viernes, 29 de diciembre de 2023

Nos visita la mejor amiga de mi novia

 Me miré al espejo y mi melena pelirroja destacaba cayendo sobre el blanco de la blusa que me había puesto. Estaba comprobando el estado de mi falda negra cuando llamaron al timbre. Era la última hora de la tarde del viernes y mi novio Jose llevaba toda la tarde cocinando. Me dirigí a la puerta y al abrir lo primero que vi fue la sonrisa de Carla, la mejor amiga de Jose.

Carla llevaba los últimos meses viviendo fuera de la ciudad por motivos de trabajo y aun no había podido visitarnos y ver el piso que nos habíamos comprado hacía poco. Pero este fin de semana había conseguido tenerlo libre y decidió pasarlo con nosotros, así podíamos enseñarle la casa y ponernos al día. Jose echaba de menos ver a su amiga y contarse las novedades. Aunque se escriben a diario no es lo mismo que verse mientras se toman unas cervezas después de salir del trabajo.

Su sonrisa siempre ha sido contagiosa y se la devolví nada más verla mientras me acercaba a ella a darle dos besos.


- ¡Ya estoy aquí! – me dijo con alegría tras separarnos.

- ¡Qué ganas teníamos! – le dije.

Dejé pasar a Carla al piso y le dije que dejara la maletita de fin de semana que llevaba en la entrada. Carla llevaba unos vaqueros ajustados y una camiseta negra con un estampado de una serie de televisión que no reconocí. La acompañé a la cocina para que viera a Jose mientras terminaba de preparar la cena.

- ¡Carla! ¡Ya era hora de verte! – dijo Jose dejando momentáneamente de revolver la comida.

- Como no vienes tú a visitarme al final he tenido que moverme yo – le contestó dándole un puñetazo en el hombro.

- ¡Ouch! – se quejó de broma Jose.

- Ya veo que hay cosas que no van a cambiar – les comenté riéndome ya que no era la primera vez que veía esos intercambios de golpes afectuosos entre ellos.

- ¿Para qué voy a cambiar? – dijo Carla uniéndose a las risas.

- Te veo estupenda, tía – le dijo Jose con aprecio abrazándola y dándola dos besos en la mejilla.

Tras separarse de ella, mi novio volvió a atender la cocina mientras charlábamos y tras unos minutos apagó el fuego.

- Ven Carla que te enseñamos el piso – dije.

Estaba muy contenta de cómo nos había quedado el piso. Creo que era muy acogedor y se notaba que era nuevo. Lo habíamos decorado todo a nuestro gusto, bueno, más al mío que al de Jose que es un poco pasota para eso. Y aunque aun nos quedaba algún detalle y terminar una habitación lo teníamos ya prácticamente entero preparado. El salón era amplio, con un par de sillones en forma de ele, una mesa en el medio y un mueble con la televisión. Uno de los sillones se hacía cama y Jose le indicó a su amiga que ella dormiría ahí. El piso tenía dos habitaciones, una solamente estaba pintada y llena de las cajas que aun no habían desembalado. «La oficina cuando tengamos presupuesto, de momento es el cuarto de los trastos» expliqué. Después la llevamos a nuestro cuarto, pintado de un color el frontal y otros más claros el resto de paredes. Una cama grande ocupaba el centro de la habitación. Finalmente la enseñamos el baño, era pequeñito pero con la ducha y los elementos imprescindibles era completamente funcional. A Carla le gustó el contraste de azulejos que habíamos utilizado para las paredes con las baldosas del suelo. No me resistí a explicar la de vueltas que di por la exposición hasta encontrarlos.

De vuelta a la cocina Carla y yo nos sentamos a la mesa que estaba ya preparada con un mantel y una botella de vino aireándose. Jose no nos hizo esperar mucho y enseguida empezó a servir lo que había preparado. Siempre le ha gustado cocinar, se divierte haciéndolo y le encanta ver cómo los demás disfrutan de sus platos. El menú que había elegido no tenía nada que envidiar al de un restaurante. Entremeses, primer plato, segundo… Incluso el postre era casero. A Carla le encanta comer aunque nunca se podría adivinar por su cuerpo delgado y disfrutó de cada una de las elaboraciones de su amigo. Jose me comentó después que había merecido la pena las horas dedicadas a preparar todo solo por ver el gusto con el que nos comimos todo.

- ¿Y te queda mucho de estar trabajando fuera? – pregunté durante la cena.

- Pues espero que solo un par de meses más aunque nunca se sabe. Estoy ya un poco hasta el coño de estar fuera – contestó Carla que siempre ha sido muy directa hablando.

- No sé por qué no te dejan trabajar desde la oficina, la verdad. Si total no haces nada que no puedas hacer desde aquí – comentó Jose que estaba más al día de su situación.

- Eso digo yo. La mayor parte del tiempo no pinto nada allí. Aquí haría lo mismo. Pero parece que quieren ver mi cara bonita así que me toca estar todos los días en la oficina del cliente.

- ¿Y volverte los findes no es una opción? – pregunté.

- Lo intenté las primeras semanas pero perdía demasiado tiempo en el viaje. Al final gastaba uno de los dos días entre el trayecto de ida y vuelta así que decidí ya quedarme directamente fuera.

- ¡Pues a ver si te dejan volver ya! – dijo mi novio. – Que esto no es lo mismo sin tomarnos unas birras entre semana.

- Cuéntaselo tú a ellos a ver si te hacen más caso – contestó Carla resignada.

Continuamos hablando durante toda la cena. Carla nos contó todas sus peripecias teniendo que vivir fuera y nosotros la pusimos al día de nuestras novedades. Principalmente todas las historias arreglando el piso a nuestro gusto y las anécdotas que se había perdido con el grupo de amigos.

Al terminar fuimos al salón. Nos acomodamos los tres en el sofá y tras buscar alguna película mala para poner de fondo preparé unos cubatas. Lo de poner una película cutre es una afición que ya tenían Jose y Carla cuando empecé a salir con mi chico y yo me uní enseguida a la costumbre Es una buena forma de pasar el rato y las risas están aseguradas. Tras la película estuvimos charlando y riendo un rato más hasta que empezó a ser evidente que el cansancio estaba venciendo a la ilusión del reencuentro.

Recogí los vasos y fui a buscar unas sábanas mientras Jose movía la mesa del salón para prepararle la cama a su amiga. Entre los dos le hicimos la cama y cerramos la puerta del salón deseándole buenas noches.

Ya en nuestra habitación nos empezamos a quitar la ropa para ponernos cómodos para dormir. Me desabroché la blusa y la colgué en el armario para a continuación soltarme el sujetador blanco que llevaba liberando así mis pesados pechos. Nunca me lo dejo puesto para dormir, me resulta incómodo. Miré a mi novio que ya se había quitado la camiseta y se estaba bajando los pantalones. Un bulto en sus calzoncillos revelaba que estaba erecto. No importa que me vea desnuda a diario. Cada vez que me quito el sujetador y dejo las tetas al aire se le pone dura. Y eso me encanta. Me acerqué a él, con mis tetas moviéndose con cada paso, y tras acariciarle un instante la polla por encima de la ropa interior le bajé los calzoncillos de un tirón haciendo que su pene empezara a moverse al quedar suelto.

Me gusta mucho la polla de Jose. Es dura y tiene un buen tamaño, de largo alcanzará unos 17 centímetros y además es muy gruesa. Me encanta mirársela cuando la tiene así de dura que aguanta horizontal por sí misma y también cuando le está creciendo. Me resulta increíble que esa parte de su cuerpo pueda aumentar hasta en cuatro veces su tamaño desde que está flácido a cuando está erecto y solo por ver mis tetas. Un día le pedí que me dejara grabar un video de su polla en el proceso de tener una erección. A cambio él me pidió que me dejara grabar poniendo y quitándome el sujetador.

Agarré su miembro y sentí en mi mano la carne caliente y endurecida.

- No podemos, está Carla en el salón – me recordó cuando empecé a masturbarle.

- Procuraré no gemir demasiado – contesté sin dejar de acariciarle.

Con una mano comencé un movimiento rítmico sobre su polla mientras que con la otra acariciaba sus huevos depilados. Me gusta tocar esa zona tan frágil y sensible y a mi novio le da mucho placer. Él por su parte no perdió la oportunidad de acariciarme las tetas. Las tengo muy grandes, uso una copa D, y a él le encanta recorrer cada curva con sus dedos y levantarlas y tocarlas y jugar con ellas.

Cuando ya nos estábamos poniendo a tono tocándonos mutuamente nos separamos un momento y Jose se arrodilló para bajarme la falda y las braguitas que aun ocultaban parte de mi cuerpo. En esa posición su cara quedaba justo enfrente de mi pubis cubierto por un triángulo arreglado de vello corto pelirrojo. Aunque la moda es depilarse todo a mí me da más sensación de desnudez el que haya algo de pelo cuidado en el pubis, como marcando que estás viendo algo que normalmente permanece oculto. Además, teniéndolo rojo a muchas personas le da bastante morbo.

Mi novio aprovechó la situación para agarrarme de las caderas y empezar a pasar su lengua por mi rajita. Había prometido no hacer ruido y me tragué los gemidos que llegaban a mi boca al sentir las punzadas de placer provocadas por la entrenada lengua de Jose. Sus lametones pasaban de mis labios, a mi interior a mi clítoris y se iban alternando de una parte de mi sexo a otra. Cuando consideró que ya estaba lo suficientemente mojada se levantó y me llevó a la cama.

Me puse a cuatro patas y estaba tan húmeda que mi novio no tuvo ninguna dificultad en metérmela entera. Sentí cómo su dura polla se introducía dentro de mí, cómo me rozaba las paredes internas de mi coño y cómo me llenaba por completo. Él de rodillas en la cama y agarrándose a mi culo empezó a mover rítmicamente las caderas. En esa posición mis tetas cuelgan muchísimo y es cuando más puedes apreciar lo grandes que son. Además con cada embestida empiezan a moverse en todas direcciones, se chocan entre ellas y giran en círculos. Giré la cabeza para mirarnos en el espejo y comprobé que Jose también hacía lo mismo para vernos de perfil y contemplar el movimiento de mis peras.

Estrujé las sábanas con las manos y resistí lo que pude para no gemir de placer. Llevábamos toda la semana sin echar un polvo y se notaba en nuestras ganas. Yo no pude aguantar mucho y me corrí enseguida, el orgasmo tensó mi coño y apretó la polla de Jose dentro de mí hasta que terminaron los espasmos. Cuando me tranquilicé, mi pareja sacó su miembro y me acerqué y empecé a chupársela. La tenía completamente mojada con mi flujo y en cada lametón que daba se mezclaba el sabor de su pene con el de mi coño.

- Me voy a correr – me advirtió Jose.

- Ajá – le contesté con la polla dentro de la boca dándole permiso para que lo hiciera ahí.

- ¿Puedo hacerlo en tus tetas? Me apetece – me pidió.

- Como quieras.

No me importa que mi pareja se corra sobre mí. A él le da bastante morbo y yo tengo cierto fetichismo con el semen y ver cómo sale disparado de su polla. En esa ocasión esperaba que lo hiciera en mi boca porque es lo más limpio, me trago su leche y ya está. Pero no cuesta nada tenerle contento así que me sujeté las tetas desde abajo levantándolas y ofreciéndoselas. Jose se masturbó mientras me miraba las peras y apuntaba a ellas y no tardó en correrse.

Mi novio tiene una peculiaridad y es que se corre mucho. Es el chico que más cantidad de semen he visto soltar y es perfecto por mi afición al líquido blanco. Esa vez no fue menos y soltó media docena de calientes chorros de leche que impactaron contra mis tetazas. Cuando terminó y se escurrió sobre mí llevando el prepucio a la punta y haciendo que las últimas gotas cayeran en mi escote mis tetas habían quedado cubiertas de semen. Tenía sobre ellas varias líneas pegajosas y algo de líquido empezaba a deslizarse entre mis pechos y siguiendo las abultadas curvas.

Le di un beso en la polla que ya empezaba a perder su dureza y poniéndome los pantalones del pijama me dirigí al baño para limpiarme los restos de corrida. Crucé el pasillo y al abrir la puerta me quedé parada de golpe al encontrarme a Carla sentada en la taza.

- Perdona, no sabía que estaba ocupada – dije cortada haciendo ademán de salir.

- Tranquila, justo había acabado. La bebida que ha terminado haciendo efecto… – contestó despreocupada Carla.

Carla se levantó y cogiendo un trozo de papel se limpió la entrepierna y tras dar la bomba se subió las bragas y el pantalón del pijama. Durante el proceso no pude evitar fijarme en que al igual que yo no se depila por completo dejando algo de vello recortado en su zona íntima.

- Parece que alguien necesitaba desahogarse – me dijo entre risas señalando la corrida de mis tetas.

- Sí, me temo que tenía ganas – contesté divertida.

- Resulta curioso que esté viendo el semen de Jose – comentó Carla sin dejar de mirarme. – Nunca le he visto desnudo y de repente ahí está todo el líquido que sale de su polla.

- Y ya ves que no suelta poco precisamente.

- Bueno, tenía mucha piel que cubrir – dijo Carla haciendo una referencia sutil al tamaño de mis pechos. - ¿Te importa si te toco una teta? Puedo ayudarte a limpiarte.

No me esperaba la pregunta y me pilló desprevenida. Sabía que Carla era bisexual pero nunca había detectado que se sintiera atraída por mí. Quizás la situación y los cubatas la habían desinhibido. De todas formas resultó que la pregunta era retórica pues antes de que pudiera contestarla ya había cogido un trozo de papel y agarrándome una teta con una mano con la otra empezó a limpiarme el semen de mi novio.

- Te ha dejado perdida – comentó Carla mientras suavemente me limpiaba las tetas con el papel.

- Sí – acerté a decir totalmente aturdida.

- Tienes las tetas muy grandes. Siempre había sentido curiosidad por ellas – confesó la mejor amiga de novio.

Yo me sentía incapaz de detenerla. Carla seguía pasando con el papel por cada rincón de mis pechos limpiándome la corrida de Jose y aprovechando para sobármelas completamente. Debo confesar que la situación me estaba gustando, siempre me he sentido atraída por las mujeres pero nunca había estado con una. Donde me crié palabras como lesbianismo o bisexualidad eran desconocidas y nunca había conocido una chica con la que poner en práctica mis atracciones. Carla estaba siendo la primera chica que me tocaba las peras.

Cuando Carla terminó de limpiarme por completo mis pezones ya habían reaccionado y se habían endurecido.

- ¿Tienes frío? – me preguntó irónicamente tocando mis pezones con la punta de sus dedos como si fueran dos botones que debía pulsar.

- Un poco… – dije.

- Vaya, y yo que me preguntaba por qué estabas tardando tanto.

La voz de mi novio provocó que diera un respingo. Distraída como estaba por la situación no me había percatado que estaba en la puerta mirando. ¿Cuánto llevaría? ¿Le habría visto Carla?

- No es lo que parece – no pude evitar decir la típica frase aunque las manos de su amiga en mis tetas no daban lugar a muchas interpretaciones.

- ¿No estaríais más cómodas en la habitación? – propuso Jose.

No recuerdo haber aceptado en ningún momento pero Carla agarrándome de la mano me arrastró a nuestro dormitorio y para cuando me di cuenta estábamos las dos sobre la cama. Mi novio nos siguió y se sentó en la silla que usábamos para dejar cosas. Observando.

Carla acercó su cara a la mía y tentativamente me dio un beso en los labios. Al ver que no me apartaba el beso se hizo más apasionado. Sus labios se sentían extraños sobre los míos. Eran más suaves que los de mi novio y su boca más pequeña. Sin embargo era una sensación muy agradable y me estaba dando mucho morbo. ¡Era mi primera experiencia lésbica! Mi mano empezó a acariciar su pelo castaño. Lo llevaba hasta el hombro y era liso y muy suave. No sé cuánto tiempo estuvimos besándonos mientras mi novio nos observaba sin hacer ningún comentario.

Cuando nos separamos noté mi respiración acelerada. Ya no podía negar que me había excitado enormemente. Carla aprovechó para quitarse la camiseta que usaba de pijama. No llevaba sujetador, probablemente se lo hubiera quitado para dormir, y se quedó con las tetas al aire delante de nosotros. Tenía unas tetas medianas de buen tamaño coronadas por unas pequeñas areolas rosadas.

- ¿Qué te parecen mis tetas, Jose? – le preguntó a mi novio girándose hacia él para que se las pudiera ver. – Nunca me las habías visto.

- Las tienes preciosas – contestó sinceramente mi novio.

- Él solo me había visto esta parte – me explicó marcando con un dedo un semicírculo por su pecho, dando a entender lo que podría verse a través de un escote. - ¿A ti te gustan? No son tan grandes como las tuyas pero estoy contenta con su tamaño y forma.

- Son muy bonitas y también son grandes – respondí sin dejar de mirárselas.

- ¿Te gustaría tocarme las tetas? – me preguntó.

Una vez más sin darme tiempo a responder me cogió las manos y me las llevó hacia su pecho. Fue una extraña sensación sentir por primera vez con mis manos las tetas desnudas de otra mujer. Sus pezones endurecidos se clavaban en mis palmas y sus pechos desprendían mucho calor. La piel de sus tetas era muy suave y sus atributos respondían a cada uno de mis movimientos. No podía dejar de apretarlas, tocarlas y explorarlas. Carla disfrutando de mis caricias alargó las manos y empezó a jugar también con mis tetas. Mi novio estaba absorto y terriblemente excitado observando cómo su chica y su mejor amiga estaban desnudas de cintura para arriba y tocándose las tetas la una a la otra con intensidad y pasión.

Volvimos a besarnos sin dejar de acariciarnos los pechos mutuamente. La lengua de Carla se introdujo en mi boca y empezó a jugar con la mía. Noté cómo mi coño se encharcaba por el morbo de lo que estaba haciendo. La chica me estaba poniendo a mil y yo ya no podía parar. Carla se separó y dejó de tocarme las tetas. Temí que todo se acabara en ese momento pero no fue así y su boca empezó a recorrer mi cuello y siguió bajando para besarme y lamerme las peras. Sin necesidad ya de ser discreta empecé a gemir fuertemente por todo lo que había contenido durante la noche. Yo no quise ser menos y parándola fui yo la que empecé a besarla por todo el cuerpo. Mis labios tocaron sus abultados pechos y mi lengua lamió por primera vez un pezón femenino. Nunca creí que me comería una teta pero ahí estaba besando y lamiendo los pechos de la mejor amiga de mi novio.

Pronto nos sobró el resto de la ropa y nos quitamos la una a la otra los pantalones y las bragas quedándonos completamente desnudas. Tal y como me pareció ver en el baño, Carla llevaba una tira de vello recortado sobre su pubis. Ya había visto con anterioridad a mujeres desnudas en los vestuarios del gimnasio pero cuando le quité las bragas fue la primera vez que tuve en primer plano el coño de otra mujer. Lo contemplé con deseo y curiosidad, admirando los parecidos y diferencias con mi propio sexo. Es increíble cómo dos cosas tan iguales pueden ser tan diferentes. Estaba ensimismada mirándole el coño que me pilló por sorpresa cuando me empujó y me tiro de espaldas sobre la cama.

- Nunca me he comido un coño pelirrojo – comentó agarrándome las piernas y hundiendo su cara entre ellas.

Carla me hizo gemir tan fuerte que creo que me escucharon en todo el edificio. Su lengua recorría mi coño con habilidad haciéndome sentir un placer que no sabía que se podía. No quiero dejar mal a mi novio, él me come el coño muchísimas veces y siempre que se lo pida. Esa misma noche me lo había lamido y no lo hace nada mal pero su amiga tenía una habilidad con la lengua que no creí que fuera posible hasta ese momento. No necesitó mucho tiempo para conseguir que me corriera en su cara.

Tras mi orgasmo quise devolverle el favor y tumbé a Carla en la cama. Me acerqué a ella y me dispuse a chupar mi primer coño. Sé lo que me gusta que me hagan y por tanto tenía bastante idea de lo que hay que hacer pero no es lo mismo la teoría y la práctica y cuando empecé a lamerla por primera vez me costó un poco coger el ritmo de cómo hacerlo. Poco a poco empecé a lamer toda la zona, sus labios y su interior prestando atención a su clítoris. Me gustó el sabor de Carla, estaba acostumbrada a saborear mis propios flujos y el suyo era diferente. Me esforcé porque mi primer cunilingus fuera decente y no debía hacerlo del todo mal porque Carla empezó a gemir y su coño se humedeció más reaccionando a  las caricias de mi lengua.

- ¿Quieres probar a hacer una tijera? – me preguntó Carla agarrándome suavemente del pelo y apartando un momento mi cabeza de su entrepierna.

- Si me enseñas a hacerlo – le dije ya dispuesta a todo esa noche y que mi primera experiencia lésbica fuera completa.

Carla se incorporó y como experta nos colocó cruzando nuestras piernas de forma que nos acercamos hasta que nuestros coños se tocaron. Fue curiosa la sensación de sentir con mi sexo los pliegues y la humedad de otra mujer.

- Y ahora a frotar – dijo riéndose Carla al sentir mi coño rozando el suyo.

Yo no sabía muy bien cómo moverme pero Carla prácticamente lo hacía por las dos. La humedad de nuestros coños hacía que se deslizaran fácilmente y sentir cómo se frotaba mi zona contra ella era muy placentero. En esa posición podíamos mirarnos a la cara y ver en ellas reflejada la sensación de placer. Las dos empezamos a gemir, mirándonos y con nuestras tetas botando descontroladas por nuestros movimientos de fricción.

- Pobre Jose, ¿le dejamos que se una? – preguntó Carla sin dejar de frotarse conmigo.

Sin parar de hacer la tijera las dos miramos a mi novio que seguía sentado en la silla con la boca abierta y sin dejar de observarnos. El pobre no se había atrevido a hacer nada por miedo a romper el hechizo y ni siquiera se había sacado la polla para masturbarse aunque viendo el bulto en sus calzoncillos no cabía la duda de que estaba a punto de reventar. No me imagino el morbo que debía de estar sintiendo en ese momento viendo a dos chicas follar delante de él, hablándole sin dejar de hacerlo, siendo una su novia que estaba teniendo su primera experiencia lésbica y la otra su mejor amiga a la que veía por primera vez completamente desnuda.

- Claro, hay sitio en la cama – contesté.

Al recibir la invitación Jose se levantó inmediatamente, se bajó los calzoncillos y su polla saltó durísima quedando horizontal ante nosotras. Se subió a la cama y Carla y yo desenredamos nuestras piernas y nos acercamos a él para hacerle una mamada a dos bocas. Jose estaba excitadísimo y creo que nunca había sentido su miembro tan duro. Carla y yo pasábamos nuestras lenguas a la vez por el tronco de su polla y nos turnábamos para metérnosla en la boca. Aprovechábamos para darnos picos en la boca cada vez que nuestras lenguas se juntaban o quedábamos cerca lo que por los suspiros de mi novio debía de ponerle muy cachondo.

- No sabía que la tenías tan grande, cabrón – le dijo Carla a su amigo mientras con la mano sujetaba la polla para que yo la mamara.

- Ya claro, ¿qué querías que hubiera hecho? ¿Que alguna de las veces que hablábamos de sexo te hubiera dicho: ¡Ah! Por cierto, tengo la polla grande? Apuesto a que hubieras pensado que estaba presumiendo.

- Tienes razón. Si no te la veo no lo hubiera creído.

Seguimos con la mamada entre las dos y me sorprendió que Jose aguantara sin correrse. Aunque había descargado hacía poco la situación era demasiado excitante como para resistir tanto.

- ¿Tenéis condones? – preguntó al cabo de un rato Carla.

- Creo que nos quedaba una caja sin estrenar – contesté.

Dejé a Jose recibiendo la mamada de su mejor amiga y me levanté para buscar en la mesilla a ver si nos quedaban preservativos. Hacía pocos meses que yo había empezado a tomar la píldora y ya no nos hacían falta pero me sonaba que nos había sobrado alguno sin usar. Cuando los encontré saqué uno y se lo di a Carla que lo desenvolvió rápidamente. 

- A ver si no se me ha olvidado cómo se ponen que últimamente estoy más con chicas y no suelo tener que poner capuchones a pitos – comentó Carla acercando el preservativo a la polla de Jose y tras colocarlo en la punta empezó a desenrollarlo por su tronco. – Quién me iba a decir que un día te estaría viendo la polla y poniéndote un condón, ¿verdad?

- Nunca lo hubiera imaginado – admitió mi novio. – Así que voy a aprovechar para decir algo que te digo mucho pero esta vez literalmente. Carla, me estás tocando la polla.

- Jajaja, ¡qué idiota eres! – se rió Carla.

Una vez puesto el preservativo Jose se tumbó boca arriba en la cama y Carla y yo nos miramos. Ella me hizo un gesto como pidiéndome permiso. A esas alturas estaba claro que no me importaba que se follara a mi novio pero fue un detalle por su parte que me preguntara. Carla se sentó a horcajadas sobre la polla de su mejor amigo y empezó a descender introduciéndosela en su interior. Yo miraba cómo la polla de mi novio entraba en otra mujer y cómo esta empezaba a cabalgarle.

Yo me senté sobre la cara de mi novio, mi coño directamente en su boca para que mientras se follaba a su amiga me comiera la rajita y nos diera placer a las dos a la vez. Jose inmediatamente empezó a lamerme. Carla y yo nos echamos un poco hacia delante y nos empezamos a besar y tocar nuevamente las tetas la una a la otra haciendo un triángulo entre los tres.

Carla debía de estar a punto de correrse entre mi comida de coño y la tijera porque no tardó mucho en llegar al orgasmo tras empezar a follarse a Jose. El flujo salía de su coño y se deslizaba por la polla envuelta de mi novio. Pese a ello Carla siguió cabalgando a Jose hasta que este vio que no podía más.

- ¡Chicas, me voy a correr! – gritó.

- Eso tienes que verlo, Carla – le dije a su amiga.

Carla desmontó a Jose y nos pusimos juntas de rodillas en la cama. Mi novio se incorporó y se sacó el condón dejando la polla al descubierto. Mirándonos desde arriba le masajeé los testículos mientras Carla se la chupaba una vez más. Cuando nos indicó que ya no podía detenerlo se sacó la polla de la boca y se corrió sobre nuestras caras. No fue tan abundante como antes pero aun así cuatro chorrazos de semen salieron de su polla e impactaron contra nosotras.

- Es increíble, nunca había visto a un tío correrse así – comentó admirada Carla.

Carla y yo nos miramos, nuestras caras y pecho llenos de la leche de mi novio. Nos empezamos a reír y nos lamimos mutuamente para limpiarnos. Parecía que iba a acabar como había empezado, limpiando la corrida de Jose. Nos chupamos las tetas la una a la otra hasta que no quedó rastro en ellas y después pasamos la lengua por la cara. Es increíble que habiéndose corrido ya una vez nos hubiera podido echar tanto encima. Cuando nuestras caras quedaron también libres de semen nos dimos un último morreo apasionado ante la atenta mirada de Jose cuya polla agotada se encontraba ya flácida.

Esa noche Carla durmió en nuestra habitación dejando olvidada la cama del salón. Los tres desnudos, Jose en un lado de la cama, su amiga en el otro y yo en medio de los dos, con mis tetas apretándose contra la espalda de Carla mientras la abrazaba. Desde aquella noche, Carla ya no es solo la mejor amiga de Jose, también se convirtió en mi mejor amiga y todavía nos quedaba fin de semana para disfrutar.

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