martes, 16 de diciembre de 2014

sexo duro con su exfollamigo

Sara, cansada, salió del trabajo pensando en sus cosas desconcentrada, repentinamente, por el sonido de un claxon. Instintivamente se giró y vio como le hacían señas desde el vehículo. Recelosa, se acercó, y para sorpresa suya comprobó que se trataba de Eze, un “amigo especial” que había tenido hacía unos años.

Se saludaron y el joven se ofreció a acercarla a algún lado con el coche. Ella rechazó la oferta y él insistió diciendo que ya quedarían algún día para tomar café.



De vuelta a casa, Sara dejó su mente divagar por los recuerdos que tenía de Eze. Siempre se había portado muy bien con ella y era una pena que hubieran perdido el contacto. Bien pensado, era difícil que lo recuperaran ya que su novio Luis sabía perfectamente qué tipo de amistad habían tenido ella y él: folla-amigos.



Durante aquella semana, Eze y ella intercambiaron algunos mensajes y bromas, recordando los viejos tiempos.  Finalmente, excusándose en quedar con unas amigas, Sara claudicó las demandas de Ezequiel y quedaron un día.

El chico la fue a recoger en coche a la puerta del trabajo. Sonrió, cuando desde el espejo retrovisor pudo comprobar que ella se acercaba. A sus 30 años, Sara tenía un cuerpo de infarto: una esbelta y delgada figura coronada por una larga melena morena, y cara de niña buena. Lucía un vestido de verano de color amarillo con tirantes bastante corto. “¿No le habrían dicho nada en el trabajo” – pensó el chico. Sara se metió en el coche, y Eze disfrutó con la visión de su escote al realizar la maniobra. Pudo ver su sujetador, seguramente con Push-Up debido a sus pechos no demasiado grandes, pero sí muy bien puestos.



El momento inicial de timidez se rompió en seguida, y rápidamente ambos examantes recobraron su antigua complicidad. Eze tenía el cuerpo fuerte, resultado de horas de gimnasio, y su camiseta negra ajustada no hacía sino acentuar su aspecto de luchador.

-          ¿Dónde te gustaría ir?

Sara pensó en que su novio no sabía nada de aquel encuentro, por inocente que fuera, y que si él o algún conocido les veía podría buscarse problemas.

-          ¿En tu casa? – respondió rápidamente sin pensarlo mucho.

El chico se rio, y no tardaron mucho en llegar a su destino. Al bajar del coche, ella miró a ambos lados nerviosa, y pronto se encontraron dentro del ascensor.

-          ¿Te acuerdas lo bien que nos lo pasamos una vez en este ascensor? – dijo él picarón.

-          Ja, ja, ja. ¡Cómo olvidarlo! Pensaba que se terminaría desenganchando y nos mataríamos.

Sara se retiró un pelo de la cara y mojó los labios. Eze le miraba sonriente. Por la diferencia de altura de aquel fortachón, seguro que debía de estar disfrutando de una buena panorámica de su escote.



Una vez dentro de la casa, Sara esperó sentada en el sofá mientras su amigo preparaba el café.  Aquella casa no había cambiado mucho, y estaba limpia y ordenada, como le gustaba tenerla a Eze.



Durante el café, ambos se pusieron al día de sus vidas. Sara sintió algo extraño cuando Eze le dijo que tenía novia. Estar en aquella casa le había recordado una etapa pasada de su vida, así como la relación que tuvo con el chico. Aquel dato le hizo sentir algo que iba entre los celos por el recuerdo y el morbo por la situación actual.



-          Veo que te mantienes bien – le dijo tocando el fornido pecho del chico con un dedo.

-          Se hace lo que se puede.

Sara le subió un poco la camiseta negra y le dijo:

-          ¡Vaya! ¡con tableta de chocolate y todo!

-          Saraaaaa – le dijo el hombre apartando gentilmente las manos – no sigas por ahí. Que entre las ganas que tenía de verte y lo guapa que estás, no sé qué podría pasar.

Ella se mordió el labio y continuó en su empeño. Forcejearon sin hacerse daño y sin ninguna posibilidad de vencer por parte de ella.

-          Preciosa, que ambos tenemos pareja ¿qué haces?

Ella juguetona, empezó a empujarle hasta que éste cayó de espaldas en el sofá.

Rápidamente, ella se subió encima del chico y se sentó entre sus piernas.

-          ¿Qué haces, te has vuelto loca?

-          Quiero comprobar si todos tus músculos son más fuertes ahora…

Él intentó levantarla sin hacerle daño y ella colocó sus manos sobre su pecho y con el forcejeo rozaron entrepierna contra entrepierna.

Pronto Ezequiel dejó de pugnar, y contempló como su amiga se frotaba contra él. Sara se llevó las manos al vestido y lo acarició hasta llegar a los pechos. Una vez allí, se los apretó con las manos.

-          Ufff, esto es demasiado. – Dijo Eze tratando de levantarse.

Sara apoyó todo su peso sobre el cuerpo del chico, y se lanzó a besarle. Él no rechazó sus labios y las lenguas se juntaron como hacía años que no lo hacían.

La chica se movía revoltosa sobre el cuerpo de él. Eze le dio un azotito en el culo, y subió la parte de debajo de su vestido dejando al aire sus braguitas. Ella se echó hacia atrás y forcejeó con el pantalón de su amigo hasta conseguir bajárselo, calzoncillos incluidos.

Una inmensa polla de casi 20cm  se estiraba frente a ella. Sara se arrodilló y pegó cuatro lengüetazos al falo.

-          No la recordaba tan grande…

-          Ni yo tan salida.

Tras hacer un circuito con su lengua sobre aquella polla, Sara se la metió en la boca y empezó a comérsela ayudándose con la mano. Eze contemplaba el escote de ella mientras le chupaban la polla.

Mientras a Ezequiel se la comían, Sara no se quedó atrás y comenzó a masturbarse ella misma con su mano libre.

-          Estás muy cachonda… A ver que vea esas tetitas.

Sara se pasó el vestido por encima de la ropa quedándose en ropa interior. Eze se lanzó hacia sus tetas, y sin quitar el sujetador, las chupó hasta que ella se desprendió de la prenda.

Ezequiel empujó con una mano la cabeza de Sara hasta guiarla a su pene. Ella empezó a chupar sin esperar más palabras.

-          Ohhh, síiiii. La chupas tan bien como lo recordaba.

Ella estaba a cuatro patas chupándosela, y él le bajó lo justo las braguitas como para llegar a su coño. Los grandes dedos de Eze se deslizaban por su rajita y embadurnaban con los jugos que extraían su clítoris.



De repente Eze la apartó con suavidad y la tumbó bocarriba sobre el sofá. Elevó sus piernas, le quitó las braguitas. En aquella postura toda la entrepierna de la chica se presentaba como un suculento manjar. Eze se arrodilló frente el sofá y hundió la cabeza sobre el coño de Sara. Ella pegó un grito de sorpresa cuando notó una lengua lijando su rajita. El chico disfrutaba comiéndole el coño y chupando como si de él se estuviera amamantando.

Introdujo su gran dedo índice dentro de su vagina sin dejar de chuparle el clítoris. Ella gemía sin pasar disfrutando del momento.

-          Sí, Eze, cómemelo todo, síiiiiiiii.

Su dedo parecía un pistón que activaba los más pasionales sonidos de la chica.

Eze metió dos dedos en la boca de Sara, y mientras estas fruncía el ceño al saborear sus propios fluidos, el chico se apresuró a metérselos por el coño. Los dos dedos entraban y salían como si quisiera hacer un piquete de ojos.

-          Uffff para para. ¡Quiero que me folles!

-          ¿Eso quieres? ¡Pues ahora verás!

Ezequiel la cogió en volandas, se sentó en el sofá y la ayudó a que se acomodara subida frente a  él.  Sara agarró aquel gran pene y lo colocó en la entrada de su vagina. Se la metió poco a poco hasta que se amoldó a ella. Empezó un cabalgar, que poco a poco, se convirtió en saltos desbocados.



El chico no hacía nada mientras ella se lo follaba cabalgando como una loca.

-          Sí que tenías ganas de follar…

Ella le respondió con gemidos. Su blanco cuerpo contrastaba con el tostado moreno de él. Eze le agarró de las nalgas y le ayudó a cabalgarle. Sus tetitas saltaban casi frente a la cara del chico, que empezó a gemir con voz gutural.

Sara se dejó caer sobre su amigo. Se besaron con pasión mientras que él se la metía a fuerza de golpes de cadera.

-          ¡Ummm, qué polla tienes!

-          ¡Una con la que te voy a romper el coño!

Eze la abrazó y ella se agarró como un mono a su cadera. Pasando las piernas por encima de los brazos de él, y enganchada por el pene, Sara no se soltó del cuello del chico a sabiendas de lo que se le venía encima.

El chico la agarraba por las nalgas y se la follaba de pies con una fuerza lujuriosa.

Se besaron durante toda aquella follada en la que él tuvo que tener todos sus músculos en tensión.



Cambiaron de postura y Sara se puso a cuatro patas en el sofá, con la cabeza apoyada en el mismo. Cuando él se la metió, ella gimió con fuerza como si la fuera a partir.

En aquella postura Sara no se daba cuenta, pero Ezequiel estaba mirando una foto enmarcada en la que aparecía con su novia.

El chico se mojó el pulgar y lo colocó sobre el ano de ella. Notó como se contraía, y tras volver a ensalivarlo, presionó hasta meterlo.

Se la folló, agarrada de tal guisa, mientras ella gemía como una perra.



Ezequiel se la sacó ante las protestas de ella, y metió la cabeza entre sus nalgas. Lamió su ano y he metió la lengua dentro.

-          Te voy a reventar el culo, que cuando estábamos juntos nunca me dejabas.

-          ¡Nooooooooooooo! ¡No cabrá!

Sin aceptar las negativas, Ezequiel colocó su rabo sobre el ano de la chica. En aquellos momentos lo tenía bastante dilatado y con un poco de presión empezó a entrar. El chico dejaba caer saliva de su boca sobre su polla para que hiciera de lubricante. Se la sacó despacito, y se colocaron tumbados de lado.

Se la volvió a meter, y esta vez entró sin dificultad. Ella no le dejó meterle más que la punta y un poco.

Sara gemía de forma desgarradora.

-          ¡Qué culo tienes!

-          Sí cabrón, ¡fóllame el culo!

El tío aumentó el ritmo hasta que paró de repente.

-          Joder, tengo que parar o me correré.



Volvieron a la postura de cuatro patas, pero esta vez follaron por el coño. Sara estaba arrodillada con el tronco recto y se movía hacia delante y atrás para follarse aquel pollón.

Eze la agarró de las tetas y se las estrujó como si nunca hubiera visto otras. El chico la abrazaba desde detrás impidiendo que aquellos lindos pechos, cogiéndolos con la mano y el brazo,  saltaran.

-          ¡Qué ganas tenía de follarte! ¡Eres más zorra de lo que te recordaba! – le dijo mientras le besaba y mordía el cuello.



Cambiaron a la postura del misionero y el chico dejó caer todo su peso sobre ella. Se la follaba como un salvaje haciendo que sus testículos la golpearan como si quisiera fustigarla.

-          Estoy a punto de correrme… – dijo con esfuerzo.

-          Hazlo donde quieras….

-          ¡Me voy a correr en tu boca!



Sara se arrodilló en el suelo y él se la cascó a la velocidad del rayo sin dejar de mirarla.

-          Qué putita eres…

Ella le miraba con la boca abierta y la lengua sacada con expresión de deseo.

El chico apretó más fuerte su polla, gimió como si fuera a darle un infarto y tras unos segundos de pausa, soltó un chorro de semen a toda velocidad. El líquido caliente entró con fuerza dentro de la boca de Sara sorprendiéndola. El segundo chorro le dio en el paladar superior y salpicó por sus labios, el tercero le cruzo la cara con una línea blanca, y el resto se distribuyeron entre su cara y sus tetitas.

Aún estaba masturbándose y soltando líquido cuando a Sara le entró un ataque de tos. De su boca salió una bocanada de semen espeso que le resbaló por la barbilla hasta caer al suelo.

Sara le agarró el pene y se lo metió en la boca chupándoselo lentamente.

-          Ufff, ha estado genial. Como en los viejos tiempos…

-          Sí, vaya pollaza que tienes.



Ambos se limpiaron y recompusieron y Sara rechazó la oferta de su amigo de llevarle a casa. Así no despertaría sospechas.

Se despidieron con un beso en la mejilla y algo que hizo que Sara se riera agotada:

-          ¡Avísame cuando quieras otro café con leche guapa!

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