jueves, 20 de julio de 2023

Compañera de piso 6 7 y 8

 - ¡Que no voy, joder!

 - ¿Por qué? Tampoco es para tanto

Gorka y Elena estaban en su enésima discusión semanal. Aquella pareja pasaba del odio más visceral al enamoramiento más absurdo varias veces al día. Eran tal para cual.

- Llevamos saliendo toda la semana. No me importa, podemos ir a donde te dé la gana pero ahí… ahí no. Sabes que no me gusta, no estoy cómodo.

- ¡Pues no parecías muy a disgusto cuando aquella pelirroja te montaba como una loca!

- ¡Cállate, van a oírnos!

- Que se jodan. Me importa un huevo que se enteren. Me apetece ir al sitio ese y punto.

- ¡Pues vete de una jodida vez!  Y no vuelvas – al mencionar esas palabras Gorka ya se estaba arrepintiendo.

- ¿Qué no vuelva? ¡Eso es lo que voy a hacer! Voy a salir por ahí y tirarme al primero que encuentre, o aún mejor, me lo llevaré al bar de intercambios de parejas, que es lo que me apetece…

- ¡Haz lo que te dé la gana!

- ¡Me voy, calzonazos.!

 - ¡Puerca!

Maria oyó como se abría la puerta de la habitación de Gorka y como, dando un portazo, la enfurecida Elena dejaba el piso y a su novio con un palmo de narices.

- ¡Me cago en su puta madre! ¡Que le den!

Al poco tiempo María intuyó que Gorka abandonaba su cuarto. Pensó que, como un perrito faldero, iría en busca de su novia. Se sorprendió bastante cuando, sin ni siquiera llamar a la puerta, entró en su habitación, le arrebató la revista de moda que estaba ojeando, le arrancó el tanga y se la folló sin decir palabra. Tan sólo murmuraba juramentos e insultos que tenían como destino a su novia Elena.

Aquello no era lo acordado, pero el chico estaba tan cabreado que María no dijo nada. No era el momento. Esperaría a que se desahogase.

Cinco minutos después, un Gorka arrepentido comenzaba a abrocharse los botones del pantalón.

- Lo… lo siento.

- No pasa nada. Lo entiendo. Pero que no vuelva a repetirse. Ya sabes…

- En tu habitación no. Lo sé. Perdóname.

- Tómate una ducha y vete a dormir.

- ¿Crees que debería ir a buscarla?

- No soy la más adecuada para dar consejos pero, si lo haces, siempre serás un pelele en sus manos.

- ¿Tú crees?

- ¡Volverá!

- ¿Si?

- Seguro.

La intuición de María no le falló.  Un par de horas después sonó timbre del portero automático. Le faltó tiempo a Gorka para abalanzarse sobre el teléfono y abrirle la puerta a su amada. Un par de minutos después, el colchón chirriante de Gorka fue testigo de nuevo de la enésima reconciliación de la pareja.

- ¡Qué par de gilipollas! – pensó María justo antes de quedarse dormida.

A la mañana siguiente una somnolienta Elena entró en la cocina. Su aspecto no era nada apetecible. Ojerosa y con el pelo alborotado se la veía menos segura de sí misma. Se sorprendió un poco al ver a María preparándose el desayuno. Normalmente la mosquita muerta se levantaba temprano, iba a correr por el parque y después se largaba en busca de un trabajo que nunca llegaba.

Apenas habían cruzado algún que otro saludo y por supuesto era la primera vez que estaban juntas a solas.

- Hola, errr… María. Bu… buenos días.

- Buenos días Elena, ¿quieres café?

- Sí, gracias.

María se sorprendió. Era la primera vez que había oído de la boca de aquella rubia un  mínimo gesto de educación para con el resto de la humanidad. Algo raro le pasaba a la chica. Prudentemente la morenita guardó silencio.

Sin duda la paciencia de María era una de sus mayores virtudes.

Elena mojaba una magdalena en el café. No se pudo morder la lengua.

- Que sepas que no tengo ningún problema con ninguna de vosotras.

María no sabía de qué narices iba todo aquello, aunque las siguientes frases de la panadera le disiparon las dudas.

- Me parece perfecto que te gusten otras chicas. Pero no te equivoques, ese rollo no va conmigo.

Después de zamparse de un bocado la magdalena, prosiguió su perorata con la boca todavía llena.

- En realidad no entiendo porqué os lo montáis entre vosotras. Donde esté un buen rabo… que se quite todo lo demás.

- Entiendo – María pensó que tenía que decirle cuatro verdades a Gorka.

- Mi padre dice que sólo sois unas… ¡espera! ¿Cuál es la frase exacta – otro bollito empapelado se introdujo en el fluido negro – “Mal folladas”. Mi padre dice que sólo sois todas unas “mal folladas”.

- Y tú ¿qué piensas? – dijo María en tono burlón.

- Me parece de puta madre. Cuantas más tías se dediquen a meterse caña entre sí, a más hombres tocamos las demás.

Un razonamiento tan simple como irrefutable.

- Te confieso que al principio no me hacía gracia que compartieses piso con mi hombre. Hay mucha lagarta suelta, te lo digo yo que las detecto a la legua. Pero como eres... lesbiana, no hay problema.

María comprobó algo que ya sabía, que el día que explicaron en clase qué es la sutileza, Elena no estaba demasiado atenta.

- Claro, claro – decidió seguirle la corriente para ver a dónde quería ir a parar aquella mente tan simple.

- ¡Cómo seré de tonta que el otro día me dio la impresión de que…! – pareció entrarle de repente algo de pudor.

- Sigue.

- ¡Creí que se la estabas chupando a Javi! ¡A Javi, ese gilipollas!

- ¿De veras? No me lo puedo creer – sonrió cálidamente María -. ¿Y qué pasa con Javi? ¿no te cae bien?

- ¡Pero qué dices! Ni él ni el otro friki, con esas greñas y su cara de amargado. Alguien debería decirle que el heavy ha muerto…

- Pues no se te ha notado nada – María hacía grandes esfuerzos por no reírse de aquella desgraciada.

- En fin. Son los amigos de Gorka y supongo que tendré que aguantarlos, de momento.

- Son buenos chicos…deberías conocerlos un poco más profundamente.

A la rubia esta última frase le dio qué pensar. Se le ocurrió una idea genial.

- ¿Por qué no damos esta noche una fiesta aquí, los cinco? ¿Qué te parece? Así podré darles la oportunidad de demostrarme lo interesantes que son.

- ¡Perfecto!

María estaba encantada con este cambio en la actitud de Elena. Como dice la canción, algunas veces, cuando menos te lo esperas el diablo va y se pone de tu parte. Este suceso le vino de perlas para sus propósitos. Todavía no le había dado tiempo de pensar cómo demonios iba a convencer a Elena para que se lo montase con Javi. Casi todos sus planes solían estar muy pensados y meditados, calculados hasta el último detalle.

 Pero aquella cena entre amigos le podía proporcionar una situación inmejorable para que la fantasía de Javier se cumpliese.

- Lo que me voy a reír. Te darás cuenta de lo que digo, unos perdedores…

- Oye, Elena.

- Dime, cariño.

- Ese chupetón que llevas en el cuello… ¿te lo hizo Gorka? – dijo la más joven señalando con el dedo.

A la mujerona se le cambió el color de la cara.  A penas acertó a cubrirlo con su cabello, justo en el instante que su adormilado novio entraba en la cocina.

- Buenos días chicas. ¡Pero bueno!,¿a qué vienen tantas prisas? – exclamó al sentir como Elena pasaba a su lado como un huracán.

- Aparta, gilipollas. Voy a bañarme.

- Vale, vale. Menudo genio.

- Buenos días, Gorka.

- Hola María, ¿cómo tú por aquí tan tarde? ¿hoy no buscas trabajo?

- Pues no. He decidido tomarme un día de descanso. Iré a la universidad. Quiero ver dónde estudia Toño…

- Bien – se notaba que a Gorka le importaba un pimiento lo que le contaba María.

Se había servido un buen tazón de café y buscaba en el frigorífico algo más contundente que llevarse a la boca. No pudo evitar un respingo cuando notó la manita de María que se introducía por debajo del pantalón de su pijama y comenzaba a acariciarle la verga.

- ¡Así que lesbiana! – le susurró al chaval al oído.

 - Elena es una bocas… por favor no te enfades.

- ¿Enfadarme? Ni hablar. Es perfecto.

- ¿Perfecto?

- Así la engreída de Elena no me verá como una amenaza y podrás follarme cuando te venga en gana.

- Sí, pero otro día. Ahora puede pillarnos.

- Está en la ducha, ¿no oyes lo mal que canta?

- Pero puede salir en cualquier momento…

- Ayer por la noche te portaste mal. Tengo derecho a un desagravio…

- Entiendo… ya te dije que lo siento.

- Sentirlo no es suficiente. Mereces un castigo… y te lo voy a dar ahora mismo.

Agarró al musculitos de la mano y lo llevó justo a la puerta del lavabo.

 Al otro lado, Elena seguía berreando.

- ¿Qué… qué vas a hacer?

- ¡Calla, tonto!

Sin darle más respiro al asustado muchacho, se arrodilló lentamente al tiempo que le bajaba los pantalones hasta los tobillos. Comenzó a mamarlo con maestría, como sólo ella sabia hacerlo.

La mente del chico suplicaba que parase pero su cuerpo expresaba todo lo contrario. La situación era de lo más excitante. Un par de metros detrás de él, la futura madre de sus hijos canturreaba torpemente bajo una cascada de agua. En el pasillo, su amor prohibido le realizaba una de las  mejores felaciones que había disfrutado en su vida. La sensación de peligro acrecentaba  sus sensaciones. Estaba a punto de estallar cuando, de improviso, la canción cesó y oyó como su novia abría la mampara de la ducha.

Intentó inútilmente separar la cabeza de María de su entrepierna pero la chavala no estaba dispuesta a soltar el anzuelo sin catar el cebo.

Sentir unos dientes afilados alrededor del nabo fue lo suficientemente persuasivo como para que Gorka desestimase la idea de tirar del pelo de la chica.

Se resignó a su destino.

-  ¡Gorka! ¡Gorka! Ven aquí, tonto del culo – Elena había nacido para mandar – Se bueno y tráeme una toalla para el pelo…

El chico intentó contestar pero de su corpachón apenas salió un hilito de voz.

- ¡Gorka, joder!

- ¡Siiiiiiii! – gimió él al tiempo de se derretía en la boquita de María.

- ¡Qué me traigas una toalla, leches!

- Vo….voy.

- ¡Vuela!

Un azorado Gorka se subía los pantalones e intentaba inútilmente bajar su erección mientras se dirigía a su cuarto en busca de lo que su dominante novia le había pedido.

En sentido opuesto, una satisfecha María se sonreía para sí. Un pensamiento recurrente le asaltaba cada vez que su mente se centraba en aquellos dos tortolitos.

-¡Qué par de gilipollas!

- Te has pasado. Casi nos pilla.

María estaba a punto de irse, cuando un enfadado Gorka la asaltó en el pasillo.

- Tu polla sabía raro. ¿Sabes que es peligroso follar a pelo cuando se tiene la regla? Puedes dejar a Elena preñada.

Gorka se quedó con un palmo de narices. No salía de su asombro. No quiso ni pensar cómo era posible que aquella jovencita reconociese el sabor de los líquidos menstruales.

María salió del edificio. El señor Manuel estaba de baja, así que se ahorró el paso por la portería. Lo de Javi ya estaba en marcha. Ahora era Toño el que necesitaba un empujoncito para ligarse a esa ayudante suya que tanto le gustaba. 

Por lo poco que Toño le había contado, suponía conocer algo de la mentalidad de la chica. Debería ser humillante para toda una licenciada como ella acabar de secretaria de un chaval de segundo curso. Y encima por cuatro cochinos euros.

Sabiendo de la torpeza de Toño, seguro que la moza se había dado cuenta de que le gustaba al greñudo tontorrón y jugueteaba con él. María conocía de sobra aquella estrategia, a veces hacerse la dura, otras veces mimosa, pero la mayoría del tiempo indiferente. Como el perro del hortelano que ni come ni deja comer. María estaba dispuesta a darle una lección.

Decidió tomar el metro e ir al centro a una boutique no muy cara pero con ropa muy sugerente. Si la becaria era tan bonita como Toño la había descrito, debería emplearse a fondo para ponerla celosa. Durante el trayecto un hombre trajeado no dejó de sobarle el culo. Inconvenientes de la hora punta.

Sin embargo, María se cobró con creces aquel sutil magreo. Aquel tipo estaba forrado, hasta tenía visa oro. Seguro que el asqueroso tomaba el metro solamente para sobar a las jovencitas.

Pues aquel día el toqueteo le había salido caro de narices.

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Al menos una docena de hombres debieron pasar por la enfermería de la facultad de informática aquella mañana. Todos con el mismo diagnóstico.

Tortícolis.

La entrada de aquella chica en el vestíbulo principal se había acompañado de varios silbidos de admiración. Aquello era un terreno casi exclusivo para los hombres.  El alumnado femenino apenas rozaba el diez por ciento.  Y una hembra como aquella no se veía todos los días. Y menos así vestida… por decir algo.

María estaba irreconocible. Perfectamente maquillada, sus ojos azules resaltaban como aguamarinas en su rostro. Su cabello brillaba más que nunca pero a buen seguro que ninguno de los hombres se había fijado en él.  Con una gabardinita fina en una mano y un discretito bolso en la otra entró en el edificio con la seguridad que da el saberse divina. Todo el conjunto era blanco nuclear. De haber llevado ropa interior a buen seguro hubiese sido de aquel color.

Botas altas de tacón de aguja, minifalda ceñida y  top de punto grueso, demasiado grueso, parecía una malla.  Esa última prenda era lo que habría hecho revolverse en su tumba a cualquier muerto. 

No es que el top fuese escotado. Más bien todo lo contrario, se unía al delicado cuerpo de la chavala hasta casi la nuez de la garganta.  El problema no estaba arriba, sino abajo. En efecto, aquella peculiar prenda dejaba ver buena parte de la delantera de la chica. Apenas escondía de los pezones para arriba. 

La ausencia de ropa interior era más que evidente y aquel par de meloncitos se bamboleaban al rimo que María caminaba por aquel bosque de lobos hambrientos.

Todos deseaban que, por un movimiento brusco, aquellos pezones endurecidos por el fresco de la mañana se zafasen de su yugo y ondeasen al viento cual bandera nacional.

Hasta tres veces tuvo que preguntar a aquel anonadado bedel por la situación del Departamento de Análisis de Procesos. Y ni siquiera obtuvo una respuesta clara, tan solo un dedo tembloroso le indicó la dirección a seguir.

Escuchó a un par de profesores que, tras cruzarse con ella comentaron en voz baja.

- ¡Mira,  mira! ¡Menuda loba!

- ¿Está en tu clase?

- ¡Qué más quisiera!

- Pues en la mía tampoco.

- Es una lástima

- Ya te digo…

Sin embargo, fue una chavala la que, ya próxima a su objetivo se decidió a hablarle. Era tan evidente que María no pertenecía a aquel ambiente que sin duda su presencia allí sería por algo personal.

- Buenos días ¿por quién pregunta?

María agradecida por la amabilidad le indicó el nombre completo de su compañero con la mejor de sus sonrisas.

- ¿Toño? ¿Buscas a Toño? – no pudo evitar sorprenderse por el simple hecho de que semejante loba tan siquiera conociese al chaval - ¡Qué casualidad! Ahora mismo iba hacia allí

- Soy María, su compañera de piso. Y tú debes ser…

- Elba… su… asistente.

- ¡Ah, sí! Esa chica tan guapa y simpática que le ayuda con ese rollo de los ordenadores…

Elba se sintió halagada por la opinión que supuestamente tenía Toño sobre ella. Justo antes de entrar por una pequeña puerta perdida en un laberinto de pasillos le comentó a la recién llegada.

- Toño es bastante agradable. Sobre todo si lo comparas con el resto del personal  que pulula por aquí…

- ¿Agradable? – María sonrió maliciosamente justo antes de traspasar la entrada – Bueno…supongo.  Lo que tiene es un pedazo de rabo tremendo…

Elba, muy cortada, siguió a María al interior del despacho. Observó como la chica correteaba hacia el alucinado Toño y le estampaba un beso en la mejilla que le dejó marcada con restos de lápiz de labios.

- ¡Hola, Toño!

- ¿Ma…. María? ¿Qué… qué… - Toño tartamudeaba como hacía tiempo.

- He venido a verte. Pero casi no te encuentro. Este sitio es enorme. Si no llega a ser por esta chica tan simpática…- dijo dirigiéndose a Elba – perdona, reina… ¿te llamabas?

- Elba.

- Disculpa Elba. Tengo muy mala memoria…

- Bueno… mejor será que os deje.

- No… no te vayas.

- En media hora vuelvo y acabamos eso, Toño.

- De… de acuerdo.

- ¡Qué sea una hora! Si no te importa – intervino María.

Era evidente que la zorrita aquella quería quedarse a solas con Toño. Una mezcla extraña de sentimientos pasaron por la cabeza de Elba cuando abandonó la estancia. Sentimientos que se vieron incrementados con el sonido del cerrojo apenas hubo traspasado el dintel.

Toño estaba enojado.

- ¿Pero se puede saber qué narices haces?

- ¿Qué pasa? ¿No te gusta el modelito? – contestó introduciéndose juguetonamente un dedo en la boca. y arqueando la espalda para resaltar su busto.

- Errrr… pues… pues claro que sí. Pero no me líes. ¿Qué pretendes presentándote aquí con semejante pinta?

- Espera un momento. Voy a quitarme estas botas, me están matando. No sé cómo narices pueden esas golfas caminar con estos tacones… ¿tienes algo de comer? Tengo hambre y en una hora no podemos salir de aquí.

- ¡Pero por Dios! Menudo espectáculo. Lo has estropeado todo. Ahora Elba no querrá ni hablarme…

- ¡Pero qué tontito eres! En una semana está comiendo de tu mano.

- ¿Qué?

- ¡Que sí, bobo! Las chicas como esa juegan con pardillos como tú. Saben que estáis colados por ellas y se divierten así. Un día te dan esperanzas y  al día siguiente, ni puto caso… ¿a que sí?

Toño asintió. Era exactamente lo que le pasaba con Elba.

- Esa lo que necesita es un poco de competencia. Saber que no es la única mujer en este mundo dispuesta a estar contigo.  Verás como a partir de ahora todo es distinto. Es posible que se enfade contigo unos días, pero pronto cambiará de actitud y será un corderito en tus manos.

- No creo.

- Y más aún cuando compruebe que lo que le he dicho acerca del tamaño de tu pene es totalmente cierto.

- ¡María!

- ¿Qué?

- Eres… eres…eres. Eres tremenda.

Los dos comenzaron a reírse. Eran dos buenos amigos que se preocupaban el uno por el otro. Compartieron un par de donuts que Toño se había comprado para el desayuno.

María se chupaba los dedos. Era una lástima no tener dónde mojar la rosquilla.

- ¡Qué hacemos!

María no pudo evitar sonreír. La candidez de Toño rozaba el ridículo. Así vestida y con su pie acariciándole el paquete, ¿qué narices pretendía que hiciesen? Al chico había que dárselo todo mascado.

- Podríamos echar un polvo… - al tiempo que hablaba abrió las piernas, mostrando su sexo y liberó uno de aquellos senos juguetones que tanto revuelo habían creado.

- ¿Aquí? ¿fuera de casa?

- ¡No, en el pasillo!  - contestó ella ligeramente molesta.

- No te enfades… pensaba que… tú nos dijiste que sólo…

- ¡Que sólo sería vuestra puta en casa! Lo sé. Pero esto es diferente… me muero por tu polla. Con esa engreída gritando por la casa apenas me hacéis caso. Y una tiene sus necesidades.

- Pero…

- ¡Cállate, por favor! Hoy me toca a mí.

Ya no había nada más que hablar.  Arrastró a Toño hacia un sillón de oficina que había junto a la mesa, no sin antes bajarle de un tirón los pantalones al muchacho. Ella ni se desnudó.

- Dios mío. En  verdad que es lo más bonito que he visto en mi vida. Menuda suerte va a tener Elba. Se va a llevar el premio… gordo.

- ¡Ahhhhh! – Toño estaba en la gloria cuando sintió el botoncito metálico de la lengua de Maria que jugueteaba con sus testículos

- ¡No aguanto más! Estoy más caliente que el palo de un churrero.

Se subió a horcajadas sobre el muchacho y guió la manguera de carne hacia la entrada de su cueva. Se autoinmoló hasta el fondo. Alcanzó su primer orgasmo en sus primeras ensartadas.  Sería el primero de tantos.

- ¡Dios…! Menuda polla tienes. Me vuelves loca – dijo completamente desmelenada, sabía perfectamente qué decir para calentar a los chicos.

Toño comenzó a moverse pero su situación no era de lo más adecuada.

- ¡Quieto, quieto! No te muevas, por favor. Déja… déjame sentirla así… adentro. ¿Lo notas? ¿notas cómo baja el fluido?

Toño no acertó más que a asentir.

- Ya me he corrido. Tenía unas ganas tremendas…- poco a poco comenzó la danza, hablaba despacio, casi susurrando - ¡Estrújame las tetas y cierra los ojos! ¡Imagina que soy Elba y que te la estás follando! Menudas botijas que tiene. Ya me contarás cómo son sus pezones… me muero por chupárselos…

El informático no contestó. Ya no estaba allí. Su mente volaba imaginando que otra mujer era la que subía y bajaba por su palo erguido. Notó como su amante le clavaba los dientes en el cuello y comenzaba a succionar hasta casi hacerle gritar de placer. Y si no lo hizo fue por que la chica, previsora, le tapaba la boca con una de sus manos.

María estaba disfrutando. No es que en casa no lo hiciese pero en ella siempre intentaba satisfacer los deseos de sus tres amigos. Allí, en el despacho de la universidad, sí que era realmente ella la que buscaba su placer. Incrementaba o disminuía su ritmo según los dictados de su cuerpo. Toño era simplemente un objeto más para obtener su clímax. Una especie de consolador con patas. 

Eyaculó de nuevo, y a ese orgasmo siguieron media docena más, a cual más intenso. Hasta que se detuvo, totalmente extasiada.

- ¿Ya?

Se sorprendió bastante al ver que Toño la miraba divertido sin apenas inmutarse. Era un amante excepcional, con un aguante tremendo.

- S… sí – contestó María un tanto descolocada.

- ¡Pues María, creo que ahora me toca a mí!

- Eeeeeelbaaa 

- Lo que quieras, Elba. Te voy a dar un rato… por detrás…

El chico era más fuerte de lo que su apariencia escuálida hacía prever.

 A María le fallaban las piernas pero Toño la llevó en volandas hasta la mesa.  La tumbó delicadamente boca arriba y le alzó las piernas de manera que el ano de la chica quedase a su disposición.

María se llevó el puño a la boca. Sabía que aquello iba a dolerle. Pero no imaginaba hasta qué punto. Gracias a Dios, los restos de su excitación resbalaban hasta la entrada de su culo, lo que de alguna manera lubricó la sodomización. Aun así, creyó que perdía el sentido.

El bueno de Toño no tuvo compasión ninguna. María se retorcía de dolor mientras notaba cómo sus carnes se abrían. En su desespero agarró un lapicero que se encontraba sobre la mesa y lo rompió de tanto apretarlo.

Toño desde el principio impuso un ritmo frenético que no descendió en los siguientes diez minutos durante los cuales no dejó de castigar el dolorido trasero de María.

- ¡Zorra! Vienes a verme vestida como una puta y como a una puta voy a tratarte.

Cuando sintió que la llegada de su momento era inminente, agarró a la chica de las muñecas, la obligó a arrodillarse sobre el suelo, le sujetó firmemente la cabeza entre sus manos, le metió el pene en la boca y comenzó a brotar de su ariete un torrente de líquido viscoso que rellenó la cavidad bucal de María.

- Toma leche, Celia. Eres una puerca.

La chica sabía de lo que era capaz su amante y comenzó a tragar y tragar el esperma como si le fuese la vida en ello. Intentó hacerlo lo más rápido que supo pero no pudo evitar que unos cuantos borbotones se escapasen de entre sus labios y manchasen su camisita corta de manera más que generosa.

Pasada la tormenta, ambos intentaron reponerse a su modo. Toño se apoyaba sobre la mesa, intentando controlarse. Se maldecía en voz baja una y mil veces. Esperaba que la chica no se hubiese dado cuenta de su lapsus.

María estaba tirada en el suelo. También respiraba trabajosamente. Dolorida pero satisfecha., muy satisfecha. Por fin había logrado lo que se proponía. Lentamente,  reptó hasta el sillón y comenzó a ponerse las botas que tanto erotizaban su figura.  Como si no tuviese la menor importancia procedió a asestar a Toño el golpe de gracia.

- Has estado tremendo. Menudo trago. Podrías ser un actor porno con esa herramienta y el control que tienes de ella…

-Supongo que será cosa de familia…

- Por cierto. Hablando de eso… ¿te has dado cuenta? No me llamaste ni María ni Elba…, dijiste Celia al tiempo que te corrías. Me llamaste con el nombre artístico de  tu hermana.

El chico comprendió que sus esperanzas de que la perspicaz María hubiese pasado por alto tan importante detalle eran una quimera.

- Ha… ha sido un error…

- Tranquilo, pequeño – le dijo mimosa abrazándole fuerte – te guardaré el secreto ¿vale?

- Vale.

- ¡Bueno! Una hora y cuarto. Seguro que la chica esa se está comiendo las uñas al otro lado de la puerta.

- ¿Tú crees?

- En seguida lo sabremos. Pero antes tengo que arreglarme un poco. Mira cómo me has dejado. Era nuevo y… ahora… parezco una golfa con estas manchas de semen.

- Me da miedo preguntar ¿de dónde sacaste la pasta?

- Ventajas de ir en metro en hora punta. Veamos – dijo sacando una espectacular cartera – sólo me dio tiempo de sacar el dinero  y las tarjetas. - Casi seiscientos euros. Ahora sabremos un poco más del generoso caballero que me ha regalado estos bonitos trapitos.

- Cualquier día vas a tener un disgusto.

- ¡Eh! No creas que no me lo he ganado. No ha parado de sobarme y pellizcarme el trasero durante más de un cuarto de hora.

Metió su naricita hasta el último de los compartimentos.

- Pedazo de pervertido. Mira – le dijo enseñándole una foto familiar – si hasta podría ser su hija. Es mona la niña. La mujer es un cardo… ¡lo ves! Lo que yo te decía. Un putero. Será estúpido, si hasta guarda las tarjetas de los clubes en su propia cartera. Putero y gilipollas, se lo tiene bien merecido.

Volteó una de aquellas cartulinas y dio un respingo.

- ¡Ostia!

- ¿Qué?

- Este es de los míos…

- ¿A qué demonios te refieres?

- Que a ese baboso le gusta la carne y el pescado… “Vuelve pronto. Con cariño, Hector”

 ¿Bisexual?

- Supongo – dijo María encogiéndose de hombros

No pudo aguantarse y comenzó a reírse.

- ¡Es que no escarmiento! ¡Me estás tomando de nuevo el pelo! ¡Soy un pardillo de la ostia! – María mentía con una facilidad pasmosa.

- No te mosquees. Eres un cielo. Por lo que se ve el tío es solamente un agente de seguros o algo así. Tiraré la cartera por ahí. Solo me quedo con el dinero, si te pillan con el resto es peligroso.

- Mejor será.

- ¡Ah!, Se me olvidaba. Esta noche la Duquesa de la Tahona, doña Elena a tenido a bien obsequiarnos con su presencia durante la cena. Ha prometido ser buena y no castigarnos con sus impertinencias.

- ¿Y eso?

- El cabrón de Gorka, que le dijo que yo era lesbiana.

- ¡No fastidies!

- Tendrá curiosidad. El los pueblos no hay de esas… al menos que lo confiesen.

- Oye, espera. Hablando de eso. Lo que hacíais el otro día Javi y tú.

- Eso le pasa por jugar con fuego. ¿Quieres probarlo? Él se lo pasó de puta madre.

- No, gracias.

- Pues tú te lo pierdes. No puedo quedarme más. Todavía tengo que hacer una cosa en el campus.

- ¿Aquí? ¿Vas a matricularte?

- No seas curioso. Mira lo que le pasó a Javi…

- ¡Qué dolor!

- Si tú lo dices… Un beso, guapo. Y no te exprimas demasiado. Se prometen emociones fuertes esta noche.

María conocía a las mujeres. Era un hecho.  A pocos metros de la puerta, Elba disimulaba torpemente. Seguramente habría escuchado que María todavía estaba dentro y no se había atrevido ni siquiera a llamar. María se dirigió a ella directamente. Las manchas de lefa se veían a una legua. Por si quedaba alguna duda se limpiaba descaradamente las manchas blanquecinas que rodeaban sus labios.

- Todo tuyo, Elisa…

- ¡Elba! – contestó la otra visiblemente contrariada – mi nombre es Elba.

- Si tú lo dices… ¡hasta otra! – le contestó sin ni siquiera mirarla.

María sonreía mientras volvía a calentar al personal caminando por el pasillo.  Oyó como el pestillo de la puerta se cerraba apenas un instante después de que se cerrase la puerta.

- Pobre Toño – pensó María – primero la nena, después la becaria y quién sabe… quién sabe lo que pasará esta noche…

La facultad donde estudiaba o por lo menos decía que estudiaba Javi estaba al otro lado del complejo universitario.  Ya era tarde y María quería dormir una buena siesta. No tenía tiempo de tonterías.

Decidió no andarse con demasiados rodeos.


- ¿Qué sabes del profesor Robles? – dijo  María a uno de los conserjes.

No sabía porqué, a pesar de no ser especialmente alta no conseguía aquella mañana que los hombres le mirasen a la cara.

- ¿Co… cómo dice, señorita?

- ¡Venga! Que no tengo todo el día. Yo tengo de señorita lo que tú de play boy. Soy una puta. Creo que salta a la vista.

- S….si.

-  Un cliente me ha soltado una pasta para que me cepille al carcamal ese y su hijo logre un aprobado raspado.

- Bueno… no creo que eso sea muy ético…

- Estos críos son los futuros banqueros, así que no me digas chorradas. Me ha dicho que no importa lo que tenga que hacer ni a quién o a quiénes me tenga que tirar para conseguirlo, ¿entiendes lo que te quiero decir?

 - Sí... sí claro.

- Pues eso. Si eres bueno y te portas bien te chuparé tan fuerte la polla que el calzoncillo se te meterá por el culo ¿vale?

María bordaba el papel de prostituta de carretera secundaria. Tenía una gran admiración por aquellas mujeres que ejercían el oficio más antiguo de mundo.

Ella misma había pasado un par de meses en una curva perdida de la mano de Dios. Allí había aprendido muchas cosas, tanto de sexo como sobre la naturaleza de las personas.  Detrás de la mujer mas puta puede esconderse un corazón de oro y, por el contrario, las que aparentan ser mejores personas pueden tener en realidad el alma más oscura y negra que una noche sin luna.

- ¡Habla!

- Sí… claro. ¿Qué quieres saber?

- Todo. Lo que es cierto y los rumores. Si ha tenido alguna vez algún desliz o si está enfermo del corazón – si algo había aprendido es que de las cosas más  nimias puede salir una oportunidad ventajosa.

- Apenas sé nada de él. Lleva mucho años aquí, creo que desde la época de los Reyes Católicos. Es un tipo duro y exigente con los alumnos pero muy amable y educado con nosotros, el personal no docente. Y eso es raro, te lo digo yo por que normalmente nos tratan peor que a un perro…

- No te rayes.  Dime algo más interesante o te vas a tener que hacer tú mismo una paja…

- Pues la verdad es que poco más… Si quieres puedo darte su dirección. Es viudo pero de vez en cuado le viene a visitar su nieta…

- ¿Nieta…?

- ¡Sí! Una joven muy simpática y agradable. Se le ve muy cariñosa con su abuelo…

- Sigue. Cuéntame algo más de esa chica.

- De esa sí que no sé nada de nada. Tan solo que viene de ciento a viento a comer con su abuelo. Después él vuelve solo y poco más.

- ¿Y viene un día en concreto o…?

- No, que va. A veces una o dos veces por semana. Otras cada dos o tres.  Depende.

A María le cambió la cara.

- Oye, piénsalo detenidamente. Es muy importante porque puedes ganarte el premio gordo.

- Dime – el hombre estaba muy excitado.

- ¿Viene más a menudo al principio de cada mes?

- Pues… no sé… deja que lo piense… es curioso que me preguntes eso. ¡Sí! Creo que sí. No tengo ni idea de porqué será…

- Es suficiente. Te lo has ganado ¿qué prefieres una cubana o mejor una mamada?

- Si no te importa, si tengo que elegir prefiero lo primero. Supongo que ya te lo habrán dicho pero tienes unas tetas de primera. ¿Podré correrme entre ellas? Se nota que hoy no seré el primero...

María suspiró. No creía que una nueva mancha tuviese mayor importancia.

Sabía que el canalito que dejaban libres sus mamas era un capricho irresistible para cualquier hombre que se preciase de serlo.

- ¿A dónde vamos?

- ¿Qué?

- ¿Estás tonto? ¿Quieres que además de puta, ponga la cama?  No tientes tu suerte, gilipollas. A mí no me importa hacerlo aquí mismo, pero supongo que al resto del personal no le parecería una conducta adecuada por tu parte.

- ¡Claro, claro! No sé en qué estaba pensando…

- En eyacular en mis tetas.

- ¡Sí, si!  En eso – el hombre dudó un poco – Supongo que… ¡Sí! Ahí no habrá problemas.

- ¡Qué original! Nunca había hecho una cubana en un auditorio tan exclusivo. ¡El despacho del decano!

- El Gran Ogro está en no sé que leches de convención. No estará en toda la semana…

- Espero que no tardes demasiado. Tengo más clientes que requieren de mis… atenciones.

- Claro, claro – dijo, al tiempo que se bajaba los pantalones.

Al fino olfato de María llegó el perfume que sin duda más le atraía. Muchas mujeres rechazaban a los hombres poco aseados. A ella en cambio le volvían loca. Su cara reflejó cierta desgana. Y no porqué aquel tipo nauseabundo comenzase a follarle las tetas, sino por que hubiese preferido comer aquel maloliente rabo hasta sacarle el último aliento. 

Se dejó hacer. Ni siquiera tuvo que apretarse los senos. Su ajustada vestimenta lo hacía por ella. Si miraba hacia abajo podía como una pequeña montañita aparecía y desaparecía en el centro de la prenda que tan sensualmente cubría su pecho. Aquel tipo, sin ser Toño, no podía decirse que estuviese mal dotado.

Tras varios gemidos y espasmos, un nuevo cerco húmedo apareció en la blanca tela. María cerró los ojos y se deleitó con el aroma que ahora emanaba su cuerpo. Ni la más cara esencia le satisfacía tanto como aquella que los hombres le regalaban tan a menudo.

Después de la cubana, abandonó el edificio precipitadamente. Tenía que descansar. La mañana había resultado de lo más agotadora y productiva.

Lo de Toño estaba hecho y lo de Javi, aparentemente bien encaminado.

Al llegar a casa entró directamente en la habitación de Javi. Sorprendentemente, el chico estaba estudiando.

- Deja eso un momento. Tenemos que hablar.

- ¿Hablar? Creo que Gorka y Elena… ¡joder, menudo modelito llevas puesto! Así sí que pareces…

- Una puta, lo sé. Si no te importa, estoy agotada. Además de eso mismo quería hablarte. Tienes que reservarte para esta noche.

- ¿Esta noche? Gorka me ha dicho no se qué de una cena…

- Si te callas de una vez, podrás escucharme y enterarte de mi plan.

- Soy todo oídos.

Después de un rato escuchando a aquel pequeño demonio de ojos azules, Javi no daba crédito.

- ¿Crees que funcionará?

- Seguro.

- ¿Y Gorka?

- Déjamelo a mí.¿Podrás hacer tu parte?

- Sin problemas. No se llega a dónde yo estoy solo con un poco de suerte – se calló sonriente – ,no me pidas detalles.

- ¡Perfecto!

La velada comenzó muy animada. No se complicaron demasiado en el menú. Unas cuantas pizzas, algo de ensalada y mucha, mucha bebida.

Elena parecía, en efecto una marquesa que se había rebajado a compartir mesa con los plebeyos. Era inevitable en ella, tenía ese aire de superioridad que emanaba de las personas con un privilegiado físico.

Sin embargo, como había prometido, se comportó bastante bien en comparación con otras veces. Fingió interesarse por la vida de los chicos y conversaba animadamente con María de las cosas más triviales.   

María le miraba con ojos vidriosos. La bebida comenzaba a hacer estragos en el grupo.  Casi todos hablaban por los codos, excepto Toño que, poco acostumbrado a tales excesos, permanecía callado y con un movimiento de cabeza bastante sospechoso. Estaba completamente pedo y ni siquiera habían comenzado con las bebidas espirituosas.  

De largo, la que más bebía era María. Una copa tras otra, sin ni siquiera parpadear. Elena no quería quedarse atrás, hacía lo que podía, incluso algo más.

Con un generoso vaso de vodka en la mano, María no paraba de parlotear. Elena le seguía el juego, segura de que la lesbiana se pondría tarde o temprano en evidencia.

- ¿Por qué no jugamos a las tascar? ¿tascar? ¡Cartas! ¡Joder, qué mierda llevo…!

Elena aprovechó el momento.

- ¡Juguemos a las prendas!

- ¡Strip Poker!  - propuso Javi.

- Ni hablar que nos desplumas.

- ¿Tú que dices, Toño?

- ¡Ji, ji, ji, ji ji!  ¡ji, jí!... – apenas saldría de su boca otra expresión durante toda la noche.

- Toño no opina. Está como una cuba.

- ¡Algo más sencillo! – intervino María - ¡Al siete y medio!

- Por mí vale. – dijo Javi.

- ¡Al siete y medio! Sin problemas – dijo Elena.

- Pero cariño…

- No seas mojigato y tengamos la fiesta en paz.

- Vale, vale.

- El que se pase, paga prenda. Y el que se quede más bajo, también.

- Vale.

- El que haga siete y medio con siete cartas, gana todo.

- ¿Y eso?

- Así se juega donde yo vengo. ¿Pasa algo?

- Tranquila. Es casi imposible – intervino Javi al quite.

- El que gana, el último que se quede con algo de ropa, decide lo que pasa después – María estuvo a punto de caerse de la silla.

- Vale, vale – Elena no dejaba de pensar lo bien que se lo iba a pasar humillando a aquella panda de frikis. Una lesbiana, un jugador y un pardillo borracho. Menuda tropa.

Gorka no estaba muy por la labor pero, después del espectáculo que habían dado unos días antes con Elena se lo pensó dos veces a la hora de expresar sus reticencias.

- ¿Quién tiene una baraja? – preguntó ingenuamente María.

- Menuda pregunta chorras – dijo Javi

- Bebe un poco más, María. Te estás quedando atrás – dijo Elena perversamente.

- Trae para aquí esa botella.

- ¡Ji! ¡Ji! ¡Jí!

- Será mejor que Toño no juegue. Creo que ni siquiera vería las cartas.

- ¡De eso nada! ¡O todos o ninguno! – Elena impuso su voluntad, como solía hacer.

- Vale, vale.

- ¡Reparte…!

Tras quince minutos jugando la cosa estaba más que clara. Toño no se enteraba de la fiesta y ya estaba completamente en pelotas. Tampoco parecía importarle demasiado.

- ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji! – decía cada vez que perdía.

- Menuda tajada que me llevas, Toñito. Mañana tendrás una resaca de campeonato.

 ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji!

La situación de María no era mucho mejor. No es que hubiese perdido muchas partidas. Lo que sucedía es que se había puesto tan cómoda para cenar que apenas llevaba prendas encima. Solo le quedaba el tanga. Pudorosa, se tapaba lo mejor que podía las tetas con las cartas.

Elena la miraba divertida. Ella apenas se había quitado la camiseta.

Javi también estaba listo, con el pantalón y los calzoncillos.

Gorka… digamos que el llevar calcetines y camiseta interior le había proporcionado una ventaja considerable frente a sus compañeros.

 Aun así una prenda le faltaba para perder.

- Está claro quién va a ganar. Sois unos “pringaos” con suerte… - el licor había hecho que Elena volviese a ser la mandona desagradable que en realidad era. Mirando despectivamente a María le espetó – ¡Se la vas a chupar a todos estos… boyera!

- Pero, Elena… - intervino Gorka.

- Voy a ganar, no te quepa ninguna duda. Y aquí se hará lo que yo diga. El juego es el juego. El que no sepa perder, que no juegue…

Le tocaba repartir cada vez a uno distinto, excepto Toño que no estaba en condiciones. Era el turno de Javi. Gorka estuvo listo en un segundo. Se arriesgó con un cuatro y el seis maldito hizo que sus slips apareciesen en el centro de la mesa.

Javi se plantó con un siete y Elena hizo lo mismo.

María aparentemente no ligaba una mala jugada, tan solo tenía un as, un punto.

- Me arriesgaré. No tengo otra opción – María sonrió a Elena, que la miraba desafiante.

- Un cuatro. Mala suerte María – dijo Javi.

- Bueno, parece que solo quedamos tú y yo, Javi.

- Espera, espera. María todavía no ha perdido. Tiene cinco.

- ¡Dame otra!

- Cinco y medio.

- Esto se pone interesante – dijo Elena condescendiente debido a lo segura que estaba de ganar.

- ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji!

 - ¡Otra!

- Seis.

- ¡Sigue!

- Seis y medio…

- Menuda suerte – Gorka estaba un poco nervioso y Elena más.

- ¡Siete!

- ¡Vaya potra! Empate. Nadie pierde – intervino Elena un poco mosqueada – Tendremos que jugar otra mano…

- ¡Saca otra! – gritó María.

- ¿Pero qué dices? – dijo Javi - ¿estás segura?

- ¡Para, para, para! – Elena se movía intranquila. Ya no sonreía.

- Si saca un medio, gano. Si no es así… pues eso – dijo María quitándose graciosamente las manos que cubrían su busto.

- Espera, espera un momento.

- ¿Qué pasa? – dijo Javi extrañado

- Pues que no me fío de ti, eso pasa.

- ¿Qué estás insinuando?

- Nada, nada. Solo digo que me gustaría cortar la baraja.

- Bueno… en realidad no me parece justo. Me toca dar a mí.

- ¡He dicho que corto yo y punto!

- ¡Bueno, bueno! Vaya genio.

Gorka se removía en su silla, nervioso. Esperaba, por su bien, que fuese Elena la que ganase aquella partida.

María estaba la mar de tranquila, seguía bebiendo vodka como una cosaca. Javi estaba concentrado. Hasta ahora, todo iba según lo  previsto, pero Elena le había obligado a dejar la baraja sobre la mesa.

Toño… seguía con su risa floja.

- ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji!

- ¿Listas?

Javi se estaba regodeando.

- ¡Dale la vuelta de una puta vez a esa puta carta! – Elena comenzaba a perder los estribos.

- Allá voy.

Lentamente, Javi puso su mano sobre el mazo de cartas. Se recreó un instante mirando las caras de sus compañeros de partida. Los semblantes cambiaron cuando giró el cartoncito. Bueno, todos no. Toño seguía con la risa floja.

Elena se puso como una fiera, Gorka se quería morir y  María… sonreía exultante.

- ¡Yujuuuuu! ¡He ganado, he ganado…! - María se levantó dando saltitos. Ya no le importaba que sus pechos estuviesen a la vista de todos… si es que alguna vez le había importado realmente.

- ¡Menuda suerte! – Javi era un tahúr consumado. Sabía disimular tan bien cómo hacía las trampas.

- ¡Así que era imposible! Eres un gilipollas – Elena no se hacía a la idea.

- ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji!

- ¡Venga, venga! No seas cría. Brindemos todos juntos, pero primero… enséñanos ese cuerpazo que Dios te ha dado.

Elena no estaba muy por la labor.

- ¿Qué pasa? ¿Te rajas? – dijo María sacando la lengua -  “el juego es el juego. El que no sepa perder, que no juegue…”

- Ya sé, ya sé. No hace falta que me lo recuerdes…¡tortillera!

- Bébete esto de un trago. Se te hará más fácil.

- Ni hablar. No soy una niña. Un juego es un juego…

- ¡Tú también! – dijo María mirando a su compinche que no reaccionaba - ¿venga?

Javi estaba embobado. Parecía increíble. Su sueño estaba cada vez más cerca. Se desnudó a la velocidad del rayo.

Elena comenzó a desvestirse lo que le quedaba de ropa. Al principio se la veía incómoda, pero el alcohol y la cara de amargado de Gorka le hicieron el mal trago más llevadero. Incluso le lanzó a María sus bragas a la cara. La morenita siguió con su papel de lesbiana y las olió con aparente deleite.

- ¡Tú y tú!  Seguidme – les dijo a Javi y a una anonadada Elena mientras les agarraba de las manos – creo que la cama de Gorka es la más grande…

- Pe…pero…

- Tú te quedas aquí. Cuidando de Toño…

- ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji!

- Pero…

Gorka no supo qué decir. Desconsolado vio impotente como su novia y uno de sus mejores amigos entraban tambaleándose en pelotas a su propio cuarto, acompañados de la mejor amante del mundo.

Cuando la puerta se cerró ante sus ojos cerró los puños, furioso.

- ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji!

- ¡Si no estuvieses borracho, te iba a dar una somanta de palos que te cagas!

- ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji!

Una vez en el cuarto, Elena quiso imponerse como era su costumbre. Aquello había llegado demasiado lejos.

- Bueno, ya está bien. Creo que, como juego, es suficiente…

Javi pensó que todo estaba perdido.

- ¡Chúpasela!

- ¡Pero qué dices, niña…! Ni de coña…

El chico pensaba que ya lo había visto todo en esta vida. No podía ni imaginar lo equivocado que estaba. María parecía otra. Segura y firme, ni rastro de la joven borracha que había aparentado ser durante la velada.

Lo que le dio María a Elena no fue una simple bofetada, ni una galleta, ni un cachete. Le atizó un ostión a mano abierta de padre y muy señor mío. No le importó tener que ponerse de puntillas para cruzarle la cara a la señora marquesa. Ni que la otra le sacase más de un palmo de altura.

Con tal violencia le golpeó que la sorprendida panadera cayó como un saco de harina sobre la cama de su novio. Intentó revolverse, llena de ira pero solo consiguió que su cara y su orgullo se viesen mancillados de nuevo. La segunda descarga fue todavía más violenta que la primera.

María se lanzó sobre ella y, tirándole del pelo le dijo en tono más que amenazante:

- Escucha, hija de puta. Me tienes hasta los cojones… y eso que no tengo de eso.  Si yo te digo que saltes, tú me preguntas que hasta dónde. Si te digo que se la chupes a Javi, tú se la chupas hasta que se le caiga la polla a pedazos. Y si te ordeno cualquier otra cosa, la haces y punto ¿Me entiendes, asquerosa? 

Elena, aterrada estaba a punto de llorar. Le ardían las mejillas y su orgullo estaba por los suelos.

- S… si

- ¿Qué dices? No te oigo…

- ¡Si! ¡Si!  Haré lo que me digas, pero no me pegues más…

- Eso está mejor. Sé una niña buena y todo irá bien…- se giró hacia su compinche al tiempo que le guiñaba un ojo.

Javi pensó que estaba soñando cuando la mujer más escultural que conocía, su oscuro objeto del deseo, se colocaba a cuatro patas sobre la cama y abría su boca esperando ser penetrada oralmente. No se lo pensó dos veces, ni siquiera se acordó de que se trataba de la novia de su mejor amigo. Se la metió hasta el fondo, y ella comenzó la felación, nerviosa.

Lo hacía bastante peor que María, pero era más que comprensible después del tratamiento que la pequeña viciosa le había proporcionado.

María no le daba tregua a la otra chica. Se colocó detrás de ella y comenzó a lamerle el ojete. Elena no se esperaba aquello y, dejando de mamar, giró la cabeza e hizo mención de expresar su descontento.

- ¿Pasa algo? ¿Tienes algún problema? – le advirtió duramente María – Por que si es así, lo arreglo enseguida. ¡Sigue chupando y no hagas que me enfade, puta!

Elena volvió a lo suyo. No tenía mas remedio. Estaba completamente sometida a los caprichos de la chiquita de ojos azules. Javier estaba en el cielo.

- ¡Y tú, semental, ni se te ocurra correrte hasta que yo te lo diga!

- Va… vale. Tú mandas.

- Pues eso… hay que estrenar este culito como está mandado… con una buena corrida dentro.

Javi aguantó como pudo. Intentaba concentrarse en cualquier otra cosa. Apretaba con fuerza para no eyacular. Elena le estaba cogiendo el gusto y ya no le disgustaba tanto someterse a los deseos de María. El pene de Javi no estaba tan mal después de todo.

- ¡Bueno… esto ya está listo! ¡Cámbiame el sitio, chaval! Es hora de estrenar este culito sabrosón.

Elena pareció contrariada cuando tuvo que dejar de chupar el caramelo. Pero pronto una nueva golosina se puso a tiro de su lengua.

- ¡Chúpame el coño, zorra! ¡Ojala pudiese verte el gilipollas de tu padre! ¡Su niña, su ojito derecho… comiendo una almeja! – María se dio cuenta mientras hablaba que aquella era una gran idea.

Elena se aplicó a fondo. Era la primera vez que lo hacía pero era una alumna muy aplicada y pronto se puso al día.

- ¡Pero bueno! Menudo ímpetu… no esta nada, pero que nada mal… ¡Joder! Eres una fiera…

Javi se estaba dando un respiro. Quería aguantar lo más posible y aquel pequeño descanso le venía la mar de bien.

- ¡Javi! Por el amor de Dios ¿a qué narices estás esperando?

 ¿Cómo…? – el chico dudaba.

- ¿Te acuerdas cómo te dije que lo tenías que hacer?

Él se limitó a asentir.

- Pues haz todo lo contrario. Destrózale el trasero a esta cabrona. Quiero que su novio la oiga gritar de dolor como una perra…

Javi no se lo pensó. Actuó y disfrutó como nunca. Clavó su cuchillo en aquel agujero virgen que tan brillante había dejado la lengua de María.

Elena soltó un alarido tremendo pero pronto sus quejidos se vieron ahogados por María que le tiró del cabello obligándola a seguir lamiendo su sexo. Le ponía cachonda ser testigo de la iniciación de cualquier trasero, sobre todo si era tan espectacular como el de Elena.

Javi  buscaba con la mirada a María. Le dio las gracias con los labios sin emitir sonido alguno. Aquello era demasiado para él y se vino dentro del intestino de la Marquesa.

- ¡Dios mío! ¡Que gusto! ¡Esto es la ostia!

- ¡Que te la chupe un poco!

- No… no creo que se me vuelva a poner dura. Me he corrido como nunca…

- ¡Que te la chupe, joder! Tiene que aprender que la herramienta hay que limpiarla después de usarla…

- Entiendo – Javi se apresuró a colocarse de manera que su pene estuviese al alcance de una Elena que parecía le había cogido gusto al sabor de los néctares femeninos.

Sumisa y complaciente, la panadera rubia procedió a liberar el pene de Javi de los despojos de su corrida y otros restos. Tras una primera mamada comprobó que el sabor no era exactamente el mismo al que estaba acostumbrada. A punto estuvo de echar hasta la primera papilla. Incluso tuvo que taparse la boca con una mano para evitar el vómito. María le dio un poco de tiempo pero ni siquiera necesitó repetir su orden. Fue la propia Elena, una vez concluida su arcada, la que volvió a trabajarse con la boca el pene semi- erecto de Javi.

- ¡Buena chica! ¡Así se hace! Al fin y al cabo… es tu mierda…

Pero por mucho que lo intentó, Javi ya no volvió a ser el mismo. El alcohol hizo estragos en su aguante.

No importaba, María tenía otro as en la manga.

- Javi, cariño, ves a buscar a Toño…

- ¿Toño? ¿Con la castaña que lleva?

- Tú limítate a traerlo y coger la cámara… ya me entiendes.

- ¡Volando!

- Mientras tanto, puta, ves lamiéndome el trasero…

Javi se marchó corriendo en busca de su amigo. Tuvo que pasar por encima de Gorka que, de cuclillas en el pasillo no dejaba de gimotear. Sorprendentemente, el larguirucho no estaba en su cuarto así que se dirigió al salón. Seguramente estaría durmiendo la mona allí.

Pero al llegar lo que se encontró fue algo totalmente distinto. Toño masturbándose a dos manos con el tanga de Elena en la punta de su capullo viendo una película porno de las que María había comprado. Alternaba su estúpida risita con el nombre de la protagonista y algún que otro insulto.

-  ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji! Ce… Celia… puta…

- ¡Vamos tío! Nos ha tocado la lotería…

 - ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji!

 - ¡Venga!

A pesar de que Toño era peso pluma, estaba tan borracho que no hacía ningún esfuerzo por complacer a su amigo. Su postura era un poco extraña y Javi decidió ayudarle. Sin saber cómo, el asta de Toño acabó a escasos centímetros de la cara de Javi. Este miró fijamente al agujerito que desde la punta del enorme cipote le desafiaba. En verdad era espectacular. Una gotita de esperma apunto estaba de derramarse de su poderoso recipiente. Los juegos de María tenían estos efectos secundarios. Instintivamente abrió la boca y poco a poco la fue acercando al rabo de su amigo. Su temblorosa mano a punto estuvo de aferrar aquel fantástico apéndice.

 - ¡Javi, trae a Toño de una puñetera vez!

María y su orden le libraron de caer en la tentación. Tiró de Toño y entre risitas lo llevó a la habitación del pecado con la bandera de Elena en su mástil.

- ¡Cuidado no tropieces con este! ¡Joder, Gorka, menudo culo tiene tu novia!

- ¡Cállate!

- Tú te lo pierdes.

- ¡Javi!

- ¡Voy!

Con Toño tumbado en la cama, Javi cámara en mano mientras María y Elena departían sobre el tamaño del torpedo aquel.

- ¿Qué te parece?

- ¡Madre mía!

- ¿A que es una pasada?

- ¡Increíble!

- Ya no te parece tan friki ¿Eh?

Elena  se ruborizó de nuevo y apartándose en pelo de la cara contestó.

 - Para nada. Menuda polla.

Ni corta ni perezosa comenzó a colocarse.

- ¡Espera, espera! Por ahí no…

- ¿No pretenderás que me deje meter esa cosa…?

- Ya lo creo, Marquesa. Y no solo eso. Vas a ser tú misma la que te la metas. No creo que Toño esté en condiciones de montarte…

- ¡Ni de coña!

María miró de nuevo fijamente a la rubia. Su semblante duro indicaba que no estaba bromeando.

- ¡Hazlo! ¡Ya!

A Elena le recorrió una corriente por todo su cuerpo cuando aquellos cristalitos azules se clavaron en los suyos. Lentamente cambió de postura. No sabía muy bien cómo hacerlo así que necesitó de la ayuda de María.

- Ponte dándole la espalda. Abre bien las piernas y relaja el culo… - se giró al fotógrafo – tú no pierdas detalle.

- ¡Claro!

- Es mejor usar vaselina, pero como Javi ya te la ha clavado… no te haría mucho efecto.

La postura era difícil, sobre todo sin experiencia. A Elena le costaba mantener el equilibrio porque tenía que apuntar el ariete sobre su agujero sin poder ver.

- Tú solo tienes que ir bajando. Yo te aguanto la verga.

- Me va a doler.

- Ni lo dudes. Parecerá que te están partiendo en dos… pero cuando aguantes cinco minutos… no querrás que termine jamás.

- Es mejor hacerlo despacio ¿verdad?

- No – y sin más María le dio un ligero empujón que hizo que el delicado equilibrio de la rubia se quebrase.

A Elena se le nubló la visión, se quedó con la boca abierta, ensartada de un golpe. Pensó que se moría y tan solo la mitad de la manguera de Toño la había penetrado. María le cogió la cara entre sus manos y le dijo.

- ¡Elena, mírame y escucha! ¡Aguanta! ¡No te desmayes! ¿Me oyes? – intentaba que Elena no se derrumbase de dolor- ¡Sé que puedes hacerlo! Pronto tu cuerpo se acostumbrará…

Ni qué decir tiene que la otra no pudo ni siquiera contestar.

- ¡Quiero que te la metas toda! Toda ¿entiendes? Tú vales mucho y seguro que puedes! Si yo puedo, tú también – intentaba motivarla – A mí me la clava entera todos los días y yo no te llego ni a la suela de tus zapatos… y también me cepillo a tu novio. Le encanta romperme el culo… aquí, en vuestra cama.

Esta última frase sí que llegó a Elena y le hizo recuperar algo de su carácter perdido. Herida en su orgullo comenzó lentamente a moverse haciendo que el chorizo de Toño fuese reptando a través de su intestino. María la masturbaba frenéticamente y solo se apartaba para facilitar la visión a Javi que no dejaba de tirar  una foto detrás de otra.

Triunfante y sudorosa Elena logró que la totalidad de la verga de Toño profanase su ano, no sin un tremendo sufrimiento.

María notó que Elena no le miraba a ella, sino que sus ojos se centraban el algo o alguien situado en detrás de ella. Ni siquiera tuvo que girarse, supo inmediatamente que Gorka estaba observándolo todo desde la puerta.

La pareja de novios no dejaron de cruzarse la mirada. Gorka la odiaba con todas sus fuerzas, hubiese querido matarla. Sabía que ella no le era fiel pero era la primera vez que la veía follar con otro. Ojos que no ven, corazón que no siente. Y no con algún camionero de paso, como se murmuraba por el pueblo, sino con sus mejores amigos, en su cama y por el culo. Y delante de una cámara, para mayor escarnio.

Él, en cambio, sí que había respetado el compromiso que supuestamente les unía.  Al menos hasta la llegada de María en su vida. Todos sus supuestos ligues eran una mentira tras otra. Se los inventaba para compensar las aventuras que su novia realmente sí tenía y fardar delante de sus amigos. Ni sus compañeras de universidad, ni las amigas de Javi, nadie. No conocía otro cuerpo que el de su novia de siempre. Excepto a aquel demonio que había dejado entrar el otoño anterior en su casa no había penetrado a otra que no hubiese sido su amada Elena.

 Por eso no quería ir a los locales de intercambio de pareja, porque mientras su amada se cepillaba a un macho tras otro, él no deseaba consumar con ninguna otra mujer. Nunca compartían reservado, así que ella jamás lo supo.

 En el fondo era un enamorado romántico. Tocó fondo cuando le suplicó a una ninfómana pelirroja que le dijese a Elena lo fantástico amante que era la última vez que acudió a un local de aquellos. La tía lo hizo pero le dijo que era patético y le cogió de la cartera todo el dinero que tenía.

- ¡Hacedle lo mismo que a mí! Tres contra una – dijo María esta vez dirigiéndose a Gorka – dale tú por detrás. Eres el único que falta.

El interpelado no se sorprendió con la invitación. Sabía desde que todos eran unas marionetas en las manos de una intrigante María. Hubiese debido marcharse y no volver jamás, pero a pesar de todo, seguía amando a Elena. Y no pudo resistirse cuando su novia le dijo en un tono suplicante que jamás había oído.

- Gorka, por favor. ¡Dame por el culo! Siempre lo has deseado…y siempre me he negado. Hasta ahora – se desacopló de el estilete de Toño y mostró a su pareja el boquete que le había abierto en su ano semejante tranca – he sido una tonta. El sexo anal es… fantástico.

Como única respuesta Gorka se acercó a ver el espectáculo más de cerca. La lujuria se impuso a sus sentimientos de odio.  Comprobó estupefacto como un de sus dedos se metían en aquel agujero sin ni siquiera tocar las paredes de su esfínter. Salía un poco de sangre, pero nada del otro mundo si tenía en cuenta lo que había pasado por aquel hoyito antes virgen. 

- Venga, putita, yo te explico. Ellos ya saben de qué va esto. Colócate la verga de Toño por delante…

No necesitó una segunda explicación. Era lo que más le apetecía desde que se había dado cuenta de las dimensiones de lo que Toño tenía entre las piernas. Evitó expresar el enorme placer que sentía  por un extraño pudor con respecto a Gorka. Este se la clavó con todo su odio.

- ¡Ahhhhhh! ¡Joder! -  a Elena le dolió más de lo que esperaba. Sin ser Toño, su novio no estaba tampoco mal equipado. Supuso que se lo merecía, por guarra, así que se aguantó.

- ¡Trae esa cámara! Mas vale que se te ponga dura, no sea que me fastidies la foto…

- Tran… tranquila.

- Pues eso.

En efecto, después de un par de profundas mamadas, Javi volvió a ponerse en forma. Elena experimentó por primera vez en su vida una triple penetración. Pero lo cierto que, al principio, todo fue un caos.

- ¡Parad, parad un momento! – María dirigía la escena – No la saques, Gorka. Solo escuchad. Toño la tiene tan grande que no hace falta que intentes metértela toda, marquesa. Si lo haces, no le dejas a Gorka sitio para encularte. Tienes que arquear la espalda para facilitarle las cosas.

Guió con sus manos los cuerpos sudorosos para lograr su objetivo.

- ¡Así está mejor! ¡Acción! – dijo entre risas como si de una película porno se tratase – ¡Ni se te ocurra correrte, Javi, que nos conocemos!

- Tranquila… controlo.

Una vez aclaradas las cosas el coito transcurrió de lo más placentero para los cuatro integrantes. María dejo de hacer fotos. La batería se estaba agotando y quería reservar lo poco que quedaba para tres o cuatro instantáneas que se le habían ocurrido.

La escena era tremenda. Una mujer de medidas perfectas trabajándose a tres machos al mismo tiempo. Ninguno hablaba, tan solo emitían sonidos guturales. Se concentraban en los placeres que sus respectivos cuerpos experimentaban.

-  ¡Ji! ¡Ji!

- ¿Qué pasa? – dijo Javi

- Creo que Toño se ha corrido…

Elena no podía hablar pero asintió. Sus entrañas estaban anegadas por el líquido de Toño. Jamás hasta entonces había sentido tanto una eyaculación semejante. Ella, por su parte, había sentido tantos orgasmos que su cuerpo se había hecho insensible. Tan solo su novio le daba algo de gusto en su trasero.

- ¡No aguanto más! - gritó Javi.

- ¡Esperad, chicos! Se me ha ocurrido una cosa… hacédselo en la boca… los dos a la vez…

Gorka gruñó. Quería seguir castigando a Elena y venirse en sus entrañas, pero obedeció, como siempre.

- Abre bien la boca. Que no se diga, zorrita. No sabes estar con ella cerrada, así que no te será difícil

María volvió a encender la cámara. La siguiente foto era perfecta. Elena sudorosa y felina, mirando sensualmente al objetivo con dos vergas pujando por meterse más a dentro de sus labios carnosos.

- La cámara te adora. Deberías ser modelo… puta de mierda.

- Mmmmmmm

- ¡No se habla con la boca llena! Eres una mal educada.

- Digo que es mejor que se corran en mi cara…

- Bueno… si es lo que quieres… por mí vale.

Si Elena no necesitaba lecciones de algo era de mamar pollas. Infinidad de veces lo había hecho, con penes de todos los tamaños, formas y colores.

Alternativamente aplicaba sus conocimientos tanto a Javi como a Gorka.

Este fue el que disparó primero. A esa distancia no se puede errar el tiro. Toda su furia, todo su odio, todo su esperma estallaron en el rostro de su novia.

- ¡Ni se te ocurra limpiarte! – dijo María al ver las intenciones de la chavala – estás guapísima, cariño.

- No puedo aguantarme más. Apenas me queda nada dentro…

- No importa. ¡Tú, asquerosa, saca la lengua!

- Pero…

Un buen tirón en el cabello y la lengua de Elena esperaba ansiosa el viscoso fluido de Javi.  Como el chico había dicho apenas un pequeño borbotón brotó lentamente de su ser. Lo suficiente como para embadurnar la punta de la lengua de Elena.

- Espera, espera. Mira al pajarito… ¡Perfecto! Ya puedes tragar.

Y lo hizo. No tenía otra alternativa. 

Se dieron todos una tregua. Toño se había quedado completamente dormido y aun así su ariete seguía en plena forma. Javi estaba agotado y qué decir del resto.

- Creo que por mí ya es suficiente… llevaré a Toño a su cuarto.

- Espera. Quiero que me hagas alguna foto con Elena comiéndome el coño…

- Yo las haré.

- ¿Seguro, Gorka?

- Sin problemas.

- ¡Vamonos Toño! Menuda merluza que me llevas.

- ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji!

- Joder con esa risita.

- ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji!

Los dos desaparecieron por la puerta dejando a los otros tres haciendo las fotos que María tanto deseaba.

- Vuelvo enseguida… esto no ha acabado...

Gorka y Elena se quedaron solos. Se formó un silencio incómodo para ambos. Al final Gorka se decidió a volverla a tumbar sobre la cama y penetrarla vaginalmente. A Elena no le apetecía lo más mínimo. Estaba exhausta, pero no se atrevió a negar su sexo a su novio. Al fin y al cabo, los otros la habían poseído a lo largo de la velada sin objeción alguna por su parte. Ni siquiera se atrevía a mirarle, estaba muerta de vergüenza por lo que había hecho.

Gorka no aguantó mucho, la penetraba dulcemente, como perdonándola por enésima vez sus constantes infidelidades.

- ¡Que tierno! Menuda mierda de polvo, Gorkita. Esa potrilla necesita más genio para ser montada.

- Ya es suficiente. De verdad María, yú ganas. Ya no puedo más…

- ¿Quieres que te vuelva a cruzar la cara?

- No… eso no.

- Pues aquí se hará lo que yo diga y punto, ¿estamos?

- Si.

 - Voy a ponerte esto. Perrita.

- ¿Qué es?

- Un collar para perras. Perras como tú que no saben obedecer a su amo.

Gorka observó como María le colocaba a su novia exactamente lo que le había dicho, una correa igual que la que utilizan los amos para sacar a pasear a sus canes.

Divertido, cogió el extremo que María le ofrecía sonriente.

- ¡Pasea a esta perra! ¡Que se dé cuenta de quién manda aquí! ¡tú eres su dueño y no al revés! ¿comprendes?

Entendió la metáfora. Le enseñaba como debía tratar a Elena a partir de entonces. Debería dejar de complacerla siempre y ser él el que llevase las riendas de la relación.

- Esto parece “el encantador de perros”

- En efecto – María no pudo evitar reírse abiertamente de la ocurrencia de Gorka – Aunque yo no llevo perilla.

Comenzó el paseo. María iba a apuntar algo pero Gorka se adelantó.

- ¿Desde cuando las perras caminan a cuatro patas? ¡Al suelo!

Elena obedeció. Estaba completamente sometida. Ni rastro de la Marquesa y sus aires de grandeza, no era más que eso, una perra.

- ¡Vámonos al baño! Tengo ganas de orinar – dijo cogiendo de la cintura al chico - ¿tú tienes ganas?

- Bueno… ahora que lo dices…

- ¡Perfecto!

- ¡Méala!

Gorka meneaba la cabeza. Aquello era demasiado.

- ¡Tú, puerca, abre la boca de una puta vez si no quieres que sea yo la que te obligue!

- Pero…

- Recuerda todo lo que te ha hecho. Las veces que te ha humillado en público. Las veces que te ha puesto los cuernos. Las veces que te ha dejado colgado y se ha largado con cualquier otro. Si hasta se ha dejado dar por el culo como una golfa mientras que a ti no te dejaba ni siquiera acercarte…

- Las veces que se ha tirado a mi padre…

María no tenía ni idea de aquello pero lo aprovechó en su beneficio inmediatamente.

- Las veces que se ha tirado a tu padre… joder, Elenita, eres una zorra de cuidado.

Ella intentó decir algo en su favor pero un torrente de orina le llenó la cara de líquido amarillento.

- Eso está muy bien. ¡Abre la boca, que te meto, guarra!

Al fin y al cabo María era bastante condescendiente con Elena. Ella solía tener menos suerte con sus clientes. La mayoría le obligaban a tragarse aquel fluido nauseabundo.

Elena estaba a punto de estallar. María se dio cuenta y largó a Gorka con viento fresco.

- ¡Largo, gilipollas!

- Pero…

- Vete a dormir, que Elena y yo tenemos que hablar. De mujer a mujer.

Con la polla todavía chorreando, el sorprendido Gorka se vio fuera de aquel recinto en menos que canta un gallo.

En cuanto el cerrojo se cerró no pudo resistirlo más y comenzó a llorar como una niña pequeña. Con la cabeza entre sus rodillas se acurrucaba en la bañera totalmente empapada.

- ¡Solo lo hice una vez! ¡No es justo! Juró que no se lo contaría a Gorka…

María según su costumbre continuó callada.

- Fue el verano pasado. Fui a buscar a Gorka pero no le encontré. Su padre estaba solo en casa, me invitó a entrar y no sé cómo narices acabamos follando en la piscina…

- No pasa nada. Tranquila…

- Me hizo prometer que no lo contaría a nadie y luego va el gilipollas y…

- Los tíos son todos unos cabrones…

- Sí…

María había comenzado a llenar la bañera con agua caliente. Utilizó la ducha para limpiar a Elena de manera delicada. Rebuscó en el armario hasta encontrar unas sales de baño carísimas. Se esmeró en ocultar la etiqueta. Los chicos no tenían ni idea pero seguro que Elena se hubiese preguntado que cómo una supuesta casi indigente disponía de aquel frasquito valorado en no menos de trescientos euros. Maria se comportó como una amiga de toda la vida con aquella desgraciada. Se colocó a su espalda pasándole una esponja natural sobre la nuca y los brazos.  De vez en cuando la besaba en la mejilla o en el cuello. Estuvieron una hora dentro, confesándose secretos e ilusiones.

- Y ahora dime en serio. ¿Qué tal lo has pasado esta  noche?

- Al principio pensé que era una pesadilla, ya sabes… pero después… ha sido una pasada.

- ¡Toño!

- ¡Es tremendo! ¡Menuda vergota! ¿Quién podría pensarlo?

- Eso te enseñará a no juzgar a las personas por su apariencia.

- Empiezo a creer que lo tenías todo planeado…

- ¿Yo? ¡Qué va! – dijo María intentando disimular su risa.

- Cabrona, me has engañado como a una prima. He comido el anzuelo con caña y todo. Tendré que hablar con ese Javi muy seriamente…

- ¿Para?

- ¡O me enseña a hacer eso con las cartas o le arranco los ojos!

Las dos rieron.

- Sé que es difícil cambiar el temperamento de una, pero creo que deberías aprender a dar al menos una oportunidad a las personas.

- No creo que pueda pero al menos lo intentaré. Te lo prometo.

- No te creo…¡a mi cama! ¡ahora!

Elena no tuvo objeción alguna. Se secaron mutuamente entre juegos y caricias. La rubia admiró la belleza de aquella otra chica que, si bien a su lado parecía poca cosa, tenía atributos de lo más apetecibles para los hombres… y para las mujeres.

El sol de la mañana las sorprendió abrazadas. Elena fue la primera en despertarse. Sacó con cuidado de la vagina de María aquel enorme consolador negro que tan buena noche les había hecho pasar a ambas. Salió al pasillo dudando acerca de la reacción de Gorka cuando la viese entrar en su cuarto. No hizo falta. Su ropa y sus cosas estaban apiladas desordenadamente junto a la puerta de su novio. Se vistió, aguantando su llanto y se marchó lentamente. Jamás volvió a entrar en aquel piso.

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- ¡Me cago en la puta, pesas como un muerto!

- ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji!

- Mañana no vas a recordar ni cómo te llamas.

- ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji!

- ¡Ahí te quedas, risitas!

- ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji!

Tumbado sobre la cama se quedó el bueno de Toño, con los ojos cerrados. Javi lo miró sonriente y se dio media vuelta en dirección a la puerta. La abrió y apagó la luz. Se volvió a cerrar, pero el pasillo permaneció desierto.

Hacía tiempo que Javi no mamaba alguna polla,  desde sus años en el internado. El padre Fabián les daba dulces y golosinas a cambio de… de aquello. Jamás pasó de ahí, del sexo  oral.  Al menos él. Pero ahora era distinto, y no solo por el tamaño del estilete, sino que por primera vez lo hacía por gusto. Durante aquella noche mágica todo estaba permitido. Toño estaba completamente pedo, no recordaría nada. Jamás tendría otra oportunidad de saborear semejante aparato. Y a buen seguro que lo hizo. Dudó un poco al principio, no sabía si recordaría cómo hacerlo, pero la felación es como ir en bicicleta: cuesta aprender pero jamás se olvida.

Un cuarto de hora después obtuvo su premio.

- ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji!

Satisfecho y feliz se encaminó a su cuarto. Al pasar por delante del baño oyó como las chicas reían y chapoteaban en el interior.

Pensó en María. Era increíble. Estaba deseado aprobar la dichosa asignatura del señor Robles. No es que le importase mucho, pero todavía con el sabor de Toño en su boca,  la idea del trío cada vez se le hacía más atractiva.



- ¿Quién cojones será? ¡Ya va! ¡Ya va!

A la mañana siguiente del estreno de la Marquesa, alguien llamó a al puerta insistentemente. Eran las ocho de la mañana y aparentemente todos los que vivían en el piso todavía continuaban dormidos.

Fue María la que, con bastante mal genio, respondió a la llamada del impertinente timbre.

Según su costumbre utilizó la mirilla. Un nervioso hombrecillo de generoso mostacho se frotaba las manos nervioso. María lo reconoció. Era el vecino de abajo.

- ¿Qué narices querrá? – pensó María mientras le abría la puerta.

- Bu… buenos días. Perdona. Mejor será que venga mas tarde… cuando estés… vestida.

María ni se había dado cuenta de que estaba como su madre la había traído al mundo.

- Perdone. Pase, pase. Voy a ponerme algo.

- Si insistes…

Cerró la puerta al pasar. María enseguida volvió con un albornoz cortito… muy cortito… demasiado cortito. Tampoco se esmeró mucho en cerrarlo correctamente.

- Dígame.

- Verás… es un poco violento. Somos unas personas razonables… abiertas. Nunca hasta ahora hemos tenido queja de vosotros. Al menos nada importante… la televisión un poco alta a veces, pero nunca a horas intempestivas. Alguna fiestecita de vez en cuando pero, qué demonios, también nosotros las hacemos… no somos tan viejos, ¿verdad?

La mirada de María y su arte del silencio hacían estragos en el hombre.

- Bien. Mi mujer cree… nosotros creemos que… lo de anoche… lo de anoche sobrepasó cualquier límite del decoro. Ya me entiendes. No es por nosotros, es por nuestra hija. Es demasiado joven y… mi mujer… creemos que no es bueno que una chica tan joven escuche… lo que se oía esta noche… toda la noche – el hombre dejó su discurso más o menos ensayado - Pe… pero…¿qué haces?

- Chuparle la polla, desde luego. Es lo menos que se merece.

- Pero….

- ¡Cállese y disfrute! Estará como una moto con el espectáculo que le hemos dado. Seguro que a su mujer le da asco…

- ¡Ni… ni hablar! Yo… felizmente… casado…mi… mi mujer…

Se rindió a los encantos de María. Ella se empleó a fondo, no era cuestión de que los chicos se despertasen y la viesen en plena faena. A punto estuvieron de caérsele todos los pelos del mostacho de puro gusto al hombrecillo aquel. Cinco minutos después no sabía ni a qué narices había subido a aquel templo del sexo.

- Así pues, todo arreglado – dijo María limpiándose con la manga del albornoz – no se preocupe, no volverá a ocurrir. Déle nuestras más sinceras disculpas a su señora y dígale que si algún día le hace falta algo, azúcar, café o un polvo no dude en subir a pedírnoslo. Tanto como mis compañeros como yo haremos cuanto esté en su mano para satisfacerla.

El hombre abandonó escandalizado la vivienda aún subiéndose la cremallera del pantalón, pero María todavía le gritó mientras bajaba por las escaleras.

- Y si su hija va floja en alguna asignatura, mis compañeros de piso son unos excelentes profesores. Seguro que se ofrecen a darle un buen repaso… digo… clases de repaso sin ningún problema.

Sin aquel dolor de cabeza, María no hubiera dejado de reír en un buen rato.

- ¡Otro calzonazos! – dijo mientras se dirigía a prepararse el desayuno.

Le hubiese gustado tomarse el día libre pero no podía. Tenía una lista de espera de clientes interminables. Todos querían pasar un rato con la morenita de ojos azules a la que se le podían hacer todo tipo de aberraciones. Mientras revolvía el café repasaba mentalmente las tareas del día.

- Primero el ciego con su pastor alemán, luego poner el culo un par de veces y de postre… de postre el cónsul japonés y su mierda. Vaya mañanita, sobre todo después de lo de anoche. Y luego, de detective privado.

Se vistió rápidamente sin prestar demasiada atención ni a su higiene ni a su atuendo. Se colocó las gafas y volvió a ser la chica acomplejada que todo el mundo veía. Le dejó la cámara de fotos a Gorka junto a su puerta con una nota en la que le decía que hiciese con ella lo que quisiese. Bajó corriendo las escaleras y en el portal se encontró de nuevo con su vecino y su bonita hija en uniforme. Sin duda a la joven se le había hecho tarde y había perdido el autobús .

- ¡Espérame fuera, Bianca! Tengo que decirle algo a esta señorita.

- Sí papi.

María estaba dispuesta a escuchar de nuevo la bronca del hombre del mostacho. Pero no ocurrió eso.

- Que sepas, putita, que mi mujer la chupa incluso mejor que tú…

Y la dejó con un palmo de narices. María había tenido una ración de su propia medicina. Había juzgado a la señora según una primera impresión totalmente desacertada.

No tenía tiempo que perder. El taxi se perdió por las calles de la ciudad.

No tuvo suerte aquel día, ni al siguiente, ni al otro, ni al otro. La fecha del examen de Javi se acercaba y ella… ella no tenía nada contra aquel viejo.

Estuvo a punto de desistir. Hacía guardia en el pasillo de entrada de la facultad. Se mezclaba con el resto de los estudiantes para pasar desapercibida. Incluso hasta el mismo Javi se cruzó con ella un par de veces y ni siquiera la reconoció.

Pero un día tuvo su recompensa. Como aquel desgraciado que le cubrió su pecho con esperma le había dicho, una bonita muchacha con uniforme esperaba sentada en uno de los bancos exteriores al edificio. Se la veía un poco nerviosa.

María reconoció enseguida aquel uniforme.

- Una Paula – murmuró - Son todas unas viciosas...

Se acercó disimuladamente a ella pero pronto tuvo que darse la vuelta al reconocerla. Aquello sí que no se lo esperaba, era una casualidad tremenda. Menuda racha llevaba, primero la fiestecita de Elena y ahora esto.

Al momento apareció el abuelo aquel. María ya lo conocía, le había visto deambular por aquel vetusto edificio con su cara de amargado.

Se acercó a su supuesta nieta y se dieron un par de besos en la mejilla. Lentamente comenzaron a andar, seguidos por una excitada María que, cámara en ristre rezaba para que no cogiesen ningún tipo de medio de transporte.

La pareja conversaba animadamente. Al principio les separaba más de un metro de distancia. Pero conforme se fueron alejando del campus el abuelo se fue tomando más confianzas. Primero se cogieron de la mano, después le pasó el brazo por encima del hombro y, para finalizar le acarició el costado, cogiéndola por el talle. A María le faltó tiempo para inmortalizar cada uno de aquellos detalles. Aquella cámara era fantástica, uno de los mejores tres mil euros invertidos en su vida.

Para cualquiera que los hubiese visto no era nada del otro mundo pero dadas las circunstancias, el mas pequeño detalle era importante. Lo cierto es que a María le pareció un poco raro.

Alrededor de la universidad proliferaban cafeterías y restaurantes en las que, por un precio razonable, ofrecían al cliente menús más que aceptables. En cambio, aquella pareja se había alejado bastante del lugar, adentrándose en la parte menos recomendable de la ciudad, con callejuelas estrechas y rincones oscuros. No era el lugar más adecuado para que un abuelo caminase con su nieta.

María no conocía demasiado el barrio pero hubiese jurado que ahí no había ningún establecimiento dedicado a la restauración.

Al doblar una esquina el hombre ya había perdido su vergüenza y su mano recorría el cuerpo de la chica con todo el descaro del mundo. Ella no decía nada, al contrario, reía encantada con las caricias de su abuelo.

Era un callejón infame, dos prostitutas algo maduras conversaban animadamente, mirando de reojo a la extraña pareja. Al fondo, un cartel mugriento de neón al que le faltaban algunas letras con la palabra “Hostal”.

María estaba exultante, su intuición no le había fallado, al viejo profesor le gustaba invertir su sueldo en carne muy fresca. Se apostó de manera que no podía ser vista. El zoom de su cámara era tan potente que hasta distinguía los dientes amarillentos de aquellas viejas putas.

María puso el dial de la cámara en modo vídeo, aquello prometía. Al pasar junto a las prostitutas, la chica les hizo un gesto de saludo a las espaldas de su abuelo.

- Parece que no es la primera vez ¿eh, bonita? – murmuró María desde su atalaya

La extraña pareja anduvo por el empedrado hasta llegar a la escalinata que daba acceso al hostal. Afortunadamente para María permanecieron allí un rato. Se giraron de manera que la paparazzi pudo captar claramente las caras de sus investigados, parecían más dos tortolitos que parientes.

- ¡Viejo verde! – musitó María.

El hombre fue el primero en entrar. Su acompañante no perdió el tiempo y sacó de su mochila un espejito de mano y un lápiz de labios. Apenas concluyó de retocarse cuando el viejo profesor volvió a aparecer por la puerta. Ella recorrió pícaramente sus labios con la punta de la lengua y ambos entraron en lo que a María se le antojó su nidito de amor.

Media hora después la puerta se volvió a abrir. De ella salió la vivaracha ninfa con una bonita pulsera en su mano. No dejaba de mirarla y juguetear con ella.

Si la felicidad tuviese cara sería como la de aquel anciano profesor. Sonreía de oreja a oreja. Se notaba que había pasado un buen rato.

- Un cliente satisfecho. Eso es importante. – María no dejaba de pensar.

Recorrieron el camino de vuelta hacia el comienzo del callejón. Al llegar al final se despidieron decorosamente, con un beso del “abuelo” en la frente de su “nieta”. Cada uno tomó una dirección distinta.

María tenía suficiente material pero permaneció escondida recogiendo la cámara en su funda. Sin embargo, cuando iba a abandonar su atalaya observó cómo la joven volvía al callejón. Le faltó tiempo para volver a tomar fotografías de lo que pasaba.

La chica se dirigió a las prostitutas y comenzó a hablar animadamente con ellas, incluso aceptó de una el cigarrillo que le ofrecía. Les mostraba la pulsera y las tres reían, como si fuesen viejas amigas. De repente su tertulia fue interrumpida por un hombre barrigudo, bastante desaseado y sudoroso. Parecía dirigirse directamente a la más joven.

Al principio la chica negó con la cabeza, como si no supiese de qué le estaba hablando. Él, nervioso, sacó un fajo de billetes y le tendió uno a la hembra más tierna.

- ¡Di que no, bonita! Tú vales mucho más que eso – murmuró María

En efecto, el barrigudo tuvo hasta que triplicar su oferta para conseguir la sonrisa complaciente de la lolita.

Con la mochila a su espalda y dando saltitos acompañó al hombre hacia lo más profundo del callejón. Mientras caminaba, se hizo una funcional coleta en el pelo, utilizando para ello una gomita que llevaba en su muñeca.

A plena luz del día, detrás de unos contenedores verdes, el hombre se apoyó de espaldas contra la pared del establecimiento hostelero. Frente a él, la jovencita sonreía y, ayudada por sus dientes, abrió una especie de burbujita plateada, metiéndose acto seguido su contenido en la boca.

- Poner el condón con la boca... eres toda una profesional, vecinita... - musitó María sin dejar de lanzar fotografías.

Al tiempo que la cabeza de la chica desaparecía del objetivo de María, el hombre alzaba la suya y ponía sus ojos en blanco. En la distancia podía observarse como respiraba trabajosamente a través de su boca entreabierta.

- ¡Vaya, vaya con la jovencita! –murmuró entre dientes María – ¡se ve que ha salido a su madre!

Unos minutos mas tarde, la lolita correteaba hacia sus dos veteranas amigas, les daba un billete azul a cada una y sus ligeros pies le llevaron lejos de aquel lugar tan poco recomendable. Su faldita escocesa, de tonos bermellones y negros hacía las delicias de todo aquel que se encontraba en su camino.

A María no le hacía falta seguirla. Sabía perfectamente dónde encontrarla. Justo debajo de su casa.

- ¡Me cago en mi puta madre! ¿Se puede saber cómo narices lo has conseguido?

- Secreto profesional.

- ¿Qué ha pasado? – dijo Toño extrañado

- ¿Que qué ha pasado? El viejo me ha aprobado… la asignatura del enano gruñón… ¡qué pasada!

- ¿Robles? No me lo creo… ¿estudiaste mucho?

- ¡Qué va, nada!

- Bueno, algo harías. Si no, no creo que…

- Firmé y punto. Te lo juro – Javi no se lo creía – bueno, no es del todo cierto. Como me dijo María le hice un resumen de la película esa… Lolita.

- ¡No jodas! Y eso qué narices tiene que ver con…

- ¿Con su asignatura? Nada de nada… ¡Es cosa de María!

Toño asintió. Sabía lo persuasiva que su compañera de piso podía llegar a ser.

- Bueno, tío. Sea como sea, me alegro un montón por ti. Tengo que irme.

- Esta Elba te tiene acaparado.

- ¿Celosa?

- Un poquito.

- Te jodes.

- ¡Oye, no te pases! Si lo sé, no te ayudo…

- Venga… si eres buena y me esperas despierta puede que te haga una visita.

- Aunque esté dormida, tú entra.

- ¡Espera, espera! ¿Y las normas?

- ¡Que les den por el culo a las normas! ¡Quiero que Toño me dé por el culo a mí!

- ¡Cómo eres!

- ¡Y parecía una mosquita muerta cuando entró por primera vez a esta casa!

- ¡Seréis cabrones! ¡Como os pille, os sacudo!

Los chicos fingieron huir y ella que los perseguía. Ambos desaparecieron por la puerta principal.

Lo pasaban bien juntos, pero no era como antes. Toño había comenzado a salir con Elba. Aun así no desaprovechaba la ocasión de revolcarse con María de vez en cuando. Javi era un vicioso del sexo así que se la seguía cepillando a todas horas a pesar de que, cada vez que cerraba los ojos no podía olvidar el aparato de su amigo, su olor, su sabor…

Lo que sí había cambiado era la relación con Gorka: evitaba a María descaradamente. De un tiempo a esta parte apenas hablaban, desde la dichosa noche de la primera sodomización de Elena.

María había intentado conversar seriamente con él pero el chico no atendía a razones, ni siquiera le dejaba explicarse. Simplemente se negaba siquiera a escucharla. Así que María desistió. Ella dejó de insistir pensando que tarde o temprano se le pasaría.

Tan abstraída estaba en sus pensamientos que ni siquiera le oyó entrar. Con sus auriculares puestos a todo volumen sobre la cama intentaba pintarse las uñas de los pies de color negro. De espalda a la puerta de su cuarto, le pilló totalmente desprevenida. Sintió como le agarraban del cabello y una fuerza desmedida le lanzaba contra el cabecero de su cama, dándose de bruces en él. El líquido negro manchó la pared como uno de esos test de personalidad. Desorientada por el dolor María se giró hacia su agresor. Encontró en la cara de su supuesto amigo esa mirada de un loco asesino, de un poseído por la incontrolable ira, estaba fuera de sí. Esa mirada de ido, de furia, de odio. Esa mirada que tanto excitaba a la chica.

La rojez de sus ojos y el fuerte olor a tequila le hicieron saber a María que aquello iba para largo. No se resistió, ni intentó defenderse, ni tan siquiera esquivar los golpes. Una vez tras otra el puño del muchacho alcanzaba el rostro, el abdomen o cualquier otra parte del inerte cuerpo de María.

Si bien el primer golpe la pilló totalmente fuera de juego, el segundo hizo que de su vagina brotase tanto líquido como sangre salía por su nariz. Y los sucesivos orgasmos que sintió fueron provocados por las feroces descargas de su maltratador. Sin necesidad de penetración, caricia o roce, más bien al contrario, a base de ostias alcanzó el clímax.

No gritó, y si lo hubiese hecho hubiera sido por placer y no por dolor.

- ¡Todo esto es culpa tuya! ¡Eres una… una puta manipuladora…! ¡Mereces morir! ¡Has arruinado mi vida!...

A María se le nubló la visión. Las manos de su agresor le apretaban tanto el cuello que comenzó a faltarle oxígeno. Con su último aliento suplicó.

- ¡Fóllame cuando esté muerta!

¡María! ¡María! – una voz parecía llamarla desde algún sitio- ¡Dios mío, no te me mueras! ¡María!

Lentamente, la chica comenzó a ser consciente de lo que le había pasado. Le dolía todo el cuerpo y tenía el labio partido. Incluso intuyó, dada su experiencia, que alguna de sus costillas no estaba del todo entera.

- ¡María! ¿Pero qué he hecho? ¡No te mueras, pequeña! – era Gorka el que sollozando intentaba reanimarla - ¡Perdóname, chiquilla! ¡Soy un animal!

- ¡Pe… pegas como una… niña!

- ¡María! ¿Estás viva? – ahora lloraba pero de alegría – ¡perdóname! Estoy… estaba borracho. Y…

- ¡Ayúdame… a… levantarme! – María respiraba trabajosamente - Pues claro que estoy viva. ¿Qué tipo de enfermero vas a ser tú?

- Ni hablar. Voy a llamar a una ambulancia…

- ¡De eso nada!

- Tiene que verte un médico.

- ¿Por esto? Esto no es nada. Me han dado palizas mucho peores, créeme.

- ¿Cu… cuándo?

Mi padre. Es una larga historia. ¡Ayúdame, joder!

- ¿Qué… qué quieres?

- ¡Quiero verme la cara!

- ¡No… no creo que debas!

- ¿Qué pasa? ¿ahora tienes vergüenza? Deberías haberlo pensado antes de darme una paliza, ¿no crees?

El chico, en efecto turbado, bajó la mirada. Ayudó a su maltrecha compañera a levantarse y colocarse frente al espejo.

- ¡Muy bonita! Me has dejado como un mapa – dijo ella al ver su imagen reflejada – No te preocupes. Eres un principiante, apenas se notará nada mañana. Un poco de maquillaje y listo.

Sin embargo, cuando Gorka le ayudó a quitarse la sudadera lo que apareció debajo no tenía tan buena pinta.

- ¡Dios mío!

- ¡Nada, nada! Sin problemas…¡Uffff! – se tocó un tremendo moratón que tenía en el costado – cre… creo que… en efecto, no está rota. ¡Joder!

- ¿Te duele?

- ¿Tú que crees?

- ¡Lo siento!

- Ni siquiera el labio necesita puntos. La herida es por dentro, ¿ves?

- ¡Quita, quita!

- ¡No me jodas! Ahora será que le tienes miedo a la sangre.

- ¡No es eso! Me siento muy mal. Soy un mierda. Deberías…

- ¿Si?

- Deberías denunciarme.

- ¿Por esto?, tonterías.

- Lo digo en serio.

- Y yo también, tonto. Pero no te creas que vas a salirte de rositas. Primero vas a curarme las heridas como dios manda, después vas a tomar conmigo un relajante baño y después, antes de hacerme el amor, me vas a decir a qué se debe este repentino arrebato.

- ¡Es que…!

- ¡La nariz, ostia!

- Vale, vale. A la orden. Te pareces a…

- ¿Elena?

- Sí

- Vamos al baño. Allí hay de todo.

- ¡Aaaauuuuu!

- Ni te has quejado durante toda la paliza y ahora, por un poco de agua oxigenada sollozas como una niña.

- Esto me escuece y lo otro…

- Dime…

- Lo otro… me pone.

- ¿Qué?

- Que me gusta, joder. Me va ese rollo. Pareces sordo.

- ¡Que te…! ¡María, estás enferma.!

- ¡Bueno… eso dicen! Pero por lo menos no soy una maltratadora que pega a las mujeres.

- ¡Tocado! Aunque creo que a Elena le diste una buena ostia.

- ¡Dos! ¡Y se las merecía! Había que bajarle los humos y como tú no tienes cojones…¡haaayyyyy!, pues eso - María se impacientaba. No le gustaba expresar debilidad alguna - Acaba ya, que la bañera está a punto de rebosar.

- Ya voy. Ya voy. Soy un profesional – Gorka estaba más animado. Al parecer la chica no le guardaba rencor.

En la bañera, María ocupó el lugar en el que Elena había estado un tiempo antes. Tras ella, Gorka se deshacía en mimos y caricias.

- Vamos a casarnos.

- ¿Nosotros?

- No seas gilipollas. Elena y yo, vamos a casarnos.

- Bueno, eso está bien, en el fondo es una buena chica. Pero creo que sería mejor cuando acabes la carrera…

- A final de junio, cuando acaben las clases.

- Pero…

- ¿Qué por qué? ¿Tú qué crees? ¿Por qué se casan dos jóvenes de nuestra edad hoy en día?

- ¡Está embarazada!

- Tú lo has dicho.

María se quedó muda.

- Sé lo que te estás preguntando. Que cómo narices sé que es mío. Lo cierto es – el chico respiró profundamente y se tomó un respiro– lo cierto es que no lo sé. ¿Acaso importa? Lo único que sé es que la amo y que querré a ese niño con locura sea mío o de la docena de cabrones a los que se ha tirado este mes.

Permaneció callado un instante antes de proseguir:

- Si la perdiese, me moriría.

- Pues no se qué decirte, enhorabuena supongo. Un niño siempre es una alegría.

- Eso no es todo - dudó un momento, intentando suavizar la noticia - No estáis invitados a la boda.

- ¿Y eso?

- Va a ser casi clandestina. Cosa de los pueblos pequeños, ya sabes. Los más allegados y poco más.

- Entiendo. Bueno… en realidad no lo entiendo, pero lo respeto.

- Mi madre está de los nervios. Ella quería que su único hijo tuviese la boda que se merece y ahora…

- ¿Qué pasa? Pues vaya tontería. Deberíais tener una ceremonia como todo el mundo. Hoy en día lo de casarse de penalti es lo más normal.

- Eso es cierto.

- Pues échale un par de cojones. Plántales cara a tus padres y diles que quieres una boda por todo lo alto. Si la novia tiene tripita... ¿ qué más da? seguro que aun así será la novia más bonita del mundo. ¿Y qué es eso de que tus compañeros de piso no vayan a tu casamiento? Ni de coña. Iremos los tres o te montamos un pollo de cuidado.

- ¿En serio?

- Te lo juro. Además… - María le agarró un testículo a Gorka - los hombres vestidos de novio me ponen cachonda perdida. Y no te digo nada las mujeres con esos picardías blancos…¡hummm! Me corro sólo con imaginar a Elenita con uno de esos…¡y con tripita!

- María, María. Eres de lo que no hay - contestó el chico agradecido.

Gorka dudó un momento en lanzar su última pregunta, intentaba secar a la chica como si temiese romperla

- En serio me pediste que te follase si te mataba.

- ¡Sí! ¿por qué?

- No, por nada.

- ¡Cortito! -dijo burlona María - leí en algún sitio que decir algo así puede salvarte la vida. Y lo ha hecho ¿no?

- Ya veo - dijo Gorka nada convencido.

Gorka elevó a María entre sus brazos y la llevó hacia su cuarto.

- En la mía. Llévame a mi cama, por favor.

- Estará manchada… con sangre.

- No importa, de verdad.

- Será mejor que lo dejemos para otro día.

- ¡No, por favor!

- No hay más que hablar. Tienes que descansar.

María se conformó. El costado le dolía hasta casi no dejarla respirar y, con el cuerpo relajado, los diferentes golpes comenzaban a molestarla cada vez más.

- Te traeré hielo para en labio.

Arropó a María como si fuese una madre. Arrepentido por su arrebato, se deshizo en atenciones con la morenita.

Antes de apagar la luz y dejarla descansar le hizo la maldita pregunta, esa que hacen siempre los hijos de puta que pegan a las mujeres. Lobos llenos de complejos, que abusan de su fuerza y después lloriquean supuestamente arrepentidos.

- ¿Me perdonas?

- Sí.

Y cerró la puerta.

- ¡Esta te la guardo, Gorkita! - murmuró María intentando encontrar una postura que le resultase cómoda.

Un par de ostias bien dadas le ponían como una moto. Pero a Gorka se le había ido la mano. María elegía siempre con quién, cómo y cuando. ¿Quién se había creído que era el hijo de puta ese para tratarla de ese modo? Sabía que no iba a poder pegar ojo en toda la noche así que tenía tiempo de planear su venganza.

Cuando sintió que alguien entraba en la vivienda se acordó de Toño y su propuesta. Lentamente se puso boca abajo. Al fin y al cabo el chico no tenía ninguna culpa de que su amigo fuese un animal.

- ¡No enciendas la luz! - le dijo en cuanto notó que la puerta de su cuarto se abría.

- Como quieras.

- Estoy lista - mintió - Dame fuerte, lo necesito. Córrete bien adentro.

Apretó los puños, mordió su almohada hasta casi destrozarla pero no emitió queja alguna. Apenas notaba como Toño le clavaba hasta lo más profundo de su ser su privilegiado ariete. El dolor del resto de su cuerpo al ser zarandeado mitigaba el producido por su pene al penetrarla. Para más desgracia el chico se lo tomó con calma, sin prisas. Casi cuarenta minutos de tortura tuvo que soportar María que lloraba amargamente en completo silencio. Afortunadamente Toño cesó de profanarla justo en el preciso instante en el que iba a suplicar clemencia.

- ¿Quieres que te de por delante?

- ¡No! ¡No! Es… es suficiente - apenas pudo decir sin que le temblase la voz.

- ¿Seguro?

- ¡Sí!

- Pues buenas noches y hasta mañana, princesa.

- ¡A… adiós!

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- ¡Pero qué demonios! ¿se puede saber qué narices te ha pasado?

- Me… me caí.

- ¿Cuándo? ¿Cómo? - dijo Javi muy extrañado - Ayer cuando nos fuimos con Toño no estabas así.

- Me caí por las escaleras, ¿vale? - María se había esmerado en maquillar sus cardenales pero a plena luz del día eran más que evidentes.

- ¿Por las escaleras? Desde cuando tienen puños las escaleras. Ese ojo no parece tener muy buen aspecto - dijo acercando la mano al rostro amoratado de la joven

- ¡He dicho que me caí por las escaleras y punto! ¡Joder, no te pongas pesado!

- ¡Ha sido Gorka!¡Está mosqueado desde lo de la partida de cartas! ¡Valiente machito! ¿dónde está? Verás como le pille…

- ¡Gorka no está! No ha sido él. No le veo desde hace unos días. Te repito que fue un resbalón de lo más tonto. Te diré incluso que bajé un tramo dando completo dando vueltas. Para haberme matado. Hasta me un señor que encontré en la calle me ayudó a llegar hasta el centro de salud del barrio y todo…

- ¡Ya! ¿Y cuándo…?

- ¡Vale ya con el interrogatorio! ¡Ni que fueras mi padre… ostia!

- ¿Qué pasa? - dijo Toño entrando en escena.

- Mira cómo está la pobre. Dice que se cayó por las escaleras…

- ¡Me cago en la puta! Menudo golpe…

- No es para tanto. Un resbalón lo tiene cualquiera, ¿café?

- Si, claro. Pero… eso fue antes o después de…

- De que me la metieses por detrás… pues un par de horas antes.

- ¡Pero tía, cómo eres!, ¿y no pudiste decírmelo? De saber que estabas así ni por nada del mundo te hubiese tocado.

- Por eso me callé. Me moría de ganas por sentir de nuevo tu cosa en mi culo.

- ¡Si queréis me voy!

- ¡No… tonto! Además tengo que hablar contigo a solas

- ¿A solas? Cuánto misterio…

- Me temo lo peor - dijo Javi haciendo una mueca.

- ¿Qué quieres decir? - contestó Toño.

- Cosas nuestras, ¿verdad Javi?

- Secretitos ¿Eh? Por mí no os preocupéis me voy con Elba hasta el lunes que viene…

- ¿Y eso?

- Quiere que conozca a sus padres.

- ¡Vaya, vaya! Parece que la cosa va en serio.

- Bueno… lo cierto es que me gusta bastante. Es guapa, inteligente y …

- ¿Buena en la cama?

- ¡María, que nos conocemos!

- ¡Una loba!

- ¡Ya estás otra vez! ¡Y luego dicen de los hombres! Sois mucho peor las mujeres.

- Y esa Elba ¿no tendrá alguna hermanita para mí?

- Hummm… creo que sí. Pero es demasiado joven, incluso para ti.

- ¡Qué lástima! - dijo con aire resignado Javi - ¿cuánto de joven?

- ¡Me largo! Sois una pareja de pervertidos…

- Hasta el lunes. No te canses.

- Y dile a Elba que deje algo para las demás…

- ¡Adiós!

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