viernes, 5 de abril de 2024

el sol de sitges y la amiga de mi novia (1 y 2)

 Regresamos a Barcelona pasadas las nueve de la noche del domingo. Se acabaron las mini vacaciones de mi novia, en cambio, todavía me quedaba una semana para disfrutar del sol, la playa y la despreocupación de no volver aún a la rutina. Después de tantos quilómetros desde Almería, no hubo tiempo y mucho menos ganas de deshacer las maletas. Nos fuimos a dormir de inmediato.

Sonó el despertador mucho antes de lo esperado, o eso pensé. Por la ventana del cuarto asomaba un tímido amanecer. Escuchaba a mi novia refunfuñar, quejándose del sueño que llevaba y maldiciendo el comienzo de su rutina laboral.

A los pocos minutos, el piso olía a café, la escuchaba entrar y salir buscando sus cosas antes de marcharse. Me levanté, no quería que se sintiera peor viéndome estirando en la cama plácidamente… debía solidarizarme con ella. Se despidió dándome un sonoro beso.

Todavía no había quedado con el gestor del apartamento para recoger las llaves. Tenía tiempo de sobras para desayunar y deleitarme de la paz de no hacer nada. Decidí depilarme, después de varios días sin pasarme la máquina no se veía mis genitales tan atractivos como de costumbre. Estuve un buen rato en la ducha, rasurando mí pecho, las piernas… todo por donde hubiese pelo no deseado.

Pasaban las 9 de la mañana, cogí el coche y marché a Sitges, dirección a la oficina del gestor que mi amigo tiene contratado para alquilar su apartamento. Mi colega, como os conté, me dejaba su apartamento de Sitges durante la semana que no la había podido alquilar. Mi intención era ir algún día entre semana y pasar todo el fin de semana con mi novia allí.

Al entrar al apartamento, después de esperar más de una hora de reloj al gestor, comprobé que mi colega había alquilado el piso la última semana y no había contratado servicio de limpieza. Que cabronazo –pensé.

Estuve un par de horas ordenando y limpiando el apartamento, por suerte el aire acondicionado ayudaba a no morir de calor. Era medio día cuando finalmente había acabado, y antes de disfrutar de la piscina del bloque de apartamentos, bajé a una pequeña tienda de comida para llevar.

Me senté en la pequeña mesa del balcón, el cual se orienta a la piscina comunitaria. Ahí contemplé las familias que estaban disfrutando del agua mientras comía una ensalada y comenzaba a dudar si volvería el resto de la semana viendo el panorama de vecinos y usuarios que estaban ahí abajo. Me encanta la playa, el agua, el sol, pero echaba de menos la compañía de alguien con quien charlar.

Bajé alrededor de las 4 de la tarde… me puse abundante crema solar antes de dejarme asomar por los jardines y llegar la piscina. Estaba algo más vacía, la siesta se respeta –medité.

Estiré la toalla en un hueco de césped cerca de una de las dos duchas, desde ahí podía ver panorámicamente a todos los vecinos.

3 familias, con varios niños jugando en el agua o corriendo por el borde de la piscina. No era el mejor plan, pero podía disfrutar un poco del sol en soledad.

Cerraba los ojos mientras me tostaba al sol, varias duchas después y sin darme demasiada cuenta la piscina estaba bastante llena, llena de familias con niños. Cogí el móvil y con la intención de dar algo de envidia a mis conocidos, subí una historia a Instagram, enfocando mis pies hacia la piscina. Lo sé, típica foto…

Al poco rato recibía varias reacciones de mis amigos, pero uno de ellos resultó ser de Érica, una amiga de mi novia. Estuve un rato chateando con ella, contándole como habían ido las vacaciones por Almería y como había acabado en Sitges by the face. Érica es una chica delgada, morena, con bastante pecho y de piel muy blanca. Es amiga de mi pareja desde la infancia y nuestra relación es bastante buena desde que la conocí. No es una desconocida, hemos hecho infinidad de planes, y ni imaginar que aquella conversación acabaría con otra semana fantástica, esta vez en Sitges.

Érica está soltera y vive con su familia en Barcelona. Mientras hablábamos me dijo que ella también estaba de vacaciones, pero sin planes a la vista y me pidió si podía venir conmigo a Sitges al día siguiente. No dudé en contestarle que por supuesto, que no tenía ni que pedírmelo. Hasta aquel momento yo dudaba si volvería al apartamento hasta el viernes con mi novia, pero con tal propuesta ni me lo pensé.

Así quedamos, la recogería al día siguiente a primera hora y pasaríamos el día en la playa o en la piscina del apartamento. 

Pasadas las 7 de la tarde me estaba volviendo hacia Barcelona, tardé más de la cuenta en llegar a casa, donde mi novia hacia poco que había terminado su primer día de trabajo después de las vacaciones.

Cenamos y hablamos de su incorporación, incluso le conté que al día siguiente Érica se vendría a Sitges conmigo. Se alegró mucho, ella sabía que su amiga estaba de vacaciones, pero no cayó en decirle que quedase conmigo.

Al día siguiente, me levanté junto a mi novia, y preparé café para ambos mientras se duchaba. Tardó un segundo en bebérselo y menos todavía en desaparecer por la puerta de casa dejándome solo y medio adormilado. Estaba plácidamente sentado en el sofá, viendo las noticias mientras tranquilamente desayunaba, cuando me sonó el móvil, era Érica, que estaba despierta pero que le diese 15 minutos más de margen. Sin problemas, Sitges no iba a moverse de ahí.

Me duché y poco antes de las 10 estaba saliendo de casa para recoger a Érica. Aparcado frente a su portal, vestía un short blanco con algún toque desgastado y una camiseta de tirantes, haciéndose notar las tiras del bikini color negro atado por su cuello. Me saludó con una sonrisa, sentándose a mi lado y dándome un par de sonoros besos.

En el camino se disculpó por atrasarse, diciéndome que el motivo era que el día anterior le dio muchísimo palo depilarse y lo había dejado para antes de marchar. Yo sabía que estaba yendo a sesiones láser para perder vello, y me extrañó que debiera depilarse. También es verdad que siempre queda algún pelo rebelde…

Se hizo muy corto el trayecto, apenas había tráfico y Érica no paraba de contarme chismorreos de su oficina.

Llegamos al apartamento. La primera idea era pasar la mañana en la playa, pero cuando le enseñé la piscina comunitaria insistió en disfrutar de esta antes. Volví a no oponerme, me daba realmente igual. Nos acomodamos en un rincón con césped, estiramos las toallas y nos deshicimos de la ropa quedándonos en ropa de baño. Su bikini era bastante corriente, pero la parte trasera de la braguita era en forma brasileña. Siempre llevaba brasileñas desde la primera vez que la vi en bikini. Tiene un culo respingón, no exagerado, i redondito.  

La piscina estaba vacía, como el día anterior unas pocas de familias. La conversación seguía fluida, como cualquier conversación entre amigos, nada fuera de lo corriente. El sol apretaba, nos había puesto crema solar un par de veces durante la mañana y antes de comer fijamos que también teníamos que pasar por la playa.

Antes de cruzar las dos calles que separan el apartamento de la playa, subimos a recoger el móvil de Érica y algo de agua.

El sol apretaba con más fuerza estando en la arena de la playa que en el césped de la piscina. Caímos que esta vez, aun llevando agua, nos habíamos dejado la crema solar en el apartamento.

-          No sé si vamos a aguantar mucho, este sol arde. –dijo Érica

-          Verás esta noche, rojo como los guiris y untado de aftersun… -contesté

-          Nene, qué miras?! –soltó ella

En ese momento, pasó una mujer de mediana edad, muy normal, pero que llevaba un bikini muy sugerente, pequeño y apretado. Lógicamente, mi mirada se centró en ella, y me reí de la indignación, en broma, de mi amiga.

-          Qué quieres!? Es casi imposible no mirarla Érica –dije sonriendo

-          Todos iguales, os enseñan algo más de la cuenta y os perdéis…

-          Que nos gusten las mujeres no quiere decir que seamos todos iguales, que manía tenéis con esa frasecita… -respondí

-          Es bonito, yo no me lo pondría… Hay que ser muy descarada para ir casi en pelotas por la playa…

-          Que cada cual vaya como quiere… ¿no?

-          Solo he dicho que yo no me lo pondría –contestó Érica

Lejos de quedarse ahí la conversación, derivó una nueva mucho más interesante, donde me descubría que estilos de bikinis le gustaban más, incluso me describió su última adquisición, no apta para cardiacos. Literalmente así la describió.

Lo había pedido por Amazon hace unos días, y no se atrevía a ponérselo en público. Me contó que al probárselo en casa, se dio cuenta que se había pasado con el diseño tan bajo de cadera, quedándole a mitad de su monte venus, mostrando algunos pelillos perdidos. Siempre se los compra de tanga brasileña, pero las ganas de probar algo nuevo le hicieron lanzarse. Según su forma de contármelo, no estaba convencida, incluso se planteaba devolverlo.

De mientras, yo me limitaba a escucharla, a imaginarse como le quedaría el famoso bikini. Únicamente le negué que lo hiciera cuando comentó que no sabía si devolverlo.

Con la conversación, yo me estaba poniendo bastante caliente de mente, por suerte no se podía interpretar mi estado a través de mi miembro. El sol ya apretaba con fuerza, pasamos la mañana entrando y saliendo del agua comentando los bikinis y puntuándolos.

En alguna ocasión dejaba salir mi vena más picara, y le decía que a ella le quedaría mejor que la portadora del bikini que comentábamos. Únicamente se reía, apenas me seguía el juego, o eso sentía.

Entorno a las dos de la tarde, le dije que fuéramos a comer, no aguantaba más sol. La ensalada entró espléndidamente junto a un par de cervezas bien fresquitas.

El aire acondicionado y la insolación, nos hizo caer en el sofá. Cada uno a un lado.. ella se había puesto un vestido corto de playa para no ir en bikini por casa y yo me había cambiado, poniéndome un pantalón de deporte más ancho y cómodo que el bañador, por el cual, estirado, se me podía ver todo.

Estirados en el sofá, y ella dándome el culo, no podía dejar de contemplarlo, luchaba contra la morriña que estaba teniendo con los nervios de estar viendo algo solo para mí…

Al cabo de media hora, había vuelto a abrir los ojos. La postura de Érica había cambiado, boca arriba, con su pierna izquierda apoyada sobre mi rodilla, con todo el vestido abierto y la braga del bikini estirada de lado a lado de su coño. Se podía intuir perfectamente el tamaño de sus labios, la forma… empecé a ponerme cachondo, notaba como me estaba poniendo nervioso contemplando a mi amiga en esa postura, sin quitar la vista. Yo también estaba boca arriba, casi la misma postura que ella, no quería moverme y fastidiar mi campo de visión…

Un rato más tarde, levanté la vista y Érica comenzaba a despertarse, a medio moverse, no sabía si hacerme el dormido y moverme o no hacer nada. Me decliné por no hacer nada, miraba fortuitamente su coño queriendo no olvidarme de esas vistas y de pronto, sus ojos se posaron sobre los míos, se había dado cuenta de lo que estaba mirando…

No dijo nada, se limitaba a despertarse sin gesto alguno, ni bien ni mal. Yo no sabía que pensar, si estaría enfadada o molesta… Mantuvo la postura un buen rato, expresando que menuda siesta y lo bien que le había sentado… Yo me alegré de sus palabras, no escondían malos rollos ni nada parecido.

Eran casi las seis de la tarde, seguíamos acomodados en el sofá, hablando de temas triviales hasta que decidimos marcharnos a Barcelona, y regresar a casa.

Ya no pasó nada más, ni en el apartamento de Sitges ni durante el trayecto de vuelta. Yo tampoco quería tentar a la suerte, ni estropear quizá que dejase de apetecerle volver el resto días a Sitges.

Estando en mi casa, esperé hasta casi las 10 de la noche a mi novia, que regresaba con cara de pocos amigos de la oficina. Estuvimos un rato charlando, casi más criticando por su parte algunos problemas que tuvo aquel día en el trabajo. Tenía la cena preparada, pero no me lo agradeció de la manera que yo anhelaba, quería acostarme con ella, pero la vi realmente cansada.

Una sorpresa me dejó sin aliento justo antes de acostarme, recibí un mensaje de Érica con una imagen. Me iba el corazón a mil, estaba convencido que no sería nada, pero la curiosidad me mataba. La abrí, me decía que se había quemado en la playa, y lo acompañó de una foto para mi deleite. En la foto aparece Érica, en ropa interior básica de color oscura, frente al espejo de un cuarto de baño, y bajándose el lateral de la braga para ver la diferencia de color entre la cintura y el resto de su cuerpo.

Realmente no estaba tan quemada como decía, menuda exagerada pensé. Pero pronto mi mente voló, ¿quizá buscaba algo más? Estaba nervioso, valoré hacer yo lo mismo, pero no me atreví, simplemente le contesté que se preparase para el sol del día siguiente.

Pasé la noche dando vueltas a la cama, mi novia dormía plácidamente, pero yo no conseguía quitarme de la cabeza la forma del coño Érica.

Por fin amaneció, mi novia se volvió a marchar volando hacia su trabajo, mientras yo desayunaba y me mensajeaba con Érica para ver a qué hora la recogía. Estaba despierta, lista para volver a disfrutar de la playa de Sitges.

Hoy venía con un vestido anaranjado, fino, de tirantes que acababa por la mitad de sus muslos, estaba sexy.

Llegamos al apartamento, subimos antes de ir a la playa para dejar la comida que había preparado y así de paso, enfriar un par de botellas de vino blanco.

Nos dirigimos a la playa, justo frente la misma calle del apartamento, apenas andamos para colocarnos en un hueco bastante grande de arena, por suerte, estaba bastante vacía por aquel momento. No tarde en sacar el tema, mientras ella se despojaba del vestido, del color de había cogido en relación a la foto que me envió el día anterior. Le dije que no estaba tan roja como decía, pero que esta vez sí había traído crema solar para su tranquilidad.

Sonrió, dándome las gracias y contestando que sí tenía bastante marca, tanto en la parte de arriba como la de abajo. En ese momento, estaba estirada boca arriba, con sus gafas de sol y el mismo bikini que trajo el día anterior.

Le solté entre bromas, que para no tener esas marcas, podría bajarse un poco la braga. Su mirada detrás de esas gafas de sol se dirigió a mí, volvió a sonreír y de pronto, con sus dos manos bajo un dedo la braga. Ahí me di cuenta que no exageraba.

-          Pues sí es cierto que ayer cogiste color tía, ayer no se apreciaba tanto –exclamé

-          Ahora se nota más, soy taaaan blanca –contestó bromeando

En ese momento, no sé qué me hizo tirar de valentía, pero mi dedo paso por la línea blanca de su piel, guiándome por la goma de su braga, de cadera a cadera…

-          Pero.. la piel es suave, ahí ganas puntos! –dije a carcajadas

Estuvimos hablando de la problemática que tenía con el sol, que fácilmente se quemaba y que mañana vería el resultado de esa zona blanca que hoy estaba dejando al aire. Me animé a hacer lo mismo que ella, pero yo bajé mi bañador hasta casi el comienzo de mi pene, la goma de mi bañador presionaba sobre él.

En ese momento, mientras me lo ajustaba, notaba como Érica, se inclinó para ver mi maniobra, yo lo hacía lento. Sabía que no estaría mirando otra cosa que mis manos colocando el bañador y dejando como cuatro dedos de piel blanca al sol.

-          ¡Así no podré comprobar si te has quemado! –dijo Érica

-          Bueno, siempre podré seguir bajando y comparar… -contesté lentamente las últimas palabras

Me estaba gustando estar así. Cogí el pote de crema solar, y la eché encima de esta zona con la intención de atraer, nuevamente, la mirada de mi amiga. Dejé entre las toallas el bote de crema, ojeando si ella estaba observándome. Pasaba lentamente la mano por la parte inferior de mi estómago, a las puertas de mi pene, bajo la atenta mirada de Érica.

El sol era cierto que apretaba, pero había quedado en un segundo plano. El calor interno ganaba la partida.

Cada vez que iba al agua, me recolocaba el bañador y al volver a la toalla con mi amiga me lo retornaba a bajar, de forma torpe y haciéndome el despistado, para dejarle ver parte de mi polla.

Una de las ocasiones que Érica volvía de remojarse, no se ajustó ese dedo de cintura blanco. Estaba estirada, secándose al sol. Me acomodé a su lado, y yo mismo me dispuse a bajárselo. Un pequeño sobresalto al notar mis manos en sus caderas brotó, pero se quedó inmóvil, dejándome a mi libre potestad volver a bajarle el bikini.

De un extremo al otro, pasé una de las manos hasta la otra cadera, sujeté los laterales de la braga bajando poco a poco, sin detenerme, había pasado dos dedos de margen cuando mi corazón estaba saliendo por mi boca, lo notaba rapidísimo, pero por parte de Érica ningún gesto de rechazo. Seguí, tenía vello en su pubis, poquísimo, pero mi excitación crecía.

Seguí bajando, dejando al aire todo su monte venus, blanco, muy blanco, solo salpicado por cuatro mal vellos púbicos. Al colocarme nuevamente a mi posición para tomar el sol, no dejaba de incrustar mis ojos en ese trozo terso de carne blanca… así pasamos varios minutos.

-          Voy a ponerme crema, que me has dejando descuidada nene, me voy quemar el chichi… -me soltó

-          ¡¡Después de la ducha… after sun y chichi moreno!!

Nos pusimos a reír, fue un pequeño instante de complicidad y broma que me liberaba de la tensión acumulada por tal escenario.

La manera de echarse crema me pareció tan sensual, el movimiento de su mano por su monte venus hacia mover la braga, pudiéndose ver en pequeños instantes, el comienzo de su raja, tan rosa que hacia contraste con la blancura de su piel. Repitió como tres veces, decía que no quería quemarse, pero yo no podía alejar la vista, estaba hechizado.

Pasó la mañana volando, demasiado rápido para mi disfrute. Decidimos marcharnos alrededor de las 2 de la tarde para comer relajadamente en el apartamento.

Mientras yo preparaba la mesa, Érica se dispuso a ducharse. En mi ir y venir de la cocina al comedor, ella se despojaba de su vestido, de sus gafas de sol, toalla… La tercera vez que volví al comedor, haciéndome el despistado, Érica estaba quitándose de espaldas el bikini, dejándolo caer al suelo y marchándose tranquilamente desnuda a la ducha.

Mi polla se hinchó de inmediato, me temblaban las manos… Escuchaba desde la cocina, mientras preparaba la ensalada de patatas, el sonido de la ducha. Lo tenía todo preparado, solo faltaba el vino blanco que había dejado en la nevera. Salía Érica, sonriendo del cuarto de baño, con una toalla enrollada desde su pecho hasta la mitad de sus muslos.

-          Te toca. No tardes que sirvo el vino –resaltó, yendo hacia la cocina.

Yo no me iba a cortar un pelo ante tanto libertinaje pensé, y me desnudé ahí mismo, en el comedor, dejando mi camiseta y bañador tirados en el sofá.

La ducha fue un instante, Érica me reprimía que saliera a comer. Salí medio mojado, apenas me había secado y había hecho igual que ella, me enrollé una toalla por la cintura y nos sentamos en la mesa.

La sensación era doble, comer y estar ambos, únicamente con un trozo de tela sobre nuestros cuerpos desnudos. El primer vino se acabó, tan suave que nos atrevimos a abrir el segundo. Se notaba los efectos en nosotros, nos dejó bastante atontados.

Acabamos de comer, pero todavía quedaba media botella y para acabarla aún más a gusto, nos recostamos en el sofá. Érica se estiro apoyando su espalda en el brazo del sofá y yo sentado al lado de ella. Dejó sus piernas desnudas encima de mis muslos, que sin darme cuenta, tenía la toalla enrollada apenas sin fuerzas, medio abierta, sin verse nada, pero cualquier movimiento podía hacer que cayera. Brindábamos y mi mano se posicionaba en su muslo. En ese momento volvía a tener polla creciendo poco a poco, notándose el bulto descaradamente. En su caso, la toalla acababa justo para no verse su rosa rajita y mi mano seguida depositada en su pierna, que ahora acariciaba tímidamente sin llegar a tocar la toalla.

Había bebido demasiado, y no podía aguantar, necesitaba ir al baño… al irme, tuve que sujetarme con fuerza la toalla para que no cayera. Al levantarme, el movimiento de Érica hizo que se quedara con una pierna más abierta que la otra, dejándome ver todo su coño, durante un segundo que hizo abrir mis ojos de par en par.

No estuve ni un minuto en el baño, que al regresar, Érica se había colocado la cabeza en un cojín y se había estirado, ocupando gran parte del sofá, con los ojos cerrados y supuestamente durmiendo. Se había ajustado bien la toalla, pegada a su cuerpo.

Me coloqué como pude, me estiré al otro lado del sofá y mis piernas quedaron entrelazadas con las suyas. Un simple roce me enloquecía. Mi toalla, en cambio, no la tenía enrollada a mi cuerpo, la tenía encima de mis rodillas, tapándome como si de una manta se tratase. Me sentía exhibicionista, aunque nadie me estuviera mirando.

El momento fue desinflándose, dominándome la morriña provocada por las copas de vino. Caí dormido, no mucho tiempo, pero lo suficiente como para haber perdido ocasión de jugármela con Érica. Se había levantado, escuchaba la Nespresso desde el salón.

Érica, en bikini, regresaba de la cocina con dos cafés, cuando me fijé que mi toalla apenas me tapaba la polla flácida. Reaccioné y me tapé lo suficiente. Acabamos de tomar el café y bajamos a la piscina.

Estaba llena de críos con sus padres, jugando en el agua y corriendo por el césped. Quizá no fue tan buena idea, apenas tendría tanta intimidad como tuve esa misma mañana en la playa, aunque parezca mentira.

Érica me hizo pasar la tarde volando, realmente la estaba conociendo aún más, escuchaba atentamente todo lo que me explicaba, mirando sus labios sin atender al resto del mundo que tenía al lado. Me lo estaba pasando muy bien, entre bromas y anécdotas que me contaba. Hasta el punto que empezó a caer el sol sin darnos cuenta.

No había recibido ningún mensaje de mi novia, intuí que todavía no habría llegado al piso, por lo que me tomé la vuelta con calma. Recogimos las mochilas del apartamento y alrededor de las 10 de la noche ya estábamos en Barcelona.

Efectivamente, mi novia no había regresado todavía. Medio dormido en el sofá de casa, después de picar un poco de embutido, entró con las mejillas rojas y aires de habérselo pasado bien. Me comentó que quedó después del trabajo para hacer una cerveza, pero acabaron siendo unas pocas más. No le pregunté mucho más, ella se limitó a contarme lo largo que fue el día.

Volvió a caer rendida en la cama, sin prestarme atención. Aquella noche dormí plácidamente, pensando en Érica… hasta que sonó la alarma de mi chica. Era hora de volver a madrugar para una nueva jornada de trabajo. Media hora después, salía del piso despidiéndose con un largo beso.

De camino a Sitges, ya con Érica en el coche, recibimos ambos un mensaje de mi novia. En el mío, me proponía que como estaba llegando tarde a casa esos días me quedase a dormir en el apartamento y esperarla allí para pasar el fin de semana. En cambio, en el suyo, le decía que me cuidara como si fuese su novio y que no se preocupara por la ropa, que ella misma, el viernes, nos traía ropa limpia a los dos.

-          ¡¡¡Que chocho tiene tu novia nene, la ropa me da igual pero que te trate como un novio… si te trato mejor!! –se rió

-          ¿Entonces nos quedamos a dormir? –pregunté

-          Sí, no me importa… mejor –contestó Érica reafirmando su respuesta

-          ¿Pero me tratarás bien? ¿Harás caso a tu amiga? A mí me gusta hacer la cucharita… -dije

-          ¡Como un novio dijo, pues como un novio entonces!

Al escuchar esas palabras, me recorrió un escalofrió por el cuerpo, leve pero suficiente como para ponerme nervioso. Mi mente especulaba sobre ese comentario, y sin pensarlo si quiera, mi mano se posó en su muslo mientras con la otra sujetaba el volante.

Mi mano, a escasos centímetros de su cadera, apretando con firmeza.

-          Pues… como… novios… –logré decir sin separar la mano

Ella, lejos de quitármela, deposito su mano izquierda sobre esta, mirando por la ventana con sus famosas gafas de sol.

Antes de subir al apartamento, pasamos por la piscina y valorar si volver a la playa o quedarnos ahí. Por suerte, apenas había nadie, una mujer de mediana edad en una de los rincones y una pareja con sus hijos en el borde de la piscina.

Dejé nuevamente dos botellas de vino en el frigorífico antes de bajar a la piscina, con la esperanza que esta vez la comida acabase con distinto final.

Dejamos las toallas estiradas en el césped, debajo de un árbol que hacía de sombrilla y en cierto modo, daba algo de intimidad. Quedaba algo alejado de la piscina…

Fue en ese momento, mirando a Érica como se deshacía de su falda, que llevaba un bikini increíblemente pequeño, apenas tapaba su coño, y donde ayer había pelillos, en ese momento no hay ni rastro. El bikini dejaba al aire la mitad de su monte venus, el cual se diferenciaba del resto de color de su cuerpo, más bronceado.

Intenté no babear frente de ella, era difícil resistirse a contemplarla al contonear su cuerpo en dirección las escaleras de la piscina.

Nada más entrar en el agua, Érica vino a mí por la espalda, abrió las piernas apretándome desde atrás. Se quedó así, abrazada a mí. Sus brazos también rodeaban mi pecho. Yo sujetaba su pierna y con la otra me apoyaba en el borde de la piscina.

Sus manos comenzaron a jugar, de ir de lado a lado de mi pecho, mientras hablábamos de la suerte que tiene mi amigo, propietario del apartamento, de poder tener escapadas así siempre que quisiese. Perdí el hilo de la conversación, mi polla comenzó a hincharse. Mi atención pasó a disfrutar las manos de Érica sobre mi pecho y abdomen. Asentía a las palabras de mi amiga, con su cabeza apoyada en mi hombro.

La piscina seguía vacía, no había llegado nadie más. Mire alrededor, pero todo seguía igual, sin que nadie estuviese centrado en nosotros.

-          Parecemos novios… ¿no? –preguntó una segunda vez Érica

-          Ssssí… lo parecemos… -balbuceé

-          Se esta tan bien… –terminó de decir

Acto seguido se separó de mí, se mojó el pelo y se dirigió lentamente a unas escaleras metálicas donde apenas el resto de los usuarios de la piscina podían ver nada.

La seguí. Estaba apoyada, todo su cuerpo sumergido en el agua. Me coloqué a su lado, muy cerca de ella. Realmente si parecíamos novios. Fuera del agua continuábamos hablando, pero debajo de esta, mi mano no tenía intención de dejar escapar ese cuerpo.

Comencé sin previo aviso, a pasar mi mano por su cadera, notaba entre mis dedos el hilo del bikini que tanto me gustó. Mi pierna, se perdía entre las suyas. Nos estábamos rozando la mitad del cuerpo contra el del otro, pero aparentemente, no estaba pasando nada. Parecíamos dos actores de Hollywood.

Me deleitaba apretando sus piernas… recorría mis dedos hasta el lateral de su bikini. Su mano, apoyada encima de la mía, dándome permiso a todo lo que estaba haciendo me daba seguridad. Notaba como mi polla no resistía la tela del bañador. Su cara, poco a poco cambiaba, no hacía falta disimular que aquel tonteo le estaba encantando.

Con las dos manos, agarré de su cintura para pegarla a mí, dándonos un abrazo donde pude notar sus pechos sobre el mío, ella apretaba sus brazos rodeando mi espalda, mi polla frente su coño separados por la tela de los bañadores… mi cadera hizo movimientos para forzar el roce contra ella, no podía negar que estaba muy excitado. Era yo quien estaba dominando la situación, ella se limitaba a dejarse hacer. Viendo que no se abría de piernas como cuando lo hizo de espaldas. Le di la vuelta, me reposé en la pared y coloqué su trasero pegado a mi polla.

En esta posición, mi polla se encontraba entre sus dos nalgas, su culo apretaba con fuerza hacia abajo, podía dibujar la figura de su culo en aquella posición. Mis manos rodeaban su cintura, se perdían manoseando su vientre, las piernas sin llegar a tocar su coño. Jugaban encima del borde de su bikini, mis uñas arañaban la zona, quería poseer el momento.

Cada arañazo, sin ser brusco, el cuerpo de Érica se movía. Los movimientos pasaron de ser lentos y desapercibidos, a notar la evidencia del deseo que teníamos. En uno de los movimientos, mi bañador se bajó un pelín, dejando al aire medio tronco de mi polla, que ahora se rozaba contra su culo y su pequeña braguita.

Sabíamos disimular, nadie se estaba percatando de lo que en el agua estaba pasando, hasta que de golpe tuvimos que detenernos. Un hombre se acercó al agua, al otro lado de la piscina.

Al separarnos, Érica subió las escaleras metálicas y se fue para la toalla sin decir nada. Yo no podía salir, tenía una erección tan fuerte que tarde bastante rato en poder volver con ella.

Era media mañana, estábamos debajo del árbol sobre nuestras toallas, cuando caímos que ese día debíamos comprar algo para comer, con lo que acordamos quedarnos un rato más ahí y salir al pueblo en búsqueda de un supermercado.

El resto de la mañana, fue pasando sin darnos cuenta, compramos una ensalada preparada y unas hamburguesas para acompañar y sobre las dos de la tarde ya estábamos entrando por la puerta del apartamento.

-          Primera para la duchaaaaa… -corrió hacia el cuarto de baño Érica

Me dispuse a preparar la mesa y hacer las burguers mientras ella se duchaba. Volvió a salir con una toalla enrollada a ella, para acabar de ayudarme en la cocina. Mientras ella estaba atenta de no quemar las hamburguesas, me quité el bañador diciendo que iba a la ducha. Dándole la espalda, en la puerta, le recordé que debía servir el vino, mientras ella me daba un repaso de arriba abajo antes de perderme por el pasillo dirección a la ducha.

En la ducha, era evidente mi excitación. Mi polla estaba totalmente tiesa, enfocando hacia el techo. La toalla no podía disimularlo, ni tampoco era mi intención hacerlo. Después de todo lo que había pasado aquel día, no quería disimular nada, aunque si es cierto que ninguno de los dos lo había hablado abiertamente. ¿Nos estábamos haciendo los despistados para no romper la magia?

La mesa estaba puesta, Érica mirándome sentada, con la toalla algo floja, la cual aduras penas se sujetaba por la parte de sus tetas a la altura de sus pezones. Haciéndome el despistado, y viendo los ojos de Érica clavados en mi bulto, me senté. Brindamos por nosotros y comenzamos a devorar los platos.

Toda la comida la hice con la polla dura, a punto de estallar, pero no me molestaba como me pasaba con el bañador. Ambos bebimos menos que el día anterior, ni siquiera abrimos la segunda botella de vino.

La excitación podía cortarse en el ambiente, mi mente se perdía recordando la mañana, recordando la pequeña lujuria vivida, los manoseos, mientras intentaba mantener la conversación y seguir con este no tan inocente juego.

Estuve recogiendo la mesa ante la atenta mirada de Érica desde el sofá, no eran ni las 4 de la tarde. Seguía con la toalla enrollada alrededor de su cuerpo, sentada en el sofá podía comprobar que esta le llegaba hasta su cintura, tapando por pocos centímetros su rajita, incluso pensé que había escogido esa toalla expresamente.

Al regresar de la cocina, con toda la mesa completamente recogida, me encontré a Érica sentada en el sofá como un indio americano, con las piernas abiertas y con la toalla subida hasta sus caderas, dejando todo su coño abierto mientras se entretenía con su móvil.

Me senté a su lado como pude, colocando mi mano sobre su muslo, su rodilla apretaba mi pierna, mi corazón latía con tanta fuerza que no sabía cómo reaccionar ante tal contexto. Mientras, mi mano apretaba su muslo interior, dibujando círculos, apretando su pierna blanca y desnuda. Cerró el móvil a los pocos segundos, estirando su cabeza hacia atrás, reposándolo en el cabezal del sofá. Yo seguía con mis movimientos, mientras hacía que miraba la televisión, pero mi atención estaba completamente en el coño de mi amiga.

Ella resoplaba con mis movimientos desde el interior de su muslo, casi rozando su labio rosadito, hasta su rodilla, iban y volvían lentamente. Mis dedos recorrían con firmeza su carne, deteniéndose justo a las puertas de su ingle, aumentando el calor de nuestros cuerpos.

Como pude, fui lentamente deshaciendo el pequeño nudo de mi toalla, dejándola de lado a lado, dejando toda mi polla escapar, totalmente dura.

Veía como su lengua pasaba por sus labios, mojándolos, en ocasiones sus dientes apretaban también contra estos... sus ojos cerrados con fuerza, disfrutando de este pequeño juego tan excitante entre los dos…

-          Voy a colgar la toalla, creo que no la necesito… -dije suavemente

-          Espera, me encanta… -contestó

-          Ahora sigo –respondí

-          Está bien, pero el resto de mi cuerpo tiene envidia, lo estás haciendo de maravilla –dijo mientras me dirigía al cuarto de baño, completamente desnudo con la toalla en la mano.

-          Espera… –escuché justo detrás de mi

Colocamos ambas toallas en diminuto cuarto de baño, desnudos uno frente al otro, como si de una situación normal se tratase. Mi polla dura, apuntando hacia el frente, sus pechones desnudos y morenos, totalmente rígidos no hacían de esta una situación aparentemente normal.

-          Sig… sigues…? –preguntó mirándome a los ojos

-          No puedo negarme, ¿verdad? –vacilé

-          Ni se te ocurra –rió

Nos encontrábamos uno frente al otro, en el diminuto cuarto de baño, completamente desnudos y excitados, a escasos centímetros uno del otro. Mi excitación era evidente, su mirada delataba su calentura. Me miró a los ojos al mismo instante que pegó su cuerpo al mío, abrazó mi torso con sus brazos y su lengua lamió mis labios. Me dejé hacer. Mi polla se encontraba presionada, cosida a ella, inmóvil mientras mis demás sentidos captaban las manos de Érica, que recorrían mi espalda, mi culo, mi cuello. Nos besábamos con fuerza, lamiéndonos la cara, saboreando el aroma del otro, disfrutando del sabor de sus mejillas, labios y lengua. Mis manos, agarraban con firmeza su cuello y su cabeza. No quería dejarla escapar, sentía un deseo incontrolado de lamerla.

Seguí lamiendo su cara, giré varias veces su cabeza con firmeza para poder morder su cuello, mientras su cuerpo seguía pegado al mío. Movía su cintura presionando contra mi polla, los vaivenes y la intensidad del movimiento, multiplicaban mis ganas de poseerla.

Llegué a tal excitación, que giré todo su cuerpo, enfocándonos hacia el espejo. Detrás de ella, pegado a cuerpo, con mi polla apoyada entre la raja de su culo, mis manos ahora estrujando con fuerza sus tetas y mis dientes mordiendo sus hombros. Ella solo podía dejarse poseer. Apoyó sus manos encima de la pica, disfrutando de mis movimientos y mis manos sobre de ella. Cada vez más, su posición se curvaba, echando hacia detrás su culo, con movimientos frotando mi polla, abriéndose poco a poco, hasta que en esos movimientos la punta de mi polla cayó a la altura de su coño. Ahora me frotaba con los labios de su muy mojada vagina. Notaba como el líquido resbalaba sobre mi tronco.

Los gemidos fueron aumentando, apretaba las piernas para tener más fricción, parecía que no quería soltar mi polla. Empujé su cuerpo, posé su pecho contra la pica, su cara de excitación y su lengua fuera tras el espejo será una de las imágenes que nunca olvidaré en la vida. Me coloqué en la entrada de su coño, y lentamente mi polla se sumergió. Mi movimiento era lento, suave… mis manos subían y bajan a la par por su espalda para terminar estrujando su culo.

Los gemidos de Érica seguían el ritmo de mis leves embestidas, gemidos suaves que adornaban más de excitación el cuarto de baño. Con mis manos depositadas en sus nalgas, apretaba con intensidad ese trozo de carne. Las separaba, escapando a la vista su diminuto ano. Mis dedos gordos, se acercaban poco a poco a las puertas de ese agujerito, algo más oscuro que el resto de sus cachetes.

Mis embistes habían aumentado contundentemente, al igual que lo hacían sus gemidos. Mis manos no podían apretar con más fuerzas su trasero junto a uno de mis dedos apretando la entrada de su ano. La visión que en ese momento tenía era maravillosa, veía a Érica reposada en la pica a través del espejo, y su culo abierto mientras me la follaba.

Estaba a punto de correrme, pero no quise quedarme ahí. Dejé de embestir, besándole su espalda curvada, lamiendo su nuca sin sacar mi polla de dentro de ella. Tenía la polla muy dura, un simple movimiento habría hecho correrme. Contuve la situación, saliendo lentamente de ella. Se giró, y volvimos a besarnos, pegados uno al otro.

-          Vamos a la cama –dijo Érica con voz cansada

Nos dirigimos al cuarto principal, donde teníamos una maravillosa cama de matrimonio. No dio tiempo a deshacerla, cuando me empujó contra el colchón.

-          Boca arriba –me ordenó completamente desnuda y sudada

En ese momento, dominado por sus manos, dobló mis rodillas mientras se introducía mi polla en la boca y con la mano masajeaba mis huevos. Me estaba haciendo una mamada descomunal, dejando toda su saliva encima de mí. Tenía toda mi entrepierna llena de babas que dejaba caer de su boca con cada movimiento. Comencé a notar como bajaba cada vez más hasta rozar mi ano.

Comenzó en ese momento, una sensación que jamás había experimentado. Mientras su boca no dejaba de chupar mi polla, su dedo todo pringoso, dibujaba círculos en mi ano. El placer era espectacular. De repente, escupió una gran cantidad de saliva en mi polla y comenzó a pajearla con sumo cuidado. Bajó su cabeza por debajo de mis huevos, y volvió a hacer magia. Su lengua estaba jugando con mi ano, lo lamia con descaro.

Me estremecía contra la pared aguantando tanto placer desconocido. Apretaba con mis manos su cabeza, presionándola contra mi pidiendo más lengua en aquella zona.

Comencé a correrme y Érica intensifico la paja hasta tal extremo que dolía. Bajaba y subía su mano con dureza, exprimía y apretaba mientras salían de mí borbotones de leche por todas direcciones.

A los segundos, una vez cobré el sentido, sentí la necesidad de devolverle todo el placer que me había proporcionado. Me puse encima de ella, y abierta de piernas, comencé a comerle el coño sin previo aviso. Me encontré con mucho jugo, tenía la cara completamente inundada de sus flujos. Sabían riquísimo, un sabor intenso y excitante se extendía por toda su entrepierna. Mis manos se escapaban por todo su cuerpo, pellizcándole los pezones, agarrando sus tetas, acariciando su abdomen...

Se movía al mismo compás que lo hacia mi lengua en su coño. Mi nariz casi desparecía entre sus labios, intentando respirar como podía. Estaba seducido con el sabor, no podía dejar de lamerlo.

Arrancó a tener pequeños espasmos, mientras mi lengua seguía deleitándose con su vagina, notando como se contraía y se corría en mi boca que no dejó de lamer hasta que Érica me dijo basta, apartándose de mí.

Me estiré a su lado y me abrazó con mucha delicadeza mirándome a los ojos. Estábamos tumbados, abrazados con una capa de sudor y saliva que ocupaba toda la habitación.

-          Necesito un agua –dije descansado

-          Me apetece playa –respondió Érica con los ojos cerrados

-          Así…? Apestamos…

-          Así, nos ponemos los bañadores y al agua… -salió Érica de la habitación

Al cabo de 15 minutos, sin hablar de lo que había sucedido, ni siquiera un pequeño comentario al respecto, llegábamos a la playa con los cuerpos sudados y olor a sexo.

Ni estiró la toalla que se enfundó en el agua, lanzándose directamente, ahogando su calor en el agua salada de Sitges y desde la orilla, miraba como aquella mujer había hecho que minutos antes, me regalara una corrida extraordinaria.

Eran casi las siete de la tarde y el sol comenzaba a relajar su fuerza. Desde fuera parecíamos una pareja corriente, pero mi mente seguía excitada y confusa. No había señales de arrepentimiento por parte de ninguno de los dos, pero seguimos sin mencionar nada de lo ocurrido.

El resto de la tarde volvió a pasarse volando. Ambos teníamos bastante hambre, y como ella es una amante forofa del sushi, decidimos coger un par de bandejas y cenarlas en el balcón del apartamento.

Sin ducharnos y recién llegados de comprar el sushi. Preparamos la mesa del balcón, servimos unas cervezas y nos pusimos a cenar. No dejamos ni una sola pieza. Al terminar, con la poca luz y tranquilos uno al lado del otro, Érica dejó caer su mano en mi pierna, mientras seguía mirando a la oscuridad totalmente despreocupada.

Fue en ese momento, que no pude contenerme, y sin saber que palabras escoger, rompí el hielo.

-          Ha sido brutal lo que me has hecho esta tarde Érica –dije asustado

Me miró con una sonrisa, picara y satisfecha.

-          Me he dejado llevar, me apetecía hacértelo. Tenía miedo que me rechazaras o no te gústate que te tocase... ahí… -acabó de decir atenta a mi reacción

-          Jamás me habían comido el culo la verdad –reí

-          ¿Enserio? Debo admitirte que me lo hizo un follamigo hace unas semanas, y también me encantó. –Respondió ella

-          Es diferente, pero extremadamente excitante. Sentía mi polla más dura de lo normal… -confesé

Estaba volviendo a subir el ambiente, igual que mi polla. Hablar y recordar lo que había pasado entre los dos me estaba excitando, además no ayudaba la mano de Érica masajeando mi pierna.

Al rato, recogimos los platos y demás trastos de la mesa del balcón. Nos quedamos únicamente con dos nuevas latas de cerveza.

Seguíamos en bañador, sin ducharnos y con la sal de la mar pegada en la piel. Disfrutando de la tranquilidad de la noche y de la brisa que corría en ese instante.

La conversación fue cada vez profundizando alrededor del placer en el ano. Ella me confesó que había practicado varias veces sexo anal y que estando muy excitada le encantaba. Oia sus palabras, la seguridad con lo que afirmaba sus experiencias y mi bulto descaradamente evidente.

Érica toda atrevida, volvió a poner su mano en mi muslo, pero esta vez rozaba su dedo meñique con el calzoncillo del bañador. Mientras me relataba el gel que utilizó en una de esas experiencias, jugaba con la cabeza de mi polla tapada con la sensible tela del bañador.

No podía hacerme el despistado, estaba hipnotizándome, sus palabras violaban mi mente y su mano mi polla. Estaba excitadísimo.

Desde ahí fuera nos podían ver, ella se dio cuenta. No caí hasta que volví a abrir los ojos. Dejó todo lo que me estaba haciendo, se levantó llevándose las dos latas de cerveza al comedor, diciéndome que se iba a poner el pijama.

¿Qué pijama? –pensé.

Ninguno de los dos nos trajimos nada para cambiarnos, no teníamos a primera hora de la mañana quedarnos a dormir en Sitges.

Me senté en el sofá, pegado un sorbo de cerveza cuando entró Érica… ¡en ropa interior! No había cambiado en realidad el panorama. Mostraba la misma carne que antes de bikini a ropa interior, pero debo admitir que no me lo esperaba. Aunque algo más excitante era, además la tela de esas braguitas se veía súper fina y casi transparentaba por completo sus labios y sus pezones.

Mi polla se salía por un costado de lo dura que estaba y mi mente volaba sin más deseo que en ella y en disfrutarla.

Le pegó un buen trago a la cerveza, derramándose una fina gota por su cuello. Hasta el mínimo detalle me parecía sexy. Al terminar, se sentó encima de mí, abierta de piernas, comenzándome a besar con mucha euforia. La intensidad con la que movía los labios y la lengua me abrumaba y me excitaba todavía más.

Mi reacción ante todo eso, se limitaron a abrazar su espalda, arañar los cachetes y estrujarlos. Ella se movía encima de mí, las telas de mi bañador y de su braguita nos volvían a separar las ganas que tenía de ser penetrada. Sus manos no dejaban de sujetar mi cabeza a su antojo, de moverla a su placer para besarme y lamerme la cara. Los movimientos de Érica contra mi polla se acentuaban con tal extremo que podía notar la figura de sus labios en mi entrepierna.

Quería follármela, deseaba volver a penetrar ese coñito.

Como pude, la separé de mí y sin mediar palabra, me la lleve a la cama de matrimonio que seguía deshecha, tal y como la habíamos dejado este mediodía. Por el pasillo me quité el bañador, no aguantaba más la presión en mi polla.

Dejamos caer nuestros cuerpos en el colchón, mientras nos besábamos y manoseábamos. Los roces, los mordiscos, los lametones sin pudor fueron un constante durante unos minutos, la saliva impregnaba nuestra piel, fundiendo toda la habitación de un olor especial.

Mi excitación estaba llegando al límite de la sinrazón, actuaba por instinto, sin importarme si mis brazos apretaban su cuerpo sin control o si mis mordiscos le causaban dolor. Bajé hasta su coño, recorriendo con mi lengua su abdomen. No actuaba con sentido, sentía un instinto animal en mi interior, y Érica mi juguete, al que podía domar sin contemplaciones.

Baje su bikini, despojándola y dejándola desnuda nuevamente para mi deleite. Su coño hinchado, rosita y húmedo llamaba a mis labios a comérselo. Puse a Érica en posición de perrito, su ano apuntaba al techo y de su coño brotaba un fino hilo de fluido… No aguanté más tiempo sin meter mi lengua en su trasero, lamiéndole el coño en tal posición que mis manos apretaban sus cachetes sin miramientos.

Me lo comía como animal, subía y bajaba por toda la raja. Mi lengua llegaba a la entrada de su ano. Gemía alto, sentía su placer con cada uno de los sonidos que salían de ella y de los espasmos que su cuerpo producía. Pasé unos instantes queriendo que no acabase nunca, quería darle placer y tragarme todo lo que saliese de ella.

Los movimientos de mi cabeza, la intensidad con la que le estaba comiendo el coño y rozaba su ano, acabaron en pocos minutos. Érica comenzó a chillar, sus tetas pegadas a la base del colchón, con el culo en pompa y con sus pies estremecidos. Se corrió en mi boca, mientras mi lengua seguía moviéndose de lado a lado, arriba a abajo sin dejar rincón sin lamer. Me deleité con las contracciones de su vagina mientras mi lengua seguía ahora con leves movimientos saboreando sus fluidos.

Érica dejó caer de lado su cuerpo, se quedó recogida a uno de los lados de la cama. Tenía la cara completamente roja, sudada, como si de una maratón se tratase. Sus ojos medio cerrados y su boca entreabierta, reflejaban el estado sedante del que disfrutaba.

No tardó en reponerse, mirando fijamente dirección a mi polla, la cual seguía totalmente tiesa y necesitada.

-          Ve y métemela, no te hagas de rogar cabrón –susurró Érica delicadamente

Estirada en la cama, boca arriba y con las piernas abiertas completamente. Yo fuera de esta, de pie y apuntando a la entrada de su vagina. Hice caso a su petición, y comencé otra vez a penetrar el coñito de Érica, hinchado y lubricado. Mi polla entraba con mucha soltura, casi resbalando por su agujero. Mis movimientos eran duros y seguidos, disfrutando del placer de cada centímetro que introducía en ella. Sus tetas rebotaban de arriba a bajar al compás de mis embistes y sus brazos estirados a cada lado sujetándose a la cama, hacían sentirme un semental sometiendo a su presa. La imagen de verla recibir placer con los ojos cerrados, mordiendo sus labios con los dientes y algún que otro gemido por su parte, hicieron mella en mí.

Tal excitación y el aumento de mis embistes, que ahora eran más lentos, pero más fuertes, me proporcionó un nuevo orgasmo impresionante. Comencé a escupir mi leche dentro de ella, llenándola. Mi orgasmo seguía con mis leves embistes, ahora ahogados con mis últimos gemidos y viendo como algunos fluidos caían alrededor de mi tronco al entrar y salir de su coño.

No aguantaba más de pie, disfrutando del estado de relajación después de correrme. Me estiré en la cama, pegado a Érica, mientras se abrazaba a mí y con su mano acariciaba mi pecho con suma delicadeza. Besaba levemente mi hombro y sus piernas se estrechaban a las mías.

Me di cuenta que la ventana de la habitación estaba completamente abierta, y sería posible que nos hubieran escuchado. La noche era latente, fuera de nuestra burbuja sexual, no se escuchaba ningún ruido, todo estaba en paz. No me importaba lo mas mínimo, en ese momento nuestras respiraciones al compás eran lentas, tranquilas…

Contemplaba a Érica, con los ojos cerrados, ceñida a mí, completamente desnuda, sudada y frágil. Me sentía perfecto en aquella situación hasta que caí en el sueño, durmiendo con tal mujer a mi lado.

Desperté por los ruidos de los niños que jugaban en la piscina del bloque de apartamentos, debía ser tarde. Hacía mucho sol, calor y mi cuerpo pedía la necesidad de hidratarse. En cambio, Érica seguía en la misma posición de anoche, abrazada a mí.

Salí lentamente de su regazo. Cogí el móvil, eran las 12:35 horas de la tarde. Tenía un mensaje de mi novia. ¡Este me dio un vuelco al corazón!

Me avisaba que comería en Sitges con nosotros, que salía antes de la oficina para aprovechar el fantástico viernes de sol. Parece ser que también reservó en una arrocería y que no se había olvidado de cogernos ropa para el fin de semana, tanto para Érica como para mí.

Tenía un par de horas antes de que llegase…

Continuará.


Parte 2


Habían pasado 5 minutos desde que leí el mensaje de mi novia y no sabía por dónde comenzar. No la esperábamos hasta la noche y ni siquiera creía que la pasada noche se nos fuera tanto de las manos. Mi cabeza no reaccionaba ante tanto desmadre.

Érica seguía acostada, desnuda en la cama. Su piel evidenciaba sudor, calor y sexo. Brillaban particularmente sus pequeños pezones ante la intensa luz que entraba por la ventana. Aún, después de todo lo ocurrido con ella, seguía hipnotizándome.

Casi la una de la tarde. Intenté despertar a Érica con leves caricias por su cuello, pegado a su cuerpo y sintiendo su profunda respiración calmada y sosegada, sin importar el alrededor. Lentamente sus ojos y su cuerpo reaccionaban a los movimientos de mis dedos por su rostro. Dibujó una sonrisa al clavar su mirada con la mía… miró a su alrededor y sonrió aún más cuando se percató que ambos estábamos desnudos y mi pierna abrazaba la suya.

Imaginaba una situación tensa o difícil por lo que sucedió horas antes, pero su reacción tan natural y tranquila me asombró. Ninguna expresión de arrepentimiento por parte de Érica me llenó de seguridad a la hora de recolocar mis pensamientos, que desde que desperté, estaban inundando mi cabeza.

Ante tal natural ambiente, desayunamos completamente desnudos en la cocina del apartamento. El erotismo volvía a invadir nuestro mundo, incluso el simple gesto de beberse el café con leche, la manera en como lo hacía, transmitía sensualidad. Conversamos de la hora de llegada que al final tendría mi novia, le parecía buenísima idea aprovechar para comer en la carrocería que nos había propuesto y disfrutar de una buena comida. Al terminar esa frase, me miró con picardía y a ambos nos entró la risa. Realmente me sentía fascinado de sentirme tan libre y despreocupado, como si lo que sucedió durante la semana fuese de lo más corriente entre nosotros dos.

Al terminar el desayuno, comencé a ordenar la cocina mientras Érica se duchaba. Salvo la cuestión que hasta aquel momento íbamos desnudos, no hubo más contacto entre nosotros dos más que el ocurrido al despertarnos, ni roces ni caricias. Un ambiente calmado y natural reinaba en el apartamento, y aunque notaba esa paz, mis pensamientos no se fiaban del todo.

Sabía que en pocos minutos mi novia entraría por la puerta y no estaba del todo seguro de que ocurriría entonces.

Recogidos los trastos de cocina, lavados los platos y antes de ordenar el resto del apartamento, tenía intención de tomar una refrescante ducha, pero todavía Érica no había salido de esta. Abrí la puerta y seguía disfrutando del agua.

-      Te vas a arrugar –le dije mientras cerraba la puerta

No contestó y acto seguido corrí la mampara llena de vaho. Descubrí a Érica, mientras le recorría el agua por todo su cuerpo y echaba hacia detrás su morena melena.

-      ¿Quieres pasar? –murmuró mientras cerró el grifo.

Tampoco contesté. Frente a mí, miré todo su cuerpo. Recorrían abundantes gotas por su piel y mi interior comenzaba a hervir. Mi polla reaccionaba a cada latido de mi corazón, acelerado, provocándome algún temblor. Esta vez tan sereno, sin pizca de alcohol en el cuerpo, era evidente que la situación se vive totalmente distinta.

Entré. Acepté su propuesta. Me dejó espacio y comenzó a pasarme la alcachofa de la ducha por los hombros, el pecho y la espalda. El agua y la cercanía con su cuerpo me transportaban a fuertes sensaciones. Volví a sentirme un juguete, su juguete. Mi polla regresaba a estar totalmente rígida y mi corazón seguía latiendo con la misma intensidad.

Ahora su mano acompañaba el chorro de agua sobre mí, deslizando con mucha suavidad sus dedos por mi pecho, jugando con mis pezones. Bajó lentamente, creando una forma de zigzag hasta llegar al borde de mi entrepierna, que se mantenía rígida. No la tocó, sus dedos recorrían, jugando de un lado al otro mientras me miraba directamente a los ojos y su labio se mordía sutilmente con sus dientes.

Levantó la cabeza y colocó la alcachofa de la ducha a lo alto, en el soporte. El agua continuaba cayendo sobre mí. Yo seguía inmóvil, me limitaba a respirar… Comenzó a enjabonarme, todo mi cuerpo al cabo de unos segundos se llenó de espuma, cada rincón de mi cuerpo disfrutó de las manos de Érica, que frotaba cautelosamente y con mucho cariño. No pronunciábamos palabra, no era necesario.

Me giraba a su antojo, frotaba y se pegaba a mi cuerpo, resbalando sus pechos por mi espalda mientras me abrazaba. Las sensaciones eran maravillosas. Notaba todo su cuerpo detrás de mi, mientras el calor del agua recorría mi pecho.

Me retiró la espuma con el mismo cariño y sensualidad, me estaba regalando caricias y mimos. No podía estar más complacido. Aunque mi pene seguía duro y mi corazón latía contundente.

Apagó la corriente de agua. Y con el mismo silencio que reinaba en la ducha, se lanzó a besarme el cuello, con pequeños besos, mientras una de su mano agarraba mi nuca y la otra apretaba mi culo para pegarse hacia ella. Mi polla se vio sometida al vientre de Érica. Instintivamente, comencé a recorrer su cuerpo con mis manos, lentamente, al mismo ritmo que lo estaba haciendo ella. Sus besos comenzaron a bajar, poco a poco, lo hacían sobre mi pecho, mi abdomen… su cuerpo iba hacia una curvatura hasta que se agachó, quedando su cara a la altura de mi entrepierna.

La miraba. Sus ojos sobre mis testículos, pasando sus manos por mi ingle y piernas. Jugaba y manoseaba por donde quería. Besaba tímidamente alrededor de mi polla, si tocarla. Hasta que de pronto, su mano, cogió con decisión el tronco, para comenzar con lentos movimientos a masturbarme. Me miraba desde abajo, su mano seguía lenta, los movimiento decididos y extensos, no tenía prisa.

Al rato de ver mis reacciones a sus movimientos, lamia la punta de mi polla sin quitar ojo a mis gemidos. El vaho comenzaba a dispersarse, y nos veía reflejados en el espejo del lavabo.

Intensificaba poco a poco las subidas y bajadas. Lo hacía con el glande de mi polla dentro de su boca. Cada vez más y más rápido. Me masturbaba con fuerzas. Mi capullo hundido en su húmeda boca y su lengua dibujando círculos en esta. Mi cuerpo producía temblores que no podía controlar, y por cada uno que tenía, Érica hacia movimientos más intensos y bruscos.

Dejó de lado la mano, para centrarse en meterse toda la polla en la boca. Mi tronco entraba y salía de su boca cubierta de saliva. La excitación de ver cómo me comía con aquel ímpetu me nublaba la vista.

Me limité a seguir el movimiento de su cabeza con una de mis manos mientras que con la otra me apoyaba a la pared. Ella seguía con sus movimientos, tragándose cada centímetro de mi polla, presionando con los labios cuando llegaba a lo más profundo que podía. Crecía la velocidad de sus movimientos, la saliva brotaba por la comisura de sus labios, cayendo entre los dedos de la mano que sujetaba mi polla.

Érica, intensa con sus movimientos, y más rápidos, buscaba mi orgasmo con insistencia.

Arqueé mi cabeza hacia arriba, el placer me absorbió por completo, acabando con fuertes espasmos y escupiendo mi semen dentro de su boca. Ella, aun notando mi orgasmo, no cedió la velocidad ni intensidad, regalándome un orgasmo más prolongado.

A los pocos segundos, miré hacia ella, con mi mano frené sus movimientos y dejó caer toda mi corrida encima de mi polla, que ahora, mamaba con suavidad y cuidado. Acaricié su cabeza con los ojos medio cerrados, conectando con los suyos mientras me besaba suavemente alrededor de mi polla. Me sentía vacío y relajado.

Al minuto, se incorporó y dándome un beso en la mejilla, volvió a abrir el grifo para volver a ducharnos.

No hablamos del tema, simplemente nos vestimos con la ropa usada del día anterior sin darle importancia a toda esta situación.

Eran casi las 14 horas de la tarde. Ambos recibimos un mensaje de mi novia, que llegaría en 5 minutos y que la esperásemos en casa que subiría la mochila con ropa.

Clavada, a los pocos minutos picó al timbre del piso y con ella una mochila con ropa para cambiarnos tanto Érica como yo.

Anna me besó con fuerza, dándome un largo abrazo, su efusividad al verte después de varios días era real. También lo hizo con su amiga, un largo abrazo y una sonrisa acompañó el saludo a Érica.

Venía muy contenta, aún con blusa y falda de oficina, pero se notaba en ella la ilusión que le hacia ese fin de semana. Los tres estábamos en el salón, y Anna comenzó a sacar toda la ropa de la mochila, dándonos a cada uno lo que había seleccionado para nosotros. Como siempre, traía más de lo que necesitaba…

Ropa limpia, veraniega y colorida. A Érica le había traído un par de vestidos, un tejano corto y una camiseta blanca de tirantes que combinaba a la perfección.

Ella que venía vestida de oficina y con total confianza, comenzó a descalzarse y desabrocharse los botones de la blusa, Érica a su lado y yo sentado en el sofá, no dijimos nada al respecto. Anna nos contaba lo que había hecho durante la semana y lo difícil que le resultó la vuelta al trabajo.

Se despojó de la falda, estaba en ropa interior, muy normalita, ni encajes ni transparencias. Rebuscó en la mochila hasta que sacó un bikini. Yo esperaba que se cambiase fuera de la mirada de Érica, pero con total naturalidad se despojó del sujetador y de sus bragas sin pudor alguno para ponerse el bikini. Le quedaba genial, blanco, de cuello bajo y brasileño, dejando a la vista una de sus mejores virtudes, su culo.

Nos miró algo incrédula,

-      Nos os vais a cambiar? –preguntó Anna

-      Eh? Sí sí.. –respondimos cada uno

-      Hace calor, creo que escogeré el vestido. Y tú neni, qué? También vestido? Vamos las dos con vestido? Venga venga!! –Le insistió Anna

-      Ya te vale, más corto no lo tenías ¿verdad? –sonreía Érica

-      A mí me parece bien como vais –solté

Anna se situó al lado de Érica, la cogió por la cintura y mirándome me dijo:

-      Menudas dos hembras tienes ¿eh? Y con poquita ropa… Demasiada mujer para ti campeón! –rió

Los tres nos echamos a reír con ese comentario de mi novia. El ambiente entre los tres estaba genial, ni una pizca de nervios por parte de Érica ni mía.

-      Joel, cámbiate, te he traído otro bañador – me indicó Anna señalándolo en la mochila

Ellas dos seguían una al lado de la otra, esperándome. Me levanté, cogí el bañador y una camiseta limpia, las tiré al sofá y sin importarme la presencia de ellas, me quité la camiseta a espaldas de sus miradas.

-      Mmmm nene! Que rico estás!! –silbaba Anna

-      Queremos más! Más! Eso, queremos más! –decían las dos bromeando

A estas alturas, nada nuevo me iba a frenar, después del verano en Almería, los episodios con nuestros amigos… habíamos ascendido a un peldaño más en nuestra sexualidad…

Escuchando sus tímidas risas y peticiones, las miré y poco a poco fui bajando la cremallera del pantalón corto que llevaba, abriendo el pantalón y enseñando los calzoncillos.

Sus jadeos seguían del mismo estilo, Anna sonreía y Érica seguía la corriente del ambiente.

-      Más! Lo queremos todo fuera!! –Chillaba Anna

-      Venga, haz caso a tu novia! –soltó Érica animaba

Y aunque hacia una hora me había corrido en la ducha, el corazón volvía a palpitar y mi polla, algo morcillona se intuía por la forma que dejaba en los calzoncillos.

Fui bajándolos con la atenta mirada de las chicas, que animaban y reían como si estuvieran en un local de boys.

Me despojé de todo, quedándome desnudo ante ellas, dando por finalizado el espectáculo y alcanzando el bañador que Anna me había traído.

-      Que depiladito estas cariño… -Melosamente Anna comentó

Ambas sin quitarme ojo de encima, miraban como me vestía y daba por finalizada mi actuación. No hubo ningún comentario entre ellas que yo escuchase. Era como si ambas aceptaran algo que se escapaba.

Salimos hacia el restaurante, el sol apretaba y las ganas de pasarlo bien, también. La paella fue genial, y entre los tres, cayeron dos botellas de vino blanco. Durante la comida, como cualquier otro día, le explicamos qué habíamos hecho en Sitges, que se limitó a playa y piscina, aunque obviamos tanto Érica como yo cualquier comentario a todos los episodios sexuales que tuvimos. Parecía que Anna, al preguntarnos, buscase algo más, alguna tipo de conocer al detalle cada situación, como si le excitase saber…

-      Pero pero pero… has tratado a Joel como te dije? –preguntó Anna

-      Si…

-      ¿Cómo tu novio? –Replicó Anna

-      Lo he tratado como un rey, lo que se ha dejado –respondió Érica

En esos momentos, yo me encontraba algo tenso, nervioso, pero el transcurrir de su conversación me hacía plantearme muchas preguntas, si había sido todo orquestado por mi novia, si permitía lo que sucedió y no le habíamos contado, o si realmente lo intuía?

Acabamos los cafés y para seguir la buena tontería que llevábamos por el vino, nos llevamos un mojito cada uno de un take away cercano al restaurante para tomarlo en la arena de la playa.

Casi las 4 de la tarde, estirados en la playa, bebiéndonos los mojitos mientras poco a poco la playa iba llenándose.

Esa tarde, como cualquier grupo de amigos, pasó hablando de temas triviales, como ropa, destinos turísticos, antiguas anécdotas…

Durante esa tarde, acordamos salir después de cenar y tomar algo, ver el ambiente y relajarnos en la noche de Sitges. Pasamos unas 4 horas allí, hasta que decidimos volver al apartamento para cenar.

Una vez en la casa, el ambiente volvió a caldearse, sutilmente.

-      Menudo empache de alcohol, todos los días bebiendo… –replicó Érica

-      Yo… yo ya tenía ganas, con la semana que he pasado –le respondió Anna

Mientras respondía, se quitó el vestido, quedando en bikini sentada en el sofá.

-      No recordaba tanta calor en este apartamento –se recogió Anna el pelo

-      En pelotas se soporta mejor… –dijo Érica, que al instante se quedó parada por lo que había dicho

Mi mente reaccionó ante tal comentario, quedándome algo nervioso esperando respuesta de Anna.

-      Así me voy a quedar, en bikini o en bragas… lo que lleve! No hay forma de soportar el sofoco. –tranquilamente apuntó Anna estirando su cuerpo

Algo se me escapaba. Pero para no darle más vueltas, me quité la camiseta, quedándome también en bañador como hizo mi novia.

Al rato, y mientras preparábamos la cena, Érica se fue a duchar. En la cocina, ahora a solas con mi novia, me preguntó en varias ocasiones si me lo había pasado bien, recalcando el bien. Yo confiado, le dije que me lo había pasado genial…

Rotando la ducha, fuimos saliendo y entrando. La primera Érica, salió, fue directa hacia la habitación y entró Anna a la ducha. Yo mientras seguía en la cocina liado con la cena. Escuchaba la puerta del baño abrirse una y otra vez, el ruido del agua caer y el sonido la manilla de la puerta. Apareció Anna en la cocina, indicándome que era mi turno, que terminaba de prepararlo ella.

Miré a Anna, venia en ropa interior, toda de color negro, con detalles de encaje… descalza y con alguna gota pegada a su cuerpo, me insistió que marchara a la ducha.

-      Cuidado cariño, creo que te va a dar un infarto cuando veas a Érica – me dijo Anna mordiéndose el labio

Derecho hacia allí, vi a Érica sentada en el sofá, toqueteando el móvil también en ropa interior, pero bastante más sexy que la de mi novia. Su sujetador transparentaba todo el color de sus pezones, y el tanga era un hilo diminuto que se perdía por sus caderas.

Me miró sin decir nada, cogí unos calzoncillos y me fui directo a la ducha.

Allí escuchaba como llevaban los platos y los cubiertos a la mesa, como reían y hablaban sin enterarme de la conversación. ¿Qué me ha querido decir mi novia con ese comentario? Me preguntaba dentro de mi cabeza una y otra vez.

Al salir, ambas estaban de pie, mirando el móvil de Érica. Menudas dos mujeres pensé, y en ropa interior… estaba excitado, claramente me encontraba excitado.

Durante la cena, las chicas seguían contentas y alegres, sin importar que los tres seguíamos en ropa interior, aunque a mí, la situación me estuviese costando una media erección constante.

Acabamos de cenar, y antes de prepararnos para salir, decidieron comenzar tomando un Gin Tonic en el apartamento.

Los preparé en la cocina, y Érica me ayudó llevándolos al salón donde estaba Anna esperándonos. Llevó dos, y cuando volvió a por el tercero mientras recogía los utensilios, me agarró del culo pegando su cuerpo al mío..

-      Estas irresistible –en voz baja me dijo al oído

Giré levemente mi cara en dirección a ella, nuestros rostros se encontraban a escasos centímetros y su mano apretaba mi culo intensamente. Pocos segundos duró, pero un estado de nerviosismo recorrió mi cuerpo sabiendo que Anna estaba esperándonos en el salón.

Salí detrás de ella, y juntos en el salón, brindamos efusivamente antes de dar un buen sorbo al Gin Tonic. La música sonaba por medio del móvil de mi novia y los tres bailábamos bastante pegados, apenas podía moverme sin rozarme con alguna de ellas. Así estuvimos varias canciones de reggaetón, entre nervios y excitación, hasta que Érica, la primera que acabó la copa, marchó a cambiarse. Inmediatamente nosotros dos hicimos lo mismo.

Casi veinte minutos más tarde logramos salir del apartamento, totalmente uniformados para disfrutar de la noche de Sitges. Yo con la típica camisa de tres cuartos blanca con un par de botones desabrochados y un tejano corto, mientras que ellas optaron por ir en vestido, por encima de sus rodillas, Anna en color azul pastel y palabra de honor y Érica en color amarillo con detalles florales y tirantes. A las dos les quedaba como un guante, resaltaban sus cuerpos perfectamente.

Comenzamos en un pub poco iluminado y con bastantes neones multicolor, reímos y hablamos de pie junto a una mesa donde dejábamos las copas. Érica, sin cortarse un pelo, me tocaba siempre que tenía ocasión. Ambas lo hacían, pero el descaro de Érica delante de mi novia era importante. Me agarraba del pelo o me tocaba el hombro cariñosamente cuando se metían conmigo o decían algo riéndose de mí, todo en plan broma y cachondeo.

Íbamos contentos, cualquier chorrada nos hacia reír y a la vez yo excitado por tener tan cerca y cariñosas a dos mujeronas. Decidieron cambiar algún local con más ambiente o donde pudieran bailar. Así lo hicimos, me agarraron ambas por cada lado del brazo, y fuimos subiendo la calle descartando locales hasta que se decidieron por uno, bastante gente, todos muy guapos y apuestos.

La música estaba muy bien, o eso recuerdo…

Ellas dos bailaban mientras pedía una ronda de cervezas en la barra. Algún chico las miraba con descaro pero sin incordiarlas. Cuando vieron que me las sirvieron, se acercaron y brindamos por la noche, mientras la mano de Érica se posaba en mi pecho y miraba a Anna buscando aprobación. Anna no hizo gesto alguno, brindo y sonrió.

Bailamos juntos, con constantes roces de ellas dos sobre mí, hasta que Érica, que no dejaba de mirar a un chico alto, rubio y con cara de niño bueno, comenzó a hablar con él, de oído a oído. Cuando ella le hablaba, nos miraba y sonreía.

Tanto Anna como yo, apoyados en una especie de mesita alta, la mirábamos para ver como evolucionaba la cosa. Incluso nos apostamos cuanto tardaría en liarse con él, ganó Anna.

Érica comiéndose la boca con aquel tipo era un espectáculo. Tal, que nosotros estando abrazos al compás de la música, la mirábamos y nuestras manos recorrían nuestros cuerpos por encima de las telas de la ropa.

Érica de vez en cuando nos miraba, asegurándose que nosotros estábamos pendiente de ella y sus movimientos con el ligue.

Coloqué a Anna delante de mí, bailaba detrás de ellas pegando mi rabo a su culo, que movía con energía al ritmo de la música. Nuestros ojos seguían clavamos en Érica, que metía mano al chico por todo donde podía. Se le intuía excitada, muy excitada.

Al cabo de unos minutos, Érica ya con el número del chico, se acercó a nosotros, diciéndonos lo buenorro que estaba el chaval y lo burra que le había puesto. Le instamos a que se marchara con él, pero no estaba muy convencida. Yo solo pensaba en regresar al apartamento y acostarme con Anna. Mi polla no pedía otra cosa, ni un instante se relajó durante la noche.

Eran casi las dos de la mañana, muchos locales estaban medio vacíos y a esas alturas decidimos volver al apartamento y descansar para poder ir a la playa al día siguiente.

De la misma manera que me llevaron al local, regresamos al apartamento. Cada una agarrada a un lado de mí, sujetas a cada brazo. Érica, en cambio, también apoyaba su cabeza en mi hombro.

Lo primero que hice al llegar es beberme un vaso de agua, que me sintió maravillosamente bien. Escuchaba, desde la cocina, cuchichear a las chicas en el salón.

Me dirigía al lavabo, pasando por medio del salón, vi a las en ropa interior. Los ojos se me pusieron como platos, hacía calor pero no sabía si seguirían con el mismo juego, que horas antes había reinado en el piso y había sido placentera y tensa a la vez, para mí y mi polla.

Meé como pude, con la polla medio morcillona. Me lavé los dientes mientras oía a cada una de las chicas en sus habitaciones abriendo las ventanas, estirando la bajera y estirándose encima.

Salí a la habitación donde Anna me esperaba con la luz todavía encendida. Ambas habitaciones están una al lado de la otra. La puerta de Érica totalmente abierta, con la luz apagada pero intuí toda su figura recostada en la cama.

-      Buenas noches! –se escuchó desde la habitación de Érica

-      Sueña con el ligue guarri… -contestó Anna justo al instante que entraba por la puerta

Anna estaba sentada en el borde de la cama, con las piernas, mirándome con cara de no haber roto un plato en su vida. Sabia lo que esa carita quería decirme, hice el intento de cerrar la puerta…

-      No… no la cierres… hace calor… -me dijo muy con voz muy baja

Esas palabras escondían algo más, lo supe de inmediato. Apagué la luz y fui directamente a encontrarme con sus labios. De pie frente a ella, agarre su nuca y apreté contra mi cara, uniéndonos, besándonos con fuerza.

Ella a esa altura y de inmediato, comenzó a frotar mi polla por encima del calzoncillo. No había pasado unos pocos segundos que mi polla estaba totalmente dura. Estrujaba con ambas manos mi tronco y mis huevos.

Seguía besándola, lamía su cara a mi voluntad, agarrándola con mis dos manos y moviéndola a la antojo.

De un movimiento bajó mis calzoncillos, liberando mi polla que apuntaba hacia ella. Me masturbó con la mano firme, sin relajar los movimientos de arriba a abajo.

Se escuchaba todo. En el silencio del resto del piso, incluido del que procedía de la habitación de Érica, se rompía por los sonidos que salían producidos por nuestros besos, por los movimientos de Anna pajeando mi polla, por los gemidos que ocasionábamos esporádicamente. Ambos sabíamos que Érica estaría escuchándolo todo.

Cuando notaba como mi excitación estaba en el límite y para no acabar, me separé de Anna, me arrodillé y comencé a besarle por toda la entrepierna, sacando mi lengua que seguía con restos de su propia saliva.

Le retiré las bragas y se recostó, estirada sobre la cama y con las piernas dobladas de lado a lado, subía y bajaba, rotaba mi lengua por toda la raja de su coño. Metía mi lengua todo lo que podía dentro de ese agujerito tan sabroso. Los juegos que salían del coño se mezclaban con mi saliva. Ella gemía descaradamente, incluso elevó la voz queriendo hacerse notar en medio de la noche.

Movía la cabeza de lado a lado, sin dejar carne sin lamer, disfrutando de todo su coño. Anna se retorcía sobre la cama, gimiendo sin piedad. Me imaginaba a Érica desde su habitación escuchando los gemidos de su amiga, imaginándose que estaría haciendo, como lo estaríamos haciendo… Algún sonido salía de la habitación de Érica sin reconocer de que se trataba, si movimientos en su cama o si había salido de ella.

Miré de reojo a la puerta, pero no había nada extraño, supuse que seguiría acostada escuchándonos. Era imposible no hacerlo. No cesé en ningún momento de mover mi lengua, de chupar el sabroso coño que tenía entre mis labios. Los gemidos de Anna eran largos, cargados de intensidad y de placer.

Comencé a recorrer mi lengua, subiendo por su ombligo hasta llegar nuevamente a su boca, fundiendo otra vez nuestras lenguas, jugando una sobre la otra y llevándole el aroma impregnado en mi de su propio coño. Sé que eso le encanta.

Encima de ella, comencé a penetrarla. No hubo que moverse mucho para encajarnos y que entrase de un golpe. Me la follaba lentamente en posición misionero. Apretando al final cuando ya tenía toda mi polla metida en su agujero. Caliente y dilatado. Notaba su interior muy caliente. No faltaría mucho para llegar al clímax y corrernos.

Gemía a mi oído de la misma manera que había estado haciendo mientras le comía el coño. El sonido de mis embistes se reconocían perfectamente, que iban siempre sincronizados a los sonidos que salían de Anna.

Anna me abrazaba apretando sus dedos en mi espalda, mientras su otra mano en mi culo seguía los movimientos de mis embistes.

-      Me voy a correr Joel… -exclamaba una y otra vez

Entre el tremendo polvo que estaba teniendo y saber que Érica estaría escuchando atentamente lo que estaba pasando en nuestra habitación, no pude contener mis ganas de correrme, pegando los últimos embistes con más fuerza, y quizá, más violentos y duros.

El cuerpo de Anna se estremecía, la golpeaba metiéndole toda mi polla bruscamente. Saliendo mis chorros bañando el interior de su coño. Hasta la última de mis gotas.

-      Me corro!!!! Me corro!!!! –Gritó encolerizada

La paz y el silencio se apoderó del apartamento. No sé en qué momento me dormí, me quedé totalmente relajado al lado de mi novia, vacío y tranquilo hasta la mañana siguiente.

Abrí los ojos, desnudo y resacoso. Deshidratado, me levanté directo a la cocina para saciar la sed. No hacía calor, todas las ventanas del apartamento estaban abiertas y una ligera brisa se hacía notar en el interior. No me había dado la gana ponerme los calzoncillos cuando fui a la cocina a por el vaso de agua.

Ninguna de las chicas estaba despierta o al menos no pude saberlo desde la cocina. Ordené un poco mi cabeza, recomponiendo la noche anterior. Anna sabía perfectamente lo que hizo, deseaba que su amiga escuchara como me follaba. En ese instante y dándole vueltas a la idea de que mi novia después de todas las situaciones que habíamos vivido meses anteriores con nuestros amigos, lo vivido una semana antes con su prima y la pareja playera de Almería, había dado un paso adelante en nuestra sexualidad, o al menos un paso liberal en nuestra relación.

Pasados unos minutos y después me dos vasos de agua que me dieron la vida, fui a la habitación donde estaría Anna todavía durmiendo.

Como la puerta de Érica estaba pegada, me quedé unos segundos parado mirándola como seguía durmiendo, boca abajo, con el tanga apretando sus labios, dibujados sobre la diminuta tela que la cubría.

Desperté a Anna, eran las 11 y media de la mañana y el sol se introducía por las rejillas de las persianas. Un beso de buenos días y una sonrisa fue su primera reacción al verme a su lado. Desnuda se levantó y salió del cuarto directa a la ducha.

El sonido del agua corría por toda la casa. Yo me quedé en la cama, estirando y en pelotas esperando. Deseaba que Érica se despertase y me viese. Escuchaba al otro lado de la puerta, los típicos ruidos al despertarte, los típicos estiramientos que sonaban desde la habitación de Érica.

Cuando ya había perdido toda esperanza, vi a Érica echar un ojo dentro de mi habitación.

-      Buenos días guapo

-      Hola… -contesté desnudo desde mi cama

-      Te veo genial… menuda guerra ayer…

-      Mucho fuego contenido –reí

La ducha paró, Érica no se movió de la puerta, deleitándome con su cuerpo y esa ropa interior tan sexy que le había traído mi novia. Esperó hasta que Anna salió del cuarto de baño, parecía que estaba esperando a que acabase para ser su turno.

Salió Anna con la toalla enrollada por las tetas, pasando por el lado de su amiga Érica dándose los buenos días y brindándose una sonrisa mutuamente.

Ni un comentario o gestó al verme Anna desnudo, mientras Érica conversaba conmigo desde la puerta esperando su turno para el cuarto de baño.

-      Preferís playa o piscina? –preguntó mi novia removiendo su mochila

-      Playa

-      Playa

-      Pues entonces… este, este me pondré –respondió Anna agarrando un bikini oscuro

Pasados 5 minutos, Érica salió algo indignada.

-      Ostia, como me he quemado, mirad… mirad… –nos instaba desde la puerta del baño

-      ¿qué te pasa? –miré a ella desde el salón todavía desnudo

-      Necesito todo el body-milk del mundo!!

-      No será para tanto Érica –le dijo mi novia

Érica desabrochó el nudo de la toalla, sujetándola hasta el borde del límite sus pezones para que pudiéramos comprobar la diferencia entre el dibujo del bikini en sus tetas con el canalillo rojo que tenía.

-      Te has quemado… -comprobó Anna

-      Tengo los cachetes del culo rojitos –dijo maliciosamente

Acto seguido, se giró y subió la toalla mostrando su culo desnudo, marcado por un color rojizo en los cachetes y trazado a la perfección la forma del bikini.

-      Voy a por el body-milk, te aliviará para la playa de hoy -solté descarado

-      Te lo agradezco, llevo un calor encima…

-      Del sol… o ¿por algo más querida? –le pregunto Anna señalándome

Una carcajada nerviosa salió de Érica. Le entregué el boté de body-milk sin le quitara ojo a mi polla flácida.

-      No me dejasteis más opción, entre el calor y vuestro espectáculo, caliente me pusisteis… anoche… –dijo Érica con voz nerviosa

-      ¿Anoche…? Eh, eh, ¿Dónde vas? Échate la crema aquí, no hace falta que vayas a tu cuarto –le replicó Anna sin dejarle pasar a su cuarto

-      Que anoche me lo pasé muy bien, quería decir…

Las miradas entre Anna y Érica parecían orquestadas, como si hablaran sin decir palabra, como conectadas.

-      Me lo pasé bien ayer, ligué… y me reí mucho… además… además… me he pegado una corrida escuchándoos… ¡Me ha escrito!

-      ¿El chico de ayer? –le preguntamos al unísono

Asintió desde el sofá. Y sin mediar palabra y con la cabeza arqueada mirando hacia nosotros, se retiró la toalla, la dejó en el sofá y comenzó a echarse crema en las manos para restregársela por los brazos.

-      Joel, ayúdala, a este ritmo no nos iremos. –me obligo Anna empajándome contra ella

Como si fuese su perrito, obedecí. Érica no dijo nada. Comencé a ponerle por la espalda, por toda la espalda hasta llegar al límite de sus cachetes, que no me atreví a tocar. Ella se echaba por sus tetas y abdomen, que nos impedía ver estando de espaldas.

-      Voy a preparar el desayuno –salió Anna del salón a la cocina

Mis manos deslizadas por la crema pasaba por el cuello de Érica, por los hombros… delicadamente procedí a extenderla por toda aquella zona que creía límite.

-      ¡No te olvides del culete cariño! –gritó Anna desde la cocina

-      El culete... eh, sí sí, claro Anna... claro –respondí

Volví a untar mis manos de crema body-milk, doble mis rodillas quedando a la altura de sus nalgas y comencé a expandir la crema en movimientos circulares, sin apretar las nalgas de Érica pero sí con decisión. Mi polla volvió a crecer, ese contacto y las palabras de Anna consintiendo este momento me tenían rígido y nervioso.

En ningún momento mis pulgares entraron por la raja del culo de Érica, me limité a echarle crema por las zonas rojizas. Pasé mis manos más de lo necesario… hasta que regresó Anna.

-      Un minuto y desayuno listo! –dijo enérgica

-      Bien… yo… yo voy a la ducha –me incorporé, acompañado de mi polla toda tiesa

-      Pero mira que contento estas cariño!! –rió Anna señalándome la entrepierna

Acto seguido, Érica giró la cabeza y desvió la mirada hacia abajo, fijando su visión a mi polla. No se giró, seguía sin mostrarnos su cuerpo desnudo, salvo su precioso culo y espalda.

-      Será mejor que me vaya a la ducha –dije sonrojado

-      Ves con cuidado Érica, que te saca un ojo –se echaron a reír ambas

Entré al cuarto de baño y un par de minutos después la hinchazón había bajado, no me masturbé. Aunque me moría de ganas.

Salí desnudo, y ambas silbaron al verme pasar al dormitorio desde el comedor. El ambiente en la casa estaba por las nubes, en cierto modo, me sentí alagado por estar todo el día piropeado y mimado. Me coloqué el bañador y marché a desayunar con ellas.

-      Pues no grité… y no por ganas –le decía Érica al incorporarme a la mesa del desayuno

-      Yo lo hice, y me gustó que nos oyeras –le sonreía picara Anna

Sin entrar a valorar lo que estaban diciendo, me senté y las acompañé mientras acababan de tomar sus últimos tragos de café. Me limité a escucharlas, y a volver a ponerme tenso gracias a la dirección que estaba teniendo la conversación.

Habían decidido, sin importar mi voluntad, que iríamos a la primera de las playas de Sitges, dónde hay un hotel y una cala donde esta popularizado el nudismo. No es obligatorio, pero está permitido.

Mi mente solo hacía que pensar en la sobada de culo que le había hecho a Érica hace unos minutos instado por mi novia, la follada que tuve anoche con Anna y los números encuentros días antes con Érica… era demasiado para mí, y ahora, íbamos a pasar una larga jornada desnudos al sol y al calor.

Nos dirigimos a pie hacia la playa. Llegamos bastante calurosos y sudados, el sol apretaba con fuerza y suerte que llevamos con nosotros un par de botellas de agua…

Había gente, pero no todo el mundo respetaba el nudismo de la zona. Igualmente, había como una especie de norma no escrita, donde los que practicaban nudismo se situaban a un lado de la cala y el resto de la gente en la opuesta. Todos contentos. Pasábamos por delante de pollas y coños de todos los colores y tamaños. Muchos más hombres que mujeres.

Eligieron donde pondríamos las toallas, las estiraron y la primera en despojarse de su ropa fue Anna. La vi lanzada, sin importarle nada. Se desnudó en un abrir y cerrar de ojos. Con menos intensidad lo hice yo.

-      Enséñanos esa pollita nene… que Érica no ha tenido suficiente –rogaba Anna

Me deshice del bañador, dejando caer mi polla medio morcillona por la atención que estaba teniendo de las chicas. Anna sabía perfectamente que el tamaño no era de flacidez. Y sin quitarme ojo de encima, Érica de cara frente a nosotros, comenzó a quitarse prenda por prenda, lentamente, doblándolas dentro de su cesta. Parecía que estaba exhibiéndose. Le había comido el coño, me la había follado, me deleité mirándola desnuda numerosas veces durante esa semana pero nunca antes delante de Anna, con su aceptación… e incluso su coacción mediante órdenes.

Los tres empelotas, me estiré en la toalla, situado a un lado de ellas, quedando Anna en medio. Cuando me susurra al odio…

-      Depiladito… como a ti te gustan cariño… se te está poniendo dura mirando a mi amiga… o ha sido por el froti-froti que le has dado en el culo cabrón…?

Anna se levantó después de pronunciarme esas palabras al oído, sin que Érica hubiese podido enterarse.

-      ¿Vamos al agua? –preguntó Érica

-      Sí, aquí hace mucha calor… -recalcó calor Anna

-      No te vienes Joel? –me miró Érica con cara de pena

-      En un rato… ahora voy

Las dos se volvieron a reír de mí, sabían perfectamente que no quería ir en ese momento por lo dura que tenía la polla.

Desde la toalla, les veía las tetas botar con las escasas olas, muy pegadas y risueñas. La imagen era idílica, estoy convencido que algún otro no les quitó, igual que yo no podía. Me armé de valor, y con la polla más tranquila, fui hacia ellas. La temperatura era perfecta, separados por bastantes metros de otros bañistas, me tiré encima de Anna queriendo ahogarla. Pasamos unos segundos jugando, tirándonos encima uno de los otros, a lo que todos, aprovechábamos para sobarnos más de la cuenta. Algo me decía que entre ellas también había cierto roce.

Me hinché a sobarles el culo, las tetas… incluso de pasarles mi mano por la raja de sus coños. Ellas hacían lo mismo conmigo. Mi polla recibía golpes, agarrones y caricias constantemente. Pasado un rato y cansados del jueguecito, Anna se abrazó a mi cuerpo por el lado izquierdo, postrando su coño en mi cadera y su brazo rodeando mi cuello.

Érica no dudo en repetir el mismo movimiento que su amiga Anna, por el lado contrario. Ambas estaban abrazadas a mí. Notaba como sus piernas chocaban haciéndose hueco.

Las manos de Érica, una en mi espalda y la otra a escasos centímetros del comienzo de la entrepierna. Mi polla dura y tiesa, bailaba al son del agua hasta que una mano la sujetó, acariciándola tímidamente, desde el lado izquierdo. Anna sonreía.

Yo las sujetaba a cada una por sus culos, no podía hacer nada más que aguantarlas agarrando por debajo. Mis dedos se perdían por dentro de los cachetes, intentando tocar sus coños tapados por sus bikinis.

Un momento crítico, donde creía que ya estaba llegando la situación al límite, cuando Érica se frotó con descaro haciendo que Anna lo notara desde el otro costado. Pero lejos de acabar aquí, Anna me soltó la polla y noté como buscaba la mano de Érica.

Dos manos agarraron mi polla, jugaban recorriendo el tronco y los testículos. El permiso de Anna aquel juego me tenía sin sangre en la cabeza, desconcertado pero muy excitado a la vez. Érica parecía encantada con que su amiga compartiera a su novio.

Ambas manos me pajeaban consiguiendo el mismo ritmo y movimiento al cabo de unos segundos del comienzo de los roces. Ellas se frotaban contra mí, sus meneos de cadera eran ansiosos, totalmente pegadas a mí, deseando lograr más fricción. Las tetas rebotaban por mis hombros, y mis ojos medio cerrados podían delatar mi gozo que estaba sintiendo.

Comencé a gemir retraídamente cuando me hicieron llegar al clímax, dejando salir toda mi corrida al mar, intentando no dar un espectáculo al resto de bañistas. Ellas, aún seguían a la suyo, tanto los movimientos sobre mi polla como su fricción contra mí continuaron un buen rato.

La primera en correrse fue Anna, la cual ya solo me apretaba los huevos. Noté como se estremecía junto a los últimos movimientos lentos y muy largos que ejercía sobre mí. Unos segundos después lo hacía Érica, la cual sacudió el cuerpo más enérgicamente que mi novia, estrujando mi polla casi queriendo partirla.

No mencionamos palabra, salimos del agua y se acomodaron en las toallas como si nada hubiera pasado nada. Al cabo de un largo rato, Anna que parecía ansiosa y con ganas de hablar.

-      ¿No vais a decir nada…? Vamos, ha estado genial… No os comportéis como si nada hubiese pasado… Érica, te morías de ganas de meterle mano a mi novio… y yo que lo hicieras… Tú, cariño… ¿estamos bien? ¿estás bien? -nos miraba Anna a cada uno

-      No creía que fueras tan enserio tía… –Érica respondió pudorosamente

-      Emmm… ¡¿Me habéis utilizado?! –Pregunté con cierta broma

-      ¿Te vas a quejar? –me guiñó el ojo Anna

Durante un buen rato, me estuvieron contando que todo salió a raíz de una broma. Anna le hizo prometer a Érica que me debía tratar como su novio en su ausencia, y que al final se les fue de las manos fantaseando como acabaría la cosa…

Escucharlas fantasear y que mi novia fuese quien propició toda aquella experiencia, estaba volviéndome a calentar de manera inhumana, ¿Cuantas veces podía ponerme cachondo en un día?

Mi polla seguía creciendo poco a poco con tal caldeado ambiente. No apartaba la vista de las tetas de Érica, de cualquier movimiento que hacían recolocándose en las toallas, mostrando sus cuerpos a toda la playa, abriendo y cerrando las piernas mostrándome sus coños en todos los ángulos…

-      Solo de imaginaros follar… me pongo mala

-      ¿Cómo ayer noche…? –Anna le siguió

-      Ayer solo os escuché… y como te he confesado esta mañana, me faltaron dedos! –rió Érica

-      ¿Quieres ver cómo le como la polla a Joel? –se cachondeó mi novia de Érica

Claramente lo que había sucedido hacia una hora se les había ido de las manos a las dos. Escuchándolas, no estaban arrepentidas ni mucho menos, pero compartirme no entraba en los planes iniciales de Anna, que acabó gustándole. Poco a poco le iba quitando hierro al asunto cuando, tanto Érica como yo, confesamos que también nos gustó.

Confiada, Anna confesó a su amiga nuestras últimas experiencias sexuales con otras personas, como se divirtió con Gerard hace unos meses o lo cachonda que se puso en Almería hace escasamente una semana, como su visión sexual había cambiado y como los celos eran otro sentimiento que ahora le producían una especie de placer.

Érica no dejó de prestarle atención, se le notaba excitada y su boca medio abierta escuchando nuestras historias estaba produciéndole un deseo a un nuevo universo. Los pezones de Érica se mostraban rígidos, duros como piedras. No dejaba de contemplarla, desnuda con las piernas cruzadas… sus reacciones actuaron sobre mí volviendo a abultar mi polla.

No quería que el resto de la playa pensara que era un pervertido con la polla tiesa en medio de tanta gente. Me acomodé para que, estirado en la toalla, no se notara mi estado mientras seguía escuchando como Anna narraba nuestras historias. Nos confesó, incluso, que llegó a masturbarse mientras fantaseaba con que follásemos a sus espaldas…

La excitación era evidente… igual que el empeoramiento del tiempo. Nublado y tras las confesiones de mi novia, nos percatamos que no habíamos comido todavía. Érica estaba alucinada, sabía que Anna había intentado incitarla para que me tratara como su amante con las fantasías que se montaron juntas, pero no creyó que fuera tan en serio sobre sus ilusiones de compartirme.

En ese momento miré a Érica, debíamos contarle lo que pasó en su ausencia, pero ninguno de los dos lo hicimos. Estaba convencido que ella también lo pensó.

Al cabo de unos minutos más y con el cielo encapotado, recogimos comida china para llevar y nos fuimos al apartamento con la intención de comenzar a beber otra vez, a relajar las confesiones de Anna y volver a pasárnoslo bien.

Entre los tres reinaba un estado de intimidad muy exaltada. Érica se veía mucho menos tensa, parecía relajada y liberada al escuchar las palabras de su amiga consintiéndole facultades sobre mí.

Como si fuese costumbre entre nosotros y nada más llegar al apartamento para comer, las chicas se quitaron la ropa quedándose en bikini.

-      Anna, puedo pedirle a tu novio que él… que… que él… ¿se desnude? –rogó Érica

Anna asintió y sin abrir boca, se acercó a mí, comenzó a quitarme la ropa sin pudor. Ni si quiera me resistí, a estas alturas sabía perfectamente mi posición entre las chicas y no tenía ni voz ni voto. Era literalmente, su juguete…

Mi polla salió disparada del bañador, tiesa y dura. Mi excitación no había bajado en ningún momento del día. Me senté en la mesa del comedor, desnudo, al lado de Érica, mientras Anna quedó centre a nosotros.

Durante toda la comida, Érica posó su mano en mi pierna, acariciándola y haciéndole saber a Anna que solo eran mimos. Ella le consentiría cualquier cosa a su amiga, estaba seguro de eso. Pero ¿cuál era el límite de las fantasías de Anna? Me rondaba la cabeza una y otra vez mientras los dedos de Érica se movían por mi muslo.

Eran las cinco y media de la tarde, el día se pasó rápido entre tanta excitación. Yo seguía en pelotas ante las miradas de las chicas, y Érica, ante la atenta curiosidad de Anna, no reparaba en rozarme ante cualquier movimiento. Hablábamos en el sofá, saboreando los cafés. Tenía a cada una a un lado, en constante roce cuerpo a cuerpo.

Decidí ducharme para quitarme la sal pegada al cuerpo y después saldríamos al pueblo. Algo que iban a ser 5 minutos, se hizo algo más largo…

Entré primero al baño, mi polla normalizó estar al descubierto ante ellas y no estaba tan dura como antes. Cerré casi por completo la puerta, abrí el grifo del agua y unos segundos después se escuchó la puerta abrir por completo. Como si fuera un déjà vu del día anterior con Érica… esta vez mi novia… entró y no volvió a cerrar la puerta.

-      ¿Se puede? Hazme hueco guapo…

Venia completamente desnuda, junto a una sonrisa infantil que no tardo en transformarse en una sonrisa pícara…

Me agarró del cuello, forzándome contra ella y me besó suavemente, su mano a la vez, acariciaba mi pecho mientras el agua corría por este. La lengua luchaba contra la mía, y los gemidos no tardaron en llegar.

Giré a Anna, quedándome la polla pegada a la raja de su culo. Frotaba mi cuerpo contra el suyo, besaba su cuello plenamente inclinado dejándome total libertad… mis dedos se movían por su bajo vientre, hasta llegar al comienzo de su coño.

Todos mis dedos, subían y bajaban recorriendo su raja, empapándose de sus primeros jugos. Los gemidos de Anna se hacían notar, que solo se camuflaban por el sonido del agua cayendo. También escuché, como desde la puerta del baño, se escuchaba una fuerte respiración… Levanté mi mirada hacia allí, viendo a Érica acariciándose los pezones y retirándose la parte baja del bikini.

-      Me gusta que nos miren… me encanta… que miren como disfruto… que nos vean… -decía una y otra vez entre gemido y gemido Anna

La mampara del baño comenzó a estar toda empañada… y ante la posibilidad de que su amiga no pudiese vernos, Anna abrió de par en par la mampara y dejó salir todo el vaho acumulado.

Érica pudo ver como mi cuerpo detrás del de su amiga, pegado y frotándose, y como mis dedos le pajeaban el chocho sin piedad. No podía apartar la mirada de Érica, que con suma atención clavaba sus ojos en nosotros.

Mi polla seguía frotando el culo de Anna, ella se movía idénticamente al mismo ritmo que lo hacía yo.

Érica apoyó un pie a lo alto del mueble del baño, con el coño abierto y dispuesto a ser penetrado por sus dedos. Se masturbaba muy rudamente, sin apartar la mirada de nosotros. Los golpes a si misma sonaban alto.

Anna parecía atenta a su amiga y la paja que se estaba haciendo. Giró y frente a mí, se clavó de un golpe mi polla, comencé a follarme a mi novia lentamente, no quería correrme tan rápido ante tal increíble ocasión.

Ambos mirábamos a Érica mientras me la follaba de pie. El agua seguía cayendo sobre nosotros y Érica no cambiaba de posición, se limitaba a gemir y masturbarse. Las dos gemían en ese pequeño espacio estimulándome, si más cabía, más pasión interior.

La situación me estaba llevando al límite, notaba como mi orgasmo no tardaría en llegar, pero ninguna de ellas cesaba, ni Anna se había corrido y ni Érica había acabado con su paja.

Para no terminar con ese momento, me separé de Anna unos segundos, apagué el agua y salí de la ducha. Todo empapado me senté en el váter, señalándole a Anna que debía venir y follarme sentada.

Dándome la espalda se volvió a clavar mi polla, con las piernas abiertas su amiga podía ver como mi polla se perdía por el coño de su amiga una y otra vez, ahora más suave que en la ducha. Con la polla dentro, Anna frotaba y los movimientos eran intensos pero no bruscos. Controlé más la situación y pude retardar mi corrida.

Quien no controló fue Anna, que comenzó a comprimir su cuerpo, sus movimientos la delataban y los gemidos solo contrastaban que el orgasmo llegó al fin. Chilló mirando hacia su amiga… Érica continuó a lo suyo, cambió de posición, ahora apoyada en el mueble pero a escasos centímetros de nosotros, de pie y con los dedos dibujando círculos sobre su clítoris.

Anna, que disfruto de sus últimos movimientos con la polla dentro de ella, se separó y sin darme tiempo a reaccionar ya estaba agachada con la polla dentro de su boca. Mordía el capullo, apretaba cada vez un poquito más hasta que notaba por mis quejas del dolor que me provocaba, combinándolo con buenas tragadas de polla. No podía durar mucho tiempo, ahora no controlaba yo los movimientos ni la intensidad.

Un minuto duré con la tremenda mamada que Érica no quitaba ojo y mi novia me estaba regalando. Y tampoco duró Érica, agarrándome del pelo, fuerte, mientras se frotaba y se corría chillando de la misma manera que lo hizo Anna.

Postrado y recomponiéndome, seguí sentado en el váter mientras Anna se enjuagaba la boca y Érica se duchaba con la puerta de la mampara abierta. Un lenguaje no verbal se hacía evidente entre las miradas que se hacían a través del espejo del baño.

Uno a uno fuimos duchándonos y saliendo del cuarto de baño. Un ambiente más distendido y calmado, como si de una liberación se tratase, se notaba en el ambiente… Érica y Anna prepararon mojitos que me sirvieron nada más salir limpio del baño. La idea era, otra vez, beber antes de salir a disfrutar de la noche.

Esta vez sí estábamos vestidos, dispuestos a salir cuando acabásemos la copa, pero que al final fueron unas tres. Charlando y bebiendo se pasó la tarde, eran las nueve de la noche, la música de fondo regía en el apartamento entre las risas de los tres. Anna incitó a Érica a lanzarse y quedar con el ligue del día anterior, que no se preocupase por nosotros, que estaríamos de pub en pub y si nos necesitase, acudiríamos a ella. Surgió efecto, la convenció.

Durante la cena, Anna me reveló que compartirme con gente cercana le gustaba, que le daba morbo la situación, que debía ser prudente porque ella no pensaba así desde hace mucho y que quizá no todo el mundo podía entenderlo. La verdad que me fascinó, y notaba cada una de sus palabras como mías, como si salieran de mí.

Pasamos de pub en pub, tomando cervezas y hablando abiertamente de todo lo que nos había pasado en los últimos meses… Anna parecía que tenía las cosas bajo control, relajaba las ciento de preguntas que inundaban mi cabeza. Y como instinto de mujer, me reconoció que hablando con Érica, supo desde el primer momento, que sin confesárselo, habíamos follado juntos. Le pareció genial, había orquestado para que sucediera, que calentó a Érica hasta la saciedad para que no tuviera remordimientos, remordimientos que lograba calmarme en esos momentos. Conocía a su amiga, y sabía que delante de ella no se lanzaría a tocarme un pelo sin estar convencida al cien por cien.

Era la una de la mañana, cuando recibimos un mensaje de Érica… “no me esperéis despierta, la tiene enorme”.

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