martes, 16 de diciembre de 2014

Lujuriosa violencia

El otoño traía consigo la monotonía de los incontables días nublados, los atascos en la autopista y, en definitiva, el fin del buen rollo del verano.

El fin de semana presentaba como contraste, una cena con amigos y una posible marcha posterior. Sara y Luis acudieron a la cita de forma informal, y sin lucir excesivas galas. La cena transcurrió divertida y llena de conversaciones, pero a la hora de salir de marcha la gente empezó abandonar el barco. Todos estaban en la treintena, y desde que abandonaron la decena anterior salir de marcha era cada vez más un bien escaso hostigado por escusas, compromisos y cansancio.

Sara, con su carácter alegre y juvenil insistió y consiguió convencer a otra pareja y un amigo soltero. Tras tomarnos unos mojitos en un garito, animamos al pequeño grupo a bailar un poco. Formamos un círculo y el vaporoso vestido de Sara ondulaba como pañuelos en un baile de danza del vientre con su larga melena aleteando con la inercia del movimiento. Su delgada figura, de 170cm de estatura, destacaba en aquel pub en el que la gente se dedicaba más a beber y hablar que a otra cosa.




Pronto, la pareja amiga se despidió arguyendo que al día siguiente tendrían tenían que estar pronto en la casa de los suegros. Nos tomamos otra copa con nuestro amigo soltero.

Cuando éste se fue al baño, Luis le dijo a su novia:

-          Ahora que nos hemos quedado solos los tres, ¿hacemos un trío?

Ella sonrió ante la pregunta fácil llevada por el tópico y contestó:

-          Claro que sí.

Luis estaba estupefacto. No pudo preguntar nada más porque Sara se fue a bailar, y en la pista, le eludía con sus giros y vueltas danzarinas. Llegó el amigo, y la chica le dijo algo en oído, a lo que él contestó negando con la cabeza. Alucinando le preguntó que qué le había dicho.

-          Me ha preguntado si quería otra copa, pero le he dicho que no. Creo que me voy a ir, porque estoy cansado.

-          ¡Qué dices tío! ¡Venga, te invito!

-          Gracias, pero no en serio.

Luis se quedó observando al amigo, y pensó que quizás no era el mejor sujeto para lo que él tenía en mente. Atractivo no era, y el pelo que nacía de sus orejas y nariz pudiera ser un indicio de porqué seguía soltero. El susodicho se despidió, y la pareja se quedó sola.

-          ¿Querías emborracharle para luego…?

-          ¡No! – interrumpió ella – Todo iba de broma, ¿no?

La pareja estuvo un rato hablando sobre el tema. En el taxi de vuelta a casa, Luis la besaba y acariciaba sus blancas piernas.

-          ¿No me digas que no te pone imaginarte un trío? – reclamó con su mejor sonrisa.

-          ¿Con nuestro amigo? ¡¿Estás loco?! – dijo abriendo mucho los ojos.

-          ¡Ajá! Pero igual con otro chico, u otra pareja… – razonó pensando que quizás otro candidato sí fuera apto para ella.

-          Venga Luis, seguro que te morirías de celos.

El chico insistió más sobre el tema, hasta que ella puso fin a la discusión.

Ya en la cama, Sara, juguetona, le mordió el dedo índice. Él, conocedor de lo que aquello significaba, la besó y le puso otra vez el dedo en la boca. La chica lo chupó, y se encontró con que su novio le había puesto otro dedo en la boca.

-          Imagínate que son dos pollas…

-          Te gustaría, ¿eh? – le respondió al tiempo que se metía los dos dedos en la boca, uno por cada lado.

Un revoltijo de sábanas y ropa volando fue el resultado de la muda respuesta.

A la semana siguiente, Luis estaba inquieto. La fantasía de un trío le corroía con un nerviosismo tal como si tuviera la piel llena de hormigas. El chico, empezó a conectarse a salas de chat de cornudos, sexo, y ciber-sexo. Probó distintas variantes de apodo, pero el resultado siempre era el mismo: preguntas muy directas, y tíos que querían follarse a su novia sin más. Aunque suene extraño decirlo, empezó a hablar de temas normales con un chico. Sara estaba a punto de llegar a casa, así que le dio su dirección de Skype, y la puerta de casa se abrió a la vez que él cerraba el navegador de Internet.

Durante aquella semana se conectó a diario al popular programa de mensajería instantánea.

Sin novedades.

El viernes, mientras que hacía un pedido en Amazon, una ventana emergente de Skype se le abrió. Resultó ser el chico con el que había chateado, y este es el extracto de la conversación:

PEDRO: que rica tío (le estaba enseñando una foto de ella con un top amarillo)

LUIS: está hecha toda una putita

LUIS: no te cortes con los comentarios

LUIS: que ya sabes que nos conectamos para esto…

PEDRO: Luis, pero esas tetitas, son para no llevas sujetador

PEDRO: ¿no sale a la calle sin el con esas blusas?

PEDRO: para que podamos disfrutas de esos pezones

PEDRO: puff, que rica tío

LUIS: en verano alguna vez

PEDRO: le gusta provocar, no??

PEDRO: vaya culazo

PEDRO: ahora se ve mejor

PEDRO: mmm

PEDRO: que riiiica

LUIS: sí, suele provocar

PEDRO: me ha puesto la polla dura

LUIS: aunque en la cama es una tigresa

LUIS: te puedes imaginar lo cachondo que me pone imaginarla con otro u otros hombres

PEDRO: voy a tener que sacármela, imaginar que me la come masajeando mis huevos

LUIS: mmmm

PEDRO: que chochito más rico tiene que tener

LUIS: se llama Sara

PEDRO: me lo imagino bien húmedo

PEDRO: de los que se mojan

LUIS: suele llevarlo bien arreglado jejeje

LUIS: y es pequeñito

PEDRO: mmm, para meter mis manos buscando sus pezones

LUIS: ella a veces me dice que tiene cuerpo de adolescente

PEDRO: y jugar con ellos entre mis dedos

PEDRO: y lo tiene

LUIS: tú tienes 26, no?

PEDRO: me tiene la polla bien dura

PEDRO: sí, tengo 26

PEDRO: tiene una boca de mamona

LUIS: y te pone que sea más joven?

PEDRO: seguro le encanta comer polla

LUIS: sí, y se le da muy bien

LUIS: jejeje

PEDRO: no lo dudaba

LUIS: a veces tengo que apartarla, o me correría

PEDRO: jeje

LUIS: ¿te la estás tocando viendo a Sara?

PEDRO: si me estoy pajeando imaginando que me la come

LUIS: se me pone dura sólo de imaginarlo

PEDRO: pufff

LUIS: mírala en la cama lista para ti

PEDRO: pufff

PEDRO: así me gustaría follarla

PEDRO: abrir sus piernas y comer de su rajita

PEDRO: bien abierta

PEDRO: mmm

PEDRO: meter mi polla en ella

PEDRO: mira, esta es María, tiene 24

LUIS: joder, está muy buena. ¡Vaya tetas!

PEDRO: podríamos cambiar parejas, ¿te gustaría?

LUIS: ya lo creo…

La conversación siguió calentándose, y ambos chicos terminaron dándose los teléfonos. Quedaron en una discoteca el sábado. Era precipitado, pero Luis prefirió no pensárselo mucho más y lanzarse. Estaba deseando por igual follarse  a María y ver cómo hacían lo propio con Sara. El plan era muy sencillo: poner contentillas y cachondas a sus chicas y ver si se lanzaban a hacer un intercambio de parejas.

La discoteca estaba a rebosar, y Luis estaba nervioso como si tuviera un examen de final de curso. Los minutos pasaban, y sus nuevos amigos empezaban a retrasarse. Sara le miraba sin entender muy bien porqué se encontraba tan nervioso.

Le vibró el móvil, y leyó el siguiente mensaje: “Lo siento tío pero nos ha surgido algo y no podremos ir. Otro día”.

Desanimado, el chico intentó pensar en otra cosa y disfrutar de la noche de fiesta. Justificó su actitud con la excusa de estar cansado, y aquella noche volvieron pronto a casa.

Durante la siguiente semana se convenció de que no merecía la pena el esfuerzo ni el riesgo de ampliar las posibilidades dentro de la pareja. Decepcionado, no habló más con Pedro y se propuso disfrutar él y sólo él de Sara al fin de semana siguiente.

“¿Con la cantidad de chicos que se fijaban en ella, y él estaba mendigando que otro, y no él, estuviera con ella?”, pensó.

Un fin de semana más Luis y Sara se encontraban, copa en mano, en una discoteca.

Los blancos y finos brazos de ella relucían naciendo del top negro sin tirantes que llevaba puesto. El sujetador push-up con relleno no hacía sino juntar y alzar sus pechitos formando un diáfano y apretado canalillo que contrastaba con su blancura con la prenda negra. Parte del encaje de la prenda íntima se dejaba ver por la parte de arriba.

Un ancho cinturón competía en tamaño con su minifalda vaquera, la cual era el inicio de la autopista de dos carriles que eran sus largas y fuertes piernas. Unos tacones, no demasiado altos, finalizaban el precioso y sexy conjunto de la criatura.

Sara apuró su cubata, lo dejó en la barra e hizo señales a su novio para ir a bailar.

-          Esta noche estoy dispuesta a todo – le dijo sonriente a Luis.

-          ¿Sí? Pues prepárate para follarme al llegar a casa

La pareja estuvo bailando un rato entre besos y promesas de una noche loca. Sara se ausentó para ir al baño y, solo en aquellos momentos, su novio se retiró a la barra.

-          ¿Luis? – le dijo una voz desconocida.

-          Sí… ¿nos conocemos?

El chico, moreno tan alto como él aproximadamente, era corpulento y con un rostro desconocido.

-          No exactamente. Me imaginado que eras Luis porque creo que la chica con la que estabas es Sara. ¿Me equivoco?

-          Vas bien, pero me estás empezando a dar miedo.

-          Ja, ja, ja – rio de forma estruendosa – No tienes nada de qué preocuparte. Soy Pedro… del chat.

-          ¡Joder! Vaya sorpresa. Pensaba que ya no nos conoceríamos

-          Ya, lo siento…. María se rajó en el último momento y no pudimos venir.

-          Una pena. ¿Y qué haces tú por aquí?

-          Pues verás, para ser sincero le he dicho a María que me iba con unos amigos, pero en realidad me he venido aquí solo.

-          ¿Y eso?

-          Pues, sinceramente, por si os encontraba. Llevo toda la noche observándoos.

El corazón de Luis latía con fuerza. Le faltaba un poco de aire. El shock de ver a Pedro contrastaba con las emociones encontradas de los deseos de semanas pasadas y su decisión actual de pasar del tema. Se sentía perdido, y hasta un poco mareado por la situación.

-          Escucha Luis. No tenemos mucho tiempo. ¿Sigues interesado en lo que hablamos por Skype aunque no esté mi novia?

-          Yo…

-          Ahí viene Sara. No hay tiempo. Si la respuesta es sí, calienta bien a tu chica y prepárate para todo lo que pueda venir. La señal será un pulgar levantado. Chao.

El chico desapareció tras un grupo de jóvenes que charlaban.

-          ¡Hola cariño! – volvió achispada Sara. – ¿Hablabas con alguien?

-          Eh… Ah, no.  Me iba a pedir otra copa. ¿Quieres una?

La pareja se fue desinhibiendo cada vez más gracias al alcohol, la excitación y la música.

Sara se apoyó en el cristal para bailar y se fijó en un chico que la observaba.

-          Mira cariño, tengo público.

Luis miró a través del cristal y se encontró ante la cara sonriente del corpulento Pedro.

-          Ven aquí y déjate de público.

Cogiéndola del cuello la acercó a sus labios y se besaron muy pegados. Ella se contoneaba al ritmo de la música. Sin dejar de besar. Sin dejar de bailar.

-          Ufff Sara, no veas qué cachondo me tienes.

-          Yo también cariño.

-          ¿Sí? ¿Aún harías cualquier cosa?

-          Ja, ja,ja. No me tientes…

-          ¿Por qué no le animas un poco la noche a tu espectador y le provocas un poco bailando? – ella le contestó con una sonrisa pícara.

Desde su posición fuera del cristal, Pedro vio cómo Sara se apoyaba de nuevo en el cristal. Sin mirarle directamente a los ojos. La chica movía la cadera de lado a lado haciendo que su minifalda subirá hasta casi revelar su ropa interior. Levantó sus brazos, y agachándose un poco, se contoneó de forma hipnótica. Pedro prendió su vista en el escote azucena que saltaba con cada sacudida.

Sara se giró, y dando la espalda al cristal  hizo saltar su trasero con vibraciones de sus rodillas como si perreara de forma elegante.

El baile era cada vez más desenfrenado y tras dar un giro sobre sí misma, Pedro desapareció de su vista. Miró a Luis, y este le hizo un gesto de “OK” levantando un pulgar.

Notó unas manos sobre sus caderas y se giró para besar a Luis. A pocos centímetros de hacer contacto se detuvo. ¡Aquel chico no era Luis! Se trataba del espectador de su baile más allá del ventanal.

-          Baila como lo hacías antes – le dijo al oído.

Sara dio un paso hacia atrás, pero el chico la tenía bien cogida por la cintura. Miró a su novio, y éste levantó una mano y las cejas, sacando morritos, en un gesto permisivo. Confundida por tanta permisividad, no se dio cuenta, pero su cuerpo se había sincronizado con el ritmo de la música de forma automática.

-          Me llamo Pedro.

-          Yo Sara – le dijo sonriente.

Los cuerpos estaban pegados y se movían al unísono. La delgadez y blancura del cuerpo de ella desaparecía entre la corpulencia de él.  Ella notaba como aquel chico se debía de estar excitando, y algo nerviosa le dijo:

-          Ese de ahí es mi novio…

-          Me lo imagino.

-          ¿No te da cosa bailar así?

-          Mira Sara… si no dice nada es porque lo consiente. ¡Seguro que hasta le gusta!

-          ¿Qué le gusta? – dijo con cara de sorpresa.

-          Claro. Sino, baila un poco más provocativa y verás cómo él sonríe. Si no es así, me voy y te dejo tranquila.

Ella frunció un segundo el ceño y se dio la vuelta. El chico se pegó por detrás, agarrándola de la cintura y por encima de la cadera. La falda se movía formando elipses al son de la música. Sara podía sentir a través de la tela el poderoso bulto que se rozaba y apretaba contra ella.

Miró a su novio, y esté le devolvía la mirada con una sonrisa en los labios.

-          ¡Tenías razón!

-          Ja, ja, ja. Ya te lo dije. Bueno, ahora no es necesario que me vaya ¿no?

Dejando a Pedro con el ceño fruncido, Sara se despegó de él y se acercó a Luis.

-          ¡Hola cariño! – le dijo tras darle un beso rápido.

-          Hola, ¿te estás divirtiendo?

-          Sí… ¿y tú?

-          Ya lo creo. Estoy cachondísimo.

-          ¿De verme bailar con el chico este?

-          Ya lo creo… – su chica le miró confundida.

Pedro observaba a poca distancia como la pareja hablaba. La pareja se besó apasionadamente, y cuando ya daba por hecho que era tiempo retirarse, de repente Luis se fue dejando a Sara sola.

Ésta  se acercó a él con una sonrisa que podría iluminar una ciudad.

-          ¿Y tu novio? ¿Se ha enfadado?

-          No, que va. Se ha ido, que estaba cansado.

-          ¿Y no te da miedo quedarse aquí solita?

-          No… tú me cuidarás ¿verdad?

-          Yo lo que te voy a hacer es follarte bien duro. ¡Qué buena que estás!

-          Joer, ¿qué directo, no?

-          Directa al coño te la metía.

-          Ja, ja, ja. ¿Aprovechas que no está mi novio para decirme esto?

-          No Sara. Eres una putita y tu novio un cabronazo que se podría cachondo sólo de escucharme.

-          Qué dices… no me lo creo.

-          ¿No? Recuerda que antes no me equivoqué – dijo con una sonrisa de satisfacción. – Mira, te propongo algo. Vamos a ver a tu novio a ver qué dice de lo que te he dicho. Si se enfada, me disculpo diciendo que era una broma y ya está.

-          ¿Y si no?

-          Bueno, haré realidad todo lo que te he dicho…

Aquella pareja que no era pareja se tomó una copa más, y se encaminó andando, dada su cercanía, hasta la casa de Sara y Luis.

El chico no se había propasado, y se había comportado como un caballero. Casi como un amigo.

Al llegar a la casa, intentaron no hacer mucho ruido.

-          No sé si estará durmiendo – susurró ella.

-          No lo creo…

Luis se encontraba tumbado en el sofá viendo la televisión.

-          ¡Hola cariño! – dijo ella jovialmente.

-          Hola. No sabía que ibas a traer visita…

-          Eh… – Sara se puso nerviosa sin saber cómo explicar aquello. – Pues…

-          Luis – intervino Pedro. En aquel momento Sara se extrañó de que pronunciara su nombre. En ningún momento se lo había dicho. ¿Les habría oído hablar? ¿Cómo es que lo sabía? Le restó importancia pensando que quizás en algún momento lo hubiera pronunciado y no se acordara – Le he dicho a tu novia que está bien buena y que es una putita.

El chico sonreía, pero los otros dos se quedaron callados mirándose. La tensión ionizaba el ambiente.

-          Es verdad – dijo Luis con un atisbo de sonrisa.

-          ¡¿Qué dices?! – estalló su novia.

-          Cariño, las cosas como son.

-          Pe… pe… pero…

-          Me la quiero follar bien duro.

-          Está cachondísima, no sé quién follaría duro a quién.

-          ¡Eres un cabrón! – le gritó indignada.

-          Sarita, Sarita, Sarita. Ya ves que siempre tengo razón.

Pedro intentó coger a Sara por la cintura pero esta la rechazó.

-          ¡¿Qué haces?!

-          ¿Cómo que qué hago? Aquí ahora mando yo. Voy a follarte delante del cabronazo de tu novio.

-          Joder Luis, ¿no vas a hacer nada? -

-          Ja, ja, ja. Venga cariño, disfruta…

Mientras miraba a su novio, Pedro aprovechó la guardia baja para cogerle la cara y plantarle un beso. Ella se resistía, pero no podía escapar de la presa. La soltó, y ambos respiraron con dificultad. Con rápidos movimientos el chico forcejeó con su pantalón y se lo bajó hasta los tobillos. Empujó a Sara en los hombros y la hizo arrodillarse. Con una mano se sacó del calzoncillo su miembro.

-          ¡Vaya polla! ¡Es muy grande! – dijo Sara al ver aquel grueso pene de unos 18 de longitud.

-          Pues me la vas a comer.

El prepucio casi le rozaba la cara. Miro a su novio, que sonreía con complacencia, y agarró aquel falo con dos manos. Lo masajeó un poco y lo apoyó en sus labios. Besó aquel gran fresón y tras echar una última ojeada a Luis, se lo metió en la boca.

Sentado en un butacón, Luis podía ver a su chica arrodillada frente aquel desconocido. Vestida tal y como había regresado de salir de marcha, tenía aquel pollón agarrado con una mano y lo lamía de arriba abajo. Se lo metió en la boca, y tras unas pocas chupadas a la punta, Pedro le dio un beso, que esa vez ella no rechazó. Conociéndola como la conocía, sabía que su chica estaba muy excitada.

-          A partir de ahora te llamaré Putita. ¿Te gusta mi rabo putita?

-          Es muy grande…

-          A ver hasta dónde te cabe.

Agarró su pelo formando una coleta con su mano y se la metió en la boca. El chico le empujaba la cabeza lentamente, pero ella sólo pudo meterse apenas la mitad. Chorretones de saliva se derramaban de su boca y cuando él le echó la cabeza hacia atrás, ella respiró hondo.

Le miró a la cara y sonrió.

Otra vez se metió la polla en la boca, pero esta vez sólo la puntita. Pedro agarró su pene por la base y se masturbó a toda velocidad en la boca de la chica sin dejar de soltarle el pelo.

Se la metió y sacó de la boca a fuerza de moverle la cabeza. Tras un largo suspiro, volvió a engullir y esta vez Pedro, movió la cadera con rapidez follándole literalmente la boca.

Con desesperación, Pedro agarró el top negro de la chica y forcejeó para sacárselo por arriba. En el violento proceso le arrancó también el sujetador. Las tetitas de Sara, dos bolitas perfectas y naturales, estaban coronadas por dos pezones pequeños y rosados, que al verlos, provocaron que su amante se mordiera el labio.

Sara notó las grandes manos del chico apretándole los pechos y dejándole una estela roja en su blancura. En aquel momento se sentía en el punto máximo de lujuria y se había olvidado completamente de que el chico era un desconocido y que su novio le estaba viendo a pocos metros.

El hombretón la besó haciendo de su lengua una cálida serpiente huidiza. Dándole un pequeño tirón en el pelo la hizo incorporarse. No notó el dolor y en seguida su boca se taponó con labios y lengua ajenos.

El chico le agarró la falda con los pulgares y tiró hacia abajo con fuerza. Sin llegar hasta los pies, se detuvo al final de las nalgas y las hizo botar entre risas.

-          Putita, ¡qué culito tienes! ¡te lo voy a destrozar!

Le dio un azote dejando caer la falda y tanga al suelo y se apretó contra su cuerpo. Su grueso miembro se coló entre las piernas, y sin llegar a meterse, la atravesó saliendo por el otro lado.

Pedro se movió como si la estuviera penetrando. El roce de aquel pene sobre sus húmedos labios vaginales la excitó todavía más y la hizo desear ser penetrada. Él le apretaba las nalgas con fuerza como si se estuviera comiendo un sándwich.

Le besaba el cuello mientras que ella decidió mirar a su novio. ¿En qué momento se había desnudado? Sin ropa, se masturbaba lentamente viendo la escena.

-          Disfruta cariño  – le dijo.

No tuvo tiempo de responder ya que Pedro le hizo volverse y la atravesó dándole la espalda. Podía ver la punta de su pene salir por delante. Agarrándola del cuello se la folló sin introducirle el pene. Ella gemía y él se apretaba fuerte contra su culo. Esta vez fue ella quien buscó sus labios. Él se rio y la lanzó sobre el sofá para terminar de desvestirla.

Como si fuera Moisés abriendo las aguas, Pedro le abrió las piernas a Sara y lanzó su cabeza hacia aquel valle. Le encantaba aquella chica, tan diferente de su novia, y le tenía cardiaco de excitación. Lamió los fluidos de su pequeño y depilado coño saboreándolos como si fuera un helado. Notó las manos de ella sobre su pelo. Sonrió recordando las reticencias iniciales. Le apretó con dos dedos la bulba y le introdujo un dedo que entró con facilidad.

Giró, y se colocó más cerca de su cabeza. Ella, sabedora de porqué lo hacía, agarró el pene y lo chupó como pudo en aquella postura. La chica se tuvo que parar cuando él colocó la palma sobre su coño y la masturbó a toda velocidad. El salón propagaba ecos de aquel sonido acuoso.

Ella gemía fuerte y de repente se paró cuando él la ayudó a levantarse y la empujó hacia el sofá. Calló de lato, pero pronto la voltearon hasta colocarla a cuatro patas.

Imaginándose lo que se aproximaba, Sara puso el culo un poco en pompa y en seguida notó el chascar de dos azotitos. Respiró hondo al notar un roce en el culo y después oyó un salivazo. Pedro colocó su cabeza entre las nalgas chupando coño y culo por igual. Al retirarla, no tuvo tiempo de respirar hondo de nuevo porque el chico se la metió por el coño.

Aquella polla la llenaba y le hacía sentirse plena. En contra de lo que se imaginaba, entró con facilidad en su vagina y agradeció la consideración del chico por hacerlo poco a poco.

Esta cordialidad duró poco. Con un pie en el sofá y otro en el suelo, Pedro aceleró el ritmo. Ella le miraba con su cara de niña buena transformada en un rictus de deseo. Le dio un pequeño e inocente tortazo en la cara, y tras reírse, le agarró del pelo.

Las nalgas del chico martilleaban sobre el culito, el cual de vez en cuando se veía sometido a azotes. Pedro la agarró de la cintura, y aumentó la velocidad. Parecía un martillo neumático follándose a la novia de Luis. El bombeo iba acompañado de un largo gemido por parte de ella ante aquel violento mete-saca.

Frenó el ritmo y le apretó las dos tetitas con las manos como si estuviera comprobando su consistencia.

De repente, agarrándola por la cintura, Pedro se dejó caer sobre el sofá de espaldas llevándose consigo a la chica. Ella pasó una pierna por encima de las de él, apoyándose con los pies en el sofá y las manos en las caderas. De espaldas, estaba dispuesta a empezar a cabalgar, pero el chico no le dio tregua. Movió su pene hacia arriba y abajo sin descanso al tiempo que le chupaba un pecho.

-          Putita, qué buena estás. Cómo me gusta tu coño y tus tetitas.

Justo frente a ellos, Luis podía ver perfectamente cómo aquel enorme pene perforaba el coño de su novia. Él la masturbaba el clítoris incrementando el placer hasta límites insospechados.
El cornudo se masturbó más rápido disfrutando de la escena, mucho más excitante que cualquier vídeo porno que hubiera visto por Internet.

-          Ven putita, túmbate – le exhortó con una sonrisa de satisfacción.

Ella obedeció y se recostó bocarriba en el sofá. Con una pierna apoyada sobre aquel varonil pecho, Pedro la penetró en profundidad. Al principio lentamente y luego con fuertes golpes de cadera.

-          ¡Me va a salir por la boca! – se quejó con los ojos abiertos como platos.

Ambos se rieron y continuaron con la follada. Él le bamboleó las tetas y le pellizcó los pezones. Aumentó el ritmo y cuando parecía que iba a correrse, se paró encima de ella para besarla la boca.

Pedro se levantó, y dio la vuelta con sus potentes bazos a la chica. Ella, totalmente tumbada sobre el sofá se dejó hacer. Sintió el pene entre sus nalgas. Le rozó la vagina y cogió aire para prepararse. En el último momento Pedro cambió el ángulo y apoyó su prepucio contra el ano de ella.

-          ¡Por el culo nooooo! – gritó alarmada.

-          ¡Calla putita! ¡disfrutarás como una perra! – acompañó su negativa con azote en la, ya enrojecida, nalga.

-          ¡Me va a doler, que la tienes muy grande! – imploró ella.

Luis se levantó de la butaca.

-          Tranquilo colega, que está controlado. Ya verás cómo le gusta – le calmó levantando una mano en gesto pacificador.

Primero apretó un poco contra el ano. El prepucio fue pasando poco a poco. Se la metió por el culo poco a poco mientras ella gemía de forma prolongada.

Sin llegar a metérsela toda, incrementó la velocidad ante los lamentos de ella.

Colocando una mano por debajo de su cuerpo, encontró su clítoris y la masturbó a toda velocidad.

-          Jooooooder – gritó. – ¡Me voy a correr!

-          ¡Ves cómo te dije que te iba a gustar!

En aquella apretada gruta, Pedro sintió como un terremoto el orgasmo de Sara. La presión en el ano era tan fuerte que no pudo aguantar más y sacó todo lo despacio que pudo su pene.

-          ¡Toma mi leche putita! – dijo tras levantarse y acercar su cuerpo a la cara de ella.

Con la cabeza de lado y aplastada contra el sofá, no podía llegar a aquel pene.

-          Sí, putita, síiiii – gritó Pedro mientras se masturbaba a toda velocidad.

Sara notó como gotas de magma seminal caían sobre su boca. Sacó la lengua y degustó su sabor dulzón. Un par de chorros fueron a parar contra su cara, dejándole vetas hirvientes sobre el rostro.

El chico se retiró y ella se giró para ver su novio. Pensó, con cansancio, que quizás ahora le tocaría ocuparse de su cornudo novio. Éste sonreía y podía apreciarse brillo sobre su pecho.

-          Veo que ya te has ocupado de ti mismo – le dijo con una sonrisa cansada.

-          Es que no veas cómo me habéis puesto. – En ese momento regresó Pedro del baño.

-          Sara, eres una maravilla. Me ha encantado.

-          A mí también, pero casi me partes por la mitad.

-          Ja, ja, ja. No te quejes, que te ha gustado. Después de esto creo que le debo a Luis que se folle a mi novia.

-          ¿Tienes novia? – dijo Sara.

-          Sí, y creo que debería irme ya. – Les dejó una tarjeta de visita sobre el brazo del sofá.

-          ¡Espera Pedro!

-          Dime.

Sara se levantó y al poco estuvo de caerse cuando le fallaron las piernas. Se acercó a su amante y le dio un beso.

-          ¡Qué cabrona! – dijo Pedro al notar restos de semen en su cara.

-          Je, je, je.

Empezaba a amanecer y sonó la puerta al cerrarse y dejar a la pareja sola.

-          Oye, ¿no conocerías a Pedro de antes, verdad?

A lo que Luis le contestó, únicamente, con una enigmática y muda sonrisa.

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