martes, 16 de diciembre de 2014

el sobrino y su tía buena

Ángel había encontrado trabajo aquel verano en la misma ciudad en la que residía su tía segunda Sara. Puesto que su timidez le impidió pedirlo por sí mismo, fue su propia madre quién comentó el caso con  Sara, la cual no puso ninguna objeción: “Para eso está la familia”, arguyó.

Sara y su novio Luis vivían juntos en un apartamento de dos habitaciones. Ángel cogió con ganas su nuevo trabajo, y se habituó a vivir con la pareja. Pese a que su cuarto no era lo mejor del mundo, era gratis, y no le importaba convivir con trastos de su tía.

Pasaba gran parte del tiempo que no estaba trabajando en aquel oscuro cuarto. Su timidez le dificultó hacer amigos, y pasaba mucho tiempo con su portátil; jugando a juegos online o navegando por Internet.

Tanto Sara como Luis le animaban a que conociera gente, y le invitaban a que saliera con ellos a cenar, o con más amigos. Nada de esto hizo que Ángel extendiera las alas y se forjara su propio grupo de amigos.

Aquella marginación derivó en que Sara se sintiera observada por Ángel. Eran más sus miradas furtivas y evitar hablar con ella mirándole a los ojos lo que le hizo darse cuenta. Si bien el jovencito estaba en edad de trabajar, aquella vergüenza  era síntoma inequívoco que se sentía atraído por ella.

Siendo su principal contacto con el sexo femenino, en parte era normal. Sara tenía 30 años, y tenía un rostro angelical muy agraciado así como un cuerpo delgado y esbelto, más cercano visualmente al de su sobrino. Escapaba del concepto de “tía” achacada por los años, y se acercaba más bien al de “prima buenorra”.

En una de tantas invitaciones que le hacían para salir, Ángel les sorprendió aceptando ir a la playa con la pareja. Para sorpresa de estos, el chico quería probar su nueva cámara de fotos sumergible.

La pareja se fue al agua, y tras varios ruegos, Ángel se les unió.

-          A ver, vamos a probar tu cámara. – Dijo Sara. – A la de tres nos sumergimos a la vez y nos hacemos una foto. Una, dos, y ¡tres!

Sara y Ángel se sumergieron, pero al emerger, sólo salía él en la foto.

-          Tenemos que sincronizarnos – pasó su brazo por encima del hombro de su sobrino. – Venga, tú también cógeme.

Esta vez, en la foto salían los dos. Ángel estaba anonadado contemplando a Sara en la foto, con su bikini azul marino en contraste con su piel blanquecina.

-          Ahora una viniendo.

En la siguiente foto se veía a Sara buceando hacia el objetivo. Sus pechos colgaban hacia los lados de una forma muy sexy.

Estuvieron un rato jugando en el agua, y salieron a secarse.

-          Oye Ángel, ¿por qué no haces unas fotos royo modelo a Sara? Seguro que le gusta.

-          Yo… no sé…

-          Tú sólo dale al botón, ella se encarga del resto.

Sara se puso de pies, y se agarró el pelo de forma sexy. Ángel se humedeció los labios y no paró de hacer fotos.

Ella se puso de espaldas y se giró sonriente para otra foto. Luego se puso de frente, colocando una mano en la cadera.

Tras hacer aquella foto, Ángel pudo apreciar que en el bikini de Sara se marcaban dos bolitas. La chica, por el cambio de temperatura debía de tener los pezones de punta.

-          ¿Por qué no vamos a esas rocas?

Ángel asintió sonriente y tragó saliva. Tenía la boca seca como la arena más tórrida de aquella playa.

Primero le hizo una foto sentada normal sobre unas piedras. Después Sara, para sorpresa de él estiró un poco de una tira de su bikini juntando sus pechos. Ella le sonreía picarona disfrutando de aquel juego.

Ella se colocó con el culo en pompa sobre la piedra, y aquello fue demasiado para Ángel.

-          Cre… Creo que me iré al agua, que tengo mucho calor.

Dejando plantada a su tía, se fue a toda velocidad al agua para ocultar su incipiente erección.

Sara, ni corta ni perezosa le siguió.

-          Buena idea, aquí también puedo posar.

Se colocó de rodillas sobre aquella orilla poco profunda, y su sobrino le hizo más fotos.

Al acercarse para ver las fotos, Sara notó algo sobre la pierna. A través de sus gafas de sol pudo mirar sin tapujos hacia su sobrino y notar que estaba totalmente empalmado. ¡Le había rozado con el pene! Pensando que aquello había ido demasiado lejos, se fue a la toalla con la excusa de que quería tomar un poco el sol.

Como ella predijo, Ángel tardó un poco en salir del agua.

Ninguno de los tres comentó nada de las fotos aquel día.

Una tarde que Sara llegó a su casa de trabajar, tras decir un “hola” y no obtener respuesta, se fue al cuarto de Ángel. Le resultaba muy extraño que él no estuviera presente. Tampoco estaba en el cuarto, pero algo le sorprendió. En la pantalla de su portátil podía apreciarse algo oscuro. Se acercó, y se trataba de una foto. Intrigada, cambió el zoom y se sobresaltó al descubrir que se trataba de una foto suya. El zoom estaba centrado en sus pechos, y era una foto de las que tomó Ángel el otro día que fueron a la playa.

Sonó la cisterna del baño, y Sara salió del cuarto deprisa. Ángel se sobresaltó al verla, y le dijo que no la esperaba tan pronto. El chico estaba sonrojado. ¿Qué habría estado haciendo?

Era el segundo mes de convivencia, y aquel viernes de verano Sara quedó con unas amigas a la salida del trabajo para tomarse unos Gin Tonics.

Recibió un mensaje de su novio Luis, diciéndole que él también había quedado con unos amigos y que igual no iba a cenar a casa. Para desgracia suya, sus amigas tenían planes, y no se animaron a hacer nada más tras aquella tarde de copas. ¡Y eso que iba vestida pensando en salir aquella noche! Llevaba puesto un vestidito rojo veraniego, con tirantes, que le quedaba fenomenal en su delgada figura. “Qué pena, con lo guapa que iba”, pensó.

Una amiga la llevó hasta casa, y achispada por los efectos de la bebida bajo aquel sol abrasador, a Sara le costó un poco introducir la llave en la cerradura para entrar.

Una vez dentro,  Ángel le respondió con su habitual “hola”, sin salir si quiera de su cuarto para saludarla. Dejó el bolso, y entró en aquella pequeña habitación. Su sobrino estaba pegado a la pantalla del ordenador, ventana cerrada y cuarto a oscuras, jugando al famoso juego League of Legends sin camiseta.

-          ¿No tienes calor?

-          Por eso me he quitado la camiseta.

-          Ya… ¿y no te agobias con todo tan cerrado?

-          ¡Mierda! Eh… perdona, no era por ti, era por el juego. ¿Agobiarme? No, así no tengo reflejos en la pantalla.

-          ¿Qué planes tienes para hoy?

-          Pues los estás viendo.

-          ¿No vas a salir con nadie ni nada? – El chico no contestó. – ¡Ángel!

-          Ah sí, perdona. ¿Qué decías?

-          ¿Por qué no jugamos a algo? Luis no vendrá hasta tarde y yo no tengo ningún plan. – Sara, inconscientemente, pasó su brazo por los hombros del chico. Este se sobresaltó y la miró directamente a la cara – Avísame cuando termines la partida.

Treinta minutos de espera impacientaron a Sara. Acordándose de aquel día de playa y la reacción de su sobrino, decidió jugar un poco con él y ver qué era capaz de hacer. Se quitó el sujetador, sin desembarazarse del vestido, se dirigió hacia el cuarto contiguo.

Abrazó a Ángel por detrás, y este se sobresaltó.

-          Uy, perdona, se me ha ido el tiempo al cielo – se excusó él.

-          ¿Tú quién eres, éste? – dijo inclinándose y señalando un monigote que aparecía por pantalla.

-          Sí, este es mi campeón.

Al decirlo, miró a su tía y cayó en la trampa. En la postura inclinada en la que estaba, la parte superior de su vestido se holgaba y permitía ver su canalillo. Canalillo que en este caso no estaba sujeto por un sujetador, sino en el que dos preciosos pechos propios de una adolescente se mantenían firmes.

Rápidamente él volvió a mirarle a la cara, y ella le sonrió.

-          Bueno, tú sigue jugando. Chao.

El chico se quedó con la palabra en la boca.

Al acabar aquella partida, Ángel se levantó para ir a por algo de beber del frigorífico. En el pasillo, se tropezó con algo. Lo recogió, y se percató que era el vestidito rojo de Sara. Extrañado, oyó un ruido continuo, y se dirigió hacia el baño.

El chico se acercó tímidamente. A medida que sus pasos le acercaban al baño, el sonido del agua corriendo en la ducha era inequívoco.

Con el corazón a mil revoluciones por minuto, se asomó por la rendija de la puerta entreabierta. Al principio no vio nada, pero luego, al mirar desde el ángulo apropiado, se percató de que la cortina de la ducha estaba echada hacia un lado.

Inconscientemente empujó un poco la puerta para agrandar la abertura y poder ver mejor. Primero vio el agua caer, y después un cuerpo mojado. Sara estaba de espaldas, cara a la pared de la ducha, y no podía verle. Su pálido cuerpo estaba empapado y en esos momentos se estaba aplicando gel de baño.

Ángel estaba tan absorto que se olvidó de sus perjuicios, del miedo y de los propios perjuicios que le acechaban.

Las nalgas de su tía, lucían perfectas y alzadas a sus treinta años. Unas piernas largas y lisas se estiraban y brillaban por el jabón que se derramaba.

De repente, y sin moverse del sitio, Sara empezó a dar saltitos haciendo que sus nalgas botaran. La chica se giró y le miró sonriente.

Aún con la boca abierta, trago saliva como pudo y Ángel se quedó bloqueado sin poder reaccionar.

Volvió a menear su culo, esta vez de lado a lado sin dejar de mirar a su sobrino a los ojos.

Entre sus piernas Ángel podía ver cómo de aquellos pequeños labios vaginales se derramaba una catarata de agua.

Ella se apoyó contra la pared de un lateral y pasó su mano de su turgente pecho hasta la entrepierna. Se acarició la pierna de arriba abajo.

Sara se giró apoyándose de espaldas en la pared de la ducha. Una de sus manos se posó en su teta derecha y la otra entre las piernas. Ángel pensó que aquello era digno de las mejores pelis porno. Se restregó la mano por sus pechitos húmedos en los que brillaban unos pequeños pezones rosados. Los juntó, y entreabrió su boca en un rictus de excitación.

Sara le levantó las cejas, y él lo entendió como un gesto para que se desnudara. Lo hizo a toda prisa, y cuando volvió a mirar, su tía estaba totalmente enjabonada.

-          ¿Por qué no me ayudas a quitarme el jabón? – dijo con voz sexy sonriéndole y haciendo morritos.

Él sonrió como un cabestro, y se acercó a la ducha. En aquel momento Ángel se olvidó que aquella era su tía, y que él estaba totalmente empalmado. Se metió en la ducha y cogió la alcachofa de la mano de Sara.

Ella sacó pecho mientras que él deslizaba lentamente aquel aplique sobre sus tetitas, retirando todo el jabón y la espuma.

-          ¿Te gustan? – dijo la treintañera mirando sus tetas.

-          Sí… Me encantan.

Sara sonrió, y con total dominio de la situación le dio la espalda y apoyó su culito sobre el pene erecto de Ángel.

-          Puedes tocarlas si quieres…

La mano del chico se lanzó como un misil y atrapó uno de aquellos senos sin dejar de echarle agua en el otro. Lo apretó, y presa de la excitación empezó a besarle el cuello.

-          ¿Te gusta esto? – dijo mientras le agarraba el pene y lo masturbaba lentamente.

-          Mmmmm, me encanta.

Sara le quitó la alcachofa de las manos y la colocó en su sitio, parando el flujo de agua. Ángel siguió besándole el cuello y le apretó las tetas con las dos manos. La chica gemía y finalmente lanzó sus labios ferozmente hacia los de su sobrino. Éste reaccionó con igual pasión y la besó con mucha lujuria mientras ella apretaba su precioso culito contra su polla.

La mano de Ángel acarició el cuerpo de su tía lentamente hasta llegar a sus piernas. Subió un poco y colocó la mano entre ambas. El joven podía notar aquella zona al rojo vivo. Empezó a acariciarle suavemente el coño con los dedos mientras le chupaba un pecho. Lamía su pezón y lo engullía con la boca.

-          Mmmmm, Ángel, cómo me gusta…

-          Y a mí también.

-          ¿Quieres que te la coma?

-          No sé…

-          ¿Qué no sabes? ¡Claro que no! ¡Haré lo que quiera chavalín!

Sara se giró hacia él y tras besarle, descendió lentamente rozando con sus pechos el pene erecto del chico al bajar. En cuclillas en el suelo, agarró la polla y le miró a la cara.

-          Tienes una buena polla. ¿Se la han comido muchas chicas?

-          No… sólo mi ex.

-          ¿Sí? Pues quiero que me digas quién lo hace mejor – le dijo sonriéndole con malicia.

Agarrando el aparato por la base, lo lamió de abajo arriba entreteniéndose en la punta.

Sara se metió la polla de su sobrino en la boca y comenzó su felación con lentos, pero profundos, movimientos de cabeza.

Ángel ni pestañeaba. El cuerpo mojado de su tía brillaba mientras ella le chupaba la polla cada vez más rápido. Sus gemidos aumentaban. Ella paraba de vez en cuando para dar lametones.

La chica se arrodilló, y sujetando aquel falo, le chupó los testículos. Siguió chupándosela más abajo acariciándole el espacio entre los testículos y el culo.

En un momento dado Ángel se apartó de golpe.

-          Ufff, casi me corro.

-          ¿Y por qué no lo has hecho?

-          Por si acaso no te gustaba…

-          ¿A tu ex no le gustaba?

-          No…

-          Jajajaja. Pues a mí sí. Cuando acabe contigo, si aguantas, te dejaré correrte en mi cara. – El chico tragó saliva- Bueno ¿quién lo hace mejor?

-          Tú Sara, ufff, ha sido increíble.

-          Pues espérate… Siéntate ahí.

Ángel obedeció y se sentó como pudo en el reducido espacio de la ducha. Su tía se acercó, y le puso sus hermosos pechos en la cara. Él los agarró con las manos y los succionó como si estuviera hambriento.

Ella se levantó, pasó un pie a cada lado de él y descendió lentamente. Ángel agarró su pene por la base, y lo hizo rozar contra el coñito de ella. Notó su humedad y sobre todo lo caliente que estaba.

Sara se dejó caer, metiéndose poco a poco aquel falo entero en su coño.

-          Ohhhhhh – gimió él.

-          Sobrinito, te voy a follar como seguro que nunca te lo ha hecho tu ex. Aguanta, y te dejaré que te corras en mi cara.

La chica cortó cualquier tipo de respuesta tapándole la cara con sus tetas. Agarrándose a un asa de la ducha empezó a saltar encima de él. Sara gemía mientras le cabalgaba, y él ahogaba sus resuellos al tener la boca ocupada con sus tetas.

Apartando un poco la cara, Ángel pudo ver en un espejo del baño la escena que se estaba desarrollando. El culo perfecto de su tía, pequeño y redondito, botaba y se ondulaba con cada salto de ella.

-          Ummmm, síiiiii, qué gusto – gritó ella.

Cabalgaba cada vez más rápido y sus tetitas se movían desafiando la gravedad.

Sara se paró, y Ángel la agarró por la cintura evitando que se moviera.

-          ¿No puedes más?

-          No es eso…

-          ¿Entonces?

-          ¡Ahora quiero follarte yo!

-          Ja, ja, ja, así me gusta ¡decidido! ¡Pues vamos a qué esperas!

La pareja se levantó, y Ángel, tomando la iniciativa, volteó a su tía. Cara a la pared, le indicó que se agarrara a la mampara mientras él le sostenía una pierna levantada. La postura era parecida a la de los perros al orinar.

Ángel acercó su pene hasta aquel coño que le esperaba como un aeropuerto a un vuelo con retraso. El chico empezó un lento, pero profundo, mete-saca.

-          Más, más fuerte… – suplicó ella.

-          ¿Estás segura?

-          Síiiiiii.

-          ¡Pues prepárate!

El chico aumentó el ritmo hasta de repente, entrar en éxtasis con su movimiento. Parecía como si estuviera sacudiendo un saco al viento. Ella gemía como si la estuvieran partiendo por la mitad.

Paró de repente y ella aún se quedó unos segundos más gimiendo.

-          ¡Joder! ¡Qué pasada!

Sara bajó su pierna, y en aquella especie de postura a lo perrito, pero de pies, su sobrino volvió a la carga. El ritmo no era tan rápido como antes, pero no por ello dejaba de ser brutal.  La chica se sentía como si en cualquier momento la fueran a partir en dos. Notaba vibrar aquel pene en su interior. Concentrada en su propio placer, no se dio cuenta que su sobrino le estaba agarrando las tetas como si estuviera en una montaña rusa. Cuando se soltó, sus pechos quedaron marcados de rojo. El chico le agarró de las nalgas, y siguió follando como si fuera un actor porno.

Ella se corrió entre gritos de loca, y él aguantó hasta que le pidió que parara.

-          Muy bien, has aguantado como un campeón. ¡Te has ganado tu premio!

Sara se arrodilló, y cogiendo el pene de su sobrino, se lo llevó a la boca y se lo comió a mucha velocidad.

-          Vamos córrete en mi boca – le dijo entre chupada y chupada. – ¿Tienes ganas?

-          Sí….

-          ¡Dímelo!

-          Sara, ¡quiero correrme en tu boca!

-          Eso es, muy bien… Qué polla tan rica tienes, mmmm

Sara se la estaba chupando a toda velocidad y de repente Ángel sintió un escalofrío en la piel. Una descarga eléctrica le recorrió la espalda, y tan solo gimiendo como un oso, un chorro de semen salió de su polla hacia el interior de la boca de su tía. Sintió como su semen chocaba contra algo en el interior de la boca y se iba acumulando con el resto de chorros. Sara se la sacó, y el semen se desbordó por la comisura de sus labios. La chica le dio algunos lametazos más para terminar de limpiársela.

Exhaustos, abrieron el grifo del agua caliente y ella se limpió la cara. Ángel se pegó a su espalda rozándola con su polla morcillona. Ella le acercó hacia sí, y le besó con pasión. Ángel notó un sabor raro en la boca, pero se dejó hacer, apretando bien su cuerpo contra el de ella.

-          Dios, lo haría otra vez – dijo él.

-          Tranquilo, que el verano es muy largo – le dijo guiñándole un ojo.

Ella le puso champú en la cabeza y se la lavó como si fuera un niño. Se la aclaró, e invirtieron el proceso. Limpiaron sus cuerpos y salieron de la ducha hablando con total tranquilidad.

Al salir del baño, cada uno se fue a su cuarto.

Aquel evento cambiaría para siempre el rumbo de aquel verano de auto-reclusión de Ángel.

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