jueves, 20 de julio de 2023

Compañera de piso 9, 10 y 11

 Javi y María rieron mientras su amigo abandonaba la vivienda.

-       Parece que Antoñito se nos ha enamorado.

-       Eso parece. ¡En fin! ¿qué se le va a hacer?

-       ¿Celosa?

-       No… bueno… ¡sí! ¡qué narices! - María hizo un gesto de resignación - pero no te equivoques. Es un gran chico pero no es mi tipo, pero…

-       Semejante herramienta… ¿verdad?

-       Y no sólo por el tamaño. No veas el partido que le saca. Es una máquina.

-       Lo sé - contestó distraído.

-       ¿Quéeee?

Javi se puso alerta. Con María no se podía tener ni un momento de respiro.

-        Digo que sí, que cuando se lo montó contigo o con Elena ya me di cuenta…

La chica no quiso insistir.  No pudo evitar un gesto de dolor cuando comenzó a agacharse para gatear por debajo de la mesa.

-        ¡Hoy no, María! No estás en condiciones…

-       ¡Gilipolleces! Siempre que desayunamos juntos lo hacemos. No veo por qué hoy no va a ser lo mismo.

-       Deberías descansar… ¡me cago en la madre que me parió!

-       Deja a tu madre tranquila - dijo María entre mamada y mamada - esto es algo entre tu polla y yo.

Permanecieron callados un rato. Cada uno disfrutando a su manera. Pero María conocía perfectamente las reacciones del cuerpo del muchacho. Lo excitaba sin llegar a sobrepasar el límite, alargando en lo posible la eyaculación. Alternaba sus palabras con profundas succiones.

-       No sé si debería… continuar…

-       Por Dios, no pares…

-       Es que… esta noche… es tu noche…

-       ¿Qué dices?

-       Saldrás… conmigo a un sitio… un sitio especial.

-       Al fin del mundo, si me lo pides - dijo aferrando la cabeza de María para así poder eyacular en su garganta - ¡Aaaaahggg!

-       No hará falta - dijo María sonriente con el esperma brotando de sus labios - está un poco lejos, pero no tanto. ¿Me ayudas a levantarme?

-       Por supuesto - a Javi le entraron las lógicas dudas - quizás sería mejor dejarlo para cuando estés recuperada.

-       ¡Ni hablar! ¿vas a ir a la uni?

-       Pues no… una vez aprobada la jodida asignatura del ogro, el segundo cuatrimestre es de lo más llevadero…

-       ¡Perfecto! Tenemos que ir de compras…para ti.

-       ¿Compras?

-       Sí. No creo que tengas ropa adecuada para la ocasión.

-       Entiendo. En casa de mis padres tengo un traje que me compré para la boda de un primo… pero aquí…

-       ¡Estarías monísimo! - dijo entre risas María - Pero no es exactamente lo que estaba pensando.

-       Me das miedo.

-       ¡Tiembla!

Media hora después abandonaban el edificio. Extrañamente, la portería estaba cerrada. El señor Manuel permanecía dentro, su pene se lo disputaban una madre experta y su bonita hija. Era día de cobro.

No era habitual que Javi y María pasearan juntos por la zona comercial de la ciudad. Si bien eran los que compartían más tiempo juntos, sus relaciones solían limitarse a las que normalmente transcurrían en su vivienda. Sexo oral, sodomizaciones, penetraciones vaginales, visionado continuo de películas porno… lo normal. Incluso a veces, hasta conversaban.

-       ¡Aquí es!

El pobre chico se quedó de piedra. En el escaparate un maniquí con una minifalda de cuero negro, con un top ajustado del mismo color y unas botas de plataforma imposible…

María le miró maliciosamente. Agarró de la mano a su amigo y los dos entraron en aquel curioso local.

-       ¡Tranquilo, tonto, que también hay ropa de chico!

-       Menos mal. No me veía yo con esos tacones…

-       Pues no te creas… no estarías nada mal.

-       ¡Y una mierda!

Los dos rieron. Lo cierto es que la ropa parecía gastada, de tonos oscuros y combinaba pantalones y camisetas ajustadas con otras muy holgadas. Afortunadamente para Javi, la chica se conformó con comprarle un pantalón negro, botas militares del mismo color y un jersey demasiado ceñido para su gusto.

-       Se me notan demasiado los michelines…

-       Pues no folles tanto y apúntate a un gimnasio.

-       Ni loco. No me verás nunca en uno de esos.

-       Nunca digas de esta agua no  beberé…

-       Cierto.

El atuendo elegido por María sí que era espectacular. De hecho eligió el mismo modelito del escaparate, pero con una especie de gabán que le llegaba hasta los tobillos y unas medias de malla gruesa.

-       Parecerás una zombie con eso. Todo el mundo te señalará con el dedo…

-       Si tú lo dices… ¡paga!

-       ¿Qué?

-       Yo no tengo ni un euro. ¿Recuerdas?

-       ¡Joder con la apuestita! No sé si no es mejor que hubiese suspendido.

-       No te quejes y suelta la pasta. Tacaño.

-       ¡No sabes lo que cuesta ganarla!

-       ¡Pero si eres un tramposo!

-       ¡Sssss! ¡Calla! - contestó cómicamente Javi- uno tiene su reputación.

-        

En la calle, el chico no dejaba de repasar la factura.

-       ¡Cuatrocientos sesenta euros! ¡Madre de mi vida!

-       Cuatro perras….

-       ¿Cuatro perras? Por la mitad de eso hay gente que mataría. ¿No sabes que hay crisis?

-       Me lo dices o me lo cuentas. Llevo más de medio año buscando empleo.

-       Y encima parece de segunda mano. Esta marca no la había oído en mi vida… ni creo que vuelva a hacerlo

-       ¡Entremos aquí!

-       ¿Mas? Vas a dejar a mi tarjeta de crédito temblando - pero cuando miró mas detenidamente el establecimiento  ya no le pareció tan mal - ¿lencería? Bueno… haré un esfuerzo.

-       Me alegro, porque es para ti. Yo a penas la utilizo.

-       ¿No llevas…?

-       Casi nunca - le dijo la chica al abrir la puerta del local.

A las doce de la noche ambos estaban listos. Javi estaba nervioso. Se había negado en redondo a perforarse el cuerpo para colocarse un piercing tal y como le había sugerido María.  En cambio ella se colocó un par de aritos en los pezones. Al parecer ya tenía hechos los agujeritos pero había tenido que dejar de llevarlos por alguna extraña razón. La chica no pudo contárselo pero una vez un enfervorecido cliente le arrancó uno del ombligo de un mordisco. Lo pasó fatal así que decidió quitárselos todos, excepto el de su lengua, por su seguridad.

Al observar desnuda a María el chico tomó conciencia de la gravedad de las lesiones que claramente se podían ver en el bonito cuerpo de su amiga. Javi negó con la cabeza. Ella diría lo que quisiera pero aquellas marcas habían sido provocadas, sin duda, por una contundente agresión física.

-        ¡Menudas pintas! ¡parezco un muerto! - su compañera se le acercaba con un pintalabios y otros bártulos de maquillaje - ¿qué narices vas a hacer con eso?

-       ¡Calla, joder!

Cuando la estilista acabó con él, estaba irreconocible. Ni su madre lo hubiese conocido.

-       ¡Si me ve mi padre, me mata!

Y agarrando de la mano a María, miró fijamente a aquellos ojazos azules y le dijo

-       María ¿a dónde demonios me llevas?

-       Tranquilo. Confía en mí.

-       ¡Me voy a cagar… en el tanga!

Lo cierto es que María había descubierto aquel local unas semanas antes no por casualidad. Curiosa, había visitado varias veces el callejón del hostal donde el profesor y su amante tenían su lugar de recreo a la hora del almuerzo. La chica con uniforme era una habitual del lugar y sus clientes de lo más variopinto. Un día la siguió y sus pasos la condujeron a otra callejuela si cabe aún más sórdida.  Desapareció dentro a través de la puerta de servicio de un local del que jamás había oído hablar. Intentó seguirla pero el armario ropero que custodiaba la puerta la miró de tal modo que le hizo desistir.

-         “La Kueva. Entrada de servicio” - le dio tiempo a leer antes de darse media vuelta.

-        Quizás sea un bar. Buscaré la entrada principal -  pensó.

Al otro lado de la manzana encontró lo que estaba buscando. Se extrañó bastante. Un diminuto cartel poco más grande que una tarjeta de visita indicaba el nombre del establecimiento. “La Kueva. Club privado” y junto a él un pequeño timbre.

-        ¿Un club abierto a estas horas? - se dijo - ¡Qué extraño!

Dudó un poco al apretar el botón. No se oyó sonido alguno. María estaba nerviosa, incluso dio un respingo cuanto una pequeña trampilla se abrió y de ella sonó una voz con acento extranjero.

-       ¡Largo! ¡Sólo socios!

-        Pe… pero busco a una amiga…

-       ¡Fuera! ¡Sólo socios!

-       ¡Estoy dispuesta a hacer lo que sea! - María tragó saliva, por primera vez en mucho tiempo estaba asustada, pero decidió mantenerse firme.

-        ¡Vete! ¡Sólo socios!

-       ¡Espera Goliat! - otra voz de hombre le dijo desde el otro lado de la puerta - Apenas hay gente… por una más no pasa nada… veamos qué nos ofrece.

-       ¡No ser gran cosa!

María tuvo que reconocerlo. Su atuendo era de lo más discreto. Necesitaba vestirse así para no llamar la atención en sus labores de vigilancia.

-       ¡Date la vuelta, zorrita!

-       ¿Cómo dice?

-       Tu culo… tu trasero… ¿quieres pasar, no?

María entendió. Estaba un poco descolocada. Debía concentrarse más si quería descubrir qué narices hacía aquí aquella lolita. Se giró, puso su culo en pompa y dijo.

-       Todo vuestro. Si me dejáis pasar, claro.

Como única respuesta sintió como los cerrojos se abrían.

-       ¡Tu dentro! ¡Socia!

Respiró hondo y traspasó el umbral. Tras ella, de nuevo la puerta los cerrojos volvieron a sonar. Sus ojos a penas se acostumbraron a la penumbra cuando una mano le agarró de la muñeca y la condujo entre una serie de cortinas hacia lo que parecía el guardarropa del local. Una chica mascaba chicle aburrida. Ni se inmutó cuando el jefe de seguridad del antro aquel pasó a su lado acompañado de una nerviosa joven, la recostó sobre un montón de ropa, le bajó las mallas hasta mitad de sus muslos diciéndole:

-       Sois todas unas putas. Os dejáis dar por el culo por un plato de acelgas.

María a punto estaba de contestarle que no le gustaban aquellas verduras cuando sintió de nuevo su esfínter mancillado.  Decidió que le convenía mantener la boca cerrada… y el trasero abierto.

El tipo aquel sabía lo que hacía. Se le notaba con ganas y el culito de María era lo suficientemente apetecible como para no desperdiciarlo.

-       ¡Por aquí han pasado más pollas que romeros hay en el Rocío! Ni pestañeas, putita. Y eso que me lo estoy tomando como algo personal. ¡Ya me darás tu teléfono! Conozco gente que estaría encantado contigo. ¿Quién es tu chulo? Le propondré un trato… podemos ganar mucho dinero, zorrita.

El tío era uno de esos que radian el coito como si de un partido de fútbol se tratase.

María no contestó. No le interesaba. Había venido por alguien mucho más interesante que el cuarentón mazas con la cabeza rapada y perilla canosa.

El hombre le susurró al oído.

-       Por tu bien, espero que finjas tan bien como pones el culo. A Goliat le gusta que las chicas… griten cuando se las cepilla… ¿entiendes?... si se enfada puede ser muy pero que muy peligroso.

La chica asintió como única respuesta. Le sonaba la canción.

-       No te muevas, enseguida vendrá.

Y María permaneció así, en esa postura. Con las bragas a medio bajar y su trasero destilando semen.

-        Disculpa.

-       ¿Que… qué quieres?

-       ¿Puedes apartarte? Un cliente quiere… esa chupa de cuero que tienes debajo…

-       Pues… pues claro.

Diez minutos esperó María y el supuesto Goliat no venía.

-       Tarda mucho el  Goliat ese ¿no? - le dijo a la mascadora compulsiva de chicle.

-       - No te pierdes nada… ¿cómo dice la canción? ¡Muchhha dinamita pero mu poca mechhhha!

-       - Entiendo. Los esteroides, supongo

-       ¡Ya te digo!

Media hora después María abandonó su puesto. No tenía ni tiempo ni ganas de seguir esperando. Tenía una misión. Saber más cosas de aquella jovencita.

Se dirigió hacia dónde se suponía salía la música. Música o algo parecido a ella. A María le parecieron poco más que sonidos guturales y gritos acompañados por guitarras estridentes y desafinadas.

Lo que vio al entrar en aquella enorme sala le sorprendió bastante. Parecía, como su nombre indicaba una cueva. Con sus estalagmitas, estalactitas y todo eso. Similar una casa del terror pero mucho mejor ambientada. Hacía un frío tremendo y en cualquier rincón que se fijase la mirada aparecía algún detalle escabroso: fetos en formol, cascadas de sangre o algo parecido, telas de araña, murciélagos… y todas esas chorradas.  El la barra se servían cócteles humeantes en calaveras aparentemente humanas. Los camareros o camareras vestían atuendos acorde con la decoración. Al principio María tenía que adivinar si se trataban de hombres o mujeres. Era casi imposible distinguir su sexo.

Si la ambientación era imponente, nada comparable con la clientela. La palabra "gótico" se quedaba corta con aquella tropa. Se acordó de la pobre Elena. Si Javi y Toño eran raritos para ella… lo que se había encontrado no tenía desperdicio. Allí había de todo: hombres drácula, brujas satánicas, hombres lobo, zombies… y otras muchas tribus que María no logró adivinar, de todas las edades.  Si alguien destacaba con su ropa era ella, que parecía fuera de contexto.

El local estaba abarrotado.

-       ¡Y decía que había poca gente! ¡Me cago en la leche, si son las dos del mediodía! ¡Y de un martes! No sé qué pasará el sábado por la noche… - se dijo una anonadada María - ¿a qué se dedicarán esta gente para poder estar aquí a estas horas?

En el local destacaba un enorme escenario situado en el fondo.  En ese momento estaba vacío y poco iluminado. Le pareció distinguir en su centro una barra negra que llegaba hasta el techo del antro aquel.

La gente charlaba animada, pero tenía que hacerlo casi pegando su boca al oído del interlocutor pues de no ser así no había forma humana de poder entenderse.

María no estaba acostumbrada y comenzaron a zumbarle los oídos. En un momento dado aquella tortura sonora cesó.

-       ¡Gracias a Dios! - pensó María.

-       Señoras y Señores. Por fin lo que todos ustedes estaban esperando. Se recuerda que está prohibido a los espectadores tocar a la bailarina, a menos que…ya saben… ella se lo pida. ¡La Kueva les presenta a su gran estrella… la Ninfaaaaa  Negraaaa! - gritó el discjockey.

Como si de los San Fermines se tratase, una manada de toros se agolparon cerca del escenario. De la nada salieron media docena de tiparracos tremendos que se las veían y deseaban para contener la marea humana. Y eso que todavía la tarima permanecía desierta.

Comenzó a sonar la única canción que reconoció María en todo el tiempo que permaneció en el local. Ni siquiera sabía el título pero aparecía en una película que iba que ni pintada con aquella panda de frikis. Era una del Tarantino ese y el médico de Urgencias que se metían en un garito parecido a aquel y comenzaban a cargarse a todo el mundo, vivo o no. Javí había insistido en que viese la película. Lo único que valió la pena de ver era sin duda el bailecito de la mejicana tetona con aquella serpiente rodeándola.

María se puso tensa. Podía aguantarlo casi todo: tragar orina, esperma, heces y cualquier otro fluido corporal. Hacerlo con casi todo tipo de animales o cosas, siempre y cuando se las pudiese meter en su cuerpo. Con uno, dos, tres e incluso seis amantes al mismo tiempo. Hombres, mujeres, viejos, viejas… sin problemas.

Pero había una cosa que no podía soportar. Las serpientes. Verlas en la tele, tenía un pase, pero en directo, ni de coña.

De haber querido marcharse le habría sido imposible. La jauría humana se lo impedía. Tragó saliva y se dispuso a pasar un mal rato.

Solamente con la aparición de un diminuto pie enfundado en un zapato de tacón negro y un calcetín corto gris enervó los ánimos de aquella muchedumbre.  Cuando poco a poco el resto del cuerpo que lo seguía apareció a través del telón el griterío fue tal que María escuchaba apenas el sonido de la canción.

-        ¡Ostia! ¡Joder con la vecinita! - dijo inconscientemente en voz alta.

Para su tranquilidad del delicado cuello de la jovencita no pendía ningún áspid ni nada parecido. En su lugar un enorme y flexible consolador de color ébano descansaba  sobre los hombros de la chica. El resto de su atuendo, tan espectacular como vaporoso. Una minifaldita escocesa de tonos negros y grises, colocada tan elevada que dejaba ver buena parte de la redondez de su culito. Un minúsculo tanga también negro incrustado en él. Un chalequito sin botones, con una la marca del diablo en un lado que cubría directamente su piel blanquecina mostrando su ombligo enjoyado. En su cuello, una gargantilla de cuero, con pinchos aparentemente afilados. Peluca oscura tipo Cleopatra y una mirada de perra rabiosa dispuesta a comerse el mundo. O lo que hiciese falta.

La chiquilla tenía maneras. Se la veía muy cómoda provocando al personal al ritmo sensual de la música. Estaba muy segura de si misma y eso se notaba en sus evoluciones por el escenario.  Los espectadores estaban encantados. Le lanzaban billetes y le decían todo tipo de barbaridades. Ella les miraba sin inmutarse, como perdonándoles la vida.  Cuando se metió el consolador por la boca y jugueteó con él, María pensaba que la muchedumbre iba a saltar sobre ella. Y no sólo hombres, quizás eran las féminas las que más deseaban echar mano de la jovencita.

María notó como  alguien se colocaba su espalda y comenzaba a besarle el cuello. Eso le volvía loca, así que se limitó a girar su cabeza para facilitarle el trabajo al intruso. Al poco tiempo un par de manos amasaban sus senos  libres de ataduras por debajo de la sudadera. El ambiente se había caldeado por la simple aparición de la bailarina. De reojo había visto como el jefe de seguridad se había colocado detrás de una camarera y  se la estaba trajinando mientras veían el espectáculo. Nadie pareció inmutarse lo más mínimo al observar aquella pareja fornicando delante de todos. María palpó a su desconocido amante en busca de su rabo erecto. Se llevó una morrocotuda sorpresa al descubrir que detrás de aquel engendro que le succionaba el cuello se escondía una hembra como ella.

La bailarina seguía sus evoluciones por el escenario. El local casi se vino abajo cuando  aquel par de terroncitos  que tenía por pechos aparecieron en escena. Unas cadenitas pendían graciosamente de los bultitos sonrosados. La chica sabía que no eran gran cosa, pero tenía mucho tiempo para que siguiesen creciendo. Intentaba sacarles todo el partido que podía. Tirando de aquellos eslabones dorados consiguió que sus pezones se endureciesen a la vista de todos.

Estaba claro que la chica tenía conocimientos de ballet, gimnasia rítmica o ambas disciplinas.  Aquellas contorsiones eran imposibles de ejecutar para la gran mayoría de los mortales. Su juventud y agilidad hacían que todo aquello pareciese sencillo, cuando en realidad requería de un gran esfuerzo físico.

Cuando se quedó en tanga se dedicó a trabajarse la barra.  Giraba al ritmo sensual de la música y trepaba por ella como si se tratase de una gata en celo.

María tuvo que reconocerlo. Entre la jodida vecina casi en pelotas y la otra que le estaba trabajándole las tetas estaba muy pero que muy cachonda.

El punto álgido de la actuación consistía en que la stripper  se apartaba el hilo que cubría su sexo y frotaba su clítoris desde el suelo hasta todo lo alto que daban sus delicadas piernas. Si fingió su orgasmo, era una de las mejores actrices del mundo. No contenta con eso lamió la barra desde su base hasta el lugar donde había dejado de frotarse.

En primera fila un baboso no dejaba de sacarle la lengua como si le estuviese lamiendo su vulva. Ni corto ni perezoso acercó la mano con un billete en ella pero uno de aquellos gorilas detuvo al sobón contundentemente. La chica se dio cuenta tanto del detalle como del color del billete, así que se acercó al borde del escenario para que el cliente le colocase el dinero… en su lugar correcto.

María no pudo ver exactamente qué pasó pero instantes después, la lolita mostraba orgullosa su abertura trasera a todo el que quiso verla con un tubito de papel metido en ella.

Con un claro gesto invitó a su mecenas a subir al escenario. Este no se lo pensó dos veces a pesar de que a su lado se encontraba su pareja que incluso le animaba a hacerlo. El chico alzó los brazos en señal de júbilo y trepó junto a la chica. Deseaba tocarla pero la mirada amenazante del segurata se lo impidió. No era cuestión de cagarla entonces, sabía por experiencia que obtendría su recompensa más pronto que tarde.

La joven danzó alrededor suyo. Le agarró de las muñecas invitándole a recorrer su delicado cuerpo. El tío no se cortó un pelo. En seguida sus manos buceaban por debajo del tanguita negro. La joven se dejaba sobar. Incluso abría ligeramente las piernas para facilitarle la tarea al muchacho. Ni que decir tiene que aquello excitó mas si cabe a la tropa que los observaba.

Pero aquello no había hecho más que comenzar. El chico, encantado, observó con deleite como la Ninfa Negra se arrodillaba frente a él y comenzaba a hurgarle en la entrepierna hasta que liberó su falo de aquel ceñido pantalón. La chica miraba a sus fans de reojo al tiempo que introducía en su boca aquel húmedo mástil.

María sabía reconocer la excelencia de una buena mamada, y precisamente aquello era lo que transcurrió frente a sus ojos en los minutos siguientes. No fue exactamente una felación. Más bien fue una follada de boca. Ella tenía las manos unidas por su espalda y era él quien ajustaba el ritmo de las embestidas a su gusto. Unas veces se movía frenéticamente. Otras en cambio la penetración era lenta y profunda. No importaba. Era la especialidad de la casa. Mamar pollas.

El chico no aguantó mucho. Su primera descarga se desparramó en el interior de aquella boquita afrutada. La segunda se estampó por la cara de la lolita que, ni corta ni perezosa, se incorporó de nuevo para mostrar al público su rostro embadurnado. Sonreía al tiempo que el esperma caía sobre su pequeño busto.

Tres afortunados clientes del local repitieron la experiencia ante el delirio de la masa. El estado de la chica era deplorable. Estaba cubierta de semen y parecía disfrutar con ello. Pero aun no había tenido suficiente. Extendió su brazo y su dedo comenzó a señalar a la muchedumbre. En un momento dado, aquel pequeño índice se paró en la dirección en la que se encontraba una sorprendida María. La gente se giró hacia ella bastante contrariada al no ser ellos los elegidos para el siguiente juego.

María negó con la cabeza pero era inútil. En volandas fue empujada hasta el escenario y ayudada a subir a él con la correspondiente palmada en el trasero.

Estaba muy nerviosa. Se manejaba como nadie en el cuerpo a cuerpo, incluso era la dueña y señora de la situación cuando el grupo era pequeño pero aquello… jamás había hecho nada parecido. Se quedó paralizada, las luces, el gentío y la música hicieron de aquel momento algo mágico. Por primera vez en mucho tiempo sintió miedo. Miedo a no estar a la altura, miedo a hacer el ridículo, lo que vulgarmente se denomina miedo escénico.

-       ¡Cuando sigas a alguien asegúrate de que no te vea, vecinita! - le susurró la Ninfa Negra al tiempo que le subía la sudadera, dejando a la vista del gentío las bonitas tetas de María.

María estaba como hipnotizada. Se convirtió en el juguete de la otra chica. Sin apenas darse cuenta se vio completamente desnuda y tumbada boca arriba con las piernas abiertas, a escasos centímetros de aquellos salidos. La Ninfa no perdió el tiempo, se colocó a horcajadas sobre la cabeza de María, estaba claro lo que deseaba. La lengua de María comenzó a saborear aquel jugoso coñito. Hacía tiempo que deseaba hacerlo, aquella chiquilla le volvía loca.  La amazona cabalgaba frenética en busca del roce de la lengua con su sexo. María intentó meterle un dedo por el culo pero aquello pareció no gustarle a la Ninfa que le apartó la mano de un golpe.  En lugar de eso obligó a María a ponerse a cuatro patas blandiendo amenazante el consolador negro y flexible. El público aulló más todavía.  La chiquilla dejaba ver la parte del aparato que pretendía introducir en el cuerpo de María. La gente le gritaba para que fuese lo más posible. Se hizo de rogar pero al final acuchilló las entrañas de María con aquel falo sintético. Sin piedad, metía y sacaba el aparato todo lo rápido que podía. Afortunadamente María estaba más que acostumbrada a trances peores así que si emitió algún sonido fue debido al inmenso placer que estaba sintiendo.  

No parecía estar muy satisfecha la Ninfa. Hubiese preferido que su nuevo juguete hubiese suplicado clemencia y, en lugar de eso, pretendía con sus movimientos que la penetración fuese más y más profunda.

Una sonrisa maliciosa apareció en la stripper. La flexibilidad y longitud del consolador permitían múltiples posibilidades. Aquella entrometida iba a tener su merecido.  Sin sacar un extremo de las profundidades de su víctima, apuntó con el otro a la entrada trasera de la intrusa. Cuál sería su sorpresa al comprobar como María encajaba el golpe sin apenas dificultad. Si duda la sodomización con la que pagó su entrada había facilitado el camino.

La Ninfa se alarmó bastante. Aquella otra zorra le estaba quitando protagonismo. La estrella del espectáculo debía ser ella y no aquella jodida espontánea. Así que arrancó de la entrada trasera de María la verga de ébano y la lamió con deleite, ante el fervor de la masa. Ni corta ni perezosa, se colocó en la misma dirección y postura que María pero en sentido contrario. Culo contra culo, vaya. 

A María le costó un poco entender lo que su partenaire pretendía. Sin duda los nervios no le dejaban pensar con claridad.  Al principio les costó coordinarse pero una vez compenetradas, el espectáculo se tornó apoteósico. Ambas jóvenes se movían a la par. El consolador penetraba sus vaginas cada vez más profundamente. A pesar de todos sus esfuerzos, lo cierto es que aquella serpiente era demasiado larga. No pudieron abarcarla toda. Pese a eso cuando las dos cayeron sobre el escenario al alcanzar el orgasmo la gente prorrumpió en aplausos, vítores y aullidos.  María estaba sudorosa y feliz, muy feliz. Había degustado el placer de exhibirse en público. Lo había pasado de vicio. Se juró a sí misma que tendría que repetirlo. Más pronto que tarde.

La ninfa se guardaba un as en la manga.  Era una competidora nata así que quería ganar a toda costa, ser ella la estrella, que la gente la recordase a ella y no a aquella otra puta viciosa. Se levantó no sin dificultad y observó a su oponente que  tumbada de bruces contra el suelo, trataba de recuperar el aliento.  A traición, como las serpientes separó las piernas de una María que apenas podía moverse y sin piedad ninguna le metió el tacón de uno de sus zapatos por el ano.  Aquello sí que le dolió. El grito de María fue tremendo.  El astifino ariete no parecía gran cosa después de todo lo que por su puerta trasera había pasado pero sus aristas casi cortantes desgarraron el esfínter de una María que no se esperaba semejante castigo.

La cosa se descontroló de tal forma que el equipo de seguridad no pudo contener a la jauría humana que se le vino encima. Querían follarse a la Ninfa y hacerlo ya.  A la jovencita le cambió el semblante. Ya no era la devoradora de hombres que campaba a sus anchas por el escenario, sino una joven asustada que temía por la integridad de su culo. Notó como alguien la empujaba contra el suelo y se colocaba amenazante sobre su cuerpo. Intentó en vano pedir ayuda. Sus ojos tropezaron con los de María que la miraba serenamente a pesar de que un desgraciado ya había comenzado a sodomizarla.

La Ninfa Negra tuvo suerte. Otro tipo no estaba muy conforme con esperar turno y se enzarzó con su agresor en una brutal pelea. Sin duda eso le salvó de ser ensartada como una aceituna.

De la nada surgieron una docena de armarios roperos con patas que, repartiendo ostias a todo el que tenían a su alcance rescataron de la muchedumbre a las dos muchachas, llevándoselas a través de las bambalinas hacia una especie de camerino.

Cinco minutos después, con todo el mundo más calmado se procedió al desalojo del local.

-       ¡Me tienes hasta los cojones, nena! - el jefe de aquellos matones estaba como una moto - ¿te lo dije o no te lo dije?

-       S… si. - sollozaba la Ninfa con las manos en la cara.

-       Te advertí que cualquier día pasaría esto. Y aquí lo tienes… el local destrozado y todo por… por una putita viciosa que no sabe cuál es el límite.

-       Lo … lo siento.

-       ¿Qué lo sientes? ¡Y más que lo vas a sentir! Me dan ganas de partirte la cara… o aún mejor… de dejarte con esos… esos…¡Joder!

-       No… no pensé…

-        ¿Pensar? Tú no vienes a pensar. Que se te meta en esa jodida cabecita que sólo tienes que bailar. Ba - i - lar. ¡Y punto!

María permanecía callada. Estaba desnuda sentada en una silla, pero parecía como si no estuviese allí. El tío fumaba a la vez que caminaba despotricando contra la otra joven.

-       Pero no. Eso no es suficiente para la Ninfa Negra, no. Tenías que ser la mejor… la número uno… la que todos desean… ¡pues toma! Han  estado a punto de violarte o peor aún, matarte. Y no veas a esa pobre chica - dijo señalando por primera vez a María - ¿en qué cojones estabas pensando? ¡Clavarle el tacón por el culo! Tendremos suerte si… ¿cómo te llamas, reina?

-       María.

-       Gracias, chata. Digo que tendremos suerte si María no nos demanda y nos manda a todos a la puta calle.

-       Por mí no se preocupe… - intercedió María intentando minimizar la reprimenda a la llorosa lolita.

-       Lo sé cielo. Se ve que eres una buena chica y no vas a montarnos un pollo. Pero eso no importa… lo que importa es que no vuelva a pasar y ,por la gloria de mi madre ,que ni de coña voy a consentir otro numerito como el de hoy.

Respiró hondo antes de proseguir.

-        ¡A la puta calle! ¿Me oyes? ¡No quiero volver a verte por aquí! ¡Estás enferma, aún más que estos gilipollas que vienen a este antro!  ¡Háztelo mirar pero a mí no me joderás más! Así que, Ninfa, lárgate de aquí y no vuelvas….

El hombre detuvo su discurso. Alguien parecía hablarle a través del auricular que llevaba en una oreja. Meneó la cabeza y se llevó a la boca un pequeño micrófono que pendía de su muñeca.

-        Entiendo… señor, pero… yo sólo intentaba… de acuerdo señor. Sin problemas… clarísimo.

Miró furioso a la chica.

-       Hoy es tu día de suerte, putita. Si por mí fuera… no sé que te haría.

Y abandonó el camerino dando un tremendo portazo.

-       Prrrrrrrrrrrrrr - una sonora pedorreta salió de los labios sonrientes de la Ninfa - Bla, bla, bla… y luego… a bajarse los pantalones, como todos. Soy la mejor y el dueño lo sabe

María tuvo que reconocerlo. Aquella chavala le daba miedo. A su lado ella parecía una monja.

-       Será mejor que nos tomemos una buena ducha ¿vienes?

-        Claro, pero tengo un pequeño problema.

-        ¿Qué pasa?

-        No creo que pueda recuperar mi ropa.

-       Por eso no te preocupes, aquí tenemos de todo… hasta ropa “normal”.

-       Gracias al cielo.

Sentadas en una cafetería, las dos jóvenes hablaban animadamente. María se retorcía sobre el asiento.

-        Lo siento, Me pasé con lo del tacón…

-       -No importa. Reconozco que me dolió bastante, más que nada porque estaba desprevenida.

-        No sé cómo puedes aguantarlo…

-       ¿A qué te refieres?

-       A que te den por el culo. Lo he probado todo pero no hay manera… sólo con pensarlo me pongo enferma.

-       Pues no lo hagas.

-       ¡Pero es que quiero hacerlo, de verdad! Fíjate en ti, disfrutaste como una perra cuando te ensarté el consolador…

-       Cierto, pero no creas que por eso me duele menos.

-       No comprendo.

-       Mira… - a punto estuvo de llamarla por su verdadero nombre.

-       Ninfa… llámame Ninfa.

-       Vale. El trasero está diseñado para que salgan cosas de él y no al revés. Doler, duele. El tema es que, para algunas personas como yo, la distancia entre placer y dolor es casi inexistente.

-       O sea que el dolor te da placer.

-       Mas o menos.  Pero si no te gusta, pues no te gusta. Y punto.

-        Pues yo creo que no me lo han sabido hacer…

-       ¿Lo has probado con alguna chica?

-       Pues, por detrás… no. La verdad.

-       Podríamos vernos en ese hostalito que frecuentas…

-       ¡No! ¡Ahí no! Nos vería mi madre…- la chica se dio cuenta inmediatamente de que había metido la pata - ¡Mierda!

-       ¡Vaya, vaya! Así que una de aquellas pilinguis era la remilgada vecina del piso de abajo… Te juro que no la había reconocido

-       Por favor, guárdanos el secreto…

-       Sin problemas.

María no lo preguntó pero la otra se sinceró.

-        Mi padre lleva más de dos años en el paro. Él no lo sabe pero hace unos meses echaron a mi madre también de su trabajo. Necesitamos el dinero y pensamos las dos que….

-       Que esta es una forma de ganar dinero fácil ¿no?

-       Pues si… - rió la chavala - mi madre lo intenta, pero lo cierto es que la pobre no se come una rosca. Soy yo la que hace casi todo el trabajo…

-       Los hombres con pasta siempre quieren carne fresca. Y es difícil encontrar alguna más fresca que la tuya. Pero escúchame, haciendo la calle te morirás de hambre o aún peor, te meterás en algún lío gordo. Ves a esta dirección y di que vas de mi parte. Allí te harás de oro, te lo digo yo.

-       Gracias. Siento dejarte, es muy tarde. Ya nos veremos.

-       Tu culo y yo tenemos una cita.

-       Está deseando que llegue el momento.

Se despidieron con dos besos en la mejilla, como buenas amigas.

A media tarde la joven abrió la puerta de su casa.  Mientras recorría el pasillo iba desabrochándose la camisa.

-        ¡Papi, he sido mala! ¡Vas a tener que castigarme!



      ¿Estás segura de querer entrar ahí? “La Kueva”. Menudo antro. He oído hablar de él y ninguna cosa buena, te lo aseguro. Dicen que han muerto varias personas ahí dentro…

-       ¡No digas gilipolleces! Es un bar como hay cientos, no seas gallina. Lo que pasa es que quieres rajarte…

-       ¡No, no! Eso nunca. Un jugador cobra las deudas… y  las paga. Aunque no pueda sentarse en un mes después…

-        ¡Tonto! Verás como no es para tanto…

-        No estoy nada convencido.

-        Llama, joder.

No sin vacilar, el chico apretó el timbre.

-       ¡Qué querer! ¡Sólo socios!

-       ¡Goliat, cariño! Soy yo, María.

-       ¡María! ¡Tú socia! ¿Quién ser tu amigo? No socio.

-        Es cierto, no es socio. Pero vas a ser un chico bueno y nos vas a dejar pasar ¿verdad?

-       Tu si. El no.

-       Venga - María hizo pucheros - No seas malo. Te haré eso que tanto te gusta.

-        ¿Ahora?

-       ¡Siii! Pero déjanos entrar, por favor.

-        Dos socios. Dos dentro.

Javi tragó saliva. Aquél Goliat sólo por el nombre ya daba miedo. Sin embargo, no pudo reprimir una sonrisa cuando entraron al local. Una vez acostumbrados sus ojos a la penumbra, distinguió un enano tremendamente musculoso que atendía por el nombre bíblico.

Como si le estuviese leyendo la mente el pequeño portero le dijo:

-       ¿Qué mirar? ¿Parecer gracioso? Maria, a mi no gustar tu amigo. Partir la cara para no reír más.

-       ¡No, no, no! Perdónale, es que está un poco nervioso - y girándose a su a migo le dijo en tono enfadado -. Tú, gilipollas, ten cuidado con lo que haces… recuerda lo que me dijiste… los muertos.

Cuando María y Goliat entraron en el guardarropa se partieron de risa.

-        ¿Tú ver? Casi cagar en pantalones…

-       ¡Eres muy malo! Pobre Javi. Estaba a punto de salir corriendo.

-       ¿Novio?

-        No, no. Compañero de piso. Sabes que sólo me gustas tú - le dijo mimosa, estampándole después un morreo en los labios.

-       ¡Ya!

-       Date prisa, no sea que cuando salgamos el pájaro haya volado…

-       ¡Ya!

El pequeño hombrecillo se encaramó a la montaña de ropa con los pantalones bajados. María  comenzó con el ritual con el que tanto disfrutaba el enano. Acercó su nariz hacia el trasero musculoso y aspiró fuerte. Maravilloso. Su lengua comenzó a juguetear, a entrar y salir del pequeño hombre. Al mismo tiempo, su mano le acariciaba los testículos o le masturbaba magistralmente. A ninguno les importó lo más mínimo que el esperma del portero se derramase sobre la ropa de los clientes. Si alguien protestaba… Goliat tenía un buen par de puños con los que aclarar las cosas.

El enano hacía su trabajo eficazmente. A pesar de su tamaño era una máquina de dar palizas. Hasta cuatro de sus compañeros más forzudos hicieron falta para detenerlo cuando unos niñatos se metieron con él el fin de semana anterior. Mandó a tres al dentista y a otros tantos directamente al hospital. Con Goliat nadie bromeaba… excepto María. Entre los dos había surgido una relación muy especial. Él cuidaba de ella y ella… le chupaba el culo. La simbiosis perfecta.

-       ¿Qué… qué te ha hecho? Estaba a punto de…

-       ¿Entrar a buscarme? - dijo burlonamente María - Sería la última tontería que hubieses hecho en tu vida.

-       ¡Me quiero ir con mi mamá!

-       Tira pa´lante, tonto.

-       ¡Joder qué tropa! - exclamó el chico cuando ante sus ojos apareció el local abarrotado de… ¿gente?

-        Sabía que te gustaría…

-       Menuda panda de tarados. ¿Por qué hace tanto frío?

-       Así se conservan mejor los muertos vivientes.

-       No me jodas. Esas calaveras parecen de verdad…

-       Te aseguro que lo son.

-       ¿De… de veras?

-       Pues claro… pero te contaré un secreto… son de mono. ¿A que parecen humanas?

-       ¡Ya te digo! - puso cara de asco. La alternativa no le pareció menos asquerosa.

El número del escenario había concluido. Apenas habían llegado a los aplausos finales. Un chico y una chica sonreían sudorosos. La gente les felicitaba por su actuación pero sin punto de comparación con el numerito montado por la Ninfa y María el día de su debut.

-        ¡Tomemos algo…hoy  te invito yo!

-        Pero por tu madre que sea en vaso de cristal, por favor.

-        Necesitas algo fuerte. Se oyen tus dientes castañetear desde aquí.

-        ¡Es que hace un frío de la ostia!

-        Lo que pasa es que estás cagado de miedo.

-       ¿Quién es esta panda?

-       Pues hay de todo. La mayoría es gente bien que se aburre y viene aquí en busca de emociones fuertes. Abogados, arquitectos, políticos, hijos de papá, madres de familia, hombres de negocios… tienen dinero pero pocos alicientes en la vida.

-       ¿Y el resto?

-        Los que no tienen pasta, ponen el culo - y diciendo esto le pegó una cachetada en el trasero del chico.

-       Entiendo.

Al tercer pelotazo de ron, Javi comenzó a entrar en calor. María no se quedó atrás y acompañó a su amigo en cada ronda.

-       María, son veinte euros - dijo la camarera.

-       Pues sí que es barato el garito este…

-       Pero mira que eres gracioso… son veinte euros cada trago - le dijo María burlona.

-       ¡Menudo robo! Si lo sé me traigo la petaca…

-       Tranquilo, roñoso. Hoy pago yo.- le dijo la chica sacando de algún lugar de su vestimenta un par de billetes morados - ¡Cóbrate Esther!

-       ¿De dónde narices has sacado esa pasta?

-       ¡Calla de una puta vez y disfruta de la noche!¡Amargado, mas que amargado!

Javi comenzaba a relajarse con todo aquello. El ambiente, dentro de su rareza, no estaba mal después de todo. La gente se enrollaba y parecía pasarlo bien. Se fijó en una parejita de aspecto Emo,  con su flequillo y toda la parafernalia, unidos entre sí por unas esposas plateadas. También observó a María. Casi todo el mundo le saludaba. Parecía estar como pez en el agua en tan extraño local.

María decidió dar un paso más.

-       ¡Esther! ¡Esther! - gritó a la camarera

Le pidió algo al oído y la otra sonrió.

-       ¡Marchando!

Javi había echado el ojo a una muerta viviente que tenía un escote tremendo. Sus ojos no dejaban de admirar aquel par de maravillas de la naturaleza. De improviso, María se colgó de su cuello y le metió la lengua en la boca hasta la campanilla. Supuso que su amiga se había puesto celosa al notar cómo miraba a la otra.  Lo cierto es que María lo único que quería era darle algún tipo de extraña pastilla.

-       ¿Qué… qué es?

-       ¡Traga! - le dijo su amiga acercándole un vaso con su licor favorito.

-       ¿Con alcohol? ¿No es peligroso?

-       ¡También se te puede caer una teja cuando caminas por la calle!

-       Cierto - Javi podía ser muchas cosas pero no un gallina. Estaba bastante acostumbrado a los estimulantes. Eran necesarios para pasar más de cuarenta y ocho horas sentado en una mesa de póker.

Diez minutos después estaba eufórico.  A punto de saltar sobre la chavala de generoso escote, María se lo llevó de allí entre empujones.

-        ¡Pues sí que te ha hecho efecto pronto! Vamos, don Juan, será mejor que te refresques en el lavabo.

-        ¡Yujuuuuu!. No sé que narices me has dado pero me gusta. ¡Cómo será de bueno que me parece que aquella pareja de ahí están follando!

-        ¡Es que están follando!

-       Joder, delante de todo el mundo… que pasada va la peña ¿no?

-       ¡Y que lo digas!¡Mira quién habla! ¡Anda, vamos!

A ambos lados del escenario surgían pasillos laberínticos que se perdían en el fondo del local. La fauna que allí se encontraba todavía era más impactante que la que se agolpaba junto a las barras. Multitud de reservados en los que el alcohol, las drogas duras y el sexo resultaba lo más normal del mundo. Carecían de puertas y aparentemente todo el mundo podía entrar y salir de ellos. Mirase donde se mirase allí se cometían aberraciones de lo más variopintas. Eso sí, todas consentidas, nada de violaciones ni abusos en contra de la voluntad. Si a alguien se le iba la mano sin consentimiento… en menos de medio minuto estaba de patitas en la calle y con un ojo a la virulé. En todo momento el local estaba vigilado por cámaras de seguridad. Enormes carteles se encargaban de recordárselo a todo aquel que quisiera pasarse de listo.

-       ¡Apartarse, gilipollas!

María y Javier sintieron como alguien les empujaba contra la pared. Un mulato de más de dos metros pasó junto a ellos. Mostraba todos y cada uno de los músculos que puede tener un torso masculino. Tras él, con dos enormes cadenas rodeando sus cuellos un par de criaturas casi idénticas pero con apariencia de lo más macabra.  Eran chico y chica, pero distinguirlos era tarea complicada.  Cuerpos menudos, totalmente depilados y tez blanca como la luna. Tan sólo llevaban encima una especie de taparrabos y botas militares. La infinidad de piercings y tatuajes satánicos no es lo que asustó a Javi, sino aquellos dientes amarillos puntiagudos como si fuesen de sierra.

-       ¡Esos son los gemelos! Son demasiado para ti. Será mejor que no te acerques a ellos.

Javi ni siquiera pudo contestar, se limitó a asentir.

-        ¡Vamos!

-       Espera, espera. Mira eso.

-       ¡Ya veo qué es lo que te gusta!

-       ¿Son marido y mujer de verdad?

-       Pues no lo sé pero es más normal por aquí de lo que podrías pensar…

-       ¿Y se la están…?

-       Follando, sí señor.  Bonito lugar para una noche de bodas. Ella pasándose por la piedra a todo al que le apetece y el recién estrenado marido… mirando.

-       ¡Joder! ¡Y en traje de novia!

-       Hay gente que le excita ver cómo se cepillan a su mujer… o a su marido, lo creas o no.

-       ¿Y tú crees… que yo…?

-       ¡Seguro! Pero mejor otro día, tenemos algo pendiente ¿recuerdas?

-       ¡Auuuu! ¡No me pellizques el trasero, cabrona!

-       ¡Vamos! 

Javi se hizo de rogar. No quería moverse de allí. Y con mayor motivo cuando observó que apenas un amante había descargado en la recién casada otro ocupaba su puesto inmediatamente.

Un poco más adelante fue María la que se quedó mirando uno de aquellos nidos de perversión.  A diferencia del resto un hombretón con cara de pocos amigos guardaba la entrada. María le conocía y consiguió que, sin entrar, por lo menos poder mirar. El pobre Javi no tuvo tanta suerte.

A un lado, un vejestorio casi cadáver y senil. Sentado en su silla de ruedas necesitaba de una bombona de oxígeno para respirar. Apenas sí podía sujetar la correa de los gemelos que aullaban ansiosamente como deseando devorar su presa.

En el centro, el guardián de aquel par de perros desnudo y sudoroso. En la punta de su falo… el ano de la Ninfa Negra. La chica estaba de rodillas y su castigador de pié, con las piernas dobladas para conseguir una penetración más profunda. Al otro lado… media docena de japoneses trajeados que no paraban de tirar fotos una detrás de otra. En un momento dado, la Ninfa alzó su cabeza, descubriendo en la entrada del habitáculo a su maestra. Disimuladamente le sonrió y le guiño un ojo. Casi inmediatamente dejaba escapar un escandaloso quejido.

María le devolvió el gesto. Las tardes que había pasado con aquella chica en la casa de citas donde trabajaban habían dado sus frutos. Con ternura y paciencia había conseguido que el estrecho esfínter de su vecina se fuese acostumbrando a intrusos cada vez más contundentes. Si bien no alcanzaba el orgasmo, por lo menos había aprendido a fingirlo.  Cuando el mulato estuvo a punto, descabalgó a la Ninfa que, de un rápido movimiento se tumbó boca arriba en el suelo con la boca semi abierta y mirando a su público de ojos rasgados.  El caribeño no perdió el tiempo y colocó su pistola a una distancia prudencial para que aquellos pervertidos no perdiesen detalle. La Ninfa volvió a sentir en su lengua  las excelencias de la simiente masculina. El resto de su anatomía facial también recibió su ración de esperma. Mientras jugueteaba con su lengua los espectadores comenzaron a aplaudirla.

Apenas se levantó el mulato, el abuelo pareció desfallecer. Su débil mano soltó las correas que hasta entonces sujetaban a los gemelos demoníacos. Estos no tardaron en abalanzarse sobre su presa. Comenzaron a devorar cada uno de ellos los pequeños senos de la Ninfa. La chica imploraba un auxilio que nadie le dio. La sangre comenzaba a brotar de aquellos montículos divinos.

-       ¿Qué pasa? ¡Cuéntame lo que pasa, joder!

-       Nada, nada. Será mejor que no mires… ¡podrías echar la pota!

Y tras decir esto, cogió a Javi de la mano en dirección a los lavabos. Ella también necesitaba refrescarse.

-       ¿Y cual es el de los hombres?

-       ¡Y qué más da!

Javi comprendió de lo inocente de su pregunta. En el interior de aquel espacio había gente de todo sexo. Hombres, mujeres e… indefinidos. Y hacían de todo menos lo que se suponían deberían hacer. Esnifaban coca, fumaban porros o mantenían relaciones sexuales. Se le rompió el corazón cuando descubrió a su escotada muerta viviente… bueno, en realidad muerto viviente por lo que pudo ver, con un angelito alado ensartado en su generoso rabo. La chica era muy joven, sobre todo para contraer matrimonio. Con las tetas al aire, la criatura celestial  ni tan siquiera tocaba el suelo. Las furiosas envestidas de su enésimo amante la mantenían en vilo con la espalda pegada a la pared y los ojos en blanco. Un par de demonios hembra con graciosos rabitos rojos no paraban de reírse de ella y hacerle fotos para inmortalizar el momento.

-       Los angelitos suelen ser futuras esposas en su despedida de soltera. Las amigas son unas hijas de puta. Emborrachan a la novia y la meten en este tugurio así vestidas… son como carroña para toda esta bandada de buitres pervertidos. Algunas entran aquí un viernes… y no salen hasta el lunes por la mañana.

-       ¿Esto no cierra nunca?

-       Los fines de semana, no.

-       ¡Madre mía!

-       ¡Vamos a mojarte el pelo!

El lavabo era bastante amplio y sorprendentemente bien iluminado. Por eso era uno de los sitios más concurridos. Allí se podían preparar mejor las rayas de coca, los chutes de heroína y sin cámaras.  La erección de Javi era evidente, efecto combinado de su mente calenturienta, las drogas de diseño y en ambiente promiscuo que les rodeaba. No pudo evitar echar mano de lo que más cerca tenía, las tetas de su compañera de piso. En sus palmas notó los aritos que la joven se había colocado en su punta.

-       ¡No seas malo! ¡Ten un poco de paciencia! - María le dejó que juguetease con sus senos un rato pero pronto le apartó las manos con dulzura.

-       ¡Quiero follarte!

-       ¡Vale, vale! Ya buscaremos un sitio más cómodo. Eres el romanticismo hecho hombre. Primero, el agua.

Les costó un poco de trabajo llegar hasta los grifos. Estaban ocupados por la parejita de Emos que habían visto al llegar. La chica tenía una gomita anudada al brazo, una vampira se acercaba peligrosamente hacia su vena hinchada. Lo que pretendía clavar en ella no era precisamente sus colmillos, sino una pequeña jeringuilla con veneno blanco en su interior. A su lado, su compañero, amigo, novio o lo que fuese aquel tipo esposado a su muñeca estaba pagando la dosis… con los pantalones bajados y su culo taladrado inmisericorde por un barbudo enorme, vestido igual que el profesor ese de Harry Potter.

En la mente de Javi resonaron las palabras de su amiga…” el que no tiene pasta… pone el culo”… o algo parecido.

El frescor del agua le hizo mucho bien al muchacho. Su amiga tenía razón, como siempre. Debía calmarse un rato. Sin embargo, se dio un bonito coscorrón contra el grifo. Se alteró mucho cuando un par de manazas le apretaron el culo e intentó incorporarse antes de tiempo.

-       ¡Hey, hey, hey! Ese culito no se toca - intervino María golpeando al sobón.

-       Tu amiguito tiene un bonito trasero, pequeña. ¿Qué queréis a cambio? Tú sólo pide por esa boquita… tenemos de todo - dijo el hombretón de la barba.

-        ¡No queremos nada… "SEÑORÍA"! ¿verdad, Javi?

-       Cierto - frotándose la cabeza, el muchacho puso su trasero a buen recaudo, fuera de alcance del hombretón aquel.

-       ¡Recuerdos a su mujer! Me da la impresión de que no andará muy lejos…

El hombre enmudeció. De su rostro desapareció su sonrisita.

-        ¡Te… tenemos que irnos! - intervino nerviosamente la vampiresa.

-       ¡Me estoy meando!

-       ¡Pues a qué esperas! Mea - le dijo María mientras se retocaba el maquillaje. De repente se giró como un resorte - ¡Espera, espera… en ese… en ese no! ¡En ese… están ellas!

Demasiado tarde. Javi no imaginaba el espectáculo macabro que le esperaba dentro del retrete aquel. Sentada en la taza, otro angelito sufría las vejaciones que dos mujeronas góticas le propinaban. Le faltaba una alita y su mallot estaba rasgado mostrando al que mirase sus senos y el consolador que ocupaba su peluda vulva. Con el maquillaje corrido y su vestimenta más amarilla que blanca, el aspecto de aquella futura ama de casa era de lo más patético.

-       ¿Tienes ganas de hacer pis, muchachito?

-       Pues has venido al sitio indicado…

-       ¡Abre la boca, guarra! - dijo una de ellas pellizcándole el pezón al angelito.

La torturada obedeció, saliendo de ella una prenda blanca hecha jirones, sin duda los restos de sus propias braguitas.  

Al principio Javi negó con la cabeza. Su estado no era lo suficientemente eufórico como para llegar a esos extremos.

-       ¡Venga, hijo de puta, que no tenemos toda la noche!

-       Después te la chupará un ratito…

-       Date prisa, es la hora de los Cazafantasmas…

-       Nunca habrás meado en un váter tan fantástico.

-       Si te apetece, métele la punta y luego hazlo… esta angelito ya se ha tragado la orina de medio bar.

-       La muy puerca le ha cogido gusto…

-       ¡Hazlo, joder!

-       Si lo está deseando…

-       ¡Mira cómo abre la boquita!

-       ¡Pídeselo tú, guarra! Este gilipollas no nos cree…

-       ¡Méame, te lo suplico! - dijo la desgraciada con un hilito de voz mientras aquellas gordas viciosas le retorcían sus pezones.

Pero lo que acabó de convencerle fue el susurro de María tras mordisquearle el lóbulo de su oreja.

- Si no lo haces… te cogerán manía… y si es así… tarde o temprano… ocuparás el puesto de es chica… te lo aseguro.

- ¡Mi madre…! - y comenzó a evacuar apuntando en lo posible hacia aquellos bonitos labios.

- ¡Traga!, ¡traga!, ¡traga!, ¡traga!  - animaba el coro

La criatura celestial estaba por la labor. Si bien buena parte de la orina se desparramaba por toda su anatomía, Javi observó con sorpresa como aquella garganta tragaba tanto de su agüíta amarilla como podía. Las gordas también querían su parte, interrumpiendo el chorro con sus caras. Pero la angelito no se resignaba. Apartaba a sus competidoras sin miramientos. No estaba dispuesta a compartir la meada con nadie. Al fin y al cabo, era su despedida de soltera. Pero la avaricia rompió el saco, tragó más de lo que pudo y lo pagó caro. Intentó llevarse la mano a la boca pero fue demasiado tarde. Las botas de María y Javi se mancharon de los restos de alimentos que todavía permanecían en el interior de aquella desgraciada. Los últimos estertores del chico se estrellaron en el pelo de la muchacha.

 - ¡Yuuujuuuuu! Esta está lista…

- Busquemos otra pardilla… o pardillo.

De algún lugar surgió una voz que tronó:

- “Tienen un minuto para abandonar el servicio. Permanecerá cerrado durante diez minutos. Por favor, si lo necesitan, utilicen alguno de los contiguos.  La dirección de la Kueva les agradece a todos su colaboración”

- ¡Los Cazafantasmas!

- Nos largamos.

Y como si les fuese la vida en ello, las dos gorditas se levantaron del suelo, empujaron sin miramientos al anonadado Javi y se apresuraron a abandonar la estancia.

- ¡Venga Javi, tenemos que salir de aquí! - dijo María tirando del brazo del muchacho.

- Pero…

- ¡Vienen los Cazafantasmas!

- ¡Hay que salir de aquí echando ostias!

- Pero… ¿y ella? - dijo señalando a la chica de blanco, que no dejaba de sollozar.

- Déjala. Se ocuparán. La noche a acabado para ella….

- Pe…

- ¡Te explico luego, pero ahora  date prisa!

El gentío se agolpaba contra la puerta. Era imposible pensar que en un espacio tan pequeño como aquel servicio cupiesen tantas personas. Una vez fuera, Javi agarró a María de los hombros y le preguntó un poco mosqueado.

- ¿Me puedes explicar qué cojones…?

María no pudo aguantarse. Comenzó a partirse de risa.

- ¿Los Cazafantasmas?  Tranquilo, hombre. Son los de la limpieza. Les llaman así porque llevan unas máscaras y unas máquinas de hacer vapor… y no se qué más.

- ¡Uf! - suspiró aliviado Javi

- Son una pasada. En diez minutos, se puede comer en ese suelo. Te lo juro, no sé cómo narices lo hacen tan bien… y tan rápido. Ya te habrás dado cuenta, este no es un garito corriente. Es un club privado muy caro. Y eso es porque todo lo que ofrece es de primerísima calidad.

- Entiendo. Menudo susto me has dado.

- Y es para acojonarse. Si no sales en un minuto… se acabó la noche para ti.

- ¿Te echan?

- Aunque seas el mismísimo Papa. Te lo juro… porque me ha pasado.

- ¡Joder!

- Pero aún así, lo hacen con clase. Te llevan a unos vestuarios, te dejan ducharte y asearte. Incluso antes de llegar ya tienes tus cosas del guardarropa allí. Si no tienes ropa de calle, te proporcionan una. Incluso te piden un taxi para llevarte a casa. Y por cuenta de la casa. Así que no te preocupes por el angelito, en una hora estará durmiendo la mona.

- Necesito otro pelotazo…

- Y yo. Con tanta charla se me ha secado la garganta.

- ¿De qué te ríes?

- Ha llegado el momento, tú momento.

- ¡Horror me das!

En las profundidades de los pasillos llegaron a una zona acotada. La custodiaba un japonés que parecía un luchador de sumo. Su cara de pocos amigos y su físico alejaban a los curiosos de aquella parte de local. Era la zona Vip. María se acercó al tipo. Javi tragó saliva rezando para que su amiguita no hiciese ninguna tontería.

El hombretón la miró con cara de desprecio. Ella tenía que levantar la cabeza para aguantarle la mirada. Él levantó ligeramente el labio, mostrando sus dientes. Los ojos de ella comenzaron a tornarse vidriosos. Él frunció todavía más el ceño, cruzando los brazos. Permanecieron así durante un minuto. Él seguía  impasible. Ella… ella no aguantó más y comenzó a hacerle cosquillas en la barriga al mocetón.

- ¡No vale, no vale! Has hecho trampas.

-¿Yoooo? ¡Qué vá!

- ¿A que tú lo has visto, cariño? María me hizo cosquillitas por mi tripita…- le dijo mirando a Javi aún retorciéndose. Tenía un acento andaluz que contrastaba bastante con su aspecto oriental.

No salía de su asombro el tahúr. Aquel tiparraco perdía más aceite que un camión de cuarenta años.

- ¡Déjanos pasar, Currito! ¿Ha llegado ya?

- ¡Pues sí! ¡Y está con dos perrrrras de cuidado!

- ¡Vaya!

- Pero no te preocupes. No son nada comparado contigo

- ¡Ya veremos!

- No te preocupes por nada, reina. Si hace falta, subo yo y les tiro de los pelos. Ya sabes que yo por ti - dijo dándose dos fuertes golpes en el pecho - yo por ti.... ¡MA… TO!

Javi contuvo su risa como pudo. Después de lo del enano, no era cuestión de andarse con tonterías. Mientras subían por las escaleras el portero aún les grito

- ¡Princesa! A ver si convences al jefe. No me deja pero yo quiero cambiarme el nombre… a partir de hoy quiero ser… ¡Yasmina!

- ¡Ya te vale… Yasmina! - dijo María menando la cabeza mientras escalaba peldaños- Es de Utrera ¿sabes? Como mi madre…

A Javi le costaba asimilar lo que había visto hasta entonces. Era del todo surrealista. Goliat, un enano. Cazafantasmas, gladiadores del hogar. Y para colmo un luchador de sumo oriental marica, andaluz y maruja. ¡Y encima quería que le llamasen Yasmina!. Empezaba a pensar que nada era lo que parecía en aquel sitio.

La zona Vip era muy bastante diferente aunque sin perder su ambientación gótica. Suelo enmoquetado y reservados privados. Más iluminación y lujo. Una bonita camarera con una bandeja de canapés y copas de champagne les recibió al final de las escaleras. Vestía un corpiño, botas altas y medias. Unas graciosas orejas felinas coronaban su rubia cabellera. Ni qué decir tiene que toda su vestimenta era de color negro.

- ¡Hola María! ¿Cómo estás, cariño?

- Muy bien Estrella. ¿Cómo va la noche?

Las dos chicas se besaron tórridamente. A Javí se le puso la polla como un caballo al verlo.

- Pues algo movidita, la verdad. Es época de bodas y ya se sabe…

- Entiendo.

- ¡Huy, perdón! ¿quiere algo el señor? Coja… lo que quiera.

Javi ni reparó en los bocaditos de caviar iraní, ni en las burbujas chispeantes del mejor caldo francés, ni en las pastillas de viagra que descansaban en una bonita caja. La chica llevaba los pechos completamente al aire. Eran, sin duda, el mejor par de tetas que había visto tan de cerca en su desgraciada vida.  Y estaban, según parecía, a su entera disposición.

- ¡Hay que ver cómo sois los tíos! - rió María - ¡Anda, rica! Te aguanto la bandeja para que este cretino  te meta mano. Pero sólo un poquito, no vayas a romperlas…

- No le hagas caso. Es una envidiosa. Son naturales, aunque ella no se lo crea. Toca, toca…

Javi suspiró aliviado. Naturales o no, estaba claro que aquella camarera no tenía ninguna sorpresa escondida en su entrepierna. No pudo evitarlo, no se conformó con tocarlas, tenía que comerse aquellos melones duros y turgentes.

- ¡Hey! Parece que le gusto a tu amiguito… si queréis entro con vosotros a algún reservado… ya sabes, invita la casa.

- Gracias pero no. Otra vez será. Currito me ha dicho que Lepra ya ha llegado. Supongo que estará en su reservado.

- ¡Ahá! - contestó la rubia asintiendo con la cabeza - Pero no está solo. Está con esa pija que dice ser su novia. Y otra chavalita que no está nada mal, la verdad. Tiene unas peras - dijo mirando sonriente a Javi que seguía lamiéndole los pezones - unas peras que le volverán loco a tu amiguito

María tuvo que utilizar la violencia para conseguir que su amigo se retirase de aquel cálido pecho. Como un bebé destetado antes de hora, Javi protestó, pero el tirón de orejas de la morena fue de lo más persuasivo.

- ¡Vamos! Ya de dará más biberón otro día.

- ¡Buaaaaaa! - imitó Javi al llanto de un recién nacido. La camarera se despidió de él lanzándole un besito al aire, el tiempo que arqueaba su busto para ofrecer a su niño una buena despedida. Javi soñaría con aquel soberbio canalillo anegado por su esperma.

Se resignó a su suerte.

- Lepra…vaya nombrecito - acertó a decir.

María se sonrió. Tenía más morbo dejarle con la duda. De no ser así le hubiese explicado a su amigó la razón de aquel extraño mote. Era mucho menos escabrosa de lo que parecía. El hijo del dueño se llamaba en realidad Leonardo Prado, Lepra para los amigos.

Entraron en la estancia privada. Nada que ver con los reservados de la planta baja. Amplios, con multitud de pantallas de plasma y sofás de cuero mucho más cómodos dispuestos en círculo. En el centro una mesa redonda adornada por un centro de flores naturales y  sobre ella bandejas de los más refinados canapés y licores varios. No faltaba ni la indispensable bandejita con rayitas blancas perfectamente alineadas, pastillitas varias e incluso alguna que otra jeringuilla y los aparejos propios para ser utilizada ni infinidad de juguetes sexuales de todo tipo, tamaño y forma.

Javi no dejaba de mirar. Sobre todo al par de imponentes hembras que, desnudas a un lado del sofá se metían caña frenéticamente.  La pelirroja de tetas grandes se mordía la mano mientras la rubia de bote comía su clítoris con ansia al tiempo que le insertaba un consolador hasta lo más profundo de su ser. Ambas gemían de gusto, se notaba que no eran primerizas en eso de las relaciones lésbicas.

María en cambio no les hizo ni puto caso. Se dirigió directamente al muchacho que las miraba distraído bebiendo un botellín de agua.

- ¡Lepra!  - Gritó María con los brazos abiertos.

Al otro se le iluminó la cara. Se levantó para saludar a sus nuevos huéspedes.

- ¡María! ¡Por fin habéis llegado! Pensaba que no vendríais.

- Te presento a Javi - y girando la cabeza continuó - Javi, este es Lepra. Lepra, este es el Javi del que tanto te he hablado.

- ¡El genio de la baraja!  - le dijo cortésmente ofreciendo su mano al interpelado - María no para de hablarme de ti.

Javi estrechó aquella mano amable que le tendían. De esta forma pudo observar con mayor detenimiento al tal Lepra. Era un chico algo más joven que él, rozaría la veintena de años. Visto lo visto, sus pantalones pitillo, su camiseta negra ajustada, casi sin mangas y sus zapatillas deportivas eran de lo más normal que había visto en toda la noche. Su rostro era de lo más ambiguo; ligeramente maquillado, exceptuando sus labios completamente negros, en su bello rostro destacaba un arito que pendía de una de sus cejas.  Tenía el pelo largo y rubio que apartaba graciosamente de sus ojos claros. Javi pensó que Lepra, de haber sido hembra, hubiese resultado ser bastante atractiva. De manera instintiva le miró el paquete, recordando del porqué de su presencia en aquel lugar. Ese ligero movimiento de cabeza no pasó desapercibido a los ojos de María.

- ¿Pero qué narices pasa aquí? Oye, lepra. ¿Qué hacen aquí esa guarra y el desgraciado ese? - dijo la rubia devoradora de coños incorporándose - Se supone que tú y yo estamos juntos.

Javi la miró de reojo. Le sonaba su cara. La conocía de algo pero no acertaba a recordarla hasta que, de improviso se le vino a la cabeza. Era la novia, o por lo visto exnovia pija de su anterior compañero de piso. Por lo visto, se había cansado pronto de aquel perdedor sin interés. En cierto modo, Javi se sentía en deuda con aquella niña de papá. De no haber sido por ella, jamás hubiese entrado María en sus vidas. De no haber sido por ella jamás habría conocido a la criatura más maravillosa de este mundo.

- ¡Humo! - se limitó a decir María.

- ¿Qué? ¿Has oído a esa puta? ¡Oye asquerosa…!

- Ya la has oído - replicó Lepra sin inmutarse - ¡Largo!

- ¡Me cago en la leche! ¡La hija de mi madre no tiene por qué aguantar esto…!

- ¡Si no te vas a comerle el coño a esa yogurina  a otra parte, llamaré a Currito para que os saque de aquí a patadas…!

La rubia se puso roja de ira, pero no era tan tonta como parecía. Intentó cambiar de táctica. Su tono se tornó meloso.

- ¡Venga, Lepra! No seas malo… lo pasaremos todos muy bien… sabes que no me importa compartirte…

Lepra se encogió de hombros y sin alterarse lo más mínimo se acercó hacia un teléfono inalámbrico que descansaba sobre una mesita.

- ¡Te acordarás de esto! ¡Eres un hijo de puta! ¿Sabes?  Me voy a tirar al primero que vea…- gritaba mientras buscaba su ropa - ¡Que te den!

Y desapareció por la puerta dejando a su compañera sin saber qué hacer.

- ¿Y tu a qué esperas? Tu mamá te estará buscando por ahí - dijo María admirando la impresionante belleza de la jovencita pelirroja - ¿saben tus padres dónde te metes? Deberías estar en la cama… durmiendo… solita.

La chica agacho la cabeza y abandonó la estancia entre sollozos.

- Esa golfilla promete - María no pudo evitar expresar sus pensamientos en voz alta.

- La otra no le llega ni a la suela de los zapatos…

- ¿Es tu novia? La rubia, me refiero.

- ¡Qué mas quisiera ella! - rió Lepra

Cuando estuvieron los tres solos, se dirigió a sus invitados.

- ¿Qué queréis tomar? - se centró en María - ¿habéis probado algo ya? Dímelo no vayamos a cagarla con las mezclas…

- Sólo unos pelotazos de ron…

- ¡Y la pastilla que me diste! - intervino Javi.

- ¿Pastilla? - Lepra pareció sorprenderse. No era propio de María.

- Una de las de Esther - dijo negando con la cabeza.

- Entiendo.

Lepra no pudo más que admirar aquella cabecita tan bien amueblada. Se trataba de simples pastillas contra la tos. Un placebo para desinhibir a su amigo. La autosugestión era, sin duda, la mejor de las drogas. Cien por cien eficaz y sin efectos secundarios.

Eligió una pastilla rosa, se la puso en la boca, se colocó delante de Javi y sin  vacilar acercó su boca hacia el asustado muchacho. María le había advertido. Supuestamente era la primera vez de Javi, había que andarse con cuidado.

Javi no creía lo que estaba haciendo. Trataba de no pensar demasiado. Estaba decidido a disfrutar del momento. Con María era mejor hacerlo así.

No puso apenas resistencia. Cerró los ojos como si fuese una colegiala. Sintió la lengua del muchacho rozar la suya, depositando delicadamente la píldora sonrosada en su boca. Hasta cerró los labios ligeramente cuando notó que la serpiente intrusa abandonaba su cueva, para sentir su húmedo tacto. Tragó la gragea. Estaba dispuesto a todo.

María no tomaba drogas duras. Bebía mucho, pero sólo cuando hacía falta y jamás se le había ido la mano. De vez en cuando algún porrito pero ni siquiera fumaba regularmente. No es que no le gustaran, sencillamente no las necesitaba. No necesitaba evadirse de la realidad. No era necesario, todo en su vida era una pura mentira.

Lepra dudó un poco. Al final eligió la misma que le había dado a Toño.

- ¿Champagne?

- ¿Se puede? - preguntó Javi.

- Sin problemas. Hazme caso.

Como buscando la aprobación de una madre miró a María, que asintió tranquila.

Después de un par de copas la cosa se animó de nuevo.

- Se me ha ocurrido una idea. - dijo María desnudándose como por arte de magia - Seré vuestra copa… bebed de mis pechos…

Se colocó a horcajadas sobre Javi. Se volvía loco tan sólo con el roce de su piel.  Comenzó a derramar el licor sobre su cuerpo. Los chicos degustaban el néctar, los aritos de los pezones no hacía más que acentuar las sensaciones de los componentes de trío. En el fragor de la batalla, las dos lenguas se centraron en el mismo seno. La confrontación era inevitable, Acabaron ambas lenguas enroscadas la una con la otra.

María observó satisfecha su obra. Aquello iba por buen camino. Desmontó a Javi y siguió con su plan.  Poco a poco, los tres comenzaron a quitarse la ropa los unos a los otros. Se besaban entre ellos lujuriosamente al tiempo que las manos tocaban ansiosos zonas prohibidas. Al principio Javi se centraba en María, pero poco a poco se iba recreando en la anatomía de Lepra.  La chica era la más lanzada  así que comenzó a pajear a los dos jóvenes. Para facilitar su trabajo, se arrodilló en el suelo. Ellos permanecían sentados, sin parar de besarse profundamente.

No era la primera vez que Lepra y Maria compartían un primerizo, así que sabían los pasos a seguir para no asustar a la presa. La mano del chico sustituyó a la de ella. Javi ni siquiera se dio cuenta de que una mano de hombre era la que buceaba en su entrepierna, subiendo y bajando su prepucio de manera lenta y magistral.

María esperaba paciente a que el movimiento cesase y abarcar en su boca el pene de su compañero de piso. Estaba muy tranquila. Sabía que aquello iba para largo. La pastillita rosa era un retardante sexual, justo lo que un sobreexcitado Javi necesitaba. El chico estaba en la gloria, y su placer no disminuyó lo más mínimo cuando sintió que Lepra descendía su lengua por su torso, traspasaba su abdomen y mamaba su verga sin descanso. Comprobó una verdad tan grande como obvia, una buena mamada es una buena mamada, independientemente del sexo del que la realice.

Lepra no era egoísta, dejaba que María disfrutase de aquel rabo. Los dos se alternaban a la hora de dar placer a Javi, como buenos amigos.

En un momento dado, los ojos de Lepra y María se encontraron. Ella asintió. Había que tensar la cuerda un poquito más. Lepra dejó que María continuase con la tarea.  Él tenía otra misión en todo aquello. Lentamente, se puso de píe sobre el sofá, blandiendo su estoque, acercándolo peligrosamente a la boca del jugador de cartas. Le dio unos toquecitos en los labios.

- ¡Chupa!

 Era más que evidente lo que pretendía. Javi observó lo que se le venía encima, tenía una pinta estupenda sin llegar a ser lo de Toño. Se rindió a sus instintos, nada le apetecía más que meterse aquel trozo de carne en la boca.

Lepra se sorprendió gratamente. María estaba equivocada, aquel chico no era primerizo. No era el primer rabo que se comía. De no haber estado ocupada, ella misma se hubiese dado cuenta de eso.

Permanecieron los tres enlazados, dándose gusto al cuerpo, de manera sensual y placentera, delicada y sutil. Javi lo hizo tan bien que Lepra, a pesar de la pastilla, a punto estuvo de correrse. Nada hubiese hecho más feliz al muchacho, recibir en su estómago de nuevo el esperma de otro macho.

María tenía otros planes, otro lugar dónde derramar la esencia de Lepra.

La chica se abrió de piernas, tumbada sobre la mesa. No le importó derramar las bandejas, no era el momento de entretenerse con minucias.

- ¡Métemela, Javi! No puedo más. ¡Quiero que me folles, joder!

Si no podía tragar semen, no se le ocurría al interpelado mejor alternativa. Se sorprendía de sí mismo. Estaba en plena forma. Cualquier otro día se hubiese corrido hacía rato.

Se acercó al coño babeante que le ofrecía su amiga. Era preciosa y en esa postura, todavía más. Le agarró de las rodillas, separándolas más si cabe y penetró su ser duramente sin vacilar. Por muchas veces que lo hubiese hecho jamás dejaba de proporcionarle nuevas sensaciones.

Lepra se situó a su espalda y comenzó a lamerle el cuello. Acariciaba los costados de Javi sin prisa, acercándose poco a poco hasta pegar sus cuerpos piel con piel.

María alcanzó el orgasmo, ver a dos chicos tocándose le excitaba muchísimo. El momento que tanto ansiaba estaba a punto de llegar. La penetración de Javi era inminente.

Lepra era un experto en desflorar anos masculinos. A pesar de su juventud, había disfrutado de bastantes de ellos. Por un puñado de pastillas aquellos chavales eran capaces de cualquier cosa. Esta vez era diferente, así que lo hizo con suma delicadeza. Entre los juguetitos sexuales había botes de lubricante.  Derramó el contenido de uno de ellos generosamente sobre su ariete.  Jugueteó con sus dedos pringosos con la entrada trasera de Javi. No quiso profundizar demasiado, no fuera que se alarmase y se asustase. Decididamente agarró su verga y la dirigió al esfínter. Había llegado el momento.

María abrió los ojos, fijó la mirada en la cara de su amigo. Le gustaba ver la expresión del  rostro de los muchachos cuando perdían la virginidad. Esa mezcla de dolor, placer y sorpresa le excitaban casi tanto como cuando recibía una buena bofetada.

Javi alzó la cabeza cuando sintió el fuego que lo traspasaba. Había cruzado la frontera. Ya no había vuelta atrás. Otro hombre se lo estaba follando. Lepra imponía el ritmo. Primero, lento para que Javi se fuese acostumbrando, pero poco a poco la enculada se tornó frenética, salvaje, desbocada.  Los tres sudaban bastante, la actividad física era evidente.

Como si de los tenores se tratasen, emitieron un grito de triunfo. La victoria del placer frente a los tabúes establecidos. El triple orgasmo soñado y pocas veces conseguido. Se derrumbaron los tres en el suelo, entre risas y comentarios soeces.

- ¡Menudo polvo!

- Ha… ha sido increíble.

- Vaya culito que tienes…

- Pensaba… pensaba que iba a dolerme más…

- Espero que te falten muchas asignaturas por aprobar…

Media hora después María abandonó el reservado. Los dos chicos seguían comiéndose las pollas, allí ella no pintaba nada.  Ni siquiera recogió su ropa, no quería interrumpirles. En el vestíbulo, desnuda y feliz observó como su amiga la camarera la saludaba. Un hombre con los pantalones en los tobillos se la estaba cepillando contra la pared del fondo. Era el pan de cada día. Las camareras y camareros de la zona Vip eran los mejor remunerados, se ganaban su sueldo a pulso.

Se dirigió a una puerta de servicio. De uso exclusivo para los empleados.  Saludó a un par de guardas de seguridad que encontró por el camino y  entró en la sala de personal del local.  Allí todo era diferente. Muy luminoso y funcional. Allí se maquillaban los actores y el director de escena consultaba los detalles con los actores, responsables de seguridad de incógnito y camareros. 

- ¡Hola María! ¿Cómo va la noche?

- ¡Perfecta!

- ¿Sales pronto al escenario?

- Dentro de un rato, en una hora, creo.

- ¡Media! - dijo alguien - Casi tengo que mandar al ejército a buscarte…

- Lo siento, estaba con Lepra.

- Entiendo. Nosotros ya hemos acabado por hoy.

- Y tu marido.

- Ahí detrás, dándole el biberón al nene.

María le sonrió. La pareja de “gemelos” no parecían tan feroces a la luz de los focos. Sin el postizo que ocultaba su corta melena, las lentillas de color rojo ni la dentadura también postiza resultaban ser de lo más convencionales.  En realidad eran pareja e incluso habían sido padres hacía cuatro meses de un precioso niño.

- Menudo escándalo esta noche.

- Ni me he enterado. ¿Qué ha pasado?

- Un japonés gilipollas. Se creía que lo de la sangre iba en serio. Ha caído redondo de la impresión.

- ¡No jodas!

- Te lo juro…

- La Ninfa es muy buena… chilla como si en verdad la estuviesen matando. Y por cierto, ¿dónde está?

- Ahí dentro. Haciendo las “paces” con Pedro, el jefe de seguridad. Desde que le rompe el culito… ya no se pelean tanto.

- ¡Valiente cretino!

- Ya te digo.

- Bueno, yo me largo - dijo un espigado con acento extranjero. Sufría esa extraña enfermedad que hace que todo su cuerpo careciese de vello. Sonriente, su sien brillaba como una bombilla. Si bien su aspecto era extremadamente delgado, distaba bastante del anciano moribundo que solía interpretar.

- ¡Hasta luego, Hans!

María comenzó a prepararse.

- ¿Estás segura que quieres hacerlo? - le dijo en director de escena.

- Tú búscame a alguien que tenga ganas y no le dé vergüenza hacerlo en público. No habrá problemas.

- ¿Seguro?

- Tranquilo. Lo he hecho muchas veces.

El hombre se encogió de hombros y preguntó al resto de los actores.

- ¡Un momento a todos! Un momento. Es importante. ¿Alguien tiene ganas de…?

- ¡Cagar! - le ayudó María mientras se maquillaba - Al que se anime, le doy la mitad de mi paga de hoy…

- ¡Yo mismo! - dijo alguien al fondo - ¿En serio te la tragas?

- Ya lo comprobarás enseguida.

La gemela negó con la cabeza. Ni ella misma se atrevía a hacerlo. Y ni mucho menos en el escenario principal, delante de tanta gente.

- No te preocupes - la tranquilizó María - está todo controlado, ¿quién está ahora actuando?

La otra miró por una cristalera, a través de ella se divisaba el escenario claramente.

- Está el chico ese… el nuevo. Tiene una buena tranca.

- Y no sólo eso - intervino María - hay que ser muy ágil para chuparse la polla uno mismo…

- Y estar un poco salido…

- ¡Mira quién habla! La monja…

Las dos esbozaron una sonrisa. Había que estar un poco enfermo o estar muy necesitado para trabajar en aquel garito.

María se percató de otro detalle. La puerta del despacho del jefe estaba cerrada. Como leyendo su mente la otra le dijo.

- El jefe está haciendo una entrevista de trabajo a una chica. Lo cierto es que currículum no le falta a la chica esa…

- No me lo digas. Pelirroja y con una tetas…

- Tremendas. ¿Eres adivina o qué?

- Como no ha podido con el hijo… se lo monta con el padre - murmuró María.

-¿Cómo dices?

- Nada, nada. Cosas mías.

Goliat apareció por una puerta. Se estaba llevando a la boca un bocadillo casi tan grande como su brazo. A María se le iluminó la cara.

- ¡Goliat! ¡Cariño!...¡Qué ganas tenia de verte! - se acercó al enano y comenzó a besarle.

- ¡Parar, parar! No dejar comer…

- Goliat, mi vida. Necesito pedirte algo, algo muy pero que muy especial.

El hombre era pequeño, pero no tonto. Mostró sus dientes de oro a la chica.

- ¿A quién matar Goliat?



Capítulo 11 y último: Una boda y un funeral.

- ¡Me cago en la leche! ¿y quién dices que te ha hecho esto?- una nube de algodón servía a Toño para restañar las heridas de su amigo.

- Y yo que sé. No le había visto en mi vida. Se abalanzó sobre mí y comenzó a darme de ostias, sobre todo en la cara.

- Pues sí que te ha dejado guapo. Y nada menos que a cuatro días de tu boda…

- Calla, calla. No me lo recuerdes… - Gorka estaba muy cabreado

- Pues vas a salir de miedo en las fotos. Yo que tú retrasaría la boda…

- ¡Imposible! Está todo preparado, la iglesia, los invitados, en convite… ¡todo! Además, Elena me mataría. Pensaría que era una excusa para no casarme…

- Pues no creo que estos moratones pasen desapercibidos…

- ¡Tú cúrame como puedas y punto! Tengo un montón de cosas por hacer esta mañana. No tienes ni idea de cuántas tonterías hay que tener en cuenta para casarse unooooo. ¡Leches, cómo escuece!

- Por lo menos el otro tipo habrá recibido lo suyo.

-¡Qué va! No veas cómo sacudía el enano ese. Bastante tenía yo con protegerme hasta que pude levantarme y  salir corriendo. Casi no lo cuento…

- ¿Enano? ¿te ha dado una paliza un enano? - Toño no daba crédito - ¡Es para morirse!

- Y encima me robó la cartera, el reloj y las zapatillas. No sé para qué cojones querrá un enano unas Adidas del 45.

Agarró a su amigo de la muñeca y le miró fijamente.

- ¡Ni se te ocurra contar por ahí que un enano me ha partido la cara! ¿Estamos?

- No te preocupes - dijo Toño muy serio - Mi boca estará sellada. Permaneceré como… ¿cómo se llama ese dibujo de Disney?  Sí hombre, el que tenía otros seis hermanitos…. ¡Gruñón!...

Gorka lo miró furioso. Agarró el frasco de agua oxigenada y lo lanzó contra un Toño que se partía de risa mientras huía.

- ¡Mudito! Eso es. Mudito, el enano de Blancanieves.

-¡Me cago en tu puta madre! - pero Gorka estaba muy dolorido como para perseguir al fugado.

Sonó el timbre de la puerta. Se extrañaron un poco. Nadie solía venir a aquellas horas.

- ¡Menudo escándalo! - dijo Javi después de abrir la puerta de su habitación - ¡Aquí no hay quien duerma!

Rascándose la entrepierna con una mano y mirando el reloj de su muñeca en la otra murmuró.

- ¡Pero si aún son las once! Menudo madrugón - y como un alma en  pena se dirigió hacia la puerta de la casa.

Ni se preocupó en mirar a través del visor. Abrió directamente sin mayor dilación.

Ante él apareció una señora algo mayor. Bajita y regordeta, de cabellos negros bastante descuidados salpicados por infinidad de canas. Vestía un conjunto algo pasado de moda, aunque muy limpio y bien planchado En sus manos apretaba algo que el adormilado Javi no acertó a distinguir. En la cara se reflejaba el sufrimiento pasado. Cientos de arrugas surcaban su antes delicado rostro. Pero por encima de todos aquellos rasgos el chico se fijó en aquel par de ojos azules que lo miraban llorosos. Eran increíbles. Jamás había visto nada igual a excepción de los de…

- ¡Bu… buenos días!  Busco a mi hija… se llama Eva…- dijo en tono suplicante, casi llorando.

Javi se rascó la cabeza negando.

- Lo siento, señora. Aquí no vive ninguna Eva…

- ¡Pero el portero me dijo que estaba aquí!

- Ese carcamal dirá lo que quiera pero aquí no…

Se quedó de piedra. La mujer le mostró lo que sus manos sujetaban tan fervorosamente. Se trataba de la fotografía de una adolescente. Con el pelo rubio, coletas, uniforme escolar y mirada triste. Pero sin duda era ella.

- ¡María!

- ¿Está aquí?

- Pase - es lo único que acertó a decir.

- ¿Qué pasa? ¿Quién es? - preguntó Toño acercándose junto con Gorka.

- La señora - les anunció Javi estupefacto- la señora dice ser la madre de María.

- ¿Dónde está? ¿Cuál es su cuarto?

A Toño se le encendió la sangre. Estaba convencido de que aquella señora de aspecto frágil en realidad era una especie de monstruo  que consentía la violación sistemática de sus hijas por parte de su marido. Le daban asco. Así que decidió proteger a su amiga.

- ¿Qué pasa? ¿Ahora se preocupa por su hija? ¿Acaso no es usted la madre de ella y de sus hermanas? - su tono era bastante enfadado y, ante la atónita mirada de sus amigos, continuó - No sé cómo tiene vergüenza de presentarse aquí. Dejar que su marido… haga eso con sus propias hijas. Me dan ustedes asco. Pedófilos de mierda, debería llamar ahora mismo a la policía.

- Bueno, bueno. Ya está bien - intervino Javi.

- ¡Déjela en paz! Aquí está bien, nosotros cuidamos de ella. Es mayor de edad y ya no puede obligarle a nada…

La señora no parecía muy sorprendida ante la reacción de Toño. De lo más recóndito de su ser apareció algo de energía para interrumpir al muchacho de larga melena.

- Espera un momento, hijo - dijo en tono firme pero sin alzar la voz - Aclaremos las cosas. Primero, Eva es hija única, lo sé yo porque soy su madre, así que no sé que me estás contando de unas hermanas. Segundo, mi marido adoraba a su hija y te juro por mi madre que en gloria esté de que jamás hizo otra cosa que amar a su niña con toda su alma. Tercero, mi marido está muerto. Murió cuando Eva apenas tenía cinco añitos, así que difícilmente pudo hacerle nada a mi pequeña, y te aseguro que jamás entró otro hombre en mi casa.

Toño deseaba que la tierra le tragase. Estaba totalmente perdido. Se suponía que conocía cada gesto, cada reacción de todo aquel al que le rodeaba. Solía saber muy bien cuando le mentían. Si era cierto lo que aquella mujer contaba, María le había engañado como a un niño.

- Y cuarto - a la señora comenzaron a fallarle las fuerzas - ¿qué tontería es esa de su edad? Mi pequeña, mi  Eva tan sólo tiene…

A Toño se le resbaló la jarra de cristal que llevaba en su mano al oír la verdadera edad de su compañera de piso. El recipiente chocó contra el suelo y estalló en miles de trocitos brillantes sobre las baldosas que navegaban en el oscuro líquido.

A Javi se le quitó la resaca de un plumazo. Envejeció diez años en segundos. Movía la cabeza como negando la evidencia. Tras la primera impresión no paraba de pensar en lo que habría llevado a María a actuar de aquella manera.

Gorka se quedó petrificado. No daba crédito a lo que oía. Tan sólo acertó a pensar una cosa. Debería deshacerse de aquel montón de fotos eróticas que tenía en su ordenador y en su cámara fotográfica. Podrían llevarlo directamente a la cárcel

-¿Cuál es su habitación? - insistió la señora muy nerviosa.

- Esa - acertó a señalar Toño.

Ni aunque los tres lo hubiesen intentado, jamás hubieran podido detener a aquella madre en busca de su hija. Les apartó de un manotazo y abrió la puerta de aquella alcoba con la mayor ilusión del mundo. Se le hizo trizas el alma cuando descubrió la estancia vacía, aunque repleta de detalles y signos que le confirmaron que la habitante de aquel cuarto era sin duda su hija pródiga.

Tragó saliva, y entre lágrimas procedió a registrar la habitación en busca de alguna nueva pista acerca del paradero de su niña.

- No, ahí no abra - intervino Toño ante la extrañeza de sus amigos.

Se trataba del cajón de los juguetitos sexuales de María. La mujer no se alteró demasiado cuando vio todo aquel arsenal erótico.

- ¿Dónde está? Dios mío ¿dónde está? - la señora lanzaba los trastos por los aires como si buscase un tesoro.

- Pero señora. María no está aquí - dijo Toño mirando al resto - ¿hace cuánto no la veis?

- ¡No está aquí! Dios bendito. Se ha marchado…

No pudo aguantarse más. Aquella pobre mujer se derrumbó en el hombro de Toño.

- No se preocupe, señora. María está muy bien. Seguro que vuelve pronto…

Ella en cambio negaba con la cabeza.

- ¡Se lo ha llevado! Y sino está aquí, significa que… que se ha ido…

- Pero señora, ¿qué es lo que busca exactamente? - intervino Javi muy intrigado.

- ¡El consolador negro! ¡El de dos puntas!  - el llanto de la mujer era cada vez mas intenso - ¡No está!

Todos lo conocían perfectamente. Había sido compañero de juegos del cuarteto desde que María se había ofrecido a pagar el alquiler con su cuerpo.

Tan sólo Toño lo sabía. La chica tenía una extraña costumbre, una especie de ritual erótico cuyo protagonista era aquél pene sintético. No importaba cuántos polvos hubiese echado aquel día. Su último orgasmo siempre estaba provocado por aquel enorme falo negro. También la había oído llorar muchas veces después de hacerlo pero jamás se había atrevido a preguntarle el motivo de su desconsolado llanto.

- Perdone pero no le entiendo - dijo Javi siempre tan pragmático - ¿porqué es tan importante?

La mujer se controló un poco. Llevaba mucho tiempo queriendo contárselo a alguien y estalló.

- En el interior de ese… ese… ese artefacto… están… - sopló fuerte como recogiendo energía para soltarlo - están las cenizas de mi difunto esposo. El padre de Eva.

 Diez minutos más tarde, algo más tranquila Ana, la madre de María permanecía sentada en el sofá, junto a ella Javi y Gorka escuchaban su historia. Toño se las había ingeniado para poder hacer café para todos y se disponía a servirlo. La mujer se aferraba a su taza y negaba con la cabeza mientras hablaba.

- No sé qué es lo que os habrá contado mi hija… - su tono era apesadumbrado - pero os aseguro que si se parece en algo con la realidad será por pura coincidencia.

- Lo cierto es que sabemos muy poco de ella realmente.

- Desde niña es muy fantasiosa. Inventaba historias constantemente. Es muy lista, pero su cabeza soñadora le impide centrarse en los estudios.

- Apenas nos contó nada… tan sólo que su padre le pegaba - dijo Gorka

- Entiendo.

- Pues a mí me dijo que el asqueroso de su padre se la cepillaba casi todas las noches, y que usted lo sabía todo - a la vez que hablaba Toño se daba cuenta de que aquella historia no encajaba con lo que la señora Ana les había contado - También que tenía dos hermanitas pequeñas, que seguramente ocuparían su sitio en la entrepierna de su marido una vez María faltase.

- ¡Jodo, tío! Lo tuyo es la diplomacia… - le reprochó Gorka - podías haberlo dicho de otra forma…¡Que es su madre, ostia!

Un silencio frío recorrió la estancia.

- Mi marido era militar. Sargento del ejército de tierra. Estuvo destinado en la guerra de los Balcanes. Volvió condecorado y, es inútil negarlo, muy trastornado. Lo que allí vio le superó por completo. Volvió pero ya no fue el mismo. Yo intentaba animarle, decirle que tenía una hija, un buen motivo para tirar para adelante - la mujer volvió a llorar amargamente.- ¡y se pegó un tiro. La pobre Eva lo vio todo. Por lo menos el muy…- su tono denotaba cierto resquemor con su difunto esposo-  cabrón podría haber esperado a que la niña no estuviese en casa.

- ¡Joder!

-Volví… volví de la compra y allí estaba ella, llorando, intentando que su papi… que su papi le contestara.

- Menudo palo.

- Después creció, y no dejó de inventarse cosas. Sobre todo acerca de su padre. Que si era un capitán de barco y por eso casi no estaba en casa. Que si estaba en África cazando leones. Que si agente secreto. Todo mentiras, una detrás de otra. La gente que la conocía se reía de ella, pero eso jamás le importó. Cuando creció, sus amigos escuchaban sus historias con aparente interés con tal de meterse en sus bragas. Yo tenía que trabajar catorce horas al día para sacarnos adelante, apenas le hacía caso a la pobrecilla.

- No se torture - intervino Javi - seguro que lo hizo lo mejor que pudo.

-Se pasaba horas mirando la puerta de casa, esperando un imposible. Esperando que entrase por ella su padre, con un montón de regalos y una sonrisa en la boca. Eso jamás sucedió, obviamente.  Después de su fuga, me entere que ofrecía su cuerpo a todo aquel que demostrase un mínimo interés por ella. Al parecer se tiró a medio barrio y yo ni siquiera sospeché nada. Habréis comprobado que mentir se le da muy pero que muy bien.

- Desde luego - murmuró Toño.

- Tiene que estar muy desesperada como para hablar así de su niña - pensó Javi.

Ana bebió un poco de café y continuó con la historia de su hija.

- Buena culpa de todo esto la tiene ese sinvergüenza… ese mal nacido…

- ¿Quién? ¿Su marido?

- Ese desgraciado desde luego que sí. Pero  yo me refiero a otra persona, a ese psicólogo famoso que trata trastornos en la adolescencia. El doctor Méndez ese. En lugar de ayudarnos, se dedicó a… - tragó saliva, no pudo decir lo que en verdad pensaba- a hacer con ella lo que le vino en gana, sesión tras sesión, semana tras semana, mes a mes.  Me lo recomendaron en su instituto cuando la expulsaron un tiempo al “ofrecerse” al profesor de gimnasia con las bragas en la mano… en mala hora les hice caso. Fue peor el remedio que la enfermedad.

Aquello era muy fuerte. Sentían lástima de la pobre María.

Intentando buscar otro tema, Gorka preguntó acerca del misterio del consolador.

- Me da un poco de vergüenza contarlo pero a estas alturas ya no me importa. Según su voluntad, lanzamos parte de las cenizas de mi marido al mar. Aún no sé porqué, pero me guardé una pequeña porción para mí. Las guardaba en una pequeña urna, escondida entre mis cosas.

Respiró hondo y continuó.

- Mi esposo me había regalado un consolador negro antes de su última misión. Me dijo entre risas que así no le echaría tanto de menos mientras estuviese en el frente. Yo jamás lo usé mientras estuvo vivo pero lo guardé como si se tratase de una joya tras su marcha. Cuando murió… a pesar de todo yo seguía amándole… así que no se me ocurrió otra cosa que meter sus restos dentro de aquel… aquel juguete.  Tenía la ilusión de que era mi esposo el que me poseía. Aún no sé exactamente cómo pero María se enteró de todo. Seguramente leyó mi diario.

Los chicos escuchaban muy atentos. La historia mejoraba por momentos.

- Hace un par de años - dudó en seguir pero al final lo hizo - hace un par de años la descubrí desnuda con ese maldito cacharro… ensartado en su culo. Me volví loca. Le dije de todo. Ella tampoco se calló nada. Nos peleamos como jamás lo habíamos hecho. Se vistió con lo que tuvo más a mano, agarró el dichoso consolador y se largó por la puerta. Pensé que volvería cuando se le pasase el enfado, pero jamás lo hizo. Desde entonces no paro de buscarla. Le he seguido la pista por media España, hasta aquí…

- No se preocupe, seguro que viene enseguida.

La mujer negó con su cabeza.

- Es inútil. Se ha marchado… otra vez.

-------------------------------------------

Hacía unos días que María se sentía inquieta. Tenía la sensación de que algo no marchaba del todo bien. El curso se acababa y el verano se presentaba como una auténtica incógnita. Gorka se casaba y volvía al pueblo con Elena. Toño y su novia Elba cada vez estaban más unidos y apenas veía al semental greñudo. Javi también había cambiado, no lo confesaba pero su relación con Lepra se estaba consolidando a base de polvos.  No quiso tampoco darle excesiva importancia, seguramente los preparativos de la boda le estaban afectando demasiado. Estaba tan nerviosa como si fuese ella la desposada. Lo cierto es que jamás había asistido a ninguna ceremonia nupcial, por extraño que pareciese.

Se bajó del taxi unas manzanas antes de su domicilio. Seguía con eso de aparentar no tener un euro. Caminaba por la acera cargada de paquetes. Había invertido un montón de tiempo en adquirir un atuendo apropiado para el evento. Las dependientas se asombraban cuando les pedía unas tijeras para cortar las etiquetas de aquellas lujosas prendas. Normalmente sus clientas solían mostrar con orgullo sus carísimas  vestimentas y sin embargo, aquella jovencita se esmeraba en disimular su glamoroso origen.

María llegaba tarde a su única cita del día. Había pedido un tiempo de descanso a su Madame para preparar los esponsales, sin embargo esta le había suplicado que atendiese al dichoso Cónsul Japonés. Se había encoñado con María de manera casi obsesiva y pagaba cantidades astronómicas por hacerle de todo a  aquella jovencita tan complaciente.

Cargada de bolsas, entró en el vestíbulo. Tan absorta estaba en inventar una nueva mentira para justificar el origen del dinero con el que había comprado aquellos abalorios que no reparó en el baboso don Manuel que la observaba desde la puerta de su cueva.

- ¡Buenos días, princesa!

- Mejor lo dejamos para otro rato, ahora tengo mucha prisa, señor Manuel.

- Tranquila, tranquila… María - hizo una pequeña pausa, recreándose - ¿O quizás debería llamarte… Eva?

Se paró en seco. Apenas había comenzado a subir las escaleras cuando oyó su verdadero nombre por primera vez en mucho tiempo. Notó como sus piernas le fallaban. Tuvo que apoyarse en la baranda para no caer escalones abajo.

- Ha subido una señora preguntando por ti. Estará arriba, con tus amigos. Te parecerá extraño pero me ha jurado que tu verdadero nombre es Eva. ¿Curioso, verdad? - su tono era de lo más jocoso - Por sus ojos creo que es tu madre ¿Eh? Son iguales que los tuyos. Se diría que lleva mucho tiempo sin verte ¿Cierto?

A María se le vino el mundo encima. Le entraron unas ganas tremendas de subir corriendo aquellas escaleras, entrar como un torrente en la casa de sus amigos, abrazar a su madre y comerla a besos. Le pediría perdón hasta gastar las palabras, volverían juntas a casa, volverían a ser una familia. Sin su padre pero una familia al fin y al cabo.

Ni ella misma daba crédito a lo que estaba haciendo cuando lentamente descendió por las escaleras y se dirigió a la salida lentamente.

- ¿Qué pasa, bonita? ¿No quieres ver a tu mami?

- ¡Sí… sí, claro! - respondió María en tono vacilante - es que olvidé comprar algo.

- ¡Seguro, princesa! - dijo el barrigudo mientras observaba como María salía de nuevo a la calle con lágrimas en los ojos - ¡Seguro que vuelves enseguida!

El sonido de unas pisadas bajando alegremente por las escaleras le hizo desviar la mirada de la puerta. El buen tiempo había llegado y de qué manera. El minivestido que lucía Bianca era buena prueba de ello. No podía ser más corto, ceñido y escotado. El viejo verde se olvidó de María en cuanto la vio. Sin duda la chiquilla tendría grandes posibilidades en esta vida.

- ¿Qué pasa? - dijo la jovencita mientras devoraba un chupa chups  de forma lasciva.

- María, que se ha marchado.

- ¡Ah, bueno! Seguro que vuelve luego - sabía que su compañera tenía trabajo pendiente.

- No lo creo - murmuró el conserje - en fin, ¿qué se le ofrece a la señorita? Ayer volviste muy tarde…

- Estuve en el cine con una amiga y su papá…

- ¿A las cuatro de la mañana?

- ¡Era una sesión golfa…! - intervino entre risas

- ¡Menuda golfa estás hecha tú¡ ¡Pasa para adentro, que me parece que ya sé lo que quieres!

Una vez cerrada la puerta, el hombre preguntó

- ¿No viene tu madre?

- ¿De verdad quiere que venga? - contestó la chica haciendo pucheros - ¿qué pasa? ¿acaso no tiene suficiente conmigo? Hoy tengo algo nuevo que sin duda le gustará - dijo girando la cabecita hacia su apretado trasero.

- ¡En fin! ¡Qué sacrificios tiene que hacer uno en esta vida! - dijo mientras se soltaba la correa de sus pantalones - A ver, mi vida, veamos qué es eso tan interesante que me has traído.

------------------------------------------------

Hacía bastante calor en el ambiente, pero no era eso lo que ahogaba a María. La congoja le comía por dentro. Intentó recordar el plan de fuga. Se acercó a uno de los contenedores de basura. En ellos tiró todas las bolsas que llevaba. Ya no iba a necesitarlas.  Sentada en un parque analizó la situación. Le fastidiaba bastante tener que salir a la carrera en aquel momento, lo había pasado bien en aquella ciudad.

Decidió atender por última vez a su pervertido cliente de ojos rasgados. Iba a ser un gran fin de fiesta. Le daría una lección  a aquel hijo de puta de una vez para siempre. Después, tenía otros flecos que aún estaba a tiempo de atar.

----------------------------------------------

La campanilla de la puerta tocó su musiquilla característica

- ¡Espere un momento! Ahora salgo… Ahora le atiendo - dijo Elena mientras intentaba bajar una caja del estante del obrador - siempre tiene que venir alguna de esas viejas chochas a la hora de cerrar - murmuró.

De repente notó como unas suaves manos femeninas le nublaban la vista y una voz conocida susurraba a su oreja.

- No deberías hacer esfuerzos, mamita. Tu niña nacerá cansada o aún peor, antes de hora.

- ¡María! - se giró la muchacha rubia - ¡Qué ganas tenía de verte!

De nuevo las dos frente a frente, no sabían exactamente cómo saludarse.  María tomó la iniciativa, como siempre, y de puntillas rodeó el cuello de la otra con sus manos y la besó tiernamente en los labios.

-¿Estamos solas? - dijo entre beso y beso.

- ¡Sí! Mi padre está en la ciudad… no vendrá hasta la noche.

- Perfecto… ¡Vamos!

- ¿A dónde?

- A tu cama, por su puesto.

Elena obedeció. Cerró el establecimiento y subieron las dos sin dejar de toquetearse hasta la alcoba de Elena.

- Esta cama es muy pequeña.

- Si. Apenas la uso…

- ¿Y eso?- inquirió María curiosa.

- ¡Júrame que guardarás el secreto! - dijo Elena mirando a la otra a los ojos

- Lo juro - dijo María sin parpadear.

- Normalmente duermo ahí… en la otra cama… con mi padre.

- Entiendo – María se imaginaba algo parecido- pues vamos a hacer lo allí

- No… no me atrevo.

- ¡No querrás que me enfade!

- ¡No, no! - rió Elena - ¿pegarías a una embarazada?

- ¡Antes preferiría morirme!

- ¡Vamos!

Ni tan siquiera almorzaron. Pasaron la sobremesa en la cama, bebiéndose sus jugos, acariciándose mutuamente, esta vez sin testigos, violencia ni vejaciones. El inevitable consolador negro hizo las delicias de ambas hembras. Se regalaron placeres infinitos con aquel falo sintético de oscuro secreto. Enroscadas como serpientes recorrían sus cuerpos desnudos sobre el lecho incestuoso, como queriendo borrar el pecado que cada noche tenía lugar sobre él.

Una ved saciada su sed de lujuria, conversaron en la penumbra de aquella habitación.

- Elena, ¿te ha pegado alguna vez Gorka?

- ¿Te lo ha dicho él?

- No hace falta. Un día entró borracho en casa. Me culpó de tu embarazo. Me dio una paliza de muerte. Se notaba que no era la primera vez que le partía la cara a una mujer…

- Vaya…no sé que decirte. Alguna vez se le ha ido la mano, pero siempre ha sido por mi culpa…

Aunque Elena no le vio, María volvió a mirar al techo. Jamás hubiese pensado que la chica fuese de esas.

- Otra tonta - pensó al tiempo que preguntaba en voz alta - ¿Y eso?

- Le hincho mucho las narices. Le llevo constantemente la contraria, incluso le pongo los cuernos luego se lo cuento y cosas así. Es normal que me cruce la cara de vez en cuando.

- Entiendo.

- Pero desde que estoy embarazada, no me ha puesto la mano encima. Ni para bien ni para mal, ya me entiendes.

- ¿Y tu padre?

- El lo lleva fatal. Te parecerá extraño, pero mi padre me quiere mucho.

- ¡Sí claro! Para montarte.

- ¡No, no! No es eso. En verdad me necesita. Es como un niño grande. Echa mucho de menos a mi madre. Se largó y jamás volvimos a saber de ella.

- ¿Y desde cuándo - María no encontró ninguna manera suave de expresarlo -  te folla?

-  ¡Uf! Casi ni me acuerdo. Desde que me salieron las tetas… Pero lo hace con mucho cuidado, con mucho mimo, como si temiese romperme.  Aunque no te lo creas, es muy, muy bonito. Es más, me pondría celosa perdida si alguna otra quisiese ocupar mi sitio en esta cama.

- ¿Nunca ha pensado en casarse de nuevo?

-¿Para qué? Conmigo tiene, mejor dicho tenía la mejor mujer que podía soñar.

- Cierto - María besó a su amante en el cuello mientras le acariciaba su incipiente tripita - pero entonces…

- El niño podría ser suyo – adivinó la pregunta de su amiga - apenas duermo pensando en ello. Sería horrible ser la madre de mi propio hermano…

- No te tortures, seguro que es de Gorka.

- Lo cierto es que podría ser de cualquiera, no creas que he llevado una vida muy ejemplar últimamente.

- Eres un poco pendona, Elenita - comenzó a hacerle cosquillas a la rubia.

- Pues mira quién fue a hablar, la mosquita muerta - contraatacó la otra de igual forma.

Después de un buen revolcón, sin saber muy bien como, el rostro de María apareció en las cercanías de la vulva de Elena. Suavemente, apartó los labios vaginales de su amiga y comenzó de nuevo a juguetear con aquel botoncito carnoso que tanto placer podía proporcionar. Succionaba con deleite cada gota de néctar que de tan bella flor nacía. Había degustado cantidad de coños en su corta vida, pero jamás el de una embarazada. Elena apretaba los puños, su orgasmo era casi continuo. El botoncito metálico que coronaba la lengua de su amante le volvía loca.

 María intentaba encontrar algo diferente en las entrañas de Elena. Cerraba los ojos, imaginando a la rubia cabalgando sobre el rabo de su propio padre. Se moría de envidia. A ella también le hubiese gustado poder hacerlo. Se tenía que conformar con masturbarse con el consolador en el que estaban depositados sus restos, tal y como le había indicado el doctor Méndez. Entendía a Elena y la devoción que por su progenitor profesaba. Se asemejaba mucho a lo que ella misma sentía por su padre muerto.

Si su vida cambió desde que descubrió el cuerpo ensangrentado de su papi, todavía se produjo un giro más radical en su existencia el primer día que leyó la carta de suicidio que dedicó  su madre. Gracias a ella supo que su padre no había sido el hombre ejemplar que siempre había creído. La guerra saca lo peor de las personas. Al parecer, durante su estancia en la antigua Yugoslavia se dedicó a violar adolescentes que se abrían de piernas por un puñado de comida. Al volver y darse cuenta de lo que había hecho, se quitó la vida en un arrebato de remordimiento. Temía que su hija siguiese el mismo camino que aquellas jóvenes desgraciadas. Prefirió morir antes de que creciese en él el deseo irrefrenable de abusar de su hija.

María se sentía culpable de la muerte de su padre. Leyó la epístola demasiado pronto, su mente inmadura todavía no estaba preparada para una  información tan trascendente. Hubiese dado lo que fuera por poder decirle, poder suplicarle a su papi que hiciese con ella lo que quisiese, pero que no la abandonara. Que se quedase con ella y su madre toda la vida. Sería para él la mejor de las hijas y la más complaciente de las putas.  Es por eso por lo que se dejaba hacer todas aquellas aberraciones, para que su padre viese desde el cielo lo que su hija estaba dispuesta a hacer por volver a tenerlo a su lado.

- ¿Porqué lloras, María?

- Por nada… una tontería. Me acordaba de alguien.

- Espero que todo salga bien. El embarazo, la boda…

- Elena…

- Dime…

- ¿Estás enamorada  de Gorka?

La rubia tardó demasiado en contestar.

- Hace mucho tiempo que estamos juntos…

- Yo no te he preguntado eso…

Elena no dijo nada. Mejor callar que mentir.

- ¡Vamos! - dijo María levantándose de un salto.

- ¿A dónde?

- Primero una ducha rápida. Sin tonterías, que nos conocemos y después… después quiero conocer a ese futuro suegro tuyo. El de la lengua larga.

- Entiendo - contestó Elena - pero te puedo asegurar que es lo único que tiene largo en su asqueroso cuerpo.

- Habrá que darle un escarmiento, por chivato ¿no?

- ¿Qué te propones?

- ¿Qué tal eres haciendo fotos?

- Pues no sé.  ¿De qué tipo?

- Tipo paparazzi

- Jamás he espiado a nadie.

- Pues alguna vez tiene que ser la primera.

Media hora después, María estaba en frente de la casa de los padres de Gorka.  Se desabrochó un botón más de la blusa blanca, de tal forma que sus bonitos senos se mostrasen generosamente a través del escote. Su faldita de vuelo rosa era lo suficientemente corta como para levantar a un muerto y sus coletitas adornaban graciosamente la cabecita bien amueblada de la joven.

Antes de hacer sonar el timbre, se acarició discretamente los pezones, que casi inmediatamente mostraron su erección a través de aquella fina tela.

- Ese cabrón se va a poner como un burro en cuanto te vea - le dijo Elena cuando se despidieron un par de minutos antes.

- Esa es la idea. ¿Seguro que estará solo?

- ¡Que sí! Mi querida suegra está con el párroco, decorando la iglesia. Conociendo lo pesada que es seguro que está allí toda la tarde…

- ¡Oye, oye! ¿Tu suegra y el cura…?

- No creo. Tiene casi noventa años, apenas oye y chochea…

-¿Tu suegra?

- ¡Qué graciosa!

María dibujó en su cara la sonrisa de niña buena cuando sintió unos pasos que se acercaban a la puerta de la casa.

- Hola, bonita ¿qué se te ofrece? - el hombre no se esforzó demasiado en disimular el repaso que sus ojos hicieron al espectacular cuerpo de la jovencita que le sonreía en el portal de su casa.

- Hola, soy una amiga de Gorka. Le traigo…

El sobre que llevaba en su mano se resbaló sospechosamente de entre sus dedos. Rápidamente se arrodilló a recogerlo, dejando una impresionante panorámica de sus tetas libres de ataduras a su complacido interlocutor que no perdió ocasión de admirarlas.  Ella pareció no tener prisa, incluso alzó la cabeza para facilitar la tarea al mirón.  Su cara quedó a unos centímetros escasos del paquete cada vez más agitado del papá de Gorka.

- Le traigo el regalo de la boda… - los infalibles ojos de María se clavaron en los del afortunado aquel - ¿puedo? - le susurró con tono meloso y esa cara de puta que tan ensayada tenía.

- ¿Qué dices, pe… pequeña? - el hombre estaba confuso.

- Que si puedo pasar - contestó incorporándose poco a poco - para darle… mi regalo.

Elena sabía muy bien dónde colocarse. Se había colado infinidad de veces en la casa de Gorka durante las noches de verano. El chaval era un cobarde y no se atrevía a entrar en la casa del panadero por temor a que este le descubriese y se armase un  buen follón. Así que, si algo quería la buena de Elena, debía ser ella misma la que profanase la lujosa morada de su novio, trepase por la enredadera y se colase en la habitación del acomodado Gorka.  Infinidad de polvos clandestinos habían tenido idéntico comienzo. Un par de veces estuvieron a punto de pillarles pero aquello tenía su encanto, su morbo. Al regresar a su casa su padre ni siquiera le preguntaba dónde había estado. Le ponía a cuatro patas y le sacaba los restos de esperma de su novio con su propia herramienta. Después, los dos al obrador, a preparar la masa para el pan del día siguiente. Entre hornada y hornada, le comía la polla a su papá. Era habitual que el sol del amanecer la sorprendiese con la verga paterna entre sus labios.  Después él se iba a dormir y ella… ella despachaba el pan durante toda la mañana. Pero primero, antes de abrir, los proveedores solían pasar un buen rato entre los sacos de harina del almacén. Su vida había discurrido así, casi exactamente igual que la de su madre antes de largarse con aquel comercial de tres al cuarto, entre panes y pollas.

- ¡Ahí está! Esta María es infalible - murmuró mientras comenzó a lanzar fotos como si su vida dependiese de ello.

Al jardín salió su futuro suegro dando tumos y enroscado a él, como una anaconda, María comiéndole la boca frenéticamente, Su blusita estaba totalmente levantada, dejando al descubierto sus juveniles senos. El hombre no perdía el tiempo. Sus manos buceaban por debajo de la faldita, sobando el trasero de la ninfa que se dejaba hacer sin problema alguno. Ella hacía equilibrios para que su minúscula braguita no cayese al suelo, colgada como estaba de su delicado tobillo.

Las fotografías eran de lo más evidentes. Se distinguía claramente la identidad de los dos amantes.

- Ya es suficiente – murmuró Elena.

Se sentía incómoda. Una sensación extraña le salía del estómago. Si no eran celos, algo muy parecido. Y no precisamente por aquel desgraciado, sino porque sus asquerosas manos recorrían la suave piel de María. La noche de la orgía en casa de su novio había tenido funestas consecuencias en sus convicciones sexuales. Despertaron en ella sentimientos lésbicos que jamás había sentido y que ahora, con la presencia de María, habían vuelto a aflorar.

Pero una vez puesta en marcha, la morenita era una máquina de follar. Imposible de parar. No le quedó más remedio a Elena que seguir disparando instantáneas una tras otra.

María liberó a su presa, que apareció frente al objetivo con la cara manchada de carmín, se derramó hasta el suelo y buscó, frenética el miembro viril de su amante. Cuando lo descubrió se relamió como si fuese un niño frente a un helado. En verdad su amiga tenía razón. Pequeño y curvo, con una manchita lechosa en su punta, no era el mejor rabo que se había trabajado la lolita. Decidió no meterle mucha caña, tenía la impresión de que el artista aquel no aguantaba demasiado con el pincel en plena forma.  Un par de profundas engullidas y listo. Chiquito, pero duro. Perfecto.

El hombre estaba en la gloria, no le hubiese importado fallecer en aquel momento divino. Menuda suerte tenía su hijo. Rodeado todo el día de aquellas complacientes hembras. Hasta ahora estaba convencido que Elena sin duda sería la mejor de todas ellas, pero la presencia en su casa de aquella otra presunta compañera de facultad de Gorkita comenzaba a hacerle dudar. Imaginaba a aquella  ardiente jovencita que le comía fervorosamente la polla con una batita de enfermera. Estuvo a punto de correrse con tan sólo esbozar aquella fantasía. 

Todavía satisfizo más sus oscuros deseos cuando, guiado por aquella experta amazona, se tumbó en el suelo y la ninfa le agarró su estilete. Anonadado, observó como ella se giró sobre él y sin problema alguno se ensartó su miembro en el esfínter trasero. Jamás nadie le había ofrecido semejante manjar de manera altruista. Ni la novia de su hijo, ni su amante, la mejor amiga de su mujer ni  por supuesto ella misma habían dejado sodomizarse de ninguna manera. Tenía que pagar una fortuna en el burdel de la capital para que alguna puerca extranjera le dejase taladrar su trasero a su gusto.

No es que María tuviese intención alguna en complacer los gustos sexuales de su nuevo amante. Lo que pasaba es que, de aquella manera ocultaba a los ojos de aquel desgraciado la posible visión de Elena. Además, ofrecía a esta una espectacular toma de su ano completamente penetrado. Necesitaba que su cara se distinguiera claramente. Era importante.

La chica notó como  su intestino se anegaba. Se notaba que el hombre aquel estaba muy desatendido. Su eyaculación era la mar de abundante. Él se mantuvo inerte sobre el césped, a María se le ocurrió otra nueva perversión para despertarle de su letargo. Decidida, se levantó de un salto y miró hacia donde su amiga se escondía. Le guiño un ojo y se colocó en posición sobre el semental. Sin mayor preámbulo, comenzó a mearle en la cabeza.

- ¡Pero qué narices…! – dijo cuando sintió el tibio líquido sobre su cara.

- ¡Abra la boca! Ya le dije que tenía ganas de ir al baño…

- Serás cochina. Verás cuándo te coja… - se levantó entre risas y comenzó a perseguir a la jovencita.

María se dejó atrapar pronto. No quería que aquello se alargase demasiado. El hombre la abordó por la espalda, magreándole los senos sin delicadeza alguna. Buscó con su boca el cuello de la meona y le clavó los dientes hasta casi hacer brotar la sangre.  María cerró los ojos cuando notó el característico  movimiento de succión de aquel baboso. Le encantaba cuando le hacían aquello. Dejaba marca durante varios días pero no por eso dejaba de gustarle. Le recordaba a los gemelos de la Kueva, pero aquellos tenían mucho más peligro, a veces se metían demasiado en su papel y la sangre era real.

Cuando el papá de Gorka y María cayeron a la piscina, Elena abandonó su puesto. Ya no valía la pena seguir, desde su atalaya no se podía distinguir nada nuevo.

- Debería haberme quitado toda la ropa – le dijo María cuando se volvieron a encontrar en la panadería – Mira cómo me ha puesto.

Elena asintió, la telita mojada se transparentaba de tal forma que las tetas de María eran visibles a todo aquel que se encontrase.

-Te dejaré algo de mi ropa. Te estará un poco grande pero no te queda otra alternativa. No creo que en esa pequeña bolsa de deporte tengas mucho dónde escoger.

Elena secaba con ternura el cuerpo de su compañera de juegos. Lo hacía sin prisa, recreándose en las reacciones de aquel sensual cuerpo frente al roce de la suave toalla.  Acompañaba sus atenciones con besitos cortos a lo largo y ancho de la anatomía de María.

María se lo jugó el todo por el todo. No tenía nada que perder,  no había vuelta atrás. Ya no podía volver al piso junto con Javi, Gorka y Toño. Su madre la había descubierto. Bastante se había arriesgado al presentarse frente a Elena. Gorka podría haberla llamado incluso antes de su llegada y desmontarle su última jugada, su último intento por que aquella fantasía no acabase.

Abarcó con sus manos la cara de la futura mamá. Le miró fijamente a los ojos y puso en sus labios aquellas palabras que todo el mundo que conocía a María deseaba oír de ellos y que tan pocas personas habían escuchado.

- ¡Elena! -  exclamó con voz trémula - ¡Te amo!

-------------------------------------------------------------------------

- ¡Joder, joder! – don Manuel meneaba la cabeza mientras leía la edición vespertina del periódico digital en la pantalla de su ordenador.

- ¿Qué pasa? – dijo la chica mientras se quitaba varios pelos rizados del interior de su boca.

- ¡No pares de chupar, princesa! Lo estás haciendo muy… muy bien

Al hombre le encantaba navegar por Internet mientras la hija del bigotudo vecino le limpiaba los bajos. Solía preferir páginas con contenidos de dudosa legalidad pero había escuchado algo muy interesante en las noticias de la COPE

- ¡Menuda movida en el centro! Ha habido un muerto y todo. Han encontrado a un tipo con una bolsa de plástico alrededor de la cabeza. Al parecer estaba atado de pies y manos con la pija al aire. Estos japoneses son la bomba, unos asquerosos pervertidos. Se comenta que ha sido víctima de alguna práctica sexual que no había salido exactamente como estaba previsto. Lo han encontrado fiambre en un burdel de altos vuelos. Y encima… ¡de puta madre!... ¡Cónsul Honorario!. Deja mujer y tres hijas adolescentes…¡Habrá que consolarlas!

Un golpe seco se oyó debajo del escritorio del conserje.

La vecinita salió de ella rascándose la dolorida cabeza con cara de susto tremendo.

- ¿Ya te cansas, zorrita? Tan solo me he corrido una vez…

- ¡Cállese y déjeme ver eso! ¿Dicen algo de… la chica? – dijo arrebatándole el ratón del aparato y buscando frenéticamente nuevos datos sobre el suceso.  El hombre no sabía nada del porqué de tanto revuelo. No era más que otro puto extranjero muerto. Aprovechó la coyuntura y la postura de la jovencita para sentarla sobre sus caderas.

Bianca apenas notó que estaba siendo penetrada. Se alivió bastante cuando supo que no había más víctimas ni pista alguna acerca del paradero de la prostituta de lujo causante de semejante desaguisado.

--------------------------------------

A las doce de la noche, María contemplaba las luces de las poblaciones que pasaban veloces a lo largo de la ventanilla de autobús. Sobre su hombro, dormitaba una agotada Elena. Había sido un día de emociones fuertes y decisiones trascendentes. El cuerpo se mantiene en tensión hasta que se toma una determinación, pero una vez la cosa está decidida en conciencia, se relaja y busca el sueño reparador.

María besó la frente de su compañera. Le acarició la tripita con mucho cariño.

Suspiró y volvió a perder su mirada hacia lo más negro de la noche.

- Habrá que darse prisa – pensó – la carrera de una actriz  porno embarazada es intensa pero muy corta. Si consigo que haga un lésbico con la hermanita de Toño, sería la ostia.

-----------------------------------------------------------

Un año después de la desaparición de María de su vida, Toño repasaba antes de dormir lo ocurrido durante el día. Aquella jornada no había sido como las demás. Ya era un hombre casado. A su lado descansaba Elba, su esposa, con una sonrisa en los labios. Había sido sin duda la novia más bonita del mundo. Todo había salido a pedir de boca. La ceremonia, los invitados, el banquete, el baile y, porqué no decirlo, la consumación del matrimonio durante la primera noche de bodas. Los nervios, las dudas y las prisas de los preparativos habían tenido su recompensa. Todo había resultado perfecto.

El día había estado cargado de emociones y sorpresas. Sin duda una de las más sonadas fue la presentación en sociedad de Leonardo, el novio formal de su buen amigo Javi. Él ya lo conocía porque su anterior compañero de piso le había pedido permiso para salir del armario el día de sus esponsales. Toño se sintió muy halagado y por supuesto animó a su amigo a tomar tal trascendente paso.

Otro plato fuerte había sido la reconciliación pública con su progenitor. Padre e hijo se habían fundido en un sincero abrazo durante la ceremonia nupcial. Los invitados que conocían sus desavenencias no pudieron evitar un aplauso ante la incrédula mirada del párroco que no sabía nada de las rencillas entre el padre y su vástago. Incluso conoció a su nueva compañera. Una impresionante Ucraniana un palmo más alta que él y a la hija de esta, una veinteañera de enormes pechos que sin duda no tardaría en hacer diabluras en la cama de su padrastro. Tenía serias dudas de que este encuentro no se hubiese producido ya después de observar como la mano de su progenitor se deslizaba peligrosamente sobre las nalgas de la hija de su novia mientras bailaban algún que otro pasodoble.

Si otra hembra había podido rivalizar en belleza con Elba, había sido sin duda su hermana. Para él ya siempre sería Julia, su hermana mayor. La que cuidó de él cuando su mamá no estaba y no esa Celia que se dedicaba a suplantar su cuerpo haciendo mil y una diabluras frente a las cámaras.  Había elegido un vestido de lo más discreto pero ni aún así su sensualidad había dejado indiferentes a los presentes.  Los jovencitos  la miraban curiosos, e incluso algún que otro solterón le pedía hacerse una foto con ella para enseñarla en el bar a los amigos. La sonrisa jamás había abandonado su cara, se había portado como siempre, como la estupenda hermana que en realidad era, independientemente del camino más o menos recto que había tomado en su vida. Si el primer baile había sido con Elba como era preceptivo, el segundo vals lo bailó Toño íntegramente con su hermana, no en vano había sido ella el que le había enseñado a bailarlo hacía mucho, mucho tiempo.

Lo cierto es que no todo había sido tan perfecto como a Toño le hubiese gustado. Las ausencias, aunque pocas, habían sido de lo más significativas. Echaba mucho de menos a su madre. Pero aquello no tenía remedio. Elba guardaba las flores de su ramo para ofrecérselas al día siguiente a la tumba de su suegra fallecida.

Tampoco Gorka había asistido a la ceremonia. El chico no había levantado cabeza desde que Elena lo plantó unos días antes de casarse con ella en verano anterior. La vida de su amigo iba de mal en peor. Sus padres se habían divorciado. Al parecer su madre recibió anónimamente un montón de fotos en las que su marido lo pasaba estupendamente con una jovencita en su propia casa. Para más INRI, acompañaba a las instantáneas una copia del DNI de la joven con lo que la infidelidad se convirtió en estupro. La víbora aquella no necesitaba más. Se quedó con todo lo que aquel desgraciado tenía y se lió con su profesor de aerobic, veinte años más joven que ella pero, eso sí, mayor de edad.

También supo Toño que Gorka había abandonado sus estudios. Al parecer la facultad de enfermería estaba literalmente empapelada de fotografías de Elena luciendo una enorme barriga siendo triplemente penetrada por vigorosos mulatos y la cara rebosante de esperma. Por otro lado, Toño sabía que aunque el musculitos hubiese querido asistir no hubiese podido. Cumplía condena por tres años por dar una soberana paliza a una de sus compañeras de clase. Se quiso pasar de lista y se le había acercado con una fotografía de su ex-prometida embarazada con el puño de una despampanante rubia insertado en el coño. Drogado y desesperado, casi la mata. Toño conocía muy bien aquella foto dado que era su propia hermana la que escarbaba en las entrañas de la pobre Elena. Se preguntaba si María tendría algo que ver con todo aquello. Estaba casi convencido de ello.

- ¿Y María? – divagó Toño casi a punto de encontrarse con Morfeo - ¿qué habrá sido de ella?

Se levantó como un resorte.

 - ¿Qué… que pasa? – murmuró adormecida Elba.

- ¡No puede ser! – exclamó Toño.

- ¿Qué  tienes?

- ¡Nada, nada, mi amor! Ha sido un…- Elba volvía a respirar rítmicamente -  un sueño.

Toño volvió a tumbarse, necesitaba todos sus sentidos para volver a revivir  cada uno de sus pasos a lo largo del día. Apenas había sido un instante, un momento, un suspiro. Se concentró en lo sucedido durante los esponsales. Al final de la iglesia se agolpaban unos pocos curiosos de esos que suelen asistir a las ceremonias a pesar de no haber sido invitados.

Se hubiese dejado matar, tan seguro que estaba de la verdadera identidad de aquella joven. Sostenía una bonita niña entre sus brazos, su cabello era mas claro y corto, sus ropas le hacían parecer mucho mayor, pero aquellos ojos llorosos… aquellos ojos azules, aún bañados en lágrimas, eran inconfundibles.

María, por fin había asistido a su primera ceremonia nupcial.

---------------------------------

Una mano temblorosa se acercó al timbre.

- ¡Ya va! ¡Ya va! Una no está ya para estos trotes.

La señora casi se le paró el corazón cuando abrió la puerta.

- ¡Mira, mi niña! Esta señora es tu yaya.

Tras unos segundos de alegría contenida, la buena mujer tan sólo acertó a decir.

- ¿Cómo te llamas, tesoro?

- Todavía no habla pero se llama Ana, como su abuela – mintió de nuevo su hija – Sosténmela un momento, no podía con todo. He tenido que dejar el equipaje en el taxi. Enseguida vuelvo, te lo prometo.

Sin darle tiempo  a reaccionar, la mujer observó estupefacta como su hija bajaba las escaleras de dos en dos.

A los quince minutos cerró la puerta con los ojos completamente empapados y el corazón roto de nuevo.

Sabía que la probabilidad de que su hija cumpliese su promesa era nula.

FIN

No hay comentarios:

Publicar un comentario