viernes, 5 de abril de 2024

Universitaria: Profesora particular (1 a 6)

 Hola a todos y todas. Hoy os traído un nuevo relato, que espero se convierta en una serie si os gusta la idea. Sucedió en tercero de carrera, así que por aquel entonces tendría unos 20 años.

Sobre mi decir que por aquel entonces estaba medio enrollada con Lucas, un compañero de clase que ha protagonizado relatos anteriores. Yo era una chica sencilla, ni delgada ni gorda, con ciertas curvas, un culito redondito y no muy grande, y unas tetas que eran lo que más destacaban de mi. Redondas y muy firmes. Por aquel entonces, y hasta ahora, decidí teñirme el pelo a un blanco-plateado que me sentaba bastante bien con mi cara redondita y afilada. Solía llevar el pelo largo, normalmente recogido en una o dos trenzas.

Serían las 11:45 de la mañana de un viernes de Marzo. Llevaba desde las 9 de la mañana en clase, y por si fuera poco la noche de ayer me la había pasado de fiesta con mis amigos hasta las tantas sin parar de beber.

Estaba bastante resacosa, pero eso nunca me ha impedido cumplir con mi deber yendo a clase. El problema es que la clase de ética en la universidad se me hacía cuesta arriba. Teníamos uno de esos profesores que no paran de leer en un tono monótono y aburrido durante toda la hora. Todos estábamos deseando que diesen las 12 para marcharnos de una vez por todas de ese infierno.

Como era obvio, los viernes había mucha menos gente en clase de la esperada por que la mayoría habían salido de fiesta la noche anterior y ahora mismo estarían durmiendo la mona.

Estaba sentada en las filas de en medio, intentado camuflar mi cara de sueño detrás de unos muchachos. A mi lado estaba Ana, una chica que me caía bastante bien, especialmente por lo estudiosa que era, una de esas estudiantes que siempre te gustaría tener como amiga.

Mire mi móvil para ver la hora, cuando me fije que tenía un mensaje de Lucas, mi rollete de la uni. “¿Quedamos después de clase en mi casa?”. Lucas no había ido a clase, así que ahora mismo estaría despertándose en su cama. “Buenos días bella durmiente” Le escribí mandándole con disimulo en selfie de mi cara en clase.

Lucas se había pillado una borrachera bastante gorda anoche, por lo que termino yéndose a casa antes de tiempo y frustrando mis expectativas de echar un buen polvo. Al menos me lo pasé bien con mis amigas cantando como locas y bailando toda la noche. Pero estaba claro que ahora pretendía reclamar lo que había perdido.

“No puedo, hoy tengo clases de apoyo.” Le respondí. Hacía unos días había empezado a dar clases a un niño de secundaria para sacarme unos ahorrillos, que mal no me venían.

“Yo también necesito clases de apoyo, te puedo pagar de muchas formas” Respondió el enviándome una foto de su erección bajo la sabana.

“Si hubieses venido a clase seguro que no estarías así.” Le conteste intentando no alargar la conversación mucho más.

“Entonces voy ahora. Te veo en los baños de la segunda planta.” Respondió al momento.

Intente frenarlo, pero tampoco con mucho empeño, aquellos arrebatos calenturientos me gustaban demasiado, y el riesgo de vernos en los baños de la facultad que excitaba sobremanera. Dieron las 12 y salí pitando hacía allí. Seguí las indicaciones de Lucas y entré en uno de los baños masculinos sin premeditaciones.

Un chico con gafas, bajito y de aspecto friki se estaba lavando las manos. No le hice mucho caso y rápidamente me metí en uno de los baños y cerré la puerta. Como era de esperar el chico se quedó perplejo. Esperé un minuto y Lucas llegó.

Entró rápidamente al baño conmigo. Aun podía escuchar los pasos del muchacho dentro, pero nos dio igual.

Lucas llevaba una camiseta negra y unos baqueros. Parecía que se había vestido a todo correr solo para venir a darme lo que me merecía. Es increíble el poder que puede tener el sexo sobre un hombre. Su melena, despeinada y rizada tapaba sus orejas y caía sin forma pro su cara.

Yo estaba esperándole sentada sobre la taza del cuarto de baño, con una camieta blanca y un ceñido pantalón negro de chándal.  Nos miramos, nos reímos como unos mojigatos, y rápidamente nos fundimos en un beso. Me encantaba notar su barba al besarle, y morderle los labios.

-Vaya, creo que esto es para mi.- Le dije poniendo mi mano sobre su paquete. No sería la primera ni la última vez que hacíamos guarradas en esos baños.

Miré mi reloj. -No tenemos mucho tiempo. Tengo que pasar por casa antes para cambiarme. - Le dije mientras sacaba su polla del pantalón. Ni si quiera se había molestado en ponerse calzoncillos.

-No te pongas muy guapa o distraerás a tu estudiante.- Dijo Lucas mientras se llevaba la mano a la polla y comenzaba a pajearse frente a mi. El permanecía de pie mientras yo seguía sentada en la taza, por lo que su polla quedaba a la altura perfecta de mi cara. Me encanta contemplar como poco a poco va cogiendo fuerza.

-Con ese chaval no hay forma de que se concentre. Es un macarrilla que pasa de estudiar. - Seguí la conversación como si nada mientras aparte sus manos para ser yo la que realizaba el trabajo manual.

-Con una profesora como tu se habrían solucionado todos mis problemas con las notas, créeme.- Respondió Lucas con una sonrisa, mientras contemplaba como le hacía una lenta y meticulosa paja.

Recorrí lentamente con mis dedos su base, como si de un masaje se tratase, retirando la piel que escondía su rosado glande. Apenas su polla salía por la bragueta del pantalón para dejarme disfrutar de su anatomía.

Paso mis dedos lentamente por su glande, presionado sobre su frenillo durante unos segundos para finalmente agarrar la base de su polla y comenzar el movimiento de la paja. Podía notar no solo como su polla crecía, sino también como se iba calentando y comenzando a escupir líquidos preseminales. Me mordía los labios intentando contener la lívido.

-¿Este es mi premio por ser un chico bueno profe?- Dijo Lucas con un tono juguetón, mirando hacia abajo con su melena cayendo sobre la cara.

-Esto es solo un premio. Si te portas bien habrá más.- Le dije siguiéndole el rollo. Aumenté ligeramente el ritmo y la presión sobre la base de su polla, y en lugar de centrar el movimiento, subí y bajé la mano al completo, recorriendo su polla de arriba abajo aprovechando que empezaba a estar pringada.

-¿Más? Entonces estoy dispuesto a estudiar todo lo que sea necesario. – Notaba su estado de excitación creciente. Me miraba con deseo el escote, a Lucas siempre le han encantado mis tetas, pero por ahora me dejaba ser la dueña de la situación en nuestro particular juego.

Mi visión se centraba el disfrutar del deleite visual que es tener una polla en mis manos. Yo era la dueña de su orgasmo, y como buena profe, no dejaba de masturbar su polla, que a pesar de no ser enorme, ya había alcanzado su plenitud. -Sigue, sigue.- Decía el, con mi mano sin dejar de pajearle.

Movía la muñeca rápidamente, deslizando la palma de mi mano por toda la base de su polla, desde sus huevos hasta la punta de su glande en apenas medio segundo, hasta que, agotada de tanto meneo, cambie el ritmo, para centrarme en masajear lentamente su punta. Ahora mi mano recorría con precisión y la justa presión su glande, acercándole cada vez más hacía mi.

-Pues a partir de ahora más te vale estudiar. Y venir a clase todos los días. Sino se acabarán los premios.- Dije acercándome lentamente su polla a mi cara. Siempre me han gustado ese tipo de juegos sexuales, creo que es lo que le da morbo a la situación y te excita más incluso que el propio sexo.

-Por supuesto.- Dijo el expectante. Deje su polla a pocos centímetros de sus labios. Mirandola fijamente. Contemplando como había pasado de estar flácida a ser toda una estaca. Podía notar como se moría de ganas por que se la chupase.

Alargué el esperado momento unos segundos más, y seguí masturbándole con rudeza y fuerza desde la base de su polla, haciendo que chocase con mi cara a cada sacudida.

Allí estábamos, en el baño de la universidad, un viernes a la mañana. Yo sentada sobre la taza agarrando su polla con lujuria y machacándosela contra mi cara. Sabía que aquello le encantaba, pero él no sabía que a mi me ponía incluso más. Me sentía sucia notando como con cada golpe su polla dejaba un rastro de fluidos sobre mis mofletes, mi barbilla y mis labios. Mis bragas comenzaban a estar mojadas, pero aquello iba a ser algo rápido, lo tenia claro, no podía permitirme perder mucho tiempo y llegar tarde a mi trabajo. Oportunidades para desahogarme iba a tener muchas.

Lucas, con poco disimulo, comenzaba a intentar empujar su polla contra mi boca, con la idea de abrir mis labios y entrar en mi boca. Hice como si no me enterase y continué pajeando su polla, recorriéndola con fuerza y desenfreno, con movimientos rápidos y mi mano derecha toda pringada aferrada su base.

-Dios, eres la mejor profe del mundo.- Dijo Lucas sin perder detalle de como su polla resbalaba por mi cara. -Ojala dijesen eso todos mis alumnos.- Dije, y aprovechando el momento, termine metiéndome la punta de su polla en la boca, haciendo presión con los labios, para azotar suavemente con mi lengua su glande, mientras mi mano seguía pajeándole.

-Dios que boquita tienes. - Le miré a los ojos para contemplar su expresión, sin que mi lengua dejase de jugar, y remover mis babas alrededor de su miembro. -¿Ejo eh lo que valorasd de tu profe, mi goca?- Dije hablando como pude con su falo aún en mi boca. Mi melena caía sobre mi cara y quedaba pegada sobre el mejunje de fluidos que tenía esparcidos por el rostro, haciendo difícil ver nada.

-Bueno a decir verdad me gustan más tus tetas.- Al momento se agacho para deslizar una mano por debajo e mi camiseta y subírmela para sobarme un pecho sobre el sujetador.

-Pero bueno. Eso es otro premio. No te adelantes tanto.- Dije apartando su mano. Lucas sonrió con malicia. Las reglas del juego jugaban a mi favor. Solté su polla sacándola de mi boca, con el capullo ensalivado.  -¿Esto es lo que tanto te gusta?- Dije levantando mi camiseta para dejar ver mis pechos aprisionados bajo el sujetador negro. -Vaya vaya.- Aproveche el momento para hacerme una coleta.

-Chss, chss, no te he dado permiso para tocar.- Dije rápidamente viendo como de nuevo se acercaba a tocar mis tetas. -Te tendrás que conformar con verlas. Al menos hasta que mejores tus notas.-

-Entonces quítate el sujetador. - Pidió Lucas con una sonrisa picarona. Cedí y me lo desabroché dejando libres mis tetas. Lucas se contía por lanzarse a ellos, como acostumbraba a hacer. -Por ver esas tetas todos los días, estudio lo que haga falta.- Después de todo este tiempo de juegos, por un momento, se me paso una perversa idea por la cabeza. ¿Sería esa la solución? Miré el reloj. Mierda, llevábamos en el baño cerca de 15 minutos. Tenía que darme prisa para acabar con eso, darme una ducha rápida, y acudir al trabajo.

-¿Bueno, por qué punto de la clase íbamos?- Dije dejando mi camiseta y el sujetador apoyados a un lado.

-Creo que estábamos en plena clase de lengua. - Me respondió entre risas.  Agarré su polla de nuevo encaminándola a mis labios, le di un besito en la punta, y haciendo presión hice que poco a poco fuese penetrándolos, hasta que quedó toda dentro. Moví mi cabeza hasta que llegué hasta sus huevos, y con todo su rabo dentro de mi, comencé a hacerla entrar y salir rítmicamente. La sacaba del todo de mi boca, para rápidamente volverla a meter hasta el fondo con fuerza. Repetí la operación, únicamente usando mi boca unas 15 veces, aunque en ocasiones la puntería no era la idónea y entraba chocando con mis labios, dejando un reguero de babas por la comisura de ellos.

-Dios, me encanta la clase de lengua.- Decía entre pequeños gemidos.

Aloje su polla al complejo dentro de mi garganta por unos segundos. Sentía como palpitaba dentro de mi, mientras respiraba por la nariz, y la fui sacando lentamente, haciendo que un gran chorro de babas resbalara por mis labios en dirección al suelo.

Finalmente agarre su polla haciendo palanca para sacarla de mi boca haciendo presión contra mis papos, me encanta hacer eso, supongo que es algo que he aprendido del porno.

-Pues ahora vamos con la clase de física.- Dije, colocando su miembro entre mis tetas. -¿Sabes lo que pasa cuando a una polla le aplicamos una fuerza ascendente y descendente entre dos tetas?- No pude contener una pequeña risa, al igual que él.

-Estoy deseando saberlo profe.- Me contestó intentado mantener la seriedad.

Agarre mis pechos con las palmas de mi mano, apretando para encerrar su polla entre ambos. Lucas se tenía que agachar para conseguir mantener la posición perfecta, he de decir que hacerlo en los baños era un poco incomodo, pero siempre me han encantado las cubanas, prueba de ello era el estado de mis bragas, las cuales estaban más mojadas que un bikini en la playa.

-Dios me encantan tus tetas Miriam, no dejes de usarlas.- Dijo Lucas abandonando momentáneamente su rol. Su falo resbalaba atravesando mi entreteto, mientras movía rítmicamente mis redondos pechos, que escondían por completo su polla en algunas zonas

He de decir que no era la mejor paja con las tetas que he hecho, pero hay que entender la situación. Yo era la encargada de mover mis pechos con las manos, logrando así el efecto de masturbación en mi polla, que atravesaba mi canalillo para apuntarme con un rojizo e hinchado glande, que pedía a gritos disparar todo lo que tenía dentro.

-Estoy a punto cielo.- Me dijo. Parecía que había dejado de lado el juego. No me gustaba nada su actitud, normalmente en el sexo, una vez había conseguido lo que quería, abandonaba mis juegos, que eran lo que más me hacía disfrutar a mí.

-Entonces vamos a terminar con una lección de química. ¿Sabes qué pasa cuando mezclas tu polla a punto de explotar con mi boca? - A pesar de que fue breve, aquella cubana dejo mis tetorras echas un cristo, llenas de líquido preseminal.

-Prefiero correrme en tus tetas cari. - Argumentó Lucas. Hice caso omiso y me volví a meter su polla en la boca, succionando sin parar y comenzando a mamársela con rabia. Lucas estaba cerca, lo sabía porque comenzó a mover sus caderas acompañando mi mamada, como follándose mi boca, pero en ese momento comenzó a sonar su teléfono.

Lucas lo ignoró. Le mire, levantaba su cabeza mirando al techo dejándose llevar por la situación, disfrutando de la increíble (o eso creo yo) mamada que le estaba dando. Pero a mi me gustaba jugar, así que decidí sacar el teléfono de su pantalón y descolgar.

-¿Gi? – Logre decir mientras seguía con la mamada. Como podéis imaginar por la escasa reacción de Lucas, no era la primera vez que lo hacía. Saque su polla de dentro de mi boca, para poder mantener la conversación, jugando con mi lengua para masajear su glande.

-Ahora mimo edtá en el baño. ¿Qué quieles?- Respondí.

Lucas forzaba su polla, estirando su pelvis hacía mi, para volver a metérmela en la boca. -Si agora va paga allí- Dije mientras su polla entraba de nuevo en mi boca. Aprovechó mi descuido para agacharse y lograr agarrar mis tetas, tirándome de mis pezones y hundiendo su polla en mi garganta. Vaya profesora con una mierda de autoridad en la que me había convertido.

-Je lo diho agora mihmoh.- Intente decir, atragantándome con su polla y expulsando un montón de babas y flemas de mi boca. Lucas me arrancó el móvil de la mano.

-¿Sí?- Respondió mientras magreaba salvajemente mis tetas, sin dejar de presionar con su polla mi boca. Me costaba respirar, pero trate de mantener la calma.

-Hostia, no he mirado la hora tio. ¿Tienes unas botas para dejarme?- Lucas continuaba hablando por teléfono, mientras yo me dejaba hacer.

Finalmente sacó su polla de mi boca, y comenzó a masturbarse contra mi cara, aporreando con ella mis mejillas, haciendo salpicar toda esa mezcla de fluidos. -Chupa, que me corro.- Dijo apartando el teléfono.

Saqué mi lengua, y poco pude intenté lamer su glande cada vez que lo acercaba a mi cara, acertando algún que otro lengüetazo. Venga pues ahora nos vemos en el campo tio.-

Lucas comenzó a correrse sobre mi cara sin apuntar a ningún sitio en concreto. No con gran contenido, pero si con una fuerza increíble. El primer chorro cruzó de mi barbilla a mi nariz, y el segundo quedó esparcido por toda mi nariz y mis labios.

-Y esto es lo que sucede. Una reacción de corrida rica en proteínas.- Dije riendo, mientras el aún seguía masturbando su polla.

-Cielo lo siento, pero tengo que irme. Había quedado para jugar al futbol. Si quieres vente a dormir esta noche. - Lucas se escuso casi sin darme tiempo a responder. Abrió la puerta del baño y se marcho rápidamente. -Lo siento, lo siento, lo siento, te recompensaré. - Susurraba ya desde fuera del baño.

Fui a coger papel para limpiarme cuando me dí cuenta que no quedaba nada más que el canutillo vacío. -Genial-. Dije.

Sali del baño, con el reciente semen resbalando por mi casa y los pechos al aire, cuando me percaté de la presencia del muchacho, aún en el baño. Lucas había salido tan rápido que ni se había dado cuenta.

Ví como me miraba alucinando y desorientado. -Pero bueno, pervertido, es que no has visto nunca unas tetas- Dije cubriéndomelas con mis manos.

-Eres tú la que está en el baño de hombres.- Argumento trabándose varias veces.

-Si, y tú me vas a decir que llevas 20 minutos cagando, ¿No?-.- Aprecié un bulto en su pantalón y la bragueta bajada. -Por dios.- Observó como mi miraba dejaba en evidencia su situación y trato de taparse sin mucho éxito.

Me acerqué al lavabo y abrí el grifo, para limpiarme la corrida de Lucas de la cara. El muchacho ahí seguía contra la pared sin quitarme la mirada de encima. -¿Pero bueno, es que no tienes nada que hacer?- Le dije algo enfadada.

Procedí a limpiar también mis tetas con algo de papel, y a través del espejo pude ver como finalmente el muchacho salía corriendo del baño, y una vez lista procedí a vestirme, dándome cuenta el porqué de esa huida tan rápida: El cabrón me había robado el sujetador.

Por suerte había dejado mi camiseta. Me vestí como pude y me dirigí a mi casa para darme una rápida ducha y aprovechar para masturbarme durante el proceso con el dilo morado que tengo pegado ahí mismo con una ventosa. No fue suficiente, pero pude relajar el calentón un poco. Me puse unos pantalones negros y un top rojo, confinados con un culotte y un sujetador a juego y puse rumbo a la casa del muchacho al que me encargaba de dar clases.

-Buenas tardes Miriam.- Dijo el padre recibiéndome. Era un hombre alto, fofo y calvo, con una espesa barba que aparentaba ser muy bruto, pero lejos de su apariencia era un hombre muy agradable. -Oye, hay algo que me gustaría comentarte. Mira, no te lo tomes como algo personal, pero estoy pensando terminar con las clases de Diego. Y no es por ti, se te ve una chica responsable y se que te molestas en que aprenda, pero ese chico es un caso perdido. No podemos seguir tirando el dinero en clases que no van a ningún lado.

Un cúmulo de emociones llego a mi. Pena en primer lugar, por las palabras de un padre desesperado. Pero también fracaso por perder mi única fuente de ingresos e ira por saber que el chaval simplemente no quiere esforzarse. -Lo entiendo. - Dije apenada.


-Si te parece bien, este mes será el último. Lo mantenemos con dos días a la semana, como hasta ahora. Tiene algunos exámenes la semana que viene, haz lo que puedas con el, no espero milagros.- Dijo el padre.

Entre en la casa, un hogar modesto, decorado de forma rustica. Entre al hall de recibimiento para terminar de hablar con el padre y agradecerle su confianza en mi. ¿Un milagro no? Parece que es lo único que me puede salvar de este despido.

-Por cierto, los próximos días estará mi padre en casa. Me han cambiado el turno y me es imposible. Intentaré estar a final de mes para despedirme. - Dijo con una sonrisa desde la cocina.

Yo me dirigí a la habitación de Diego, abrí la puerta y observé a aquel pequeño diablo de 15 años jugando tranquilamente a los videojuegos con los libros tirados a un lado sobre el suelo. Carraspeé la garganta para llamar su atención al mismo tiempo que daba unos golpecitos sobre el marco de la puerta.

-Ah, ya has llegado. Pensaba que mi padre te había despedido ya.- Dijo el muchacho sin dejar de mirar la pantalla. Me agaché y recogí los libros del suelo, apagué la televisión y giré su silla hacía la mesa de estudio. Deje caer los libros frente a él, al mismo tiempo que tomaba asiento a su lado.

-No puedes seguir así Diego. Te das cuenta de que haces lo que te dá la gana. Tienes las capacidades de sobra para ser un buen estudiante. ¿Qué pasa contigo? -

-Que paso de estudiar. Eso no me gusta. - Diego se giró de nuevo sin dirigirme apenas la mirada y volvió a encender la pantalla para ponerse a jugar. Me quede con cara de poker. ¿Iba a dejar que un chaval me torease así y se saliese con la suya? Entonces me percaté del juego al que estaba jugando. El parecía tener el control de un personaje que no paraba de disparar a enemigos mientras tías en desnudas bailaban alrededor suyo en un local. Una bombilla se encendió en mi cabeza.

Diego era un adolescente común físicamente. Puede que fuera un poco más alto de lo normal para tener unos 18 años, pero su cara aún no era la de un hombre, a pesar de que su comportamiento se esforzaba por emularlo.

Llevaba el pelo corto, casi rapado, su aterciopelado pelo rubio resplandecía con la luz que se colaba por la ventana. También había comenzado a nacerle el bello facial, sus patillas habían comenzado a poblarse al igual que sus pómulos, por pelillos casuales que indicaban el inicio de la pubertad.

Tenía los ojos grises, y un cuerpo más bien delgado. No sabría decir si era un chico atractivo porque nunca le miré con esos ojos, pero quizás ahora, con unos años más, se haya convertido en todo un pibón, o eso me gusta pensar.

-¿Tu padre te deja jugar a esos juegos?- Le pregunté mientras observaba como jugada. Ahora se dedicaba a pasear en lo que parecía un club de striptease entre chicas en toples mientras estas bailaban. No es que la calidad de las imágenes fuesen una maravilla, pero me imagino que para un chico de 15 años, unas tetas son unas tetas.

El no respondió. -No creo que a tu padre le guste saber que su hijo juega a este tipo de juegos en vez de ponerse a estudiar.- Continúe. Parecía que había encontrado un punto débil.

-A ti que más te da.- Dijo borde, mientras seguía jugando.

-Mira, vamos a hacer una cosa. Estudiamos 1 hora y media, y a cambio la otra media hora te dejo jugar. Incluso, podrías enseñarme.- Dije intentado hacer un pacto amigable con él.

-No hay trato.- Dijo de nuevo haciendo muestra de su arrogancia. Mi sonrisa se desvaneció, y una mueca de enfado ocupo su lugar.

-Muy bien, entonces me voy y le diré a tu padre a que te dedicas a jugar en lugar de estudiar.- Dije mientras comenzaba a recoger mis cosas. Ambos mantuvimos la compostura. Seguí con mi teatrillo, recogiendo lentamente mis cosas, levantándome de la silla y dirigiéndome a la puerta, cuando finalmente, cedió.

-Espera.- Dijo girándose a mi. -Está bien. Pero 1 hora de estudio, y una de juego, a partes iguales.- Negoció.

No cedí. Sabía que le tenía en una posición comprometida y finalmente se vio obligado a aceptar. Estudiamos durante el tiempo acordado, incluso hablamos de videojuegos, aunque mi experiencia fuese muy escasa, y posteriormente el me explicó en que consistía su partida. El día transcurrió con normalidad, y finalmente, cuando acabó me fui a casa.

Llegó el siguiente día, y todo comenzó con normalidad. Diego estaba ligeramente más amable y receptivo conmigo, y notaba su impaciencia por que llegará el tiempo de jugar.

-Hoy vamos a atracar un puticlup.- Dijo con la normalidad de quien da los buenos días. Diego cogió el mando y encendió la consola mientras yo guardaba sus apuntes.

-Vaya, no es lo que esperaba. ¿No se pueden hacer otras cosas en ese juego?- Respondí.

-Si, pero esto es lo guay.- Dijo él. -Mira, ya verás, puedes hacer hasta que te hagan un striptis.- Diego manejo su personaje hasta una chica desnuda, se movió a una sala y esta comenzó a bailar para el mientras la apuntaba con un arma. Resultaba algo violento para un niño de 15 años. No presté mucha atención y me dediqué a responder unos mensajes mientras el seguía jugando.

-Venga Miriam, no le haces ni caso.- Dijo mosqueado.

-Bueno, Diego, mirar unas tetas virtuales no es lo que más gracia me hace precisamente. - Le conteste. El se quedó cortado, quizá fuí demasiado directa.

Siguió jugando sin decir ni una palabra, hasta que finalmente terminó mi hora, me despedí y me marché.

Esa misma noche, me encontraba en mi casa, con Lucas, mi follamigo. -Sabes, yo también he aprendido algunas cosas, de ese crio.- Le dije. Mientras el se quedaba tirado en la cama de mi piso de estudiantes me levante y comencé a contonearme alrededor de la cama.

-Hoy hemos atracado en club de striptis en el videojuego ese, y he aprendido algunos trucos.- Dije mientras movía mi culo lentamente al ritmo que me quitaba mi camiseta. Levante los brazos, y con delicadeza me la quité del todo y la tire a un lado.

Ahora era turno de los vaqueros. Fue dando pasos hacía atrás, mientras continuaba moviendo mis caderas hasta que mi espalda chocó con la pared. Me fui bajando lentamente los pantalones hasta que dejé ver mi tanga amarillo. Me llevé una mano a la boca, fingiendo una sensual sorpresa, mientras Lucas me devoraba con la mirada.

-¿Has visto lo que he aprendido de las putas de los videojuegos?- Le dije apoyada contra la pared, tirando con fuerza de mis pantalones, hasta dejando a la altura de mis rodillas. -¿Por qué no vienes y me comes el coño?- Le propuse finalmente sin miramientos. Lucas, que estaba en calzoncillos, ya se había sacado la polla y se dedicaba a pajearse mientras contemplaba el espectáculo.

-Creo que el rollo de las putas no funciona así. Ellas son más bien las que tienen que cumplir con las peticiones de sus clientes.- Respondió con una sonrisa sin moverse de la cama.

Eché mi tanga a un lado, y comencé a tocarme, pasando mis dedos por mi rajita, para comenzar a mojarla. Emití un gemido forzado, como un susurro mientras abría la boca de par en par y estiraba el cuello mirando al techo de la habitación. Lucas, ante el espectáculo, aumento el ritmo de su paja.

-¿Te gusta lo que ves?- Le pregunté deslizando mis manos de mi coño a mis muslos, para subir despacio por mis caderas hasta alcanzar mis pechos. -¿Le gusta esto a mi cliente?- Continué jugando, hablando con un tono meloso y sensual, sacando la lengua para repasar mis labios y acabar mordiéndolos, mientras mis manos se encargaban de desbrochar el sujetador.

En cuanto cayó al suelo, Lucas se levantó de la cama, para acercarse a mi. -Tu cliente quiere una mamada de esas que tan bien sabes hacer.- Parecía que de nuevo, sus intereses se anteponían a los mios. Pero cuando le veo venir, con su melena al viento, sus abdominales marcados, y su mirada de pasión, no me puedo resistir.

Lucas coloca su mano sobre mi hombro, y lentamente me hace bajar, hasta quedar de rodillas junto a su polla. Yo aprovecho la bajada, para ir deslizando mi lengua, desde su cuello, hasta su pelvis. En cuanto bajo sus calzoncillos, su polla aparece rebotando, dándome un golpe en la barbilla.

El se encarga de agarrársela con la mano y guiarla hasta mi boca. Está demasiado cachondo. -Come, come.- Atiende a decir mientras golpea su glande contra mis labios, esperando que abra la boca. -Le miro con cara de niña buena, arrodillada a sus pies, con las manos sobre los muslos abriendo la boca lentamente, momento que aprovecha para hundirme su trozo de carne dentro.

-Chupa, chupa.- Dice llevado por el disfrute entre murmuros. -Mmmmmmm.-

Únicamente podía abrir bien la boca, ya que Lucas era el encargado de mantener el ritmo de las cometidas. Solo tenía que aguantar firme, que no era poco, mientras su polla entraba y salía de mi boca sin darme un respiro. -Joder, que boquita tienes, déjame que te la mete entera.- Solía prácticas a menudo las felaciones, pero, personalmente, me gusta más hacer una mamada, que ser un orificio bucal de placer pasivo. Pero lo de que me metan la polla hasta la garganta, aún me cuesta dominarlo.

Sin dejarme coger aire ni un solo segundo, Lucas follarme rápidamente la boca con su glande y poco más a ir introduciéndome casi toda su polla con la misma velocidad. Lucas, con sus grandes manos agarraba mi rostro y mi pelo, mientras que con su polla, hacía básicamente lo que quería.

Podía observar el deleite en su mirada, poseido totalmente por el inmimente orgasmo, daría lo que fuese por poder vernos desde fuera, pero dado que no pude, me conforme con imaginarmelo, mientras comencé a frotarme mi coñito.

Las babas, acumuladas en la cuenca de mi boca, comenzaban a sobrepasar mis labios y caer por mi barbilla formando regueros. Lucas, acusando el cansancio fue sustituyendo las rápidas envestidas, por otras mas lentas y potentes, encargadas de llenar mi boca con hasta el último centímetro de su polla. Podía notar sus huevos chocando con mi barbilla y el nacimiento de su bello púbico contra mi nariz. -Dios, cielo, nunca he conocido a nadie que la chupe como tú.-

Lo dudo, en ese momento, ni siquiera se la estaba chupando, simplemente le dejaba hacer lo que quisiera con mi boca, si me hubiera dejado chupársela, seguramente, ya se habría corrido.

Mientras Lucas sacaba su polla lentamente de mis labios, dos de mis dedos bombardeaban a envestidas mi coño, entrando y saliendo de el sin parar. Se podía oír el ruido que emitía la palma de mi mano al chocar con mi raja. -Quedate esta noche a dormir, voy a hacerlo con tu polla dentro.- Le pedí entre gemidos, ahora que al fin tenía mi boca libre para hablar.

Lucas se limitó a agacharse para besarme con pasión, mientras seguía machacándosela. -Vale, pero primero voy a llenarte la carita esa de leche.-

-Y luego métemela, estoy muy caliente.- Pocas veces llegaba a tener que suplicar por algo, pero después de todas las ideas que rondaban mi mente en esos momentos, quería cumplir mis deseos, aunque no terminasen solo con Lucas…

Me saque los dedos del coño y se los pase por la cara, metiéndoselos sensualmente en la boca. El no desaprovecho la oportunidad de lamerlos. -Déjame que acabe yo.- Estaba como poseída. Por un momento me veía como una de esas putas de los videojuegos y a Lucas como Diego, jugando conmigo.

Le agarré la polla, y rápidamente me la llevé a la boca, y ahora sí, me encargué de hacerle una buena MAMADA, introduje media polla dentro, y absolví haciendo presión con los labios sobre la base, mientras que con la lengua iba envolviendo su polla, rotándola lentamente a su alrededor algo torpemente (todo sea dicho).

Saqué su polla abruptamente, haciendo efecto ventosa. Le dí un beso en la punta, y me la volví a meter de golpe. Di un par de cabezadas engullendo su polla y de nuevo la volví a sacar, para aporrear con ella unos golpes sobre mi cara. -¿Te quieres correr en mi cara? ¿O en mis tetas?- Alcé el pecho y ahora me encargue de dar unos golpecitos con su polla sobre mis tetas, que estaban muy secas comparando con otros encuentros.

No le dí oportunidad de contestar, me volví a tragar su polla, y aprisionándola contra mi papo, me dirigía él. -Seguro que estás deseando correrte para guardar tu polla en mi chocho calentito.- Y de nuevo continúe con la mamada.

-Me corro, cielo, me corro.- Seguí mamando, como un bebe aferrando a su biberón, aprovechando hasta el último segundo. -En la cara, Miri, en la cara.- Lentamente hice salir su polla de mi boca, aprovechando para sorber todas las babas que aún las unían como un niño pequeño que sorbe la sopa.

Su polla, totalmente roja, me miraba descapuchada, apuntando a mi. Dando pequeños espasmos que anunciaban una copiosa corrida. Lucas gemía incontrolable, más alto que otras veces con las manos agarradas a mis tetas.

Yo, con ambas manos masajeando los flujos de mi chocho, me mantenía a la espera, con esa sabrosa polla flotando a escasos milímetros de mi cara, y lentamente fui sacando mi lengua, que se encargó de moldearse al frenillo. Al contacto, los primeros chorros de semen salieron disparados por toda mi cara, mientras ambos gemíamos y gritábamos. -Correte, lléname la puta cara.- Le suplicaba con la lengua fuera.

Notar como un hombre se te corre encima es una sensación extraña, inesperada, y muy excitante, a mi parecer, creo que no hay acto que le pueda poner más cachondo a ellos que culminar esparciendo todo su semen en tu rostro, y después verte arrodillada frente a su polla.

Después de recibir su copiosa corrida, y aún llena de lujuria, me esforcé, estirando el cuello, para alcanzar con mi boca su glande, y limpiárselo de os últimos rastros de leche.  -Fóllame.- Le dije tumbándome sobre el suelo, con las bragas a la altura de mis muslos y los pantalones por las rodillas, aún puestos.

Pase mis dedos por mi raja superficialmente, y eso bastó para llevármelos a la boca llenos de fluidos, entremezclándolos con el semen de Lucas que se iba derramando por mis labios. -métemela.- Le ordené. -¿Sin condón?- Espetó sorprendido. -Ya te has corrido.-

Sentí como su rabo caliente se habría paso por mi vagina, y a cada milímetro, el placer que ello suponía. -Ahhmmmm.- Pese a haberse corrido, aún seguía erecto. Tras una lenta incursión en mi chichi, Lucas comenzó a bombear con fuerza, haciendo mis gemidos cada vez más intensos.

Mientras el, encima mío, usaba sus manos para mantener la posición, yo hacía uso de las mias para agarrarle sus turgentes glúteos, y lentamente ir subiendo por toda su espalda, masajeando y aplastado cada uno de sus músculos con mis dedos.

A cada penetración, el golpe de su cuerpo contra el mio hacía que el semen sobre mi cara resbalase y salpicase contra su pecho y mis tetas. Haciendolo más evidente cuanto más fuerte me daba. -Dame, dame, follame cabrón.- Le pedia tirada en el suelo mientras mordía con fuerza mis labios. Sin embargo, su polla, poco a poco iba perdiendo rigidez y tamaño, hasta que, viendo lo que sucedía, Lucas termino en una serie de duros golpes, que, si no me hicieron acabar, no me dejaron lejos del segundo orgasmo.

Al despegar nuestros cuerpos pude ver el copioso charco de fluidos que había dejado bajo mis piernas. No sabría decir si tenia más pringosa las piernas de mis fluidos, o la cara de los de Lucas.

Me levante, jadeando y temblorosa y Lucas me miró con una risita cómplice. -Anda, ve a ducharte, que te espero en la cama.- Dijo tras analizar mi estado. Me dí un azote en el culo para provocarle, y me fui a la ducha contorneando mis caderas.

Entre en el baño esforzándome por caminar con los pantalones por las rodillas y salpicando fluidos vaginales. Sin embargo, al entrar me encontré con Marcos, mi compañero de piso lavándose los dientes. -Joder, Miriam, me cago en la leche.- Los que seguís mis relatos sabréis que hemos tenido nuestros más y nuestros menos y no era la primera vez que me veía en aquel estado.

-Perdona, tengo que darme una ducha. ¿Te importa? No quiero pringar todo el piso.- Le dije con cara inocente. –

-Pasa, pasa, si total ya…- Acepto y no tardé ni un segundo en entrar, quitarme los pantalones rápidamente y entrar en la ducha. La ducha de nuestro piso es de esas cuadradas con una puerta corredera de cristal, por lo que deja ver sin ningún problema el interior desde fuera y viceversa.

-Perdona, es que ha sido una noche muy fogosa, jajaja.- Me excuse mientras abría el chorro de la ducha sobre mi cabeza, cayendo el agua sobre mi y comenzando a lavarme.

-No si ya os he oído.- Pude ver como Marcos echaba un vistazo a mi ropa interior en el suelo.

-Perdona, pensaba que habías salido a cenar.- La novia de Marcos, mi otra compañera de piso había ido a visitar a sus padres a otra ciudad, y normalmente, es cuando aprovecha para salir un poco, ya que normalmente siempre hacen planes en pareja.

-Si, bueno, al final me he quedado jugando a la consola toda la puta tarde.- Me comentó. Nuestras miradas se cruzaron, él me miraba mientras comenzaba a enjabonar mi cuerpo, y poco a poco el cristal de la ducha se iba cubriendo de vapor.

-Vaya planazo.- Dije entre risas. Tomábamos la situación con total naturalidad, ya que no era la primera vez que me veía desnuda.

-Si bueno, sobre todo comparado con el tuyo.- Marcos escupió y se enjuago los dientes, aprovechando para seguir echando un vistazo a lo que el vapor le permitía ver.

-Oye, no te podrás quejar del show.- Le respondí de nuevo entre risas

-Una pena que haya acabado. - Respondió siguiéndome la broma, y se dispuso a salir.

-Aún no ha acabado del todo. Al menos para mi.- Le dije. Marcos se giro entre confuso e ilusionado, sin decir nada, pero mirándome sin disimulo. Pase la mano por el cristal, desempañándolo de forma de pudiese verme. -¿Puedes abrir mi cajón del mueble?-

Marcos se dirigió a él y lo abrió, al momento rió. -Tu no te cansas o que. - Dijo bromeando.

-Pásamelo porfa.-  Abrí la puerta de la ducha lo suficiente para poder sacar mi mano, extendiéndola para coger el consolador rosa que me pasaba Marcos. Mi gran amigo rosita, de silicona de unos 20 cm nunca me defraudaba. Adherí la ventosa al cristal de la ducha. -Ya te he dicho que el show no había terminado.-

Le dí la espalda, y con el agua cayendo sobre mi coloqué la punta del consolar en la entrada de mi coño, para metérmelo hasta el fondo con un golpe de culo. -Desde luego tu show nunca defrauda. - Le escuche decir a pesar de no poder verlo.

Poco a poco comencé a coger ritmo, acompañando mis movimientos con gemidos acompasados. Metiéndolo en ocasiones hasta el fondo, y moviendo mis caderas con todo ese trozo de plástico dentro de mi hasta que exploté de nuevo, quedando mi libido saciada.

Cuando salí de la ducha, Marcos ya se había ido, pero en su lugar, un rastro de semen apareció en mi tanga. Complacida por haber dado un buen espectáculo, como él decía, me sequé y me fui a la cama. Lucas ya estaba dormido, pero totalmente desnudo. Con solo una camiseta blanca de ositos me metí en la cama, y haciendo la cucharita metí su polla dentro de mi, moviéndome lentamente hasta quedar dormida.

Llego el siguiente día. El abuelo de Diego me recibió ya que mientras el padre trabajaba, era el encargado de quedarse con el chaval. Cuando entré en la habitación, Diego ya estaba esperándome con los libros listos para estudiar. Algo había cambiado en él. Era como si fuese otro adolescente distinto a aquel macarrilla pasota. Jamás le había visto tan dispuesto a estudiar.

-Bueno, pues listo, quedan 25 minutos, así que puedes echarte unas partidas si quieres. - Le dije al acabar.

-No, no me apetece. - Dijo él. Me quedé totalmente sorprendida con su reacción.

-¿No quieres atracar ningún puticlub hoy?- Le pregunte entre risas.

-No soy un crio vale.- Dijo algo enfadado. Su reacción fue desproporcionada.

-Vale, bueno… ¿Y no tienes más juegos?- Pregunté.

-No.- Dijo rotundamente.

-Bueno, pues no se… Es tu media hora libre, pero si quieres podemos seguir repasando. - Le propuse.

-Eso no era el trato.- Dijo recriminándome el cambio de planes.

-El trato era que podía jugar a la consola. Y ahora me dices que no quieres. ¿Entonces qué?- Le dije confusa. Diego tartamudeo como queriendo decir algo, pero rápidamente se volvió a callar cohibido.

-Venga, tu dirás, es tu parte del trato, has cumplido con el estudio. - Dije proponiéndole cambiar nuestro pacto. Diego, a estas alturas, no se atrevía ni a mirarme a la cara.

-Pues quiero ver una tia, pero de verdad.- Sabía que finalmente acabaríamos en este punto. Me quedé callada, al igual que él, que no levantaba la mirada de la moqueta del suelo.

-¿Qué quieres decir?- Pregunté a pesar de saberlo perfectamente. Quería medir sus deseos para saber hasta donde pretendía llegar.

-Pues que no quiero ver un videojuego, quiero ver la realidad.- Explico Diego.

-Bueno, seguro que hay muchas chicas en tu clase….-

-No.- Me cortó de golpe. -Chicas de verdad, con buenas tetas.- Desde luego de eso iba sobrada. Por lo visto Diego se había cansado de jugar a los videojuegos y ahora quería comparar con la realidad. Me quede callada, el apenas iba a cumplir 18 años mientras que yo ya tenía 20 años, se me presentaban dudas morales que rondaban mi cabeza, junto con el excitante pensamiento, de ser el deseo de la juventud de un adolescente. Fácilmente, o más bien, seguramente, podrían ser las primeras tetas que ve.

-Pero, Diego…- Dije sin saber como continuar. Pude ver en ese momento el arrepentimiento en su rostro.

-Perdona. Olvídalo. Lo siento.- Dijo rápidamente mientras se ponía rojo como un tomate.

Finalmente seguimos dando un repaso general a todo lo que habíamos estudiado. Con Diego sin apenas hablarme o dirigirme la palabra, hasta que finalmente llego la hora de irme.

-Diego.- Dije dirigiéndome a el.- Mira, hagamos una cosa. Sigue estudiando así. Haz tus deberes y aprueba el examen de mañana, y me pensaré hacer un nuevo trato, ¿Vale?- Le propuse.

Pude ver como se le iluminaba el rostro y una sonrisa aparecía de oreja a oreja, que sin mucho éxito intentó disimular.


En primer lugar, Diego tiene 18 años. No se por qué en algún momento de mi relato anterior dije que tenía 18 años. 

Por otro lado, Lucas, uno de los protagonistas de mis relatos es la misma persona en diferentes series, no es que sean personajes diferentes con el mismo nombre. En mi etapa de universitaria fue mi folla-amigo durante casi 4 años, por lo que si leeis otros relatos mios, es posible que aparezca, ya que hemos vivido muchas experiencias juntos.

Dicho esto, ¡Que comience el morbo! Ojalá que la espera merezca la pena.

Serían las 11 de la noche, y estaba en mi cuarto terminando un trabajo de la universidad, que como siempre, había dejado para última hora. Tenía pinta de que iba a ir para largo.  Desde luego no era mi plan ideal para una noche, pero una a veces tiene que ser responsable.

Miro mi móvil distraída cuando veo un mensaje de Lucas que decía “Vienes a casa?” y a continuación una foto suya sin camiseta bastante sugerente.

+No puedo. Tengo que terminar el trabajo de sociología.

Le dije adjuntado un selfie con cara de pena.

+Yo tengo otro trabajo para ti mucho más interesante.

Respondió rápidamente enviando una foto, única y exclusivamente de su polla, semi erecta. La sutileza no era un rasgo que lo caracterizara, pero aún así, admito que me gustó la idea de recibir una foto de su miembro esperándome.

+Que tonto eres. Pues hoy no va a poder ser. Mañana nos vemos.

+No se si voy a aguantar toda la noche.

Me envió otra foto de su polla, ahora agarrándosela para mostrar su envergadura.

+Me estás distrayendo. Si te aburres ya tienes algo que hacer con ese bicho para entretenerte.

Los mensajes cesaron por un tiempo, y aún con la polla de Lucas en la mente decidí ir a prepararme un café. Nada más llegar a la cocina, que está pegando al cuarto de mi compañera de piso, comencé a escuchar ruidos extraños. Más concretamente gemidos. Genial, el universo se estaba poniendo en mi contra y no pensaba dejarme tener una noche tranquilita.

Para los que no lo sepáis, por aquella época compartía piso con una pareja bastante maja, también universitarios. Marcos era un chico delgado y alto, y al principio reservado, pero que poco a poco se fue soltando conmigo, y por lo que pude ir descubriendo, bastante morboso y pajero.

Sofía, su novia, era mucho más reservada y pequeña, aunque algo rellenita, pero no mucho. Nunca llegué a saber mucho de ella, pese a vivir juntas, nunca llegamos a estrechar nuestra relación. Era una chica muy guapa de cara, pequeñita, y que el aparato de dientes daba un aspecto inocente. Nunca me la habría imaginado follando, y aquello llamó mi curiosidad.

Dejé de lado la idea del café y me dirigí lo más silenciosamente posible a la habitación de donde provenían los gemidos. Por desgracia la puerta estaba cerrada, así que me tuve que conformar con acerca el oído para intentar descifrar que estaba pasando.

Podía escuchar los gemidos de placer de Sofía sin problemas, pero no escuchaba nada que delatase a otra persona. ¿Se estaría masturbando? Rápidamente me acerqué al salón para ver que no había nadie. No, Marcos debía estar con ella. De nuevo puse la oreja sobre la puerta y me concentré para atinar el oído.

-Ohhh, si, sí, sigue no pares, más rápido.- Se escuchaba como Sofía trataba de dar instrucciones entre gemidos. La curiosidad me estaba matando. Hubiese dado lo que fuese por poder echar un vistazo en lugar de conformarme con mi imaginación, pero era lo único que tenía, una imagen mental de Sofía a 4 patas sobre la cama con su novio empotrándola sin parar.

Mientras seguía con la oreja pegada a la puerta, inconscientemente comencé a acariciar mi cuerpo, recorriendo mis muslos con suavidad para terminar acariciando mi chocho sobre el pantaloncito corto del pijama. De repente, mi móvil sonó. Lo cogí rápidamente y me alejé con el corazón algo agitado. Miré el teléfono, era un mensaje con una foto de Lucas. La abrí rápidamente para ver una foto de su miembro totalmente firme con unas braguitas rojas mias enrolladas a su alrededor.

Eso había terminado de ponerme definitivamente cachonda.

+Así que eso es lo que haces con las bragas que me dejo en tu casa eh?. Le contesté.

Volví a acercarme a la puerta, ahora con el móvil en silencio, para retomar mi escucha, pero Lucas no dejaba de mandarme mensajes.

+Creo que voy a necesitar ayuda. Escribió en otro mensaje, también acompañado de una foto de su polla.

Sabía lo que quería, no era la primera vez que le mandaba fotos calientes, ni la primera vez que lo hacía él tampoco, pero era algo que no me gusta por la forma en la que me expongo.

Pase de él un momento, centrándome en escuchar e imaginar lo que ocurría al otro lado de la puerta. Los que habéis leído mis relatos sabéis que conozco de sobra la intimidad de Marcos, ya que hace apenas unas tres noches había sido testigo de cómo me masturbaba en la ducha, y había quedado tan complacido de semejante show que me dejó una corrida de regalo. Sin embargo, pese a llevar tiempo compartiendo piso con una pareja, pocas veces les había visto intimando, y mucho menos teniendo sexo.

Tenía la sensación de que apenas sucedida, y por eso Marcos estaba tan salido.

-Métemela, dame, dame, que estoy calentísima. - Oía como decía Sofia. Cada vez su voz era más clara, poco a poco se iba soltando y elevaba cada vez más el tono.

Sin darme cuenta comencé a deslizar mi mano por mi vientre, resbalando a medida que acariciaba mi piel para terminar colando un par de dedos por la goma del pantaloncito del pijama. En un momento miré al móvil. Tenía 7 mensajes nuevos de Lucas, todos con su respectiva foto. Lo desbloqueé y comencé a deleitarme mirando todas esas fotos de su firme rabo, el cual me conocía ya de sobra, mientras seguía escuchando junto a la puerta.

Una cosa llevó a la otra y cuando me quise dar cuenta tenía los pantalones del pijama bajados levemente, a la altura de los muslos, y mis dedos comprobando que mi entrepierna estaba mojada.

Accedí a una de las muchas peticiones de Lucas, y me hice un selfie de mis muslos, pudiendo observarse mis bragas bajadas, y mi mano cubriendo mi chocho.

-Dame, dame dame, no te corras aún. Dios, sigue, no pares.- Los gritos de Sofía habían alcanzado su plenitud. No necesitaba ni apoyar la cabeza contra la puerta para poder escucharla bien. Además, ahora podía escuchar también el ruido de sus cuerpos chocando a cada penetración.

Intentaba imaginármelo, con todas mis fuerzas, pero como sabéis la realidad siempre supera la ficción. Una única puerta de madera era lo que nos separaba, lo que no me permitía tener visión de la escena para tocarme hasta correrme.

Miré el móvil. 2 fotos nuevas de Lucas. No perdí un segundo en abrirlas y contemplar cómo le había puesto mi foto. Le contesté con otro selfie, esta vez de mi cara, poniendo expresión de guarra con la lengua fuera y los ojos mirando hacia arriba.

-Dios, no puedo más, joder, follame.- Juraría que ahora sus gritos podrían escucharlos hasta los vecinos. Puse mi mano sobre el pomo de la puerta. La excitación me nublaba el pensamiento. Hice presión lentamente, esperando que no se percatasen de ello, y lentamente abrí la puerta.

Al fin tenía lo que quería. Y no podría ser mejor. Sin duda, era mucho mejor que en mi imaginación. Sofía estaba tumbada sobre la cama con las piernas en alto, y Marcos era el encargado de sujetárselas, mientras de rodillas sobre la cama, no paraba de penetrarla como un conejo en celo.

Era imposible que María me viese desde su posición, y Marcos, estaba mirando al techo en pleno éxtasis sexual. Las tetas de María rebotaban con cada envestida, todo su cuerpo se bamboleaba cada vez la azotaba Marcos. Era tan pequeña que parecía un pajarillo a lado de su novio y su larga melena riza tapaba su cara escondiendo su expresión de gozo.

-Me estoy corriendo, dios no puedo más.- Dijo ella. Pero Marcos no cesó y siguió con sus embestidas.

Yo por mi parte, no perdía detalle con la cabecilla asomada por el marco de la puerta, mientras mis dedos se perdían en mi interior, penetrando mi chochito. No, por dios, no paréis, pensaba en mis adentros.

Sofía agarró la cabeza de su novio con ternura, mientras seguían follando, y llevándola hacía la suya se perdieron en un beso que le hizo volver a la realidad. -Cariño, no puedo más, me vas a romper.- Ambos quedaron tendidos sobre la cama, él sobre ella.

-Déjame que te ayude a acabar, no te voy a dejar a medias.- Dicho y hecho, Sofía desacopló la polla de su interior y se colocó tumbada sobre la cama, con su cara a la altura de la polla de Marcos que quedó de rodillas apoyado sobre sus talones.

Ver a una tímida y modosita chica así, satisfaciendo a un hombre que le doblaba el tamaño me estaba poniendo cachonda perdida. No podía perder detalle de cómo comenzaba a besar su polla tras retirarle el condón mientras le hacía una paja.

A pesar de no tener un miembro descomunal, su pequeña manita apenas daba para agarrar su glande y poco más. Ahora era yo la que, en este nuevo silencio, tenía que sofocar mis gemidos para no ser descubierta, y como tenía el coño encharcado, tuve que pasar de una penetración frenética con mis dedos, a acariciarme el clítoris más lentamente.

Mientras Sofía seguía chupando su polla como un chupachups, dando algún casual lamentón mientras le hacía una paja, Marcos, se percató de mi presencia. Por lo visto, mientras yo tenía la mirada clavada en como su novia hacía su trabajo, el ya se había dado cuenta, y cuando levanté mi miraba ahí le ví, contemplándome como un bobo con cara de susto.

Pero no dijo nada. Se me aceleró un poco el pulso, no se si por miedo, o porque eso me puso aún más cachonda si cabe. Con nuestras miradas cruzándose, cada uno seguimos explorando nuestro placer.

Me acerqué por completo a la puerta, ya sin miramientos una vez descubierta, mostrando como me acariciaba. El rostro de Marcos no cambio, parecía totalmente paralizado. Decidí dar un paso más, y poco a poco fui bajando mi camiseta del pijama para ir mostrando mi escote, hasta que acabó cediendo para dejar ver todas mis tetas. Las acaricié lentamente con una mano mientras con la otra seguía tocándome.

-Carino, ¿Estás bien? ¿Quieres que pare?- Cuando escuché la voz de Sofía me paré por completo. Sabía que a ella le haría menos gracia la situación.

Marcos, salió de su shock para mirar a su novia, que le hablaba con su polla apoyada en el mentón esperando respuesta. -No, sigue, sigue.- El mismo se llevó la mano a la polla y comenzó a hacerse la paja.

-Pero avísame si te vas a correr.- Dijo ella, sacando tímidamente la lengua para darle torpemente algunos lametones. Habría dado lo que fuese por estar en su situación y poder devorar esa polla, y no limitarme a sacar la lengua como una mojigata.

La mirada de Marcos de nuevo se clavó en mi cuerpo, y como una reanudación de un partido después del descanso, continué con mis tocamientos. Estaba cerca del orgasmo, así que me mordí los labios esperando contener mis gemidos. Agarré el móvil, y con la intención de ver las fotos de la polla de Lucas lo desbloqué. Pude ver que me había mandado 16 nuevas fotos, que culminaban con una imagen de su polla sobre mis bragas llenas de corrida.

Era demasiado, un calambre comenzó a propagarse por mis caderas, notaba como me ardía el interior y las piernas me temblaban mientras mis gemidos se ahogaban por salir. No pude contenerlos, pero Marcos supo reaccionar.

-Me voy a correr.- Anunció. -Dios, dios, si me corro.- Seguía en un estúpido monologo intentado camuflar mis gemidos. -Pon la cara.-

-¿La cara?- Dijo su novia. Pero parecía ser tarde ya. Un chorro de semen salió disparado acertando en su boca. -Ahhh.- Grito en una mezcla entre asco y susto. Rápidamente puso la mano por medio, actuando como barrera entre la polla y su rostro, y desperdiciando toda la corrida.

El show había acabado, así que me subí el pantalón y silenciosamente me retiré.

Volví a mi habitación, donde me recibió mi escritorio con el ordenador y un par de libros sobre la mesa. Y como buena universitaria… me quede totalmente dormida al de 10 minutos en la silla.

La mañana siguiente no sucedió nada especialmente destacable, hasta que llegó la hora de retomar las clases con Diego.

Nada más entrar en su habitación me recibió tratando de ocultar una amplia sonrisa. Se hizo el despistado, como si no se enterase de mi llegada mientras recogía el cuarto. Me senté en el escritorio y entonces entendí que pasaba. Frente a mi ví el examen que había hecho hace unos días. Diego había pasado de no aprobar un solo examen a sacar un 8.

-Vaya, ya me preguntaba yo porqué estabas tan contento hoy.- Dije cogiendo el folio. -Un 8. No me lo creo. ¿Has podido sacar todo este tiempo esas notas y no te has dignado a estudiar hasta ahora?.-

Diego no dijo nada. Simplemente quedó mirando al suelo con timidez y arrepentimiento.

-Anda… ¡Enhorabuena!- Dije tratando de enfriar los ánimos.

-Pero nos han puesto otro examen el viernes.- Dijo sacando los libros de la mochila y sentándose junto a mi en el escritorio.

-¿El viernes?, pero si estamos a miércoles ya.-

-Y además hay que sacar al menos un 5 para hacer media. Ah, y entran todos los temas.- Continuó.

-Madre mia. Ese profesor tuyo es un demonio. Pues más te vale aplicarte como con este.- Dije suspirando. Sabía que mi continuidad y sueldo, como profesora particular dependía totalmente de los resultados de Diego.

Para mi asombro, así fue. Diego, con ánimo y buena voluntad se animó a estudiar y repasar todo el temario que le propuse. Ni una queja, ni una mala expresión… de repente era el estudiante ideal, aunque ya suponía a lo que se debía.

-Dios, son ya las 7.- Dije mirando al reloj, el tiempo había pasado volando. -Ni me has avisado y ya se nos ha pasado el tiempo de jugar a la consola. - Le dije.

-No pasa nada, no me apetece mucho hoy.- Mintió. Se esforzaba por agradarme, por ser el alumno ideal esperando una recompensa, pero yo estaba decida a olvidar el pacto que habíamos hecho. O eso creía.

-Bueno, pues puedes hacer lo que quieras. Descansa que hoy te lo mereces. - Dije con una sonrisa comenzando a recoger mis cosas, dispuesta a irme. -Si quieres mañana puedo pasarme un rato también para repasar todo antes del examen. -

-Oye Miriam…- Dijo en un tono apenas imperceptible. Me gire mirándole directamente, receptiva. El muchacho trago saliva y las siguientes palabras las dijo mirando al suelo. -¿Te acuerdas de lo que hablamos? ¿Hacer un nuevo trato?-

-Oh.- Dije fingiendo sorpresa. -Sí, me acuerdo.- Durante unos segundos se hizo el silencio, había sacado el tema pero no tenía ni idea de cómo continuar. Así que tuve que hacerlo yo.

-¿Bueno, y que trato quieres hacer?- Pregunté directamente. Una parte de mi quería seguir con este juego y ver hasta donde me llevaba, pero otra, se sentía estúpidamente culpable. La razón frente a la pasión.

-Bueno, es que me da vergüenza decirlo…- Si por un casual tenía dudas, esa frase termino de despejarlas. Estaba claro las intenciones que llevaba Diego, así que me hice la inocente.

-Vamos hombre. No todos los días se saca un 8. Te mereces un trato, y más si sacas la misma nota en el examen del viernes.- De repente levantó la mirada animado con mis palabras. Parece que él también sentía algo de culpa, que fue borrada con mi excusa.

-Es que la consola está guay. Pero ya no soy un crio.- Dijo aparentando ser todo un hombre con 18 años. -Es que me gustan las chicas, y tu, bueno… eres guapa.- No pudo continuar con la frase, los nervios le carcomían y parecía hasta que iba a temblar.

-¿Sí? Vaya muchas gracias, me alegro de parecerte una chica guapa.- Dije con una gran sonrisa tratando de aportarle confianza. -Pero no te entiendo… ¿Qué trato quieres?-

-Es que no quiero que te enfades.-

-Vamos hombre, Diego. Cómo me voy a enfadar. Si ya te digo que te lo mereces. Soy tu profesora, cualquier cosa que te ayude a sacar mejores notas la haré. - Creo que aquí me pase un poco con las indirectas. El morbo había sobrepasado por completo al raciocinio, y si bien era mentira que estuviese dispuesta a hacer cualquier cosa, esperaba que se lo creyese para confesar sus intenciones.

-Quiero un beso.- En cuanto las palabras salieron de su boca, rápidamente se dio media vuelta avergonzado. ¿Un beso? Desde luego es mucho menos de lo que mi mente calenturienta se esperaba. Incluso me decepcionó.

-Está bien. Claro, no pasa nada.- Acepté sin casi pensarlo por el contraste con mis expectativas. En cuanto lo escuchó, se dio la vuelta con expresión de sorpresa. Dejé mi bolso sobre la cama, y me aproximé a él. Era algo más bajito que yo, no mucho, seguramente aún le faltaría por crecer un poco. -Ven.-

Le agarré de las manos y le llevé junto a mi. Las tenía algo sudadas y temblorosas y evitaba mi mirada. Yo le sonreía divertida, hasta que lentamente llevé mis labios contra los suyos, juntando nuestros cuerpos.

Fue el quien se aproximó en última instancia fundiendo nuestros labios. Mis manos sujetaban su rostro tiernamente durante el morreo mientras que se mantenía rígido como una estatua sin mover un solo músculo.

En los últimos segundos nuestras lenguas se cruzaron un par de veces con poca destreza hasta que nos separamos.

-Bueno, no ha estado mal.- Le dije aún frente a el. -¿Esto es lo que quieres cada vez que cumplas con tus deberes?-

Diego no pudo responder. Tenía la expresión de un niño pequeño cuando prueba un fruto prohibido. Asentí y recogí mi bolso para marcharme de nuevo. -Bueno, será mejor que te lo pienses y me cuentes mañana. Adios.- Me despedí y salí de la habitación.

-Oh, hola Miriam. Habéis acabado ya eh. Te ha dejado mi hijo en ese sobre blanco el sueldo.- Me dijo el abuelo del crio mientras leía un periódico en la cocina.

-Hola Don Roberto, muchas gracias.- respondí tomando el dinero.

-¿Ya te ha contado el muchacho la buena noticia? Al fin le da una alegría a su padre.

-Sí, ya me he enterado. Mañana vendré y repasaremos para otro examen que tiene el viernes.

Me fui a casa algo excitada, todo hay que reconocerlo. Bueno más bien emocionada, emocionada por pensar cómo iba a acabar todo aquello. Y aunque los remordimientos seguían rondando mi mente, traté de ocultarlos en lo más hondo. ¿Hasta dónde estaba dispuesta a llegar? Me gustaba pensar que siempre tenía el control de la situación, que no haría nada que no quisiese, al fin al cabo solo estaba ayudando a un crio a descubrir su sexualidad al igual que un día alguien hizo conmigo. Supongo que eso era lo que más morbo me daba, ser su primera experiencia, su musa, su diosa sexual…. Su maestra.

Esa tarde fui directa a casa de Lucas. La verdad es que llevaba toda la semana con la libido por las nubes. Entre las experiencias en casa y mi aventura como profesora me pasaba todo el día con la mente encendida. Aunque he de decir que tampoco me hace falta mucho para ponerme a tono, jeje.

Haciendo un resumen rápido echamos un buen polvo en su casa. Aprovechamos que sus padres no estaban para follar por toda la casa. Me encanta follar en esa casa de ricos donde todo parece sacado de una película de 50 sombras de grey en cuanto a lujos.

El hecho de terminar un polvo en el balcón, con medio cuerpo desnudo asomando por la ventana me hacía sentir como una diosa. Y aunque Lucas no lo supiese, lo que más me gustaba era gritar como una zorrita para que su hermano nos pudiese oír desde la piscina con sus amigos, aunque esa es una historia para otro momento.

Al día siguiente una amiga de clase me acercó a la casa de Diego.

-¿Puedes recogerme dentro de dos horas?- Le pregunte. -Sino no me va a dar tiempo a quedar esta noche.- Era jueves y como era costumbre ya, pensábamos salir de fiesta por los bares de la zona.

-¿No vas a pasar por casa?- Me dijo mi amiga sorprendida.

-Ya voy arreglada.- Me abrí un poco la chaqueta, por debajo llevaba un top rojo ajustado que dejaba ver un sugerente escote y dejaba mi ombligo y caderas al aire, y por debajo unos pantalones negros de cuero que parecían una segunda piel.

-¿Madre mia, pero así vas a dar clase al niño ese? Normal que no apruebe una.- Dijo riéndose mientras me bajaba del coche.

-En dos horas, porfa. Y trae algo de maquillaje- Me limité a decir mientras me cerraba la chaqueta para entrar en la casa aparentando normalidad.

Como siempre saludé y dirigí directamente al cuarto de Diego, donde, sorprendentemente me estaba esperando ya con todo preparado.

-Pero bueno. Guau.- Realmente estaba sorprendida. Parecía que había descubierto un método de enseñanza infalible, los resultados me abalaban.

-Hola Miriam.- Dijo como si nada sin sacar la cabeza de los libros. Había pasado de ser un macarrilla al que poco le importaban los estudios al más empollón de la clase.

-Pero bueno, si vas ya por el tema 3.- Dije sentándome junto a él. -Si que te estás tomando en serio el examen de mañana.

-Si, llevo unas horas estudiando, pero no creo que apruebe. Es muy complicado. - Dijo algo desanimado.

Poca más conversación tuvimos, y juntos nos pusimos a repasar todo. Practicar ejercicios y revisar todo el temario del examen. Mi mente me traicionó un par de veces y se me vino a la cabeza la escena del beso de ayer. Me tuve que esforzar para concentrarme en la materia y dejar de lado la idea, al menos hasta que terminásemos.

Pasados unos 30 minutos me quité la chaqueta. En parte por comodidad, pero en el fondo esperando la reacción de Diego al verme tan sugerente. Y así fue. El pez mordió el anzuelo. En la siguiente hora de estudio le pillé mirándome el escote más de 10 veces totalmente empanado, ahora al que le costaba concentrarse era a él. Quizás no obrase como una buena profesora, pero me sentía como la reina de la selva con todos los leones postrados frente a ella.

-¿Bueno, y qué, has pensado ya que trato quieres hacer?.- En cuanto venció la hora de estudios no tarde ni un segundo en recoger y preguntárselo.

-He pensado algunas cosas.- Dijo yéndose por las ramas. Mi móvil sonó, y un mensaje de mi amiga me indicaba que estaba esperándome en el coche fuera.

-¿Y bien?-

-No se si será demasiado. -De nuevo se puso nervioso. No me dirigía la mirada y se puso rojo como un tomate.

-Bueno, tú dímelo y ya negociaremos.- Estaba ansiosa por saber que recorría su mente, y por como se dirigía a mi sabía que tenia total control de la situación.

-Me gustaría que me hagas un striptis. Como cuando juego a los viodeojuegos.- Me quedé en silencio uno segundos. Joder, de nuevo, la realidad sabía a poco. ¿Tan viciosa era? Estaba tan acostumbrada a las guarradas que hacía con Lucas que aquello me parecía casi una cotidianidad. Pero, aun así, tuve la mente fría para andar con cautela.

-Vaya, pasamos de un beso a un striptis. ¿No vas un poco rápido?- Dije a modo de broma.

-Perdona lo siento, me he pasado.- Diego reculó rápidamente en su idea arrepentido. Me limite a sonreír ante su inocencia.

-Aprueba esa examen y … te enseño las tetas.- Negocié. -¿O prefieres mi culo?- Me giré mostrando mi trasero apretado bajo los pantalones y arqueé la espalda para hacerlo más sugerente. Diego se quedó ojiplatico tratando de no desmayarse. Otro mensaje de mi amiga me llegó metiéndome prisa.

-Si, vale, si.-

-¿Si qué?. Respondí.

-Me parece un buen trato.-

-¿Entonces…?- Pregunté sin querer volver a repetir mi oferta. -Las tetas.- Dijo rápidamente él cerrando el pacto. -Pero…- Me dí la vuelta para marcharme cuando sus palabras me frenaron. -Hoy he estudiado mazo. Me he esforzado y …- Entendía lo que pretendía conseguir.

-¿Y…?- Quería que lo dijese. Que se arrastrase por conseguir algo, al fin y al cabo yo tenía tantas ganas como él por darselo.

-Bueno, eso. El examen va a ser muy difícil. Y largo. Y el profesor… Corrige fatal. Yo he estudiado un montón. Hoy me he puesto nada más llegar a casa.- Diego seguía enumerando sus esfuerzo mientras me aceraba a él.

-Bueno, entonces, ¿Crees que te mereces un adelanto? - De nuevo me desabroché la cremallera de la chaqueta que me había puesto para salir aparentando normalidad.

-Lo-lo creo.- Dijo tartamudeando. De nuevo otro mensaje. Esta vez ni lo miré.

-Bueno, está bien, solo un poco.- Me quedé frente a él a medio metro y agarrando la parte baja de mi top, fui subiéndolo lentamente mientras observaba su expresión. Su mirada era como la de un perrito esperando que le den de comer, pero con la lujuria de un orangután en celo.

Notaba mis pezones duros resbalar contra la tela del top, hasta que finalmente quedaron liberados al aire. Mis tetas, tras un pequeño bamboleo quedaron firmes ante su exhaustivo examen. Mi top, levantado sobre mi cuello ahora apenas cubría mi clavícula. Solo mi sujetador de encaje transparente las contenía de la libertad total.

Me encogí de hombros y brazos, juntando mis pechos y dando un paso adelante mientras Diego se limitaba a grabar aquella imagen en su memoria para hacerse una paja posteriormente, y eso me encantaba. Terminé acariciándome con la mano derecha, describiendo una trayectoria con mis dedos que conducía su mirada recorriendo mi suave piel de una teta a otra.

-¿Bueno, qué?- Dije esperando alguna reacción. -¿Has tenido suficiente?- No esperé su respuesta y volví a colocarme el top y cerrar mi chaqueta.

-Son muy bonitas.- Fue una reacción impredecible y algo triste. Supongo que no sabía que decir.

-Me alegro de que te gusten. Ahora aprueba el examen y podremos seguir con el trato.- Dije con una sonrisa mientras me marchaba.

-¿Si apruebo me dejaras tocarlas? – Se lazó a preguntar.

-Si apruebas te dejo verlas sin el sujetador.- Negocie.

-Vale. Pero si saco otro notable quiero tocarlas. - Vaya con el niño. Parece que ahora quería coger carrerilla.

-Nos vemos el lunes. Suerte.- Me despedí y sin decir nada más del tema me marché con prisa para irme con mi amiga.

Nos reunimos un grupo de amigas habituales, algunas compañeras de clases y otras amigas de la ciudad para salir esa noche. Juntas cenamos y nos pusimos al día de nuestras vidas mientras tomábamos vino y cerveza en casa de una de ellas.

-¿Oye, de donde son esos pantalones?- Me preguntó Raquel.

-Son de la temporada pasada. De Breshka creo. ¿Te gustan?- Respondí.

-Ya te digo. Te marcan todo el culo, hoy te vas a llevar todas las miradas.- Argumentó mi amiga entre risas.

-Te crees que la muy guarra ha ido así a dar clases al chaval.- Añadió Maria metiéndose en la conversación.

-Madre mía seguro que el pobre no ha podido ni concentrarse jajaja.- Todas reímos, y quizás por la cantidad alcohol que había tomado esa noche, decidí aportar un dato más.

-Bueno, digamos que he descubierto que es una forma de motivar a mis estudiantes.- Todo quedó ahí, enterrado bajo algunos gritos de excitación por la ambigüedad de la frase.

Para terminar de hacer tiempo hasta la hora de salir decidimos jugar al yo nunca. Las reglas de juego consisten en hacer una afirmación, y quienes hayan hecho dicho acto, deben tomar un trago, revelándolo de esta manera ante los demás. Por el contrario si no lo has hecho, no bebes.

-Yo nunca me he corrido más de 5 veces el mismo día.- Dijo María, haciendo beber a Raquel y Sara (dos compañeras de clase). Por supuesto, el juego siempre estaba enfocado a descubrir nuestras nuevas experiencias sexuales.

-Yo nunca me he liado con alguna de las presentes. - Dijo Sara. Todas gritamos un largo “Ooohhhh” dado que Sara le tiraba una indirecta a Raquel por la noche que se liaron. Ambas bebieron.

-Yo nunca he hecho un trio.- Dijo Raquel. Ninguna bebió, salvo yo, que bebi en el último momento. -Pero bueno, ¿Y eso guarra? No nos has dicho nada.- Preguntó Raquel eufórica.

-Fue hace unos meses. Ya sabéis que Lucas y yo queríamos… experimentar.- Explique. No le dimos muchas vueltas y volvimos al juego.

-Yo nunca me he comido un coño.- Dijo Sara mirándome directamente, como deseando saber si el trio me había animado a ello. Sara bebió, ya que es lesbiana y siempre bromea con las ganas que nos tiene a todas. Finalmente bebí.

-Oh dios, pues para el próximo trio ya puedes avisarme.- Dijo entre risas.

-Yo nunca he desvirgado a nadie.- Pregunté yo. En parte teniendo en mente la breve experiencia con Diego. Nadie bebió.

-¿Cuenta ser la primera que se la chupas?- Pregunto Mónica. Y todas nos reímos.

-En verdad no está mal serlo, vas a ser la que mejor se la ha chupado.- Argumentó Raquel, y todas nos reímos aún más, dando por finalizado el juego y comenzando una larga charla sobre la primera mamada.

Cuando nos dieron las tantas de la madrugada, la fiesta se desplazó de la casa a los bares de la zona por donde solíamos salir, donde normalmente nos reuníamos todos los conocidos de la universidad.

Las próximas horas las disfrutamos bailando, perreando y dejando que nos invitasen a copas. En definitiva, disfrutando de la noche, pero como siempre, poco a poco nos fuimos separando, unas para saludar a otras amigas, otras para ligar, otras para comer algo… Yo por mi parte acabe reventada, cansadísima buscando a Lucas esperando que me llevase en coche de vuelta a casa.

Y al fin le encontré en un bar bailando con una chica inglesa. Lejos de enfadarme o preocuparme me divirtió. Me acerqué a el y le pregunté cuando tenía pensado irse. Estaba con sus amigos del futbol así que no tardo en ponerme una mano sobre el culo indicando que ¿Era suyo? En fín, no me preocupaba mucho.

-Guapa estaba esperándote, mira te presento a Laurel.- Salude a la chica dándonos dos besos. Era una rubía despampanante, alta y de medias perfectas, lo suficientemente delgada para seguir teniendo unas curvas increíbles. Llevaba una camiseta de flecos que dejaba ver que tenía buenos atributos y un pantaloncito blanco con roturas que no dejaban nada a la imaginación. Parecía el tipo de chica al que le gustaban los chicos como Lucas.

-Tenía pensando irme ya. Estoy cansada.- Dije.

-Oh vamos amiga segurow que un supito de tequila te ayuda.- Intentó decir la chica con claras dificultades con el idioma para animarme.

-¿Ya? Joder últimamente te vas cada vez antes. Pensaba que te volverías conmigo y nos vamos juntos a mi casa.- Dijo Lucas.

-Y eso quiero guapo, pero no puedo más, estoy agotada.- Lucas llevaba un ritmo de noche  frenético siempre. A pesar de no beber se las ingeniaba para ir a 100 todas las noches que salía de fiesta y quedarse hasta las tantas.

-Joder, sabes que me voy mañana toda la semana con mi familia a esquiar. ¿Cuándo te voy a volver a ver?- Dijo en un tono malhumorado.

-¿Ahora por ejemplo?- Dije con sarcasmo.

-Ahora me lo estoy pasando bien. Joder tia, siempre bebes y haces lo mismo. Cuando te aburres tú quieres que se acabe la fiesta.- Poco a poco Lucas fue malhumorándose y yo también. Quité su mano de mi culo y me aparté.

-Vale. Muy bien, quédate de fiesta.- Le dije dándole un ultimátum.

-Pues sí. Eso haré. Porque cuando yo te pido algo de tiempo para mi, siempre me dices que tienes que dar clase a ese estúpido chaval.- Esa última frase la dijo gritando, mientras yo me alejaba haciéndole un corte de mangas.

-Venga, vamos a bailar.- Le dijo la inglesa intentado hacer pasar el mal rato. No era a primera vez que nos enfadamos así ni tampoco sería la última. Era más frecuente de lo que podéis imaginar y era la principal causa por la que no teníamos una relación más allá del sexo, que por otra parte era genial.

Así que allí me quede. En la puerta del bar, sentada en un bordillo dispuesta a fumarme un cigarro. Sin coche para volver a casa y sin dinero para un taxi. Mis opciones pasaban por caminar 40 minutos sola y totalmente cansada a casa o volver a arrastrarme con Lucas. Y cada cual me parecía peor que la anterior.

De repente se acercó un grupo de chicos.

-Si si, es esa. Os lo juro tio.- Dijo uno de ellos señalándome. -Joder que sí, que sí.-  Sentada y dando una calada el piti miré como me señalaba sin darle importancia.

-¿Esa? A mí me suena de verla en el campus.- Decía otro a gritos. Estaban a poco menos de 4 metros de mí y les podía oír con claridad.

-¿Queréis un autografo o qué? No sabía que soy famosa.- Dije aún medio enfadada de la discusión con Lucas.

-Hombre famosa….- Dijo la única chica del grupo que acompañaba a los otros 3.

-Tu eres la del baño de la semana pasada.- De repente me dí cuenta. Mierda, era el chaval que nos pillo el otro día en los baños de la universidad en plena mamada.

-Hostia, el pervertido. - Dije sorprendida.

-Salió del baño con la cara llena de corrida y desnuda.- Siguió diciendo él.

-Y tú me robaste el sujetador.- Me levante y me encaminé a enfrentarlo verbalmente.

-Os lo dije. Esta era la guarra.- Terminó sentenciando. No me sentó muy bien y por un momento pensé en darle una bofetada, pero ni ganas me quedaban de ello.

-Joder, pues en el video parece más fea.- De repente se me heló la sangre.

-¿Video? ¿Me has grabado, cerdo?- Alcé la voz, pero rápidamente volví a bajar el tono. No quería que nadie se enterase si es que era verdad. -Pues ya puedes ir borrándolo o te parto la cara.- Justo en ese momento un amigo de Lucas, David, llegó para calmar los ánimos.

-Te están molestando Miri?- Me dijo agarrando a uno de los chavales por el cuello de la sudadera. David era compañero de futbol de Lucas. Sería algo mayor que nosotros, podría tener unos 25 años, y además era portero de discoteca, por lo que os podéis imaginar las dimensiones de su cuerpo. Aunque no tuviese un cuerpo escultural, era bastante alto y digamos de constitución ancha, no tenía tripa, pero si era grande.

-Seguro que a este también le haces favorcitos en el baño, ya hablaremos, ya.- Dijo el portavoz mientras se marchaban.

Me quede con cara de asco mirándolos, preguntándome que cojones pensaban hacer y como he podido ser tan tonta de no enterarme si me graban. Ni el sujetador había conseguido. David puso sus manos sobre mis hombros para dirigirse a mi.

-¿Estas bien?- Me preguntó. No teníamos la confianza suficiente para contarle lo que sucedía así que asentí y cambié mi expresión por una sonrisa.

-Si, tranquilo, eran unos idiotas.- Dije calmándole. -¿Oye… tu podrías llevarme a casa?-

-Si claro. La verdad es que salía porque me iba ya cuando te he visto. Puedo acercarte. - Tire el pitillo al suelo y nos fuimos juntos mientras manteníamos una breve charla.

-Pensaba que ibas a irte con Lucas.-

-Estoy demasiado cansada para esperar a Lucas hoy. Solo quiero llegar a la cama.-

Ambos nos subimos al coche, un modelo viejo de asientos de cuero que parecía más un coche de rally que otra cosa. La verdad es que no tenía mucha relación con David, y me sorprendía que fuese tan servicial conmigo, más aún cuando Lucas siempre ha retratado a sus amigos el futbol como una panda de simios, pero pronto comenzó a revelar sus intenciones. Durante los primeros minutos ambos fuimos en silencio, yo con la cabeza apoyada contra la ventanilla deseando llegar, mientras que él aprovechaba mi distracción para darle un buen repaso visual a mi canalillo a través del escote.

-¿Te puedo hacer una pregunta?- Dijo.

-Claro, que menos ya que me llevas a casa.-

-El otro día, cuando cogiste el teléfono de Lucas… estabas…- No termino la frase, sino que hizo un gesto para hacer referencia al acto de la felación.

-Ohhh, eras tu el que llamó. No te había reconocido.- Dije sorprendida. -Sí, estábamos… bueno eso.

-¡Lo sabía! El Richi me debe 10 pavos.- Dijo cerrando el puño en señal de victoria.

-Vaya, me alegro de no defraudarte.- Dije riendo.

-Oh, no es que piense… bueno podéis hacer lo que queráis, ya sois mayorcitos. Era solo…. Que pues el ruido y la forma de hablar…- David se hizo la picha un lio intentando quedar bien, lo cual me hizo bastante gracia.

-No te preocupes.- Le alivié. Durante unos segundos volvimos al silencio, de nuevo con las miraditas, hasta que de nuevo volvió a la carga.

-¿Y no te preocupa que se quede con la rubia esa?- Sabía lo que intenta hacer. Provocarme celos para ver si sacaba algo de la situación.

-No. No somos novios. Puede hacer lo que quiera. - Cerré tajante el asunto.

-Ah, es que como nos había contado que hoy ibas a dormir con él y bueno… ya sabes…- David continuo con la clásica técnica del pico y pala.

-Si bueno, una pena. No creo que esa se la chupe como yo, pero como te decía, puede hacer lo que quiera.- Pretendí cerrar por completo el tema con esa frase, siendo algo bruta y soez, pero en lugar de eso parece que le animó a continuar.

-¿Y tú también puedes hacer lo que quieras?- Ahora lo preguntaba de forma indirecta, con una sonrisa de oreja a oreja como solicitándolo. Lucas tenía razón, eran una manada de simios en celo y ni siquiera le respetaban.

-Si claro. Pero bueno… Lucas es tu amigo.- Puse cara de extrañamiento, como queriendo hacerle recapacitar.

En lugar de eso, David puso una mano sobre mi muslo. -Por eso, los amigos somos muy de compartir. - Dijo esforzándose por hacer entender el doble sentido, y se echó a reír. Me resultaba raro rechazarle mientras me llevaba a casa.

-Es que estoy un poco cansada. - Dije con una falsa sonrisa, intentado ser amable. Su mano poco a poco subía por mi muslo, avanzando por la cara interna.

-Vaya hombre. Yo que te llevo a casa y me quieres dejar sin premio.- No me gustaba como se estaba tornando la situación.

-¿Y qué premio quieres?-

-Que me invites a subir. Y luego ya vemos.- Dijo con su mano casi a la altura de mi chocho. Cerré las piernas un poco para evitar que lo alcanzase totalmente.

-Están mis compañeros de piso en una fiesta. Por eso íbamos a ir a casa de Lucas.- Mentí hábilmente.

-Vaya por Dios. Bueno, seguro que puedes hacer algo para alegrarme el viaje. Vives muy lejos.- De repente quitó la mano de mi muslo para llevársela a su bragueta. Sin dejar de conducir, y dando algún volantazo se las apaño para abrirse la bragueta y sacarse la polla. Me quede estupefacta sin saber que decir. Era lo último que me esperaba. David alternaba su mirada entre mi reacción y la carretera.

-Mira para delante por dios, que nos la vamos a pegar.- Le advertí.

-¿Es que no piensas hacer nada?-

-¿Qué esperas que haga? Un tío que no conozco casi se ofrece a llevarme a casa en coche y mientras conduce se saca la polla.-

Pese a la situación no la tenía flácida del todo. El glande aún no asomaba, pero en general estaba semi tiesa. -Que me alegres el viaje, mujer. ¿Qué crees que Lucas no pensaba follarse a la inglesa? Si se ha enfadado tanto es porque le has interrumpido. - Continuó intentado manipularme, pero no dije anda.

-Venga anda, solo un poquito. Hasta que te deje en casa.- Suplicó. No se por qué. No fue por el alcohol, ni por sus absurdas manipulaciones, ni porque me atrajese, pero acabé agarrando la base de su polla. David sonrió triunfante.

-Solo hasta que lleguemos. Por hacerte más ameno el viaje ya que me llevas.- Dije. En el fondo sigo pensando que me ponía la situación, pero al mismo tiempo tenía miedo de que fuese a más. De nuevo colocó su mano en mi muslo y comenzó a acariciarlo, mientras yo en silencio le hacia una paja.

He de decir que disfruto mucho de las pajas. Creo que es una técnica infravalorada que siempre me he esforzado por aprender a hacer disfrutar y gozar del morbo. No era la primera vez que lo hacía en un coche, pero si la primera vez que se lo hacía a una persona tan desconocida. Tener una polla en mis manos esperando que le saque la leche, a mi merced es algo que me empodera y me calienta a partes iguales. Si por mi fuese iría repartiendo pajas a amigos y conocidos jajaja.

-Ummm joder que buen viaje-

-Ni se te ocurra cerrar los ojos.- Le dije yo preocupada por no pegarnos un piñazo en coche.

-Tranquila guapa, tu a lo tuyo y yo a lo mio.- No me gustan tan chulitos. Creo que disfruto más de los sumisos, y por eso mi mente se traslado a la habitación de Diego, mi alumno, y imaginaba que era a él a quien pajeaba. En el fondo lo que más me ponía era la inocencia y el morbo que me hacía sentir. Aunque si es cierto que en otras circunstancias me gusta más adoptar el rol de sumisa.

Movía mi mano rítmicamente sobre su polla, alternando entre diferentes presiones sobre la base y masajeando su glande con los dedos para embadurnar toda mi mano de líquido preseminal para hacerlo más deslizante.

-Joder, Lucas tiene razón. Haces unas pajas de la hostia.- Dijo para mi sorpresa.

-¿Lucas os cuenta eso?- Pregunte sorprendida.

-Si claro. Nos lo contamos todo- Dijo. – Pero para bien, eh. Somos tios, nos gusta hablar de esas cosas.- Intentó arreglar de nuevo la conversión sin mucho éxito. -Es como un alago, eres la top 1.-

-¿La top 1?- Dije confundida por la expresión.  Su mano, que de nuevo escalaba por mi muslo, esta vez me pillo desprevenida y llegó a mi chocho para frotarlo con poca delicadeza.

-En el ranking vas la primera en pajas.-

-¿Pero bueno, tenéis un raking?- Dije riéndome sorprendida mientras seguía recorriendo su polla de arriba abajo.

-Tenemos muchos. Pajas, mamadas, cabalgar, culos, tetas… y cada uno votamos.- Explico David con total sinceridad. La verdad que pese a la sorpresa inicial en cuanto me pare a pensarlo no me sorprendió mucho viniendo de ellos, y en cierta manera me sentí orgullosa de que al fin se valorasen mis pajas.

-Oye, vamos a llegar ya y me vas a dejar con todo el calentón para la vuelta.-

-Es que se me está cansando la mano. No soy una maquina. – Dije esforzándome por mantener el ritmo pese a la incomodidad de hacerlo en el coche mientras conducía.

-¿No quieres subir posiciones en el ranking de mamadas?- Dijo con otra invitación soez.

-¿Es que no soy la primera.- Pregunté incrédula. -Me sorprende. -

-La segunda. La primera es Raquel.-

Como una leona con el orgullo herido me quité rápidamente el cinturón y me agaché para llegar hasta su miembro. -Procura conducir bien.- Dije antes de meterlo en la boca. David me recompensó con un forcejeo sobre mi entrepierna palpando todo mi coño como quien agarra una esponja.

Enrollé mi lengua sobre su falo mientras hacía presión con mis labios y succionaba. No me lo tragué entero, pero si lo suficiente como para darle esa falsa sensación de tenerla enterrada en mi boca. Aunque a pesar de eso no cesaba de esforzarse levantando el culo para intentar metérmela más al fondo.

-Dios, que maravilla.- Dijo finalmente dejándome dominar la mamada. Su polla era bastante grande ahora que había alcanzado su plenitud. Estaba llena de venas y era más ancha y grande que a las que estoy acostumbrada.

Personalmente me no me gustan las pollas gordas (lo siento) al menos para hacer mamadas ya que no puedo emplearme a mi gusto sin que sienta que se me van a romper las comisuras de los labios y la mandíbula.

No obstante, no me gusta defraudar. Me centré en estimular su glande y su frenillo con la lengua. Repasándolo suavemente primero, para seguir haciendo presión sobre él cada vez que tragaba. -Ufff, vamos a llegar en breves. Será mejor que te emplees a fondo. -Me dijo.

La boca se me comenzaba a cansar por el esfuerzo de mantenerla abierta al máximo y la posición en el coche tampoco ayudaba. Hice un esfuerzo y trata de meterme todo lo que pude dentro. Notaba como poco a poco su polla entraba en mi garganta abriéndose paso.

Sin previo aviso, puso una mano sobre mi cabeza y presionó obligándome a tragar aún más. Hice fuerza resistiéndome, pero en cuanto dio un volantazo me asusté. -Quieta, quieta que nos matamos.- Y simplemente racioné el aire que me quedaba.

No podía ver absolutamente nada. Apenas sus huevos a 2 centímetros de mis labios recubiertos de las babas que dejaba escapar. Sentía que me iba a morir asfixiada. ¿Iba a ser la primera tonta que se moría haciendo una mamada?. En cuanto deje de notar la presión de su mano me la saqué a todo correr y traté de recobrar el aire como si acabara de nacer. Un gran chorro de babas y flemas salió de mi boca sobre su polla. Estaba algo mareada y me costaba recomponerme. -Ehhh, joder. Que me vas a dejar el coche como una piscina. - Se quejó aún el gilipollas de él.

Cuando me dí cuenta estábamos parados junto a mi casa. Miré por la ventanilla, abrí a puerta y salí del coche. -Eh, que haces. ¡Aún no hemos acabado! -

Dí la vuelta al coche hasta llegar a su ventanilla, que estaba bajada, le miré con rabia a los ojos, con las babas aún resbalando por mi barbilla y haciendo un reguero que se perdía en mi escote. Le agarré por el cuello de la camiseta, como él había hecho anteriormente con el otro chaval, lamí sus labios y mi lengua comenzó a descender por su cuello lentamente.

Metí medio cuerpo dentro a través de la ventanilla, y sin agarrar su polla abrí bien la boca para meter su polla dentro. Con solo su glande dentro empecé a masajearlo sensualmente con mi lengua, cada vez con más destreza motivada por sus gemidos. -Dios, vaya suerte tiene el Lucas.- Para finalmente comenzar a tragar con mucho esfuerzo su polla. Esta vez no cometí el error de tragar más de lo que podía. -Sigue, sigue que estoy a punto guapa.- Aprisioné mi lengua alrededor de su frenillo para comenzar a moverla dando latigazos, hasta que noté que estaba a punto de estallar.-Chupa, chupa.-

En cuanto lo hizo cesé por completo. No hice ni un solo movimiento más con mi lengua, y en lugar de ello hice fuerza con los dientes cerrando la boca. -Cuidado, cuidado.- Dijo. Pero aún así la corrida comenzó a salir de forma lenta de su polla.

Sin dejar de hacer presión lentamente comencé a ascender por el tronco de su polla clavando los dientes. -Cuidado, mama, joder.- Aún no se enteraba de que me estaba vengando. Seguí subiendo, notando como intentaba liberarse sin éxito, hasta llegar a su glande, el cual comencé a morder y lamer a partes iguales durante unos segundos hasta terminar con un beso y un mordisco final, mientras aún seguía un tenue chorro, sin fuerza de corrida. -Dios, cabrona.-

-Dile a tus amigos de mierda que soy a mejor.- Me fui satisfecha, pero los astros no dejaban de alinearse para joderme la noche. Nada más encender el móvil vi un mensaje en Instagram “Hola chupapollas te dije que ya hablariamos” y un video.

Si veo que tiene acogida continuaré con la seria, ya que es mi principal idea. 

Me gustaría haceros saber que a pesar que todos los relatos están basados en experiencias reales, suelo juntar dos o tres experiencias diferentes que no tuvieron lugar en el mismo momento en este relato, como por ejemplo en este caso la escena inicial con mis compañeros de piso, que sucedió casi un año antes. Si preferis que me centre en explorar y avanzar unicamente en la trama con Diego, podeis dejarme vuestra opinión en los comentarios. ¡Muchas gracias por leerme y espero que lo disfruteis! Cualquier comentario o aportación será bien recibida.



Era un lunes complicado. Me había pasado todo el fin de semana encerrada en casa sin dar señales de vida, y toda la noche del Domingo sin dormir. ¿El motivo? Muchos, me estaba volviendo loca en un batiburrillo de pensamientos incontrolables.

Por un lado, pese a que mi orgullo me obligase a ocultárselo a cualquiera que me lo preguntase, no dejaba de pensar en si Lucas se habría follado a la extranjera, y en qué lugar nos deja eso. Pese a no querer nunca comprometerme con él, no podía evitar sentirlo de mi propiedad.

Por otro lado, teníamos el problema del fisgón del baño que después de nuestro encontronazo del viernes y descubrir mis redes sociales, no paraba de intentar chantajearme. Me pasé prácticamente todo el fin de semana lidiando él. Estaba claro que teniendo el video que tenía en su poder me tenía contra las cuerdas. Un escándalo así, además en la universidad, iba a dejarme a la altura de una guarrilla cualquiera, y podría incluso salpicar mi expediente, así que me dediqué a seguirle el rollo y mantenerle contento.

Y, por último, y más importante, no podía evitar pensar, en Diego, su propuesta, y cómo le habría ido en el examen. Llevaba todo el día esperando que diesen las 6 de la tarde para acudir a las clases particulares y descubrir hacía donde iba a encaminarse mi calenturiento destino.

Era casi extraño lo cachonda que me ponía de solo pensar en ello. De imaginarme a aquel niño con cara inocente acercándose a mis tetas, siendo yo su primera musa del sexo. Me pensaba encargar de que me recuerde toda su vida.

En una sabia decisión opte por rebajar la excitación para contenerme llegado el momento con una ducha de agua bien fría. Y como bien sabréis, una cosa lleva a la otra y terminé duchándome con 3 dedos frotando a fondo mi chochito, y para dejarlo bien limpio, me aseguré de darle una buena pasada de agua a presión con la alcachofa de la ducha (me encanta hacer eso) Poco a poco me fui dejando llevar, con las gotas de agua resbalando por mi melena y mi cuerpo, mientras que un chorro a presión se abría paso contra mi pubis de una forma casi orgásmica. Me agarré una teta, entre masajeándola y acariciándola, mientras mantenía el equilibrio en ese juego sexual que estaba teniendo lugar en el cuarto de baño. Tenía los ojos cerrados, pero podía imaginar como Diego me observaba desde donde quiera que estará, provocando una erección en su pantalón. Ese pensamiento terminó de motivarme, para dejar escapar una serie de gemidos y fluidos de la misma intensidad, hasta quedar aliviada.

Salí de la ducha semi tapada con una toalla de baño cuando me dí cuenta, por las voces que provenían del salón que no estaba sola, a pesar de si haberlo estado antes de entrar a la ducha. -Oh, hola, no sabía que había nada en casa.- Dije al pasar por el salón, tratando de tapar mis pudores con una toalla rosa. Rubén y dos chicos más que no conocía bebían una cerveza mientras jugaban a la consola espatarrados en el sofá.

-No, si ya hemos visto, jaja.- Dijo un chico entre risas.  Seguí mi camino bajo su atenta mirada hasta llegar a mi habitación.  Justo detrás de mi entró Rubén intentado no mirarme directamente.

-Espero que no te moleste. Estábamos aburridos en clase y hemos venido a pasar la tarde. - Dijo a modo de disculpa un poco nervioso.

-No pasa nada tranquilo, si en un rato me iré a las clases particulares. - Me quité la toalla de encima y me comencé a secar el pelo frente a él, sin vergüenza. Rápidamente corrió a cerrar la puerta de la habitación.

-Oye por cierto, siento si hemos interrumpido algo... Quería avisarte, pero no sabia si entrar en el baño por si ….- Poco a poco Marcos iba levantando su mirada para contemplar mi cuerpo desnudo ante él. -Perdona- Dijo apartando la vista en un momento que nuestras miradas se cruzaron.

-Puedes mirar, no me importa. - Le dije sonriente. Marcos y yo ya habíamos alcanzado una confianza sexual estable en un tira y afloja que nos ayudaba a desahogarnos a ambos, y mientras yo trataba de romper su lealtad hacía su novia para tenerlo a mis pies, el trataba de navegar en los límites de morbo que le ofrecía. – De todas formas no vas a ver nada que no hayas visto ya.- Le dije con una sonrisa de picardía.

Marcos, entre avergonzado y tímido se mantuvo firme frente a mi, observando cómo me secaba las piernas mientras las tetas me bamboleaban con cada movimiento. Al terminar de secarme dejé la toalla sobre la cama y me dispuse a abrir el vestidor.

-¿Querías algo más?- Le dije dándole la espalda, y de paso una perfecta visión de mi culo.

-Ehhh, ahhh…- Se quedó pensando en una excusa para aprovechar hasta el último segundo las vistas. -Si, a la noche, igual pedimos comida. No se si una Pizza, o chino o… o igual una hamburguesa. - Las palabras salían de su boca formando la excusa más tonta que se le pudo ocurrir en aquel momento.

-¿Y qué de todo eso pensáis pedir?- Pregunté sentándome en la borde de la cama a pocos centímetros de él y colocándome un tanga de encaje blanco.

-Lo que quieras. - Dijo tragando saliva.

-¿Es que no lo sabéis?.- Me subí el tanga y comencé a ponerme unas mayas negras ceñidas.

-Si, bueno, nos adaptamos a ti.- Siguió improvisando lamentablemente. Me coloqué junto a él, con mis tetas casi rozando contra su sudadera. A veces me pregunto, de una manera narcisista, como podría controlarse y no lanzarse a ellas, pero creo que eso hacía que me gustase aún más nuestro jueguecito de provocaciones ”legales”.

-Bien, pues cuando llegue a casa, si seguís por aquí, cenamos algo.- Saque un top amarillo, y me lo puse aun dirigiéndome a la puerta.

-No llevas sujetador.- Apreció él.

-No pierdes detalle eh,- Le conteste abriendo la puerta y saliendo dispuesta a llegar antes de tiempo a mis labores como profesora.

-Adios chicos, nos vemos esta noche entonces, gracias por invitarme a pizza.- Salí rápidamente sin esperar la respuesta, que supongo que seria un conjunto de preguntas que revelasen la tapadera de Marcos, pero sabiendo que, seguramente volvería cachonda perdida de mis clases, y de esta forma me aseguraba tener unos frikis con quien poder jugar sin tener que arrastrarme por Lucas.

Como cabía esperar por mi impaciencia llegué antes de tiempo a la casa de Diego. Antes incluso de que él llegase a casa, acto que delató mi impaciencia. Fue su abuelo, como acostumbraba a hacer los últimos días quien me recibió.

-Llegas pronto, el muchacho aún no ha llegado. - Miré el reloj y me dí cuenta que había llegado media hora antes de lo normal. -Pero pasa mujer, espérale aquí. - Recibí su amable gesto con una sonrisa, y le acompañé al interior de la vivienda.

-¿Quieres tomar algo?- Me preguntó mientras habría un par de armarios buscando algo. -No gracias.- Contesté echando un vistazo al móvil, donde descubrí una gran cantidad de mensajes acumulados.

-Pues me vas a permitir, que yo me tome un orujo. A estas alturas de la vida, es lo único que me deja contento.- Dijo riendo mientras se servía un lingotazo.

Entré en la conversación con el extorsionador cuyo número había guardado como “pajero” y que no me había dejado en paz durante todo el fin de semana para leer sus múltiples mensajes que terminaban con un “Me estoy empalmando otra vez viendo tu video”.

*Me alegro de que lo disfrutes* Le respondí rápido para observar como el abuelo, un hombre mayor, con el pelo canoso y rechonchete se tomaba su bebida de un solo trago.

-Bueno, parece que lo estás haciendo bien con el chaval. Su padre ya estaba desesperado.-

-Si bueno, parece que hemos encontrado la forma de que se esfuerce. - Dije sin dar muchos detalles mientras recibía más o más mensajes.

*Pero creo que ya me estoy cansando de cascármela viéndolo, por qué no me cuentas como me las chuparías a mi. Y ya sabes, esfuérzate.* A lo largo de estos dos últimos días no era la primera vez que me lo pedía, y yo poco podía hacer pese a no desearlo hasta encontrar la manera de lidiar definitivamente con él. El caso es que le escribía 4 o 5 cosas subiditas de tono, y él, me dejaba en paz unas horas.

-Bueno, pues vamos a celebrarlo. Anda, que tu eres joven.- Dijo el abuelo cogiendo otra copa para servir ahora dos vasos de orujo. -Seguro que has bebido chupitos peores cuando salís los jóvenes de fiesta.- Añadió entre risas.

*Te gustaría que te la chupase profundo y despacio, metiéndomela bien hasta el fondo y que puedas sentir como tu pollita llega a mi garganta o mejor rápidamente con un buen mete-saca succionando a fondo?* Trate de escribir rápido para terminar con esto y que el abuelo no sospechase nada, pero el pajero no dejaba de pedir más y más.

-Venga vamos, por tu éxito con Diego.- El abuelo cogió su copa y la levanto, y tras hacerme de rogar un poco le seguí, brindamos, y tomamos un amargo trago que quemó toda mi garganta haciéndome toser.

*Eh, chupapollas, no me dejes a medias o ya sabes lo que pasará*

-Como sois los jóvenes de ahora, no podéis ni disfrutar de un buen orujo sin tener el móvil en la mano.- Dijo a modo de represalia.

-Perdona, era mi compañero de piso que se ha dejado la llaves.- Mentí. -¿Podría ir al baño antes de empezar?

Me dirigí al baño mientras los mensajes no paraban de llegar. Al abrir la puerta y observar frente a mí un gran espejo junto al lavabo pude observar a través de él cómo el abuelo se fijaba en mi culo alejándose hacía allí. Le dejé disfrutar el momento sin tomármelo a mal, entré, eché el pestillo y saqué el móvil.

*Ahora mismo no tengo tiempo*

*Pues ya puedes sacar tiempo hasta que termines lo que has empezado*

Escuché como Diego había llegado a casa, y rápidamente ideé la forma más rápida posible de acabar con esa situación. Activé la cámara del móvil, me baje los pantalones, y apuntando al espejo del baño me saqué un par de fotos provocativas sacando culo pero sin que se me viese la cara. Sabía que eso, a la larga, traería más problemas que soluciones, pero Diego había llegado, y él era mi prioridad ahora.

*Mandame más. Una del coño*

*Me tengo que ir, espero que me dediques tu mejor corrida*

Quise terminar complaciente a pesar de las ganas que tenia de decirle cuatro cosas para evitarme mensajitos durante las dos próximas horas. Salí de baño como si no pasara nada y me dirigí a la habitación de Diego.

-Hola Miriam. Me ha dicho mi abuelo que hoy has llegado antes.- Dijo Diego, que ya estaba sacando los libros de la mochila. Admito que estaba algo nerviosa tan solo de pensar en lo que iba a pasar cuando acabara la clase.

-Sí, es que el autobús se ha adelantado. - Mentí intentado ocultar mi entusiasmo. -¿Qué tal fue el examen?- Aposté por ir directamente al grano.

-Pues he sacado un 6,1. Así que supongo que bien. No tan bien como quería, pero bien.- Dijo refiriéndose al pacto que habíamos hecho.

-¿Ya ha corregido? Madre mía, ese profesor es muy rápido. A ver, veamos en qué has fallado.- Le dije

-Aún no nos lo ha dado. Pero he querido preguntarle la nota para ver si sacaba el notable.- Dijo sonrojándose un poco.

-Bueno Diego, has aprobado. Hace un mes no aprobabas un examen, y ahora… ¡Mirate! Estoy muy orgullosa.-

-Supongo que he encontrado la manera de motivarme.- Dijo casi entre risas. Parecía que el también estaba ansioso por retomar el pacto. -Lo malo es que hasta finales de mes no hay más exámenes. - Anadió.

-¿Y eso es algo malo? Eso es mejor. Así tendremos tiempo para prepararlos bien.- Respondí.

-Ya, pero bueno… no tendré más de tus recompensas.- Su voz repentinamente se volvió más finita y su tono disminuyo, mientras que su vista cayó al suelo mostrando vergüenza. Yo por mi parte disfruté de aquello como si de un piropo se tratase, le tenía impaciente por descubrir mi cuerpo.

-Bueno, tu tranquilo. Sigue estudiando así y me encargaré de darte una recompensa diaria.- Por mi parte me costaba contenerme, y cada vez se lo estaba poniendo más y más fácil. En lugar de ser un premio, más bien estaba siendo un regalo de tómbola. Diego, al oír mis palabras sonrió como un niño al ver los regalos de navidad debajo del árbol.

-¿Así que hoy tendré mi recompensa?- Dijo ilusionado, con un brillo en los ojos que delataba sus emociones. Su mirada, directamente estaba clavada en el contorno que mis pechos abultaban sobre el top.

-Bueno, como veo que no te vas a concentrar en toda la clase, te daré tu recompensa ahora. ¿En que habíamos quedado?- Dije haciéndome la tonta. Quería que el lo dijese.

-Me ibas a enseñar las tetas sin el sujetador.- Dijo rápido y bajo, casi susurrándolo. -Y tocarlas un poco.- Añadió aprovechando mi confianza.

-Creo recordar que lo de tocarlas era solo si sacabas un notable.- Dije acercando mis manos a la parte baja del top para comenzar a subirlo lentamente. Diego no apartaba su vista de mis pechos, esperando la revelación divina. Cuando estaba a la altura de mis pezones, paré un momento, dejando el borde de la camiseta aún tapándolos, pero rebelando la onda inferior de mis tetitas.

Diego se relamía sin decir nada, únicamente contemplando el espectáculo. Retomé la acción, y levanté mi top amarillo hasta el cuello, dejando mis tetas totalmente libres, sin nada que las protegiese de la visión de aquel adolescente consentido.

De nuevo, solo con enseñarle las tetas era como si le tuviese hipnotizado y a mi voluntad. Es increíble el poder que ejercen los pechos de una mujer sobre los instintos más básicos del hombre.

-Son perfectas.- Apuntó al respecto mirándome un segundo a la cara.

-¿Has visto muchas tetas para poder comparar?- Le pregunté a modo de cachondeo.

-He visto muchas. Pero casi todas en los videojuegos o internet.- Afirmo con naturalidad Diego sin perder detalle. Parecía que la situación le ayudaba a soltar ese tipo de datos más comprometidos.

-¿Cuántas has visto así? En vivo, quiero decir.- Le pregunté con coriosidad.

-Solo a dos chicas de clase. A parte de las tuyas, claro.- Continuó.

-Veo que tienes éxito con las chicas. No es fácil que te enseñen las tetas.- Por un momento me sentí celosa de no ser la primera, y acto seguido estúpida por decir que era algo difícil mientras le enseñaba las mias de par en par.

-Bueno en realidad nos las enseñaron a todos los chicos de clase, en los vestuarios del colegio.- Me contó.

-¿Y te gustaron?- Poco a poco los pezones se me iban poniendo tiesos mientras me cogía el frio, y comencé a amasarme las tetas lentamente para entrar en calor, lo cual dejó alucinado a Diego.

-No tanto como las tuyas.- Dijo sacándome una estúpida sonrisa. -Las de Alejandra eran bonitas. Grandes, como las tuyas, pero no tan redondas.- Puse en duda que pudiese tener unas tetas tan formadas.

-Venga, anda, que te mueres de ganas, puedes tocarlas un poco.- En realidad yo también lo estaba deseando. Terminé de jugar con la yema de los dedos sobre mis pezones y deje que sus manos tomaran mis tetas.

Es indescriptible la sensación que pobló mi cuerpo al sentir el ansiado contacto de sus manos sobre mis tetas, primero tímidamente, y posteriormente comenzando a descubrir y palpar cada centímetro, explorando todas las posibilidades que le ofrecían.

Ambos nos quedamos en silencio disfrutando de aquel acto prohibido. Los calambres recorrían mi cuerpo calentando mi sangre en dirección a mi entrepierna, y comenzando a suspirar cada vez que apretaba mis pechos.

-Para ser tu primera vez lo haces mejor que muchos.- Dije intentando buscar una conversación en la que ocultar mis suspiros. -Así podrás practicar para cuando se las toques a esa tal Alejandra.- Apunté intentado descubrir más sobre su relación.

-No creo que eso nunca pase. No soy su tipo.- Respondió picando el anzuelo.

-Bueno, nunca se sabe. Las chicas cambiamos mucho de opinión. - Dije animándole. -¿Así te gustaría tocárselas?- Era consciente de lo obsesiva que se estaba volviendo la conversación, que prácticamente estaba revelando todas mis intenciones. Comenzaba a sentirme cachonda con ese simple magreo.

-Sí bueno. Me gusta tocartelas a ti. Si te parece bien claro.- Y por supuesto que me parecía bien, pero no tenía la más mínima intención de que eso fuese todo.

-¿Bueno, pues ya tienes tu recompensa, no?- Pregunté, optando por ofrecer un ultimátum a su actitud pasiva.

 -Ahora no voy a poder dejar de pensar en ellas.- Dijo como despedida mientras sus manos se separaban de ellas.

-¿Vas a pasarte el día pensando en mis tetas?- Aproveché para sacarle punta a aquella frase, aferrándome a lo único que tenía para no caer en mis instintos más básicos y hundirle la cabeza en mi coño suplicando. Diego se quedó algo cortado.

-Bueno, no quería decir eso tal cual. No suelo ver esto todos los días…-

-Bueno, en el juego ese que tanto te gusta las ves casi a diario.- Respondí. -¿Porqué son las mias tan especiales?- El pequeño bulto que crecía en la entrepierna de su chandal contestaba la pregunta.

-Bueno Miriam, ya está, déjalo.- Su vergüenza le hizo cerrarse en banda perdiendo una gran oportunidad. Obstinada, resentida, enfadada, y sobre todo, cachonda, me bajé la camiseta y sin mediar palabra comenzamos con la clase.

Una hora y varias miradas a mi escote después, la clase terminó con una cordial despedida impropia de la relación que se estaba forjando entre nosotros. ¿Acabaría aquí todo?. Tenía incluso miedo de perder una situación como esa capaz de ponerme tan cachonda.

Y en esto me gustaría profundizar un poco. Yo era una chica con la capacidad y autonomía suficiente como para follar con quien me apeteciese, a la que le gustaba disfrutar del morbo, pero que se me hacía difícil encontrar nuevas experiencias que me pusieran tan cachonda como la primera vez que folle en público, mi primer trio, mi primera vez… Y en ese momento mi objetivo no era desvirgar a ese jovencito, sino ser su Diosa.

Quiero decir, desnudarme completamente, o aferrarme a su polla y hacerle su primera mamada sería lo fácil. Yo quería que es me lo suplicase como quien reza pidiendo un milagro, y por eso, con solo pedirme tocarme las tetas y sentir sus manos, estaba tan sumamente cachonda. Y precisamente porque me gustan las cosas bien hechas, no hice más.

-Oye Miriam.- Dijo Diego justo antes de que saliera por la puerta. -Perdóname si te he incomodado.- Era increíble como había cambiado su tono desde nuestro primer encuentro.

-¿Incomodarme? No. Me ha resultado…- Busqué una palabra que pudiese apropiarse. -Interesante.- Dije sonriendo, intentado que no rechazase continuar con nuestro juego.

-¿A ti también te ha gustado?- Preguntó situándome en un compromiso.

-Sí. Ya te he dicho que no lo haces mal.- Fingí ruborizarme y esconder la mirada concediéndole una pequeña victoria esperando que eso dinamizase un poco la historia.

-¿Tendré entonces un premio cada día?- Tuve que contener el alivio al sentir que volvía a tener la situación bajo control.

-Claro, piénsate que quieres para mañana.- Le dije antes de irme. -Si sigues aprobando todo, claro.- Añadí recordando que seguía siendo su profesora particular.

De nuevo la situación se ralentizaba por encima de mis expectativas, y acababa marchándome a casa con un calentón de la hostia. En el camino de vuelta recordé mirar el móvil para comprobar que todo estaba bien con mi particular chantajista. Solo tenía un mensaje suyo

*Me acabo de correr como un toro. Cuanta leche desperdiciada lejos de tu boca. *

Por suerte, cuando llegué a casa aún seguía Marcos con sus compañeros de clase. Por un lado estaba Álvaro, un listillo de pelo rizo (el que hizo un comentario cuando salí de la ducha) ni alto ni bajo, ni gordo ni flaco. Un chico que pasaba totalmente desapercibido físicamente, sino fuese porque su personalidad se basaba en llamar desesperadamente la atención haciendo el payaso. Le conocía de todas las veces que Marcos le había traído a casa.

El otro era Felipe. Un chico algo más tímido, pero que se esforzaba por seguirle el rollo a su amigo. Físicamente era más bajito, siendo aún más altos todos ellos que yo, y tenía un rostro de facciones nórdicas, rubio, mentón fuerte, cejas pobladas…

-Hola chicos. Vaya, veo que cumplís vuestras promesas. - Aprecié viendo unas cajas de pizza sobre la mesita del salón junto a uno de los sofás. Una sonrisa picarona se dibujo en mi cara a medida que mi calenturientamente pensaba como divertirse.

Comenzamos a cenar pizza mientras veníamos un programa de talentos que estaban emitiendo. En un momento un participante comenzó a cantar, si se le puede denominar así, “Despacito”.

-Ese canta peor que yo en la ducha.- Dije aprovechando el momento, y sabiendo que sería la oportunidad perfecta.

-Por lo que hemos oído tú también desafinas un poco en la ducha.- Dijo Álvaro intentando dejarme cortada. Y cómo un tiburón que huele la sangre, ataqué. Ahora no había necesidad de ser una Diosa, sino más bien una zorra.

-¿Vaya, me habéis escuchando? Pensaba que estaba sola.- Dije fingiendo sorpresa. Me encanta  jugar con los chulitos, hacerles creer que me tienen comiendo de su mano y acabar dándole la vuelta a la situación. Marcos, que ya me conocía, únicamente se quedó observando como su amigo se metía en la boca del lobo.

-Si bueno, digamos que te hemos oído entonar. - Dijo siguiendo con la bromita, chocando su puño contra el hombro de Marcos.

-Vaya, que graciosillo. Seguro que te hubiese gustado escuchar la canción completa.- Contesté. El silencio se hizo en la habitación y los tres se quedaron a cuadros con mi respuesta, mientras yo comía tranquilamente pizza.

-No sabía que se tratase de un concierto abierto al público. - Álvaro tardo en responder, y lo hizo de una forma seca, casi más tratando de salvar su ego que otra cosa.

-Como sigamos con dos dobles sentidos voy a tener que sacar la libreta.- Dijo Marcos tratando de calmar el ambiente.

-Además, me quedé con las ganas porque llevaba prisa.- Sabía que ese dato les bajaría la sangre al rabo.

-Pues eso de quedarse a medias es malísimo.- Dijo Alvaro sin saber muy bien cómo continuar.

-Bueno, quizá antes de acostarme me dé una ducha y termine de afinar. Gracias por tu consejo.- Dije guiñándole un ojo. El trabajo estaba hecho, estaba segura de que ya no podía pensar en otra cosa que no fuese ponerme contra la pared, y la clase con Diego me había puesto tan cachonda, que incluso puede que me rebajase a follarmelo.

-Será una pena no poder escuchar si mejoras.- Se atrevió a añadir Felipe, entre risas.

-¡Chicos!- Marcos trató de llamarles la atención sin mucho éxito. Notaba como estaba algo tenso sin saber cómo iba a terminar la cosa. Era la primera vez que no solo jugaba con él, sino que también con sus amigos.

-¿Acaso quieres disfrutar del concierto, o qué?- La pregunta fue demasiado directa para Álvaro que se quedo sin saber cómo tomárselo. Titubeo buscando una respuesta entre nervios e inseguridades. Mucho fardaba, pero a la hora de la verdad era otro cachorrillo. -Bueno, pues mejor me voy ya.- Dije levantándome hacía el cuarto de baño.

No os voy a engañar, mi coño ya venía empapado de las caricias de Diego, aunque más bien, creo que lo que realmente más me ponía cachonda eran todos los pensamientos que rondaban mi mente. En cuanto me levante, apenas un segundo después lo hizo Álvaro, como dándose por invitado, y animando con la mirada a Felipe a seguirlo. En ese momento comenzó el juego.

-Pero bueno, ¿A dónde os creéis que vais?- Dije observando como Marcos era el único que aún seguía en el sofá.

-Esto…- Felipe se quedo perplejo sin entender mi cambio de planes.

-¿Pensáis mirarme mientras me duchaba?- Pregunté haciéndome la indignada. -Pero que clase de pervertidos sois.- Añadí profundizando en mi enfado.

-Joder, pensaba que tu querias que…- Álvaro trato de defenderse tartamudeando.

-¿Porqué iba a querer que me mirarais? ¿Acaso yo voy a veros a mientras os duchais?- He de decir que disfrutaba de interpretar aquel papel, viendo como Marcos disfrutaba del show.

-Oye lo siento, perdona, nosotros…. No….- Felipe ya estaba reculando y seguramente había olvidado cualquier pensamiento de contemplarme desnuda. Ni si quiera sabía como disculparse.

-Venga, quitaros los pantalones.- Dije con una sonrisa. Deberían pensar que estoy completamente loca.

-¿Qué?- Preguntaron ambos sin entender nada.

-¿No pensabais verme desnuda? Pues voy a ser yo quien os vea primero. Venga, pantalones fuera.- Marcos, que aún estaba sentado en el sofá sabía de que iba el juego, y estoy seguro que le hubiese gustado unirse de no ser porque sus amigos conocían a su novia.

Álvaro y Felipe se miraban esperando que alguno diese el primer paso.

-¿De verdad sois así de aburridos?- Me hice con un trozo de pizza y me la introduje lentamente en la boca sacando la lengua y saboreando la punta.

-¿Quieres vernos la polla? Pues muy bien.- Alvaro se envalentonó y de un tirón bajó sus vaqueros junto con los calzoncillos hasta las rodillas.

-Calzoncillos de super-héroes. Una pena que no escondan una super-polla- Dije intentado contener una carcajada. El que no la contuvo fue Marcos.

-¿Venga no me jodas, que te piensas que la llevo dura todo el día?- Trató de reparar su orgullo herido.

-Tranquilo, Superman, si a mi me gustan las pollas más pequeñas. Eso es un mito del porno que os creéis todos, las pollas es mejor que sean fáciles de manejar. Que se acoplen bien a la mano, a la boca, y al chochito.- Acompañe mi discurso de los gestos precisos para simular una paja, una mamada, y finalmente llevándome una mano a la entrepierna, y apretando la humedad de mi tanga contra mi raja. -Y tu qué.- Dije haciendo un gesto con la mirada hacia Felipe.

Supongo que con eso bastó, porque Felipe comenzó a desabrocharse el cinturón para asomar la polla a través de la bragueta. Era algo más gorda y estaba más flácida. Parecía la trompa de un elefante de lo arrugada que se encontraba.

-Chs chs- Dije viendo cómo Marcos se llevaba la mano a su bragueta. -Tu tienes novia. Solo mirar.- Ordené.

-Y ahora qué. ¿Vamos a la ducha?- Realmente me costaba entender que quería Alvaro. ¿Hacer un trio? ¿O pretendía quitarse a su amigo de en medio en cualquier momento? Desde luego parecía esa clase de tío que cualquier cosa le valdría.

-Bueno, vosotros ya me habéis espiado esta tarde. Ahora soy yo la que quiere ver como os hacéis una paja.-

-Venga hombre, que mariconada es esa. No me voy a hacer una paja delante de mis colegas.- Dijo Alvaro. Siempre me ha costado entender la mente cerrada de algunos hombres. Yo en su situación no habría dudado. Felipe en su lugar, comenzó a acariciarse con los dedos, descubriendo su rosado glande.

-Umm, así me gusta, haz que se ponga dura.- Dije animándole. Marcos me miraba con rabia y deseo contenido sin poder hacer nada para no quedar como un infiel frente a sus amigos.

-A ver, deja que me siente para que no me pierda detalle.- Me senté en el sofá a pocos centímetros de la polla de Felipe, aún flácida. -¿Quieres sentarte conmigo?- Le propuse. Álvaro aún seguía con los pantalones por las rodillas esperando algo que nunca llegaría.

Felipe se sentó junto a mi. Ambos compartíamos un amplio sofá. Se la pelaba lentamente mientras se le iba poniendo morcillona sin decir nada. -Umm, tienes una polla gorda, eh. Aprecié sacándole una mueca de orgullo.

-¿Oye, no me jodas, esto es todo lo que va a pasar? Porque sino…- Álvaro iba a amenazar con irse, pero en el último momento se arrepintió.

-¿Y que quieres que pase? Esto funciona muy sencillo. No soy ninguna puta a la que puedas comprar. Yo os he pedido que me enseñéis la polla, y lo habéis hecho. Ahora quiero que os pajeeis para mi.- Dije disfrutando el momento. -Cada uno pide lo que quiera. Y cada uno da lo que quiera.- Finalmente puse mi mano izquierda sobre el muslo de Felipe y fui avanzando hasta casi alcanzar sus huevos.

-Pues yo te pido que me enseñes ese rico coñito que tienes.- Dijo Álvaro, cuyo rostro cambio al enfado cuando comencé a negar con la cabeza.

-¿Puedo?-  Me preguntó Felipe acercando sus manos a mis tetas. Le dí permiso y comencé a sentir sus grandes y afiladas manos sobre mis tetas. Eran tan grandes que casi las podía agarrar al completo. Álvaro comenzó a entender que estaba jugando con él.

-Ya veo. Así que el si y yo no.- Dijo indignado. Para ser sinceros el que peor parado salía era Marcos, por ahora.

-¿Seguro que no quieres hacerte una paja?- Tras reiterar mi pregunta, Álvaro cedió, y comenzó a agarrarse y masajear su miembro. Sonreí satisfecha.

-¿Sabes de que color es mi tanga? Si lo aciertas te dejo quitarme los pantalones para que puedas verlo tu mismo.- Le dije recompensando su comportamiento.

-Rojo.- Dijo decidido. -No, no. Azul. ¡Negro!.-  Me levanté y me coloqué junto a él, dejándole, al menos una buena visión de mi trasero a Marcos.

-Muy bien, venga, con cuidado, machote.- Le dije levantando los brazos y dándole permiso para bajar mis mallas. Álvaro se mordió los labios conteniéndose y colocó su manos sobre mis caderas, acariciándolas lentamente hasta colocar sus dedos sobre la goma de las mallas para comenzar a hacer fuerza hacía abajo.

Álvaro bajó lentamente mis mallas, acercando peligrosamente su cara contra mi piel para revisar cada centímetro microscópicamente. Al fín, mi tanga blanco quedó descubierto y mis mallas a la altura de los tobillos.  Le guiñé un ojo a Álvaro, con el que de nuevo, volví a jugar a mi antojo.

-¿Te gustan? Son nuevas. - Le dije dándole un manotazo mientras intentaba palpar mi rajita. -Veo que ahora si que se te ha puesto dura éh.- Terminé de quitarme las mallas yo misma, agachándome a sabiendas que Marcos podría ver todo, y de hecho disfrutando su mirada.

Paradójicamente me sentía empoderada frente a tres tios, dos de ellos con la polla en la mano, apenas cubierta por mi top, un tanga de encaje y mis calcetines.

-¿Alguna vez habíais hecho algo así?- Pregunté volviendo a mi sitio en el sofá. Rápidamente Álvaro tomó el hueco libre que tenia al otro lado.

-Si te digo la verdad llevo sin follar tres meses.-Dijo Felipe que aprovecho para volver a tocarme las tetas, pasando un brazo por detrás de mi cuello. -¿Tú si?-

-Digamos que me gustan los juegos.- Dije intentado mantener un aura de misterio.

-Pues yo a estos juegos me apunto siempre.- Añadió Álvaro, que siguiendo el ejemplo de su amigo paso el brazo por detrás de mi cabeza arrebatándole uno de mis pechos. Ambos amasaban mis tetas, Felipe con las ternura y Álvaro con mayor lujuria.

-¿Pero bueno, así os hacéis las pajas vosotros?- Dije observando como aún continuaban pelándosela lentamente. Coloqué mis manos envolviendo respectivamente las suyas, o al menos lo que podían, sin llegar a tocar su polla. Y comencé a aumentar el ritmo de su masturbación.

Marcos no podía dejar de mirarme, imagino preguntándose porque hacía aquello. Ni siquiera podría imaginar el calentón que llevaba encima por culpa de un chavalin de 15 años.

-Venga seguid vosotros.- Dije quitando mi mano pero sin perder del acto. Una vez tiesas, la polla de Felipe era ligeramente más grande, pero sobre todo más gorda. Su glande era de unas dimensiones gigantes, parecía casi más grande que el resto.

La polla de Álvaro en cambio era normal, que por otro lado es lo óptimo, como he dicho anteriormente para manejar. De todas formas nunca le hago ascos a ninguna polla si estoy caliente.

-Ummm, estás caliente eh. Seguro que te gustaría metérmela bien al fondo y darme con todas tus fuerzas.- Le dije a Alvaro animándole, y obteniendo como respuestas un apretón en mi pecho, machacado en su puño.

-Ah.- Me mordí los labios. -Felipe, vas a necesitar algo de lubricante. - Advertí fijándome en que su polla aún no expulsaba liquido preseminal. Agaché mi cabeza notando el olor a polla, y dejé salir un chorro de saliva calculando llegar a su polla. Sin embargo, no paraba de machacársela por lo que no acerté. -Quieto.- Dije agarrándole yo misma la base de la polla. Repetí la operación, esta vez haciendo diana. No perdí la oportunidad y lentamente subí mi mano por su rabo un par de veces para esparcir toda la saliva. -Sigue.

Noté como su miembro daba un pequeño espasmo de placer antes de que retomase su tarea.

-Dios, me estás poniendo como una moto.- Dijo Álvaro que desde hace unos minutos había cruzado la barrera de lo permitido introduciendo su mano por dentro de mi top.

-¿Crees que no noto tu mano? No has pedido permiso.- Le advertí, sin realmente atreverme a decirle que parase de jugar con mi pecho. -Chupadme las tetas.- Acabé suplicando ante su sorpresa, y por supuesto, también la de Marcos.

No dudaron un segundo, y sacándolas por encima del escote del top comenzaron a lamer, sin parar, de formas muy distintas. Álvaro jugaba con su lengua sobre mi pezón recorriéndolo como un remolino, mientras que Felipe mordía, absorbía y lamia mi pechuga.

Entre gemidos, suspiros y con los ojos casi en blanco, pude ver cómo Marcos se había sacado la polla en el sillón de enfrente ahora que sus amigos estaban ocupados. Le sonreí.

Mi mente me pedía agarrar esas pollas y mis manos obedecieron. -No pareis.- Me estiré cuanto pude para llegar a sus falos. La polla de Felipe estaba ya húmeda y resbaladiza, me costaba abrazarla al completo con mis dedos, mientras que la de Álvaro se ajustaba en tamaño y forma, haciéndome más fácil comenzar a pajearlo. No me contuve, ya lo había hecho demasiado con Diego, lo cual me llevó a practicar una desenfrenada y torpe paja mientras trataba de contener los impulsos que me provocaban sus juguetonas lenguas.

Una de las manos de Alvaro descendía rápidamente buscando mi sexo, y aunque en otro momento se lo hubiese impedido, ahora mismo no era capaz. Sus dedos índice y pulgar comenzaron a masajear mi tanga a modo de pinza. Ahora podía saber lo mojada que estaba.

Mis manos se centraban en pajear con la poca destreza que disponía destapando sus capullos embadurnados de pre-corrida. Estaban igual de calientes que yo, que poco me quedaba para explotar.

-Muy bien vamos a jugar a un juego.- Dije separándome de ellos para intentar calmarme. Me arrodillé frente a ellos en el suelo y desde ahí, disfrutando de una mejor vista de sus pollas, las agarré sin dudarlo.

-Muy bien, el primero que se corra, pierde.- Dije mientras comenzaba a masajear sus rabos, ahora con más técnica.-Por cada minuto que pase iré subiendo la intensidad.- Anuncié. Los chicos se miraron sin entender si estaban teniendo sexo o compitiendo en un concurso, pero por su expresión no parecía desagradarles la idea, de todas formas, el perdedor ya ganaba una corrida. Estaba en una especie de trance sexual, dispuesta a cualquier cosa.

Soy una persona que suele tener bastante control sobre sus impulsos sexuales, pero la situación con Diego, cómo me hacía sentir ser su musa, su maestra en lo sexual… Me recordaba a cómo me hizo sentir Marta en aquel campamento donde me descubrí. Supongo que ahora, cómo en aquel momento, estaba intratable. A pesar de ser situaciones tan diferentes, sentía el mismo calor en mi entrepierna y el corazón en un puño.

No puedo imaginar lo que pasaría por sus cabezas, con una tia arrodillada a sus pies mientras les pajeaba a ambos al mismo tiempo esperando con ansias que alguno de los dos se corriese para mi deleite. Puede parecer mentira, pero son estos juegos lo que más caliente me ponen. Es decir, puedo disfrutar de un buen polvo, claro, como cualquiera. Pero mi mente es un campo de perversión que sólo disfruta de verdad en estas situaciones.

Podía observar como Felipe cerraba los ojos, mientras mi mano derecha recorría su polla de arriba abajo resbalando a buen ritmo. Álvaro por su parte, no perdía detalle del momento, imagino que grabándolo en su retina para la posterioridad. No todos los días tiene a una tia a tus pies, en tanga y con las tetas rebotando por fuera del top haciéndote la paja de tu vida.

La polla de Álvaro parecía a punto de reventar. A pesar de no ser tan diestra con la izquierda, parecía que sabía defenderme para hacer un buen trabajito. Quise alargar el concurso dándole una pequeña ventaja y solté sus pollas.

-Muy bien chicos. Primer minuto superado.- Dije felicitándoles. -Ahora comenzaremos a hacerlo más divertido, por turnos.- Expliqué pasándome las manos llenas de fluidos por mis tetas, para dejarlas pringadas.

-Un momento.- Pidió Alvaro. -¿Y el ganador? ¿Qué gana exactamente? - Preguntó con una mirada perversa, ansiando más de lo que podía abarcar.

-El ganador se lleva mi tanga.- Improvisé. La verdad es que era un premio bastante decepcionante en comparación con el perdedor, que daría rienda suelta a su orgasmo en forma de corrida. -Y la posibilidad de volver a participar. El que pierda queda eliminado.- Añadí guiándome por la calentura sin tener nada preparado. ¿Volver a participar? No lo tenía planeado. La verdad que la situación me divertía a la vez que me calentaba, y creo que no hay nada mejor hablando de sexo, que hacerlo entretenido. Sin darme cuenta, estaba participando en la primera edición de lo que sería mi particular concurso de pajas.

-No se muy bien si quiero ganar o perder.- Dijo Felipe valorando la situación.

La verdad es que tenía razón. Pero me gustaba la idea de volver a tenerlos en mis manos en una especie de concurso donde acudan a mi para correrse. Cada vez más veces, mi mente encontraba similitudes entre aquella noche del campamento jugando a la botella en versión sexual.

Dada por finalizada esta prorroga tome con ambas manos la dura polla de Felipe, y comencé a masajearla lentamente, pasando mis dedos por su torso, hasta llegar a su enorme glande. -Vaya, por navidad quería organizar la siguiente ronda del torneo disfrazadita de Mama Noel.- Bromeé tomándomelo demasiado en serie. Casi podía imaginar como sería.

Usé las yemas de mis dedos para masajear su frenillo. Resbalándolos lentamente y frotándolo con suavidad, mientras me inclinaba para dejar caer otro chorro de babas sobre su falo, acercando peligrosamente mis labios a la zona.

Lentamente fui descendiendo acompañando las gotas de saliva hasta llegar al final de su polla, para agarrar con firmeza su parte inferior, estirando su piel, mientras con dos deditos de mi otra mano, iba dibujando lentamente formas delicadamente con mis dedos sobre su glande. Notaba como contraía su cuerpo intentando controlar el orgasmo, y disfrutaba de verle retorcerse, morderse los labios y contener la respiración. Desde luego se estaba esforzando. Antes de llegar al punto de no retorno, quité ambas manos de su miembro.

-Tu turno.- Dije mirando a Álvaro. Agarre su polla algo más estrecha y pequeña y comencé descapullándola y acompañando con una lenta paja mientras le miraba a los ojos. -¿Crees que vas a poder aguantar más de un turno?- Pregunté retándole. En ese momento ubiqué a Marcos detrás de sus compañeros, a sus espaldas más concretamente, masajeándose el miembro sin perder detalle, y al mismo tiempo, sin que ellos le puedan ver.

Saqué mi lengua exageradamente, como si fuera a darle un lametón a su polla, pero en lugar de eso se lo dí a mi mano derecha. Hice un tubo con ella, cómo si estuviese agarrando el asa de una jarra de cerveza y metí dentro el falo de mi concursante. Notaba su calor, y como se mezclaban los fluidos. Mis babas, su liquido preseminal… Rápidamente comencé a subir y bajar por completo, sacando su polla de mi mano para volver a meterla entera. A pesar de tener las manos pequeñitas, apenas sobresalía la punta de aquel sistema de masturbación que había inventado.

Álvaro resoplaba, igual que su amigo intentado contenerse, mientras, con precisión y a buen ritmo mi mano continuaba trabajando. No podía dejar de mirar, y tampoco podía pensar en parar. Llevé mi otra mano a la entrepierna para acariciarme perdida en el placer.

Ello hizo mis movimientos más torpes, y por lo tanto más fácil para Álvaro poder contenerse otra ronda.  -Vaya, me sorprendes. Pensaba que no aguantarías.- Dije desplazándome ahora hacía Felipe. -Muy bien machote, volvemos contigo. Ronda dos.- Anuncié.

A pesar de haber sido abandonada durante poco más de un minuto, el rabo de Felipe continuaba tal y cómo lo había dejado. Opte, viendo su tamaño, por hacerle una paja a dos manos.

Situé la derecha sobre mi glande, tapándolo con la palma de la mano, mientras que con la izquierda agarraba la base. -Tienes una polla bien grande.- Le dije haciéndoseme difícil abarcarla entera.

Comencé a trabajarla haciendo movimientos circulares con mi mano derecha sobre su glande y una paja a uso conla otra. Solo de verlo y tocarlo notaba la imperiosa necesidad de meterme mi dildo en el coño hasta el fondo, pero trataba de contenerme. Los gemidos de Felipe eran cada vez más evidentes, y con la palma de la mano pegada a su glande, notaba como iba escupiendo cada vez más fluidos.

Aquello fue demasiado, pero no para él, sino para mi. La acumulación de tantas sensaciones recorrió mi cuerpo en forma de orgasmo, con mis muslos temblando y mi chochito escupiendo líquido. Mis jadeos se camuflaron con los de los chicos, pasando desapercibidos. Estaban tan concentrados en disfrutar ellos, que no se dieron cuenta, salvo por el charco que dejé en el suelo bajo mi tanga.

Ahora era el minuto de Felipe el que se había frustrado, haciendo más torpe mi paja, que básicamente consistía en sujetar su polla, casi agarrándome para evitar perder el equilibrio por mi éxtasis. -Siguiente. - Dije intentando controlar la situación de nuevo.

Ahora, ya no habría nada que me impidiera hacer la mejor paja del mundo. Me acerqué al otro miembro y con un dedo lo sujeté lentamente. -Vamos a ver si aguantas esto. - Lentamente acerqué mis labios, hasta echar mi aliento sobre él. Álvaro intentó acercar su polla para terminar de arrimarla hasta mi boca, pero frustre su intento agarrándola al completo para proseguir con la paja. -¿Lo hago bien?- Pregunté con voz seductora.

Seguí con mi rostro a pocos centímetros de su polla mientras lo pajeaba, acercándomela contra mi cara, pero solo chocando con la mano para evitar el contacto. Pero cada vez eran más violentos estos choques, y no podía evitar que alguna parte de su polla rozase contra mi nariz, mis labios, mis mofletes…  -¿No quieres darme ya toda esa leche?- Seguí motivándolo. Agarré su polla por la base y finalmente hice lo que tanto llevaba posponiendo, dándome un golpe con ella sobre la cara. -Ummmm.- Y otro…. Y un tercero sobre la lengua. Sabía que eso era demasiado para él, y siendo prácticos era injusto hacerlo aguantar tanto. Pero en este juego no había reglas.

Acompañaba el fenético ritmo de masturbación con los pollazos, cada vez más casuales, en mi cara, la cual comenzaba a presentar las huellas que estos iban dejando. -¿Te gusta mi pintalabios?- Insistí, acercando su polla, para ahora restregármela con fuerza contra mis labios y mis mofletes. Había pasado el minuto, pero quise continuar un poco más. Abrí la boca sacando la lengua, y los últimos cinco golpes los aticé contra ella notando el sabor de su miembro. Aproveché el último para recorrer con la punta de mi lengua, desde sus huevos hasta su glande a modo de remate final. Notaba los pegajosos fluidos de Álvaro sobre mi cara.

-Dios…- Se limito a mascullar. Me giré, mirando la polla de Felipe esperándome, apuntando al techo. Mentiría si dijese que no estaba disfrutando incluso más que ellos. -Te toca.-  Susurre a modo de sentencia. Él levanto sus manos en alto en señal de redición mientras yo me apoderaba de su falo.

Repetí la técnica ahora con Felipe, con la diferencia de que su glande era más grande casi que mis labios. Tenia que usar las dos manos para manejar bien su rabo dándome golpecitos por toda la cara al ritmo de la paja.

Finalmente opte por dejar su punta sobre mis labios mientras lo pajeaba con firmeza. Mientras por la comisura de mis labios iba escupiendo babas que directamente iban a parar a su polla. Con delicadeza de vez en cuando adentraba su polla entre mis labios presionándola contra mi boca, poniendo morritos como si fuera a dar un beso. Para cuando quise darme cuenta tenía el mentón lleno de babas que iban cayendo a goterones hasta mis tetas.

-A ver si aguantas esto, campeón. - Dije separando su polla de mi boca por primera vez. Me incorporé pasando de estar sentada sobre mis talones a arrodillarme, dejando mis tetas a la altura de mi polla. Me miró con sorpresa, sin esperarse lo que iba a pasar a continuación. -¿Alguna vez te han hecho una paja con las tetas?-  Sin esperar su respuesta la acomodé en mi canalillo y la estruje haciendo presión con mis manos sobre mis pechugas. Felipe giró su cabeza de izquierda a derecha negando.

-Joder vaya tetas.- Apreció Álvaro que ahora solo se podía limitar a mirar.

Su polla comenzó a resbalar siguiendo el camino que mi anatomía marcaba, hasta que su glande, lejos de perderse, quedo aprisionado, y el camino se invirtió. Me centre en hacerle una cubana moviendo rítmicamente ambos pechos, siendo yo la que me deslizaba sobre su miembro. Felipe se llevó las manos detrás de la cabeza, dejándome a mi todo el trabajo. Mire a Alvaro, quien esperaba impaciente su turno a mi lado, sin perder detalle, envidiando a su amigo.

-¿Por qué no me sujetas las tetas y me ayudas un poco?- Le propuse guiñándole un ojo.

-Una mierda. Yo no me acerco a su polla.- Dijo siendo un completo idiota. Por un segundo, la calentura me había hecho olvidar el tipo tío que era. Miré entonces frente a mí, detrás de ellos, a Marcos. Sabía que él no me diría que no, pero tampoco sabía en que compromiso le pondría pedírselo.

-¿Marcos?- Pregunte sin decir nada más. El tiempo de Felipe sin duda ya había pasado, pero ahora tenía una nueva meta por delante. ¿Se atrevería a jugar conmigo frente a sus amigos?

Cómo cabía esperar se guardó rápidamente la polla en los pantalones disimulando y cruzó al otro lado situándose detrás de mi. Felipe y Álvaro le miraron atentamente sin decir nada. – Solo quiero que me ayudes a ver cuánto aguanta tu amigo. - Dije tratando de reducir el compromiso de la situación. -Tu no tienes que participar si tienes novia. - Maticé para dejar clara su coartada delante de sus compañeros.

Asintió, y el resto parecían estar de acuerdo. Sobre todo sus amigos, que eran los que disfrutaban. -Trae, pon tus manos así. - Agarré las palmas de Marcos y las coloqué sobre mis tetas. No era igual que sentir las manos de Diego pero me gustaba saber que iba a usar mis tetas para complacer a otro tío, como si fueran un instrumento, como si fuera suyas.

-Venga, muévelas. – Dije tratando de recobrar la normalidad. Agarré la polla situándola de nuevo entre mis tetas y Marcos comenzó apretándolas para aprisionarla. Esto era algo que nunca había hecho y me tenía completamente cachonda.

De nuevo me imagine a Sandra en aquella tienda de campaña hace tantos años haciendo una paja con los muslos de sus piernas a otro chiquillo.

Marcos comenzó a mover mis tetas, apretándolas con pasión, disfrutando también de la parte que le tocaba. La polla de Felipe se deslizaba sin problemas por mi canalillo. Al principio lo hacía rítmicamente, pero finalmente batía mis tetas de formas más rápida y descontrolada, haciéndolas rebotar como si fuera un vibrador. Alternaba ritmos lentos y rápidos, pasando de un sube-baja rápido a deslizar lentamente mis pechos hasta la punta de su polla. Parecía que quería que su amigo lo disfrutase, y desde luego, el también lo disfrutaba a juzgar por su erección la cual procuraba acercar a mi culo.

-Más rápido, venga sigue.- Dije animándole. A juzgar por el silencio parecía que estuviésemos haciendo algo prohibido. -Seguro que lo está gozando como un cabrón.- Ya casi me había olvidado de la competición.  Felipe, que al principio parecía algo cortado por la participación de su amigo, había optado por no mirar directamente la escena, y volver a escuchar sus gemidos de nuevo, delataban lo que estaba sintiendo. Ahora que tenía las manos libres, podía usarlas de nuevo para darme placer, haciendo el tanga a un lado y comenzando a acariciarme.

Marcos prosiguió jugando con mis tetas, de manera que al mismo tiempo que las movía sobre la polla, aprovechaba para jugar con sus dedos sobre mis pezones, aprovechando cada segundo de su participación. Comenzó a moverlas a destiempo, primero una y luego la otra sobre el mimbro, de manera que siempre estaba cubierto, subiendo y bajando a buen ritmo, y haciendo que aquello fuese demasiado para Felipe.

Me sorprendió, estar acostumbrada a saber cuando un hombre va a correrse y esta vez ni darme cuenta. Marcos me estaba haciendo disfrutar a mi también y me fue imposible prever esa corrida hasta que comenzó a empapar mis tetas. Me mordí los labios disfrutando el momento con mis dedos hundidos en mi chocho.

También me sorprendió que Marcos no soltase sus manos, sino que continuase moviéndolas con mayor intensidad y entusiasmo hasta que el rojizo glande de Felipe dejo de escupir todo cuanta tenia.

Al de unos segundos nos separamos recobrando todos la respiración tras el gran momento. Me levanté, y sonriendo me quité el tanga. -Aquí tienes el premio, campeón.- Le dije a Álvaro, que se había quedado con una tremenda erección y ahora un empapado tanga blanco de encaje en la mano. -¿Qué?- Preguntó pensando que era una broma.




Habían pasado 3 días desde los sucesos narrados en el relato anterior. 3 días, en los que habían sucedido muchas cosas, pero con las que no perderemos demasiado tiempo para poder avanzar. A modo de resumen, comentar, que pese a las circunstancias, la relación con Marcos no había cambiado en absoluto. Él se esforzaba por aparentar normalidad, cómo si nada hubiese pasado, y por supuesto, obviándole todos los detalles a su novia. Yo por mi parte, me hubiese gustado poder provocarle hablando del tema, recordando la experiencia, pero las pocas veces que intenté hablar de ello, se sentía demasiado incómodo.

Por otro lado, los avances con Diego, mi joven alumno, iban viento en popa, tanto en el campo del aprendizaje como en el de la seducción. Habíamos tenido dos más clases desde aquel entonces, ambas con un componente sexual. Tras mucho insistir en que no había problema en atender sus peticiones (siempre con la excusa de premiar o recompensar sus notas) llegue a mostrarle mis braguitas.

Lamentablemente para mi, Diego no se animó a poco más que palpar delicadamente la tela sobre mi cintura y comentar, brevemente sus impresiones, con un “me gusta” que más bien quería decir “estoy cachondo perdido”. Ese mismo día, terminamos haciendo los ejercicios de matemáticas con mis tetas sobresaliendo por encima de la blusa que llevaba. El hecho de tirarme así 10 minutos, observando su mirada de lujuria apreciando cada centímetro de mis pechos, me dejo más cachonda que una perra en celo.

El segundo día, quise llegar un poco más lejos. Después de una larga charla sobre chicas, y ganarme poco a poco su confianza comenzamos a hablar de sexo. Y aunque me costó, finalmente se lanzó con unas cuantas preguntas sobre esta temática, que lastimosamente, quedó a medias, pero que tenía en mente continuar. Esta vez no hubo nada más que palabras, aunque eso bastó para dejar mis bragas como recién salidas de la lavadora.

Por último, el asunto con mi “admirador personal” (llamémoslo así), no terminaba de mejorar. El problema de darle lo que quiere a un gilipollas es que querrá más. Aunque he de admitir, que tenía su toque de morbo, era una dinámica que no me gustaba, porque tenía todas las de salir perdiendo de ahí. En estos 3 días le había tenido que mandar unas 10 fotos desnuda, en todas ellas evitando que se me viese la cara. Sí, yo misma me había metido en ese follón mandándole la primera, pero poco a poco, iba viendo como sus exigencias aumentaban con su ambición.

Pero volvamos al presente. Últimamente, había cogido la costumbre de llegar demasiado pronto a la casa de Diego. Supongo que muestra de mi impaciencia por continuar nuestras clases particulares, que dejaban entrever quien disfrutaba más de la situación.

-Hola guapa, pasa pasa.- Los encuentros con el abuelo eran ya habituales, al igual que sus invitaciones a una copa. El hombre llevaba un ritmo de saque increíble para alguien de su edad. Cada pocos días la botella de alcohol se renovaba por una nueva.

-A tu salud.- Comentó alzando el codo y vaciando el contenido de la copa para finalizar con un par de carraspeos de garganta. –Cómo sigas viniendo así de pronto le voy a tener que decir a mi hijo que te pague las horas extra.- Dijo con una risilla que acompañé. No os voy a engañar si os digo que no me importaba cobrar más, pero desde hace unos días el motivo principal de mis visitas era otro.

-Es el autobús, que cada día se adelanta más.- Mentí rápidamente. La verdad es que tenía una gran habilidad para improvisar sobre la marcha, pero sin duda, un hombre de su edad conocía mucho mejor el horario del transporte público que yo. -Mejor llegar pronto que tarde. – Añadí desviando el tema.

He de decir, que desde nuestro último encuentro, y a medida que compartíamos esos pocos minutos charlando, esperando la llegada de Diego, tenía un extraño sentimiento producido por la inquietante y penetrante mirada del hombre. Quizás solo era mi mente, calenturienta, haciéndome ver como objeto de deseo de todo hombre que se cruzase en mi camino, o quizás fuese algo más. De todas formas, su mirada no era cómo la del resto, parecía ocultar algo, quizás un sentimiento, o tal vez los pensamientos que le recorriesen la cabeza.

Frente a mi, siempre había mantenido las distancias. Pero cuando le daba la espalda, pude comprobar la última vez cómo se deleitaba mirándome el culo. No es nada que le hecho en cara, mi culo ahí está, para quien lo quiera ver por supuesto, y yo encantada. Pero la forma en la que se comportaba… Era como si ocultara algo más.

No compartimos mucho mas tiempo, y apenas hablamos de qué tal me iba a mi en los estudios cuando llegó Diego y nos retiramos a “estudiar”.

La primera hora la dedicamos a lo académico. Aunque ambos estábamos deseosos de acabar, lo primero era lo primero. Era casi como un ritual. No nos cuestionábamos nada. Incluso la posterior sesión, me servía a mi misma de recompensa para mantener el ritmo de las clases, aunque, ya era un hecho innegable, que mi método estaba dando resultados.

-Bueno, ¿Y que te apetece hoy?- Le pregunté una vez finalizado el estudio.

-Ummm, no se…- Su actitud poco a poco iba siendo más relajada y cotidiana, dejando ver su personalidad y no escondiéndose bajo un manto de timidez reprimiendo sus deseos. -¿Qué te apetece a ti?-

Me cogió por sorpresa el hecho de que se preocupase por mi. Al fin y al cabo, después de pasar tanto tiempo con Lucas, mi “rollete”, era normal. -Podemos retomar las preguntas que dejamos ayer a medias.- Apunté.

Diego hizo un gesto de aprobación, aunque una pizca de desilusión podía apreciarse en sus ojos, que ya estaban centrados en el par de tetas que escondía bajo mi blusa roja. -¿Hay algo que te quedases con ganas de preguntar ayer?.-

Diego hizo memoria mirando al techo con actitud pensativa. -Mmmmm, bueno muchas cosas.- Dijo acompañando con una risa. -Pues adelante.- Le anime haciendo un gesto abriendo los brazos.

-¿Con cuantos chicos has estado?- Preguntó finalmente.

-¿A qué te refieres con eso?- Su pregunta era demasiado ambigua. - ¿Con cuantos me he besado? ¿O con cuantos me he acostado? No es lo mismo.-

-Con cuantos te has besado. – Se decidió a preguntar finalmente, desde su silla frente a mi.

-Bueno, no llevo una cuenta exactmente. Pero digamos que con muchos.- Diego se quedo algo triste ante una respuesta que no esperaba. Supongo que pensaba que su corta experiencia con las mujeres se correspondería con la mía con los hombres. Pero nada más lejos de la realidad. -Cuando seas más mayor ya veras como no te parece tan raro.- Añadí intentado recomponer sus sentimientos.

Aún así, un atisbo de tristeza se reflejaba en su rostro, como desprestigiando en comparación el trato que le daba y la oportunidad que le brindaban los premios de mis clases. Supongo que un juguete nuevo es lo que todo jovencito desea, y ahora, se había dado cuenta que su juguete había ya pasado por muchas manos.

-¿Y todos han visto tus tetas?- Reí. Después de tanto tiempo y perversión, sus preguntas seguían siendo las de un chico inocente. Y aunque eso me gustaba, tambien significaba que quedaba mucho para conseguir lo que ansiaba. Y la paciencia no era un rasgo que me caracterizase.

-Solo algunos.- Dije suavizando el dato. La verdad, es que juraría que me han visto las tetas mas hombres de los que me han besado, pero ese dato le habría desmoralizado aún más. -Solo los que yo he querido que las vean.- Añadí estratégicamente haciendo cambiar su expresión, iluminando su rostro y ruborizándose.

-¿Y tu? ¿Has besado a alguna otra chica?- Pregunté.

-A algunas.- Dijo imitando mi respuesta, tratando de quedar a la altura. -A la mayoría jugando a la botella.- Añadió ante mi silencio.

-Vaya, así que no eres tan novato entonces. Y además ya me has dicho que les has visto las tetas a las chicas de tu clase.- Añadí con rentintín. Recordé ese dato a la perfección, Alejandra, la chica que según sus palabras tenia unas tetas igual de buenas que las mias.

-Pero solo he tocado las tuyas.- Dijo rapidamente intentado mantenerme como el foco de sus deseos y haciendome sonreir complaciente.

No os voy a engañar, me sentía como una diosa. No, cómo su diosa, su diosa de las pajas dispuesta a descubrirle un mundo de placer y perversión.

-¿No te gustaría tocar las de Alejandra?- Le pregunte con una sonrisa de complicidad.

-No se… Me gustan más las tuyas.- Dijo indeciso.

-Bueno, pero las tienes muy vistas, ¿No? ¿Hay algo más que quieras como recompensa?- Dije haciendo un ultimo esfuerzo por no lanzarme yo, esperando que reaccionase y diese un paso más. Desde luego, yo a su edad era mas espabilada.

-Si puedo… Me gustaría tocarlas más.- De nuevo su petición era decepcionante pero a la vez excitante. Tenía que idear la manera de salir de ese misero bucle de manoseos de pechos.

Me saque las tetas por encima de la blusa, dejando mis dos magnificas peras a su disposición, dando unos pequeños saltitos sentada en la silla para que observara como rebotaban. Sabía por su expresión cómo le gustaba eso.

Tras 3 minutos de bragas mojadas por el jugueteo de las manos de Diego sobre mis pezones, sin previo aviso, hizo lo que menos esperaba, y lentamente acerco su cara a mi entreteto, sin decir nada, enterrandola entre mis dos tetas y comenzado a restregarla de un lado a otro.

No puedo describir la sensación de aquel momento, pero lo recuerdo a la perfección. El silencio, el roce de sus los labios sobre mis pechos, el cosquilleo de su imberbe bello facial. Era la sensación que tanto tiempo llevaba esperando, y desde luego era mejor que en mis fantasías, especialmente cuando su lengua comenzó a rondar mis pezones y a absorberlos.

Continuabamos sin decir nada, apenas se escuchaba los ruidos básicos de la succión y algún que otro beso sobre mis pechos, y aúnque me dejaba llevar, cerrando los ojos y mirando al techo, no pude evitar echar un vistazo al bulto que se ocultaba entre sus pantalones.

-¿Te gusta?- Preguntaba sin levantar la mirada de mis pechos. En lugar de responderle me limité a agarrar mis tetas y presionarlas aún más contra su cara. A medida que pasaba el tiempo así, sus babas quedaban restregadas por todas mis tetas.

Era el momento. Ahora o nunca. Rápidamente alargué mi mano hasta alcanzar su entrepierna.

Diego hizo un intento de retirarse, sobresaltado al notar mi mano, pero yo se lo impedí agarrando ahora su cabeza contra mis tetas, y alcanzando finalmente con mi mano derecha ese ansiado miembro. -Sigue, no pares.- Le rogué perdiendo el control de la situación. Cada vez quedaba menos de esa Diosa empoderada y más de la zorrita que se muere de ganas por desvirgar a un yogurín.

Pero valió la pena. Pude notar a la perfección su joven polla bajo ese pantalón de chándal. Tiesa como una tubería, al igual que mis pezones cada vez que notaban la lengua de Diego, que a estas alturas debía tener la boca seca. Pero imagino, que pocas oportunidades tendría para saborear un manjar así.

Por mi parte me tendía que morder los labios y la lengua para evitar gemidos delatores. Aún quería mantener mi faceta de “profesora que premia a su estudiante” antes que dejarme ver cómo… ya sabéis. El sexapeal de la seducción de roles.

Eso sí, un minuto me bastó para palpar todo su rabo. Un joven rabo, que me gustaría pensar que era la primera en tocar. Aunque fuera por encima del pantalón. Mis dedos jugaban recorriendo su no muy extenso recorrido, tocando con delicadeza su punta. Me moría de ganas por meter mi mano dentro del pantalón.

Podía incluso notar sus venas debído a lo duro que estaba, y al agarrarlo, sentir incluso la humedad de su entrepierna, que podria rivalizar con la de la mía. Lo agarré con fuerza, como quien estruja una esponja, pero sin apretar en exceso. Queria sentirlo en mi mano entero.

Diego, de vez en cuando, perdido por la lujuría, cesaba en sus lametones desatendiendo mis tetas, pero usando mi otra mano yo misma me encargaba de acercárselas a la boca.

-¿Lo hago bien?- Repetía inseguro sin mirarme a la cara. Al fín, deje salir de mi boca un par de suspiros y breves gemidos como respuesta. Lo entendió y continuó, ahora esforzadose más.

He de decir, que tengo unos pechos bastante sensilles, y cuando juegan con ellos de la forma correcta, me suelo excitar demasiado. Y así estaba sucediendo. Más por la situación que por la técnica, desde luego. Pero, finalmente no pude contenerme, y cuando el propio Diego sujeto mis tetas con sus manos mientras se las comía, fuí bajando lentamente mi mano hasta mi coñito.

Juraría que jamás me habían comido las tetas tanto tiempo seguido, y diría que pocas veces había sentido semejante satisfacción. Especialmente al alcanzar mi entrepierna con la mano y empezar a rozar mis vaqueros.

Justo en ese momento, tras dos breves y rápidos toques sobre la puerta a modo de aviso, entró abruptamente el abuelo de Diego.

Miedo, temor, culpa, frustración… Un montón de sensaciones pasaron fugazmente por mi corazoncito. Ambos nos separamos lo más rápido posible y me tapé mis ensalivadas tetas recolocando la blusa en un tiempo record.

El viejo hombre abrió la puerta asomándose. -Perdonad que os interrumpa.- Dijo. Parecía aparentar que no había visto nada, pero juraría, que, por la rapidez con la que entró era casi imposible. Aún así, ¿Qué ganaría?. -Perdonad chicos.- Dijo dirigiéndose a nosotros. Diego, estaba por delante mio, pero juraría que su cara era todo un poema. Yo trataba de mantener la calma aunque el corazón me iba a mil.

-Acaban de llamarme tu padre. Ha tenido una urgencia, han ingresado al tio David. Ha salido ya mismo para Alicante.- Dijo algo preocupado. Sin entender nada me quedé callada. Diego se giró para mirarme, y entonces puede ver toda su cara llena de babas casi cayendo por su barbilla. Cerré los ojos lamentando la situación y deseando poder esconderme bajo tierra.

No tuvimos mucho más tiempo de estudio y no hablamos de lo sucedido. Ambos salimos de la habitación, Diego se despidió de mi, con la mirada casi lamentando que pudiera ser la última vez que nos veamos si su abuelo había descubierto algo.

Puse la mejor de mis sonrisas inocente, y amablemente me despedí. Diego volvió a su cuarto, y el abuelo se quedó en la puerta observando cómo me dirigía a la parada del autobús con el extraño sentimiento de ser observada.

El camino de vuelta fue entre triste y frustrante. ¿Tanto me había encaprichado de un chiquillo? La respuesta estaba clara. Pero si había algo peor que haber perdido la oportunidad de ser su diosa, era haberme quedado con la miel en los labios. O más bien con la saliva en las tetas.

Ya en el autobus de vuelta iba haciendo planes sobre cómo saciarme esa misma noche. ¿Llamar a Lucas? Eso sería lo más fácil. ¿Poner a límite a mi compañero de piso Marcos? Era otra buena opción. ¿Darle al fín lo que tanto ansiaba a mi admirador furtivo? Insluso eso se me pasó por la cabeza.

Iba repasando diferentes perfiles de chicos cuando ocurrió. El padre de Diego me llamo. Las manos me comenzaron a temblar y solo podía esperarme lo peor. Incluso llegue a pensar en las consecuencias legales que pudiese tener aquello. Le cogí con la voz entrecortada y el corazón paralizado, y entonces, se me presentó la mejor oportunidad de mi vida.

En resumidas cuentas el hermano del padre de Diego había sido ingresado de gravedad, y tanto él, como su padre (el abuelo de Diego) iban a marcharse en unas horas a otra ciudad. ¿Quería que siguiera con las clases durante esos dias que iban a estar fuera? Sí, ahora sin la intromisión de absolutamente nadie para limitarnos. Pero aún mejor.

A modo de favor personal me pidió que me quedara con Diego para poder ayudarle con la casa. Sus palabras fueron algo así como “Pasate de vez en cuando a echar un vistazo, que todo vaya bien, que no monte juergas y si puedes a ayudarle con la comida y la limpieza”.

Por supuesto pude ver la oportunidad que eso significaba, y aunque finalmente añadió que intentaría que su hermano mayor se pasara a ayudarle alguna vez, la responsabilidad por supuesto, recaería en mi.

Estaba tan obsesionada que incluso se me olvidó negociar un precio. Aunque más bien, el que me terminaría pagando mi precio iba a ser el hijo.

Llegué a casa con la intención de ducharme, descansar un poco y pasarme esa misma noche por su casa para no perder un solo día. Al entrar en casa, sonriente y danzante, Marcos, que estaba comiéndole los morros a su novia, trato de hacerme un gesto que no entendí hasta que no entré en el cuarto.

Sentado sobre la cama, con una rosa amarilla y vestido más formal que nunca, con el pelo engominado hacia atrás y la barba recortada. Me dirigió una mirada de pena, como un cachorro en la perrera y rápidamente se levanto para ofrecerme la rosa.

-Últimamente hemos discutido mucho y me siento muy mal.- Dijo tratando de buscar mis brazos.

-Pues algo habrás hecho porque solo tú te sientes mal.- Respondí brusca y distante. Mi mente casi había olvidado a Lucas, algo que llevaba mucho tiempo proponiéndome por nuestra relación tóxica, pero cuando parece que no le voy a volver a ver mas, aparece de nuevo.

-Hago muchas cosas mal. Lo sé. Pero quiero cambiar por ti bebe.- Dijo intentado buscar mi lado compasivo.

-Siempre dices lo mismo. Voy a cambiar. Lo juro. Cambiaré...-

-Lo estoy haciendo, por tí.- Lucas se acerco a mi colocándome la rosa sobre la oreja y acariciando mi cara con ambas manos. Era difícil para mi resistirme a su lado seductor a pesar de ser un capullo.

Antes de que pudiera darme cuenta ya estábamos besándonos lentamente. Juntando nuestros labios y deslizando nuestras manos por el cuerpo del otro. Ojalá pudiera volver atrás en el tiempo para llamarme tonta allí mismo.

-¿Y que pasó con la inglesa?- Le pregunté mirando a los ojos.

-Ni me acuerdo de su nombre.- Dijo excusandose. Diego era casi tan bueno mintiendo como yo. Seguramente se la habría tirado, y tarde o temprano lo descubriría. Esto solo era una mentira de papel que sostenía una relación basada en distintos intereses.

Por un lado sabía que él no era hombre de una sola mujer. Puede que me quisiera, no digo que no, pero ya me había demostrado repetidas veces que no sería la única, ni si quiera la mas importante.

Y por otro lado, yo solo quería poseerlo. Era una adicta a él. Hacía todo lo que me pedía. Solo quería entirme querida por él a pesar de tener una relación abierta, pero Lucas solo te hacía sentir especial cuando te follaba.

Así que hicimos lo que mejor sabíamos hacer juntos, follar.

Después de mis últimos encuentros sexuales necesitaba que Lucas me… porque no decirlo, me reventara.

Le mordí el labio y le miré con lujuria. Eso bastó para encender la mecha. Me quitó la blusa y se quedo confuso al ver que no llevaba sujetador.

-Esas tetas son irremplazables.- Dijo como si fuera un cumplido. Le quite el jersey negro y la camiseta para poder tocar, apreciar, besar, lamer y morder su tableta mientras el agarraba mis tetas, no cómo Diego, admirándolas, sino con pasión y lujuria apretando levemente.

No tardé en quitarle el cinturón, abrir su bragueta y sacar su dura polla. Creo que fue el lapso de tiempo desde nuestro último encuentro sexual más largo que había estado sin verla.

Abrí la boca haciendo ademan de ir a chuparsela, pero en lugar de eso solo me acerque su miembro con la boca abierta, sacando en ocasiones la lengua, rozándola contra mis labios, pero sin chuparla. Estoy segura de que podría sentir mi aliento en su polla.

-¿Quieres que sea tu novia? ¿O tu puta?- Le dije mirandole a los ojos.

-¿Por qué elegir?- Respondió haciendo fuerza para acercar su polla a mi boca.

-¿Novia o puta?- Repetí.

-Quiero que seas mi chica. Cómo antes.- Lucas se limitó a decir lo que quería oir.

Cogí el cinturón, me lo enrolle al cuello y lo apreté con el cierre para que quedase a modo de correa para darle a él el otro extremo. Lucas no dudó en tirar de el para introducir su polla en mi boca abierta, y yo la recibí con gusto.

Tragué, tragué y tragué hasta enterrarla en lo profundo de mi garganta pese a no disfrutar mucho de esa técnica. A mi favor he de decir que la polla de Lucas no es especialmente grande, digamos que está en la media, un buen tamaño para poder disfrutar de una mamada.

Lucas tirando de la correa me obligo a bajar de la cama donde estaba sentada para poder chupar cómodamente y hacerme ponerme de rodillas en el suelo, junto al espejo. Aquello le encantaba.

Ahora era yo la que devoraba su polla a mi gusto. Disfrutando de cada lamida. Metiendo y sacando la mitad de su polla a buen ritmo mientras trataba de jugar con su glande haciendo presión con mi lengua en su frenillo.

Lucas la sacó rápidamente de mi boca pera evitar una corrida imprevista, y tirándose al suelo sobre mi, comenzó a quitarme los pantalones con mi ayuda. Lo primero que hizo una vez retirados fue pasar un dedo por mi rajita, dando la casualidad que estaba tan empapado que se metió dentro sin siquiera quererlo.

-Veo que estas chorreando de cachonda.- Dijo sin saber que era no era el causante de la mayoría de esos flujos.

-Cómemelo.- Exigí totalmente cachonda. En lugar de recibir la buena comida de chocho que esperaba, Lucas se dedico a jugar con su lengua y sus dedos, especialmente con estos últimos.

Su destreza era increible, y creo que al igual que yo era capaz de hacerle la mejor mamada que jamás le harían, él era capaz de hacerme los mejores dedos de mi vida.

Dos de sus dedos entraban y salia lentamente de mi coño. Hasta el fondo, empujando, haciendo fuerza para llegar a lo más profundo, y una vez dentro, los habría como si fueran una tijera mientras su lengua resbalaba en mi clitoris. Aquello era sencillamente el extasis.

Un placer que hace imposible ocultar los gemidos, y cada vez que se me escapaban, Lucas tiraba de mi correa de perrita cachonda para hacerme callar. Aunque era imposible. Marcos, mi compañero de piso y su novia debían estar divirtiéndose con el show.

No duraron mucho sus dedos en mi coño, porque al de unos minutos se incorporó lamiendo lentamente desde mi ombligo hasta mi boca, pasando por supuesto por mis tetas. No dijo nada sobre la saliva reseca de Diego que debían tener, pero me hizo gracia pensarlo.

Con una mano sobre mis tetas y otra tirando de la correa, se puso encima de mi. Sin previo aviso más que una mirada de lujuria y sin ayudarse de las manos intrudujo su caliente y húmeda polla dentro.

-Ohhhhhh- Exclamé al notar después de tanto tiempo una polla dentro de mi. A lo que reaccionó con un tirón de correa que no hizo mas que ponerme cachondisima.

Ahi estabamos los dos, en una esquina del cuarto follando en el suelo junto a un espejo. Miré a Lucas sobre mi. Poco quedaba ya de la elegancia con la que se había presentado. Estaba sudado y despeinado, pero aún así seguia siendo el chico más guapo que jamás me ha follado.

Tras un par de envestidas lentas, casi romanticas podríamos decir, de su miembro entrando hasta mis entrañas comenzó el movimiento. A pesar de que Lucas no destacaba por ser especialmente activo, recuerdo como me follaba con fuerza y rabía. ¿Le había contado algo su amigo sobre lo que había pasado en el camino de vuelta a casa mientras el se quedaba con la inglesa?

Lo cierto es que me daba igual. Bueno, no, pero a él si le daba igual admitirlo. Sabía por lo que me habia contado su amigo que el fardaba de cómo follabamos, pero imagino que no le habrá sentado tan bien saber que uno de sus amigos lo haya podido experimentar en sus propias carnes. Quizá fuese eso de lo único que estaba arrepentido y no de lo que quiera que hiciese con aquella chica esa noche.

Pero eso ahora no importaba. Me estaba follando como pocas veces. Su polla entraba y salía de mi sin parar, con fuerza. Los fluidos de mi chocho salían despedidos contra nuestros cuerpos con cada envestida y cada vez que giraba la cabeza para mirar al espejo solo podía ponerme más cachonda.

Hasta que no puedo mas. No por aguantar, sino por cansancio fisico. Calculo que estuvimos unos 10 minutos dándolo todo en esa posición hasta que se quedó clavado con su polla dentro recuperando aire.

Pero para mi no era suficiente. Sin sacarmela me las ingenié para darme la vuelta y quedar boca abajo, arquear la espalda subiendo el culete, y comenzar a moverlo rítmicamente, primero hacía los lados y después botando sobre su rabo. Cabalgándole a 4 patas mientras el se limitaba a tirar del cinturón para hacerme poner el culo más en pompa y poder darme algún que otro azote.

-Cómo sigas así me voy a correr.- Dijo entre gemidos.

Pero eso no me hizo parar. Estaba disfrutando enormemente, y cuando volví a mirar en el espejo, esta vez me imagine a Diego en lugar de Lucas. -Yo ya me he corrido dos veces y aquí sigo.- Dije invalidando su argumento.

Me gire para no verlo y simplemente bajar la cabeza al suelo mientras movía mis caderas sobre su dura polla. Ahora que no le veía era más fácil aún imaginar que era Diego, a pesar de que no tener nada que ver el uno con el otro.

Mi mente era la encargada de hacer todo el trabajo, y lo hizo tan bien que no pude evitar correme a chorros sin previo aviso, haciendo gotear todo por mis piernas y muslos y cayendo agotada al suelo.

Lucas, que hace tiempo había perdido las fuerzas, no puedo hacer nada por continuar con la posición. Simplemente se desacopló de mi interior y comenzó a cascarse una paja acercando su polla a mi boca.

-Hazme una de tus increibles mamadas para que me corra yo tambien.- Dijo como pidiendo una recompensa por el coitus interruptus.

-¿Entonces soy yo la que mejor la chupa? ¿O es Raquel?- Dije vacilando. La liberación de excitocinas me había liberado.

Lucas se limito a poner cada de poker mientras no dejaba de pajearse. -Venga bebe, que estoy a punto.- Dijo.

-Me lo contó tu amigo. Él que me llevó a casa cuando te quedaste con la tia esa.- Dije destapando sus trapos sucios. -Que teneis un ranking de quien la chupa mejor, y que Raquel es la primera.- La polla de Lucas me apuntaba firme y directa como un fusil a punto de disparar, pero sabiendo que si apretaba el gatillo antes de tiempo, malgastaría una bala.

-Sabes de sobra que nadie la chupa como tu.- Dijo con una sonrisa en la boca. -Solo quieres volver a oirlo.- Tenía razón. No era la primera vez ni el primero que me lo decia, y tenía cierto ego desarrollado en torno en ello.

-No, esta bien. Te lo demostraré- Dije, acto seguido me metí su glande en la boca. Presionando con los labios y succionando mientras que con la lengua se lo masajeaba lentamente. La mezcla de mis fluidos aún en su polla y inminente corrida era casi afrodisíaca.

Lucas, boquiabierto no podía hacer mucho mas que balbucear. Ya ni tenía sentido mirarlo a los ojos porque los tenia cerrados. Una vez dejé su miembro bien babeado, saqué la lengua, abrí la boca al máximo y haciendo exagerados sonidos de arcadas comencé a tragármela haciendo solo movimientos con la cabeza.

Cuando no pudo aguantar más Lucas agarró de nuevo el cinturón, tirando de el y presionando mi cabeza contra su entrepierna dejando toda su carne dentro de mi, lista para disparar toda la corrida acumulada de esos huevos. Simplemente me concentré en aguantar la respiración mientras seguía moviendo mi lengua, deslizandola por la base de su polla.

Hasta que me llenó la boca de tal manera que no pude contenerlo, y barrios regueros de corrida desbordaron por la comisura de mis labios barbilla abajo.




No os voy a engañar, desde la llamada del padre de Diego solo podía pensar en hacerle una visita en cualquier momento. Me habían dado la oportunidad perfecta para ponerme en bandeja de plata, servirme como un suculento plato al que ningún adolescente podría resistirse. Era tal cómo ese crio absorbía mi mente incluso durante el polvo con Lucas, no podía dejar en pensar en que tonta escusa poner para presentarme ahí esa misma noche. Cómo si la necesitase.

Pero, y puede que esto suene raro no conociéndome personalmente, tampoco quería seguir el camino fácil. Ese camino era vestirme sensualmente, con unas medias transparentes, una minifalda y el mejor de mis tops que realzase y transparentase mis pechos. Excusarme diciendo que únicamente me pasaba “para ver que todo estuviese bien” antes de salir de fiesta, y terminar “haciéndole la cena”, ya me comprendéis.

Pero no. Si algo tenía de excitante mi relación con Diego, era precisamente calentarle sutilmente, convertirme en el objeto de sus deseos, hacerle comprender la sexualidad a través de mi, y finalmente, saciar todos sus deseos más sucios. Era algo que no me pasaba con otros chicos, salvo con mi compañero de piso Marcos en algunas ocasiones.

La timidez y la inocencia en los hombres me genera la necesidad de sacar sus más perversos instintos, y convertirme en su Diosa. En cambio, con chicos como Lucas, no me nace ese mismo instinto. Digamos que adopto roles diferentes.

Cuando Lucas se fué de casa tras invitarme de nuevo a pasar el fin de semana con sus padres, no esperé mucho para volver a prepararme con la intención de ir a un único lugar. Estaba poniéndome unos leggins que me realzasen el culo cuando sonó mi telefono. Esperando que fuese el padre de Diego, pidiéndome que echase un vistazo a su hijo, me lance a responder.

En lugar de eso me encontré todo lo contrario. Mi entusiasmo se estampó contra la cruda realidad.

-Vaya, por fin me coges el teléfono.- Era mi admirador secreto, con una voz queriendo parecer seductora para más bien resultando repelente.

-¿Qué quieres ahora? ¿Es que no te has cansado ya de este jueguecito?- Dije frustrada mientras seguía vistiéndome.

-¿Cansarme? Si aún ni hemos empezado.- Dijo entre risas. A medida que iba cogiendo confianza durante las últimas semanas, se le veía mas decidido, lo cual me provocaba rechazo y algo de miedo. -Mira, este fin de semana tengo la casa libre, así que creo que es hora de que saldemos deudas pendientes.- Añadió.

Durante todo este tiempo le había pasado una innumerable cantidad de fotos. Diría que a lo mejor la mitad de ellas desnuda, con el fin de darle lo que quería y que me dejase en paz. Siempre procurando evitar enseñar la cara o algún rasgo reconocible en las fotos. Pero poco a poco iba viendo como un tio timidillo con ansias de chantajista de poca monta se convertía en un extorsionador.

No uno al hecho, desde luego, en parte le seguía el juego porque, siendo sincera, la situación tenía cierto morbo, pero con lo que no estaba de acuerdo era en ser su “puta online” a cualquier hora del día en cualquier momento.

Me había llegado a pedir fotos de mi tanga mientras estaba en clase, fotos de mis tetas en el baño de una fiesta, sacar la lengua para que el se corriera en mis fotos, fotos de mis fluidos… y muchas otras guarradas. Pero poco a poco iba aumentado su ambición. Fotos desnudas, videos masturbándome, otros diciendo su nombre mientras me chupaba los dedos…

-Creo que ya está más que saldada la deuda, así que olvídame anda.- Por lo visto, su insinuación ahora era más directa, mas carnal. Sin móviles ni fotos de por medio.

-Mira, sigo teniendo el video donde sales comiéndote una tranca en los baños de la universidad. Y lo sabes.- En multiples ocasiones había jugando conmigo pidiéndome una ultima foto, un último video, alegando que si lo hacia borraba el video. Pero siempre volvía a hablarme al día siguiente con el mismo chantaje.

-Solo quiero proponerte una cosa. Vente esta noche a mi casa. Es más, te invito a cenar lo que quieras, a tomar unas copas.- De repente comenzó a hablarme como si fuéramos amigos de toda la vida. La típica amiga a la que chantajeas para que te enseñe las tetas cada día.

-Tu estas loco.- Respondí simple y llanamente. -Te piensas que me voy a ir a tu casa para que me violes, psicopata.- Remarqué furiosa.

-No, no, no. Nada de eso. Mira, no te voy a obligar a hacer nada que no quieras, tampoco soy esa clase de tio.- Dijo intentado blanquear su imagen. -No te voy a pedir nada que no te haya pedido. Solo quiero que hagas que me corra, pero en vivo.- Fue la frase más cruda que jamás nadie me había dicho por telefono. Especialmente viniendo de un desconocido. No supe que responder.

-No tienes ni porqué tocarme si no quieres. Solo haces lo que tu consideres oportuno. Como si consigues que me corra en los pantalones. Y si lo haces borro el video ahí mismo.- De nuevo permanecí escuchando sin decir nada, pero ese tono de reto levantó cierto interés en mi.

-Es más, si quieres puedes hasta llevarte el movil. Y con esto se acaba todo.- Sentenció finalmente.

Yo que solo podía pensar en ir a ver a Diego, me encontraba con mis planes patas-arriba. Por un lado tenía la oportunidad de acabar de una vez por todas con el chantaje, por supuesto, pasando por el aro de una última “prueba” que, mentiría si no dijese que me resultaba excitante. ¿Cuanto tiempo tardaría en hacer que se corra en tio que lleva semanas pajeandose con fotos mias? En parte su admiración hacía mi debía ser incluso mayor que la de Diego.

Pero no era Diego. La inocencia la perdió hace mucho, y el juego con él, a pesar de este intento de amnistía, era mucho mas agresivo.

Podría ir a su casa, rezar por que no pasase nada malo, hacer que se corra en 5 minutos y solucionar un gran problema. De repente pasé de tener un fin de semana cualquiera en el que solo pensar en quedar con mis amigas a tener tres frentes abiertos: El reto del chantajista, la visita a casa de Diego, y el fin de semana en casa de Lucas.

-Bueno, piénsatelo y me lo dices.- Dijo casi sonando amable. -Pero solo puede ser este fin de semana.

-Lo pensaré.- Dije sin terminar de analizar fríamente la situación. -Y te aviso.- Añadí antes de colgar. Imagino que sonó como la mayor de las victorias para él. Le acaba de dar prácticamente un sí.

Aclaré mis pensamientos. Terminé de ponerme una camiseta blanca y una sudadera ancha, me perfumé, me hice una larga trenza y salí de casa teniendo muy claras mis prioridades.

El camino en el autobus se me hizo eterno y un montón de posibilidades, estrategias y técnicas pasaron por mi mente sobre cómo afrontar la situación. Solo quería olvidarlas e improvisar como siempre hago, dejar que las cosas fluyan, pero con solo esos pensamientos comencé a mojar mis braguitas de encaje negro, la única prenda seductora que llevaba junto con el sujetador a juego. Era cómo un kinder con sorpresa en su interior.

Al llegar, sobre las 21.00 ví por fuera de la casa las luces del salón y las habitaciones encendidas. ¿Estaría aún su padre? O peor aún, ¿finalmente se habría quedado el abuelo para frustrar todas mis expectativas?. Extrañamente me arme de valor, puse la más agradable de mis sonrisas y llamé al timbre.

Poco duró la sonrisa, ya que mi gesto cambió totalmente al ver a una muchacha de la edad de Diego al abrirme la puerta. Juraría que no me había equivocado de piso, pero lo comprobé de todos modos mirando el número en la puerta.

-Hola. ¿Qué quieres?.- Dijo la niña rubia de pelo largo.

-Venía a ver a Diego. Me ha pedido su padre que me pase a ver si todo iba bien.- Explique sin entender muy bien aún la situación. ¿Sería su hermana? Juraría que el padre mencionó un hermano mayor, pero nada de una hermana de la misma edad.

-¡Dieguito! Hay una chica que pregunta por tí- Dijo mirando atrás y disimulando una risa forzada.

Al instante apareció Diego. Le notaba nervioso y confundido. ¿Su padre no le había dicho nada? ¿O no se esperaba que viniese? ¿O quizás fuese porque la última vez que nos vimos acabó comiéndome las tetas? -Hola Miriam.- Se limitó a decir tímidamente. -Puedes pasar si quieres.- Añadió, aunque su voz no invitaba a ello.

Gire mi cabeza para ver a través de la rendija de la puerta. Pude distinguir dentro al menos a otros dos jovenes de su edad. Diego sonreía nervioso y su tono de piel era cada vez mas rojizo. Le temblaba incluso la mano que sostenía la puerta. Pronto entendí lo que pasaba. Por lo visto había invitado a unos amigos a su casa aprovechando la ausencia de adultos.

-Solo venía a ver si necesitas algo. Tu padre me ha llamado para que te eche una mano si hace falta.- Dije casi inconscientemente haciendo la referencia más explicita que podría quedar grabada en mi cerebro en ese momento. -Pero si te pillo en mal momento no pasa nada. Puedo pasarme luego. No diré nada a tu padre.- Dije guiñando un ojo para intentar dejarle más tranquilo.

-¿Por qué no pides que nos haga la cena? Si tu padre ha pagado una chacha aprovecha.- Dijo de fondo la niña que me había abierto la puerta. Su tono era casi humillante, como una de esas niñas malcriadas que nos les importa dañar los sentimientos de los demás para creerse superiores.

Pero en lugar de sentirme ofendida me dió la excusa perfecta para entrar en casa. Así que fingí una sonrisa de oreja a oreja y entré. Efectivamente había otros dos chicos y una chica más aparte de la niñata malcriada.

En cuanto a los otros dos jóvenes, eran ambos algo más altos que Diego, ambos de pelo rubio. Uno con el pelo largo y delgado como un palillo. El otro parecía tener algo más de cuerpo de adulto, pero aún asi su cara seguía siendo la de un adolescente, a pesar de parecer el más guapo de los tres. Podríamos decir que este último, era el típico guapete chulo del instituto, y el larguirucho, el que le seguía el rollo.

En cuanto a las chicas, bueno, para empezar vestían bastante desacorde con su edad, teniendo en cuenta que eran de la clase de Diego. La niñata, a pesar de que me duela en el orgullo decirlo, era guapa, tenia una cara redondita y lucía su pelo castaño-rubizo planchado, un cuerpo esbelto realzado por unas largas piernas y unas dignas tetas para ser tan joven.

La otra chica en cambio, a pesar de ser tambien guapa, pasaba más desapercibida ante su amiga. El típico efecto “amiga guapa”. Sin embargo, su piel morena, sus finos rasgos y sus pecas la hacían un rostro precioso. Por no hablar de un cuerpo que si bien algo más modesto, no tenia nada que envidiarle a la otra.

Cómo dato personal, aportaré, que de haber tenido ellas unos años más, seguramente me habría fijado más en la morenita.

Tenía la casa de Diego bastante vista. Ya llevaríamos algo más de un mes de clases, pero ahora, sin la estampa de su abuelo en la cocina tomándose un chupito, y en su lugar, 5 jóvenes montando una fiesta, la casa parecía otra.

Sobre la mesa principal del salón había un par de cervezas, la mitad de ellas acabadas. Algo me hizo pensar que la fiesta empezaría en cuanto Diego se quedó solo. Los dos chavales jugaban a la consola mientras las chicas charlaban a su lado.

Diego se acercó a mi con disimulo. -Mi padre ha dejado esto para tí. Por las molestias.- Dijo dándome un sobre con dinero. Lo agarré y lo guardé en el bolsillo trasero.

-Bueno, ¿Y que quereis para comer tus amigos y tu?- Dije restringiendome a mi rol de chacha, como había dicho la niñata.

-No tienes porque hacerlo. No pasa nada. Si se van a ir dentro de poco.- Dijo casi sin creérselo.

-Bueno, entonces haré cena para dos. ¿Te gusta la pizza?- Dije con una sonrisa.

Mientras me puse a preparar la masa Diego se acercó a su grupito. Intenté afinar el oido para ver que decía. Que excusa ponía. Cómo se refería a mi. Cualquier palabra que pudiese descubrir sus intenciones conmigo. Sin embargo, nada me quedo claro, salvo una sensación de malestar ante la decisión.

-Vamonos nosotros de fiesta Alejandra, este es un amargado.- Dijo el chaval guapete largándose de casa.

Así que esa era la famosa Alejandra. La chica de clase de la que estaba enamorado Diego. No la volví a ver con los mismos ojos desde que escuche su nombre. Ahora ya no era una niñata guapa y malcriada, ahora era la sombra de todo lo que quería.

No tardaron en irse, y con ello el comportamiento de Diego cambió. Ya no se sentía limitado ni tímido, incluso podría decir que estaba más seguro de sí mismo que nunca.

-Ya casi está esto.- Dije mientras echaba un ojo a la pizza en el horno. Durante los últimos minutos me había dedicado a recoger los restos de la “fiesta” mientras Diego se daba una ducha y se cambiaba la ropa.

-No tenías que haberles echado por mi. Después de tus notas, te mereces una fiesta. No le diré nada a tu padres.- Dije. Obviamente yo era la primera que deseaba quedarme a solas con él, pero tenía que hacerme la dura.

-No era una fiesta. Era solo… que me han liado un poco. Pero estoy cansado.- Intentó disimular. Mientras sacaba la pizza del horno, al agacharme, puso su mano lentamente sobre mi culo.

Mis leggins poco hacían más que una fina capa sobre mi piel, así que la pude notar a la perfección, y ni dije ni hice nada por impedirselo. No tocaba mi agarraba ni estrujaba mis nalgas, simplemente su mano las palpaba elegantemente. Ambos hicimos como si no pasara.

-Aún le queda un poco.- Dije para hacer más tiempo. Y me incorporé dejando aun su mano sobre mi culo. -Así que esa era la famosa Alejandra eh.- Dije haciendo de su cara un poema. Rápidamente quitó la mano de mi culo, como si le hubiese pillado alguien.

- He oido como el otro chico la llamaba. Es guapa.- Dije a regañadientes.

-Si… La han invitado mis amigos. Les he dicho si querían venir a casa a jugar a la consola y ya ves cómo ha acabado todo...- Diego hablaba como arrepentido. Como quien pide disculpas por ser infiel. Y yo, lejos de reprocharle nada, solo pretendía avivar la llama.

-No pasa nada.- Dije para dejarle tranquilo. Durante unos segundos nos quedamos ambos callados. Tuve la sensación de nuevo, de haberla cagado al sacar de nuevo el tema de Alejandra, pero algo me impulsaba a saber cuanto la deseaba. -Es verdad lo que decias.- Decidí proseguir.

-Está buena. Y es guapa.- Dije llevándome la pizza al sofá. Ambos nos sentamos frente al televisor. Diego no parecía muy entusiasmado por continuar con la conversación, y la seguridad que transmitía hace unos minutos se había esfumado.

-Es normal que te guste. Además es de tu edad y la ves todos los días en clase. A mi a tu edad tambien me gustaba un chico de mi clase que no me hacía ni caso.- Dije recordando cuando era joven.

-No me creo que no se fijase en tí.- Dijo.

-Lo hizo. Pero más tarde. Cuando se dió cuenta de que había cambiado.- La historia era cierta. Cuando tenía 14-15 años estaba enchochada del tipico guaperas de clase como el amigo de Diego. Y durante dos años pase desapercibida para el cómo una hormiga junto a un elefante. Pero cuando volví del campamento donde descubrí la sexualidad con Marta, era otra.

Algo parecido pasaba con Diego cuando se sentía seguro. Pero su seguridad era tan inestable como extrema, y en cuestión de segundos pasaba de tocarme el culo a alejarse un metro de mi en el sofá y quedarse tieso como un palo.

-Pero a mi no me gusta Alejandra.- Repitió. De nuevo ese sentimiento de culpa parecía invadirle al estar conmigo, así que tome cartas en el asunto.

-¿Te gusta la pizza?- Pregunte dándole un mordisco a mi trozo.

-Si, claro.- Respondió confundido.

-¿Y las hamburguesas?- Continué.

-Pues tambien.- Dijo simplificando.

-O sea, que te gustan las dos cosas. Las pizzas, y las hamburguesas. Y no te deja de gustar una porque te guste la otra.- Argumenté. Diego se quedo reflexivo, cómo entendiendo mi punto de vista sin tener una conversación directa.

Poco a poco su actitud fue cambiando de nuevo. Parecía vivir un tira y afloja interno entre su lado más tímido y su lado pervertido. Y yo estaba del bando del segundo, así que fuí yo la que de nuevo fue conquistando terreno y acercándome a él en el sofá.

-¿Quieres el ultimo trozo?- Me ofreció el último trozo de pizza muy caballerosamente.

-¿Y tu? ¿Que te parece si nos lo jugamos?- Propuse. El trozo de pizza era lo de menos en ese momento.

-¿Y eso?- Dijo confuso. Su capacidad para entender mis indirectas por llegar más lejos en nuestras “clases particulares” eran escasas a pesar de estar solos. Era como un perrito al que tenía que guiar con la correa.

-Pues con retos. Yo te propongo un reto a tí. Y tu uno a mi. El que acceda a cumplir el reto gana.- Despues de casi una hora en su casa al fin había llegado al punto que quería. Si accedía, si entraba en el juego sabía que no había vuelta atrás. Al fin tendría el trofeo que tanto ansiaba.

-Cual es tu reto.- Dijo sin pensarlo. Parecía que al fin entendía de qué iba la cosa.

-Te reto a que te desnudes.- Dije un poco sin medir mis palabras. Pero si accedía, podría ver cómo de cachondo iba a ponerle a lo largo de la noche, y cómo era su voluntad para resistir.

-Alaaaa.- Dijo exagerando.-Te has pasado tia.-

-Bueno. Ese es mi reto. Ahora te toca a ti. Si lo hago, me quedo con la pizza.- Se quedó pensando. Sabia que el nivel era alto, y desde luego esperaba una buena propuesta por su parte.

-Pues yo te reto a que me des tus bragas.- Dijo. Y al momento agacho la mirada con vergüenza.

Para nada me esperaba algo así. Quizás un “quitate la sudadera” o cómo mucho un “dejame tocarte las tetas” pero esto dejaba claro que la cosa avanzaba. Además no me retaba a “enseñar las bragas” no, a darselas.

-Pues si tu no aceptas mi reto, tendré que aceptar yo el tuyo.- Dije levantandome frente a él. Con la mayor sensualidad me coloca al frente, con el sentado en el sofá aun sin creerse lo que estaba a punto de pasar. -¿Así que tienes curiosidad por ver mis bragas eh?- Dije en tono picantón.

Agarre la parte alta de mis leggins, y poco a poco fui estirandolos hacía abajo sin bajarlos, para enseñarle la parte superior de la costura de mi lencería negra. -Encima hoy me he puesto las mejores.- Añadi guiñandole un ojo.

Y lentamente, deleitándome con cada segundo con su mirada ansiosa, bajé lentamente mis leggins hasta las rodillas, y me recogí un poco la parte baja de la sudadera para que pudiera apreciarlas en todo su esplendor. -¿Te gustan? ¿O te lo has pensando mejor y prefieres no quedartelas?- Dije bromeando. Su mirada ya lo decía todo: No solo quería mis bragas, quería ver lo que escondían.

Mientras quedaba hipnitizado, imagino que intentato ver a través de la fina seda translucida de mi lencería algo más, aproveché para quitarme los zapatos y bajar del todo mis leggins.

-Bueno, pues si quieres mis braguitas, tendrás que ser tu el que me las termine de quitar.- Dije estratégicamente para hacerle participe. Por un segundo, Diego levantó la mirada y se quedo asombrado cómo quien acaba de ganar el gordo de la loteria. No daba crédito a mis palabras.

-Venga, a que esperas.- Le insté.

Trago saliva, y muy lentamente, cómo con miedo y delicadeza alcanzó con sus dedos mi cintura y los fué deslizando hasta la costura.

Me faltan palabras para explicar la sensación que me provocaba tan solo sentir sus dedos en mis caderas. Era como un cosquilleo orgásmico y adictivo, que sumado a su mirada de deseo y veneración me hacía sentir como una Diosa que había descendido de los cielos para cometer el peor de los pecados.

Agarró mis bragas y se dispuso a bajarlas, no antes sin una mirada de aprobación a la que respondí mordiéndome el labio. Me costaba contenerme para que no pareciese que era yo a quien tenía comiendo de su mano.

A partir de ahí ni volví a ver su ojos hasta pasados unos minutos. Bajó mis braguitas, si, muy lentamente y con cierta sensualidad, aprovechando para acariciar mis piernas. Pero en cuanto pudo ver mi coñito, el morbo de las bragas pareció perder protagonismo, y sus pupilas se quedaron clavadas en él sin decir nada.

Mi cerebro, mi corazón y sobretodo mi coño, solo pensaban en agarrarle la cabeza e incrustarla entre mis piernas como una loca. Pero eso, aunque parezca mentira, era mejor. Estaba mojándome sin ningún tipo de contacto.

-¿Es que te ha dejado sin palabras? Pensaba que el reto era que te diese mis bragas.- Dije. Alcancé agilmente con el pie las bragas, que llevaban un minuto ya en el suelo, y leventando la rodilla, y obviamente haciendo más visible mi anatomia, las dejé sobre su regazo.

-Ahí tienes tu recompensa.- Ante la falta de respuestas debido el shock en el que estaba, aproveche para coger el último y merecido trozo de pizza, para volver a sentarme en el sofa junto a él, ahora desnuda de cintura para abajo.

-Es la primera vez que veo un...- No termino la frase, pero aún seguía con su mirada clavada en mi entrepierna, a pesar de que ahora, por la posición, no podía apreciarlo tan bien. Por un momento había olvidado lo novato que era. Para mi era algo normal, algo asi obligatorio, no podría ni enumerar la cantidad de rabos y coños que había visto a esas alturas de mi vida.

Su comentario no hizo más que calentarme. Era otro alago para mi, yo, yo era su primer coño, y pensaba ser la primera de todo de una larga lista.

Me giré en el sofá y abrí levemente las piernas. Hasta ese momento no era consciente, pero ahora hasta yo misma me miré la rajita. Un coño común, para mi gusto. Con los labios por dentro y los bordes regordetes, adornado por una pequeña cantidad de pelo recortado.

-¿Y que te parece?- Diego por un segundo agarró las bragas, como guardando un recuerdo preciado y a la vez intentado no mirarme directamente tanto ahora que era más evidente. Por su comportamiento me daba cuenta de que no le gustaba ser directo. Sino jugar bajo unas ciertas reglas.

Hasta ahora todo cuando había pasado tenia la excusa de ser un premio por su comportamiento académico o en este caso la recompensa de un reto. Pero nunca nada había sucedido de forma “ natural” por así denominarlo.

-Es… bonito.- Me reí. Era evidente que no tenía palabras para describirlo. Al fin y al cabo no había una respuesta correcta a mi pregunta.

-Puedes tocarlo.- Dije mirándolo a los ojos como una leona a punto de lanzarse a por su presa. -Si quires.- Añadí.

Se lo pensó. Hizo un amago de adelantar la mano derecha, pero rápidamente la retiró como con miedo.

-Es más, te reto a ello.- Dije como excusa para motivarle a ello. Sonrió, como si hubiese dicho las palabras mágicas, y en ese momento quedaron claras las reglas. Y aunque eso me limitaba a dar rienda suelta a mis sentimientos, me ponía tremendamente cachonda. Y por supuesto, sabría que tarde o temprano, su timidez se derrumbaría cuando no pudiese contenerse más.

Alargo su mano, lentamente hasta alcanzar mi rodilla. Y poco a poco comenzó a subir lentamente por la cara interna de mi muslo. Su mano era cálida y fría a la vez, suave y delicada. Notaba las yemas de sus dedos acariciando mis piernas delicadamente, casi rozándola. Mi cuerpo me pedía a gritos sentir con fuerza su mano, pero el hacía todo lo contrario.

Cuando estaba apenas a unos centímetros de mi sexo reaccione. -Espera.- Dije agarrando su mano con la mía. Le robe mis braguitas de sus manos, y se las coloque en la cara a la altura de los ojos, estirandolas un poco, con la intención de que funcionasen como “antifaz”, a pesar de que a través de la tela se podía ver bastante bien. -Tienes que hacerlo sin mirar. Es parte del reto.-

De nuevo tomé su mano y la volví a colocar sobre mi muslo, me recliné sobre el sofá, observando a Diego con mis bragas en la cara, con la parte húmeda de mi sexo a la altura de su nariz y su mano a un palmo de darme lo que quería.

Ahora sus movimientos era más torpes, mas directos, más fuertes. Notaba la plenitud de su mano, la extensión de sus dedos. Su mano subía con más fuerza presionando mi piel. Mi respiración se agitaba y me limite a hacer lo posible por contenerme minimamente y no comenzar a gemir.

Cada segundo se convertía en minutos y los minutos en horas. Solo deseaba que se parase el tiempo y esa sensación previa a llegar a más no terminase nunca. Pero a la vez estaba como loca esperando que me frotase mi rajita y notase toda mi humedad.

Sentía dentro de mi el fragor de la guerra y la calma del mar al mismo tiempo, y eso, era algo a lo que no estaba acostumbrada.

Y aunque el tambien parecía ester disfrutando cada segundo como si fuese el último, finalmente llegó.

Como quien choca con algo inesperado las llevas de sus dedos rozaron mi entrepierna y se alejaron como con miedo. Pero rapidamente volvió.

Pegó su palma de la mano contra mi coñito, palpandolo a fondo. Gracias a que mis braguitas lo tenian cegado no pudo ver mi cara de extasis derritiendome en ese preciso momento.

Lo que sí que oyó, fueron algunos gemidos que no pude contener. Y eso pareció darle confianza, porque comenzó a jugar con sus dedos sobre mi rajita.

No sabia que hacer, ni que decir. Lo cual era extraño. Podía habérsela sacado ahi mismo y follarme hasta correrse en mi interior que no hubiese dicho nada. Estaba hipnotizada por el morbo.

Pero no era la única. Diego habia abandonado la distancia. Ahora se acercaba lentamente a mi en el sofá para poder alcanzarme mejor. Su otra mano se deslizaba por mi muslo izquierdo provocándome un cosquilleo casi orgásmico.

Sus manos, estaban ya completamente resbaladizas por mis fluidos. Ambos seguíamos sin decir nada.

Hasta que Diego finalmente dió un paso más. Empecé a notar como poco a poco intentaba buscar la forma de penetrarme con sus dedos. De forma algo torpe, pero al mimo tiempo inocente. Quizás algo perdido por la falta de visión, pero seguramente debido a su falta de experiencia aún.

Agarre su mano y alcancé sus dedos, y lentamente los guié hasta mi boca.

Metí sus dedos indice y anular en mi boca y saboreé mis propios fluidos de ellos como ya había hecho en muchas ocasiones.

Pero no me limite a chupar mis fuidos. Jugé con mi lengua sobre sus dedos, acariciando sus yemas, absorviendo… dándoles pequeños y suaves mordisquitos y restregandolos contra mis labios para terminar besándolos.

-Uffff – Miré a Diego a la cara. Su expresión era difícil de descifrar, pero su entrepierna le delataba. Jugaba bien sus cartas, pero ya sabía que era mio. Su pantalón escondía una buena erección que incluso estaba mojada a la altura del glande.

Me moría de ganas de meter sus dedos dentro de mi, pero sabía que aun podía disfrutar mucho más. Asi que simplemente, le quite mis braguitas de los ojos.

No aguantó más que 3 segundos mirandome a la cara cuando su mirada cayó para contemplar mi chocho empapado.

- Creo que has superado mi reto. Ahora te toca a tí- Dije sonriendo. Ahora sin duda no había vuelta atrás, y todo rasgo de timidez había desaparecido.

-Te reto a que me hagas lo mismo. - Dijo decidido con voz firme.

Victoria. Ya lo tenia.

-No. - Dije sonriendo.

-¿No? ¿Por? - Dijo desorientado.

-No me retes. Pidemelo. - Le di un pequeño golpe sobre el pecho haciendole caer boca arriba en el sofá. Y lentamente me abalancé sobre él como una leona con su presa. -Adelante.-

Me acerqué lentamente hasta su paquete, posando mis manos sobre él aún sobre sus pantalones. No era especialmente grande, pero si que estaba tremendamente erecto y duro.

-¿ Y bien? - Dije esperando con mis manos sobre su bragueta.

Pese a todo dudo. Vi la duda en su cara por un segundo, pero no pudo contener sus instintos. -Agarramela Miriam.-

Y eso hice. O más bien por ahí empecé. Desabrochando sus pantalones sin poder mirar a otro lado. Mordiéndome los labios para contener mis ganas de lanzarme como una guarra.

Sus calzoncillos azules estaban mojados. Muy mojados. Jamás había visto a un hombre así. Parecía incluso que se había corrido del placer antes de tiempo. Al levanta la goma pude oler el aroma a sexo y lujuria animándome a agarrar su miembro.

-Mmmmm… Al fin me toca ver algo a mi.- Dije lanzándome a rebelar su polla.

No era grande. Ni gorda. De hecho era lo que cabía esperar a un adolescente aun en pleno crecimiento. Era algo más delgada de lo que me gustaría y mediría unos 13 centimetros.

Eso si, estaba caliente, increiblemente dura y muy, muy mojada. Resbalaba con tan solo tocarla. Me quedé mirandola entre mis manos. Al fín tenia lo que tanto quería.

La acaricie lentamente, pasando mis dedos por ella y jugando de forma muy superficial. Pero Diego parecia algo incomodo. En parte imagino porque era la primera vez que una chica le pajeaba, pero parecía haber algo detras. Me hacía incluso estar insegura. ¡A mi! Que había pajeado más de 30 pollas por aquellos momentos.

Decidí empezar a pajearlo, así que agarre su polla y me dispuse a comenzar despacio, con mi cara descansando sobre su tripa observando detalladamente la acción. Pero en cuanto empecé Diego pegó un bote y me apartó.

Me llevé el susto de mi vida. Y sin entender nada, empezó a disculparse.

-Perdona Miriam, esque … - Diego estaba de pie, con la polla tiesa en medio del salón y yo reclinada en el sofá medio desnuda.

-¿Sucede… algo?- Intenté preguntar. -¿No te gusta…?-

-¡No!… Si, digo… Si me gusta, claro, como va a ser eso, esque…- Diego se agarró la polla.

Entonces entendí lo que sucedía. Diego tenia fimosis. Al principio, pensaba que simplemente no se le había descapullado, pero es que no podía. Su polla seguía siendo igual de atractiva, pero el glande no pensaba salir. La verdad es que me resultaba algo morbosa la situacion.

¿Sabría de que se trataba? ¿O seria la primera vez que se da cuenta ahora que se la iba a pajear?

-¿Te gustaria hacerlo tu mejor?- Le pregunte. -Así me enseñas como lo haces, como te gusta...- Le dije intentado recuperar la complicidad.

Diego sonrió. Pensaría que todo iba a terminar ahi, pero yo no me rindo tan fácilmente.

-Ven, a ver tumbate y dejame ver como lo haces.- Diego obedeció sin decir nada. Volvio a la posición y se la agarró dispuesto a darle vida al asunto.

Ahora con mis manos desocupadas comencé a acariciar todo su cuerpo por debajo de la camiseta sin mi carita muy pegada a su rabo.

Observé como lo hacía. Agarrandosela a media altura, bajando y subiendo de nuevo antes de llegar a descapullar, como se tuviese miedo o no pudiese continuar. Efectivamente, tenía fimosis. En ese momento muchas dudas me asaltaron sobre su capacidad sensitiva durante el sexo. ¿Sería capaz de metermela? ¿Cómo sentira el orgasmo? ¿Qué le gustará…?

-¿Te gusta? - Dijo mientras no dejaba de zarandearsela.

-¿Acaso no lo sabes ya?- Le respondí acercandome a ella.

-Es rara. Es como que no baja del todo el pellejo, y si tiro mucho me duele.

-Es bastante frecuente. Suele pasar cuando eres adolescente.- Dije tratando de explicarselo.

-Pero a mis amigos no les pasa.- Con sus declaraciones algo hizo “chas” en mi cabeza.

-¿Has visto a tus amigos pajeandose? - Pregunte con carita sugerente, acercandome a un más a su miembro. Casi podian saltarme las gotas de humedad con el movimiento de la paja debido a lo mojada que la tenia.

-A ver… bueno… a veces cuando se meten las chicas en los vestuarios de gimnasia y nos enseñan… pues… - No tubo que decir más. Aquello me puso tremendamente cachonda, hasta tal punto que tuve que empezar a restregarme contra su pierna.

-¿Y vosotros os pajeais? Ya veo… y pensaba que eres un novato en esto… - Dije riendo.

-No, no… yo no. No quiero que nadie me la vea…

-Bueno… Yo te la estoy viendo… y me gusta… Seguro que ellas también quieren vertela.- Dije mientras con confianza posaba mi mano sobre la suya, guiándome con su movimientos para masturbarlo.

-Uffff- Dijo al sentir mi mano. -No creo. Las de mis amigos son más… grandes.

-Usa mi mano.- Diego aceptó a intercambiamos posiciones, ahora mi mano agarraba su húmeda polla mientras que la guiaba en el movimiento. Estaba muy caliente y dura. Podia notar la rugosidad de las venas y sus líquidos preseminales desprediendose por la puntita.

-El tamaño no lo es todo. Algún día lo entenderéis lo hombres.- Le comenté riendo. -No sabe la polla que se esta perdiendo tu amiguita.- Dije guiñandole un ojo, y acercandome lentamente con los labios a ella.

Ambos cesamos en el movimiento y le dí un beso, o mas bien un morreo en la punta de su polla, saboreando su sabor y llegando a rozar con los labios la pequeña porcion de glande que se asomaba. Mi lengua en cambio repasó su frenillo muy delicadamente.

Sabía que tener cuidado y me sentia como si estuviese en el mayor de mis retos, asaltando una caja fuerte que al mínimo fallo se bloquea.

Pero, a juzgar por la cara de Diego, fue todo un éxito. Dejo escapar varios gemidos durante el beso. -Dios que pasada...- Dijo. Retiro sus manos asegurando las mias y al fin me dió confianza.

Confianza que mantuve haciendo una delicada paja sin estirar demasiado.

Sentía el latir de su miembro , especialmente cuando acercaba mi cara a su polla para, ocasionalmente, darle algún beso cariñoso con extrema delicadeza. Mi saliva se mezclaba con sus fluidos hasta quedar indistingible. Al igual que mi mano y mis dedos se fusionaba con la base de su polla.

Notaba como poco a poco se dejaba llevar relajando su cuerpo en tensión. Ahora confiaba en mi, y en que sabía como hacerlo.

Mi chochito, por supuesto, estaba casi tan mojado como su polla, y mientras le pajeaba no dejaba de restregarme contra él por todo el sofa. Estaba segura de estar dejando todo lleno de fluidos, pero eso ahora no importaba.

Por un segundo nos miramos. Sus pupilas brillaban en pasión y su cara decía cuanto estaba disfrutando. Le sonreí traviesamente y comencé a recorrer desde el final de su polla lentamente todo el camino hasta el frenillo con la punta de uno de mis dedos.

Su polla palpitaba. Gritaba “Follame” “Hazme tuya” “Deja que te te llene” y su cara al ver como jugaba con ella decía lo mismo.

-¿Te esta gustando?- Le pregunté con mis labios restregándose contra su miembro. Puse morritos y deje caer mis babas sobre su miembro para servir de lubricante mientras le masturbaba.

-Dios está siendo es mejor día de mi vida.- Dijo entre gemidos sin pensarlo mucho.

-Bueno… aún puede mejorar… Si quieres claro...- Le insinué.

Entonces su expresión cambió. Como si viese la luz al final del tunel, en ese momento supo que le iba a robar su virginidad.

-Déjame que pruebe yo contigo.- Dijo incorporándose, y comenzado a hundirse entre mis piernas para adentrarse en mis muslos.

Notaba su aliento cálido, su piel suave y delicada, su torpe pero meticuloso juego de manos sobre mis muslos. Y aquello me ponia muy cachonda. No porque me fuesen a comer el coño, no, sino porque iba a ser el primer coño que se comía. Y lo haría con la inocencia de un adolescente que pretende impresionar a su musa.

Diego hasta ahora había aprendido de mi lo suficiente para aprobar un par de exámenes, pero la cosa no quedaba ahí. Repetía mis técnicas tambien en otras materias.

Sus manos se aproximaban lentamente a mi pubis, sus dedos jugaban resbalando por mi rajita, masajeándola. Hasta que al igual que yo había hecho previamente, comenzó a besarme con delicadeza, saboreando mis fluidos.

Mis manos fueron directas a mis tetas para masajearme y poder disfrutar más. -Parece que aprendes rápido en todo.- Le dije. -Ummmm...-

-Eso es porque aprendo de la mejor maestra.- Dijo sin abandonar su tarea.

-¿Sí? Pues prueba a jugar con tu lengua… Explora… Puede ser muy placentero.-

Acto seguido note su lengua recorriendo desde mis rodillas hasta la ingle. Dejando un reguero de saliva allá por donde pasaba.

Sin duda había entendido el juego, y ahora intentaba hacerme de rogar poniendome al límite.

-Como sigas así vas a convertirte en todo un experto.- Le dije.

-Así la proxima vez te gustará mas.- Respondió y acto seguido hundió su lengua en mi coño.

-Oooohhhmmmm...-

La punta de su lengua comenzó a penetrarme lentamente mientras notaba las facciones de su cara contra mi sexo. Metí mis manos dentro de mi sudadera hasta alcanzar y pellizcar mis pezones. Y podia sentir como Diego hacía lo mismo con su polla mientras degustaba mi sexo.

Esta noche iba a ser increible. Hasta que escuché una voz.

-¡Oye enano, llevate a tu amiga al cuarto que estoy esperando visita!- La voz provenía del cuarto del fondo. Y aunque parecía familiar no era ni de padre ni de su abuelo.

Diego dio un brinco aún mayor que cuanto intenté descapullarlo. Y como un resorte se puso el pantalón. A mi el corazón mi iba a mil, no entendia que pasaba, pero me quede paralizada, tumbada aun con las piernas abiertas.

-Perdona. Es mi hermano. ¡Vamos a mi cuarto rapido!- No me dió tiempo a decir nada. Me agarró de la mano y me llevó a su cuarto de un tirón algo preocupado.

-Se piensa que eres una amiga… No sabe que eres… la profe. Si no se lo diría a mi padre.- Eso explicaba su reacción. Desde luego Diego no parecía interesado en que se le acabase el chiringuito de sexo por clases conmigo.

-Pensaba que tu hermano no vivia aquí.- Respondí intentado volver a la normalidad.

-No. Vive con sus amigos. Pero como no hay nadie en casa ha invitado a sus amigos a una fiesta.- Diego había bajado considerablemente el tono. Parece que lo de las fiestas en cuanto se van los padres les viene de familia.

-Nosotros podemos tener una fiesta mejor aquí… ¿No crees?- Le dije intentando retomar el asunto.-Creo que me tocaba ponerte un reto.- Me tumbé en su cama y me quité la sudadera, quedando solo en sujetador.

Aunque había estado muchas veces en su cuarto estudiando y “estudiando” nunca me había tumbado en ella. Era como una zona prohibida. Pero ahora las reglas habian cambiado. Algo se me pasó por la mente. Me levante de un salto, y pasando muy cerca de él me coloque contra la pared. Con los brazos y piernas extendidos en cruz.

-Te reto a que hagas lo que quieras y no me puedo mover durante 5 minutos.- Dije mirando el impoluto azul cielo de la pared a pocos milimetros.

-¿Cómo? ¿Que quieres decir?- Dijo sin entenderlo bien. -¿Miriam?- Siguió ante mi falta de respuesta. Hasta que note como se acercaba a mis espaldas. -A si que lo que quiera...- Murmuró. Y ahí empezó el autentico juego.

Se pensó unos pocos segundos y pasó su mano por mis nalgas. Primero palpándolas cómo había hecho hace una hora en la cocina y después agarrándolas y magreándolas hasta terminan dándome unos azotes.

Resistí intentado contenerme a pesar de que algunos suspiros escaparon de mi interior. Pero cuando pasó sus dedos por mi rajita de nuevo fue demasiado.

Tal y como estaba, abierta de piernas y de pie, le fue sencillo hundir dos de sus dedos en mi interior, haciendo temblar mis piernas y acelerando mis respiración… No podía ver la cara de Diego, pero me apostaría un brazo a que lo estaba disfrutando tanto como yo.

Pero eso no era suficiente. Sus dedos comenzaron a entrar y salir. Lenta y profundamente deslizándose a través de mis fluidos. Por sus movimientos puede sentir como efectivamente el también lo estaba disfrutando hasta el punto de tener de sacársela de nuevo.

Sonreí para mi misma. Aunque la sonrisa cambio por un gesto de sorpresa en cuanto sentí su polla restregándose contra mi culo.

-¿Te gusta? Creo que ya se han pasado los 5 minutos…- Dijo

Pero no esperaba respuesta. Y yo, quería saber como iba a actuar y sin tener que mirarle a los ojos era más sencillo.

A él tampoco le importó el tiempo, ya que siguió jugando su polla contra mi culo, dejándome las nalgas bañadas en fluidos.

Pero poco a poco fué bajando más, hasta llegar a mi chocho. No se si por miedo o tal vez compromiso no se atrevió a jugar con la misma intensidad. Unicamente rozaba con su polla mis labios, colocando la punta de su glande en mi coño, como esperando una señal para meterla.

Pero en lugar de eso se limitaba a rozarse deslizando su polla entre mis muslos, pegándola contra mi rajita.

Era difícil aguanta ahí de pie, sintiendo su miembro caliente tan cerca. Dándome ese placer tan sutil, como un cosquilleo en la plante del pie, un cosquilleo orgásmico. Tuve que apoyar la cabeza contra la pared. Apretar los puños y morderme con fuerza los labios porque ese crio me estaba haciendo correr y ni siquiera se daba cuenta.

En ese mismo momento la puerta comenzó a abrirse. Pero por suerte estábamos cerca de ella y Diego la bloqueo con la mano y la pierna para que no terminase de abrirse.

Y ahí, desnuda contra la pared, en el cuarto de un adolescente al que daba clases particulares, con el coño completamente empapado vi, a través del espejo de la habitación lo peor que podría haberme encontrado.

-¿Que quieres? ¡¿Es que no sabes llamar?!- Dijo Diego enfadado. Gracias a Dios habíamos quedado detrás de la puerta y Diego apenas asomaba la cabeza.

Y digo gracias a Dios no porque me diese miedo que me pillasen follando, ni porque fuese aun un adolescente, ni mucho menos por el trabajo. No, por algo mucho peor.

-Eh, tranquilito enano, o le digo a papa que en cuanto se ha ido te has traido a tus amigos a casa a beber cerveza.-

 

-Si tu vas a hacer lo mismo, gilipollas.- Respondió Diego. De pronto comencé a notar su polla deslizarse hacia dentro de mi raja por la inclinación y la fuerza que estaba haciendo por mantener la puerta semi-cerrada.

Seguramente mi corrida sobre su polla había ayudado a ello. Y notaba resbalar centímetro a centimetro hasta que acabó dentro.

Diego también se dió cuenta y propino un golpe para cerrar la puerta que justamente camufló mi gemido.

En lugar de contra la pared, me coloqué delante de la puerta en la misma posición, para evitar que se vuelva a abrir.

-Perdona yo...- Dijo Diego intentando disculpase.

-Eh, inutil. Si… cierra la puerta. Y mejor que no salgas, va a venir una tía así que tu a dormir.- Dijo el hermano de Diego aporreando la puerta.

Siguiéndole el rollo comencé a aporrear la puerta pero con todo mi cuerpo, moviendo mis caderas para comenzar a jugar con la polla de Diego dentro de mi con profundas estocadas.

Diego agarró mi culo con sus dos manos para intentar contenerme. Pero mi mente se había disipado demasiado desde que sabía quien era su hermano: Mi extorsionador.

 

 

Gracias a todos los que habeis comentado en mis anteriores relatos.

A los amantes de la serie y mis vivencias en general.

Por vosotros he continuado con esta historia que tanto me hizo disfrutar, esperando que ahora vosotros podais disfrutarla. Espero volver pronto con el suigiente relato de la serie o uno nuevo, pero los que me conozcais sabreis que soy como una moneda al aire. Lamento la falta de constancia. 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario