jueves, 20 de julio de 2023

Compañera de piso 3 4 y 5

 Capítulo 3: De compras con María

Toño abrió los ojos. El día era tan plomizo y gris que parecía que todavía era de noche. Miró el reloj de su mesilla y se sorprendió. Casi las once.

 Hacía años que no se levantaba tan tarde. Le dolía un poco la cabeza.

El cava barato tiene esos efectos secundarios en alguien que no acostumbra a beber. Dudó un poco, no sabía si lo que recordaba había sucedido o era simplemente un sueño. La braguita sonrosada que pendía graciosamente de su lámpara le sacó de la incógnita. Era un hombre nuevo. Ya no era virgen, y todo gracias a María.

María… lo último que recordaba de ella era que le había suplicado que la sodomizara de nuevo antes de dormirse. Había sido indescriptible. Cualquier otro día hubiese estado más de media hora recordando cada detalle de lo ocurrido la noche pasada. Pero pronto cayó en la cuenta de que es mucho mejor vivir una nueva experiencia que rememorar la anterior, por muy placentera que esta hubiera sido. La buscó inútilmente en su cama. La chica se había ido.

 Se levantó resacoso y anduvo por el pasillo. Se oía algo en la cocina. Después del obligado paso por el baño, se dirigió a desayunar. Estuvo tentado de llamar a la puerta de la habitación de ella pero pensó que todavía estaría durmiendo. Sin embargo, se dio cuenta de lo equivocado que estaba en cuanto llegó a la cocina.

María estaba sentada sobre la encimera y, entre sus piernas, Gorka. Le estaba dando un soberano repaso. La follaba sin piedad por el coño que la noche anterior no había podido disfrutar. Se le notaban todos los músculos en tensión. Ella se aferraba al chico como si le fuese la vida en ello. Los ojos cerrados y la expresión de su cara hacían sospechar que no lo estaba pasando demasiado mal.  

Toño se los quedó mirando apoyado en el dintel de la puerta. Apretó los puños en señal de rabia, pero no dijo nada. Tenía que aprender a superarlo.

- Pasa y siéntate, semental. ¿Café?

Toño ni se enteró de lo que un Javi sonriente le ofrecía desde la mesa.

- ¡Toño, baja de la nube! ¡Te digo que si quieres café!

El greñudo del corazón partido asintió. El café era su vicio. Era capaz de meterse entre pecho y espalda dos litros diarios.  Quizás fuese por eso que apenas dormía.

Resignado, se encogió de hombros y se sentó a la mesa. No le costó mucho darse cuenta de que Javi no llevaba pantalones. Seguro que había sido el primero en disfrutar de los encantos de María aquella lluviosa mañana. 

Cuando mojaba una magdalena en el oscuro líquido, el grito de Gorka le indicó que había terminado. Alzó la cabeza y  observó a una María satisfecha, con el cabello recogido en una funcional coleta y una camisetita de tirantes negra que se pegaba a su cuerpo sin ropa interior ninguna. La erección de sus pezones y un pequeño gesto con la lengua le hicieron saber al muchacho que su amada estaba todavía excitada.

Cruzaron las miradas y ella ofreció su sexo sin cerrar las piernas. Toño, orgulloso y dolido, le hizo un gesto de negación con la cabeza. La chica se sintió incómoda. Habían hablado tanto la otra noche a solas en la habitación del chico que no esperaba esta reacción tan pueril.

- Bueno, pues a desayunar… - dijo bajando de su atril y dirigiéndose a la nevera – veamos que tenemos por aquí…¡cereales con leche! ¿dónde están?

- En el armario de abajo…

La chica se dirigió al lugar indicado y cuando se agachó mostró a los presentes su culito en todo su esplendor.

- ¡Menudo culo tienes! ¿dónde lo tenías escondido hasta ahora? – dijo Javi.

- ¿Te gusta, eh? – dijo ella insinuante, contoneando las caderas sin levantarse.

- ¡Si no tuviese que reservarme, te enculaba ahora mismo!

- Cuando quieras.

Al pasar junto a él recibió un sonoro cachete que le hizo reír.

- ¡Venga, Toño! No remosquees. - dijo Gorka al ver la cara de su amigo menor – Este fin de semana vas a poder disfrutar tú solito de María…¡Joder, qué tarde es! Tengo que irme…

Y bebiéndose el café de un trago, recogió su vajilla y se largó hacia su cuarto.  Gorka era de un pueblo no  muy lejano y regresaba a su casa casi todos los fines de semana. Elena era mucha Elena como para dejarla desatendida durante demasiado tiempo.

María tenía una extraña manera de sentarse. Con una pierna encogida sobre el asiento, devoraba el enorme cuenco de comida que se había preparado.

Se notaban los chorros de esperma de sus amantes todavía recorriendo sus piernas.

- Se nota que has pasado hambre. Podrías haber cogido de lo mío cuanto hubieses querido… - fue lo primero que le dijo Toño aquella mañana.

- Gracias, pero no me gusta mendigar. Y menos a la gente que conozco…- dijo con la boca llena- ¡Oye, Javi!

- Dime, princesa.

- ¿Qué es eso de que tienes que reservarte?

- También tú eres curiosa, María. Pero yo no soy tan cruel como tú y te lo contaré. Hoy viene a la ciudad la hermanita pequeña de la viciosa de Jaén.  Se prepara una timba que hará que la del año pasado parezca una misa. Su hermana tiene tantas deudas que la chiquilla se pasará toda una semana saldándolas. Pienso ser el primero en degustar ese culito adolescente…

- ¡Pervertido! – dijo Gorka que, ya listo, se acercó a despedirse.

- Espera un momento, no te vayas. Creo que lo mejor será organizarnos, dos días para cada uno… – salió la vena práctica de Javi – Como Toño está aquí los fines de semana, para él el sábado y el domingo, Para mí el lunes y el miércoles estará bien…

- ¡Para, para, para! Ni se te ocurra seguir por ahí -  le cortó una enfadada María – Soy una persona, no un cachorro que hay que sacar al parque todos los días. Aclaremos las cosas antes de que esto se descontrole. Nada de calendarios, reservas, cambios de día ni nada de eso. Follaré con quien me lo pida cuando nos venga bien a los dos y punto. Mi habitación es sagrada. Nadie, y digo nadie – miró a Toño de reojo – dormirá conmigo por la noche. Esta noche ha sido una excepción. Vosotros me pedís lo que queréis y ya me encargaré yo de satisfaceros. Si estoy ocupada con otro, pues simplemente esperáis y punto. ¿Vale?

Los chavales asintieron. Lo encontraban justo.

- A mí no me importa hacerlo con dos o tres a la vez. Si a vosotros os apetece, por mí no hay problema. Pero sólo con los tres. Ni hablar de amigos, parientes ni cosas por el estilo. ¿Sí?

- Vale

- Ok

- Sí

- Y sólo en casa. Nada de llevarme por ahí a escondidas de los  otros. Para que esto funcione no hay que complicarse demasiado. Hay que hacerlo todo natural, como buenos amigos. Nada de celos, envidias ni chorradas por el estilo. Otra cosa, cuando tenga el periodo, por la boca y punto ¿eh? A mí no me suele doler la cabeza, pero si os digo que me duele, me duele ¿vale?

- ¡Sí, mi sargento!

- ¡Tonto! – dijo entre risas – y lo último y más importante.

Se calló un instante dándole solemnidad a lo que iba a decir.

- Esto es algo temporal, hasta que consiga un trabajo con el que poder pagar el alquiler. ¿Estamos? – dijo mirando fijamente a los ojos de los chicos – si esto pasa, todo volverá a ser como antes. Es muy importante que lo tengáis claro para que luego no haya malos entendidos.

- ¡Vale! Por mí todo de acuerdo. Me voy volando, que pierdo el bus.

- ¡Y que no se os ocurra dejarme a medias! – le gritó María intentando aliviar la atmósfera que ella misma había creado.

- ¡Ya te enterarás cuando vuelva!

- Recuerdos a Elena.

- ¡Cabrona!.

Cuando se cerró la puerta del piso, los tres que quedaban rieron con ganas.

- ¡Mierda! Se me ha olvidado otra cosa. Es una lástima que este se haya ido…

- Suéltalo, pides más que el gobierno.

- Sólo un pequeño detalle sin importancia. El que se ponga cachondo a las cuatro de la mañana, que me deje dormir y se haga una paja… ¿estamos?

Toño no entendía nada hasta que a Javi tosió discretamente.

- ¡No sabes ni guardar un secreto! Eres un poquito bocas.

- Ya dije que nada de secretos. Contaré todo lo que me hagáis tanto uno como otro.

Gorka volvió a entrar en la vivienda.

- No sé que tengo en la cabeza. Se me olvidaba. Toño, en mi habitación hay una caja con papel de regalo. Es un ordenador portátil que me regalaron mis padres por navidad. ¿Podéis hacerme el favor de descargar las fotos de la cámara y grabarlas en un disco aparte? Si Elena ve esas fotos, me la corta…

- ¡Un portátil! Que suerte.  A mí, un par de calcetines y colonia barata. Si ahorro me compraré uno. Eso del poker por Internet me parece interesante….

A Toño se le cambió la cara.

- ¡Joder, mierda! Quedamos en que nada de ordenadores.

María se sorprendió como el resto. Ya se había dado cuenta de ese detalle. En la habitación de Toño no había ni  un triste equipo portátil, ni impresora, ni nada por el estilo. ¿Qué estudiante de informática no tiene ordenador?

- Ostia, tío. Ya sabes que soy un negado con eso de la informática. Si tengo que hacer algún trabajo, prefiero ir a la biblioteca de la facultad. Hay un ganado de primera. Me lo regalaron mis padres y ni siquiera lo había estrenado. Elena es la que me descarga la cámara, yo no tengo ni puta idea de cómo hacerlo…

- ¡Me cago en mi puta madre! Como me pillen, se acabó…

- Tranquilo Toño. Compréndenos. No tenemos ni idea de lo que estás hablando.

- Sí, tío. Aclárate. Es sólo un puto portátil.

Tras respirar hondo el chico analizó su situación. Sus compañeros eran sus únicos amigos. Merecían conocer su  secreto. Por lo menos lo más importante.

- No puedo permanecer a menos de diez metros de un ordenador. Si me pilla el vigilante de mi libertad condicional… me encerrarán… otra vez.

- ¡No jodas!

- Nos estás vacilando…

- Lo dice en serio – dijo María mirando a los ojos de un desconsolado Toño.

- ¡Pues claro que lo digo en serio, joder! No es coña. Es algo muy grave. Por eso no voy a clase los primeros viernes de cada mes. Tengo que ir al centro y presentarme en comisaría. Estoy en libertad condicional. No puedo ni saltarme un semáforo cuando camino por la calle. Y todo por el hijo de puta de mi padre… - no aguantó más y comenzó a llorar como un niño.

Sus amigos no insistieron en pedir explicaciones. Intentaron cambiar de tema y animar al chaval, que agradeció el intento. Gorka tuvo que largarse pero Javi y María le mimaron tanto que hicieron que  Toño volviese a sonreír. Al cabo de un rato, el futuro economista, dijo:

- ¡En fín! Yo también os dejo. Voy a ducharme y prepararme. No tengo ni idea de cuándo volveré. Con esas chicas, nunca se sabe.

- Que disfrutes, semental.

- Se hará lo que se pueda, princesa.

Y diciendo esto se levantó de la silla. Cuando pasó junto a la chica, blandió su espada descaradamente. María, sin inmutarse, dejó los cereales por un momento y mamó aquel flácido pito media docena de veces.

- ¡Para, para!  Si la zorrita esa es la mitad de buena que tú en la cama, voy a pasar un fin de semana de puta madre.

Cuando Toño y María se quedaron solos ella preguntó

- ¿Querrás acompañarme? Voy de compras.

Toño recordó la manera mediante la cual la chica obtuvo el dinero.

- Yo también había pensado en comprarte algo…

- Ni hablar. Nada de regalos ni dinero. Comida y alojamiento…

- Lo decía por lo de tu cumpleaños…

- ¡Ah, bueno! … mi cumpleaños… claro.  Está bien… pero sólo una tontería… no te ofendas pero prefiero el dinero…

- Nada de eso. Será un regalo en toda regla…

- Deja al menos que yo lo elija. Necesito cosas más útiles que una caja de bombones o unas flores.

Toño frunció el ceño pero accedió. Además, no tenía ni idea de lo que podía gustarle a la chavala. Eso había pensado regalarle. Bombones y flores. Nada original, por lo que se veía.

María volvió a sorprenderle, se sentó sobre sus piernas y  desnudó su busto completamente. Estaba claro lo que necesitaba. Lo que Toño tenía entre sus piernas. Al chico tampoco le iba a venir mal soltar un poco de tensión. Se entretuvo de nuevo acariciando el cuerpo de la chica. Ella le lamía el lóbulo y susurró.

- ¡Dímelo!

- ¿Qué?

- Lo que me dijiste ayer

- ¡Te quiero!

- Eso no, tonto. Lo otro… me pone como una moto.

Toño sabía a lo que se refería, pero no se atrevía. Se había arrepentido al instante de pronunciar aquella palabra.

-¡Puta!

-¡Otra vez!

La chica ya había liberado la serpiente del chico y la acariciaba en toda su extensión.

- ¡Puta!

- ¡Más fuerte!

- ¡Puta! – gritó cuando su verga se introdujo en su amada.

- ¡Mírame a los ojos y dímelo otra vez!

- ¡Puta! ¡Puta! ¡Puta!

De un zarpazo tiró al suelo la vajilla que todavía estaba sobre la mesa, lanzó sin miramientos a la zorrita sobre la tabla, le abrió las piernas hasta casi desmembrarla y la cabalgó hasta desfogarse. En cada embestida no dejo de pronunciar tan fea palabra. María eyaculó casi al instante, Javi y Gorka habían sido un buen calentamiento. El enorme aparato de Toño había terminado la faena.

Tras una reparadora ducha, la pareja abandonó la vivienda entre risas y jugueteos. Bajaron las escaleras de dos en dos y dejaron el edificio cogidos de  la mano, sin ni siquiera saludar al barrigudo conserje que los miraba de mala gana.

El hombre se sonrió cuando los chavales no pudieron verle.

- Otro que ha caído. Joder con la pequeña María.

Se sentó a ojear la prensa del día, pero sus recuerdos pronto volvieron a aquella tarde del pasado otoño, cuando se le apareció aquella viciosa ninfómana por primera vez.

                                      

- Buenas tardes señor. Vengo a ver a unos chicos para alquilar una habitación con ellos.

- ¡Ah sí! Los chavales… son muy majos… y bastante responsables… al menos para su edad.

El  hombre estaba encantado con la presencia de aquella muchacha en su portería. A pesar del frío, vestía una minifalda que apenas tapaba sus muslos, unas caras botas de cuero negro la hacían parecer más alta de lo que en realidad era.  Bajo una torera corta, del mismo color y material, un minúsculo top apenas tapaba el generoso busto de la chica. Don Manuel ni siquiera podía mirar a la cara de la chavala, sus ojos se le iban hacia el escote que se le presentaba ante él.

- Cuando deje de mirarme las tetas, ¿me podría decir algo más acerca de ellos? – le dijo haciendo una mueca

Ni se alteró lo más mínimo al saberse descubierto. Se limitó a resoplar y mostrar su nauseabunda dentadura.

- ¿Eres policía?- le dijo en tono burlón - Perdone agente. No tengo ni idea de dónde puedes guardar la pistola, putita… debajo de tan poca tela…

- No se pase de listo. Sólo quiero que me cuente todo lo que sepa de ellos…

- ¿Sólo eso?  Ni pensarlo. No quiero problemas… ¡joder!…

La chica, sin cortarse un pelo, se había subido el top y le mostraba las tetas sin ningún miramiento.

- Me lo tiraré a pelo si es bueno y me lo cuenta todo. Además, si me gusta lo que me dice… quizás sea su nueva vecina…ya me entiende.

El abuelo no se había visto en otra igual en su vida. Pensaba que le estaba vacilando pero no tenía mucho que perder. Desembuchó todo lo que sabía de los tres amigos.  Solía rebuscar en la basura de los vecinos, así que le contó hasta las veces que compraban papel higiénico. Le habló de Gorka y la calentorra de Elena, de Javi y su ludopatía. De Toño en cambio apenas le pudo contar nada, tan sólo que nunca se iba a casa por algún lío con  su padre.

- Bueno, lo prometido es deuda.

Se dirigió a la puerta del pequeño habitáculo, bajó la persiana y cerró con llave.

- Tan sólo hay un pequeño problema. Tengo la regla y sangro bastante. ¿Le importaría metérmela por el culo? – dijo alzando su falda, mostrando un pequeño tanga insertado en sus carnes.

Don Manuel estaba tan excitado ante tal ofrecimiento que apenas acertó a meter su pequeño pene por  aquel agujerito un par de veces. Eyaculo torpemente en un instante.

- Menudo campeón está hecho. Espero que me trate mejor la próxima vez que baje a visitarle.

- ¿Vas a quedarte? – su tono, lejos de ser desafiante, parecía suplicar a la muchacha.

- Bueno. Dependerá de esos críos..,.

- Si vas así vestida… ni lo dudes…

- Ni hablar de eso. Les asustaría – la viciosa mente de la chica se había puesto en marcha analizando la próxima jugada – necesito un cambio de imagen.

- Pues yo creo que estás de muerte…

- En fin, me largo. No se apure, luego vuelvo. La cita es mas tarde. Sólo quería tantear el terreno – apretó con el dedo la barriga del hombre – ni se le ocurra descubrirme. Usted no me había visto en su vida, ¿eh?. Sea bueno y lo de esta tarde se repetirá bastante.

- Soy una tumba.

- Más le vale.

La chica abandonó el portal con cuidado de que no le viese nadie. Aquella fue la primera vez que don Manuel disfrutó de los encantos de la joven. Pero no la última. No menos de dos veces por semana, la chica le visitaba en su portería, y no precisamente para pedirle azúcar. De hecho, incluso aquel primer día la volvió a degustar cuando, poco antes de las ocho de la tarde volvió a entrar en su cuchitril. No la reconoció, su aspecto era tan sensual como el de un saco de patatas. No obstante, cuando le mamó la polla con tremenda pericia, comprobó el placer que una lengua experta, coronada con aquel piercing juguetón podía proporcionar. Putero reincidente, sabía reconocer a una profesional en cuanto la veía. Aquella chica era la mejor, nada que ver con todas esas putas extranjeras a las que había follado. Se notaba que aquella princesa hacía aquello por puro vicio.

                                       ***** ****** ****** *****

Cuando María y Toño salieron a la calle, había parado de llover. La temperatura no era demasiado baja dada las fechas en la que estaban.

Cogidos de la mano pasearon por el parque, el chico intentó besarla pero ella le recordó el pacto que habían sellado con sexo y cava la noche anterior.

Entre ellos nada de amor, sólo sexo, y sólo en casa. Él no tuvo más remedio que resignarse. María ponía las reglas. Mejor eso que nada.

- Primero, la farmacia.

Toño se moría de vergüenza cuando la chica le preguntó al boticario acerca de la píldora del día después y otro tipo de pastillas anticonceptivas. Se sintió culpable. Ni él ni sus amigos habían reparado en la posibilidad de dejar preñada a la chica. Ella invirtió casi todo su escaso presupuesto en aquellos menesteres.

- María, eso lo pagamos nosotros – le dijo en cuanto estuvieron en la calle.

- Ni hablar…

- No me perdonaría que la mamada al asqueroso don Manuel  fuese la que pagase nuestros vicios…

- No insistas…

- ¡Joder! – esta vez Toño se mosqueó bastante – El cliente tiene que ponerse el condón, incluso creo que las putas les cobran un suplemento si son ellas las que le suministran el preservativo…

- Bueno… - dudó ella – creo que eso es cierto…

- ¡Pues claro, ostia! No se hable más. Las pastillas  corren de nuestra cuenta, y si quieres condones… pues también. Los chicos estarían de acuerdo conmigo. Seguro.

- Claro tonto, no te mosquees – le dijo María estirándole un poquito de pelo – Pero ni un euro más.

- Bueno, falta mi regalo. Dijiste que preferías el dinero. Toma.

- ¡Ni hablar! ¡Ciento cincuenta euros!  ¡Estás de coña! Ahora la que me enfado soy yo…

- Tampoco es tanto… es de parte de los tres. Lo hablamos ayer por la noche… mientras te duchabas… - balbuceó.

- Mientes fatal, Toño. Te recuerdo que tú estabas conmigo en el baño…

El chico reconoció que había pillado su inocente mentira, pero no siguió insistiendo.

- ¡Que sí, mierda! Seguro que Gorka y Javi estarán de acuerdo…

- No insistas. Es demasiado dinero.

- Por favor María, acéptalo. Tú lo necesitas más que yo… - pero cuando observó la cara de mosqueo de la chica hizo su último esfuerzo – por lo menos acepta cien de mi parte…

- Es mucho para una amiga. Con veinte es suficiente.

- ¡De cojón! No valores mi amistad con el precio de… - se quedó callado, avergonzado,

- Dilo, con el precio de una mamada.

- ¡Cien!

- ¡Cuarenta!

- ¡Ochenta!

- ¡Sesenta! – sonrió – esto parece el mundo al revés. Normalmente la puta es la que pide más y el cliente es el que rebaja.

- De acuerdo. Sesenta. Y con lo de las pastillas… ochenta. ¿Vale?

- Vale… pesado.

- Te recuerdo que aquí no eres una puta, eres mi amiga. Este es el regalo a mi mejor amiga.

- ¡Vamos a chafarlo!

- ¿A dónde?

- Pues al Mercadona, claro.

- ¿Mercadona? – de cien sitios que hubiese dicho él, no hubiese acertado el lugar dónde María quería comprar su regalo.

- Necesito cosas. Cosas realmente importantes…

Lo que quedó del resto de la mañana lo invirtieron los dos como si fuesen una pareja joven haciendo su compra semanal. María eligió sobre todo productos de higiene personal de lo más variados como tampones, jabones y cremas. Siempre lo más barato.

Donde invirtió más tiempo revisando los componentes fue con las leches corporales. Eligió la que más le satisfizo dado su escaso presupuesto.

Toño compró comida, sobre todo a gusto de María.

- Por favor, compra esta mermelada de frambuesa. Me vuelve loca. Hace siglos que no como…

- ¿Por qué?

- Es un poco cara.

Cuando Toño miró el precio, este no subía de los cinco euros. Entonces comprobó cuál era realmente el estado financiero al que había llegado la chica. Bajo cero.

Comprendió su desesperación y el porqué había llegado a ofrecer su boca al portero. Pura necesidad. La perdonó por ello internamente.

- ¡Tengo un hambre que me muero! – dijo María.

- Es muy tarde para ir a casa… te invito a comer. Es lo mismo que lo hagamos aquí o en casa, ¿no?

- Bueno.

- ¿Qué te apetece?

- Chino

- ¿Chino?

- Me encanta, la comida es barata… y abundante,

- ¡A ver si ahora te vas a poner como una vaca! – dijo Toño ensanchando los brazos.

- ¡Chaval, no te pases! – respondió ella haciéndole cosquillas en un costado – Dejemos todo esto en consigna y vamos.

La comida, deliciosa. Pero más por la compañía que por los manjares. Toño odiaba todas aquellas cositas partiditas en trozos pequeños pero María disfrutó tanto que no se arrepintió de haber accedido a su sugerencia. Ella parecía otra, más liberada, mas relajada, feliz.

- Ahora vendría bien una buena siesta.

- Si quieres, vale. Lo cierto es que yo suelo dormir más bien poco…

- En la cama se pueden hacer otras cosas aparte de dormir…

- ¡Camarero, la cuenta!

Se dirigían en busca de sus artículos comprados cuando la chica se detuvo delante de un local del centro comercial. Tenía muchas luces rojas en su fachada y un nombre de lo mas explicito. “Venus: artículos eróticos. Prohibida la entrada a menores de 18 años”

Si en la farmacia Toño estaba muerto de vergüenza, cuando María le agarró de la mano y lo introdujo en el establecimiento quiso salir corriendo. Sin embargo, el interior del local era muy diferente a lo que él esperaba. Nada de un antro lúgubre, oscuro y furtivo. Era una tienda convencional. Muy iluminada y bastante concurrida.

Chicas preparando una despedida de soltera elegían un disfraz picante para la homenajeada, parejas maduras cogidas de la mano rebuscaban entre las películas eróticas de los años setenta. Algún que otro marido compraba un regalo especial para su mujer o amante. Todo muy normal.

Cuando la dependienta dejó a una pareja de gays  eligiendo un consolador acorde con sus preferencias se les acercó amablemente.

- ¿Puedo ayudaros?

- ¿Cuánto cuesta? – Dijo María señalando a la pared.

- Todo el conjunto, ciento cincuenta.

Toño creyó desmayarse. La chavala señalaba un conjunto de corpiño, liguero, medias y botas rojo de lo más sugerente. Imaginó a la pequeña María con aquello puesto y algo importante comenzó a crecer en su entrepierna.

- Es muy caro.

- Son las botas. El resto a penas cuesta sesenta…

- Perfecto. Me quedan cincuenta y nueve. Supongo que será suficiente.

- Por supuesto. ¿Te lo pruebas? Tengo que deciros que a los probadores sólo puede entrar una persona. Son las normas.

- Claro, claro.

Veinte minutos después la compra estaba hecha. La dependienta estuvo dentro del probador con María durante casi todo ese tiempo. A Toño le pareció un poco raro pero no dijo nada.

- ¿Te lo envuelvo para regalo?

- Me gustaría llevármelo puesto pero no es posible. Sí, gracias.

- Son… cincuenta y nueve euros… y una sonrisa.

A Toño le pareció entender que la dependienta le estaba echando los tejos a María. Un montón de monedas cayeron sobre el mostrador.

- Aquí hay nueve euros. Faltan cincuenta, cielo.

- Por supuesto.

De un bolsillito pequeño de su cartera sacó un billete marrón muy doblado. Lo desplegó con paciencia y lo entregó, sonriente, a la cajera. Antes de salir, Toño descubrió un consolador doble negro, similar al que María guardaba en su cajón.

- Venga, pervertidillo. Vamos a estrenar tu regalo.

De camino a casa Toño no pudo reprimirse y preguntó.

- ¿Y esos cincuenta euros?

- Son los del billete,

- ¿Qué billete?

- El de la vuelta a mi casa.

- ¿A casa?

- Sí, a mi casa. Me fui de ella con todos mis ahorros y me prometí a mi misma que, si todo no me funcionaba tal y como esperaba, con mis últimos cincuenta euros compraría un billete de autobús para volver con mis padres.

- Entiendo. Y te los has gastado en lencería en lugar de algo más útil.

- Desde ayer tengo claro que no los voy a necesitar. No volveré jamás. Haré lo que haga falta

- Entiendo – Toño sabía hasta dónde ella era capaz de llegar.

Antes de llegar a casa, María hablaba distraída y tropezó con un señor mayor, muy trajeado y acicalado.

- ¡Niña, mira por donde vas!

- ¡Perdón, señor!

- ¡Esta juventud, está siempre en las nubes!

- Menudo genio, tiene el viejo- comentó Toño al llegar a casa

- ¡Pues no veas cómo se pondrá cuando se entere de esto! – dijo la chica enseñando una cartera de cuero.

- ¡María! ¡Se la has robado!

- ¿Siiii? ¿de veras? No me había dado cuenta…

- ¡María, joder!

- ¡Joder, qué! No te enteras, Antoñito… ya os dije que no tenía un duro… y que haría lo que fuese por subsistir…

- Pero ¿robar?

- ¿Prefieres que el portero me dé por detrás?

- ¡No, por supuesto!

- Pues eso – rebuscó entre los bolsillos.

- ¿Y las huellas?

- Tú ves mucha tele, Toño – y continuó mirando - menudo rata, sesenta euros y calderilla… putas tarjetas…¡y un condón! Caramba con el abuelo.


Capítulo 4: La apuesta.

Cuando  Toño y María llegaron, recogieron todo lo comprado de manera ordenada. Toño se moría por meterse en sus bragas pero se comportó como un caballero.

- Será mejor que eso lo estrenes cuando estén Javi y Gorka también. ¿No te parece? – Toño no creía lo que estaba diciendo.

- Claro – dijo ella agradecida. Por fin el chico empezaba a asimilar que - María no era solo para él – Déjame dormir un ratito y luego… te haré lo que me pidas.

- Duerme desnuda y hazlo conmigo, por favor.

- Por supuesto, cariño.

La relajante respiración de María hizo que hasta el insomne Toño echase una cabezadita. Había tenido un sueño precioso. Curiosamente su mente que lo recordaba todo lo vivido no solía hacer lo mismo con lo soñado. No sabía por qué pero le despertó una sensación de lo más agradable. Cuando se desperezó, fue consciente del porqué de su dicha. Maria y su lengua le lamían por todos los sitios, sobre todo sus pelotas. Cuando la erección llegó a su clímax le dijo de nuevo.

- Tienes una polla tremenda. Sin duda es la mayor de todas las que he probado…

- ¿Y han sido muchas?

- ¡Ahora vuelvo! – la chica se largó, esquivando la pregunta,

No mintió, en menos de un minuto, estaba de nuevo sobre él.

- ¡Agarra la cama! Y no te asustes, voy a esposarte. Confía en mí. Seré buena.

- No te pases ¿eh? Si te digo que me sueltes, me sueltas.

- Lo juro. Las putas, obedecen.

- Eso. ¡Joder, no aprietes tanto!

- ¡No seas nenaza!

- Pe….

Ya no continuó. María de un salto lo había cabalgado sin previo aviso. Los movimientos pélvicos de la morena  eran  incontestables.  Sólo cabía disfrutar de ellos, como Toño estaba haciendo.

- ¡Voy a dejarte seco! – le amenazó fingiendo estar enfadada.

- ¡Me cago en mi padre!

La sensación de sentirse físicamente sometido a María le agradaba. Ella, a veces cariñosa otras veces salvaje sabía sacar de dentro de él el animal que llevaba dentro. El coito duró casi una hora. María estaba encantada. Toño era un amante extraordinario.

Ella se empleaba a fondo pero él aguantaba y aguantaba la eyaculación.  Pensó algo nuevo, algo que sorprendiese al chico y le hiciese venirse de una vez. Toño se preocupó cuando de nuevo noto que su amazona le abandonaba con el pene erguido. No acertaba a hablar. De haber podido hacerlo le hubiese advertido de la inminencia de su orgasmo.

Pasaron más de cinco minutos. Hacía rato que se le habían dormido las manos. Empezaban a dolerle realmente.

- ¡María! ¿Dónde estas?

- Voy… - se oyó al fondo - ¡Aquí está! Joder qué tonta estoy.

- ¡Suéltame!

- Aguanta un poquito, mi vida – la chica entró en el cuarto con el botecito de mermelada.

- ¡Ni hablar, me duelen los brazos!

- Primero tienes que decir la palabra mágica.

- ¡Basta de juegos! Me lo prometiste.

- Dilo… - distraídamente le embadurnaba el rabo con una untura rosácea -  ¡No sé por qué te cuesta tanto!

- ¡Puta, puta asquerosa! ¡Suéltame, zorra…! – parecía que Toño lo dijese en serio.

La chica pareció complacida ante tanto insulto. Tragó la verga del chaval hasta que le traspasó la garganta. La mezcla del dolor de sus manos y el placer de su polla hizo mella en el desaforado Toño, que eyaculó directamente en el esófago de la ninfómana de ojos azules.

Unos momentos después, se frotaba las muñecas,

- ¡Joder, cómo duele!

- Perdóname Toño… creo que me he pasado. Es que aguantas tanto que ya no sabía qué hacer… me había corrido al menos una docena de veces.

- No pasa nada, princesa – le revolvió el cabello juguetonamente- Menuda sensación cuando mi… ha traspasado tu… ya sabes, ha sido increíble.

- Te advertí que la mermelada de frambuesa me volvía loca.

- No me esperaba esto… de verdad.

- Ahora te toca a ti – se colocó las esposas, se tumbó boca abajo y las cerró.

- ¿Qué hago?

- Lo que te apetezca – la chiquilla meneó el culito, insinuante – podrías hacerme un masaje. Utiliza la crema que compramos esta mañana. Ponme bastante por el ojete… ya me entiendes.

- Por supuesto…

Toño se maravilló de la suavidad de la piel de la ninfa. Por supuesto que la sodomizaría pero sin prisa, tenían toda la tarde y toda la noche… toda la vida.

- María

- Dime.

- ¿Por qué te fuiste de casa?

- ¿Por qué no quieres ver a tu padre?

- Yo pregunté primero.

- Pues es tan sencillo como asqueroso… sin entrar en detalles, sólo te diré que me visitaba a horas poco adecuadas mi habitación. Llegó un momento en que dormía más conmigo que con mi madre…

- ¿Te follaba?

- Por todos los sitios, casi todas las noches. Él me desvirgó.

- ¿Y tu madre?

- Jamás dijo nada, aunque lo sabía todo. Las apariencias… el escándalo… lo de casa, en casa queda. Hasta que me largué.

- Pero, ¿por qué no le denunciaste?

- No lo sé. Preferí huir.

- Pero, ¿y tus hermanas pequeñas? ¿no piensas en ellas?

- Constantemente – su tono no era demasiado convincente -… pero son bastante espabiladas… seguro que saldrán adelante…

- Como tú.

- Como yo – suspiró - ¿y tú y tu padre? ¿Qué pasó? ¿También abusó de ti?

- Ni hablar.  Mi padre era  y es un mujeriego empedernido.  Te diré que la noche en que yo nací, se fue a celebrarlo con sus amigos a piso exclusivo de unas prostitutas de lujo.

- ¡No me jodas!

- Como lo oyes.

- Mi madre murió poco después…

- De pena, supongo.

- De un infarto, mientras follaba con una de sus amantes.

- Te estás quedando conmigo.

- Suena a chiste, pero te juro que es cierto. Eran tan para cual.

- ¡Increíble! – la chica comprendió que no era broma.

- Bueno… lo cierto es que mi infancia, a pesar de eso, no fue del todo mala. Mi hermana Julia cuidó de mí como si fuese mi madre.

- ¡Se la tiraba, como a mí!

- ¡No, no es eso!  Deja que te lo cuente. Mi padre es un cabronazo, pero no hasta ese punto. Le gustan las hembras con curvas, con tetas, ya me entiendes. Se encoño de una cubana que sólo quiere sacarle los cuartos. En cuanto Julia cumplió los dieciocho, la negra esa la largó con lo puesto.

-Y por eso no puedes ni verle.

- ¡Calla, leche! No aciertas ni una. Mi hermana no era una monja precisamente. Sólo era cariñosa conmigo. Con el resto del mundo, una bruja. Se portaba fatal en casa y se traía a los novios a su cuarto. Era… es un poco ligera de cascos, ya me entiendes…

- Pues no, Toño.  No te entiendo.

- Es… ¡Ostia! No había hablado con nadie de esto…

- ¡Pues métemela por el culo y habla de una vez!

- Pues de eso va la cosa, de dar por el culo.

- ¡Aaaaaaaa!

- A… verrrr… si… te.. callas… de… una… vez…¡puta!

Con cada palabra, el chico daba una sacudida a las entrañas de una dolorida María. No recordaba tanto sufrimiento durante una sodomización. La noche anterior Toño la había tratado con mucha suavidad. Ahora, en cambio, la embestía con furia… como a ella le gustaba.

- ¡Sssiiiiiiii!

Bien sabido es que los hombres no saben hacer dos cosas a la vez, así que dedicó todos sus esfuerzos a taladrar con furia el trasero que disponía. Cuando hubo acabado, se tumbó junto a su amada, que todavía esposada le suplicó.

- ¡Sigue!

- ¿Con el culo?

- ¡Noooo! – María ya había tenido suficiente – con la historia.

- Resumiendo. Un día pillé a mi padre con aquella zorra caribeña mamándole la polla en el salón. No era la primera vez que ocurría. Parecían conejos follando a todas horas. Veían una película porno comercial de esas de ahora, una de follar y punto. Sin diálogo. Sólo sexo.

- Tampoco me parece muy mal. Son bastante instructivas…

- ¿Tú ves normal que un padre se ponga cachondo viendo a su hija siendo enculada por un negro?

María lo comprendió todo. Comprendió el odio de Toño hacia su padre y, aunque nunca lo había dicho, hacia su hermana.

- ¿Y lo de la libertad condicional? ¿tiene algo que ver?

- Pues sí. Tan cabreado estaba que me introduje esa misma tarde en el ordenador central de la empresa de mi padre y puse una foto de él y la zorra de su novia follando como salvapantallas de todos los terminales.

- ¡No jodas!

- Era un crío. Fue una chiquillada.

¿Cuántos años tenías?

- Casi trece.

- ¡Eres un puto genio!

- Se armó un buen follón.

- No me extraña.

- Lo mejor de todo es que mi padre es el director financiero de una importante empresa de seguridad informática…

- ¡Increíble!

- A parte de la vergüenza, a él no pudieron hacerle nada. No tenía acceso a los códigos de seguridad ni nada por el estilo. Además, no es una buena publicidad que un mocoso desde un vulgar cibercafé "hackee" un sistema informático en teoría inexpugnable…

- Ya te digo…

- En realidad creo que lo que les frenó fue la indemnización millonaria que deberían haberle soltado en caso de despido… un contrato blindado de esos….

- ¡Vaya, vaya Toño! Tu papi debe estar forrado…

- Puede meterse todo su dinero… por el culo.

- Siempre lo mismo.  Pero entonces, ¿qué pasa con lo de la libertad condicional?

- Eso… eso fue unos años mas tarde… cuando me metí en el sistema de seguridad de… de la productora de cine porno donde trabaja mi hermana.

- ¿Qué hiciste?

- Tampoco fue para tanto… poca cosa… cambié los teléfonos eróticos por otros de personas privadas… políticos… sacerdotes… empresarios…

- ¡Qué bueno!

- Eliminé todas las películas de mi hermana y en su lugar puse aventuras de Tom y Jerry… y cosas así… tardaron mas de una semana en volver a restaurarlo todo… son unos chapuceros… a mí no me hubiese costado ni media hora…

- ¿Y qué pasó?

- Pues que me pillaron de la manera más tonta… tan absorto estaba que se me acabó la pasta y no pude borrar el rastro… ¡Joder, si hubiese llevado diez cochinos euros te aseguro que ahora no estaría como estoy!

- ¡Fichado!

- Una multa de sesenta mil euros y cinco años sin poder acercarme a diez metros de una máquina de esas…

- ¿Y cómo lo haces?

- No te entiendo.

- ¿Cómo se puede estudiar informática sin tocar un teclado? Me parece una pasada…

- Lo cierto es que es un engorro… El rectorado me ha asignado un… un becario… que pasa mis trabajos a ordenador y comprueba que mis algoritmos funcionan…

- ¡Un puto negro!

- Es una chica muy simpática…

- ¿Chica? ¡Qué calladito te lo tenías!

- ¡No se lo digas a estos! Me estarían todo el día tomando el pelo…

- ¿Es guapa? ¿Te gusta?

- ¡A mí sólo me gustas tú, María!

- ¡Es guapa!

- A penas la conozco… es muy reservada y yo… yo soy muy cortado…

- Suéltame y cuenta mas de ella…

- Tiene un historial académico impresionante – continuó mientras la desposaba – y ya ves, de becaria…

- ¿Historial académico? No me jodas… ¿cómo tiene las tetas?

- ¡Por eso no quería decir nada! Eres peor que Javi y Gorka…

- ¡Las tiene grandes!

- Enormes…

- ¿Está gorda?

- Para nada…tiene un aire a mi hermana… pero sin silicona en los morros…

- ¿Tu hermana?

A Toño le costaba pronunciar el nombre artístico de Julia. Cuando María lo oyó, se quedó de piedra.

 - ¿Esa es tu hermana? ¿Tú eres el hermano de…?

- ¡Sí! ¡Guárdame el secreto! No me jodas…

- Ostia, tío. No te enfades pero no me extraña que tu padre se ponga burro ante semejante hembra.

- ¡María!

- ¡Qué pasa! He visto mucho porno y tu hermana es, sin duda la mejor.

- ¡Vete a la mierda!

- Pero Toño, no te enfades. A ti te jode porque es tu hermana. Lo comprendo. Pero tienes que intentar comprender al resto de la humanidad…

El chico se quedó callado. Tras unos momentos de reflexión dijo.

- Me costará.

- Inténtalo. Para ella no es ningún problema hacer lo que hace. Ya es hora de que madures y lo a asumas.

Permanecieron abrazados piel hasta que Toño rompió el silencio

- Maria ¿tanto porno has visto? También te gustan las chicas ¿no?

- ¡Vamos, a la ducha! Hay que preparar la cena y  luego ver el  partido…

- ¿Te gusta el fútbol?

- Me encanta, como el resto de deportes…

- Sexo sin fin y te gusta el fútbol. Eres un sueño para cualquier hombre.

- Incluso para alguna mujer…

La velada transcurrió sin sobresaltos. La chica se quedó dormida sobre el hombro de Toño. No quiso despertarla y, galante, la llevó entre sus brazos a la cama y la arropó con todo el cariño del mundo. El chico la miró tiernamente. Parecía más joven cuando dormía.

El domingo amaneció como toda la semana, lloviendo.  No obstante eso tampoco amilanó a una María que, después del primer polvo mañanero sugirió a Toño un paseo dominical por el parque. El chico puso mala cara, tenía otros planes. En febrero, los exámenes parciales no dejan demasiado tiempo para paseos. A pesar de su excelente memoria, necesitaba un tiempo para repasar sus apuntes y el sábado lo había invertido en María.

Quedaron para la hora de comer y la chica se marchó sonriente. Tras el consiguiente paso por la portería la chica se dirigió a un videoclub. No le fue difícil encontrar las películas que estaba buscando, había muchas de la actriz porno que le interesaba. Tenía tres horas hasta la comida, dudó un poco. No era uno de sus días, pero no tenía nada mejor que hacer. Tomó un taxi  y se dirigió a la zona noble de la ciudad.

Se bajó del vehículo, pagó la carrera y una generosísima propina. Callejeó un poco y entró en un portal de lo más lujoso. Saludó a un elegante portero con una sonrisa y subió hasta el ático.

- ¿Qué haces aquí? Los domingos no “trabajas”.

- Lo sé, reina. Pero sé que la rusa está enferma y vengo a echaros una mano. Sólo hasta las dos, luego tengo que irme…

- Pues menos mal, a las doce, cuando salgan de misa van a venir unos clientes…

- ¡Perfecto! Todavía tengo tiempo de arreglarme… ¿qué me pongo?

- Con el traje de colegiala será suficiente, les volverás locos…

- Vale.

Mientras se colocaba las coletas María se miraba al espejo.

- ¡Puta! – solía murmurarse a sí misma. Sin calentamiento previo se introdujo lentamente una ristra de bolitas negras por el ano.

Para ella, todo era un juego, un divertimento, una chiquillada.  Adoptaba un papel que interpretaba hasta que se aburría, se cansaba o la descubrían. Primero fue la amante de un sacerdote, después la de un hombre casado, después se lo montó con un viudo septuagenario forrado de dinero, con una mujer de negocios casada con dos hijos y, por último, con los tres estudiantes.

El verano anterior se encaprichó de una elegante mujer de unos cuarenta años, casada y con dos pequeños querubines. Era una alto cargo de una importante multinacional de cosmética.  La conquistó sin problemas y la cuarentona aquella se enamoró tanto de Clara, nombre falso que la chica había adoptado, que un día a finales de septiembre se presentó en su casa a las doce de la noche con un par de maletas.

- ¡He dejado a mi marido! Y a mis hijos. Y mi trabajo. Todo. Me vengo a vivir contigo... – le había dicho.

- ¡Pero qué dices! Aquí no puedes estar.

- ¿Por qué?

- ¡Porque, ya sabes, esto es una casa… de citas…!

- Me prostituiré si es lo que quieres… todo con tal de estar contigo…

- No, mi vida. No es necesario – le dijo dándole un besito.

- Compraré un apartamento.

- ¡Estupendo! Me parece perfecto. Pero aquí no puedes dormir hoy. Son las normas.

- ¡Deja esta mierda, vente conmigo! Escapemos juntas…

- ¡De acuerdo! Pero tengo que recoger algo de ropa y mis cosas…

- ¡Te compraré todo lo que necesites!

- Tranquila, mi amor,  dame diez minutos, espérame en la cafetería de la esquina y estaremos juntas el resto de nuestra vida.

La mujer podía esperarle sentada. Clara no apareció. En cuanto se largó, la chica recogió una pequeña bolsa de deporte, la llenó de un montón de billetes de quinientos euros que guardaba bajo el colchón, un enorme consolador negro, y algo de ropa interior. Se escabulló por la puerta trasera del edificio, sin ni siquiera cambiarse de ropa, dirigiéndose a la estación de autobús y montó en el primero que salió.  Media hora después de jurar amor eterno, la joven se encaminaba hacia una nueva ciudad, una nueva mentira, una nueva aventura.

Su vecino de asiento no dejaba de mirar sus piernas y escote. Al otro lado del pasillo, su esposa e hija dormían profundamente. Decidió ser  buena y no meterse en líos. Se abrochó la torera y puso sobre sus muslos la bolsa con todas sus pertenencias.

Llegó a la ciudad de destino, ya había amanecido. Buscó en el tablón de anuncios de la estación de autobuses y un mensaje le pareció interesante. Tres chicos buscaban compañero o compañera de piso. La muchacha se mordió el labio. Tres pollas jóvenes, lo mejor para olvidar el coño rancio de su última amante.

Invirtió la mañana en alquilar un guardamuebles en un polígono industrial. En él, escondió el dinero que le había robado al abuelo aquel que se ligó antes de la ejecutiva. Había decidido que a partir de entonces sería María, una chica acomplejada y sin un duro que pagaría su alquiler con su cuerpo.  Tampoco se comía demasiado la cabeza con sus fantasías, si algo iba mal, se largaba sin despedirse y punto.

Fingía buscar trabajo por las mañanas, así que debía largarse del piso de estudiantes todos los días. Al principio recorría parques, bares y museos. Pero al final la cabra siempre tira para el monte. A las dos semanas se pasaba la mañana en un sex-shop oscuro y maloliente del barrio chino.  Mamaba pollas a través de los agujeros que unían las cabinas. Cobraba diez euros por sesión. Le gustaba el ambiente sórdido y el olor a sudor mezclado con ambientador barato.

El dinero que ganaba se lo daba de propina al encargado del local. No lo necesitaba. Hacía aquello para pasar el rato. Pronto se aburrió. Aquello era demasiado monótono. Ojeando el periódico encontró varios anuncios en el que se buscaba chicas para un piso… de alterne. En los dos primeros le dijeron que no daba el perfil. María no era demasiado exuberante y su atuendo descuidado tampoco le ayudaba.

La encargada de la tercera casa también tuvo dudas. Aquella era un establecimiento especial, con clientes especiales.

- Mira, princesa – le había dicho la encargada – Sinceramente no creo que dures aquí ni una semana.  Esto no es como chuparle la polla a tu novio en el asiento de un coche. Los señores que vienen aquí pagan mucho dinero por cosas… distintas.

- ¡Explíquese!

- No sé como decirlo, mejor es que lo veas.

Discretamente se introdujeron en un cuarto oscuro, en la pared había un cristal que dejaba ver lo que pasaba en la habitación contigua.

- Estos cuartos oscuros son para la seguridad de nuestras chicas. El cliente no puede vernos – dijo la madame antes de entrar.

- Ya veo.

María entendió enseguida de qué iba el rollo aquel. Las habitaciones de las chicas eran… distintas. Como muebles sólo había un colchón en el suelo, una pequeña coqueta. Todo forrado de plástico transparente, incluido el suelo.

En el centro de la estancia, una pequeña piscina de plástico. En su interior, un asiático con la boca abierta y  de pié, una negra impresionante meándole dentro.

- Aquí, con poner el culo no basta. Hay que hacer de todo, beso negro, lluvia dorada, sado, zoo, coprofagía… todo lo que te pidan. Se gana una pasta pero no todas valen. Por eso digo que será mejor que busques otro local donde necesiten una lolita como tú…

María sonrió. Aquello era lo que buscaba. Emociones fuertes y variadas. Ni se lo pensó.

- ¡Me quedo!

- ¿Seguro?

- ¿Cuándo empiezo?

- No sé. Tendríamos que hacer una prueba…

- Perfecto. Cuando quiera. Estoy lista…

- ¿Ahora?

- ¿Quiere que entre ahí?

- ¿Con el japonés? Deberías empezar con algo más suave. Es un enfermo.

- Venga, lo estoy deseando.

- Tú misma.

La encargada observó las evoluciones de la pequeña María junto con el cliente y la morena. Se impresionó de verdad.  Ante ella apareció un diamante en bruto. Una joya que, después de pulida, sería una máquina de hacer dinero a espuertas.  Ni un reparo, ni un mal gesto, ni una arcada. Hizo todo lo más asqueroso que al asiático se le ocurrió sin perder la sonrisa de la cara.

Prueba de la excelente actuación de María fue la generosa propina del cliente.

- ¿Cuándo empiezo? Sólo puedo venir de lunes, miércoles viernes, por las mañanas – dijo la chica cuando salió de la ducha. No quería invertir todo su tiempo en un mismo sitio.

- Mañana mismo. Tengo un par de clientes que les gustan las novedades. Toma, te lo has ganado. Cómprate algo de ropa…- le dijo la mujer acercándole un billete de quinientos euros.

- ¡Déselos a la negra! Al fin y al cabo, el cliente era suyo. Para mi tan sólo era una prueba…

- ¡Veo que eres lista, mi niña! Es bueno mantener contentas a las compañeras…

- Adiós, hasta mañana a las diez.

- Hasta mañana.

A punto estaba María de cerrar la puerta cuando la señora le preguntó.

- Oye, se me olvidaba. ¿Cómo te llamas?

- María

- ¿Y cuántos años tienes?

- Dieciocho. Lo siento, tengo que irme.

Cuando la puerta se cerró, la mujer no pudo evitar una media sonrisa

- Dieciocho….¡ya! – murmuró y respiró profundamente.

Por su casa habían pasado todo tipo de chicas. Inmigrantes, azafatas de congresos, estudiantes universitarias, aspirantes a modelos, bailarinas e incluso alguna que otra ama de casa. El noventa y nueve por ciento de ellas hacía todas aquellas asquerosidades por dinero. Por mucho dinero.

Pero había un uno por ciento restante, un uno por ciento sublime que lo hacía por puro placer. Esas eran, sin duda las mejores prostitutas.

Los años de experiencia le decían que la pequeña María pertenecía sin duda a ese maravilloso uno por ciento. También sabía que debía aprovechar el momento. Esas chicas se aburren pronto y cambian de aires sin previo aviso.

María llegaba tarde. Lo sabía pero no podía presentarse en casa con el cabello mojado y el aliento sabiendo a mierda. Hacía rato que no llovía y Toño era muy observador. Le gustaba Toño. Era como un osito de peluche que comía en su mano. Y sobre todo le gustaba su verga. Todavía era inexperto, pero con su ayuda pronto sería un consumado amante.

Javi se creía muy listo pero era un perdedor nato.

 Gorka, mucho músculo pero nada dentro.  Sólo tenía una cosa, algo que sí interesaba a María. Su imponente novia Elena.

Cuando entró y comenzó a recorrer el pasillo unas manos la agarraron de las caderas y al instante amasaron sus pechos como si fuesen de goma.

- Buenos días, bonita. ¿Te ha tratado bien Toño mientras yo no estaba?

- Buenos días, Javi. ¿Qué haces aquí? Creía que estarías con las hermanitas viciosas…

- Vamos a la cocina y te cuento. Estoy preparando arroz a la paella.

- Se huele desde aquí, por eso sabía que estabas en casa.

- ¡Qué lista la chica!

No se sorprendió María cuando, al llegar a la cocina el chico la recostó de nuevo sobre la encimera, le bajó los pantalones y comenzó a apretar su verga contra la entrada de su ano.

- ¡No veas cómo chillaba la hermanita cuando le hice esto!  A la media hora, ronroneaba como una gatita en celo.  Cuando acabó el último jugador de poker gritaba pidiendo más.

- Me… menuda puerca.

- Como su hermana.

- ¡Aauuuu! Y… y si tan bien estabas ¿por qué has venido a….?

- ¿A darte por el culo?  Porque el domingo las chicas tenían que pagar el alquiler. El dueño de su piso va a pasar el mejor día de su vida, te lo digo yo.

- ¡Ya estáis otra vez! – dijo Toño entrando en la habitación - ¡Joder, no le has dejado ni quitarse la chaqueta!

- Es que este culito me vuelve loco.

Afortunadamente para María, el gatillo flojo de Javi hizo que la sodomización no se alargase demasiado.  Cuando iba a subirse los pantalones, Toño intervino.

- ¡Espera, no lo hagas! Ahora voy yo.

María suspiró. No era lo que más le apetecía en ese momento pero, como buena puta, no protestó. Debía cumplir su papel. Su papel dentro de su fantasía.  Sin embargo, el dolor era tan agudo que no pudo evitar pensar en alto.

- Parece que le habéis cogido gusto a darme por detrás.

- ¿Algún problema? Si quieres, paro.

- No, no – María se avergonzó de su momento de debilidad – dame fuerte, no te cortes.

Y no lo hizo. Era su manera de vengarse de ella por follar con sus compañeros de piso. La imagen era de lo más surrealista. Javi vigilando el fuego y los otros dos, dale que te pego a un par de metros suyo. María gritaba pero el chico ni se inmutó.

La comida transcurrió distendida. Como de costumbre y más aún con la ausencia de Gorka, Javi llevaba la voz cantante. Les contó con pelos y señales lo ocurrido el día anterior durante la timba de cartas. Al parecer, el encuentro con las hermanas le había satisfecho plenamente, superando todas sus expectativas.

Al acabar el almuerzo dominical, María sorprendió a los chicos. Se había colocado una sudadera bastante grande y un pequeño pantaloncito corto.

- ¡He comprado varias películas!

- ¿De veras? De dónde sacaste la pasta.

- Será mejor que no preguntes. Aquí, María es toda una carterista.

- ¡No jodas! Eres una caja de sorpresas…

- ¡Deberías guardar el dinero y gastarlo en cosas más útiles!

- Eres un amargado. Las he comprado para vosotros, con todo mi afecto…

- Seguro que son un tostón de amor y llorar…

- ¡Bueno, para nada! – María sonreía pícaramente – Amor, lo que se dice amor… no creo que haya mucho. Y lo de llorar, no parece que lo pasen mal del todo.

Y tras decir esto, echó mano a la bolsa de plástico y lanzó sobre los chicos el contenido. La reacción de ellos no pudo ser más dispar. Javi alucinaba, una selección del mejor porno nacional. No se esperaba aquello de la inocente María.

En cambio, Toño se sintió muy incómodo y a punto estuvo de largarse a su cuarto. Pero no lo hizo. Al menos no desde el primer momento. Muy a su pesar, superado el primer impulso había decidido darle una lección de madurez a la morenita de ojos azules y piel albina.

- Elegid la que queráis. Yo voy a hacer palomitas.

- ¿Palomitas? ¿Viendo porno?

- ¿Por qué no? Una peli es una peli…

- Vale.

Javi ni siquiera pidió consejo a su amigo. Se limitó a buscar la de mayor duración. Cuando María regresó ya había comenzado la acción.

- Es una selección de las mejores escenas de esa guarra…- dijo para poner a su amiga en situación.

- ¿Me dejas sitio en el sofá?

- Por supuesto.

- Toño, ¿no vienes?

Tardó en reaccionar el chaval.

- N… no. Prefiero la silla.

- Como quieras – la chica parecía decepcionada y comenzó a tocarse – si no os importa, me gusta pajearme mientras veo porno.

- Joder con María. Eres una caja de sorpresas…

- ¿Tú no lo haces?

- Si, claro.

- Pues yo también.

- Vale, vale. No te enfades.

Toño aguantó bastante. La  primera escena fue bastante llevadera. Su hermana y otra despampanante actriz se metían de todo por sus agujeros. Jamás había hablado del tema con ella. Cinco minutos de charla al mes no se invierten en reproches ni reprimendas. Muy a su pesar, ella era feliz con lo que hacía y eso era lo más importante.

La segunda escena cambió de registro y aniquiló la resistencia del chaval. Cuando su hermana y tres sementales consumaron la triple penetración, se levantó compungido y dijo:

- Me… me voy a estudiar.

- Pero tío. No te cortes. Hazte una paja si se pones cachondo. O mejor, que te la chupe María. No te importa ¿verdad?

- No, claro.

Toño se levantó, intentando esconder su erección.  Al llegar a su cuarto, se masturbó con furia. Muy a su pesar, tuvo que admitir que ni si padre ni su hermana tenían ningún problema. El problema hasta aquel día había sido suyo y sólo suyo. Se había comportado como un niño.

- No entiendo a este chaval. En fin, el se lo pierde. ¡Chúpame a mí!

- Después, ahora déjame ver la peli.

- Pero…

- No seas pesado.

- Pero..

- Shsssss

María se dispuso a tragar un puñado de palomitas cuando una mano le agarró de la nuca. El cuenco se volcó, esparciendo los copos blancos por todo el sofá.

- ¡Puta! si te digo que me la chupes, me la chupas.

- ¡Que no, joder! ¿No ves que estoy comiendo? – dijo escabulléndose de la mano que acercaba su cara hacia el pene babeante.

Javi se quedó cortado.

- Perdona María. Es que me he puesto cachondo con rubia esa…

- ¡Qué es broma, tonto! Te lo crees todo… en el fondo eres más pardillo que Toño – dijo tirándole unas cuantas palomitas a la cara compungida del chico

- Eres una hija de puta…¿lo sabías? – no sabía si enfadarse o alegrarse.

- Por supuesto – contestó blandiendo con una mano la herramienta de Javi - ¿cómo desea que se la chupe al señor?

- Como lo hace esa guarra… menudo tratamiento le está dando al moreno.

- ¿Seguro? Si te hago algo parecido, no me duras ni un minuto.

- ¿Qué no? ¿Qué te apuestas?... – salió la vena competitiva de Javi.

- ¿Quieres jugar fuerte?

- Claro.

 No sé, espera…. ¡ya lo tengo!

- Dispara.

- Si ganas, me tiraré a ese profesor tuyo… el que te tiene manía… conseguiré que te apruebe.

- ¿El profesor Robles?

- Sí, ese.

- Pero alma cándida, si tiene casi setenta años.  Está  a punto de jubilarse y  está por encima del bien y del mal… Viudo y con nueve hijos, no creo que caiga en tus redes a estas alturas de la vida

- Tú confía en mí.  Además, todavía no he perdido.

- Y si ganas, ¿qué quieres? ¿dinero?

- Bueno… no me vendría nada mal… pero… pero quiero otra cosa tuya más interesante.

- ¿Interesante?

- Tu… culo. Te meteré un dedo por el culo.

- ¿Qué? ¡Estás como una cabra!

- ¿De qué te preocupas? Si tan seguro estás, no tienes nada que temer.

- ¿Crees que soy marica? De eso nada, monada…

- Todos sois iguales – María parecía enfadada - ¿Porqué tenéis esa convicción incuestionable de que todo hombre que juega con su ano es gay?

- ¿No es así?

- Pues no, claro que no. He estado con hombres que para nada tenían el menor interés en otros pero que disfrutaban como enanos cuando les metía el dedo por el culo. ¿No has oído hablar del punto G de los chicos?

- ¡Eso son chorradas! G, de gilipollas…

- Bueno, si no quieres, vale.

- ¿Quién es ahora la que piensa que soy un niño y que voy a entrar en ese jueguecito tonto?

- Yo ¿funciona?

- Pues claro.

- ¡Hecho! Un minuto.

- Sesenta segundos.

- Lleva la cuenta en voz alta y no te aceleres, que nos conocemos.

- Espera, espera. Apaga la tele…

- Ni hablar, si te molesta lo que ves, cierras los ojos…

- Vale.

La chica se arrodilló como una bala en el suelo. Se acomodó, agarró de nuevo el cipote y abrió la boca.

- ¡Preparados… listos…. Ya!

- Me cago en la puta… ¡Qué gusto! – la cabeza de su compañera se movía vertiginosamente.

El combate era tan desigual que hasta le dio tiempo a María de recrearse en los peludos testículos de Javi. Quince segundos antes de lo acordado, el chaval se desparramó entre los labios sonrientes de la chica.

- Has perdido…

- No vale… la peli me ha puesto como un burro…

- Has perdido…

- Quiero la revancha…

- Has perdido…

El chico agachó la cabeza.

- He perdido.

- ¡Bieeeeennnn! La nena vuelve a ganar.


- ¿Y cómo lo hacemos? – Javi temía más por la integridad de su hombría que la de su ano.

 - Tranquilo, hombre. ¿Tienes prisa?

- Para nada.

- Veamos un poco más la peli. La tarde es muy larga.

- ¡Y más que se me va a hacer a mí!

- No seas llorica. Verás como te gusta… tendré cuidado, te lo prometo.

- No creo…

- Si te portas como un hombre, haré una visita al profesor ese… ya verás como vale la pena.

- Por lo menos no hay mal que por bien no venga.

 Ahora vuelvo.

Javi esperaba aterrado el regreso de María. En su fuero interno tenía la vaga esperanza de que todo fuese una broma, una burla, nada serio. Pero cuando vio que la chica volvía con una enorme colcha, un bote de crema y el frasquito de vaselina, esa esperanza se esfumó.

- No te quejes, de haber sido un chico habría ido al grano de inmediato, sin lubricación ni leches. Os gusta hacerlo así, os pone cachondos si la chica grita y se retuerce de dolor, por eso cuando intentáis darnos por detrás sois tan torpes.  La mayoría de las veces no es que a las chicas no nos guste, a mí me gusta, lo que pasa es que sois tan brutos que nos hacéis daño. Esto requiere preparación; un tiempo para cada cosa y cada cosa a su tiempo.

- Si tú lo dices.

 Ven aquí. Desnúdate, túmbate boca abajo y relájate ostia, que no voy a comerte.

- ¡Vas a romperme el culo!

- Voy a hacerte un masaje.

- !Ya!

- Toma, muerde esto si te duele mucho – dijo entre risas lanzándole a la cara las bragas húmedas que acababa de quitarse.

Javi no estaba relajado ni mucho menos. Pensaba que aquella tarde iba a ser la peor de su vida. Podría haberse revindicado en su condición de macho y utilizar la fuerza para evitar el castigo, pero no lo hizo. Era un jugador y los de su condición comprenden que es tan importante saber ganar como perder, aun a costa de su hombría... y su trasero.

De reojo vio como la chica también se desnudaba. Era preciosa, no cabía duda. Cuando notó sobre su espalda un abundante chorro de crema corporal decidió que lo mejor sería cerrar los ojos, apretar los dientes y afrontar la tortura con la mayor entereza posible.

María era una experta. Se sentó sobre las desnudas nalgas de Javi y comenzó a masajear la zona dorsal, la nuca y los brazos del chico. Se trataba de un tipo de masaje muy profesional, nada erótico, más bien terapéutico.

El universitario tuvo que reconocer la María sabía lo que hacía. Al fin y al cabo era una profesional del masaje según les había dicho. No resultó tan convencional cuando se acercó a la oreja del chico y comenzó a lamerla. Una corriente recorrió la espalda de Javi. Aquello no estaba tan mal., notaba el roce de los pechos de la chica sobre su espalda. Estaba tan resbaladiza que los pezones se deslizaban vertiginosamente por todo su dorso.

Después de frotarle con tan delicadas esponjas todo su cuerpo la chica se sentó a horcajadas sobre una de sus piernas y comenzó a mover su pelvis lentamente.

Un gemido apenas imperceptible le hizo saber que la chica se estaba masturbando con el roce. Cuando ella satisfizo sus instintos se volvió a abalanzar sobre el cuello del chaval y que comenzaba a perder los estribos ante tal cantidad de estímulos sobre su cuerpo.

María lamió, mordisqueó y besó  tanto el cuello como la espalda de un sobreexcitado Javi. Él dejó sus perjuicios a un lado y pensó que la lengua se introdujese dentro de sus glúteos era un paso lógico, y que lamiese su esfínter con deleite, lo más natural del mundo.

Javi quería morirse, pero no de dolor sino de gusto. Solía tener muchas cosquillas pero estaba tan excitado que ni se acordaba de ese pequeño detalle.

 María le apretaba las cachas, separando sus glúteos, y metía y sacaba la punta de su lengua de interior de su cuerpo. La jodida chica tenía toda la razón, aquello era lo mejor que había sentido nunca.

María lo estaba pasando de lo lindo. Hacía tiempo que no degustaba un culo virgen. Sus clientes eran casi siempre viejos verdes, con sus traseros flácidos y penes impotentes. Sin ser gran cosa el ano de Javi era el mejor que se había trabajado en meses. Pensó que el chaval ya estaba listo. Sobre todo por su forma de mover el culo ya que  lo arqueaba ligeramente. Consciente o inconscientemente buscaba algo más que una pequeña lengua en su interior. La joven desestimó la idea de la vaselina. Javi estaba tan excitado y su dedo era tan pequeño que no iba a necesitarla. Lanzó un escupitajo que alcanzó su objetivo, con aquello sería suficiente. Se chupó el dedo más largo y lo introdujo un par de centímetros. Notaba el latido del corazón del chico, a cada movimiento cardiaco la abertura se dilataba o se contraía rítmicamente.

- ¿Paro? – dijo María en tono burlón.

- ¡Ni…  se… ni se te ocurra! ¡Sigue!

- Como ordene el señor…

-¡Me cago en mi padre!

- Te dije que te gustaría.

- ¡Es.. increíble!

- ¿Metemos otro?

- ¡Sssssssiiiiii! Pero ten cuidado.

- ¡Marchando!

Con suaves movimientos rotatorios, poco a poco los dos apéndices se internaron por el oscuro agujero todo lo que su corta longitud les permitió.

- Pues si esto te ha gustado, no veas cuando te roce… ¡Aquí!

- ¡Aaaahh! – gritó Javi apretando los puños.

- ¡El famoso punto G existe! ¿qué dices ahora, putito?

Pero Javi no pudo decir nada. Le hervía la sangre y sólo gemía y gritaba de placer.  Era todo un escándalo, tanto que Toño se asustó al oír el griterío, acercándose al comedor al ver qué pasaba. Se quedó mudo.

María lo detectó al instante, bajo el dintel de la puerta y le hizo una señal de que permaneciera callado con la mano que tenía libre. Desde aquel lugar Javi no podía saber de su presencia pero él podía verlo todo.

María sonreía maliciosamente. Era una expresión distinta, Toño la descubrió por primera vez y le dio miedo, mucho miedo.  Viciosa, con su mirada fija en el genio informático, chupó uno de los dedos que tan profundamente habían penetrado en el trasero de su amigo. Cuando iba a por el segundo se lo pensó mejor. Decidió dar una nueva vuelta de tuerca a la situación y dárselo a degustar al sudoroso Javi que, fuera de sí, ni siquiera reparó en el sabor nada agradable que tenía.

María observó su obra con detenimiento. El ano estaba dilatado pero no lo suficiente. Por mucho que le pesara debía utilizar la vaselina. De debajo de la enorme tela que cubría el suelo sacó un consolador rojo, con una serie de elásticos en forma de arnés. Rápidamente se lo colocó, no quería que la excitación de Javi disminuyese. Era importante si quería sodomizarlo.

- ¿Qué… qué vas a hacer?

 - Tranquilo, que vas a pasar un buen rato.

- ¿Me lo prometes?

- Te lo juro.

Una vez colocado convenientemente, la chica embadurnó el ariete con abundante lubricante. El consolador no era demasiado grande. No quería lastimarlo en su primera vez.

Javi dio un respingo cuando notó el puñal que lo penetraba. Se metió bragas de María en la boca, apretando los puños sin motivo alguno. Él mismo fue el más sorprendido cuando noto que aquella sórdida maniobra, lejos de dolerle, le proporcionaba un placer infinito.

María notó que el chico lo estaba pasando de miedo. Era un pasivo nato, como la mayoría de los homosexuales recién salidos del armario. Progresivamente fue incrementando el ritmo y la profundidad de las embestidas al tiempo que los gritos de Javi fueron aumentando en volumen. Ella también contribuía con sensuales sonidos a aumentar la excitación del macho.

Cuando tensionó el cuerpo y dejó de moverse María supo que el chaval había llegado al clímax. Ella también estaba exhausta y tras unas cuantas penetraciones secas y violentas se tumbó junto a él mirando el techo.

Toño se comprendió que debía irse. Javi se hubiese muerto de vergüenza al saberse descubierto en tan incómoda situación.

- ¡Qué pasada!  - comentó el chico una vez repuesto.

- Te lo dije…

- Es increíble. Jamás podría habérmelo imaginado.

- ¡Eh! No le vayas a coger gusto y te cambies de acera.

- ¿Yo? ¡Ni hablar! – su tono ya no era tan convincente.

La película ya hacía tiempo que concluyó.

- Oye, María ¿de dónde has sacado eso?

 ¿Qué?

- El… consolador.

- Pues de debajo de la colcha. Lo traía escondido para que no salieses corriendo…

- ¡No… graciosa! Que dónde lo has comprado.

- Es una larga historia. Hace un mes intenté vender artículos eróticos casa por casa.

- ¿Sí? ¿Te fue bien? ¿Qué pasó?

- Evidentemente no me salió como esperaba. Llegué a vender algo, lubricantes sobre todo pero un día entré en casa de una señora…

- ¿Sí…?

 La pobre mujer me entendió mal. Pensó que se trataba de cajas de plástico para guardar comida.

- ¡No jodas!

- ¡Se desmayó al grito de “Dios bendito” cuando le saqué un cipote así de largo de mi bolsa!

- ¡Qué bueno! ¿Y qué hiciste?

- Recogerlo todo, llamar a una vecina y largarme corriendo. Casi me muero de miedo.

 - ¡Increíble!

-  Decidí dejarlo. Como ya tenía todo el género comprado, me lo quedé.  No veas el montón de juguetitos que tengo debajo de mi cama.

- ¡Enséñamelos!

- No… otro día. Vamos a bañarnos…

- Estamos asquerosos.

- ¡Hombre!, gracias por el piropo…

- Corrección. Estoy asqueroso. Tú estás estupenda…

-  Eso está mejor.

Cuando se levantaron se hizo evidente la enorme mancha que había quedado en la colcha.

- ¡Qué cabrona! ¡Es la  mía…!

 - ¡Toma, no!  ¿Te crees que soy tonta o qué?

- ¡Te vas a enterar! Como te coja…

María comenzó a corretear desnuda por el pasillo

- ¡Socorro! – gritaba entre risas

Javi la atrapó a la entrada del baño. Se fundieron en una guerra de lenguas  tórrida, sensual y lasciva.

Después de un reparador baño, al cabo de una hora ya estaban otra vez en el salón.

- ¿Y ahora qué hacemos? – dijo él una vez recogido todo el tinglado.

- ¿Otra peli?

- Por supuesto

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- ¡Se la estaba chupando! – Dijo Elena cuando entró en la habitación de su novio.

Gorka suspiró. Su novia había decidido por sorpresa irse con él una semana. Solía hacerlo. La temporada alta de la panadería todavía no había llegado.

Se habían presentado aquel domingo en el piso de estudiantes más temprano de lo habitual. Ni siquiera había caído en la cuenta de que María podía estar en plena faena con Toño o Javi cuando abrieron la puerta del piso.

- Que no, mi vida.

- No me digas que no te has dado cuenta.

- Son imaginaciones tuyas.

- ¡Una polla!, ¿imaginaciones? Tú eres gilipollas – Elena, cuando se enfadaba, era capaz de hablar como un camionero y tratar a cualquiera que se le pusiese por delante como una basura.

- Nena, no te pases.

- Pero si ni siquiera llevaba pantalones, tan sólo una sudadera… menuda pájara. ¡Qué callado se lo tenía!

- Menuda cabecita fantasiosa tienes.

- Y hasta me pareció que lo que veían era una película de esas… una porno.

- ¿Porno? ¡Venga ya!

- Que sí, joder.

 Si tú lo dices.

- Y esa sudadera ¿no tienes tú una igual?

- Eh… - no supo que decir – Se la regalé a Javi, a mí me iba un poco holgada…

- ¡Ya! – Elena no estaba muy conforme con la explicación- te recuerdo que la casa es tuya. No sé qué narices haces compartiéndola con esos fracasados. Y mucho menos con la mosquita muerta esa…

- ¡Cállate! Sabes que es un secreto… -

Era cierto. El piso era de la abuela de Gorka, que al morir se la había dejado como herencia a su único nieto al finalizar el curso pasado.

- Son mis amigos – continuó – y me gusta vivir con ellos. Además, ¿de dónde crees que sale el dinero para comprarte esos trapitos caros que te gustan?

- De tu padre – dijo Elena en tono despectivo.

Conocía a su futuro suegro. Lo conocía demasiado bien.

- Bueno… sí. En parte. Pero la mayoría lo saco de lo que les cobro por alquiler…

- ¿Y era necesario meter en este agujero a esa chica? Conozco a las de su clase. Parece que no han roto un plato y… ¡zas!, te la pegan.

El chico tuvo una idea feliz para que cesase el interrogatorio. De seguir por aquel camino la pelea era segura.

- Que no. Que no es de esas. Tienes tú más posibilidades de ligarla que cualquiera de nosotros.

- ¿Qué?

 Que le gusta el rollo bollo.

- ¿Lesbiana? Me estás tomando el pelo…

- ¡Qué va!  Si hasta se ha traído alguna chica un par de noches… - para que una trola suene a verdad, hay que adornarla un poco.

- ¿De verdad?

 Te lo juro.

- ¡Joder!

La discusión terminó pronto como casi siempre. Una Elena triunfante y un Gorka resignado. Afortunadamente para él, la chica tenía ganas de sexo. Pronto Toño tendría un concierto de gritos y golpes en la habitación de al lado.

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- Creo que nos han pillado –dijo Javi.

- La culpa es de Gorka. Parece bobo. Debería habernos avisado.

- Ya no podemos hacer gran cosa. Menuda es Elena… y qué pedazo de cuerpo tiene… - no había dejado de mirarle el trasero mientras desaparecían Gorka y ella por el pasillo.

- ¿Te pone?

- ¡Y a quién no!

- Te gustaría tirártela ¿a que sí?

El chico miró a María.

- Pues claro. Pero eso no va a pasar. Y sólo no por que sea la novia de uno de mis mejores amigos sino que tipos como yo son invisibles para diosas como esa…

- Ya veremos…

- ¿En qué piensas?

- En una nueva apuesta.

 Ni hablar – aunque no lo había pasado nada mal se había dado cuenta que apostar con María era derrota segura.

- No es una apuesta, es una especie de intercambio…

- ¿Intercambio?

- Si consigo que te cepilles a Elena… harás un trío conmigo y… otro chico.

- Sin problemas – Javi no observó inconveniente alguno. Ya había compartido a María con sus otros dos amigos.

- No te equivoques – le interrumpió viendo que no la había entendido – Tendrás que tener sexo… conmigo y con el otro muchacho…

Javi se quedó mudo. María decidió darle un empujoncito más.

- Podrás partirle ese culito que tanto te pone a la creída esa…

El chico sonrió aliviado. Eso era imposible.

- De acuerdo. Tu ganas, pero te adviento que ni borracha como una cuba ha conseguido Gorkita meter su pajarito dentro del nido posterior de Elena. Además, está Gorka, que como se entere…

- ¡Tú déjame a mí! Gorka lo sabrá todo y no dirá ni mu.

- Seguro – Javi pensó que la chica deliraba - ¿Seguimos? Esos dos ya no saldrán en toda la noche.

- Eres un pervertido…

- Eso es un sí ¿verdad?

Como única respuesta María se abalanzó de nuevo sobre la entrepierna de Javi. Le gustaba juguetear con los penes flácidos.

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De haber estado Toño en su habitación no hubiese podido pegar ojo hasta que Elena y Gorka se hubiesen desfogado. Pero Toño no estaba. Se había escabullido fuera de la vivienda sigilosamente. Ni siquiera encendió la luz de la escalera.

Diez minutos después volvió a entrar tan silenciosamente como había salido.  Ya en su cuarto, introdujo en uno de sus cajones un pequeño estuche de destornilladores. Sonreía cuando apagó la luz y comenzó a recordar cada una de las palabras que había leído aquella tarde.

A don Manuel, el conserje, lo encontraron a mitad de la mañana del lunes. Tuvieron que rescatarle los bomberos. Según comentó alguna vecina el hombre había tenido un percance a la hora de recoger la basura de todos los rellanos como solía hacer cada noche.

Bajar todos los desperdicios de los vecinos era una tarea agotadora para un hombre tan pesado, sobre todo por la ausencia de ascensor.  Sin embargo, un pequeño montacargas le facilitaba la tarea. El hombre lo hacía subir hasta el último piso y poco a poco iba descendiendo recogiendo cada bolsa de basura.

A pesar de estar prohibido, don Manuel se metía dentro para ahorrarse el esfuerzo de subir y bajar. Sobre todo los fines de semana, en los que había pocos inquilinos y menor cantidad de deshechos.

Pero algo no funcionó bien aquella noche. Cuando las bolsas del primer piso estuvieron en el artefacto el hombre dudó un poco. Estaba tan lleno que no iba a caber él. La vagancia le pudo y, en lugar de bajar una veintena de escalones, se apretujó contra las bolsas y pulsó el botón de descenso. Craso error. El montacargas no se detuvo en la planta calle sino que descendió dos niveles más y no se movió de allí. Era la antigua carbonera, una parte del edificio en tan mal estado que nadie estaba autorizado a entrar. Para colmo de sus males, la portezuela que podía liberarle estaba cerrada por dentro con candado.

Se hartó de gritar inútilmente. Atrapado, a oscuras y rodeado de malolientes restos pasó la noche echando pestes por la boca. Creyó que iba a morirse. Tuvieron que hospitalizarle cuando lo encontraron.

Una crisis de ansiedad, según comentó alguien.

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