lunes, 28 de noviembre de 2011

una semana en el balneario

Hola, me llamo Carlos y lo que escribo a continuación ocurrió en realidad durante el otoño de 2009.

Desde hace ocho años estoy casado don Miriam, una chica morena, con el pelo largo, y muy buen tipo. Quizá no tenga ninguna parte especial, pero en conjunto es muy atractiva. Nuestra relación actualmente es muy buena, aunque durante el noviazgo y los dos primeros años de matrimonio tuvimos una relación tormentosa, con bastantes escarceos por ambas partes, especialmente con gente del propio sexo tanto por mi parte como por la de ella; actualmente, aunque hacemos alguna salida extraconyugal, es más discreta y menos frecuente.



En el sexo nos gusta de todo, yo me considero bisexual y ella lo sabe, y a ella le ocurre lo mismo con las chicas. A veces comentamos nuestros episodios y al final acabamos calentándonos.

Durante todo el año estuve trabajando mucho y me tocó viajar mucho por España y el extranjero. Por el tipo de trabajo suelo viajar solo, y me toca pasar las noches por muchas ciudades y pueblos, donde a menudo acabo estando en algún club nocturno, tanto hetero, como gay.

Tras un periodo de largo viaje, al regresar a casa mi mujer me propuso ir a un balneario a pasar una semana, para relajarnos y poder estar juntos. Yo estaba encantado y a principio de diciembre nos fuimos. Ya durante el viaje noté que Miriam estaba muy animada; así me comentó que se había depilado toda, que había comprado lencería, que iba a comprar juguetes eróticos en el pueblo al que íbamos, etc. La verdad me sorprendió, pues no suele se tan explícita en estas cosas.
Al llegar al balneario, me comentó que había una cosa que no me había contado, que se trataba de una zona nudista, por lo que la ropa sólo servía para salir a la calle; no es que me molestara, pero me sonó raro. Otra cosa que no me dijo es que había contactado con dos parejas más, por Internet, y que tendríamos habitaciones contiguas que se comunicaban entre sí.
No quise decir nada, pero ya me imaginé de que se iba a tratar la semana de vacaciones, lo cual me desorientó un poco, por una parte por emoción y por otra por sentirme encerrado.

Una vez en la habitación, las otras parejas ya habían llegado; la primera se trataba de una pareja de chicos de color Luis y Carol, que vivían en Madrid y la otra una pareja de Asturias, Diego y Laura, ella una rubia con aspecto de alemana espectacular, con años pero bien retocada y el algo menos resaltón, pero muy simpáticos. Lógicamente todos estaban desnudos, menos nosotros, por lo que enseguida nos invitaron a desnudarnos.

Inmediatamente, Luis y Carol prepararon una pequeña merienda en su habitación, que estaba entre la nuestra y la de Diego. Allí empezamos a hablar de nosotros y de nuestras cosas. Ellos ya llevaban un rato y más o menos se habían conocido, además Miriam les había contado parte de nuestras vidas, por lo que pude comprobar. Tras un rato de conversación, Luis me preguntó de repente, si en mis relaciones homosexuales era activo o pasivo.
Yo me quedé muerto, pues es un tema que apenas lo he comentado con mi mujer, pero nunca fuera, y la verdad no contesté.
Entonces Diego dijo que él iba a romper el hielo, y comenzó a tocar la enorme polla de Luis, que se estaba empalmando por momentos. La verdad es que Luis hace honor a su raza; del mismo modo Diego también se estaba empalmando, mientras comenzaba a lamer su glande con la boca.
Yo estaba congelado, pues en media hora había descubierto toda la jugada, pero la verdad es que no podía quitar la vista de aquella enorme polla y de la de Diego, que era muy larga aunque delgada, como a mí me gustan.
Sin darme cuenta, las tres chicas se habían ido a la cama de nuestra habitación, y comenzaban también a jugar entre ellas.
Diego me dijo: “Te vas a quedar ahí todo el rato, ven con nosotros y elige lo que quieras, como bienvenida”. En ese momento escuché los gemidos de la habitación, y me asomé a ver lo que estaba pasando. Miriam estaba entre las dos chicas, una le comía el coño y ella se lo estaba comiendo a Carol, la cual estaba chupando un enorme consolador. De repente espabilé y me uní a los dos chicos, que me empezaron a comer la polla entre los dos.
Yo estaba como en una nube, por una parte me estaban haciendo de todo ellos, pero también me excitaban las chicas, a lo que Luis le comentó a Diego: “creo que vamos a ir con las chicas también”, y así lo hicimos.
Al llegar tenían ya tres consoladores que se metían unas a otras tanto por el coño como por el culo, y al vernos Miriam dijo.

¿Por qué no apagamos la luz de todas y nos juntamos?, a lo cual respondimos todos afirmativamente.

Apagamos la luz y nos metimos en la cama, ésta era grande, pero al final éramos seis personas y los roces eran continuos.

Aquello fue el paraíso. Al minuto noté que me estaban comiendo el culo, no puedo decir quién era, y yo empecé a comer una polla, eso sí sabía que era la de Diego por lo delgada, a su vez estaba metiendo los dedos en el coño de una chica, la cual tenía un consolador en el culo, pero no supe quien era. Al rato noté que me metían otro consolador a mí en el culo y la verdad es que estaba a cien, mientras averigüé que Luis le había dado por culo a mi mujer, por el grito que pegó; yo mientras cogí a otra chica, creo que Carol, y empecé a follarla como no lo había hecho nunca, mientras seguía comiendo la polla a Diego. A los cinco minutos me corrí, pues aquello no se podía aguantar, y entonces noté como Diego me ponía a cuatro patas y me embestía por detrás, en plan salvaje, como nunca había sentido, mientras notaba una mano en mi polla que intentaba que volviera a excitarse, lo cual ocurrió de inmediato a la vez que notaba una boca en ella.

A partir de esto todo fue un desmadre, se corrieron en mí, me metieron consoladores y pollas, comí la polla de Luis, folle a las chicas por el coño y por el culo y más cosas que no recuerdo.

Al final todos nos quedamos dormidos y extasiados, y a las horas despertamos todos juntos.

El resto de los días aquello continuó, casi todos los días ya con luz, e incluso un día se incorporó una camarera que parecía una modelo y que reconoció que aquello era la orgía más grande que había tenido jamás.

Esa tarde la contaré en otro relato, que no tiene desperdicio.

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