martes, 16 de diciembre de 2014

Marta en la reunión de negocios (I y II)

Esa tarde teníamos una reunión de negocios donde estaba en juego la posibilidad de obtener un contrato muy importante con un cliente potencial de Alicante. Estaba de paso un par de días por Córdoba atendiendo otros asuntos y había accedido a recibirnos en su hotel. Mi secretaria Marta y yo llevábamos toda la semana preparando los informes y habíamos quedado en encontrarnos con él en su hotel para exponerle nuestra oferta económica y los estudios preliminares que habíamos realizado.

Había llamado por teléfono a Marta para recogerla en su casa e ir juntos al hotel. Al parar el coche la vi salir de su edificio y comprobé que se había vestido muy elegante, pero también iba muy sexy, casi diría que provocativa. Minifalda negra que dejaban ver sus muslos prietos y esas piernazas tan largas, zapatos de tacón alto, una blusa blanca muy escotada por el que asomaba el canalillo entre sus pechos y un traje-chaqueta a juego con la falda.

Llegamos al hotel justo a la hora convenida y le encontramos esperándonos en el hall. Tras las presentaciones de rigor, Sebastián nos pidió que nos tuteáramos y nos invitó a subir a la suite donde se alojaba, porque estaríamos más cómodos para discutir sobre negocios. Tomó a Marta del brazo y nos dirigimos a la séptima planta en el ascensor. Me fijé que durante todo el camino no le quitaba ojo de encima, se servía de cualquier espejo para fijarse en sus curvas y cuando ella no miraba aprovechaba para catar sus prominentes pechos o reseguir sus piernas con ojos lujuriosos.

La suite tenía un despacho separado del dormitorio por una gran puerta corredera, había una mesa con cuatro sillas y un sofá de tres plazas delante de la tele. Nos sentamos a la mesa y empezamos a charlar sobre el tema que nos ocupaba. Parecía bastante interesado y como la reunión se alargaba más de lo previsto se levantó y llamó al servicio de habitaciones para pedir un pequeño piscolabis. Subieron un par de botellas de vino, algunos aperitivos y entremeses. Continuamos en tono más distendido, y más alegre a medida que fuimos acabando con las botellas. Al rato Marta se quitó la chaqueta y la dejó colgada en el respaldo de su sillón. Nosotros seguimos su ejemplo y dejamos también las chaquetas y las corbatas.

Pronto la reunión quedó en segundo plano, abrimos el minibar para tomar unas bebidas largas y pasamos al sofá, Marta se sentó en medio y nosotros dos a los extremos. Sebastián empezó a susurrarle cosas al oído y ella empezó a reír. Le cogió una mano, la besó y la colocó en su entrepierna. Marta empezó a frotar suavemente mientras se inclinaba sobre él para besarle en la boca. Después puso la otra mano sobre mi pantalón y también empezó a tocarme, se volvió y me besó a mi también.

Siempre había tenido fantasías sexuales con Marta, porque francamente es una chica guapísima y está muy buena, pero siendo mi secretaria siempre me había cohibido. Pero ahora estábamos achispados por el alcohol y me dejaba llevar. Puse mi mano sobre su rodilla y empecé a acariciar su muslo subiendo poco a poco. Sebastián ya me había tomado la delantera, había colado su mano por debajo de la falda y seguro que estaba sobando su braguita con los dedos. Yo ya estaba empalmado y Marta seguía frotándonos a ambos a la vez mientras iba besándonos alternativamente, en un momento nos bajó la cremallera a los dos al mismo tiempo y sacó nuestras pollas erectas para seguir masajeándolas cada una con una mano.

Sebastián se levantó del sofá y tiró de Marta para ponerla de pie frente a él. Le fue desabrochando la blusa botón a botón y se la quitó por la espalda. Llevaba un sujetador blanco con encajes en las copas que al principio creí que era un pushup, pero cuando él se lo quitó vi que sus tetas permanecían levantadas tal cual estaban antes. Le quitó el broche y la cremallera de la falda que cayó a sus pies y quedó allí de pie únicamente vestida con unas bragas blancas a juego con el sujetador que ya no llevaba puesto.

Yo seguía sentado en el sofá con la verga tiesa como un mástil mirando el espectáculo. Sebastián la giró y la puso mirando hacia mi, mientras el quedaba detrás. La agarró por el pelo y la inclinó hacia adelante hasta poner su boca sobre mi polla y siguió empujándola hacia abajo hasta que la tragó entera, acompañó el movimiento unas cuantas veces pero luego Marta siguió mamándomela por si misma.

Él le soltó la cabeza, le agarró las bragas, se las bajó hasta las rodillas, la sujetó por las caderas y la ensartó desde atrás de una sola embestida, que sería la primera de muchas. Al empujarla tan fuertemente mi polla le llegaba hasta lo más profundo de su garganta, pero Marta no parecía preocupada, más bien disfrutando de la degustación, yo estaba tan excitado que puse mis manso sobre su cabeza para acompañar el movimiento de vaivén y sujetarla para mantener mi pene dentro de su boca todo el rato.

Mientras él desde atrás la estaba follando muy duro, se la metía bien fuerte hasta el fondo, de vez en cuando la sacaba y le azotaba las nalgas con la palma de sus manos, para a continuación volver a follarla de nuevo. Después de hacer esto varias veces se desnudó completamente, sujetó los brazos de Marta tras la espalda y los ató con su propio cinturón. La levantó y la llevó hacia el dormitorio, se le veía el culo rojo por los azotes pero ella le iba besando por el camino, parecía encantada de colaborar.

Me desnudé yo también y fui al dormitorio. La encontré tumbada bocarriba en la cama con los brazos aun atados debajo de su espalda y a Sebastián arrodillado sujetándole las piernas abiertas y lamiéndole el coño. Me acerqué a ellos y empecé a masturbarme mirando como ella se contorsionaba de placer, gemía y arqueaba la espalda mientras le practicaban sexo oral.

Sebastián se levantó y fue subiendo por la cama hasta que su polla estuvo a la altura de la boca de Marta que enseguida la engulló y empezó a chuparla con fruición. Aproveché ese momento para avanzar, colocar mi polla en su abertura vaginal, sujetando sus piernas abiertas y empezar a penetrarla, con cierta precaución al principio, despacio, pero viendo lo bien que la recibía y lo húmeda que estaba en su interior fui aumentando tanto la profundidad como el ritmo.

Además él la estaba agarrando por la cabeza y follaba su boca vigorosamente, se me empezó a contagiar el ritmo y la cadencia. Al final yo también estaba clavándola con fuerza, con mucha más potencia de lo que suele ser habitual en mis relaciones, pero estaba muy caliente y húmeda y prácticamente la ensartaba hasta el fondo sin esfuerzo.

Con toda la excitación acumulándose estábamos a punto de estallar. Sebastián fue el primero, la sacó de su boca y se corrió en su cara, impactándole varios chorros de semen espeso que rodaron por su piel, alguno de ellos fue a su boca y Marta los saboreó muy a gusto, deleitándose en ellos. Yo seguía perforando fuertemente y cuando Sebastián le pellizcó los pezones y los retorció con fuerza Marta se corrió. Lo noté perfectamente, su humedad aumentó y los espasmos vaginales me avisaron que ella ya había llegado al clímax.

Yo también estaba a punto y ya no podía aguantar más rato, saqué mi polla de su interior, momento en el que se derramó todo ese flujo vaginal sobre las sábanas. Me agarré la verga y la sacudí unas cuantas veces hasta correrme encima de ella. El primer chorro de semen fue increíble, abundante, caliente y espeso, aterrizó justo entre sus pechos y con el resto fui dejándola regada por todo el vientre con gotas de mi leche.

Nunca tuve fantasías de hacer un trío, no lo había hecho antes y posiblemente no lo haga más, pero reconozco que fue muy excitante. Era ya muy tarde en la madrugada, pero Marta me dijo que se quedaba un rato más y que luego pediría un taxi para ir a casa. Yo fui al sofá donde aún estaba mi ropa, me vestí y antes de salir miré al dormitorio y lo último que vi fue a Sebastián desatando los brazos de la espalda de Marta y atándola a los barrotes del cabecero de la cama. Al día siguiente recibí un mail de Sebastián que estaba ya camino de Alicante comentando su interés en nuestro proyecto, pero diciendo que le gustaría discutir algunos detalles sobre el mismo y que sería suficiente con que enviara a mi secretaria para que fuera a visitarle al cabo de un par de semanas y que él correría con todos los gastos. Enseñe el mail a Marta y me dijo con una sonrisa en los labios que estaría encantada de asistir.



Esa tarde teníamos una reunión de negocios donde estaba en juego la posibilidad de obtener un contrato muy importante con un cliente potencial de Alicante. Estaba de paso un par de días por Córdoba atendiendo otros asuntos y había accedido a recibirnos en su hotel. Mi secretaria Marta y yo llevábamos toda la semana preparando los informes y habíamos quedado en encontrarnos con él en su hotel para exponerle nuestra oferta económica y los estudios preliminares que habíamos realizado.

Había llamado por teléfono a Marta para recogerla en su casa e ir juntos al hotel. Al parar el coche la vi salir de su edificio y comprobé que se había vestido muy elegante, pero también iba muy sexy, casi diría que provocativa. Minifalda negra que dejaban ver sus muslos prietos y esas piernazas tan largas, zapatos de tacón alto, una blusa blanca muy escotada por el que asomaba el canalillo entre sus pechos y un traje-chaqueta a juego con la falda.

Llegamos al hotel justo a la hora convenida y le encontramos esperándonos en el hall. Tras las presentaciones de rigor, Sebastián nos pidió que nos tuteáramos y nos invitó a subir a la suite donde se alojaba, porque estaríamos más cómodos para discutir sobre negocios. Tomó a Marta del brazo y nos dirigimos a la séptima planta en el ascensor. Me fijé que durante todo el camino no le quitaba ojo de encima, se servía de cualquier espejo para fijarse en sus curvas y cuando ella no miraba aprovechaba para catar sus prominentes pechos o reseguir sus piernas con ojos lujuriosos.

La suite tenía un despacho separado del dormitorio por una gran puerta corredera, había una mesa con cuatro sillas y un sofá de tres plazas delante de la tele. Nos sentamos a la mesa y empezamos a charlar sobre el tema que nos ocupaba. Parecía bastante interesado y como la reunión se alargaba más de lo previsto se levantó y llamó al servicio de habitaciones para pedir un pequeño piscolabis. Subieron un par de botellas de vino, algunos aperitivos y entremeses. Continuamos en tono más distendido, y más alegre a medida que fuimos acabando con las botellas. Al rato Marta se quitó la chaqueta y la dejó colgada en el respaldo de su sillón. Nosotros seguimos su ejemplo y dejamos también las chaquetas y las corbatas.

Pronto la reunión quedó en segundo plano, abrimos el minibar para tomar unas bebidas largas y pasamos al sofá, Marta se sentó en medio y nosotros dos a los extremos. Sebastián empezó a susurrarle cosas al oído y ella empezó a reír. Le cogió una mano, la besó y la colocó en su entrepierna. Marta empezó a frotar suavemente mientras se inclinaba sobre él para besarle en la boca. Después puso la otra mano sobre mi pantalón y también empezó a tocarme, se volvió y me besó a mi también.

Siempre había tenido fantasías sexuales con Marta, porque francamente es una chica guapísima y está muy buena, pero siendo mi secretaria siempre me había cohibido. Pero ahora estábamos achispados por el alcohol y me dejaba llevar. Puse mi mano sobre su rodilla y empecé a acariciar su muslo subiendo poco a poco. Sebastián ya me había tomado la delantera, había colado su mano por debajo de la falda y seguro que estaba sobando su braguita con los dedos. Yo ya estaba empalmado y Marta seguía frotándonos a ambos a la vez mientras iba besándonos alternativamente, en un momento nos bajó la cremallera a los dos al mismo tiempo y sacó nuestras pollas erectas para seguir masajeándolas cada una con una mano.

Sebastián se levantó del sofá y tiró de Marta para ponerla de pie frente a él. Le fue desabrochando la blusa botón a botón y se la quitó por la espalda. Llevaba un sujetador blanco con encajes en las copas que al principio creí que era un pushup, pero cuando él se lo quitó vi que sus tetas permanecían levantadas tal cual estaban antes. Le quitó el broche y la cremallera de la falda que cayó a sus pies y quedó allí de pie únicamente vestida con unas bragas blancas a juego con el sujetador que ya no llevaba puesto.

Yo seguía sentado en el sofá con la verga tiesa como un mástil mirando el espectáculo. Sebastián la giró y la puso mirando hacia mi, mientras el quedaba detrás. La agarró por el pelo y la inclinó hacia adelante hasta poner su boca sobre mi polla y siguió empujándola hacia abajo hasta que la tragó entera, acompañó el movimiento unas cuantas veces pero luego Marta siguió mamándomela por si misma.

Él le soltó la cabeza, le agarró las bragas, se las bajó hasta las rodillas, la sujetó por las caderas y la ensartó desde atrás de una sola embestida, que sería la primera de muchas. Al empujarla tan fuertemente mi polla le llegaba hasta lo más profundo de su garganta, pero Marta no parecía preocupada, más bien disfrutando de la degustación, yo estaba tan excitado que puse mis manso sobre su cabeza para acompañar el movimiento de vaivén y sujetarla para mantener mi pene dentro de su boca todo el rato.

Mientras él desde atrás la estaba follando muy duro, se la metía bien fuerte hasta el fondo, de vez en cuando la sacaba y le azotaba las nalgas con la palma de sus manos, para a continuación volver a follarla de nuevo. Después de hacer esto varias veces se desnudó completamente, sujetó los brazos de Marta tras la espalda y los ató con su propio cinturón. La levantó y la llevó hacia el dormitorio, se le veía el culo rojo por los azotes pero ella le iba besando por el camino, parecía encantada de colaborar.

Me desnudé yo también y fui al dormitorio. La encontré tumbada bocarriba en la cama con los brazos aun atados debajo de su espalda y a Sebastián arrodillado sujetándole las piernas abiertas y lamiéndole el coño. Me acerqué a ellos y empecé a masturbarme mirando como ella se contorsionaba de placer, gemía y arqueaba la espalda mientras le practicaban sexo oral.

Sebastián se levantó y fue subiendo por la cama hasta que su polla estuvo a la altura de la boca de Marta que enseguida la engulló y empezó a chuparla con fruición. Aproveché ese momento para avanzar, colocar mi polla en su abertura vaginal, sujetando sus piernas abiertas y empezar a penetrarla, con cierta precaución al principio, despacio, pero viendo lo bien que la recibía y lo húmeda que estaba en su interior fui aumentando tanto la profundidad como el ritmo.

Además él la estaba agarrando por la cabeza y follaba su boca vigorosamente, se me empezó a contagiar el ritmo y la cadencia. Al final yo también estaba clavándola con fuerza, con mucha más potencia de lo que suele ser habitual en mis relaciones, pero estaba muy caliente y húmeda y prácticamente la ensartaba hasta el fondo sin esfuerzo.

Con toda la excitación acumulándose estábamos a punto de estallar. Sebastián fue el primero, la sacó de su boca y se corrió en su cara, impactándole varios chorros de semen espeso que rodaron por su piel, alguno de ellos fue a su boca y Marta los saboreó muy a gusto, deleitándose en ellos. Yo seguía perforando fuertemente y cuando Sebastián le pellizcó los pezones y los retorció con fuerza Marta se corrió. Lo noté perfectamente, su humedad aumentó y los espasmos vaginales me avisaron que ella ya había llegado al clímax.

Yo también estaba a punto y ya no podía aguantar más rato, saqué mi polla de su interior, momento en el que se derramó todo ese flujo vaginal sobre las sábanas. Me agarré la verga y la sacudí unas cuantas veces hasta correrme encima de ella. El primer chorro de semen fue increíble, abundante, caliente y espeso, aterrizó justo entre sus pechos y con el resto fui dejándola regada por todo el vientre con gotas de mi leche.

Nunca tuve fantasías de hacer un trío, no lo había hecho antes y posiblemente no lo haga más, pero reconozco que fue muy excitante. Era ya muy tarde en la madrugada, pero Marta me dijo que se quedaba un rato más y que luego pediría un taxi para ir a casa. Yo fui al sofá donde aún estaba mi ropa, me vestí y antes de salir miré al dormitorio y lo último que vi fue a Sebastián desatando los brazos de la espalda de Marta y atándola a los barrotes del cabecero de la cama. Al día siguiente recibí un mail de Sebastián que estaba ya camino de Alicante comentando su interés en nuestro proyecto, pero diciendo que le gustaría discutir algunos detalles sobre el mismo y que sería suficiente con que enviara a mi secretaria para que fuera a visitarle al cabo de un par de semanas y que él correría con todos los gastos. Enseñe el mail a Marta y me dijo con una sonrisa en los labios que estaría encantada de asistir.

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