martes, 16 de diciembre de 2014

Marta en los grandes almacenes

Hace un par de semanas por cuestiones de trabajo volví a mudarme de nuevo a Córdoba, donde había vivido hace unos cuatro años y donde conocí a Marta que había sido mi compañera por aquel entonces. Aunque habíamos roto, seguíamos manteniendo cierto contacto, las típicas felicitaciones de cumpleaños y en año nuevo, pero poco más.

Cuando supe que me mudaba lo publiqué por facebook, y ella me mandó un comentario para que la llamara algún día y quedáramos a tomar un café. La verdad es que me apetecía. Marta era morena y esbelta, bastante guapetona, la nariz respingona, igual que el culete. Pero sobre todo la recuerdo por unos pechos perfectos, con unos enormes pezones oscuros que me volvían loco cuando se le ponían duros.

La llamé y quedamos en la cafetería de unos grandes almacenes del centro. Llegué un poco pronto, ya que tenía bastante tiempo libre, me senté, pedí un café y me propuse esperarla. Al cabo de un rato la vi acercarse, llevaba botines negros, una minifalda muy corta de color plateado ajustada a sus caderas y una blusa holgada negra de manga corta. Mientras se acercaba a la cafetería vi que algunos se volvían a mirarla por detrás cuando pasaba por su lado. No me extraña porque estaba radiante y espectacular.

Nos saludamos con un casto beso en la mejilla y nos sentamos, se pidió un te y yo otro café. Estuvimos charlando un buen rato de como nos iba, ella había tenido novio hasta hace un mes, que lo dejó después de enterarse que se la estaba pegando con una compañera del trabajo, de la gente común que conocíamos, antiguos amigos, recordando los viejos tiempos juntos. Una cosa tras otra al final terminamos comentando anécdotas de aquel entonces, incluso algunos recuerdos picantes y húmedos de cuando estábamos juntos.

Nos dimos cuenta que habíamos acabado nuestras bebidas y me preguntó que si tenía tiempo nos acercáramos a los grandes almacenes a dar un paseo, porque tenía que buscarse algo de vestir y así podríamos seguir charlando un poco. Como no tenía nada que hacer, accedí a acompañarla y fuimos a la zona de ropa femenina donde eligió un par de blusas y un vaquero.

Había bastante gente entrando y saliendo de los probadores, aunque no tanta como para hacer colas. Me pidió que entrara y así le podía decir si le quedaba bien la ropa que había escogido, que menuda tontería porque a ella le sentaba bien todo lo que se pusiera. Escogió el último probador y me paré enfrente del mismo, dispuesto a esperar que se probara la ropa, pero ella me miró, me cogió de la mano y me metió para dentro del probador corriendo la cortina.

Enseguida de correr la cortina, se volvió hacia mi, se arrodilló en el suelo y me bajó la cremallera del pantalón. Metió la mano por la abertura y agarró mi pene, lo sacó y rápidamente lo metió entero en su boca donde empezó a succionarlo. Yo estaba paralizado mientras escuchaba la gente alrededor en otros probadores que podrían descubrirnos en cualquier momento. Era algo muy morboso, notaba como mi verga empezaba a hincharse y alargarse dentro de la calidez de su boca. Cuando la sacaba su lengua se movía a lo largo de mi miembro, acariciando el glande en círculos. Su saliva me corría desde la punta hasta la base del pene, ella la lamía de nuevo y volvía a depositarla en la punta.

Tenía una enorme erección, durísima y muy lubricada por la humedad. Me bajó los pantalones y empezó a masturbarme con la mano, mientras chupaba mis testículos, los metía en la boca alternativamente, los lamía, mordía suavemente la piel. Estaba enormemente excitado, me costaba permanecer en silencio sin soltar ningún gemido de placer que podría hacer que nos sorprendieran.

Me miró con una sonrisa picarona, paró un momento de masturbarme y sin levantarse se quitó la blusa. No llevaba sujetador. Sus pechos eran tal como los recordaba, perfectos y tersos, los oscuros pezones duros y tan erectos como mi pene. Volvió a agarrármela y la metió en la boca para seguir chupándola. Yo puse mi mano sobre su cabeza para acompañar los movimientos de vaivén mientras no perdía detalle de como sus tetas se bamboleaban al ritmo de su movimiento.

Empecé a mover las caderas adelante y atrás metiéndola hasta la garganta. Me ponía a cien verla allí arrodillada ante mi y fui acelerando el ritmo poco a poco. Ella separó las rodillas y se subió la minifalda hasta la cintura, llevaba unas braguitas blancas y me fijé que estaban chorreando con sus flujos vaginales. Se frotó con los dedos por fuera un par de veces y sus labios se le marcaban contra la tela mojada.

Metió la mano dentro y empezó a tocarse, moviendo suavemente los dedos en círculos por su clítoris, luego bajando despacio, deslizándose por su sexo hasta encontrar la abertura y finalmente metiendo los dedos dentro, momento en el que noté una pequeña sacudida que recorrió su cuerpo. Seguro que estaba tan excitada como yo, que ya le agarraba la cabeza con las dos manos y no podía parar de penetrar su boca.

Mientras se estimulaba con una mano con la otra tampoco perdía el tiempo, Ahora acariciaba mis testículos, agarrándolos y tirando de ellos suavemente. Luego se tocaba los pechos, pellizcando los pezones y describiendo círculos alrededor de su aureola. Mas tarde se acariciaba el interior de los muslos, tan húmedos por los flujos que se desbordaban de su interior y goteaban resbalando por sus piernas.

Ya no notaba la gente alrededor, solo deseaba terminar, pero antes quería dejar que llegara su orgasmo. La conocía bien y sabía perfectamente que estaba a punto de correrse. Marta tenía los ojos cerrados concentrada en disfrutar de su propio cuerpo y la boca abierta recibiendo las embestidas que metían mi miembro bien adentro.

Yo la observaba cuidadosamente cuando de repente vi que apretaba las dos manos fuertemente sobre su pubis, enseguida arqueó la espalda y soltó un leve gemido mientras su boca se cerraba fuertemente atrapando mi pene dentro. Era su clímax, yo lo estaba esperando y acto seguido vino el mío. Exploté de forma increíble, solté varios chorros abundantes de semen en su boca, la inundé pero ella lo tragó todo, le encantaba mi sabor y no permitió que ni una sola gota se escapara de su boca. A medida que se iba relajando ella continuó lamiéndola, exprimiéndola mientras recuperaba su tamaño normal hasta dejarla completamente seca.

Decididamente me había vaciado del todo en su boca, Marta lo sabía y de nuevo su sonrisa picarona me demostraba que ella también lo había disfrutado del mismo modo. Cuando se levantó vi que se había formado un pequeño charquito debajo de ella, se quitó las bragas y las metió en el bolso, estaban tan empapadas que no podía llevarlas puestas. Se vistió con su blusa de nuevo y yo me subí el pantalón.

Salimos del probador con las prendas que había cogido y que no se había llegado a poner, las devolvimos y caminamos hasta la salida de los grandes almacenes sin cruzar una palabra. Todo aquello había sido tan repentino y sorprendente que yo no sabía muy bien como reaccionar en aquella situación ni que pasaría a continuación. Ya en la calle  se volvió y me miró a los ojos, me sonrió y me dijo que podía llamarla de nuevo para “tomar un café” cuando quisiera. Se despidió con un beso en la boca que aun tenía sabor a mi y subió a un autobús.

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