viernes, 5 de abril de 2024

En la playa y después en el bosque


I. En la playa.

Fue aquel verano, antes de casarnos, antes de quedarme calvo como una bola de billar. Mi novia y yo fuimos por primera vez de camping. Al norte. Teníamos, ella 18, recién cumplidos, y yo 20 años.

Aquel día hacia frio. Prácticamente estábamos solos en la playa.

Yo como siempre tan impaciente. Fue llegar y al agua. Ella tenía frio. Además, yo no llevaba ni bañador. Me da igual, la dije, Es una playa nudista ¿no? Pues fuera ropa y al agua.

Ella se quedó en la orilla. Mojándose los pies. Medio vestida con su famoso jersey y debajo la braguita del bikini. Parece una súper minifalda., pensé cuando la vi dentro ya del mar.

Salgo del agua. Camino hacia ella. Está hablando con un tío completamente en pelotas. En la mano mi toalla.

Se ha acercado a pedirla fuego, me dijo luego. Una bobada, porque él ya estaba fumando. Era una simple excusa para hablar.

Me da la mano. Se presenta. Es mayor que nosotros. Quizás nos doble en edad. Seguramente. Tenía unas melenas enormes, tipo heavy. Llamaba la atención esa enorme mata de pelo. El tipo estaba charlando con mi novia tan tranquilo, y siguió dale que te pego contando historias que no sé a cuento de qué venían. Que si era de allí, de la zona, que si él era hijo de la naturaleza, que si sabía dónde estaba el fuego oculto, que si era ladrón de almas y de voluntades, que si las atrapaba con su aura, que si a los hombres además de robarles el alma y su voluntad, les robaba el pelo, que por eso tenía tanto…

Éste fuma algo más que cigarrillos, pensé. Ella tenía cara como de asustada, pero estaba muy tranquila y le seguía atenta la conversación.

Quitando las tonterías que decía acerca de lo de robar almas y voluntades, por todo lo demás, el tipo era muy correcto y educado. Con un tono de voz muy agradable y muy entretenido.

Yo le escuchaba y ella, a veces directamente, a veces de reojo, no para de mirar su paquete. Unos huevos enormes, como una pelota de tenis, depilados completamente y una polla regordeta. Con una cabezota considerable. Al final lo hice yo también. Y nos pilló claro.

-. Podéis tocarlos, dijo sonriendo. Y no se cortó. Visto y no visto. Nos cogió las manos y nos hizo acariciárselos. Primero a mí. Nunca había hecho nada así. Me refiero a tocárselos un tío. Sentí como un pequeño calambrazo. Muy breve. Como cuando bajas del coche y te da un chispazo. Apenas un segundo. No le di más importancia. Me sorprendió el tacto. No tenían pelos. No me desagradó.

Con ella se entretuvo un poco más. No solo la guio la mano para que se los acariciase, se los cogiera, se los sopesase… La hizo empuñar su polla, rodearla para que pudiera sentir sus formas. Se le puso un poco morcillona. Normal. La miré. Estaba como absorta, con más cara de sorpresa que yo. En ningún momento retiró la mano y se dejó guiar. A mí, sorprendentemente no solo no me estaba molestando ver cómo mi novia le tocaba las pelotas a otro tío, sino que me estaban empezando a subir unas cosquillitas muy agradables por mi polla. Creo que, si en ese momento se pone a hacerle una paja, hasta me hubiera gustado.

-. Nos vamos, venga, cortó en seco. ¿Me podéis subir? Me ahorro la caminata. Y sin más arrancó a andar. Nos quedamos parados mirándonos el uno al otro con cara de tontos y echamos a andar detrás de él hasta alcanzarle. Yo recogí la toalla y las bolsas mientras él y mi novia se fueron hacia el coche. Ni me vestí.

Desde atrás, le veo caminar desnudo, hablando tranquilamente con mi chica.

Cuando llego a su altura, veo como ella mira de reojo como la polla, ya casi erecta del todo, se menea de un lado a otro al andar. Dejo caer algo de la bolsa y me retraso otra vez un par de metros. Le veo a él de espaldas. Miro embobado su culo desnudo. Y veo asomar las nalgas de mi novia bajo el jersey. Se le ha recogido un poco al andar. Me gusta lo que veo. Me excita la idea. Ojalá no tuviera nada pienso. No sé por qué, pero en ese momento me hubiera gustado desnudarla y exhibirla para él. Que la viera en pelotas. Enseñársela. Que disfrutara mirando su cuerpo desnudo.

Siempre me ha puesto saber que debajo de la ropa está desnuda. No solo porque está más accesible, sino porque cualquiera puede verla en un descuido. Me excita su sensación de vergüenza cuando la ven desnuda, y me encanta mostrarla.

Me gustó la idea. En ese momento pensé que menos mal que por el frio no se me pone… Menuda vergüenza si se me pone tiesa.

Solo se viste para subir al coche. Una especie de túnica. La polla le hace una buena “tienda de campaña” y mi novia sonríe.

Ella coge su ropa y al ponerse el pantalón, veo como tiene el bikini metido entre las nalgas. Por eso desde atrás parecía que no llevaba nada. Con todo el descaro él la mira el culo. Levemente asiente con la cabeza. Un gesto de aprobación, como diciendo que buena estás.

Distraigo a mi chica para que él pueda verla otro poco. Ahora si se me pone… Afortunadamente en el coche no se me notará.

Subimos la ladera y me manda parar en un camino. No hace falta seguir, vive muy cerca y ya va andando. Nos bajamos los tres del coche. No vemos casas ni nada, pero da lo mismo. Allá él.

Se despide. Me da la mano. A ella dos besos. Sigue con la tienda de campaña. Se acerca y se roza con las tetas, supongo que adrede.

Fue llegar al camping, aparcar y directos a la tienda. No es la hora. Ella nunca quiere por las mañanas ni por las tardes. Solo por las noches. Soy una folladora vampira, me dice riéndose cuando se lo propongo y dice que no.

Está ansiosa. Distinta. Provocativa. Me come. Coge mi mano y se la lleva precipitada a la entrepierna. Apenas me deja respirar. Ella sola se quita el jersey y se levanta la camiseta tirando de ella hacia arriba. Ni se quita el sujetador, solo se lo sube. Las dos tetazas salen disparadas. Eso me vuelve loco. Tiene los pezones como piedras. Está cachonda, no cabe la menor duda.

Se desabrocha precipitadamente el pantalón. Contiene sus jadeos y coloca mi mano otra vez en su coñito. Está calada. Ni me deja quitarla las bragas. Las aparto.

-. Hazme tuya.

Odio esa expresión, pero… Ni colocar la polla a la entrada y jugar allí como siempre la gusta que haga, ni nada de nada. No me deja. Directa al tajo. La agarra, la dirige y se auto penetra. Gime desde el primer instante.

Entre jadeos se me ocurre preguntarla si está excitada.

-. ¿Excitada? Serás bobo… Estoy súper salida, me responde de buen humor.

Me atrevo a usar un lenguaje algo soez y guarro. -. ¿Excitada?… Lo que estás es caliente, guarrilla… Te gusta ¿eh?… Marrana…

Y sus entrecortados si… si…. si…. Siempre dice que sí. Jadea y se retuerce. Y se restriega contra mí. Me encanta. Me voy envalentonando.

-. Te gustaba mirarle ¿eh guarra?, la dije en voz baja al oído, preguntando lo que ya intuía… No tarda ni un segundo en contestar. Si... susurra jadeando.

-. ¿Qué te gustaba? Venga dímelo… Si es un viejales….

-. No sé… dice dudosa. Su culo…. Su… sus… sus enormes cojones depilados, dice por fin decidida. Ha costado, pero al final arranca. Es que me puse como loca…

Paro un poco sin sacarla de ella. Quiero tenerla dentro. Pero no me muevo. No quiero desaprovechar la ocasión de conocer sus pensamientos más turbios.

Me cuenta que cuando yo estaba en el agua, se excitó nada más que le vio venir y se dio cuenta de que estaba desnudo, Y cuando se la acercó… Bufff. Se puso a mil pensando que estaba sola con él en la playa. Sí. Al principio se puso nerviosa cuando se acercó, pero en cuanto la habló se tranquilizó.

-. ¿Y por qué tenías miedo?, pregunté.

-. Hombre, no había más gente cerca y en lo que tu llegabas.… Imagínate, si hubiera querido me hubiera arrastrado detrás de las piedras, me hubiera tirado en la arena y me hubiera violado…

Me cuenta que mientras él la hablaba y hablaba, ella se excitaba mirando de reojo su polla y pensando en esa idea. Su temida y tremenda, pero a la vez excitante, fantasía sexual.  

-. ¿Y qué te decía? Pregunté curioso.

-. Pues de todo… Me dijo que era muy guapa, que porqué estaba vestida, que, si me daba corte estar sin ropa… Le dije que no claro, que me gustaba hacer nudismo, pero que esa tarde no porque hacía frio. Como tonta le dije que por el frio no me quitaba el jersey, pero por dentro… Si en ese momento me hubiera mandado desnudarme, lo hubiera hecho. Lo estaba deseando y por vergüenza no me atreví.  Te lo juro estaba a mil por hora. Y luego cuando viniste tú… Y ya cuando nos hizo tocárselos y tú no dijiste nada… Me lo tapaba el jersey, que si no… Ufff… tenía el chuminillo calado. Menuda mancha debo tener ahí abajo… pensaba… peor que si me hubiera meado encima.

Y ya cuando te miré y vi que estabas pegado mirando, y que se te estaba poniendo morcillona… ufff me dije esta es la mía, y en cuanto te despistaste un momento, hice como que fue él el que me cogió la mano, pero fui yo quien se la agarré y empecé a acariciársela.

-.¡Joder si es que creí que le ibas a hacer una paja! interrumpí.

-. Si… En ese momento no lo pensé, pero es lo que quería…

Y mientras la penetro lentamente, la pregunto ¿en serio? ¿te hubiera gustado hacerle una paja?

-. Si… me hubiera encantado… y sobre todo que se corriera encima de mi... 

-. ¿De verdad te has quedado con las ganas de vaciarle los huevazos? No dudó ni un instante en contestar: Siiii!!!!!!!

El morbo me come. Ya sin cortarme para nada, mientras la penetro cada vez con más fuerza, la pregunto que qué hubiera pasado si en vez de hacerle una paja, la hubiera desnudado y la hubiera tirado al suelo, allí en la arena, y la hubiera abierto las piernas… y…

-. Sigue, sigue, sigue hablándome, me dice casi sin poder ni hablar…

-. Pues… eso… ¿qué hubiera pasado si te la pone entre las piernas y empuja? Todo su cuerpo se tensó. Hinchó el pecho, abrió la boca como si fuera a gritar y llenó los pulmones de aire. Todo su cuerpo empezó a temblar. Justo en ese instante en que el orgasmo nos invadió a los dos lo dijo: ¡Me hubiera dejado follar! ¡joder, lo estaba deseando!¡Oh dios mío! ¡¿pero qué estoy diciendo?! 

Y ya no dijo más. El orgasmo la impidió hablar. Solo jadeaba, gemía, se convulsionaba de gusto.

Fue súper intenso. Nos quedamos k.o. Jadeando respirando con dificultad me dijo: -. no sé qué me ha pasado, es la locura, madre mía, qué burradas he dicho…

Tápame que tengo algo de frio, dijo mientras se acurrucaba a mi lado… Me gustó sentir su piel desnuda junto a mí.

-. Mi amor… me dijo cursilona ¿Y si le hubiera hecho la paja? ¿te hubieras enfadado… o te hubiera gustado verlo? No dije nada. El silencio respondió por mí. ¿Y si me hubiera follado? Ahora las preguntas las hacia ella acariciándome despacio la polla, sonsacándome mis fantasías sexuales, tocándome dulcemente los huevos con la yema de los dedos y arrancándome morbosas confesiones. Y ahora, el que cada vez más excitado decía que sí a todo, era yo. Y volvimos a morrearnos, a sobarnos con calma y a empezar otra vez…

No salimos en toda la tarde. Ni comimos. Un súper maratón de sexo como recuerdo pocos. Al final nos quedados dormidos. Más que por la hora, por el agotamiento.

Desperté y no estaba. Iba a ir a buscarla y al abrir la tienda la veo volver de las duchas. Envuelta en la toalla y el champú de la mano. La quité la toalla de un tirón. Si había alguien cerca tuvo que verla desnuda. No dijo ni pio. Ni siquiera hizo ademán de taparse las vergüenzas. Sonrió con una miradita cargada de picardía. Directa a la tienda. Otra vez esas tetazas y su potorro abierto para mí. Me dolía la polla, pero no se podía dejar pasar la ocasión.

Al día siguiente volvimos directos a la misma playa. Ni lo hablamos. Miramos a nuestro alrededor. Como buscando el mejor sitio donde poner la toalla. No nos lo dijimos, pero los dos sabíamos perfectamente a quien buscábamos.

Había unas dos o tres parejas dispersas entre las rocas. También algunos mirones. De esos había más, cuatro o cinco paseando y puede que alguno tumbado o bañándose.

Hacia calorcito. Colocamos las cosas y la dije: venga al agua. Sin que yo la rogara como otras veces, se quitó el sujetador del bikini.

-. Ala, en top less, dijo meneando las tetas de lado a lado y moviendo coqueta los hombros como una bailarina.

Yo fui el primero en meterme y ella desde la orilla echó a correr con las tetas rebotando y bailando. Lo hace adrede. Sabe que eso me pone a mil.

Dentro del agua, lo de siempre. Juegos, morreos, toqueteos…

Al rato me dijo: mira. Ella le vio la primera. Allí aparecía. La silueta con las melenas enormes. ¿Salimos? Sé que no era una pregunta. Antes de que diga si o no, ya está llegando a la orilla.

Saludos, besos...

Me sorprendió la mirada descarada que la echó. De arriba a abajo. Luego vino el “joder qué buena estás”. No se corta para nada. La mira. Se la come con los ojos. Menudo descaro. Pero lo que de verdad me sorprendió fue que, en medio minuto, tenía la polla completamente tiesa. Inaudito. El tío tan tranquilo, allí empalmado y saludando y hablando tan natural con mi chica, y además ignorándome. Y nosotros dos, mirándole boquiabiertos, como dos bobos, como hipnotizados.

Y cuando quiero darme cuenta, le veo sobando sus pechos, comprobando lo grandes pero turgentes que son, lo duros que están. Y lo “graciosos” que son sus pezones. Me gustan estas tetazas, la dice sonriendo como si acabara de dedicarla el mejor piropo del mundo.

Y ella, con las manos caídas junto a sus caderas, completamente inmóvil, como avergonzada por no hacer nada. Colorada como un tomate. Con cara de vergüenza, pero con media sonrisa. Mirando al suelo. Pero sin hacer nada, sin pararle. Y excitada, tremendamente excitada. Suficiente con oírla respirar para darse cuenta. Menudos suspiros cada vez que se los amasaba.

La sujeta por los hombros y la hace girar. La da la vuelta y la soba las nalgas. Un azotito. Se las palpa enteras. Se las amasa. Las agita, las menea y las hace temblar. Clava en ellas los dedos. Sin dejar de manosearla empieza con sus preguntas soeces, intimas, ¿te la follas bien? Y sin esperar respuesta, se lo pregunta a ella. ¿Te folla bien tu novio? ¿te come bien las tetas?

Alucinante. Ninguno contestamos ni movimos un dedo. Estábamos quietos y mudos. Congelados. Como estatuas. Y el tío venga a sobarla a preguntar. ¿y tú? ¿eres una buena puta? ¿te comes su polla?

Y yo alucinando. No sabía si era un sueño erótico o una pesadilla. Pero de repente, despierto, y la escucho contestando a todo, contándole nuestros secretos más íntimos, diciéndole que ayer lo hicimos toda la tarde y toda la noche en la tienda. Y lo que me dejó más perplejo, contándole que los dos nos habíamos puesto como motos recordando cómo le había acariciado los huevos, como le había cogido la polla, que yo quería haber visto como le hacía una paja, que a mí se me ponía dura al verlo y no me hubiera importado… y que ella me había confesado que se quedó con las ganas de vaciarle los huevazos. Tal cual se lo había dicho yo, así se lo soltó.

Él no decía nada, solo sonreía.

La vuelve a girar. Al hacerlo se restriega, la roza con el pene. Vuelve a sobarla las nalgas. Me enseña el anular y veo como mete la mano bajo la tela. El dedito y el ¡ay!, el respingo.

-. Lo tienes estrechito. ¿Qué pasa, este no te ha reventado el culito o qué?

-. No… me duele…contesta con timidez, como avergonzada por no haberlo hecho.

La gira y se coloca detrás de ella, pegado completamente. Sé que su polla está rozándola las nalgas. A lo mejor se la ha puesto en medio. Una mano en la cadera. La otra subiendo por la barriga hasta las tetas.

Me mira a los ojos. Su mirada es penetrante. Guía a la mía y sin darme cuenta bajo la cabeza y me la veo. Durísima. Ella, como si estuviéramos sincronizados, mira también mi polla. La ve dura, tiesa.

Me riñe con la mirada. No sé por qué, si ella está caliente y dejándose hacer de todo. Tiene los pezones como escarpias y no del frio precisamente. Que nos conocemos.

La otra mano, se interna en arriba de las braguitas. Se las baja un poco. Un escalofrió la recorre entera. Su cuerpo se convulsiona. Se apoya en él y se relaja. Cierra los ojos. Jadea. La mano se mueve lentamente dentro de las braguitas. Saca los dedos y me los muestra. Sé que están mojados. No necesito que nadie me lo explique.

El juego no dura mucho. Es como si hubiera probado hasta dónde podía llegar. Ahora ya lo sabe y la suelta.

Ella no dice nada. Solo respira agitadamente. Sin decir nada se va a la toalla.

La vemos alejarse moviendo las nalgas al caminar por la arena de la playa. Esos meneos de culito siempre me han parecido súper sexys. Seguro que las tetas también van meneándose como enormes flanes de gelatina.

-. Menudas bolas se gasta tu novia, me dice fanfarrón encendiendo otro cigarro. Una ráfaga de viento agita su súper melena.

La veo darse la vuelta. Nos mira. Espera a colocarse completamente de frente a nosotros. Es como si quisiera que la miráramos. Suelta un lateral de la braguita. Luego el otro. Deja caer el bikini. Algo lejos, pero perfectamente vemos aparecer su peludo coñito. El heavy sonríe. Me mira chulo. Su polla está tiesa. Sigue siempre tiesa.  

Se va hacia ella. Llega, la coge de la mano y les veo marcharse hacia el bosque. Ni me muevo. No puedo. Es como si mis pies estuvieran clavados en el suelo. Mis piernas no me obedecen. Realmente tampoco quiero moverme.


2- Después del bosque.

 

No sé cuánto tiempo ha pasado. Anochecerá en menos de una hora.

 Me vuelvo. Por fin. Les veo salir del bosque. Viene llorosa. Aun con lágrimas en la cara.

 Tiene varios chupetones en las tetas. Los ojos rojos, irritados de haber llorado. Él sonríe. Por fin tiene la polla flácida.

-.Te, te, te, ¿te ha follado? pregunto estúpidamente tartamudeando. Sé que es más que evidente. Baja la cabeza. Mira al suelo. Asiente lloriqueando. Un débil sí se escapa de su boca.

Él pasa de sus gimoteos. Sigue sonriendo. Se ha levantado algo de viento. Sé que se ha follado a mi novia y en lo único que pienso es que se le agita a él la melena más que a ella.

Mi polla está tiesa desde que les he visto acercarse. Y desde que me lo ha confirmado, aún más dura que un palo.

 -. ¿Qué te ha dicho tu novio? La pregunta.

 -. Me ha preguntado que si me has… que si me has follado…Responde avergonzada y rompe a llorar.

 Se vuelve hacia mi sonriendo prepotente.

 -. ¿Qué si te la he follado? Pregunta en tono burlón. Me la he follado, claro que me la he follado… Me la he follado hasta hartarme... Y la he hecho algo más… Ya verás, ya…

-. Ven aquí, guarra, la dijo volviéndose hacia ella. Ponte ahí, la dice señalando con el dedo. La da la vuelta colocándola de espaldas a mí. Baja la mano por la espalda agarrando las nalgas.

 -. Venga apóyate en la piedra.

 Obedece dócil. La reclina. La coloca con el culo en pompa. Separa un poco las piernas. Sus labios asoman por debajo. Un meneo a su cadera y sus tetas se balancean. Sonríe. Le divierte el juego. Separa las nalgas.

 -. Mira, me dice, acércate.

 Me enseña lo que la ha hecho. Su ojete está enrojecido. Veo algo de sangre entre sus nalgas.

 -. ¿Qué te parece? ¿te gustaría darla por el culo? ¿Si? Pues venga aprovecha que ya lo tienes abierto, me dice. Vamos joder, métesela.

Me agarra la polla y tira de mi con fuerza obligándome a colocarme detrás de ella. No puedo contenerme. La acerco, la coloco. Empujo. Entra, pero con dificultad. Ella solloza, gimotea. Sé que llora. Con una mano se abre las nalgas tratando de ayudarme.

Empujo, saco, empujo, saco, empujo. Lo hago despacio. Constante pero despacio. Presionado. Buscando que se dilate y pueda entrar mejor. No logro que entre toda.

El allí, mirando. Solo fuma. No para de fumar. Yo sigo empujando, despacio, cuidadoso. Alucino por la escena. No es real, no puede serlo. Estoy obedeciendo y dando por el culo a mi novia solo porque él me lo ha ordenado. Y ella gimiendo y tocándose con una mano. Sigo presionando, pero no he logrado metérsela entera.

Veo como su polla revive. Y explota: -. Quita de ahí joder, no me extraña que esta zorra quiera mas. Aprende joder.

De un solo empujón me separa de ella y me tira al suelo. Mi polla ha hecho plof, como un corcho al salir de la botella. Ella ha gritado. La ha hecho daño.

La coloca como él quiere. Es duro, violento con ella.

-. Ven aquí, me ordena gritando.

Casi estoy encima de él.

Apunta su polla. Apoya la cabezota en su esfínter. Es mucho más grande que el agujero. Agarra las nalgas y las separa con los dedos. Empuja y solamente consigue meterla la mitad. Un grito. La ha hecho daño, mucho daño. Es un bestia. Vuelve a darla fuertes y violentos envites. La hace chillar. Gimotea, llora escandalosamente. La está doliendo. Pero ella no le dice que pare. Solo se toca más y más.

-. Tranquilo que la gusta, dice como para calmarme.

Ojiplático miro su cara de sádico mientras la sujeta por las caderas y la da tremendos empujones. Escucho sus gritos de dolor mezclados con jadeos y berridos de placer. Se retuerce. Llora. Las tetas van de un lado a otro.

-. ¡Mira y aprende joder!, me grita. ¡Y deja de cascártela maricón!

Ella vuelve la cara un instante. Ve como me masturbo. Ni sé cuándo he empezado a tocarme, solo sé que no puedo parar. No puedo dejar de tocarme.

La escena parece que le excita aún más. Nos insulta a los dos. Nos humilla. La llama puta y zorra. A mi maricón, cornudo, picha floja.

-. Toma puta, toma rabo, la grita sin parar. Sus frases obscenas, sus insultos hacen que me masturbe más y más rápido. Escuchar sus tremendas obscenidades me excita, me enloquece.

Para un momento. Toma aire. Le veo sujetar su cadera con un brazo.  Con el otro agarra las tetas. Y empuja con fuerza. Un grito desgarrador. Y entonces le veo levantarla como si no pesara. La tiene ensartada en su polla. Está literalmente empalada. Jamás había visto nada parecido. La folla por el culo en el aire. Es tremendo. La hace subir y la suelta. Al caer ella sola se perfora el culo gritando. Patalea, se retuerce, grita llorando. Increíble. Pero lo más increíble de todo es que ella no para de masturbarse, de tocarse el coño. Y él gruñe de placer.

Dos mirones se han acercado. No me sorprende con tanto jaleo es imposible pasar desapercibidos. Menudo espectáculo. No se cortan. Se masturban mirando.

La vuelve a poner apoyada en la piedra, casi a cuatro patas. Ella gime, él acelera la forma tan brutal de follarla. La levanta con cada empujón. Los pechos van y vienen como locos. La azota con la mano abierta. Tiene las nalgas rojas. La estruja las tetas en cuanto se las agarra. Pellizca y retuerce los pezones. Chilla, aúlla de dolor.

Contemplo ensimismado sus asombrosos empujones. Y a pesar de los azotes y el daño que la hace en las tetas, ella jadea, gime, chilla. Y cuando llega, grita como una loca.

 -. No puedo más, para, para, para… Por favor, me matas, dice a voces. Pero inmediatamente cambia de opinión. Sigue, sigue ¡por favor! No aguanto, no puedo aguantar más… ¡Me voy a correr!... ¡Si sigues así soy capaz hasta de mearme encima!

 Y él dale que te pego sin hacerla ni caso. Efectivamente, la veo mearse la mano cuando se corre. Esa forma tan brutal de correrse me es nueva, nunca la había visto tener esos orgasmos tan intensos, nunca había perdido así el control sobre sí misma.  

 Él está a punto. Lo pregona. -. Me voy a correr so zorra…. Espera puta, ¿dónde lo quieres? Y se lo pregunta arrastrando obscenamente la palabra puta… Puta… ¿te lo vas a comer como antes o lo quieres en la cara? ¿O prefieres entre las tetas? Vamos zorra que tu novio quiere verlo…Vamos puta que está esperando…

Vuelve hacia mí su mirada. -. Puta… tu novio está deseando ver cómo me vacías los huevazos…

Se arrodilla sin contestar y abre la boca. Él se pone como si fuera a mearla. Tiene el culito irritado por tantos azotes. Se pone de rodillas, apenas sentada sobre talones.

 Se masturba impaciente, aún se retuerce de gusto, tiembla. Otra vez los espasmos, los temblores agitan su cuerpo. Se está corriendo otra vez.

 Él la agarra la cara y se la coloca enfrente. Tiene la polla sucia. Con manchas oscuras y rojas. Sé lo que es.

 -. Ven aquí, me ordena. Más cerca. Quiero que veas como tu novia se come su mierda. Acércate vamos. A ver si luego te atreves a la besarla en los morros, dice restregando su polla por las mejillas y manchándola toda.

 Ella se deja hacer. Desde abajo mira la polla. Acaricia sus huevos, y sin siquiera limpiarla con la mano, se la mete en la boca, se la chupa, se la lame ansiosa. 

 Sigue medio llorando, pero el hipo, se confunde con los jadeos de placer.

 -. Mira cómo se toca el potorro. Espera zorra…. Deja de tocarte el coño. La levanta, la zarandea. ¡Que dejes de tocarte el chumino, so puta!

 Sus tetas van de un lado a otro. La tira al suelo y se coloca en medio de sus piernas. No deja que las cierre. Coge un puñado de arena y se lo restriega por el coño.

 Sin mirarnos, dice en voz alta que es mejor así, porque si se toca, la dolerá, sobre todo si se toca el clítoris. Coge otro puñadito de arena en la mano y nos lo muestra al mirón y a mi. La arena cruje al rozarse apretada entre los dedos. Separa los labios vaginales y deja caer un chorrito directamente en la vulva.

 -. Esto está mejor, a estas zorras hay que tenerlas calientes. Si las dejas que se corran, pierden fuelle, así están más putas.

 La vuelve a colocar como antes y la manda abrir la boca. Se lo mete, bueno más bien se lo incrusta completamente en la garganta. Se suceden las arcadas, sus intentos de vomitar. La ahoga. Pero él a lo suyo. Se retira casi hasta sacarla y cada vez que empuja, parece que la mete más adentro. Prácticamente la tiene entera. Sujeta la cabeza por la nuca con las dos manos. Se la tiene empotrada en la tráquea. Sus labios se aprietan contra los testículos.

 Así hasta que llegan sus espasmos. Veo como al incrustarla la polla en la garganta tensa sus nalgas. Echa la cabeza hacia atrás. La tremenda melena cuelga, se menea al viento. Vuelven los empujones y otra vez sus tremendas arcadas. La ahoga, la asfixia. De su garganta sale un joderrrr alargando la “r”. Un jodia puta, dicho cargado de lujuria, de placer.

 -. Ni lo vas a saborear. Te voy a mandar mi lefa directa al estómago so puta, dice con voz gutural. ¡Vacíame los huevos! Traga zorra la grita.

 Más que gemir, gruñe al llegar.

 Cuando se la saca de la boca la hace vomitar. Vomita bilis. Saliva. Babas mezcladas con semen.

 Apenas puede respirar. Está desarmada, rendida, extenuada.

 Un mirón viene hacia ella. Se la está tocando. No necesita ni hacer ni decir nada. Sabe para qué se acerca, sabe lo que quiere. Jadeante y rota, se deja manejar y no necesita que la digan nada. Abre la boca y espera sumisa para recibir su corrida.

 Los otros mirones se arriman. No hay peligro. Y ella no dice nada. Parece que no la importa. Y si la importa no dice nada. Uno se corre en su espalda. No le ha dado tiempo a llegar. El otro se acerca más.

-. Prepárate zorra, que ya va.

Apunta. La baña la cara. Ella abre la boca para que entre algún chorro. El resto cae llenándola la cara y las tetas. Flipo. Hay un tercero: Le veo vaciar los cojones de leche mientras ella se los acaricia y recibe otra descarga directamente en la cara. Lo que no puede tragar, la escurre y cae resbalando por la barbilla sobre sus pechos.

-. Te dije que, si no las dejas correrse, se vuelven más putas, me explica presumido con aires de superioridad.

Cuando nos quedamos solos, vuelve a colocarse delante de ella. Se la sujeta. ¿Otra mamada? No. Peor aún. Es más humillante todavía: se pone a mearla. Primero en la frente. Luego de arriba abajo y de abajo a arriba. Para. Da la vuelta a su alrededor. La empuja con el pie y cae de bruces. Como si supiera que tiene que hacer se separa las nalgas. Su ojete está destrozado. Con sangre al rededor. Y él apunta allí la meada. También la moja los labios.

Para y vuelve a ponerse delante. Ella se coloca otra vez. Apunta a los pezones y cruza sus pechos. La ha meado enterita. Y ella ni se inmuta. Sigue llorando, hipando de vez en cuando, pero ni se aparta ni se altera. Ni siquiera protesta. No dice nada.

-. Venga, a lavarte zorra la dice burlándose y mirándome por encima del hombro. Ignorándome recoge sus cosas.

La espera de pie. En cuanto ella regresa, la manda tumbarse y abrir las piernas. Con el empeine del pie la arroja arena al coño. Se lo pisa y se restriega moviendo la planta del pie. Ya sabes, la dice, no vaya a ser que a este se le ocurra follarte.

 Me mira. Se gira hacia ella. -. Espera, espera. No te levantes. Ábrete bien el chocho, guarra.

 Vuelve a coger arena, pero ahora con la mano y ahora, meticulosamente, no solo se la echa entre los labios, sino que también se la mete adentro.

 -. Ahora sí que no le van a entrar ganas de metértela. Si quiere desahogarse que se la casque o que te la meta por detrás, a ver si aprende a joderte el culo de una vez.

 A lo lejos oímos gemidos y grititos. Vuelvo la cara. Una de las parejas está follando. A lo mejor animados por la escena.

 Se va. Se mete en el agua. Se sentó mirando al mar con la mirada perdida, sin vida, sin voluntad. Como en estado de shock. Era un zombi, un fantasma. Estaba como hipnotizada.

 Al rato le veo salir del mar y alejarse.

 Casi es de noche. Seguimos sentados en la toalla. A lo mejor llevamos más de una hora así, sentados, sin decirnos nada. Llora. Gimotea. No entiendo nada.

 De reojo la veo tocarse hasta que repentinamente se levanta.

Ni adiós ni… nada. Solo un no le digas nada a mi padre.

Me quedo allí solo mientras la veo alejarse desnuda. A mi lado ha dejado su ropa metida en la bolsa. Arrastra la toalla. Camina con alguna dificultad. Normal, te acaban de reventar el culo, so puta sonrío irónico. Me arrepiento inmediatamente, pero ni me muevo. Mi polla revive. No lo entiendo. Tengo que tocarme. Solo mencionar, solo el pensar que acaban de joderla el culo, el recordar las escenas, sus gritos, hace que me toque más y más rápido. Me corro retorciéndome en el suelo mientras repito una y otra vez la palabra puta. Puta… Puta…

Cuando regreso al camping no está. Lo intuía. En cierto modo lo sabía. No sé dónde está, pero si con quien. Y lo que hace endurecer mi polla, sé lo que está haciendo. Pienso en levantarme e ir a los servicios, ¿para qué? Aquí mismo joder. Sé perfectamente lo que está, o mejor dicho, lo que la están haciendo. Dentro de mi cabeza diría que hasta la oigo gemir y gritar. Cierro los ojos. La veo. Las imágenes son reales. Como si otra vez lo estuviera viendo en directo. La oigo gemir. La veo. Allí, en el bosque. A cuatro patas, recibiendo pollazos que hacen balancear sus tetas. Me da la sensación de que si estiro la mano se las puedo tocar. Y lo hago sobre su ropa.

Esperé cuatro días en la tienda. El sábado por la noche regresó. Casi de madrugada.

 Estaba despierto sentado a la entrada de la tienda. Venía envuelta en la toalla. Se la quitó. Se desnudó allí mismo, delante de mí.

 Había luna llena. Se la veía perfectamente todo. No la importaba que pudieran verla.

 -. Por favor, ¿me dejas entrar?

 Se tumbó a mi lado. Silencio. Olía mal. Sé que olía a él. A su semen. A su… Si tenía que ser a eso. Le había visto mearla de arriba abajo.

 Al rato lo soltó a bocajarro sin mirarme. No hablaba conmigo. Es como si hablara al techo.

 -. Me he convertido en su puta, me dijo. Para siempre. Te quiero, pero tienes que saberlo. Tienes que saber que me ha hecho de todo. Y no solo es que yo me haya dejado, es que me ha encantado. Nunca le he dicho que no a nada. Ni cuando me ha hecho follar con otros solo para divertirse o me ha entregado por dinero.

 Si me dejas lo entenderé. No puedo culparte. Te quiero muchísimo. Pero si me dejas estar a tu lado, recuérdalo, siempre seré su puta. Le pertenezco. Soy suya. Soy suya y puede hacer conmigo lo que le dé la gana. Cuando y donde quiera. Me va a follar siempre que le apetezca. Me ha dicho que lo va a hacer incluso en nuestra propia cama, delante de ti. Simplemente porque se le antoja o para humillarte, para que veas cómo me corro y lo puta que soy.

 No dije nada. No pregunté nada. Empezó a hablar y a contarme lo que la había hecho, como se la había follado, como a veces la hacía daño, como le gustaba vejarla y humillarla, maltratarla, pero, sobre todo, me contaba que se había hecho el dueño de su mente y de su cuerpo y la volvía loca de placer.

 Me contaba que obedecía ciegamente. Que hacía lo que él quería. Que se entregaba a otros en cuanto se lo mandaba. Habían llegado a sodomizarla encima de la mesa de un bar mientras él bebía cerveza sin parar de reírse. Luego le había seguido hasta su casa. Nunca la dejó vestirse. Siempre estaba desnuda, accesible para él o para sus amigos. Cocinaba, limpiaba… Se dejaba hacer de todo. Era su más que su puta, era su esclava.

 -. No sé por qué lo he hecho. No me preguntes. Ni yo lo entiendo. Pero tenía que hacerlo. Es como si una fuerza superior a mí me empujara. Es lo único que sé.

 Me lo dijo susurrando y llorando.

 -. Tú decides. Y hazlo pronto, porque al amanecer vendrá a buscarme. Me volverá a llevar al bosque.

 Cuando te vayas, pasarás por el camino donde le dejamos el primer día. Allí estaré atada a un árbol, desnuda, con los ojos vendados. Me va a dejar así, completamente indefensa, para que cualquiera pueda violarme, y si decides ir y parar, me encuentres usada y sucia. Si vas pronto podrás soltarme… si no… ya sabes lo que pasará. Volveré con él hasta que encuentre a otra o se canse de mí.  

 Silencio. Sé que estaba llorando, no hacía falta mirar.

 -. Tú escoges si quieres soltarme o esperar para ver cómo me violan y me usan. Según él es lo que harás. Lo dudarás y lo pensarás mil veces. Pero al final vas a ir y no podrás aguantarte. Me verás allí desnuda y te esconderás. Así podrás ver lo que me lo hacen. 

 Verás cómo me violan y te cabrearas porque gritaré de placer. Sabrás que me corro, que gozo con cualquiera, que disfruto incluso más que contigo y mientras te la tocas me llamarás mil veces puta. Luego en cuando estés solo y nadie te vea, excitado y fuera de control, saldrás de tu escondite.

 Veras mi coño irritado y rebosante de semen. Te dará asco. Mucho asco. Pero no te aguantarás y me la meterás. Gritaré, suplicaré, diciéndote que me duele, que por favor que pares, que no puedo más. Te dará igual y me violaras tú también. Me la clavarás completamente rabioso y enfurecido. Me follarás como un animal, como si no me conocieras de nada y luego me dejarás allí. Abandonada. Sé que volverás arrepentido, pero no sé si luego me llevarás o no contigo.

Ya sé que te parece irreal, que te suena a cuento chino, pero sé que es así. No son fantasías mías ni me he metido nada. Me lo ha dicho él. Por muy absurdo que te parezca sé que es así. Todo lo que me ha dicho él es verdad. No sé por qué, pero siempre acierta. En muchas cosas es como si pudiera ver el futuro, como si supiera perfectamente lo que va a pasar.

 Te quiero y no puedo engañarte. Piénsalo. Por mucho que quiera no puedo obligarte a nada. No puedo reprochártelo. Pero si dices que sí, si me llevas contigo, no habrá marcha atrás. Es terrible lo sé, pero será como él dice. Él quiere que lo sepas.

 Antes de traerme, me lo ha dicho, me lo ha contado mientras me follaba a la puerta del camping. Quiere que sepas que soy una puta, que acabo de entregarme a él, y que mi coño está lleno de su leche y que si no me echas de la tienda te lo cuente.

 Intentó coger mi mano para acercársela a su sexo. Sin duda quería que mis dedos se humedecieran. No la dejé retiré la mano. Pero no hice nada más.

 Al rato volvió a hablar. Nos casaremos en meses de seis meses y seré tu esposa, pero te casarás con su puta. El día de nuestra boda, en cuanto termine de ponerme el vestido, me quedaré sola en la habitación. Y entrará él. Me manoseará, manchará adrede mi ropa interior blanca. Tendré que bajarme las braguitas y abriré mis labios para él. Me tocará. Y cuando esté a punto, meterá unas hojas en mi coño y me subirá las bragas. No dejará que me corra. Ya sabes, para que esté más caliente.

 Tendré que sacársela. Lamer sus huevos como a él le gusta. Me girará me colocará a su antojo. Empujará ya sabes por dónde. La meterá y la sacará hasta que su polla salga sucia.

 Luego se la chuparé hasta que consiga que se descargue en medio de mis tetas. Así iré al altar. Caliente como una cerda. Sucia, oliendo a su semen. Pero solo tú lo olerás, solo tú lo sabrás.

 Cuando el cura diga eso de puedes besar a la novia, tú lo harás, y sabrás que mis labios han estado chupando su polla llena de mierda. Mi boca guardará el sabor de su rabo. Esa misma noche, en nuestra noche de bodas, delante de él, tú me desnudarás. Verás las bragas y el sujetador sucio. No habrá nada limpio ni puro en mí. Estaré toda manoseada. Le enseñarás mis tetas y las lamerás. Reconocerás el sabor de su semen en mis pezones. Solo entonces bajarás mis bragas y verás las hojas.

 Tienes que comértelas. Olerán y sabrán a mí. Tu polla no volverá a erguirse. Desde esa noche, él me follará. Y tú tendrás que ver como mi coño se llena con su leche. Un día, y otro y otro… Te excitarás mirando. Pero no podrás tocarme. Tu polla no te responderá y los huevos te dolerán. Solo podrás descargarte si te masturbas mirando como él me destroza el coñito o cuando me entregue por dinero para que cualquier cerdo me sodomice delante de tus narices. Así todos los días hasta dejarme preñada.

 Sabremos que estoy en cinta porque desde ese momento, tu irás perdiendo pelo. Cuando nazca su cría, estarás completamente calvo. Y solo entonces podrás volver a follarme. Solo entonces podremos tener a nuestro hijo. Piénsalo mi amor. Piénsalo bien. Ya sabes lo que te espera si me llevas contigo.

 Silencio.

 Pasó alguien con la linterna camino de los baños. Supongo que me la vería al contraluz. La tenía tiesa como un palo y mi mano subía y bajaba lentamente.

 Pensaba en lo que me acababa de contar, en que mi novia se había convertido en la puta de un desconocido, en lo que decía que la habían hecho, en cómo la habían follado. Pero sobre todo pensaba en lo que tendría que hacer si me casaba con ella. Me la imaginaba vestida de blanco, con el escote de su vestido de bodas roto, con sus enormes tetas fuera y él riéndose, con su polla tiesa y sus gigantescos cojones sentado en un sillón esperando, tomándose una copa de champan, mientras yo le preparo a mi mujer para que se la cepille… ¿qué haría yo después de entregársela?… ¿quedarme? ¿Irme? ¿meneármela como un loco desesperado?...

 Silencio.

 Sujetó mi mano y me llamó por mi nombre.

 -. Eso no es necesario. Si no te doy asco, todavía puedes follarme.

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