvil. Hacía unos meses que lo tenía y en su momento me pareció divertido ponerle esa melodía como tono de llamada. Me incorporé y busqué rápidamente el teléfono en la mochila. Más por conseguir que dejara de sonar que por interés de ver quién me llamaba. Cuando contesté comprobé que se trataba de mi hermana. Me preguntó que dónde estaba y tras darle indicaciones me dijo que se pasaría más tarde por ahí. Tras colgar activé el modo vibración y lo dejé sobre la toalla para notarlo en caso de que me volvieran a llamar y me volví a tumbar para seguir tostándome.

Pasó un rato largo, aunque cuando se está tomando el sol el tiempo se vuelve difuso, hasta que escuché la voz de mi hermana que me llamaba.

- Lucía, no te quemes – me dijo a modo de saludo.

- Hola, hermanita – contesté mientras me incorporaba para mirarla. Al hacerlo me di cuenta de que mi hermana estaba de pie junto a un chico. Se trataba de su novio Héctor. Llevarían juntos un par de meses como mucho y habíamos coincidido un par de veces y nos conocíamos, pero sin haber tenido demasiado trato.

El novio de mi hermana no supo disimular y me di cuenta perfectamente cómo miraba el movimiento de mis tetas que se balanceaban mientras me levantaba. Pese a la sorpresa no se me ocurrió en ningún momento que debiera taparme, aunque tampoco tenía con qué. Mi hermana sabía de sobra que yo en la playa siempre estoy con el tetamen al aire así que si se traía al novio y además sin avisar iba a vérmelas en todo su esplendor.

- Se ha apuntado mi novio, espero que no te importe – me dijo.

- ¿Qué tal, Héctor? ¿A disfrutar que por fin sale bueno? – le saludé con naturalidad dando a entender a mi hermana que me daba igual.

-Ehhh, sí... eso – contestó medio despistado haciendo un esfuerzo por levantar la vista de mis tetas y mirarme a los ojos.

Por inercia inició el movimiento para saludarme con dos besos. Yo me incliné rápidamente y estiré el cuello para no rozarle el torso con mis endurecidos pezones. Después la pareja colocó sus toallas al lado de la mía y se quitaron la ropa para quedarse en bañador. Héctor usaba uno de pata larga y mi hermana un bikini colorido. Ella al contrario que yo nunca se quitaba la parte de arriba en la playa.

- Mónica, aprovecha y dame crema en la espalda, porfa, que yo sola no me la he podido extender bien – le pedí a mi hermana cuando vi que sacaba el protector para darse ella.

- Vale, pero dame tú también.

Por turnos nos masajeamos la espalda la una a la otra untándonos bien de crema por cada rincón. Mientras Héctor también se daba el protector sin perder detalle. Después nos sentamos y estuvimos charlando un rato. Con mi hermana siempre había tenido buena relación así que la conversación resultaba fácil y no faltaban temas de los que hablar. Héctor participaba menos, por las veces en las que había coincidido con él me parecía un chico algo tímido que le costaba coger confianza y supuse que el tener a la hermana de su novia en topless le había cortado un poco. No me terminaba de pegar que mi hermana estuviera con él, ella era lo contrario de carácter, muy suelta y que se pone a hablar con cualquiera, pero como últimamente estaba cambiando de novio cada poco tiempo supuse que en ese momento le había llamado la atención estar con alguien más sosote. Por lo que me había contado conoció a Héctor por amigos comunes que tienen en el instituto y unas actividades que se habían hecho de fin de curso.

Al rato, Mónica propuso que jugáramos un rato a las cartas mientras sacaba una baraja y una botella de kalimotxo que traía preparada de casa y unos vasos de plástico. A mi hermana le encanta jugar, pero se le da fatal sea el juego que sea. Yo acepté ya que siempre me divierte darle un buen repaso. Jugamos a la escoba y al chinchón. Como era previsible, Mónica perdió casi todas las rondas pero a Héctor no se le daba mal y puso un poco más de resistencia. Al final acabé ganando porque tuve más suerte con las cartas que me tocaban.

Cuando mi hermana se cansó de perder se fue a refrescar un rato al agua y Héctor la siguió. Yo me iba a quedar tomando el sol para dejar a la pareja su espacio. Ya sabemos que al principio los novios aprovechan cada ocasión para liarse. Sin embargo, mientras caminaba hacia la orilla Héctor se dio la vuelta y me preguntó si yo no iba. Me sorprendió que se acordara de decirme y ya que sabía que era un poco cortado me pareció mal decirle que no después de haber tenido el detalle así que me levanté y fui con ellos. Luego al ver cómo Héctor me observaba mientras le daba alcance me di cuenta que parte del motivo por el que me había invitado era poder verme en movimiento con las tetas al aire. Debido al gran tamaño de mis pechos con cada paso se me balancean y mueven.

La temperatura del agua era bastante fría como siempre en el norte y fui entrando muy poco a poco. Según me iba cubriendo más, se me puso la piel de gallina y los pezones, que llevaban ya bastante rato relajados, duros como piedras. Mónica se había tirado de golpe al agua y estaba ya nadando y gritando escandalosamente, aunque su cuerpo había reaccionado también y se le notaban los pezones marcados contra la tela del bikini. Su novio estaba entrando también lentamente pero mi hermana se acercó a él y empezó a mojarle y tirar de él forzándole a meterse completamente en el agua.

Tal y como imaginaba la pareja aprovechó los juegos de agua para besarse y meterse mano. Yo me mantuve al margen dándoles su espacio y me dedicaba a nadar un poco y disfrutar del contraste de calor de fuera y fresco del agua. De vez en cuando venían hacia donde estaba yo y me salpicaban o mi hermana me agarraba tratando de hundirme, pero enseguida se volvían a sus juegos de pareja.

Me acabé cansando de estar en el agua, no suelo aguantar demasiado rato, y me volví a la toalla dejándoles a ellos en el mar. Cuando ya estaba secándome volvieron ellos también visiblemente cansados de no haber parado ni un momento. Aprovechamos para comer los bocadillos que habíamos traído y bebimos un par de cervezas que había llevado yo ya que el kalimotxo se había acabado hacía rato. A mí ya me gustaba bastante el sabor de la cerveza, pero a ellos su amargor aún les hacía torcer un poco el gesto. Pese a ello a falta de otra cosa la bebían sin ninguna queja.

Después de comer estuvimos un rato más hablando hasta que empezó a levantarse viento y vimos unas nubes negras que se aproximaban desde el mar. Tenía pinta de galerna así que recogimos las cosas y nos vestimos rápidamente. Yo me puse la camiseta de tirantes directamente sin buscar el sujetador en la mochila y los pantalones cortos sobre el bikini. Me quité un poco la arena y salimos de la playa a toda prisa. Apenas nos dio tiempo a llegar a un lugar a cubierto antes de que empezara a llover y descendiera notablemente la temperatura.

Tal y como se había puesto la tarde decidimos ir a nuestra casa a pasar el resto del día. Nuestros padres se habían ido de vacaciones e iban a estar fuera unos días de viaje por lo que teníamos la casa para nosotras. Nos instalamos en el salón y mi hermana preparó otra botella de kalimotxo. El alcohol iba haciendo su efecto y las risas eran continuadas y el ambiente cada vez más relajado.

- ¿Qué? ¿No le has visto ya lo suficiente las tetas a mi hermana durante todo el día? – dijo de pronto Mónica.

En ese momento yo estaba inclinada sobre la mesa sirviendo una nueva ronda de bebida. Seguía vistiendo solo la camiseta de tirantes sin sujetador tal y como había venido de la playa por lo que en esa postura y desde la posición de Héctor seguramente estuviera teniendo una visión completa de mis tetas. El chico apartó rápidamente la mirada y murmuró una disculpa, aunque el tono de mi hermana era claramente de diversión y no de reproche.

- Que mire si se ha quedado con ganas, a mí me da igual – dije y sin pensármelo me quité la camiseta y la tiré a un lado.

Héctor casi se atraganta con la bebida y empezó a toser al ver que me quitaba la camiseta y mis pechos volvían a quedar expuestos. Abrió los ojos como platos incapaz de procesar lo que estaba viendo. Supuse que, aunque le sorprendiera podría llegar a creer posible que la hermana de su novia estuviera en la playa haciendo topless junto a él, pero de ninguna forma se hubiera imaginado que podría ocurrir que dentro de casa se fuera a quedar tranquilamente con las tetas al aire delante de él.

- Jaja, pero qué cara se te ha puesto, tío. ¿Tanto te gustan sus tetas? – le vaciló riéndose mi hermana.

El chaval no sabía qué contestar y para ponérselo aún más difícil Mónica vino a mi lado y se quitó la camiseta y el bikini quedándose también con los pechos al descubierto. Al estar una al lado de la otra podía comprobarse lo distintas que son nuestras tetas pese a ser hermanas. Las mías son grandes y pesadas, aunque por aquella época todavía eran capaces de desafiar a la gravedad y se mantenían firmes a diferencia de ahora que se caen y cuelgan bastante más. Las de mi hermana al contrario son pequeñitas y respingonas. Ella siempre comenta que como nací antes me quedé con las tetas de las dos y que a ella ya no le quedó nada y por eso ella está tan planita y las mías son tan enormes.

- Venga, ¿cuáles te gustan más? ¿Mis tetas o las de mi hermana? - le preguntó Mónica a su novio poniéndole en un compromiso.

Héctor no abría la boca pese a la insistencia de mi hermana probablemente pensando que cualquier respuesta podría traerle problemas. Sin embargo, no apartaba la mirada de nuestros pechos y los miraba con toda su atención.

- Tío, que no es tan difícil – insistía Mónica. – ¿Qué prefieres, mis tetitas o los melones gordos de mi hermana?

- Oye, que no son gordas, solo grandes – protesté.

- Eso que lo decida mi novio. Venga, compáranos las tetas.

Mónica tiró del brazo de Héctor para levantarlo y acercarlo a nosotras y agarrándole una mano la apretó contra uno de sus pechos obligándole a tocárselo. Después sin previo aviso le agarró la otra mano y se la puso sobre uno de los míos. Miré a mi hermana sorprendida pero no dije nada y dejé que obligara a su novio a tocarme una teta.

Al chaval se le notaba nervioso y que no sabía cómo reaccionar, pero aun así no estaba desaprovechando la oportunidad. Su mano apretaba y sobaba mi teta por completo y estaba comprobando que era incapaz de abarcarla entera con la palma. Por mi parte el roce había provocado que el pezón comenzara a endurecerse.

- ¿Y bien? ¿Ahora ya has decidido cuáles te gustan más? – preguntó de nuevo Mónica.

- Las tuyas Nica, las tuyas sin duda – respondió al final Héctor.

- Jaja, qué pelota eres. No hay problema en que prefieras las de mi hermana.

- No, de verdad. Me gustan las tuyas.

- ¿Seguro? Porque las mías nunca te habían hecho reaccionar así – dijo mi hermana agarrándole de pronto el paquete. – Estás más duro que nunca.

Héctor se puso rojo y dio un pequeño respingo al notar la mano de Mónica apretándole la polla por encima del pantalón. Se le notaba claramente que estaba empalmado, aunque yo supuse que más que por gustarle mis tetas era por tenernos a las dos con los pechos al aire y poder estar tocándolos.

- A ver, muestra cuánto te están gustando – le ordenó Mónica sin dejar de apretarle los huevos.

- ¿Qué? ¿A qué te refieres? - preguntó Héctor sin entender.

- A esto.

Sin darle tiempo a reaccionar, mi hermana le agarró de la cintura del pantalón y del calzoncillo y tiró hacia abajo bajándoselos de golpe. Su pene completamente erecto pegó un par de botes al ser liberado y se quedó en posición horizontal apuntando hacia nosotras. Héctor trató de taparse por instinto, pero Mónica no le dejó y apartándole las manos dejó su miembro expuesto para que lo contempláramos.

- No, no. Ahora no te tapes. Tú llevas viendo tetas todo el día. Vaya, vaya. Mira cómo estás – comentó Mónica arrodillada delante de él. - Estás cachondo, ¿eh? ¿Eh? Mira qué dura se te ha puesto. ¿Vas a negarme que las tetas de Lucía no tienen la culpa de esto?

- Bueno... un poco - acabó admitiendo el chaval. – Es que nunca había visto unas tan grandes. Y… bueno, da morbo que una tía esté tan tranquila con las tetas al aire delante de mí sin ser mi novia ni nada.

A Mónica se le empezaba a notar que se le había subido la bebida. Tenía la polla de Héctor agarrada y se la estaba apretando comprobando su dureza mientras le vacilaba. Mientras continuaba con los comentarios sobre los motivos de su erección y lo dura que estaba, mi hermana se entretenía tirando del pene hacia un lado y soltándolo para que como un muelle se balanceara de un lado a otro hasta ponerse recto de nuevo.

Yo permanecía de pie observando la polla del novio de mi hermana. La tenía de un tamaño adecuado, suficientemente larga como para ser llamativa y ligeramente ancha, pero sin exageración. Calculé que mediría unos quince o dieciséis centímetros. Se encontraba ya con el glande completamente a la vista y aparentemente endurecida lo máximo posible ya que no cambiaba de tamaño pese a los toqueteos constantes de Mónica. No sé si le crecería algo más con el paso de los años, pero no tenía mal aparato en esos momentos.

- Habrá que hacer algo para remediarlo, ¿no? – dijo de pronto mi hermana tras el enésimo vaivén. 

Sin esperar respuesta mi hermana se metió la polla de su novio en la boca provocando en este un suspiro mitad sorpresa mitad placer. Mónica chupaba con ansia, le recorría todo el tronco con la lengua y se la metía casi entera en la boca. A ratos también le lamía el glande haciendo círculos y se la agarraba para darse golpecitos contra los labios. Viéndola estaba claro que mi hermana había hecho unas cuantas mamadas en su vida y Héctor disfrutaba de su experiencia.

- No se te da mal, hermanita. Con qué ganas la chupas – comenté divertida sin dejar de mirarla.

- Como que tú nunca te has comido una polla – dijo un poco a la defensiva sacándose el pene de la boca.

- Y más de una – admití. – No era una crítica, lo haces muy bien.

- Ya lo creo – aseguró Héctor entre suspiros de gusto. – Nica es muy buena haciendo mamadas.

- Pues mi hermana dice que es una experta haciéndolas – comentó Mónica.

- Tampoco te diría que soy experta, pero alguna que otra ya he hecho. Tú sí que pareces serlo.

- Es práctica – admitió mi hermana. – ¿Te apetece? Está rica – me dijo agarrando la polla y apuntándola hacia mí como quien ofrece probar un bocadillo.

- Claro, ¿por qué no?

Yo también me encontraba desinhibida por el alcohol y de tanto rato viendo esa potente erección me estaban entrando ya ganas de tocarla. Sin plantearnos siquiera preguntarle a Héctor si le parecía bien me arrodillé junto a mi hermana y me metí en la boca la polla de su novio mientras ella la agarraba por el tronco. Dentro de mi boca la apreté con los labios mientras le hacía caricias con la lengua y comprobé que efectivamente estaba extremadamente dura. Mónica soltó la polla y empezó también a lamerla. Estábamos las dos de rodillas, con las tetas al aire y compartiendo el miembro de Héctor haciéndole una mamada conjunta en la que se mezclaba la saliva de las dos.

Estábamos tan concentradas chupando que no nos dimos cuenta de las señales y de repente mientras estábamos lamiendo la punta de su polla Héctor comenzó a correrse con un gemido de gusto. Vi cómo unos potentes chorros de semen salían disparados hacia la cara de mi hermana y ella reaccionó agarrando y apartando el pene de forma que el resto fueron directos contra mi rostro. Cerré los ojos por instinto y sentí varios impactos contra mi piel. 

Cuando volví a abrir los ojos el orgasmo de Héctor había concluido y tan solo quedaba algo de líquido escurriendo por la punta de su polla. Miré la cara de mi hermana que estaba cubierta de semen y supuse que la mía estaría parecida. El chaval había lanzado una enorme cantidad de leche y estaba claro que el tener a su novia y a la hermana haciéndole una mamada a la vez había sido demasiado excitante porque había aguantado muy poco antes de eyacular.

- Tío, te digo que avises siempre cuando te vayas a correr – protestó mi hermana. 

- Perdona, no he podido controlarlo. Ha sido increíble cómo la chupáis las dos juntas - se disculpó Héctor extasiado. Parecía que la situación y el alcohol habían conseguido que el chaval perdiera su timidez.

- Siempre alguna excusa para hacerlo sin avisar. Joe, ¿tenías acumulado o qué? Nunca habías soltado esta cantidad de leche – comentó mi hermana mirándome. – No veas cómo te ha puesto la cara.

- Supongo que estará igual de blanca que la tuya – respondí.

Mónica se tocó la cara llenándose los dedos de semen. Se los chupó para limpiarlos y seguido se acercó a mí y me lamió la mejilla. Continuó pasando la lengua por el resto de mi cara hasta limpiarme entera y después nos mostró el semen que tenía en la boca y se lo tragó. Luego yo hice lo mismo con ella y le limpié la cara con la lengua. Héctor se había corrido abundantemente y tuve que limpiar bastante líquido. Su semen tenía un sabor agradable, ligeramente salado. Cuando dejé a mi hermana suficientemente limpia les mostré también la leche de mi boca y me la tragué. Mónica limpió también los restos de semen que quedaban en la punta del pene de Héctor que empezaba a perder su firmeza. Se lo metió en la boca y se lo chupó hasta dejarlo reluciente.

- ¡Ahora te toca a ti! – le gritó a su novio mientras me agarraba de la mano y tiraba de mi corriendo hacia su habitación.

Al llegar, mi hermana soltó mi mano y se bajó los pantalones y la braga del bikini quedándose completamente desnuda. No pude evitar mirarle el coño y fijarme en que apenas tenía pelo. Mónica con un gesto me invitaba a que hiciera lo mismo.

- ¿Estás borracha? – pregunté dudando en si la imitaba o no.

- Sí. Y cachonda. ¿Tú no? – contestó muy segura.

- Sí, voy un pelín borracha.

- ¿Y cachonda? 

- También – admití.

- Pues no te lo pienses.

Le hice caso a mi hermana y me quité los pantalones cortos y la braga del bikini quedándome también completamente desnuda. Mi coño estaba más peludo que el suyo y mi pubis aunque recortado tenía un triángulo ancho de vello.

Nos tumbamos en la cama y apoyamos los pies sobre ella abriendo las piernas. Cuando por fin vino Héctor se encontró con nuestros chochos expuestos al entrar en la habitación.

- Guau, qué maravilla – acertó a exclamar cuando nos vio completamente desnudas y tumbadas en la cama mostrándole todos nuestros secretos.

Héctor sabía que era su turno de arrodillarse y no hubo necesidad de decirle nada. Directamente se acercó a Mónica y agarrándola de las rodillas para abrírselas bien sumergió la cabeza en la entrepierna de mi hermana y empezó a chupar con ganas.

Mónica disfrutaba de las atenciones de su novio ya que se agarraba con fuerza a las sábanas de la cama y se le escapan ocasionales quejidos de gusto. Era una sensación extraña estar tumbada junto a mi hermana pequeña viendo cómo le comían el coño. Una cosa es saber que folla y otra es ser testigo en primer plano de cómo lo hace.

Al rato cuando se sintió suficientemente atendida le agarró la cabeza con las pantorrillas y le apartó con un pie indicándole que era mi turno. Vi cómo Héctor se situaba delante de mí y observaba mi chocho abierto. Yo le acababa de ver y chupar la polla así que lo justo era que él me devolviera el favor, aunque en ese momento no podía dejar de pensar en que estaba dejando al novio de mi hermana pequeña tocarme y verme completamente desnuda. 

Las dudas me duraron lo que tardó en acercar su cara a mi coño y empezar a comérmelo. Noté su nariz apretándose contra el vello de mi pubis y su lengua comenzando a recorrer los pliegues de mis labios. El chaval tenía técnica y sabía cómo y dónde lamer, besar o apretar. 

- Le tengo bien enseñado, ¿verdad? – me preguntó Mónica después de que se me escapara un gemido de gusto.

- Ufff, ya lo creo. Joder qué bien lo come – corroboré.

- Le he hecho practicar bastante – confesó entre risas mi hermana. – Antes no sabía cómo hacerlo.

No sabía cuántas veces le habría comido el coño a mi hermana pero desde luego el entrenamiento había dado resultados. Llevaba poco rato con su cabeza entre mis piernas pero yo estaba ya chorreando. 

- Toma, ponte esto que creo que ya estamos todos a tono – interrumpió de pronto mi hermana lanzándole algo a su novio.

Héctor se separó y dejó de chuparme el coño, cosa que lamenté, y vi que lo que le había lanzado Mónica era un condón. El chaval se puso de pie y comprobé que volvía a tener una potente erección. Desenvolvió el preservativo y colocándoselo en la punta lo desenrolló hasta ajustárselo bien al pene. Directamente se dirigió hacia mi hermana y la penetró con facilidad. Héctor continuaba en el borde de la cama lo cual me permitía ver sin dificultad cómo follaban mientras yo me masturbaba suavemente para no perder la excitación. Mónica debía estar tan mojada como yo porque la polla de su novio entraba y salía rápidamente acompañada de unos chof chof muy morbosos. Mi hermana pequeña completaba la escena con unos gemidos y unos sí, sí, sí, usando un tono super erótico que no había imaginado escucharle nunca. Resultaba muy excitante estar desnuda tocándome mientras observaba a mi hermana tener sexo a mi lado sin ningún pudor.

- Fóllate también a mi hermana, vete alternando – le comentó Mónica cuando llevaban ya un rato de metesaca.

- Voy. Joder qué morbo me ha dado escucharte decir eso – contestó encantado Héctor.

- ¿El qué? ¿Que te folles a mi hermana? – preguntó riéndose.

- Sí. No es algo que uno espere que le pidan.

Héctor se puso delante de mí y me agarró de los muslos para traerme hasta el borde de la cama. Se agarró el pene con la mano y lo colocó en la entrada de mi vagina. Lo movió un poco en círculos para irse abriendo camino y en seguida pudo meterlo entero sin ninguna dificultad. Entre lo mojada que estaba yo y que el condón estaba cubierto de los flujos de mi hermana su polla se deslizaba perfectamente.

Su polla se acoplaba de maravilla a mi interior. La anchura era perfecta para rozarme los laterales con cada movimiento y tenía una largura que le permitía hacer un extenso movimiento de meter y sacar. Enseguida cogió ritmo y conseguía arrancarme varios gemidos de placer con cada embestida. Estaba muy cachonda y disfrutando dejándome follar por el novio de mi hermana.

- Madre mía, Lucía, cómo te botan las tetas cuando te follan – comentó Mónica que al igual que yo antes aprovechaba para mirar cómo lo hacíamos.

- Y tanto. Son hipnóticas – confirmó su novio que alternaba la vista entre ellas y mi coño.

- Y el gusto que dan cuando se mueven – dije agarrándomelas y pellizcándome los pezones.

- ¿Y su polla no te está dando gusto? – preguntó con picardía.

- ¿Tú qué crees? ¡Demasiado! – contesté acompañando la respuesta de unos gemidos intensos.

Héctor consideró que llevaba ya un rato dentro de mí y dejó de follarme para volver a metérsela a mi hermana. Nos la metió a las dos alternativamente un par de veces hasta que Mónica tuvo un orgasmo.

- ¡Ahhh! ¡Me corro! – anunció entre gemidos.

Observé la cara que ponía mi hermana durante el orgasmo. Era la primera vez que la veía o escuchaba mientras tenía uno. Me encantó la expresión de placer que ponía y cómo se mordía el labio. Estaba preciosa y se le veía en el rostro lo mucho que estaba disfrutando. Cuando terminó, Héctor salió de ella y me penetró centrándose ya completamente en mí.

En esos momentos yo estaba muy cachonda con todo lo que estaba pasando y notaba que también estaba a punto de correrme. Mis gemidos cada vez más continuos e intensos parecían encender a Héctor que incrementó su ritmo. Mi hermana recuperada se tumbó con la cara cerca de mi vientre observando en primer plano cómo su novio metía y sacaba su polla en mi coño.

- ¡Sí! ¡Me corro! – grité cuando ya no pude aguantarlo más. Cerré los ojos y apreté las sábanas mientras sentía cómo los espasmos contraían mi vagina atrapando el pene de Héctor en mi interior. El placer recorrió todo mi cuerpo desde mi vientre hasta el pecho. Me concentré en disfrutar las sensaciones e intentar alargarlo lo máximo posible. – Ufff, qué gusto joder. – Satisfecha y con la respiración acelerada abrí los ojos de nuevo.

- ¿Buen orgasmo? – me preguntó mi hermana.

- Joder, ya lo creo. ¿El tuyo?

- También. Pero quiero otro. Ven aquí – le dijo a su novio abriéndose de piernas.

- Me temo que tendrás que esperar. Yo también me he corrido – dijo mostrando el pene que empezaba a ponerse flácido.

- ¿Qué dices? ¿Cuándo? - preguntó Mónica acercándose a él y quitándole el preservativo comprobando el semen que había en su interior.

- Al correrse Lucía. Me ha apretado tanto la polla que no he podido aguantarlo más y ya ves – dijo señalando el condón con el resultado de su orgasmo.

- Joder, pues yo sigo con ganas – protestó Mónica.

- Y yo la verdad es que también – admití.

- Ya lo siento. Pero creo que va a tardar un rato en ponérseme dura de nuevo. Que habéis hecho que me corra dos veces en poco tiempo.

- ¿Pero qué tienes, cuarenta años? – le vaciló mi hermana. – Se supone que los chicos de tu edad estáis con las hormonas disparadas y el pito duro constantemente.

- Sí... si estoy con ella dura a cada rato y por cualquier cosa. Pero después de dos corridas se ha ganado unos minutos de descanso, jaja.

- Mmm, no sé si se lo ha ganado que yo me he quedado con las ganas y mi hermana también.

- Oye, que os habéis corrido las dos – se defendió Héctor del ataque de su novia. – Si seguís cachondas tocaros vosotras en lo que me recupero.

- ¿Qué? ¿Que me toque con mi hermana? – preguntó Mónica escandalizada, o fingiendo escandalizarse, nunca lo tuve claro.

- O sea, me refería a que os masturbarais cada una lo vuestro. Pero joder, si lo hacéis entre vosotras, buah, eso sí que daría un morbazo que lo flipas. 

- Jaja, qué guarro eres. ¿Cómo vamos a tocarnos si somos hermanas?

- A ver, que lleváis toda la tarde desnudas y follando una al lado de la otra. Tampoco creo que después de eso tocarse sea para tanto. Joder, el morbo que me daría ver a dos tías masturbarse entre sí – argumentó entusiasmado.

- Bueno, bueno, que se está emocionando solo de imaginarlo – comentó riéndose Mónica.

- Podéis probar y si os resulta raro paráis – insistió.

- Lo que diga Lucía. A mí no me importa, total como dices, qué más da un paso más después de esto – dijo haciendo un gesto como dando a entender que estábamos los tres desnudos después de haber tenido un orgasmo juntos. – Además lo tuyo parece que de momento va para largo - añadió señalando el pene flácido de su novio que se había encogido completamente.

- Bueno, no sé, podemos probar un poco a ver cómo es – dije con algo de duda. Por un lado, estaba bastante cachonda y me daba curiosidad lo de masturbar a otra chica, pero por otro me daba un poco de reparo lo de tocarme con mi hermana.

Nos sentamos juntas con las piernas abiertas y tras mirarnos un instante a los ojos para confirmar que estábamos seguras llevamos la mano a la entrepierna de la otra. Pegué un pequeño respingo al notar los dedos de mi hermana sobre mis labios vaginales. Mónica me acarició en círculos e introdujo un dedo en mi coño abierto que me hizo lanzar un gemido. Mientras yo también había comenzado a tocarla a ella quien tenía la entrepierna completamente mojada. Era extraña la sensación de sentir con las yemas de los dedos los pliegues de un chochete distinto al mío. Masturbé a mi hermana de la misma forma en la que me gusta hacérmelo a mí. Froté haciendo círculos sobre toda la zona y centré mi atención en su clítoris. Supe que le estaba gustando porque cuando empecé a tocárselo se tensó ligeramente y soltó un potente gemido.

Pronto aprendimos cómo hacer que la otra disfrutara, aunque cada una teníamos un método distinto de masturbarnos la novedad de lo que nos hacía la otra resultaba muy excitante. Al poco tiempo estábamos las dos gimiendo sin parar y con la respiración acelerada. Nos mirábamos a los ojos con intensidad mientras nos tocábamos mutuamente. Mónica se mordía el labio de gusto entre cada grito de placer.

- Joder, lo estáis haciendo, lo estáis haciendo. Vaya morbazo ver cómo os masturbáis entre vosotras – gritó Héctor sentado enfrente de nosotras sin perderse ningún detalle. – Cuando os miráis así solo falta que os comáis los morros.

No sé si fue la sugerencia de Héctor o lo cachondas que estábamos, pero al mirarnos de nuevo supimos que lo íbamos a hacer y juntamos nuestras caras para besarnos. Primero fueron pequeños picos, muy sonoros. Pegar los labios un instante y separarlos con un ruidoso y húmedo muac. Después los besos fueron haciéndose más largos, con ganas, apretando nuestros labios y juntando las lenguas. Nos masturbábamos con fuerza, casi como si fuera una competición, nuestros dedos trataban de dar el máximo placer a la otra, nuestra respiración acelerada, los gemidos constantes y los besos con ansia.

La primera en correrse fue Mónica. Apretó su mano libre contra la mía obligándome a mantenerla sobre su coño mientras sentía los espasmos de su cuerpo. Observé su cara de éxtasis mientras asimilaba que acababa de provocarle un orgasmo a mi hermana. Una vez recuperada de la descarga de placer trató de devolverme el favor. Introdujo un segundo dedo en mi coño y me folló con ellos mientras con el pulgar me acariciaba el clítoris. No pude resistirme mucho más y enseguida noté las inconfundibles sensaciones de que llegaba el orgasmo. Le comí la boca una vez más con un sonoro beso y me dejé llevar entre fuertes gemidos anunciando a todos que me corría. Mónica extrajo los dedos de mi interior cubiertos de flujo. Se los lamí para limpiárselos saboreando mi propio líquido.

- ¡Eso ha sido brutal! – afirmó Héctor.

- Joder, hermanita, no lo haces nada mal – aprobé aun recuperándome de las intensas sensaciones.

- Tú tampoco. Has hecho que me corra con ganas. Pero quiero más – dijo excitada Mónica.

- ¡Pero si acabas de tener un orgasmo! – comenté sorprendida.

- Sí, pero a diferencia de este no necesito recuperar para el siguiente. Y estoy muy cachonda.

- A mí aún no se me pone dura – confesó con pena Héctor que se agarraba el pene a ver si respondía. – Pero ya que habéis empezado ¿por qué no seguís? Me pondría muy cachondo ver cómo hacéis la tijera – sugirió.

- Jaja, ¿ahora la tijera? ¿Tienes fetichismo con las lesbianas o lo que te excita es ver cómo follo con mi hermana? – preguntó riéndose Mónica.

- Lo de ver a dos tías follando me pone bastante – admitió su novio ya sin pizca de vergüenza. – Pero que seas tú y tu hermana es lo más morboso que he visto nunca.

- ¿Qué es eso de la tijera? – pregunté inocente.

- ¿No sabes lo que es? – preguntó sorprendido Héctor.

- No puedo creerlo. ¿Eres dos años mayor que yo y no lo sabes?

- Jaja, a ver, explicarle a esta anticuada qué es eso de la tijera – dije quitándole hierro al asunto aunque en parte me molestaba que mi hermana menor y su novio supieran cosas sexuales que yo ignoraba. Pero por aquella época yo no tenía tanta experiencia y como el acceso al porno y demás era mucho más complicado, no era tan fácil descubrir cosas como ahora.

- Pues es cuando dos chicas juntan los chochetes y se los frotan así – me explicó Mónica haciendo una uve con los dedos de cada mano y entrelazándolos imitando la acción.

- ¿Y tú cómo sabes eso? – pregunté sorprendida.

- Lo he visto en una peli porno que tengo – dijo con naturalidad.

- ¿Tienes una porno?

- Sí, la grabé del plus sin que se enteraran papá y mamá. Ya te la enseñaré.

- Bueno, ¿lo vais a probar entonces? – intervino Héctor que no quería perder la oportunidad de vernos.

- Bah, ¿por qué no? Total, acabamos de masturbarnos entre nosotras. A ver si te pone dura de una vez viendo cómo follo con mi hermana. ¿Te parece, Lucía?

- Vale. ¿Cómo hacemos? – acepté prácticamente sin pensarlo. En esos momentos estaba tan cachonda que probaría cualquier cosa. Sobre todo habiendo vencido ya la resistencia de tocar sexualmente a mi hermana.

Mónica me indicó que me sentara con las piernas abiertas y estiradas y ella se situó enfrente entrelazando las suyas. Se fue acercando hasta que los labios de su rajita besaron los de la mía. Una vez que estaba en posición empezó a apretarse y moverse contra mí para provocar el roce de nuestros coños. Las dos estábamos muy mojadas después de los orgasmos que nos habíamos provocado y nuestros chochos se deslizaban por todo el flujo que habíamos soltado.

- No me puedo creer que esté viendo en directo hacer la tijera. Vaya morbazo – comentó Héctor poniéndose a nuestro lado y mirando con detalle cómo nos frotábamos.

Tardamos un poco en entender cómo hacerlo bien. Aunque al principio notábamos el roce en el coño y ocasionalmente sentíamos un pinchazo de placer no era algo constante. Pero llegó un momento en el que encontramos la postura adecuada y mirándonos a los ojos nos dimos cuenta de que nos estábamos haciendo disfrutar mutuamente y de forma continuada. Las dos nos echamos ligeramente hacia atrás apoyadas en los brazos y apretamos nuestras entrepiernas la una contra la otra como si intentáramos empujarnos a la vez que nos movíamos ligeramente arriba y abajo provocando roces en los labios y clítoris.

- No está mal esto – admití tras un gemido de gusto.

- Es como masturbarse, pero sin tocarse... no pensaba que daría este gusto frotarse así.

- Es brutal – comentó Héctor mirándonos.

Mientras nosotras hacíamos la tijera el novio de mi hermana aprovechó y comenzó a sobarnos las tetas. Tal y como comenzó la tarde puso una mano en cada una de nosotras y empezó a tocarnos los pechos. Las sensaciones ahora eran múltiples, por un lado el placer que estaba sintiendo frotando el coño contra el de Mónica y por otro el placer de las caricias en las tetas. Héctor ahora ya no se cortaba a la hora de tocarme el pecho y lo agarraba, lo movía, pellizcaba el pezón y hacía diferentes caricias. 

- Me encanta cómo gemís – dijo Héctor mientras jugaba con mi teta.

- ¿Esto es lo que querías ver? ¿A tu novia follando con su hermana? – preguntó entre jadeos Mónica.

- ¡Sí! Me está poniendo mazo. Mira, ya casi la tengo dura de nuevo.

- Aun te falta un poco – le dijo agarrándole la polla. – Lucía, hazle una mamada, ¿quieres? Así se la terminas de poner dura en lo que busco otro condón. Esto del sexo lésbico entre hermanas está muy bien pero quiero que me metan algo duro por el coño – dijo sin ninguna vergüenza.

Mónica se separó de mí y fue hacia los cajones de la mesilla a por el preservativo. Yo me acerqué a Héctor y le acaricié los testículos observando cómo su polla iba endureciéndose por momentos. En lugar de chupársela tal y como me había dicho mi hermana, coloqué su pene entre mis tetas y agarrándomelas por los laterales se lo apreté con ellas.

- Guau, nunca me habían hecho una de estas – comentó sorprendido el chaval.

- Pues no esperes que yo te haga una porque con el tamaño de mis tetas es imposible – dijo Mónica al ver que le estaba masturbando a su novio usando mis pechos.

Estuve moviendo las tetas un rato apretándolas contra su polla hasta que noté que ya estaba bastante dura. Me aparté y vimos que de nuevo la erección le mantenía el miembro en posición horizontal. Cogió el condón que le ofrecía Mónica y se lo colocó con habilidad. De la misma me tumbó en la cama y no tardó en penetrarme.

- ¡Oye! Que la que tenía ganas de polla era yo – protestó mi hermana.

- Pero quien se la ha puesto dura la con las tetas he sido yo – justifiqué mientras disfrutaba de las embestidas de su novio.

- Ya claro, como que no cuenta el habernos visto hacer la tijera o masturbarnos.

- Ahí también he participado yo así que sigo teniendo prioridad – la chinché un poco.

- Mimimimi – dijo con su expresión infantil habitual cuando pierde una discusión conmigo. 

Mónica se conformó con mirar cómo follábamos. Héctor me estaba dando con ganas y mis gemidos inundaban la habitación. Mis pechos se movían descontroladamente en círculos con cada una de las embestidas hasta que noté cómo mi hermana me agarraba uno.

- Joder, Lucía. De verdad tienes unas tetas enormes, qué envidia – observó Mónica tratando de abarcar un pecho con la mano.

- Sí, sí, tócale las tetas a tu hermana – pidió excitado su novio al que noté que se le endurecía más la polla al verlo.

- Son superblanditas, pensaba que las tendrías más duras – analizó Mónica mientras me sobaba las tetas ya sin ningún pudor. – Y muy suaves.

- Apriétamelas que eso me da mucho gusto – le pedí. – Ufff, sí, así. Y acaríciame los pezones.

- Qué grandes son. Y las aureolas son muy distintas a las mías, las tienes rositas y grandes – dijo mi hermana antes de acercar sus labios a mi teta derecha y empezar a besar y lamerme el pezón. Me encanta que me las chupen. No sé si será por su tamaño pero las tengo muy sensibles y cualquier caricia me vuelve loca. En esos momentos la lengua de Mónica jugando con mi pezón me estaba dando un gustazo increíble.

- Buaah, Nica, vaya morbo que le estés comiendo las tetas a tu hermana – exclamó excitado Héctor.

- ¡¡¡Me corro!!! – grité yo entre espasmos de placer. Tenía el coño tan sensible de los orgasmos anteriores que no necesité que me penetrara durante mucho rato para alcanzar otro.

Mónica no perdió el tiempo y en cuanto vio que finalizaba mi orgasmo se puso en posición para que su novio sacara la polla de mi interior y se la metiera a ella. Era mi momento de devolverle las atenciones así que mientras follaban empecé a jugar con las tetitas de mi hermana. No abultaban demasiado y fácilmente podía agarrarlas con la palma de una mano. Sus pechos eran duritos e invitaban a apretarlos. Acerqué mi boca a su pezón respingón y lamí la pequeña aureola marrón. A continuación, mamé de su teta como si quisiera alimentarme con ella y le di pequeños mordisquitos. Con mi mano busqué su pubis y empecé a frotarle el clítoris para complementar la intensa penetración que estaba recibiendo. Los pocos pelitos que tenía me hacían cosquillas en la palma de la mano.

- ¡¡¡Ufff!!! ¡Qué gusto con las atenciones de los dos a la vez! ¡Esto es lo que me hacía falta! – gritó Mónica supercachonda.

Mi hermana aguantó un rato más que yo, pero terminó corriéndose con un gemido que la tuvieron que escuchar en todo el edificio. Cuando Héctor sacó la polla del coño de Mónica salió tanto flujo que parecía un río. Parecía que ya había quedado suficientemente satisfecha porque le arrancó el condón a su novio y comenzó a hacerle una mamada. Me uní a ella y esta vez la felación fue más simultánea. Lamíamos su polla a la vez y constantemente nuestras lenguas se rozaban. En ocasiones sujetábamos el pene con la mano y olvidándonos de él nos besábamos en la boca un rato antes de retomar de nuevo la tarea de chupársela a Héctor. También aprovechábamos cuando solo lamía una de las dos para jugar con las tetas de la otra y las acariciábamos y besábamos.

- Chicas, no puedo resistirme más, voy a correrme – nos advirtió. Aunque en esta ocasión estaba durando como un campeón había llegado a su límite.

Pese a la advertencia nosotras no nos detuvimos y dejamos que eyaculara una vez más en nuestras caras. Para esta tercera corrida apenas le quedaba ya semen y tan solo nos echó un par de pequeños chorros de leche. Dolorido y cansado tras el esfuerzo se tumbó mientras observaba cómo nos lamíamos mutuamente para limpiarnos las gotas de líquido blanco que nos había regalado. Para finalizar nos dimos un último beso en la boca intercambiando el semen y tragándolo.

- Ha sido increíble – sentenció Héctor.

- Nunca había disfrutado tanto – comentó mi hermana.

- Me duele el coño – admití riéndome.

- Y a mí la polla. Me habéis dejado seco ya ni tenía leche. No se me va a volver a poner dura en un año.

- Bueno, yo voy a lavarme un poco, estoy demasiado sudada y apesto a sexo – dije levantándome de la cama y recogiendo mi ropa del suelo.

Les dejé en la habitación y me di una ducha rápida. Luego volví a mi cuarto y me tiré en la cama a descansar un poco. Esa noche se quedó Héctor a dormir con mi hermana y por la mañana escuché a través de las paredes que estaban echando un polvo al despertarse. Se notaba que estaban en la fase en la que iban calientes todo el día y pese a todo lo que habíamos hecho pocas horas antes se habían despertado con ganas de más sexo.

Durante el desayuno no comentamos nada de lo que había ocurrido el día anterior. Una vez pasados los efectos del alcohol no estábamos tan desinhibidos y ninguno nos atrevimos a sacar el tema. Con Héctor nunca volvió a ocurrir nada, apenas coincidí con ellos un par de veces y mi hermana no tardó en acabar rompiendo con él y liarse con otro chico tal y como acostumbraba en aquella época. 

***

- Bueno, vuelvo adentro antes de que empiecen la partida de cartas sin mí. ¿Vienes? – me preguntó mi hermana sacándome de mis pensamientos.

- En un ratillo. Voy a esperar a ver si me hace efecto la medicina y me despejo un poco.

- Vale, pero no cojas frío – dijo dándome una palmada en el culo mientras se metía de nuevo dentro de casa.

- Tranquila, no hace ni gota. Parece una noche de verano.

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