lunes, 13 de octubre de 2014

Pillada en ambos sentidos

Aprovechando que me había quedado solo en casa ya que mi novia había quedado con unas amigas, me puse cómodo, y en calzoncillos, me senté frente al ordenador. Tras ver unos cuantos vídeos porno, pronto mi ropa interior se hinchó.

Inicié a Skype, y no pasaron ni diez minutos cuando recibí una solicitud de amistad de un tal “Miguel”. La acepté, y se presentó como un lector asiduo de nuestros relatos publicados en la red. Le hice unas cuantas preguntas de seguridad no sólo para comprobar que no éramos familia o compañeros de trabajo, sino para intentar hacerme una idea sobre el tipo de persona que era.

Empresario, de 40 años, soltero, y muy morboso como pude apreciar por los comentarios que me hizo de nuestros relatos.

Le dije que mi novia se llamaba Sara y tenía 30 años. Sin hacer más preguntas y tal y como me esperaba (ya me había ocurrido otras veces) me pidió ver alguna foto de ella. Me dijo que se había puesto muy cachondo en los relatos, y se la había imaginado mil y una vez. Me confesó que se había masturbado varias veces leyendo los relatos y pensando en ella.

Aquellas palabras escritas digitalmente no hicieron sino ponerme más cachondo, y accedí a enseñarle algunas fotos, siempre y cuando no me pidiera o exigiera más de lo que le enseñara.

Me puse los cascos, y empleando un programa llamado ManyCams, iniciamos vídeo-llamada; En lugar de aparecer yo a través de la webcam, apareció una foto de Sara, con los brazos abiertos y un top amarillo.

A los pocos segundos, la conexión se terminó de establecer y apareció la imagen transferida desde la webcam de Miguel. Se podía apreciar a un hombre bien parecido, con camisa a cuadros y pantalón corto.

Pronto iniciamos un chat muy caliente mientras le iba poniendo fotos.

Las fotos eran todas con ropa y retocadas para que la cara de Sara apareciera tapada. Eso no detuvo a Miguel, que pronto se bajó los pantalones y empezó a acariciarse el paquete.

Nada más poner la primera foto de mi chica en bikini, mi nuevo amigo se metió la mano dentro de su prenda interior y se sacó la polla. Era un monstruo propio de la novela Moby-Dick, que si bien no era muy largo, era más ancho que la media.

Me excitó, más que ver una polla, ver que esa polla estaba así por mi chica, y que ese hombre estaría en ese momento deseando follársela.

Seguí pasando fotos, y perdí la noción del tiempo. Estaba tan excitado, que yo también estaba con el rabo fuera masturbándome.

De repente, oí la puerta de la calle. ¿Qué hora era? ¡Sara ya estaba aquí! Me subí el calzoncillo a toda velocidad, y entró en el cuarto del ordenador.

-          ¡Hola cariño!

La miré sonriente.

-          ¿Qué pasa? ¿qué hacías?

-          N…. Nada.

-          ¡Cómo que no! ¿Y esa cara? – me miró de arriba abajo – Mírate, estás empapado de sudor y… ¡empalmado!

Sara se acercó al ordenador y vio a un desconocido con el pene en la mano masturbándose lentamente.

-          ¿Y esto?

-          Uff, me has pillado.

Le expliqué lo que había estado haciendo, las fotos que le había enseñado al hombre, y cómo los dos nos habíamos excitado con ellas y empezado a masturbar.

-          ¿Nos ve ahora?

-          No… sólo ve las fotos.

-          Mira, te está escribiendo algo.

En efecto, Miguel estaba preguntando si seguía ahí y si podía poner más fotos.

-          Bueno será mejor que cierre esto – dije.

-          No, espera. Si se ha puesto así con unas fotos, vamos a ver qué pasa si me ve. Dile que estoy aquí y que os he pillado.

Así lo hice.

-          Osea, que Sara me está viendo ahora – preguntó Miguel.

-          Sí.  ¿Quieres que pongamos la webcam?

-          ¡Por supuesto!

Ante los ojos de Miguel aparecimos los dos; Sara sentada encima de mí. Mi novia lucía un sencillo top blanco veraniego, con un amplio escote en V. Sus pechos sobresalían firmes por el canalillo, a la sombra se su larga melena oscura. Su cara inocente, de niña buena estaba sonriendo a Miguel mientras que éste, sin soltarse el pene, nos saludaba con una mano.

-          Sara, qué buena estás. No veas lo cachondo que he puesto con tus fotos. Me gustas más en directo. Mira cómo me has puesto la polla – dijo agarrándosela bien firme, y mostrándonos su erección frente a la cámara.

-          Ya veo – respondió Sara – Aquí el amigo anda igual – me dijo mirándome con una sonrisa en sus carnosos labios.

-          ¡Hey! – exclamó Sara.

Llevado por mi excitación, había aprovechado su distracción con Miguel para tocarle una teta. Desde la imagen que proyectábamos podía ver como su pecho, sin salirse del top, se agrandaba por la presión de mi mano subiendo y bajando cada vez que se lo manoseaba.

-          Mmmmm Sara, cómo me gustan tus tetas.

-          Son pequeñitas…

-          ¡Qué va! ¡Son perfectas!

Besé a mi novia, y me correspondió con un morreo pasional delante de aquel desconocido. Le toqué las tetas con las dos manos, y cuando nos separamos para respirar vimos como Miguel había empezado a masturbarse cogiendo ritmo viendo nuestra escena de amor.

Metí mi mano dentro del top, y sacando su pecho, me lo llevé a la boca rápidamente. Succioné su pequeño pezón metiéndomelo entero en la boca e intentando engullir todo lo que pude de su teta.

-          Miguel, ¿me oyes?

-          Sí, y yo también quiero comerme esas tetitas.

-          Ja, ja, ja. Mira lo que voy a hacer. Imagínate que te lo hiciera a ti.

Sara dio que me pusiera de pies  y me bajó el calzoncillo. Agarró mi pene por la base, y se lo puso en los labios. Lo lamió sin dejar de mirar el monitor y la polla de Miguel. Se la metió en la boca, y al instante el hombre comenzó a masturbarse más rápidamente.

Sara me la estaba chupando de maravilla, como siempre lo hacía. Entre la excitación del morbo con las fotos de antes, y la situación del momento, yo estaba tremendamente excitado. Ver las tetitas de mi chica saltar al ritmo de su mamada me puso muy malo.

-          Uff cariño, no creo que pueda aguantar mucho, estoy muy caliente.

Se la sacó, me miró, y tras sonreírme, siguió chupando más rápido que antes.

Miré la pantalla del ordenador, y Miguel masturbaba sin parar, acariciándose de vez en cuando los testículos.

Algo se activó en mi interior y noté que estaba a punto de correrme. Intenté avisar a Sara, pero fue demasiado tarde.

-          ¿Qué pasa? – preguntó ella.

-          Aghhhh, ¡me corro!

Desenfundé de su boca, y agarrándomela, le di un par de sacudidas liberando el semen que entraba en erupción. El primer chorretón salió despedido con fuerza por el lado de la cara de Sara y se fue a estrellar contra el respaldo de la silla. El resto, se derramó con menos fuerza sobre la cara de mi novia.

-          ¿Ya, tan pronto?

-          Lo siento, todo esto me ha superado ja, ja, ja.

-          ¡Pues yo me he quedado con ganas de más!

-          ¡Y yo! – intervino Miguel.

Me fui al baño a limpiarme y a por papel para Sara, y al volver la oí dando la dirección de nuestra casa. Miré Skype, y Miguel aparecía desconectado.

-          Miguel va a venirse a casa. – Me dijo mi chica con total tranquilidad mientras se limpiaba.

-          ¿Aquí? ¡Qué dices!

-          Sí. Los dos nos hemos quedado con ganas de más, y tú tardarás en recuperarte. Le he dado tu móvil para que te haga una perdida cuando esté en la puerta.

No salía de mi asombro. ¿Sería aquello una broma?

Sara se quedó navegando por internet con el ordenador, y me fui a beber y ver un poco la tele.

No había pasado ni media hora cuando de repente sonó mi móvil. Pregunté tímidamente por el telefonillo, y contestó una voz suave diciendo que era Miguel. Le abrí, mientras mi corazón se desbocaba latiendo a mil revoluciones por minuto.

Me fui a la puerta para que no llegara a llamar, y le vi llegar desde el ascensor sonriente, con la misma ropa que llevaba cuando empezamos la video-llamada por Skype.

Nos dimos la mano, y sin rodeos, me preguntó que “dónde estaba Sara”.

-          Creo que sigue en el cuarto del ordenador. Es por aquí….

El hombre me siguió y al entrar en el cuarto, en seguida localizó a Sara detrás de la amplia mesa del ordenador.

Ella se levantó, y él la cogió por la cintura. Sin ni si quiera saludarla, se lanzó a sus labios y los probó, siendo correspondido con la lujuria de mi chica. Miguel apretó con sus grandes manos el pequeño culito, embutido en un short vaquero, de Sara.

-          Miguel, no pierdes el tiempo ¿eh? – el hombre se giró para mirarme sonriente.

-          Luis, no veas lo caliente que me he puesto antes. Sara también, así que me la pienso follar ahora mismo.

Con habilidad, nuestro nuevo amigo despojó de un tirón el top de Sara, así como le desenganchó el sujetador con una sola mano. Unas pequeñas pero firmes tetitas se bambolearon con tanta sacudida.  Agarró por el culo a mi chica y  la subió en volandas sobre la mesa del ordenador.

La besó y mordisqueó el cuello mientras ella le acariciaba la cabeza y la espalda.

-          ¿Estás cachonda?

-          Sí, mucho, no pares…

Tumbada boca arriba sobre la mesa, Sara se dejó morrear por aquel hombre de cuarenta años.

El hombre agarró ambos pechos, los juntó, y los chupó con su boca como si fuera un aspirador. Los lamió y jugueteó con los pequeños pezones sin darle un respiro a su propietaria.

-          Qué buena estás Sara. Quiero que me la chupes como se lo hacías a tu novio.

Ella, se arrodilló en la mesa, y agarró el pene que le rozaba la cara. Lo lamió un poco, y siguió chupándolo como una auténtica actriz porno.

-          Tranquila nena, que yo no me correré.

Ella se rio, y continuó con su ritmo demencial.

Desde mi posición podía ver el culo de mi novia en pompa, y cómo se le asomaba el tanga.

-          Qué gorda es.

-          Pues ya verás cuando te la meta.

Sara le sonrió apoyando el prepucio en sus labios, y engulló aquel grueso pene.

Su cabeza subía y bajaba de forma rítmica.

-          Oh, sí Sara, qué bien lo haces. Qué ganas tengo de metértela.

-          Y yo de que me dejes bien follada.

-          ¿Sí? ¡Pues no esperemos más!

El hombre la cogió en brazos como si fuera un saco de patatas y le colocó tumbada boca arriba sobre la mesa. Le bajó el short y el tanga hasta las rodillas, y movido por el ansia, en lugar de terminar de desnudarla, lanzó su mano hasta su entrepierna.

-          Joder, estás muy mojadita.

-          Pues ya sabes lo que tienes que hacer…

Resoplando, Miguel colocó su pene en la entrada de aquella húmeda cueva, y empujó con la fuerza de los glúteos. Sin esfuerzo ni resistencia, su pene entró limpio en el interior de Sara.

-          Pensaba que no le cabría – comenté.

-          Ufff. Como un guante. Con lo mojada que está podría haberle metido el brazo entero.

Miguel le apretaba una teta como si se tratase de una vieja bocina, mientras que con la otra mano tiraba de la pierna de la chica para ayudarse en cada metida.

Me acerqué donde estaban, y con cuidado, estiré hacia arriba del short de mi novia. Una vez desprendido, hice lo propio con su tanga.

-          Ale, ahora estaréis más cómodos.

Sara abrió más las piernas mientras que Miguel le sujetaba las piernas agarrándole por los muslos. Ella arqueó la espalda, y el hombre aumentó el ritmo. Estuvo más tiempo del que yo habría aguantado jamás follándosela en esa postura sin decelerar en ningún momento.

Mi novia se colocó un poco de lado, y él apoyó una sus aquellas lisas y largas piernas sobre el hombro. Desde mi posición podía ver cómo aquel pollón entraba hasta el fondo y salía casi del todo del interior de mi chica. Sara gemía sin parar. En uno de sus gemidos más pronunciados deduje que se había corrido, pero eso no les hizo parar.

-          Sí que aguantas, sí – dijo Sara entre gemidos – espera un momento.

Nuestro invitado se paró, y ella se bajó de la mesa apoyándose en la misma.

Al ver aquel pequeño y redondito culito en frente suya, Miguel lo agarró y apretó las nalgas con fuerza.

-          Mmm, qué culito más rico.

El hombre se agachó y hundió la cabeza entre aquellas nalgas tan turgentes. Sara se apoyó en la mesa para no caerse y dejó escapar un gritito cuando una lengua le invadió el ano.

Miguel emergió de aquellas profundidades riéndose.

-          Ahora verás. Agárrate bien.

No pude ver cómo se la metía, pero por la cara de Sara intuí que fue hasta el fondo.

La mesa temblaba al son del movimiento de los pechos de Sara. Redonditos, se agitaban cada vez que Miguel le metía la polla hasta el fondo.

El hombre ayudó a que Sara apoyara las rodillas sobre la mesa, en aquella postura a lo perrito siguió follándosela con dureza.

-          ¿No te corres nunca?

-          ¿Puedo hacerlo donde quiera?

-          Sí, pero córrete, no puedo más…

Miguel inició un ritmo demencial. Le apretaba las tetas a mi novia mientras que la amartillaba follando con el vigor de un adolescente.

Con un gemido agónico, se corrió dentro del coño de mi chica. Ella también gritaba, y a los pocos segundos todo se detuvo. El hombre estaba inclinado sobre Sara y con un resoplido, salió de su interior.

-          Ha sido increíble – dijo él.

-          Ufff, me has dejado hecho polvo.

-          Pues esto no ha acabado – dije.

Me acerqué, ya recobrado, polla en mano.

-          ¿Qué? – se bajó de la mesa. – Cariño, yo no puedo más…

-          Tranquila, será rápido.

Con ternura la hice sentarse en la mesa mirándome. Miré su coño, y lo tenía muy mojado. Sus fluidos se mezclaban con el semen de Miguel que empezaba a rezumar. Sin miramientos, acerqué mi pene erecto a aquella argamasa, y lo introduje poco a poco. Estaba tremendamente caliente y lubricado. No sé si ella debió de sentir algo cuando se la metí.

Le agarré los pechos, y mientras los chupaba, empecé un frenético mete-saca. Ella gemía, y no tardé en correrme en su interior.

Al sacarla, un hilo de mucosidad se derramó de aquel coño tan receptivo sobre la mesa.

En cuanto quisimos darnos cuenta, Miguel ya se había ido sin despedirse.

Nos extrañamos, pero un mensaje enviado al móvil nos confirmó que nos había dejado aquel momento de intimidad sólo para nosotros.

-          Igual la próxima vez me pillas a mí con el ordenador – me dijo Sara con su habitual sonrisa picarona.

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